APODITERIA
La tarde de febrero era
tranquila. Soplaba Eolo y Madrid se entretenía deshojando la margarita de un
nuevo temporal de lluvia que aplacase la seca.
─Hagamos una rogativa, Sotero, a
la Virgen de Luguillas
─Nuestra Señora no nos va a hacer
ni puto caso. Pues mira cómo está el clero. Ese párroco de Plasencia amancebado
con su coima que vendía viagra
─Ni era coima sino coimo. No
hacían pelo ni a pluma esa pareja, eran maricas irremediables, el uno buharro y
el otro bardaje quien daba y quien recibía es un secreto de alcoba
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