Las sacristías de las iglesias de España suelen ser piezas grandes en las cuales huele a incienso, al paso del tiempo, a moho y a cajoneras de madera noble para guardar los ornamentos: casullas, capas pluviales, palios, estolas, amitos, roquetes, albas y sobrepellices.
Conozco muchas desde que era monaguillo, En la catedral de Segovia hablaba con el dean don Fernando Revuelta que tenía de mí buen concepto.
-Don Fernando ¿por qué no se compra un seiscientos? le dije una vez mientras se preparaba para oficiar la misa de Nuestra Señora e agosto.
-Y yo para que quiero un automovil si no tengo para gasolina, Parrita.
En la de Santa Eulalia ayudé a revestir a don Benito mientras el capellán del cementerio el cura chiquito se miraba en el espejo de un bargueño y casi no llegaba al espejo,
Sólo se le veía el bonete.
Toda la ciudad de Segovia le conocía por el apodo del cura chiquito y "rompetechos".
Era quien mejor cantaba los gorigoris en el cementerio del Santo Angel en los sepelios.
Fumaba un tabaco que llamaban caldo de gallina y tiraba a la estufa las colillas, o se entretenía haciendo solitarios (entre novena y triduo) o consultando en un mapa las ciudades de España que había visitado cuando la guerra como capellán castrense el cura chiquito un poco más de medio metro de estatura.
En las sacristías huele a incienso y a tristeza de siglos dominadas por un ambiente funeral mal iluminadas con cuadros de crucificados abatidos y de magdalenas implorantes, virgenes santisimas serenas y un poco de recogimiento.
Esta sacristía que veis es la de la catedral de Mondoñedo una joya del romanico.
La clerecía se ataca el alba y se ciñe el cíngulo para cantar una misa de requiem por el eterno descanso de don Jose María Diaz que fue mi preceptor en el seminario. Dios lo tendrá en su gloria a estas horas
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