División
azul y el alma rusa
División
azul, cisni divitsia, die Blau. Marchas y canciones, juventud y mitos.
Utilizada como arma de propaganda por el franquismo contra Rusia y ahora por
los antifranquistas con idéntico objetivo: darle caña a Putin. Más de lo mismo.
La verdad es que los rusos en el Este nos dieron hasta en el carné de
identidad. Aquellos mozos idealistas o aventureros no estaban preparados ni
para las crudezas del General Invierno porque carecían de ropa de abrigo y los
capotes que les dieron en Alemania tenían buen corte, eran muy bonitos, pero
nuestros artilleros, nuestros infantes, nuestros pontoneros y hasta los
rancheros tiritaban en las bajas temperaturas. El invierno del año 41 fue el
peor en varios siglos. Se encontraron, venida la primavera, con otro enemigo
formidable: la rasputitsa, el barro
de los caminos encharcados de la estepa a causa del deshielo.
Las armas
que les proporcionaron los alemanes eran buenas, pero no las supieron manejar,
muchos desertaron, y soldados del Wehrmacht, prevenidos en retaguardia, y
arriesgando sus vidas para cubrir la retirada de la Blau, que en algún momento
se transformó en desbandada, hicieron lo posible para que la “defensa elástica”
o repliegue no acabase en desastre.
Los
organillos de Stalin, unos pequeños cañones de retroceso que no hacían mucho
estruendo, pero que, mortíferos, metieron el miedo en el cuerpo de los soldados
del general Infantes, se convirtieron en una pesadilla; el verdugo de la Blau
tuvo un nombre: el general Yukov, un militar zarista que plantaría sus tanques
en Berlín y que luego sería purgado por los trotskistas.
Stalin
nunca le retiró el favor, pero Beria, el gran comisario judío, le mandó a
Siberia al gran héroe de la Guerra Patria
Di una
conferencia hace muchos años en la sede de FN que ilustré con música polifónica
ortodoxa.
No me
entendieron muy bien los antiguos guripas pero no me arrepiento; mis
observaciones crearon escuela sobre el alma rusa y el resurgir de la Ortodoxia
en el mundo, lo cual es un hecho que chincha a muchos.
La sala
estaba llena de fachas que no de falangistas y algunos se quejaron de que
pronuncié el nombre de una ciudad donde se libró encarnizado combate a orillas
del lago Ilmen a la rusa como “voljov” y no a la a la española que hace una
mala versión de la ch germánica que no es exactamente la “ch” castellana;
"volchó"
Saqué la
conclusión de que muchos de aquellos excombatientes no sabían donde habían
estado, ni a qué fueron para allá; todo eran ideas confusas, pero ciertamente
la Blau fue un mito sacrosanto para el franquismo y yo me crié, como aquel que
dice, en un cuerpo de guardia donde los suboficiales y oficiales para matar la
espera referían sus hazañas bélicas: los asaltos a bayoneta calada, los pozos
de tirador machacados por la catenaria de un carro.
No
obstante, los militares que estuvieron en Rusia poseían cierto pedigrí, eran la
elite de aquellos regimientos. Debió de ser horroroso la lucha, más que contra
los soviéticos, contra los elementos atmosféricos de la estepa.
Lo
importante para mí no es meramente el valor de aquellos guripas (al soldado
español el valor se le supone) sino el espíritu que entroncó con lo más puro y
hermoso del alma rusa dando lugar a una gran generación literaria: los Laín,
los Ridruejo, los Gómez de la Serna, los Luis Romero, los Álvaro de la Iglesia,
los Donato León Tierno y sobre todo Tomás Salvador uno de los mejores
novelistas de todos los tiempos que escribió una obra memorable "División
250", la cual hace una prognosis proféticas a la vista de las torres
trucidadas de las cúpulas de Novgorod, el Vaticano ruso, de que un día volverían
a relucir y resurgir porque no en vano Rusia es el país de la resurrección[1][1].
Lo otro
eran batallitas. Recuerdo que mi padre traía a casa todos los meses el Guión una revista que editó el
Ministerio del Ejército en que se ponderaba casi en cada número la hazaña de
aquellos divisionarios que lucieron el casco alemán pereciendo muchos en tumbas
olvidadas a la sombra de una cruz entrecruzada con dos palos de abedul.
En la
escala activa se respetó a los divisionarios al principio. Luego fueron
orillados porque en el cuadro divisionario los masones brillaban por su
ausencia y algunos se mostraron contra la política del Sistema de
antiestalinismo puro y de proamericanismo neto que siguió Franco en los años
50.
Hubo un
teniente que se chupó tres años en un castillo a causa de su rusofilia, le
acusaban de comunista. Lo del resto eran batallitas. Lo que no nos dijeron fue
que sufrieron muchas bajas, que no pocos se rindieron o se pasaron a los ruskis
y que estos les dieron una paliza porque aquella guerra no era la suya. Se
trataba de una guerra de exterminio organizada por los fabricantes alemanes de
armas de origen hebreo y los banqueros suizos.
Hitler, un
loco, no sabía donde se metía. Pero todo hay que decirlo: este destacamento
ahorró con su arrojo y valentía mucha sangre porque evitaron la intervención de
España en la segunda guerra mundial
Al
sargento Barbado, amigo de mi padre, se le congelaron las manos izando su pieza
del 15 y medio cuando descargaba proyectiles contra el palacio de Catalina la
Grande. Le habían dicho que la famosa zarina era un poco puta y duro con ella…
La propaganda alemana había prometido la cruz de hierro de primera clase al
artillero que consiguiera derribar una de las cúpulas del palacio de invierno.
Escribían en cada proyectil con tiza un saludo. "Buenos días, camarada
Stalin, espero que esta peladilla la saborees"
No sabían
donde estaban, ni por qué luchaban, ni donde se metían pero eran conscientes de
que su sacrificio impediría la invasión de la Wehrmacht de toda la península
ibérica.
Franco
estaba jugando al ratón y al gato con los ingleses y utilizó a Muñoz Grandes de
quien se decía que Hitler quería convertirlo en su sustituto, en cola de ratón.
Supuestamente
iban en devolución de visita A luchar contra el comunismo, pero allí no
encontraron muchos de esos. En los avances atropaban cadáveres entre la nieve
de la famosa “pijota” [2][2] que atacaba en oleadas con
cruces al cuello e iconos con la imagen del Salvador en el bolsillo de la
guerrera. ¿Dónde quedaban los ateos?
No eran
diablos los combatientes que tenían enfrente sino mozos que podían ser de tu
escuadra y que trataban de repeler una invasión genocida con las armas en la
mano.
Hitler
estaba loco. Era un venao que no contaba ni con la dureza de aquel pueblo que
quería sujetar ni con las inclemencias del General Invierno, ni de lo
disparatado de la operación “Barbarroja”. Cayó como Felipón siguiendo los pasos
e incurriendo en los mismos errores de Napoleón.
Algunos de
la Blau se echaron novias soviéticas y acudían a los bailes en la plaza del
pueblo con las panienkas pero las panienkas no eran rusas sino polacas y
bielorrusas. Definitivamente, nuestros guripas no sabían dónde estaban.
Estas
muchachas cuando avanzaron las tropas del general Yukov serían fusiladas o
emplumadas por colaboracionistas.
Hay otra
gran novela que profundiza en ese extremo. La escribió Rodrigo Royo
convaleciendo de un pepinazo en un hospital de sangre de Vilnius.
El
protagonista de “Guerra” se enamoró de una judía a la que salva y
otorga un pasaporte para regresar a España. ¿Holocausto decía usted? bueno pues
según y conforme... Esas son palabras mayores.
El
holocausto que conocieron aquellos soldaditos hispanos tuvo más que ver que con
Auschwitz con el de Leningrado: un millón de muertos en dos años la mayoría a
causa del hambre en veintitantos meses de sitio. El holocausto de Stalingrado
cerca de quinientos mil entre rusos y alemanes. El holocausto de la primera
Guerra mundial[3][3] que padecieron ingleses y
franceses. No se borre nunca se memoria.
Los rusos
sienten un respeto profundo y se cuadran cuando oyen mentar la “gran guerra
patria” la mayor tragedia que han tenido en el siglo XX donde pusieron toda la
carne en el asador, todo su heroísmo, para repeler la agresión nazista.
Detrás de
Stalin estaban los americanos armándose con los mejores tanques pertrechándoles
de buenos cazas de combate.
Que los
fementidos no nos vengan con sus batallitas. Ellos en parte fueron los
culpables y por eso han inventado un mito en el que muchos caen en la trampa.
La
división azul no sé si por aquella conferencia o por la aureola que tuvo entre
nosotros a tiempo pretérito constituye todo un género literario plagado de
tópicos. Ahora se nos presenta JM de Prada con su libro gordo de petete. Se
llama “Me hallará la muerte”. Es un coñazo pues no en vano este chico de la
cuadra de Ansón, un periodista que se han inventado los del régimen o se han
sacado de la manga, es de los que escriben largo y tendido. Es el pestiño de
sus tardes con lágrimas en la lluvia cuajada de moralina estilo COPE que se dio
a conocer con una novela que llevaba por titulo “Coños”, director del
Observatore Romano” en Madrid, columnista de ABC, archipremiado. Su mazacote se
expende en todos los escaparates de las librerías españolas mientras otros no
podemos publicar y si publicamos la nueva inquisición nos hace el vacío. Hay
censura, una censura programática. Pero no para estos lebreles del nuevo
periodismo.
Su libro
sobre la Blau abunda en los tópicos de siempre. Nadie podrá brillar a la altura
de Tomás Salvador o de Rodrigo Royo, dos nombres borrados del libro de la vida
por nueva inquisición que nos acogota; sin embargo, se derriten en alabanzas a
este chico de Zamora, muy beato, y muy del sistema capitalista que escribió
“Coños”. Un coñazo de tío.
Pero hubo
gente, entre los que me cuento, para los que la División Azul sirvió para dar
pábulo a una gran generación literaria arriba subrayada y entroncar con el alma
rusa que es mesiánica y salvífica. Caen las torres de Jericó y se pisan
crucifijos. No importa; precedido de una lluvia de estrellas mañana en la noche
santa nacerá Cristo (Xristos razdaet) y en el carillón de los campanarios de
Novgorod, bolearán las campanas por el nacimiento del redentor pues la
natividad ortodoxa (mañana)se rige por el viejo calendario el que cambiaron los
pontífices el año que nació Teresa.
Entonemos
un himno de gloria y esperanza. Para plantarle cara al futuro. Una luz nos
viene del Este.
La atisbó Tomás
Salvador que murió en la miseria y muy perseguido.
A ver si
se entera de una vez ese chico de Zamora; le queda mucho cacho a su “Hallarás
la muerte” para codearse con “División 250”, una novela que es mucho más que
una novela. Es un libro con alma: el alma rusa
[1][1] Boskresenia,
resurrección. Lo estamos viendo ahora con la Rusia de Putin que vuelve a ser un
país poderoso, moderno y temible, aunque nuestra casta política no lo quiera
ver
[2][2] infantería
soviética
[3][3] no hay más que
darse una vuelta por cualquier pueblecito francés o inglés y contemplar las
estelas funerarias plagadas de listas con nombres de caídos