LOS 200 BENEDICTINOS
ASESINADOS POR GALIB EN CARDEÑA
Cada seis de agosto en
el claustro del monasterio de Cardeña mana una fuente del claustro sangre y las
losas del piso de la iglesia se tiñen de rojo. Fray Justo Pérez de Urbel abad
de Silos cuenta que en una de las razzias de primavera de Almanzor, comandados
por su lugarteniente Galib, los musulmanes batieron la zona ulterior del Duero,
quemaron Burgos y asaltaron el monasterio de Cardeña. Se acercaba el año 1000
que algunos autores determinaron como la fecha del fin del mundo y había mucha
angustia en las cristiandades.
A los doscientos monjes de la comunidad les
cortaron la cabeza, siguió ruta la hueste hasta san Esteban de Gormaz y talaron
la vega de Soria. Uno de tantos episodios de la reconquista.
No hay que cargar las
tintas porque los cristianos tampoco eran mancos. Pero sigo creyendo con
Prudencio que la sangre de los cristianos es semilla de cristiano y que nuestra
religión es divina e inhumana porque manda amar a los enemigos y volver la otra
mejilla. En este contexto habría que situar el prodigio de los seis de agosto
en Cardeña.
Hace quince años visité
el cenobio. Una iglesia impresionante de altas bóvedas donde resuena el eco de
las voces de los monjes. Apenas quedan cinco trapenses.
Allí está el sepulcro del Cid en un arcón
cerca del de su esposa Jimena la asturiana y su caballo Babieca, que decía
Larra que había que cerrarlo con siete llaves. Al revés. A mí me parece que
habría que abrirlo y cabalgar otra vez por los campos de la historia. Ancha es
Castilla. Ay Mío Cid. ¡Qué buen vasallo si hubiese buen señor!
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