CHEJOV Y LOS
VIEJOS CREYENTES
Cuaresma. Veliki post. El gran ayuno para los
ortodoxos rusos, dietas que se cumplen a rajatabla sin lacticinios tampoco
carne. El ayuno eleva el alma, nos pone en guardia contra los instintos y es
incluso beneficioso para la salud.
Yo me pongo
a dieta sin intenciones hedonistas meramente espirituales y con la abstinencia
espero purificarme de los pecados de mi vida pasada y ser agradable a Dios.
Cada vez que
leo a Chejov descubro un mensaje distinto, algo nuevo.
Creo conocer casi toda su obra en versión de
Lain Entralgo, Cansinos Assens y otros traductores de la Austral.
Perdí las obras completas en aquella sala de
espera del Princes Beatrice Hospital encuadernado en piel lo había comprado en
la feria del Libro de Madrid en 1969, cuando nació mi hika Helen. Lo achaco a
los nervios y el día que me ocurrió algo terrible en Oviedo la noche más
terrible de mi existencia en la cual pasé por las horcas caudinas que ha de
atravesar cualquiera se me quedó traspapelado en el hotel Historia de mi vida. Lo sentí no solo por perder aquel valioso
libro sino porque inserto había yo colocado una fotografía de marcapáginas en
la cual estaba yo un niño rubio vestido de marinero junto a mis padres y al
coronel del regimiento de artillería Gaudencio Tomé.
Esta
cuaresma he vuelvo sobre sus cuentos. La Sala
Número 6 es un texto demoledor terrible: aquel psiquiatra Andrei Efimevich
que es despojado de sus funciones por el meritorio y acaba loco y degradado.
Ternura, brutalidad, sordidez y belleza se
alternan en sus capítulos.
En un “Asesinato” va a saltar el profundo sentido
religioso del novelista en cuya parentela no faltan los devotos y alumbrados
que re4citan los salmos y celebran las grandes liturgias de la santa iglesia
rusa algunas de las cuales duran más de seis horas.
Hay que estar de pie con una vela en la mano,
persignarse constantemente.
Chejov
admite que una abuela suya pertenecía a la rama cismática de los viejos
creyentes (staroi vierosi) querían seguir
la vieja observancia y no admitían las reformas incoadas por Pedro el Grande.
En este caso
el protagonista es un tal Matei, hombre de acendrada espiritual a quien no le
gustan los popes porque fuman y beben vodka y visten sotanas lujosas de seda
natural.
Por eso construye
un oratorio en casa donde canta los salmos, lee la epístola y celebra la misa
con gran escándalo de su mujer la cual quema las estolas y las casullas. “los Tejerov eran gente muy religiosa hasta
el punto de que en la aldea les llamaban los “Beatos”
El problema
de Matei Tejerov es que quería una iglesia para él solo. Un primo del
protagonista Yakov Ivanich le echaba en cara a Matei su desfachatez.
“Eso que
haces es un sacrilegio… acabarás mal, primo”
Este no hizo
caso y siguió prolongando sus vigilias y ayunos de forma acostumbrada. Pronto
cundió por toda la provincia su fama de santo.
Acudían
peregrinos al oratorio de lejanos pueblos para ver al santo, pues decían que
hizo varios milagros.
No faltaron
las mujeres y el diablo se metió de por medio.
El
misticismo derivó en orgía sexual. Y dice el refrán que de dineros y santidad
la mitad de la mitad Chejov se refiere a las sectas de los Saltarines y los
Flagelantes.
El “santo” dejó embarazadas a algunas de
aquellas devotas y tuvo hijos de ellas.
Los Tejerov
eran gente de dinero. Se suscitaron discrepancias entre ellos y un día el “Santo”
aparece muerto.
Se hacen las
averiguaciones por los gendarmes y resulta que fueron sus hermanos los que
perpetraron el asesinato.
Tras una
serie de peripecias cargadas de confusión y de emoción pero narradas
magistralmente − Chejov es el mayor escritor de
cuentos y novelas cortas que haya existido aunque los franceses digan que era
Maupasant− los Beatos caminan como forzados hacia Siberia y son
recluidos en la isla de Sajalin, un siniestro lugar que visitó Antón antes de
morir.
jueves, 11
de abril de 2024
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