JABALÍES
Bajan de la braña al trote cochinero, hozan y
escarban los prados, arruinan las cosechas de patatas, destrozan el maíz. Al
cerdo salvaje que sembraba el terror entre los árabes de Tingitania por ser
animal impuro — la denominación de origen castellana es un arabismo como tantas
otras palabras españolas, pues los moros
dejaron una fuerte impronta en la lengua castellana, porque llevamos un moro
dentro — los romanos llamabanlo Aper.
Su carne y su tasajo constituían la base de
su alimentación y de las cenas de Lúculo. Era el sustento de las colonias
y algunas legiones al sus scofra colocaban en su insignia
sobre el lábaro; era animal de la suerte su ferocidad le hacía envidiable
porque no ceja hasta la muerte y cuando está herido muere matando.
El más ruin jabalí se zampa la mejor bellota.
De ahí que haya algunos chicos de la política y de la prensa que no saben hacer
otra cosa que joder la marrana, mira por donde.
Mas, no os preocupéis que a todo cerdo…
Es un animal fecundo y muy sociable que se
revuelca para despiojarse en el barro y la paja del escarbadero y dejan la
marca de sus revolcones en esos hoyos
que, en medio del prado, cusan graves daños en las caserías, cabreando a los labriegos.
Es noctívago o nictálope muy listo y
rebañiego. Sabe cómo moverse y adonde
tiene la querencia hasta el punto de que visitan de madrugada los contenedores
de basura de las ciudades, a sabiendas de que hay veda y que allí no pueden ser
molestados por los cazadores con sus jaurías de podencos.
Con movimientos impetuosos avanza monte
arriba tenazmente, sirviéndose de su afilado hocico y de sus poderosos
colmillos los cuales le sirven de antena, como sistema de navegación abriendo
brecha. Aunque ve muy mal, está superdotado de un gran olfato con el que ventea
a sus presas. Se le creyó en la antigüedad que esos dos cuernos que le nacían
en el morro curaban la impotencia sexual masculina, como los del rinoceronte,
siendo muy apreciados.
El celo les dura de noviembre a marzo; las
hembras paren dos incluso tres veces por
año lechigadas de hasta doce jabatos.
Pueden concebir de antemano las gorrinas a
los quince meses.
El macho alfa consigue patente de
apareamiento peleando con sus rivales y monta y deja preñadas a las numerosas
hembras de su tropel. Es rebañiego ya digo y nunca va solo sino en cuadrilla.
El colmillo retorcido característico del
verraco salvaje, sus dentelladas y golpes son certeros —cerdo alunado
o puerco padre al que los dientes se le forman como una media luna— es lo que
le distingue del cerdo doméstico. Con esos caninos rasga las carnes de sus
presas. Muy voraz y omnívoro se alimenta de carroñas inclusive, a decir de los
entendidos.
En una apartada aldea de este concejo se le
ha visto saltar las tapias de un cementerio y escarbando en una sepultura
devorar el cadáver de un paisano que acababa de ser sepultado.
A la Metida la finca donde paso temporadas
acude una cerda con sus rayones de anochecido. El otro día me topé con la piara
cuando bajaba a tirar la basura, ¡menudo
susto¡
Enchufé al verraco con mi farol y salieron de
estampida detrás todos los miembros de la familia.
En algunas partes de España están adquiriendo
una mala fama que no le corresponde: el jabalí animal prehistórico y su cabeza
apepinada ilustra los motivos heráldicos y blasones de algunas casas solariegas
de Asturias, Galicia y Cantabria.
Por todo el norte salían—por costumbre del
tiempo invernal— las partidas de los señores con sus lebreles para dar la
batida a la caza del “gochu”.
Constituyó la presa más codiciada de los
monteros medievales y su carne algo agraz y montisca la sirven en restaurantes
asturianos como plato del día.
Sin ir más lejos días antes de Nochebuena,
por poco apaño una cólico por la ingestión de estofado de “mortecino”, del
súrido, que estaba un poco indigesto, dentro del menú a base de fabada, guiso
de jabalí, arroz con leche, pan de borona, y una botella de peleón, ocho euros,
en el mesón del Alto el Praviano.
Tambien se dice del puerco salvaje, al igual
que del gocho, que del mismo están buenos hasta los andares pero no he visto
nunca adobarse sus jamones o no se tiene dello costumbre por estos pagos, ya
que sus grasas son menos suculentas que las del cerdo doméstico y saben a montuno.
Anteanoche sentí aullar a un perro. Salí a la
puerta y vino cojeando hasta la antojana una podenca. Tenía la pata destrozada.
Se la había comido el jabalí de una dentellada en su lucha cinegética.
Al chancho lo tienen miedo los galgos y los
perros de presa. Era una herida de guerra, signo cruel de la eterna batalla de
la supervivencia. ¡ Animalito!
30 dic 2016
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