UNA VIRGEN DEL CARMEN Y UN SAN ANTONIO
Antonio Parragalindo
Gracias infinitas a los que me llamaron para
felicitarme en mi onomástica, a Pepi, la directora del querido CIDA y todos mis
compis y sus regalos, al regalo maravilloso que me hizo Joaquín Díaz en Urueña-
su último disco y sus últimos libros-, me felicitó mi hija Helen desde Londres
y hasta una vieja novieta que tuve en zona nacional, el cigarrillo después de
que teníamos apalabrado ya nunca se fumará, pero que más da, no somos más que
polvo y camino del polvo vamos. Todo maravilloso. San antoñito, el dulce
franciscano lisboeta y en Padua predicador repicado, santificado a fuerza de
ayunos y penitencias y muerto a los 33 años, la inocencia católica hecha
virtud, trajo los lirios y a un Niño Jesús en la mano, y mercedes y el don de
la visitación a todo pasto.
Se portó
como nunca hogaño. Mi amigo José Antonio Alonso me cantó por teléfono los
pajaritos. No se le había olvidado el inocente tonillo. Sigue con su hermosa
voz y todo un maestro de rondalla. Publio y Amaya tambien desde Málaga la bella
de este pecador se acordaron...
-¿Qué haces, Antoñito?
-Aquí con el griego, repasándome las conjugaciones
y el verbo l i o.
.- l i t s a – e l i z o m a i ¿Cómo era el
aoristo? Ya se me olvidó.- le digo
Aterriza como puedas. Estoy emocionado.
La amarilla
el guadaño en ristre, la hoz el focin y la zoqueta para hacer gavilla de huesos
que aguarde y le doy permiso a Queronte para que deje su temida garita un rato
y, franco de servicio, se de un garbeo por el barrio húmedo de Arévalo o de
León, a ver si lo emborrachamos.
Bien mirado
tambien licencia le damos para que eche una canita al aire por los tugurios,
mas sin hacer daño. Yo me quedo con el estribillo de la canción infantil que le
da a pie al maestro Joaquín para componer y recopilar una obra maestra un canto
de corro: una virgen del Carmen y un san Antonio. Y por coger un anillo cojo un
tesoro…. Una Virgen del Carmen y un san Antonio.
Por san Antonio empezaba en mi tierra el verano
con todas sus faenas del campo y para el Carmen había que tener mucha cebada en
la era y, al cabo de la bielda y la trilla, los costales del fruto subidos al
sobrado.
El trigo, siempre algo más tardío, a no ser el
chamorro que decían morañero por aquellos pagos, corría turno algo después e
inclinaba, solicito, su cuello humilde y pródigo en pan, ante el filo de la
falce hasta últimos de agosto
. Ibas al campo y se escuchaba hablar gallego. Ya
faenaban por las aradas los de Lugo y Orense con sus melosas cantiñas y la
dulce fabla, incomprensible para un cristiano, si hablaban en gallego cerrado,
de Puente Deume.
Cuando se
iban las cuadrillas, alguna que otra moza quedaba llorando y acudía a la
iglesia a rezar la ofrenda a san Antonio. Ah aquel fraile de nuestros amores,
barbilampiño y cara de lirio, emblema de la castidad y sin embargo patrocinador
de noviazgos. ¿Me quieres? Alfileres. Y hasta las modistillas de Madrid bajaban
ese día a la pradera a comer los panecillos del santo. Vírgenes del Carmen y
sanantonios tengo a porrillo.
No hay
iglesia donde entro donde haya altares a estas dos devociones que no le tire
una foto. Pueril manía que mantuve a lo largo de muchos años. Ruego al amable
lector que esto lea por Internet que me las mande a esta dirección bibliopolis@terra.es y yo las subiré a
este blog, que cada día lee más personal y va a ser tan popular como san
Antonio el Taumaturgo.
Pues sí, a este propósito tengo que referir en
agradecimiento un milagro pues le debo la vida por dos veces.
Una cuando nací que ya me habían dado el agua de salud,
con 6 kilos de peso vine al mundo medio muerto y mi madre la pobre y la
comadrona doña Aniana me pasaron por la cabeza una reliquia del santo y repelé.
Cuando ya estaba palabrada la caja y me iban a
cantar el entierrillo, ya estaba a la puerta el fúnebre coche de caballos con
los flacos jamelgos relinchando y pidiendo paja.
Y la otra
fue cuando me casé. Volvíamos de viaje de novios en Madeira y sobre la vertical
de Lisboa se incendió en pleno vuelo nuestro avión. Le recé a mi santo tutelar con
todas mis fuerzas y a los pocos minutos el piloto con pericia hizo un amerizaje
de emergencia en el océano. Todo el pasaje salió ileso menos Mariajo, mi
legítima, que se rompió una pierna. Mala pata. O buena, según se mire. Ya digo.
Las emociones de estos días fueron tan fuertes que estoy aterrizando. Espero no
quebrar la pata en este baño de dulzura, de lirios, calas y rosas, planté
cebollinos en mi huerto donde están haciendo ya el amor la hierba buena con la
festuca, el saúco con la lavanda, de este 13 de junio. Bendito sea Dios y a san
Antonio el guapo que es un cielo de amor.
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