Don Luis de
Góngora y Agorte
Lo que yo
desconocía era que las yeguas andaluzas, Góngora dixit, eran preñadas por el
blando céfiro. Me imagino a don Luis de Góngora y Agorte cantando el estribillo
de hermana Marica, despierta que es fiesta no habrá escuela, y haciendo
bellaquerías detrás de la puerta.
Luego fue un
canónigo tibio que se echaba las largas siestas con el ama y con el monaguillo
que le ayudaba a misa, de ser el caso, y nunca iba a coro porque le gustaba
vivir a su albedrío, y entre los sueltos caballos, como Hipólito, mitad judío,
mitad cristiano y una quinta parte de pagano, bibliognosta, bibliopola y como
buen conocedor del paño dado a los plagios. Buena orina, buen color y siete
higas al doctor. Se reía de todos.
Nos lo topamos
en nuestra adolescencia retratado por el Greco gesto adusto de clérigo cerbatana
la nariz roja de los que tienen buen trato con Baco, cuello alto de media golilla
y cara de acatarrado. Dicen que era muy friolero y que no acudía a Tercia la mezquita catedral a cantar con los
canónigos si no le ponían brasero debajo de su silla de precentor.
Era chantre y
por lo visto cantaba bien. Pero se llevaba a matar con los otros claustrales.
Pues debió de ser de carácter difícil y pijotero.
Quevedo no lo podía
ver porque es el único de los poetas del diecisiete que puede hacerle sombra;
lo describe con su nariz “nabal”[1], érase
un hombre a una nariz pegado. El aludido donde las dan las toman devuelve la
flor, dedicando al divino cojo un corte de manga que es todo un repertorio.
Zambo, cegato y bien puestos los tochos, por su mujer doña Felipa cuyo matrimonio no fue consumado, dice
don Luis insinuando su impotencia sexual, por lo que era aborrecido por las
mujeres. esta acerba acometida del xordobés explica el carácter misógino del
matritense.
Don Francisco
tampoco se queda corto. Le llama judío y bujarro al autor de las Soledades. El
estro y el númen de las nueve musas hacen virguerías en las redondillas de este
cordobés de origen navarro pero Argote o cagote, calaña despreciable y
herética.
En Francia se
les consideraba intocables. Al filo de u pluma como una navaja, temíanlo con
respeto sus enemigos. Goce de los aficionados a las letras castellanas ▬constituye
un privilegio que tenemos los españoles▬ hablar una lengua tan hermosa y
superdotada. Es asistir al duelo de sátiras
y de insultos con que se baten los dos mayores vates de nuestro siglo de Oro.
Higas, refitoleros chicoleos, cachondeos, epístolas que son auténticos golpes
de mano pero bien escritos y con elegancia. La sangre no llega nunca al río.
Pura esgrima literaria. Salen a la palestra un bujarrón y un misógino y en unos
juegos florales a su modo se intercambian epítetos en un toma y daca
maravilloso. Góngora bien claro lo dice de Quevedo: “porque su arcabuz carece
de estampido, ay madre mía, sin pólvora ni pistón”. Da gusto haber nacido en un
país tan libre. Si resucitaran ambos contendientes a vista de la “decadencia de
los muros de la patria mía” tanto el cordobés como el complutense se pondrían
las botas. Hoy hay mucho más materia prima materia y tela que cortar en la
corte del último Borbón, donde la corrupción nos abruma, por vivir tiempos
mentirosos, a diferencia de la época del cuarto de los Felipes[2], cuando todo eran toros y cañas y allanamiento
de conventos.
Felipe IV,
cuando no estaba de caza, estaba en misa o en el lecho del Triquitraca.
Éste lo mismo
aunque no se nota tanto. Pero tanto el
Austria como el Borbón tienen cara de bobos. Vivió una vida de papel estucado
dentro del círculo mágico de la fascinación por los libros.
En casa Góngora
que se ordena de presbítero ya cincuentón porque toda su vida fue minorista,
tenía una criada morisca que honraba a Ala-ruh Alá- en secreto y hacía las
abluciones y sus genuflexiones mirando a la Meca.
A veces el popaz
iba detrás poniendo a su coima en esa dirección. Nadie habló del amor con tanta
delicadeza en castellano, como este converso, aunque malsines dijesen de su persona
que era bardaje y degustador del amor amargo. No está probado. Cantó a su Córdoba natal con versos inmortales
aunque con frecuencia se mofa de la afición de sus paisanos a empinar el codo[3].
Era oriundo del
norte, de origen argote, un pueblo segregado que vivía en el valle de
Arán, proveniente del Languedoc que
emigraron a España cuando se desencadenó la persecución cátara. Les decían les cagots. A batallas de amor campos de pluma. Su rostro era severo
algo bisulco o patihendido por la barbilla y sus versos cuando quería un tanto
ludiferos, sus poemas chocarreros que podían herir como una daga y hacían carne
en el alma de sus enemigos, sabía insultar mejor que ninguno y al igual que su
enemigo Quevedo conocía los recursos de la sátira.
Pero también era
augusto y solemne y estar al corriente con pluma elegante y poderosa como el vino de montilla,
si lo pedía la ocasión.. Y hacía a pelo y pluma. Góngora es todo un mundo. Cuando pitos
flautas y cuando flautas pitos. Unas veces quitaba a su mora la almeiza en la
cama y otras veces se echaba la siesta con un efebo porque queda en los anales
no sé qué pleito que tuvo con el deán de
la mezquita de Córdoba.
El claustral
quiso empapelarle por andar a nidos con los niños de coro. Dixo la picota al gocho, contestó el poeta, quita de ahí que me tiznas. A buena parte fuiste a dar, pato no
empluma a pato y el ánsar nunca se aparea con el cisne, Fue tabelión del
archivo diocesano y guardaba con celo los viejos documentos. En el coro de
Córdoba tenía una misericordia para dos y gastaba asiento biselio.
En un rucio
rodado alto de brema y largo de copete, cañilavado de cascos, iba a su pueblo a
visitar a su hermana Marica en la campiña del Guadalquivir. Allí en sierra
morena las yeguas andaluzas eran preñadas por el céfiro. Pasaban las comadres
por su puerta, damas de toldo y arandela, y a todas las bendecía diciendo:
-Id a servir al amor
-Mire don Luis que nosotras somos de la
grey huérfana.
-De menos nos hizo Dios
Y enseguida
profería un latinajo
-Igne natura renovatur integra
-¿Qué
nos quiere decir su señoría?
-Que
el fuego lo purifica todo:
Se había
producido una cierta dilución de la fe que hace que la caridad se enfríe y la
gente viviera enemistada, desconfiando los cristianos unos de otros, pero el
dinero faltaba, trampa adelante, por lo que los clérigos soñaban con la vida
retirada, con un buen pasar, una prestamera, un beneficio que les deparara un
vivir cómodo. Las damas sonreían a la concupiscencia de los ojos. Alguna vez
don Luis decía misa pero al parecer no sin demasiado fervor y consultaba los
añalejos dejando que el mundo girase por las cuatro estaciones del ciclo solar
y el universo espiritual por los cuatro evangelios.
Abstracción
hecha de tales inconvenientes de su disipación de sacerdote prebendario, no
podría decirse que fuese ni mejor ni peor que los demás Don Luis de Góngora y
Agorte al que algunos decían cagote.. Nunca fue cura gallofero de los que iban
a recibir la sopa boba a los conventos ni fue galán de monjas jamás. A batallas
de amor campos de pluma. Este beneficiado del cabildo cordobés fue el mejor
vate que escribió en la lengua española. Verdadera gloria del parnaso. No
soportaba a los hipócritas ni a los camándulas a los que vituperaba en gallego:
“Cruz no peito o diablo feito”.
Fue un hijo
mimado de las Nueve Musas que ya es decir con su tono entre bromas y veras,
ludífero y estro chocarrero y juguetón. Una delicia leer sus romances. En las Soledades tan intrincadas y alegóricas
resulta difícil hincarle diente porque envuelve sus profecías críticas del
desgobierno[4] de su nación en alegorías, pero genial , según
Dámaso Alonso, y ande yo caliente y ríase la gente. Es el escritor que sabe
mofarse mejor políticos que por desgracia nos tocó en suerte en toda la
historia de España. Vivió villano en su rincón aportillado en la roca de Israel
que no puede que ser otra que la del Beatus Ille. Tuvo una apartada y
misteriosa vida.
viernes, 12 de
febrero de 2010
Viernes, 12 de
febrero de 2010
[1] De nabo, no de nave.
[2] Los dos son rubios y ambos gozan de una sexualidad insaciable y casi
femenina. Estamos ante dos casos singulares de lascivia que debieran ser objeto
de análisis patológico. A Felipe IV se le computaron sesenta hijos naturales. Juan Carlos I se sube en su moto
y escapa de la Zarzuela, de picos
pardos., alguna noche. También se le atribuyen unos cuantos vástagos fornecinos.
Allá van leyes donde quieren reyes y para eso estén acaso los reyes. Para reinar y para follar.
[3] Cordoba ciudad bravía/más de mil tabernas/ y
una, sola, librería.
[4] Curen otros del gobierno del mundo y sus
monarquías…. Ande yo caliente ríase la gente
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