2023-06-25

PRO RUSIA

 






MIS FERVORES PRO RUSOS SON LITERARIOS. ME SOBRECOGE LA RUSOFOBIA



Ayer lo pasé mal, pegado a la radio y al ordenador como solía cuando era corresponsal en Londres y NY.

Dentro de la caverna la cinta del telex perforando palabras ta-ta-ta era mi ametralladora particular disparando noticias.

Es mi vida, y estoy orgulloso de mi profesión.

Nunca fui boca de ganso. Libre siempre libre pero ya la prensa no es el Cuarto Poder sino el perrillo de aguas en las faldas del gran poder, servidora de Baal y de Mamón.

Toda la media de occidente bramaba, mugía como toro en celo, vomitaba asco rusófobo por sus bocas de gárgola. Me sentí compungido y aterrado. ¿La tercera guerra mundial? Padre perdónalos porque no saben lo que hacen ni lo que dicen.

Creo conocer bien a Rusia. He leído con unción a los grandes maestros de la novela: Turgenev, Chejov, Gorki, Gogol, Dostoyevsky, Garin, Solyenitsin, Afanasiev, Pasternak, Bulgakov.

Esta admiración puramente literaria y filosófica condujo mis pasos a la ortodoxia desde aquella misa de pascua en una catedral de Londres. Quedé deslumbrado por la luz de los iconos, el esplendor de las capas pluviales, el canto diaconal, las nubes de incienso, las santiguadas de derecha a izquierda, la salmodia y el garbo con que se movían los acólitos y turiferarios desde el ambón hasta el iconostasio.

Tuve como una visión. Un ángel bendito como a Saulo me derribó del caballo. El rito nació en Kiev hace más de mil años. Kiev la Santa. Por ende atisbo azufre y humores diabólicos en esta guerra fratricida de la cual no tienen arte ni parte los ucranianos.

Ucrania tierra bendita el granero de Europa, tantas veces invadida y machacada lleva en el ojo del huracán desde Chernobil (un sabotaje seguramente de los ingleses).

En manos de regímenes corruptos como ese Chernenko con un palacio que colocó grifos de oro en el retrete y un pueblo sufriente, apático, resignado, sus bellas mozas engrosan el pupilaje de los harenes, y burdeles de medio mundo y donde muchas señoras se ofrecen como madres de alquiler para alimentar a su familia. Parir para comer qué ironía.

Este interés por el mundo eslavo arrancó cuando era niño y me pasaba al jardín de mi vecino el teniente Ricardo que participó en la campaña Ucrania con los alemanes. Él me enseñó el grito de Resurrección:

Xristos vaskriese… po istini vaskriese (Cristo resucitó verdaderamente resucitó)

Mi vecino a veces me mandaba bajar hasta Santa Eulalia delante del cuartel de Artillería a comprar el ARRIBA aquel periódico en huecograbado donde escribían los mejores articulistas y redactores de Madrid.

Quiso la divina gracia que yo, andando el tiempo, emulando a tales próceres, fuese corresponsal en Londres y en NY de aquel rotativo. Hojas volanderas.

Bajaba por la pista que perdía el culo y luego se lo entregaba al buen artillero saludándole militarmente:

─A sus órdenes mi teniente

Él se reía y con las mismas me encargaba otro mandado:

─Ahora vete al estanco y le compras al abuelo Lovingos un paquete tabaco. No digas a su yerno el maestro ajustador Conrado Recellado que se lo he comprado yo. Él pobre está a meses, sentado todo el santo día en esa silla de enea de la terraza y no tiene otra diversión que el cigarrillo.

─Eso está hecho.

Mira, Antoñito, ya que quieres saber cosas de la campaña de la División Azul te diré que los rusos nos las dieron todas en un carrillo. Cinco mil de nuestros camaradas quedaron allá sepultados en unas tumbas que eran un palo de abedul con un listón oblicuo en el medio según la costumbre ortodoxa. Los rusos eran buena gente, y muchos de nosotros nos preguntábamos qué hacíamos allá. No nos habían hecho nada y les freíamos a tiros, yo fui herido y casi aniquilado en un pozo de tirador. Las babuskas nos bendecían y las panienkas bailaban con nosotros en las fiestas de aldea. Sí nos dieron todas en un carrillo pero sí duro es el invierno ruso más dura es nuestra raza. Palabras de nuestro general Muñoz Grandes. ¿Comprendes?

─No

─Algún día lo entenderás. Hoy me duele un poco la pierna. Se me mueve la metralla. Seguramente mañana va a llover.

Efectivamente los cielos de Segovia empezaban a arrugarse.

Y el teniente Ricardo se ponía a cantar “Margarita se llama mi amor” y a beber vodka.

Eran recuerdos que le quedaban de aquella campaña en el mar de hielo. Tuvo una novia polaca a la cual nunca volvió a ver. Fue detenida por la Gestapo. ¿Moriría en Auschwitz? Incógnitas.

Sin embargo, al teniente Ricardo le quedó aquel recuerdo acibarado de la mujer que amó y que sólo dulcificaba con tientos al vodka. Y la metralla en el pulmón que no se atrevían los médicos a operar por riego de quedar en la mesa del quirófano.

Antoñito, Rusia es muy grande y misteriosa.

─Sí, mi teniente, sí. ¿Algo más?

─Que creas en Dios


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