PAULO IV
1476- 1559 LOS MARRANOS Y LOS JESUITAS. FUNDÓ LA INQUISICIÓN ROMANA Y EL ÍNDICE DE LIBROS PROHIBIDOS. ODIABA A LOS ESPAÑOLES
Mi fe salió indemne, incluso robustecida, al escudriñar los misterios de la historia eclesiástica. Uno de ellos es la relación del papa Paulo IV con san Ignacio de Loyola al que tachaba de “marrano” presuntuoso e indómito. Este papa se opuso al establecimiento en Roma y a la aprobación de los estatutos de la Compañía de Jesús.
A principios
del siglo XVI Roma se vio inundada de conversos españoles, obispos, abades,
fundadores de nuevas órdenes religiosas y también de prostitutas, como no, pues ya lo hemos
visto al leer esa novela satírica indeclinable de Delicado Baeza que denuncia
las corrupciones de la Roma “putana” durante el pontificado de León X.
Los jesuitas ayudados por los dineros de los
mercaderes de Flandes que patrocinaron a la Compañía (Teresa e Ignacio en el
mismo barco, no se necesitaban ejecutorias de hidalguía para profesar en ambas
órdenes, es más los jesuitas abolieron el coro y desdeñaban el hábito) tramaron
contra el papa Caraffa, incluso se dice que pudieron envenenarlo, el fin
justifica los medios según el antiguo soldado vasco con fama de santo pero que
para Paulo IV no era tan santo, y un ojo en el cielo y otro en el suelo y todo
en tanto en cuanto.
Tal relativismo
jesuítico antievangélico conducirá al
instituto ignaciano, a toda clase de perversidades
y a ser una iglesia dentro de la iglesia.
De origen
español, no se consideraban españoles, eran marranos, GLOBALISTAS. No participaron en la
evangelización de América sólo crearon algunas encartaciones independientes
verdaderas republicas comunistas en el Paraguay. Temibles lo eran.
Transformaron la iglesia católica a su manera y la luz de Trento se oscurece con las tinieblas de la apostasía, del poder por el poder.
La SRI nada se parecería en
adelante a la del medievo.
En una
visita a Roma fui a visitar la tumba de Paulo IV y leí un epitafio en letras
negras inquietante:
“hic jacet Caraffa supernis invisus
et imis
Stix animam
Tellus pútrido cadáver habet
Lo que
quiere decir aquí yace Caraffa que
desagradó al cielo y a los infiernos
Su alma se sumió en la laguna Estigia
Y su cuerpo es este cadáver putrefacto
Se comprende el odio que le profesaron los cristianos nuevos a este pontífice. Había cerrado todas las sinagogas de Roma, fundó el gueto y obligó a los hebreos a llevar bordada en el pecho una estrella amarilla.
No es casual que viviera bajo la amenaza del clister y la triaca
envenenada, consumada por fin, muriendo víctima de lo que parece ser una
conspiración organizada por los llamados guardias de corps al servicio de la
iglesia, esto es los jesuitas. Contaba 96 años.
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