LA COMEZÓN Y LOS LUES DE LA NINFA
En estas estando vi a mi novia la ninfa Humín arrancándose las partes pudendas.
-Tengo comezón.
Qué decepción hacerse cargo que la que fuera el amor de tu vida se había hecho mujer de la vida. No quedaba nada de aquella ninfa y aquella musa que amé. Que fumaba rumbo y celtas largos cuando hacíamos manitas- manitas solo; A más no nos atrevíamos- en el seiscientos. Yo la llevaba a casa después de las clases y ahora estaba sentada a la puerta de la mancebía. Todavía tenía su hermoso pelo negro. Ya no era agua potable sólo un muñeco deteriorado por la avariosis.
-Pues arrascate mujer si tanto te pica. ¿Te acuerdas cuando me declaré a ti en aquella excursión a Toledo? Y me hablabas de los pitillos que nos íbamos a fumar juntos después de eso. Ya no eres la misma.
-He dejado de fumar hace cuarenta años. Poco después de que tú te largases con la inglesa.
-Luego me casé con un labrador de mi pueblo. A los tres años quedé viuda. No fui muy feliz. Me hizo en cinco años otros tantos hijos y a veces me sacudía. Los celos. Quedé viuda.
-Ah sí.
-Pues sí pero yo no podía vivir sin eso. Me eché un amante que se llamaba Domiciano. Este venía a verme cada miércoles por la tarde. Un polvo. Un casquete. A veces un gatillazo. Pero yo quería más. Y más. Y más. Era insaciable.
-De buena me libré, ninfa Humín.
-No lo sabes bien. Conmigo tenías que cumplir.
-¿Y qué pasó después?
-Que me fui a una agencia matrimonial me enseñaron un álbum con una lista de tíos cachondos que buscaban pareja. Cerré los ojos y dije: este. Pues éste me salió rana. Era un casado. Que tenía mujer y diez hijos en un pueblo de Asturias. Me enamoré perdidamente de aquel individuo. Me volvía loca en la cama. Y yo quería más y más y más y él me lo daba. Vendi el piso y las fincas del pueblo porque él me lo pedía. Estaba como hipnotizada. O más bien idiotizada. Quedé arruinada por su culpa y se largó con otro. Pero sabes una cosa todavía le sigo queriendo.
-Como sois las mujeres, Humín.
-Algo húmedas e irracionales.
Aquel encuentro me dejó con muy mal sabor de boca. Era una advertencia de las falacias del mundo, de los engaños de las mujeres de la banalidad de los amoríos. Todo es mentira.
Cuando la dejé a la puerta de aquel chiringuito de la calle la Ballesta mi antigua novia todavía seguía arrancándose descaradamente el hoyo de las ingles. En una gramola de un cuarto piso donde estaban unos grandes almacenes sonaron entonces los primeros compases del Danubio Azul. Humín ya no era agua potable. Un día quise bañarme en aquel río de aguas puras y cristalinas. Todo se fue por la posta. Aquellos sueños de amor perpetuo quedaron embarrancados en el puterío. Humín, como todas, me había dejado tirado en la estacada. Gracias a ella conseguí dominar la perspectiva. Mulierem fortem quis inveniet? Nadie encontró a la mujer fuerte. Humín… Amín. Fuiste a dar con un picha brava pero era lo que tú querías. Es lo que escogiste. Follar era lo que más te gustaba. Y pensando en el cruel deleite de lo que se fue aquella noche tuve un sueño húmedo. Creí que estaba haciendo el amor. Desperté sobresaltado enzarzándome en una pelea con aquel cabrón de guardafronteras hebreo que había pegado a una mora. Un español no lo puede consentir.
Ah vivamos en la disciplina de la voluntad y el autocontrol fieles a nuestras convicciones. Pues yo soy un tanto reacio la verdad a entrar por el aro. Apocalipsis has arrived
-Hear the trumpets
-Oh yea. Os van a ajustar las cuentas pero entre tanto sigue pegando voces por la calle el vendedor de globitos. Un globo. Dos globos. Tres globos.
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