2022-08-05

ALCALÁ VENERA HOY A LOS SANTOS NIÑOS JUSTO Y PASTOR

 




HOY SAN JUSTO Y PASTOR LOS SANTOS NIÑOS MÁRTIRES

 

Soy complutense hechura de Cisneros y de los prohombres que labraron el arte la sabiduría y el ser de España. Quisieron los hados que yo terminase mi vida labora trece años atrás en el Archivo General de aquella universidad. Recuerdo aquel día de enero en que llegué en el tren de las Rozas, me prosterné ante la estatua del gran cardenal. Amanecía y en el entrelucirán de la madrugada percibí las voces de las clarisas de San Diego que cantaban maitines. Mi vida se iluminó con un rayo de esperanza. Hice la ronda, fui a palacio, ese gran palacio residencia oficial del primado de Toledo, estampé un beso sobre los muros de la fachada plateresca de la universidad obra maravillosa de Juan Guas. Se me vinieron a la mente los rostros de Cervantes, Quevedo, Lope, Tirso, y rodeando las instalaciones militares del viejo regimiento de infantería Villaviciosa XIV donde hicieron instrucción los soldaditos de las levas que fueron a pelear por el rey y por la catolicidad los tercios viejos de Flandes enfilé hacia la calle Pontones y me puse a las órdenes de doña Pepi que me trató con benignidad y consideración. Fue la mejor jefa que tuve en mis casi cuarenta años de vida laboral. El perímetro del Villaviciosa 14, las garitas sin centinela y todo arrumbado, yacía abandonado una reliquia de nuestro glorioso pasado castrense cuando en el imperio español no se ponía el sol. Defección y pura ruina democrática. A la tarde tras el almuerzo en la Pinilla compré almendras garrapiñadas en las Claras. Una dulce voz monjil oculta detrás del torno me preguntaba:

▬¿Cuantas quiere, señor?

Póngame diez cucuruchos, hermana.

Uy tantas…

Todas las que le dé la gana, sor. Tengo familia larga y además hoy estoy contento.

Acto seguido paseo por los soportales de la Calle Mayor que aun guardan la huella los pasos de los capigorrones y de las chanzas estudiantiles. Aquí mantearon a Pablillos. Ojo, Pablos, que asan carne. En España siempre hay que estar de sobre aviso.

 Más tarde fui a ver al librero que tuvo la bondad de poner en el escaparate alguna de mis producciones y que regenta un establecimiento romano “Domiduca” (la domiduca era la diosa que protegía a los niños romanos cuando aun eran lactantes) y después me metí en la colegiata para venerar los huesos de los dos niños mártires. Una hermosa quiroteca o relicario que guarda el polvo de estos dos valientes chavales alcalaínos que defendieron la fe de Cristo en tiempos del emperador Diocleciano siglo IV.

Al lado del altar hay una piedra horadada que según la tradición fue la huella de la rodilla choque zuela de Pastor cuando se arrodilló sumisa la cabeza a la toza del verdugo Daciano.

Miles y miles de complutenses se inclinaron ante ella y la besaron. Dicen que hace milagros. A Enrique IV le curó unas hemorroides 1473, su hermana, a tenor con lo que cuentan los anales, Isabel la Católica vino a dar gracias por la toma de Granada 1492 Felipe II  1592 encontró en dicha piedra alivio a su mal de gota y Felipe IV le pidió intercesión para sofocar la rebelión de Cataluña 1630.

No pudo hacer nada la piedra milagrosa con el desafortunado Carlos II el Hechizado 1677.

Prudencio canta en sus veros a la valentía de ambos muchachos. Un himno de la liturgia mozárabe refiere que Justo había cumplido tan solo siete años y Pastor los nueves. Eran hijos de un centurión que había sentado plaza en los campamentos complutenses.

¡Qué hermosa es historia cuya veracidad plasman de forma irrecusable las actas de los mártires! A estos dos niños les tengo yo particular devoción puesto que me siento alcalaíno fino y me gusta el vino.

 

06/08/22

 


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