2016-12-04









 

Don Luis de Góngora y Agorte

 

Lo que yo desconocía era que las yeguas andaluzas, Góngora dixit, eran preñadas por el blando céfiro. Me imagino a don Luis de Góngora y Agorte cantando el estribillo de hermana Marica, despierta que es fiesta no habrá escuela, y haciendo bellaquerías detrás de la puerta.

Luego fue un canónigo tibio que se echaba las largas siestas con el ama y con el monaguillo que le ayudaba a misa, de ser el caso, y nunca iba a coro porque le gustaba vivir a su albedrío, y entre los sueltos caballos, como Hipólito, mitad judío, mitad cristiano y una quinta parte de pagano, bibliognosta, bibliopola y como buen conocedor del paño dado a los plagios. Buena orina, buen color y siete higas al doctor. Se reía de todos.

Nos lo topamos en nuestra adolescencia retratado por el Greco gesto adusto de clérigo cerbatana la nariz roja de los que tienen buen trato con Baco, cuello alto de media golilla y cara de acatarrado. Dicen que era muy friolero y que no acudía a Tercia  la mezquita catedral a cantar con los canónigos si no le ponían brasero debajo de su silla de precentor.

Era chantre y por lo visto cantaba bien. Pero se llevaba a matar con los otros claustrales. Pues debió de ser de carácter difícil y pijotero.

Quevedo no lo podía ver porque es el único de los poetas del diecisiete que puede hacerle sombra; lo describe con su nariz “nabal”[1], érase un hombre a una nariz pegado. El aludido donde las dan las toman devuelve la flor, dedicando al divino cojo un corte de manga que es todo un repertorio. Zambo, cegato y bien puestos los tochos, por su mujer doña  Felipa cuyo matrimonio no fue consumado, dice don Luis insinuando su impotencia sexual, por lo que era aborrecido por las mujeres. esta acerba acometida del xordobés explica el carácter misógino del matritense.

Don Francisco tampoco se queda corto. Le llama judío y bujarro al autor de las Soledades. El estro y el númen de las nueve musas hacen virguerías en las redondillas de este cordobés de origen navarro pero Argote o cagote, calaña despreciable y herética.

En Francia se les consideraba intocables. Al filo de u pluma como una navaja, temíanlo con respeto sus enemigos. Goce de los aficionados a las letras castellanas ▬constituye un privilegio que tenemos los españoles▬ hablar una lengua tan hermosa y superdotada.  Es asistir al duelo de sátiras y de insultos con que se baten los dos mayores vates de nuestro siglo de Oro. Higas, refitoleros chicoleos, cachondeos, epístolas que son auténticos golpes de mano pero bien escritos y con elegancia. La sangre no llega nunca al río. Pura esgrima literaria. Salen a la palestra un bujarrón y un misógino y en unos juegos florales a su modo se intercambian epítetos en un toma y daca maravilloso. Góngora bien claro lo dice de Quevedo: “porque su arcabuz carece de estampido, ay madre mía, sin pólvora ni pistón”. Da gusto haber nacido en un país tan libre. Si resucitaran ambos contendientes a vista de la “decadencia de los muros de la patria mía” tanto el cordobés como el complutense se pondrían las botas. Hoy hay mucho más materia prima materia y tela que cortar en la corte del último Borbón, donde la corrupción nos abruma, por vivir tiempos mentirosos, a diferencia de la época del cuarto de los Felipes[2],  cuando todo eran toros y cañas y allanamiento de conventos.

Felipe IV, cuando no estaba de caza, estaba en misa o en el lecho del Triquitraca.

Éste lo mismo aunque no se nota tanto.  Pero tanto el Austria como el Borbón tienen cara de bobos. Vivió una vida de papel estucado dentro del círculo mágico de la fascinación por los libros.

En casa Góngora que se ordena de presbítero ya cincuentón porque toda su vida fue minorista, tenía una criada morisca que honraba a Ala-ruh Alá- en secreto y hacía las abluciones y sus genuflexiones mirando a la Meca.

A veces el popaz iba detrás poniendo a su coima en esa dirección. Nadie habló del amor con tanta delicadeza en castellano, como este converso, aunque malsines dijesen de su persona que era bardaje y degustador del amor amargo. No está probado.  Cantó a su Córdoba natal con versos inmortales aunque con frecuencia se mofa de la afición de sus paisanos a empinar el codo[3]. 

Era oriundo del norte, de origen argote, un pueblo segregado que vivía en el valle de Arán,  proveniente del Languedoc que emigraron a España cuando se desencadenó la persecución cátara.  Les decían les cagots. A batallas de amor campos de pluma. Su rostro era severo algo bisulco o patihendido por la barbilla y sus versos cuando quería un tanto ludiferos, sus poemas chocarreros que podían herir como una daga y hacían carne en el alma de sus enemigos, sabía insultar mejor que ninguno y al igual que su enemigo Quevedo conocía los recursos de la sátira.

Pero también era augusto y solemne y estar al corriente con pluma  elegante y poderosa como el vino de montilla, si lo pedía la ocasión.. Y hacía a pelo y  pluma. Góngora es todo un mundo. Cuando pitos flautas y cuando flautas pitos. Unas veces quitaba a su mora la almeiza en la cama y otras veces se echaba la siesta con un efebo porque queda en los anales no sé qué pleito que tuvo con  el deán de la mezquita de Córdoba.

El claustral quiso empapelarle por andar a nidos con los niños de coro. Dixo la picota al gocho, contestó el poeta, quita de ahí que me tiznas. A buena parte fuiste a dar, pato no empluma a pato y el ánsar nunca se aparea con el cisne, Fue tabelión del archivo diocesano y guardaba con celo los viejos documentos. En el coro de Córdoba tenía una misericordia para dos y gastaba asiento biselio.

En un rucio rodado alto de brema y largo de copete, cañilavado de cascos, iba a su pueblo a visitar a su hermana Marica en la campiña del Guadalquivir. Allí en sierra morena las yeguas andaluzas eran preñadas por el céfiro. Pasaban las comadres por su puerta, damas de toldo y arandela, y a todas las bendecía diciendo:

       -Id a servir al amor

       -Mire don Luis que nosotras somos de la grey huérfana.

       -De menos nos hizo Dios

Y enseguida profería un latinajo

-Igne natura renovatur integra

-¿Qué nos quiere decir su señoría?

-Que el fuego lo purifica todo:

Se había producido una cierta dilución de la fe que hace que la caridad se enfríe y la gente viviera enemistada, desconfiando los cristianos unos de otros, pero el dinero faltaba, trampa adelante, por lo que los clérigos soñaban con la vida retirada, con un buen pasar, una prestamera, un beneficio que les deparara un vivir cómodo. Las damas sonreían a la concupiscencia de los ojos. Alguna vez don Luis decía misa pero al parecer no sin demasiado fervor y consultaba los añalejos dejando que el mundo girase por las cuatro estaciones del ciclo solar y el universo espiritual por los cuatro evangelios.  

Abstracción hecha de tales inconvenientes de su disipación de sacerdote prebendario, no podría decirse que fuese ni mejor ni peor que los demás Don Luis de Góngora y Agorte al que algunos decían cagote.. Nunca fue cura gallofero de los que iban a recibir la sopa boba a los conventos ni fue galán de monjas jamás. A batallas de amor campos de pluma. Este beneficiado del cabildo cordobés fue el mejor vate que escribió en la lengua española. Verdadera gloria del parnaso. No soportaba a los hipócritas ni a los camándulas a los que vituperaba en gallego: “Cruz no peito o diablo feito”.

Fue un hijo mimado de las Nueve Musas que ya es decir con su tono entre bromas y veras, ludífero y estro chocarrero y juguetón. Una delicia leer sus romances. En las Soledades tan intrincadas y alegóricas resulta difícil hincarle diente porque envuelve sus profecías críticas del desgobierno[4]  de su nación en alegorías, pero genial , según Dámaso Alonso, y ande yo caliente y ríase la gente. Es el escritor que sabe mofarse mejor políticos que por desgracia nos tocó en suerte en toda la historia de España. Vivió villano en su rincón aportillado en la roca de Israel que no puede que ser otra que la del Beatus Ille. Tuvo una apartada y misteriosa vida.

viernes, 12 de febrero de 2010

 

Viernes, 12 de febrero de 2010

 

 



[1] De nabo, no de nave.
[2] Los dos son rubios y ambos gozan de una sexualidad insaciable y casi femenina. Estamos ante dos casos singulares de lascivia que debieran ser objeto de análisis patológico. A Felipe IV se le computaron sesenta hijos  naturales. Juan Carlos I se sube en su moto y  escapa de la Zarzuela, de picos pardos., alguna noche. También se le atribuyen unos cuantos vástagos fornecinos. Allá van leyes donde quieren reyes y para eso estén acaso los reyes.  Para reinar y para follar.
[3] Cordoba ciudad bravía/más de mil tabernas/ y una, sola, librería.
[4] Curen otros del gobierno del mundo y sus monarquías…. Ande yo caliente ríase la gente

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