TITO EL DE “CUÉNTAME” RIP
Antonio Parra
Ahora que Gunter Grass hizo su confesión llamándose a
andana con propósito de la enmienda haciendo penitencia sobre los capítulos de
su último libro (todos en Alemania le llaman ya “wendehaals” esto es chaquetero
y todos saben que Grass no se cuida y sigue fumando en pipa y tan pichi) va
Tito el de Cuéntame ese sí que se cuidaba y se nos muere. Esa mesa del rinconín
en el Café Gijón y tú Raul del Pozo que eres supersticioso mejor que no vayas y
por supuesto que Manolo Vicent no portará por allí en medio año parece que
tiene la negra. En poco tiempo cuento ya tres que la palman. Tocar madera. El
Cerillas fue el primero en emprender la retirada. Pues eso sí coño ¿qué voy a
decir? Que os acompaño en el sentimiento y que en el cielo lo vemos, aunque no
creo que se gaste mucho en tremendas, era ateo. Las Moiras la han emprendido a
guadañazos con la bohemia. Tito era un asturiano inveterado cliente de este
cenáculo donde el personal va a ver y dejarse ver que parecía de la cuenca minera,
pero era de San Esteban de Pravia el pueblo
donde tuvo una novia el Presi a la que cortejaba con el mismo tesón con que
nosotros cortejábamos a la ginebra en el café de marras. Tito, que escudriñaba
más que hablaba y tenía la mirada de fotógrafo, hombre bajito de estatura que
solía gastar tacones e iba por la vida como pisando un tablao flamenco, decía
que la nebrina o pulpa del enebro con que se fermenta esa bebida era buena para
las arterias y se tomaba un sorbete, pero si se tomaba uno no se tomaba dos y
este servidor se tomaba siete aunque ahora creo que no lo podría hacerlo al
precio que se han puesto las consumiciones en ese sitio. El velador de los
ventanales del fondo era por las tardes su cuartel general. Veían pasar la vida
Manolo Aleixandre el Algarrobo y algún que otro de su cuadrilla. El clasismo es
un mandato también en los cafés donde las cuadrillas de tertulianos se
organizaban por estamentos: los actores, los cineastas, los poetas, los
pintores, los vividores y los sablistas. Cada oveja con su parfeja. En España
siempre hay castas y todos no podemos vivir en la plaza. Hablaba él de suyo poco. Con ser asturiano no
parecía venir del gran puerto del carboneo que en la era de Franco era el más
importante de España y donde se ganaba mucho dinero lo mismo que Tito que lo
ganó con el dictador – parece ser que la contracultura de lo camp presente
versus Franco no se nos puede dejar solos a que no significa negocio- y luego
con la democracia que aquí el que no corre vuela y hay que estar al santo y a
la limosna. Sus obras eran para el gran
público y creo que en México hizo las Américas. Yo le había puesto ciertos
reparos a su programa y a raíz de un artículo dado a la estampa en estas
páginas y que titulaba Cuéntame lo que no
pasó se cabreó conmigo y me retiró el saludo. En vida y en muerte sigo en
aquellas trece: brillante adaptación de época diálogos con mordiente y pegada
pero los actores sobreactúan y ambientan la versión de una época que no se
corresponde con la realidad. Lo que ocurre es que a diferencia de Grass aquí
hay muchos “Wendehaals” pero que no lo dicen ni hacen su confesión de parte.
Allá cada cual con su vida. Por lo que a uno respecta yo voy a mi guisa no me
arrepiento de nada. Sólo de aquella chinita que hacía fru fru en Hong Kong.
Aunque la verdad el Tito taciturno de las tardes del Gijón Tito más que
asturiano tenía pinta de gallego de las Rías Baixas. De esos que creen en las
meigas, quehaberlas haylas. Uno de los mayores guionistas de cine junto con
Azcona que dio el franquismo acreditaba su fama. Ahora bien es todo un reto
para los historiadores del avenir que expliquen a las generaciones futuras el
singular fenómeno que se está viviendo en la actualidad a la hora de afrontar
la narración del pasado. La desfachatez con que mienten – y el antifranquismo
se ha vuelto casi un negocio- es para abrumar al más templado. Es como escudriñar el enigma de las estrellas
en las noches de este largo y tórrido verano. Cruzan el cielo los fuegos fatuos
de los astros filantes y las liebres no son liberes que se alimentan de buen
tomillo y serpol sino ratas de ciudad. Todo ha cambiado. Todo ha cambiado pero
los que seguimos holgando la madera, ternes en nuestra convicción, aunque sin
ventaja y hay que tener la inocencia de Santo Tomás cuando el lego vino a su
celda a decirle asómese Fray Tomás para ver a un buey volar. Pues eso, Tito. Lo
del buey volar se parece un poco al serial de Cuéntame. Es un pepino y hay que
decir que es una betarraga. Pase si fuera fe que consiste en creer lo que no
vimos pero aquello todos lo vimos y lo vivimos, a otro perro con ese hueso, y
esa zacapela con detrimento de la verdad todos andamos haciéndonos daño, Tito,
a nosotros mismos. Que no cunda el pánico pero que corra la sangre del
revanchismo. Bien sabe dios que no tengo nada de energúmeno ni de talibán. Soy
un ser libre y creo que un sujeto que raciocinio excepto en aquella tarde del
92 cuando estalló la primera guerra de Irak y yo os advertía lo que iba a
suceder o cuando cayó el Muro de Berlín que os conté cé por be lo que iba a
suceder y a poco estuviste de echarme de la mesa y se rompió la tertulia.
¿Dónde estabais los rojos de entonces? Desde entonces la actualidad parece una
película de terror con no pocos gags de ciencia-ficción. El Gijón ese valle de
los caidos o club de los poetas muertos era un excelente lugar para el toreo de
salón para pasar el rato o ver pasar la vida con gente no demasiado zafia y de
relumbrón. Tito Fernández representaba a una generación. De ahí viene todo ese
embolismo que nos embarga, tanta confusión, tanto enredo. Claro que un
asturianín como él siempre me recordaba sentado en las incómodas sillas de pino
del establecimiento cerca de los veladores serpentinos las seves y las calellas
de su tierra. Un amigo común teníamos: Manolu el Ferreru el del sindicato de
San Martín de Luiña que también dobló la cuchara hace poco, también muy de
izquierdas. No sé lo que me pasa, pero todos mis amigos son rojos de toda la
vida y Manolín era uno de elos. Era el que me arreglaba la bicicleta y siempre
que entraba en su chiscón lo encontraba haciendo bricolaje. Se apellidaba
Méndez Vigo y tenía algo de almirante. En sus labios eternamente la canción
guerrera en plan de plegaria o de amenaza: “Cuando vengan los míos”. Llegó Zp y
les ha dado la espalda. Parece ser que ese hombre se ha desentendido de las
bases de la misma manera que los de la escuela sevillana le hicieron un corte
de mangas al histórico Llopis. Las bases van siempre de culo. Fue Mendez Vigo
el que me hizo la confidencia de que Tito quería ser peliculero. Llegaron a san
Esteban de Pravia unos cómicos a rodar un largometraje y Tito se subió al carro
de Tespis en plan Samuel Bronson y desde entonces no paró de darle a la
manivela. Todas sus cintas eran muy taquilleras aptas para los cines de barrio
de los sesenta. RIP. Que los dos descansen en paz. Eran amigos a medio gas. De
vista o de conocencia. Al menos supimos disimular y conllevar esa malquerencia
que parece siempre existir entre españoles. Ahora se han ido los dos. Nunca
volverán
martes, 12 de septiembre de 2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario