jueves, 23 de
noviembre de 2006
A GARROTAZOS
“Tenemos tal afición los hispanos a
rompernos unos a otros la crisma que todos los sucesos ocurridos en nuestro
país de que pueden aprovecharles los aficionados a composiciones históricas
resultan coetáneos o dependientes de una guerra civil. Diríase que los nacidos
en esta tierra de garbanzos somos capaces de todas las virtudes cívicas y de
todos los afectos privados, de todas las grandezas y heroísmos, excepto el del
amor fraterno”.
La cita es del
novelista granadino Pedro Antonio de
Alarcón y creo que viene al pelo de la situación en la que estamos viviendo
precisamente ahora que se acerca Nochebuena cuando conspirará contra nosotros
la melancolía, el consumismo como escapismo y una alegría postiza. Nos siguen
escupiendo. Nos continúan calumniando y nosotros perdonamos.
Es muy duro esto. Lo que dice el escritor accitano,
Guadix y la alpujarra en el pensamiento, somos más moros que cristianos y la
verdad es que nos queremos muy poco. Uno maneja buena información gracias a
Dios y por eso pienso que este gobierno dadas las circunstancias mundiales no
está habiendo una claudicación. La opinión contraria la opinión contraria al
respecto podría valer pero es dudosa a la luz e los hechos.
Para entendernos,
hay que volver a los tipos del Circus y a las tabernas del canal londinense
donde Ian Fleming y Philby beben cerveza y, maestros del disimulo, tratan de
encubrir traidores, vuelve la guerra fría que pronto se va a tornar caliente,
no será una guerra de bloques sino de actitudes vitales y mores y la verdad que
tal y conforme está el patio y lo propensos que somos los españoles a las
estocadas la alianza de civilizaciones puede ser un deterrente.
Yo no alcé bandera blanca pero la verdad tengo más
miedo que al moro o al infiel a ese fulano de mi barrio que me espía, sigue mis
pasos, me calumnia y me metiera un navajazo por la espaldo a la ocasión
propicia que se dice que es mi amigo y mi paisano.
Y a lo mejor va
a misa de doce. Ya no tengo edad para alistarme pero prefería una trinchera y
cañones y más cañones y aquí estaba yo, que tener que ir al frente de la
insolidaridad incomunicada de la malquerencia de las personas normales listas
para denunciarte. La soplonería en auge puede que pronto empiecen los paseos.
ZP quiere pasar eso me consta pues insisto uno maneja sus buenos datos y ha
sido periodista destacado y ocupado garitas de observación importante. Vivo
rodeado de chacales pésimamente educados porque no creen que haya muerto Franco
y muy mal informados. No hay salida.
He ahí toda la
cera que es la que arde. Somos el país inventor de dos palabras que en inglés
implican complicaciones testarudamente celtiberias: “guerrilla” y “vigilante”.
Lleva razón el autor del “Escándalo”, “La Pródiga” o el “Niño de la Bola” al
meter el dedo en la llaga. La verdad es que nos queremos muy poco.
En la pasada guerra civil hubo frentes, heroísmos y
hasta canciones. En la próxima ya no podrás entonar aquello de si me quieres escribir…
Pero seguirás
escuchando el silbido de los pacos y las bayonetas caladas, encontrareis en ese
tipo que reta al subir al autobús con los ojos o la señora que te llama
acosador y te prepara un trepe o un juicio de faldas porque vas contando al
conductor algunos chistes verdes ofensivos a las feministas camino de casa.
¿Acosador, mi alma? Pero qué dice usted.
Yo ya no estoy para coger pesos. La acosadora y la
abusadora es usted que me denuncia que me echa de casa que me insulta que me
amarga. Ese es el tenor de la actual guerra civil en las presentes
circunstancias.
Muchos hombres dando tumbos por las calles española
batiendo la grava de tumbo en tumbo de refugio en refugio de hospicio en
hospicio. Es la peor guerra civil que hayamos parecido precisamente por eso
porque aquí nadie dispara pero las almas se han vuelto insensibles, el egoísmo
manda y hay sensiblería solidaria para el étnico que viene allende los mares
mientras al indígena se le condena al ostracismo. Tampoco hay tantas bajas
aparentemente pero esta guerra se dirime con armas invisibles como por ejemplo
la bomba de neutrones que deja intacta las propiedades y destruye a los cuerpos
y las almas por dentro.
A mí me hubiera gustado vivir en los tiempos de
Alarcón y haberme marchado con él a las ordenes de Prim en la batalla de los
Castillejos y haber escrito páginas que hoy tienen una gran relevancia como el Diario de un testigo de la guerra de África
(ama al musulmán pero no renuncies nunca a tu religión ni a tu casta ni a tu
patria) y que murió casi en la pobreza en el número 92 de la madrileña calle de
Atocha el 19 de julio de 1891.
Había dejado de escribir más de diez años antes
habiendo confesado su desaliento por el rumbo que cobraban los acontecimientos
en la patria: “Me siento un hombre que no pertenece a esta época”.
Su vida literaria con grandezas y altibajos – héroe me
admira la garra literaria y el patriotismo- encierra el paradigma del ex
seminarista que quiso ser militar y escritor. Su biógrafo Martínez Kleiser
descubre ese carácter zigzagueante, esa inquietud de andaluz que quedó seducido
por Madrid y hasta se compró una quinta en Valdemoro.
Se había dedicado a la vida política con O´Donell.
Interrumpió su carrera política pero volvió a riscar la caja de cerillas de la
imaginación y salió “Final de Norma”
y el “Escándalo”.
No ganó mucho dinero. Se le murió un hijo de corta
edad y aquejado de depresiones renuncia a la vida de los salones. ¿Adónde voy
yo con esta barriga? Se lamenta en una carta
a su hermano. Es la misma pregunta que hice yo varias veces a mi propia
Inquisición. La Pardo Bazán le hace una entrevista poco antes de morir y le
encuentra pálido de una gordura fofa. Ay esa gordura de los deprimidos y
calumniados de las Españas que siendo liberales y tolerantes se les tacha de
ultramontanos cavernícolas.
Fachas. No lo
entendieron. A veces le veo en la foto señor moreno calvo de la bellida y negra
barba y hasta diríase que pudiera ser un abuelo nuestro que murió en la guerra
de Cuba o un antepasado lejano. Moro por fuera godo por dentro. Un gran
español. Una pena que sea un clásico descatalogado.
Sus novelas
inspiran ternura, interés, poesía y vibración de la naturaleza y son una
invitación para la reflexión. Pero ¿quién es ese señor? Don Pedro Antonio de
Alarcón. Hace dos veranos viajé a la Alpujarra y creo haberme encontrado con su
fantasma onírico cuestas arriba de Lanjarón.
Todo un
espolique del alma andaluza y española. Siguiendo sus pasos coronaremos el
Mulhacén. Su diagnostico: mejor una hora de lectura que responder ala
provocación con la cabritera. Mejor un treno de Jeremías para responder al desafío
que aquí la gente tiene muy mala leche o es muy agria que un oiga oiga usted no
sabe con quien se juega los cuartos. Lleva razón don Pedro Antonio aquí el
personal va con la escopeta cargada o porta una navajilla que le sirve para
algo más que para comer
No hay comentarios:
Publicar un comentario