EL OSARIO HEBREO DEL PINARILLO
El cementerio judío de Segovia está en frente de la casa, a
la vera del río Clamores, donde vine al mundo. Sentí hoy, al visitarlo, como
tengo por costumbre, una gran paz recorriendo, en la mañana triste y lluviosa,
las tumbas o más bien mastabas excavadas
en plena roca caliza, gran trabajo tendrían los enterradores. Sobre las
sepulturas hay piedras en lugar de flores. Vuelvo a mis raíces. Algunos no
entienden:
— ¿Tú aquí?
—Yo sí. Entre los elegidos. Mi vida es lucha, mirada
profética. Busco a Adonai entre las piedras y los pinos de la sabiduría. La
torre excelsa de la catedral nos mira arropando a este barrio de la muralla
donde estaba la judería vieja. Desde su altura iluminada se comprende mejor el
mundo de los conversos. Y desde lo alto de la espira bajo el rayo convertido en
una fuerza. La vida es energía y la muerte no existe. Ruedan los cantos por el
río portando en volandas a la mar que es el morir el murmullo de generaciones
de la raza perseguida que aquí amaron, odiaron, se casaron, escribieron y
rezaron, de acá se fueron. Estoy triste y a la vez feliz, satisfecho conmigo
mismo. Por hablar sin rebozo y predicar lo que otros callan. Hagan juego,
señores, vengan al albur. "Tristitia rerum". El humanismo
renacentista y converso escribía en latín. Por estas sendas que dan vueltas por
el pinar salía a por moras y majuelas las tardes de septiembre Andrés Laguna.
Junto a la puerta del Socorro residía el padre del Buscón don Pablos e iba y
venía el Donoso Hablador de Jerónimo de Alcalá en búsqueda de amo. Israel es un
referente místico, acaso un ente de razón no una superpotencia, vulgar nación,
como las demás, con dotación nuclear, aguerrida y armada hasta los dientes.
Esto es al menos los que explican los almudistas.
En Segovia ni la burra ni la novia. Nos maldicen temiendo
siempre la furia y la risa del converso.
Una voz interior me advertía que la vida es lucha por la
verdad. No tengan miedo. Adoras a Cristo mientras tu alma se cuelga de las
ramas del crecal, olivo sagrado en cuya copa se espiga una única palabra
"shalom", paz y perdón. Canto uno salmos. De mi boca brotan las
lamentaciones de un kadish.
—Requiem aeternam dona eis Domine. Te decet, Dominus Deus
hymnum in Sion et Tibi reddetur votum votum in Jerusalem exaudi; orationem meam
ad te omnis caro veniat. (dalos descanso eterno, Te cumple oh Dios el himno
de todo Sion, administras el voto de Jerusalen. Escucha mi oración porque a ti
regresan los huesos y la carne)
Escucha mi oración. Solo soy polvo. El antisemitismo como la
cristofobia pertenece a las artes diabólicas. Israel el don y el bien de los
hombres poco tiene que ver con la rebelión del Sionismo. ¿Quien ha vuelto a
alzar la espada de Luzbel?
No caminéis hermanos de espaldas al Sinai, de la misma forma
que los que se dicen seguidores del Crucificado se han olvidado de las Siete
Palabras del Gólgota. Cánones, falsos testimonios, conjuras ese constante
temor, la ineludible frustración, hogueras excomuniones, el ladrillo de Roma. En
frente de ahí en eso yo nací. Es una fuerza que me sobrecoge y apabulla. Un
compromiso con la historia. Clama, no ceses. Buscad al último justo de Israel.
No me entienden. Pero Él me comprende. Esto es un encargo de profecía. No perdí
la brújula. Shalom. Israel pueblo salvador de donde brota el raudal de la
palabra soteriológica. Nada que ver con la política. Speret Israel in Domino.
Nuestro auxilio está en el Señor. Del que depende la vida, y la muerte. He
visto la luz de Israel brillar en este osario. Yo sé que no es un fuego fatuo.
Espero no ser víctima de una alucinación. El año antes, una mañana de sol, pasé
por allí y asaltaron mi mente las mismas duras y reflexiones.
La verdad que en esta hermosa mañana de viernes de vuelta a mi
ciudad he sentido un estremecimiento en mi alma a la vista del osario o
cementerio judío una lápida en hebreo y en castellano encima la estrella de
David. Yo nací justo enfrente de estas mastabas al otro lado del Clamores en la
puerta de San Andrés o del Socorro. Algo muy adentro vibró en mí como un latigazo.
Casi rompo a llorar recordando vivencias de mi infancia y aquella tarde de
febrero cuando camino de la piedad con otros niños vimos a un sacerdote
revestido con el efod y envuelto en el paño de oración leer en un breviario
mientras hacía genuflexiones de cabeza hasta tocar casi la roca con la cabeza
(lo he contado ya en alguno de mis libros) eran los tiempos del franquismo y
entre la arboleda hacía un frío que pelaba. Nadie dijo una palabra. El
sacerdote después de rezar a toda prisa plegó su libro recogió su dulleta y
desapareció. Enterraban de pie a los hijos de Israel mirando al Este en
sepulcros excavados en la roca caliza que eran auténticas tumbas egipcias.
Durante la baja y alta edad media este era uno de los dos osarios que había en
Segovia pero el del Pinarillo era el más importante por la proximidad a la
judería vieja entre las Escalerillas de San Roque y la catedral en cuya bajada
estaban los obradores de los orífices y los tenderetes de los prestamistas. Los
católicos oramos al Señor en la lengua de Israel. ¿Dónde se queda la más
hermosa palabra del idioma hebreo que es “Shalom”? ¿Es lícita la venganza y la
ley del Talión para reconquistar unas tierras que pertenecieron a nuestros
antepasados? Puede que las respuestas a tan inquietantes interrogantes la
tengan los muertos que yacen en el osario de Segovia. Vana ilusión, afán de
poder y de granjería. Todo quedará sumido en el polvo de los huesos dispersos
por los fúnebres monumentos que guardan los huesos que serán polvo de
eternidad. Mi alma se vuelve ceniza. Nadie duda de ese misterio que
acompaña a los hijos de David en su peregrinar por la historia. Fueron los
patrocinadores del imperio español y a su cargo corrió (siempre fueron
excelentes administradores y ecónomos) la obra de la colonización americana e
incluso apuntalaron a la iglesia católica cuando esta se derrumbaba a
consecuencia de la rebelión protestante del norte europeo. Ahí están las
grandes eminencias místicas: Teresa de Jesús, Juan de Ávila, Ignacio de Loyola
y en literatura el Lazarillo, todo Tirso, Quevedo acaso Cervantes que procedía
de una aljama en la raya de Galicia. Algunos en secreto siguieron observando
las tradiciones del pueblo elegido otros se exaltaron y quisieron ir más allá,
en su catolicismo de bríos nuevos, cayendo incluso en aberraciones como las de
los alumbrados. Sea como fuere el caso es que nadie profesó un amor a
Jesucristo tan depurado como Teresa de Jesús. Ben Gurion en la declaración de
independencia de 1947 evitó pronunciar ni una sola vez la palabra Yahvé (yo soy
el que soy) y sólo se refirió a la Roca de Israel. Una roca como la de este
viejo osario judío de mi pueblo que hoy me hizo estremecer. Prorrumpí en un
kadish, con la recitación del salmo 62: Oh dios tú eres mi dios/ a quien busco
con denuedo/ sedienta está mi alma de ti/como tierra árida sin agua/ porque tu
misericordia es mejor que la vida/.
Impávida,
alta solmene, ebúrnea la torre excelsa de la catedral segoviana nos miraba. Yo
escuchaba el murmullo lejano de las aguas del Clamores, fecundando los tablares
de las huertas entre las peñas con alientos de eternidad. Corrían las aguas de
nuestra segunda corriente fluvial ajenas a nuestras discusiones por causa de
los odios religiosos o las efervescencias políticas. Que poco tienen que ver
con el Israel que nos enseñó a rezar y cuyos salmos cantamos. Dejemos que los
muertos entierren a sus muertos. Ahora comprendo también lo que me declaró a mí
una vez la señora Golda Meir en una conferencia de prensa: “Para un judío
España no es un país como otro cualquiera”. Quizás nos aguarde un tiempo de
purificación. No echemos la culpa a los judíos de nuestros desafueros y yerros.
Pero tampoco Israel debe mirarnos con deseos de vindicta. Que resuene por
doquier la palabra más hermosa jamás pronunciada por labios humanos que es la
palabra “Shalom”.
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