CARTA A TOMÁS SALVADOR, UN VETERANO DE AQUELLAS ENCRUCIJADAS.
Querido Tomás: Yo sé que me escuchas encaramado en lo alto de una garita, sita en los cuernos de aquella estrella, una de esas estrellas de las noches de noviembre, mes de las ánimas, de los duendes y los aparecidos, en esta tierra que abandonaste ya va para tres lustros.
Centinela en tu garita, contemplarás las heladas aguas del Lago Ilmen, que fue para ti como una especie de mar de juventud y así recordarás los días pretéritos como cuando estabas apostado en un pozo de tirador frente a la estepa. ¿Te acuerdas?
Hoy siento angustia, no precisamente una angustia de tu ausencia, sino el desaliento y el desazón ante el panorama que me circunda. Alzo la mirada y la primera impresión que atrapa mis ojos es que todas aquellas cosas contra las cuales tu pusiste tu vida al tablero allá en la lejana Rusia son materia triunfante.
Esta angustia que me embarga viene tapizada de hojas amarillas, que, como un sudario de antiguo esplendor yerto, se derrumban sobre nuestros parques.
La nieve ya corona las sierras y la lluvia otoñal desparrama sus aguaceros mientras a través del perfil de de mi ventanuco oigo pasar a las bandadas de aves migratorias rumbo hacia el sur. Son el mejor presagio de la llegada del invierno.
Las emisoras españolas radian historias de mareas negras. La mancha de petroleo del “Prestige” amenaza por el noroeste mientras por el sur siguen de arribada las lanchas y pateras del flujo inmigratorio que no no cesa.
Las cabeceras de los periódicos refieren matanzas y venganzas en espiral que no cesa y se enrosca como la cola del dragón apocalíptico, con surtido de eternos golpes y de contragolpes. El problema palestino, como el del hombre mismo, carece de solución y la tierra mientras tanto parece que se empeña en parir sombras.
A costa de los coletazos del dragón encadenado cuyo perpétuum mobile no es sino el estrago y la destrucción, llámese terrorismo, fundamentalismo islámico u horda migratoria incontrolada, que están dando lugar a una presión demográfica y a un corrimiento de pueblos como se desconocía de la invasión de Roma por los bárbaros en el siglo quinto, o llámense mafias con sus secuelas de inseguridad ciudadana que se cierne sobre nuestras ciudades, tanto como la pornografía dura, la pornografía blanda y la pornopolítica, el galeón de nuestras vidas puede irse a pique.
Por eso y por muchas cosas más esta tarde triste del mes de difuntos un sentimiento de zozobra me sobrecoge. Se me ha formado un nudo en la garganta. Es como si tuviese miedo por este mundo que me rodea tan frágil, siempre a punto de estallar. Dicen que siempre fue así pero ahora vivimos una guerra mucho más terrible si cabe que la que tú conociste a orillas del Voljov. Porque el enemigo no está fuera sino dentro de nosotros mismos, Tomás Salvador.
Valentina Yushina me pide, con motivo de cumplirse el sexagenario de la batalla de Stalingrado, unas lineas para traer a colación la magna efemérides, en la que perecieron cerca de trescientos mil alemanes y que sería el primer golpe de azada con que Hitler excavó su propia tumba.
Poco es lo que yo puedo aportar de mi propia cosecha, pobre de mí, que no haya sido consignado de antemano a la hora de contar aquella gesta que duró desde agosto de 1942 hasta febrero del año siguiente con la capitulación de Von Paulus. Se han escrito miles de libros y documentos al respecto.
Pero hay una idea que no quiero dejar pasar por alto sobre todo después de haber releído tu gran novela, que aborda el cerco de San Petesburgo (Leningrado) por fuerzas alemanas y que lleva por título “División 250" y es el carácter homérico de aquella conflagración. Como si sus participantes asistieran a una alta ocasión que no volvería a repetirse en siglos.
Este libro tuyo, Tomás, es un canto a la Rusia eterna en la que se barajan una serie de nociones proféticas a las que no habría de perder vista para comprender la actualidad y que se resumirían en dos apartados:
l.- Las guerras de exterminio con sus miserias, inanidades, flagelos y heroísmos, se organizan en los altos despachos de las finanzas, pues todas responden a intereses económicos, por unos pocos, para que sean muchos los que padezcan sus consecuencias.
2.- Europa haría mal en vivir de espaldas a Rusia, un país que viene a ser su reserva espiritual y apéndice de sus propios sueños. Tolstoi, Pushkin, Gogol, Tchaikovsky, Rimsky Korsakov son manifestaciones de ese genio europeo tan precisos como el de Descartes, Kant o Shakespeare. Un talante que tiene mucho que ver con el cristianismo.
Sólo ambas ideas harían a tu División 250 altamente recomendable pero hay en sus páginas otros atributos.
En él se respira la poesía de la guerra, la esperanza de un mundo mejor, la compasión y el perdón hacia todos los que padecen los rigores del campo de batalla cualquiera que fuere su insignia.
Tú ya sabías por eso mismo que las generaciones futuras no os iban a entender, pero no importa. “División 250" es en la actualidad un libro descabalgado, fuera de catálogo en España, y en Rusia son pocos los que lo conocen pues no creo que haya sido traducido. Están pidiendo a gritos la mano de un traductor para que el público lector de aquel gran país pudiese tener la versión de la otra parte, desde los que disparaban de este lado de las trincheras. Además es una obra de arte y las obras de arte están por encimas de las caducas maniobras de la política.
Pero surge siempre una mano negra, dispuesta a impedir que los hombres de buena voluntad se entiendan. Esta ignorancia y este olvido en que ha caído tu obra, Tomás Salvador, me pone muy triste.
Esta noche al escuchar los estampidos de los cañones de Stalingrado es como si escuchase las campanas tocar a clamor por los cerca de cincuenta millones de seres humanos que murieron en aquella gran tragedia. Cuando las guerras estallan dicen que la verdad causa baja y nace la propaganda. Las guerras carecen de criterios estéticos. Por eso precisamente.
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