Mineros asturianos en
la universitaria “legión 1936” de pedro García
Lo más terrible del
cerco a Madrid durante la cruzada para los nacionales fue el miedo a los
dinamiteros asturianos. Fueron llamados por Miaja el general asturiano que
mandaba la defensa de Madrid un acierto estratégico que prolongaría la guerra
tres años. Expertos en explosivos los barreneros astures famosos por su
valentía y pericia dinamitaban las enemigas trincheras. Era la guerra por debajo. Hasta hoy día puede
irse andando desde la dehesa de la Villa hasta la casa Campo sin salir a
superficie. Mucho temían a ese ronroneo de las palas y los picos trabajando a
diez metros de profundidad; era un ruido imperceptible que detectaban los
geófonos. Excavaban galerías subterráneas desde los sótanos del Clínico y
llegaban hasta los parapetos. Gracias a los mineros Franco tardó tres años en
conquistar Madrid en lucha sórdida. Los soldados republicanos se convertían en
topos y resultaba difícil dar con la madriguera. Los hombres de Miaja, un
artillero experto en poliorcética que se había distinguido por la construcción
de blocaos en la guerra del Rif, pasaron a ser así adalides en el arte de la
resistencia. Se trataba de un nuevo tipo de guerra. Volaban los parapetos,
saltaban hechos añicos los caballos de Frisia. Al topo no lo detectaban los centinelas.
La novela de Pedro García Suarez relata
esta experiencia bibliográfica. Su novela es antibélica, al estudiar la
psicología de aquellos hombres en medio de una lucha cuerpo a cuerpo conscientes
de que muchos van a morir en plena juventud. Relata el tedio, el barro, los
piojos, las ratas, el olor a letrina, at los sacos terreros, el batallón de
castigo, alcohol, las purgaciones y la miseria de los atrincherados de un lado
y otro. Se podía morir de forma absurda como el pobre galleguiño al que le
entró un apretón después del relevo de una imaginaria. Mientras hacía sus
necesidades un ruso lo mató. La guerra para el autor de este libro tenía muy
poco de heroica. En la trinchera se jugaba al poker, se discutía, se reñía, se
blasfemaba. Se contaban chistes obscenos pero no había mujeres como en la otra
zona. Las milicianas merodeadoras causaron más bajas entre los rojos a causa de
las enfermedades venéreas y los descuidos que los tiros falangistas. El
protagonista Juan Ramón nos asegura que la batalla de minas era la peor. Un
hombre podía morir de un balazo o sucumbir destrozado por una bomba de mano
lafitte pero no volar en alas de un volcán de dinamita y ser enterrado vivo
entre los terreros. Por eso los gastadores de la legión enfilan con una pala en
bandolera. y un pico. Los combatientes del Tercio que tuvieron que vérselas con
los dinamiteros de Mieres para conjurar el tedio de la espera a la muerte se entregaban en la chabola a juegos de azar. “cuando desfila la banda detrás vienen las cornetas las mueres
se entusiasman y enseñan las tetas… tururú," mientras bajo a diez metros de
profundidad muchos hombres españoles como nosotros cavaban la tierra y
arrastraban vagonetas imbuidos de un azaroso frenesí”. Madrid era un Madrid distinto
y distante aunque a menos de dos kilómetros de distancia cercado de alambradas
de centinelas y de pozos de tirador. Sobresalía en el paisaje urbano el
edificio de la Telefónica mordido a cañonazos. Los artilleros afilaban el alza
contra la Avenida del Quince y Medio: Gran Vía. No era el Madrid que él había conocido
de estudiante y que contemplaba desde su chabola. Fue muy lluviosa la primavera
de 1939. Se suspendieron las hostilidades. Entrambos combatientes calados hasta
los huesos bastante tenían con combatir no a los rojos o a los fascistas sino a
las pulmonías. García Suarez nos relata la muerte heroica del páter de la
Bandera el padre HUIDOBRO, Padre Cabal, en la novela que fue alcanzado por un
disparo de ametralladora cuando pasó al otro lado para dar la extremaunción a un
soldado republicano que gritaba confesión. Los legionarios colocaron un
monolito en el lugar donde cayó en la Cuesta las PERDICES. Al pie del mismo
yacía siempre una corona de rosas frescas. CUANDO yo pasaba por allí todos los días
camino del trabajo le rezaba una oración. Los socialistas han mandado derribar
el monolito que estaba a la puerta del cuartel general de los espías el CNI. Pese
a todo, el nombre de este santo jesuita páter de la IV Bandera siempre me hará sonreír dentro de mi corazón.
Por las páginas de
esta novela reportaje desfilan las peculiaridades de la vida legionaria: la disciplina,
el paso ligero, el saco terrero, los malos eran enviados a primera línea para
convertirse en carne de cañón, la mirada altiva bajo el chapiri, el cafard, mal du
blé o aburrimiento el terrible cafard
del siroco africano, las ratas, las cantineras, los encuentros con el enemigo a
bayoneta calada y el salta parapetos. No se comprende cómo pudieron entrar en
Madrid las avanzadas de Millán Astray con paso incierto y tambaleante pero
dicen que los legionarios van al vino como los mosquitos a la sangre y que el
morapio les infunde valentía. Estas peculiaridades convierten a estos recios
soldados alistados en una Bandera del Tercio en tropa de elite siguiendo la
tradición de la infantería española que fue temida en toda Europa durante
varios siglos.
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