2025-09-30

 CRIMEN Y CASTIGO LA MEJOR NOVELA DE TODOS LOS TIEMPOS


Es un triunfo de la inteleigencia humana esta sublime novela creada por Dostoyevski. Epítome del poder y de la inteligencia humana capaz de hacer maravillas con las palabras. Una obra de arte. Me sumerjo en sus páginas y me veo retratado en sus páginas donde se hace presente el alcohol (hay capítulos que podían haber sido escritos en estado de embriaguez pero creo que don Teodoro no bebía. Era epiléptico), la traición, el sexo, los cuernos, las bellas muchachas que mueren tíosicas, el apego al dinero,  Dostoyuevski era jugador.  La trata de blancas y la seducción de muchachas que pie4rdenm su virginidad una noche de locura. What is ll about?  De un modo dialéctico el gran escritor ruso dibujo un compendio de los vicios de la Rusia de su tiempo. Sin acrimonia. Con una media sonrisa de comprensión a sabiendas de que  el tema carece de solución.

 Siempre fue así, es, y será hasta el fin de los tiempos. 

Ante esta maravilla, ante semejante obra de arte, no entiendo la rusofobia y las diabólicas calumnias que se lanzan contra el único país constitucionalmente cristiano que queda en el mundo. 

Leo “Crimen y Castigo” en estos dulces días de junio primaverales, escuchando el canto del cuco y el piar de los gorriones que posan en la huerta para atiborrarse de nísperos amarillos. Este año hay de ellos cargazón.

 O salgo a dar un paseo por mi pueblo los bares y tabernas están atestadas con viejos jugando al tute y muchachas en flor que calcan el paso por las aceras luciendo sus piernas kilométricas y los bustos rebosantes. La vida, pese a todo, es bella. 

Es la conclusión a la que se llega cuando se descubre la filosofía del autor de “Los Hermanos Karamazov”. 

Hay rachas en las que parece que Dios se oculta y Satanás alza su testa cornuda: guerras, descalabros infamias, puterío de la política, ministros que meten la mano en el cajón, se van de orgía a un balneario de Sigüenza y se convierten en carne de cañón para los oceánicos programas de Anarosa y sus comadres. 

Debajo de esto hay una España en paz que se levanta a las seis de la mañana para ir a currar, estudiantes que se queman las pestañan antes de los exámenes y viejos que juegan a las cartas o se fuman un puro apurando los últimos días de su vejez en una terraza de Villafranca o de Cudillero.

 Raskolnikov es un estudiante fracasado. A veces parece un loco pero está lleno de sentido común. Vive de gorra a costa de la pensión de su santa madre a la cual  obliga a venir a Petersburgo para casar a la hija. Engañada. 

Uno de los personajes más patéticos y mejor definidos es el de Marmelod, un funcionario de un ministerio que se da a la bebida, lo expulsan del ministerio y un día muere bajo la rueda de un coche de punto. Al pie de los caballos. 

El jornal se lo gastaba en vodka dejando a su esposa y a sus tres hijos pequeños en la miseria. 

Sin embargo, su hija mayor Sonia azota las calles de la ciudad imperial para sustentar a su familia.

 Esta esquinera, magdalena de buen corazón, no solamente trae el pan a su familia sino que para Raskolnikov va ser la piedra de salvación. 

El cual se enamora y se casa con ella y lo acompaña a su gulag a Siberia cuando él es condenado a ocho años de cárcel por el asesinato de la vieja Iliona usurera y su hermana Lizabeta. ¿Cuál fue el móvil del crimen? 

Raskolnikov asumía el concepto de que hay seres humanos tan despreciables que no merecen estar vivos por su fealdad, sus minusvalías, por la sordidez de sus vidas. 

Sin embargo, en el camino de la redención y gracias a Sonia el asesino que no la mata para robar, se da cuenta de su error (era la idea que barajaba Hitler al primordial de la raza aria)  Somos para los nazis no sólo judíos sino también material sobrante ( lichnii chiloviek, gente que sobra) y abraza el sentido de la vida cristiana, para el cual este dogma de amor, tolerancia y perdón es una de sus rocas basales. 

Raskolnikov creía que no se puede ser feliz sin un par de botas nuevas.

 A veces es mejor caminar descalzo. Si tu ojo te escandaliza, arráncatelo.


06/06/2025



 DIMICATIO LA VIDA ES UN PUGILATO

 

Los romanos se divertían en las luchas en el circo y honraban a los gladiadores incluso los que perecían en la arena con coronas de laurel. Eran estrellas tan famosos como los futbolistas de hoy. Entre ellos figuraban los andábatas, los reciarios que peleaban con red y los hoplitas armados de la cabeza a los pies. El combate se llamaba “munus” y la paga que recibían auctoramentum. Los dioses cuando nacían los hombres debían de ser honrados por los sacerdotes de Júpiter con la “dimicatio”. Esto es la vida es una pelea. Acabo de ver una película de Pedro Carrasco que fue el mejor boxeador de mi tiempo y me he perdido en la añoranza de aquellos días, español, la marina te llama, el toque de retreta, la belleza de Sonia Bruno, el humor avuncular de Antonio Garisa. El buen hacer como guionista de Eduardo García Serrano.

El malogrado Carrasco casado luego con la Chipionera era una bellísima persona. Las peleas no lo dejaron sonado como a Legrá a Paulino Uzcudún. Su hija la Rociíto se hizo una estrella del mundo del corazón. Él no debió de ser muy feliz. Esto de la crónica rosa se le atragantaba pero su personalidad dio pábulo a las revistas del corazón que son actualmente el nirvana de los españoles pavisosos. El Hola mueve mucho dinero. Yo me quedo con el honor, la vida sencilla y la dimicatio latina. San Pablo decía lo mismo:

─Vita militia est.

Un buen consejo para los españolitos que meten la cabeza en la arena como el avestruz.

Al fin y al cabo Bruselas nos acaba de otorgar una millonada de euros. I ll buy you out. Hemos vendido a nuestro país a nuestra historia Todos a cobrar. La paguita a fin de mes, momios y subvenciones ¿Luchar? Que luchen ellos. Holgar es lo nuestro, culto al cuerpo. De la holganza sale la panza. Sexo y sicalipsis, paralipómenos, lo oculto no interesa. Nadie nos cuenta  los baticores de esas pobres gentes que no llegan a fin de mes. La verdad es que no estamos mal. Se vive bien. Lo malo es que vamos a dejar a nuestros hijos en precario. El que venga atrás que arree.


LA MARY HIJA DEL MAESTRO ARMERO ME DA CALABAZAS

 POR SEGOVIA EN BICICLETA SIN FRENOS


Aquellos veranos cuando yo era alumno de Retórica en el seminario conciliar serían un pronóstico de lo  que sería mi existencia. Iba por la ciudad en bicicleta sin frenos la Orbea que heredé del Poncioano. Bajaba por la `pista a toda velocidad emulo de Bahamontes el rey de la montaña y en el llano yo era Fausto Copi o Loroño lamiendo rueda. Un día casi mato a una vieja y otro día casi me mato yo y me despeño sobre los chimorretes del río Eresma a la entrada de la Fuencisla. La Virgen me echó una mano cuando sentí que iba al agua de cabeza desde una altura de diez metros. Iba a oficiar de acolito en su Novena. Ayudaba a misa los más de los días al cura Chiquito. Había que calzarle con un escriño pues no alcanzaba al altar de la iglesia de Santa Eulalia. Ocurría igual en los bautizos como monaguillo del capellán del cementerio ─llamabase don Valerio─ porque había estipendio y después convite al pie de aquellas enormes pilas de agua bendita circulares u octogonales que recordaban tiempos medievales cuando el sacramento del bautismo se administraba por inmersión como los orientales. Trento los suprimió y ordenor la ablución. Al deramar el agua bendita algún padrino gracioso algo piripi advertía:

─Padre, échele poco agua para que le guste el vino

Y a la hora del exorcismo cuando se colocaba un grano de sal en los labios del neófito:

─Póngale mucha sal para que no sea soso.

Luego a las puertas de la iglesias un tropel de chavales en  remolino junto al niño que ya no era morito se arremolinaba esperando que el padrino lanzase monedas al aire. Con una lluvia de perras chicas y de perras gordas y caramelos se cantaba el arrobo cagao:

─Arrobo cagao que a mí no me han dao. Si cojo al chiquillo lo tiro al tejao.

Sí, yo iba pedaleando por las calles de Segovia con una bici sin freno, acólito de novenas, triduos y catorcenas y trite verbenas de ultimo de septiembre cuando empezaba a hacer frio junto al almez de la plazoleta de Santa Eulalia frente al palacio vacio del marqués de Buitrago y la casa de putas de la Farela un poco más adelante. Se nos agasajaba con vino de consumir y soplillos y a veces en ritos de solemnidad pudieran caer una peseta baticú o dos reales. Ay monaguillo pillo que guardabas las perras en el bosillo y ser algún dia, empapado de latines y de ciencias que no valían para la vida práctica, como Shakespeare.

Pedaleando subiendo y bajando las cuestas para las cuestas arriba quiero mi mulo para las cuestas abajos yo me las subo, supe muchas cosas sobre la vida. Me empapé de las auras de la historia que me enseñaron a conocer de qué lado sopla el viento. Yo era un niño muy observador. algo sentimental, que lloraba emocionado en las sabatinas del mes de mayo Venid y vamos todos con flores a María. Creía en la bpndad del ser humano en la pureza, la castidad angélica, las eglogas de Virgilio y los dramas de Shakespeare. Pedaleaba mientras tanto. Fui un niño felicidad en aquellos años de la Dictadura que hoy describen como un tiempo de horrores. yo pedaleaba y pedaleaba empapado de la belleza del latín, la polifonía de Palestrina me hicieron niño de coro y esa hermosura que tiene el cristianismo la albergué en mi corazón pero las hormonas estaban evolucionando y me empezaron a gustar las chicas. A una vecina hija de la señora Marce la llevé un ramo de guirnaldas que recogí en el cerro Matabueyes a varios lm. de la ciudad pero la Mari mi primer amor no correspondió a mi solicitud y me tiró las flores a la cara:

- Recaditos al oído es de niños sin sentido, recaditos a la oreja es de niños sinvergüenzas. No quiero tus flores huelen a muerto. Tu vas para cura. Eres el monago del P. Valerio y no paras de cantar gorigoris. Metete tus flores por donde te quepan.

Vaya por Dios, pero tiré pa lante. Monté en la Orbea y no cesé de pedalear hasta la Granja de San Ildefonso, pasé por Quitapesares donde estaba el manicomio hecho un loco. Eran mis primeras calabazas

2025-09-29

UN BAUTIZO DE AQUELLOS TIEMPOS

 POR SEGOVIA EN BICICLETA SIN FRENOS

 

Aquellos veranos cuando yo era alumno de Retórica en el seminario conciliar serían un pronóstico de lo  que sería mi existencia. Iba por la ciudad en bicicleta sin frenos la Orbea que heredé del Poncioano. Bajaba por la `pista a toda velocidad emulo de Bahamontes el rey de la montaña y en el llano yo era Fausto Copi o Loroño lamiendo rueda. Un día casi mato a una vieja y otro día casi me mato yo y me despeño sobre los chimorretes del río Eresma a la entrada de la Fuencisla. La Virgen me echó una mano cuando sentí que iba al agua de cabeza desde una altura de diez metros. Iba a oficiar de acolito en su Novena. Ayudaba a misa los más de los días al cura Chiquito. Había que calzarle con un escriño pues no alcanzaba al altar de la iglesia de Santa Eulalia. Ocurría igual en los bautizos como monaguillo del capellán del cementerio ─llamabase don Valerio─ porque había estipendio y después convite al pie de aquellas enormes pilas de agua bendita circulares u octogonales que recordaban tiempos medievales cuando el sacramento del bautismo se administraba por inmersión como los orientales. Trento los suprimió y ordenor la ablución. Al deramar el agua bendita algún padrino gracioso algo piripi advertía:

─Padre, échele poco agua para que le guste el vino

Y a la hora del exorcismo cuando se colocaba un grano de sal en los labios del neófito:

─Póngale mucha sal para que no sea soso.

Luego a las puertas de la iglesias un tropel de chavales en  remolino junto al niño que ya no era morito se arremolinaba esperando que el padrino lanzase monedas al aire. Con una lluvia de perras chicas y de perras gordas y caramelos se cantaba el arrobo cagao:

Arrobo cagao que a mí no me han dao. Si cojo al chiquillo lo tiro al tejao.

Szí yo iba pedaleando por las calles de Segovia con una bici sin freno, acólito de novenas, triduos y catorcenas y trite verbenas de ultimo de septiembre cuando empezaba a hacer frío junto al almez de la plazoleta de Santa Eulalia frente al palacio vacio del marqués de Buitrago y la casa de putas de la Farela un poco más adelante. Se nos agasajaba con vino de consumir y soplillos y a veces en ritos de solemnidad pudieran caer una peseta baticú o dos reales. Ay monaguillo pillo que guardabas las perras en el bolsillo y ser algún día, empapado de latines y de ciencias que no valían para la vida práctica, como Shakespeare. 

de LITERATURNA GAZETTA UN SOLDADO QUE TRANSFORMA LA GUERRA EN POESÍA

 

"Sólo tengo ahora..."

Cómo las experiencias de batalla se transforman en prosa y poesía

"Sólo tengo ahora..."
00:00 a partir de las 14:12

La entrevista fue realizada por Arina Obukh,  escritora y artista. 

«Renunció a su reserva y se fue a la guerra»: parece una frase de una vieja película en blanco y negro. Pero no. Esto es hoy. Y habrá batalla, habrá poesía, prosa, una herida y luego otra batalla, una medalla «Por Valor» y más poesía y libros.

Este es Dmitry Filippov. Escritor de San Petersburgo. Poeta de primera línea. Zapador con el distintivo de llamada "Vozhak". Y en la vida civil, un hombre pacífico, un pescador audaz, un tipo sonriente, aunque su cargo en el mundo real suena serio: jefe del sector de política juvenil en la administración del distrito de Pushkin.

Creo que Dmitry Filippov escribió los mejores poemas sobre la actualidad. Uno de ellos se llama "Nieve":

Hoy está nevando, lo que significa que es día de descanso.

Y los drones kamikaze duermen en la caja.

Y eso significa que el enemigo seguirá vivo.

Tendrá tiempo para escribir una carta a casa.


Con una historia corta y triste

Sobre la nieve húmeda que cae del cielo.

Y llena los caminos y las trincheras.

Y el pobre escribe y escribe.


Sobre el terrible siglo XXI

Le envolvieron cinta azul alrededor del cuello.

Y mañana con el primer rayo de sol

Los pájaros se despertarán después de una noche nevada.


Y volarán hacia el oeste. Y luego

Encontrarán un refugio donde está el hombre con la carta.

Él les hace señas para que se acerquen a él con una cinta azul brillante.

Y lo más probable es que la persona muera.


La carta morirá en un chaleco de descarga desgastado.

Todo será así y no al revés.

Y aún así...Que la nieve caiga más tiempo.

Mullido, suave, misericordioso, ruso.


Dima, escribes tus poemas en plena guerra. Los leo y pienso: aquí todos estamos de fiesta, haciendo concursos, viendo a esas criaturas vestidas de diamantes de imitación en la televisión cantando y bailando, sin parar... ¿Qué te parece este contraste entre el combate y la vida civil?

Por un lado, estoy allí para que aquí en casa la gente esté bien alimentada, en paz y tranquila, para que no piensen en la guerra y puedan vivir sus vidas. Por otro lado, al volver de la guerra, se ve una calma que se asemeja mucho a la indiferencia. Parece que, para una parte de la sociedad, los trascendentales acontecimientos mundiales que tienen lugar hoy son solo ruido de fondo. Es una pena. La guerra puede afectar a todos, pero no quiero morir.

Supongamos que no hay guerra nuclear y que la vida continúa. ¿Qué les diría a quienes, como escribió Nabokov, se aburrirán de la historia de nuestras convulsiones?

Desafortunadamente, nadie aprende nada de las experiencias ajenas. Cada generación sigue el mismo camino. Aunque de verdad quieras vivir la vida de tu hijo por él, guiarlo por el buen camino y protegerlo de todo, seguirá su propio camino y cometerá sus propios errores.

– Kushner dice: «Un hombre muere, ¡y su experiencia no es la de nadie más!». ¿Cómo decidiste ir al frente?

Había un concierto cerca de la Fortaleza de Pedro y Pablo: cantaban buenas canciones patrióticas. Subí al escenario con una bandera rusa y me sorprendí pensando que todo esto terminaría algún día, que tendría nietos y que seguro me preguntarían: "Abuelo, ¿qué hacías durante la guerra?", y yo les respondería: "Estaba ondeando la bandera". En ese momento, tomé una decisión.

– ¿Tú y tu hermano fueron al frente sin decirse nada?

Sí, nos enteramos después, cuando ambos estábamos en nuestras unidades siendo reclutados: estábamos entrenando cerca de Luga, yo en un campo de entrenamiento, él en otro. Y allí, antes de ser enviados al frente, nos conocimos. Fue nuestro último encuentro; él estaba combatiendo cerca de Kremennaya, yo servía cerca de Donetsk, cerca de Avdiivka. Hablábamos por teléfono siempre que podíamos. Luego resultó gravemente herido y murió en casa. Pero todos sabíamos en qué nos estábamos metiendo.

Recientemente se publicó su libro de poesía, "Volveremos con vida". ¿Cómo le llegan los poemas? ¿Cómo se escribió "Nieve", por ejemplo?

Lo escribí durante un descanso, mientras nevaba. Los drones no vuelan con mal tiempo porque la visibilidad es nula: un copo de nieve golpea la cámara y ya está, no se ve nada. Y pensé: "Bueno, está nevando, y por lo tanto, alguien sobrevivirá hoy, tanto de nuestro lado como del suyo". Es decir, la naturaleza le está dando vida a alguien, o prolongándola al menos un día... alguien no morirá hoy. Ese es el sentimiento que dio origen al poema "Nieve". El asalto a Avdiivka, invierno, nieve, un día de descanso.

– Y tu libro de prosa se llama “Los coleccionistas del silencio”. Cuéntanos sobre ellos.

Les contaré sobre Zmey. Se llamaba Sergei. Resultó que él y yo servimos como zapadores durante la Segunda Guerra de Chechenia. Nos hicimos amigos por eso. Era increíblemente valiente; nada podía asustarlo. Era alegre, audaz e inteligente. Murió.

Generalmente, se considera que un zapador ha hecho un buen trabajo cuando reina el silencio a su alrededor. Mis compañeros y yo creamos este silencio mortal con nuestras propias manos. Y entonces Zmey encontró y desactivó su primera mina. Recuerdo que cuando nuestra compañía llegó en su primera misión, había nieve en el suelo y caminábamos de un lado a otro, sin saber aún que toda la zona estaba minada. Los detectores de metales pitaban, pero eso no significaba nada: el suelo mismo estaba muy metalizado. Imagínense cuántas minas había si hubiera desactivado solo veinticuatro. Cómo no nos volamos por los aires entonces... no lo entiendo. Un milagro. Dios debía de estar cuidándonos.

– Su novela ha ganado varios premios literarios, pero creo que sus poemas de guerra son más fuertes.

No me considero poeta, pero entiendo lo que dices: la poesía es una condensación de emociones, una alta concentración. La poesía y la prosa respiran de forma diferente.

Y requieren distancias diferentes. Es bien sabido que León Tolstoi escribió Guerra y Paz unos cincuenta y siete años después.

Sí, pero no participó. Sin embargo, sí participó en la Guerra de Crimea, en la defensa de Sebastopol. Y sus "Cuentos de Sebastopol" surgieron casi inmediatamente después de estos acontecimientos.

Relatos, no novelas. Y la segunda parte de su libro, "Los Coleccionistas del Silencio", consta de relatos escritos durante la SVO. Mientras que la primera parte, como usted mismo dice, fue escrita antes de la SVO. Para mí, el libro empezó con la segunda parte.

Sí, las dos partes tienen un ritmo muy diferente. Tenía la idea de crear una colección de relatos unidos por un único protagonista, pero luego me di cuenta de que todo lo que había escrito antes y durante la Segunda Guerra Mundial estaba conectado en una sola trama: resultó ser una novela de relatos, en gran parte autobiográfica.

– Y parece que tenías prisa por escribir este libro.

Es cierto. Pasado mañana volveré al frente. Y no sé qué será de mí. Solo tengo el ahora, así que escribo ahora.

Sé que tu próximo libro será sobre una amiga llamada Kalina. Sé que había un dron kamikaze volando hacia ti: Kalina te dejó ir y cargó con la culpa.

Su verdadero nombre era Volodya Kalinka. Me protegió con su cuerpo. Solo estoy vivo gracias a él. Este agosto, estuve en su tumba, Kalina y yo fumamos un cigarrillo, recordamos la compañía... Cómo los chicos y yo escapábamos del bombardeo y no podíamos tranquilizarnos durante un buen rato, y de repente todos estallaban en carcajadas... Le prometí a un amigo que sin duda escribiría sobre él.

– Sobre la risa en la guerra: He oído que los ucranianos recurren a la autoironía y escriben «ukrop» y «khokhol» en sus galones…

Sí, y en algunos de nuestros galones se puede leer 'Colorado', 'Moscovita', 'Rusnya'. Los escudos y yo tenemos personalidades muy similares. Por eso esta guerra es tan difícil. Ellos luchan hasta el final, y nosotros luchamos hasta el final. Carácter contra carácter. Pero no luchamos contra la nacionalidad. Esta es una batalla contra el fascismo.

Un amigo me dijo: «Bueno, supongamos que existía la 'Avenida de los Ángeles'. Supongamos que en Ucrania existen las avenidas Bandera y Shukhevych. Entonces, hubo desfiles con el saludo nazi. Y una vez hubo un genocidio de judíos allí. ¿Y qué? Y ahora hay muchas más víctimas, tanto rusas como ucranianas. ¿Por qué interferimos?». ¿Cómo responde a eso?

Si un hombre piensa así, me inclino a pensar que probablemente sea un cobarde. Tiene miedo de tomar las armas, de ir allí y verlo todo con sus propios ojos, porque su visión del mundo se derrumbará. La gente se aferra a las visiones del mundo con las que creció. Temen que se derrumben, temen aprender y ver la verdad, porque si lo hacen, tendrán que reconsiderar todas sus creencias. Les da miedo eso. Por eso hacen la vista gorda y no ven cómo quemaron a la gente en Odesa el 2 de mayo ni cómo bombardearon Donetsk. Así se sienten cómodos.

Recientemente apareció un video: Ucrania, un autobús del TCC y los gritos de una madre a quien le arrebataron a su hijo. Se aferra al autobús y este la arrastra. En medio de la carretera, la madre se desploma. La gente corre hacia ella, pero está muerta. Ni ella ni esta gente querían la guerra...

¿Y qué hicieron para evitarlo? Desde una perspectiva universal, probablemente siento lástima por todas las personas que ahora están atrapadas en el CCT, pero estas personas una vez decidieron: "No es asunto mío". Cuando se desataron los acontecimientos de 2014, algunos se lanzaron al Maidán, otros no, y algunos simplemente vivían pensando: "Así que han llegado los nazis y han empezado a bombardear el Donbás, ¿y qué? Está lejos, no me está pasando a mí". Y ahora la guerra les ha llegado.

Dima, esta es una pregunta constante que le hago a la gente que conozco: imagina que tuvieras la oportunidad de conocer a una persona de cualquier época. ¿Quién sería?

Esa es una pregunta difícil, crucial. Me gustaría conocer a Dostoievski. Al difunto Dostoievski. Tras su condena, después de haber escrito Crimen y castigo... Un escritor brillante. Uno lee y no entiende cómo lo hace. Parece que todos usamos las mismas palabras, pero ¿cómo las combina? ¡Con significados que te trastornan el alma!...

Una concha y una mina no perdonan las palabras

Dmitri Filippov


* * *

Todo lo que está escrito, está escrito sobre la guerra.

Estamos estancados en algún lugar en el fondo.

En este cálido y hermoso día de julio,

De lo cual todos se quedaron sordos.


Y el profesor asociado yace con una pierna rota,

Esperando a que me recojan. Sin quejarme, sin quejarme.

En principio es posible vivir sin rotaciones.

Está bien, está bien, no murieron.


Todo lo que está escrito, está escrito así.

La bandera rusa ondea sobre Selidovo.

Sobre Pokrovsk hay una bandera amarilla y azul,

Y el viento lo desgarra.


Este es el viento del Imperio que golpea tus ojos,

Esta es la Madre Patria, tierna como la turquesa,

Este asalto, después de haber orado, se va.

Un borde fino para volverse inmortal.


No esperábamos carreteras vacías y sencillas.

Si la guerra electrónica no ayuda, Dios lo hará.

Lo principal es que al menos alguien ayude.

Para todos los que se encuentran actualmente bajo la lupa.


Déjame respirar, déjame terminar de cantar una canción,

Para expiar la culpa, para susurrar la culpa...

Para soportar la guerra hasta el final,

La vida no es suficiente. Y la muerte no es suficiente.


Guerra

Ayer deshicimos esa fortificación,

Que bebió mucha sangre y se hizo más fuerte,

Habiendo tenido suficiente de muerte, rabia y dolor.

Pero no quiero escribir sobre la guerra,

Estar fuera de la comunicación de herramientas. También fuera

El silencio de los caídos en campo abierto.


Pero detrás de nosotros está el atormentado Donetsk,

Él es para mí como un hermano muerto, como un padre.

Él se queda de pie y fuma, a un paso de romper.

Mina alemana. Y sus ojos

Están tratando de decirme algo.

Llegada... Y la muerte vuelve a pasar.


La guerra es un mal tema para la poesía.

Una proyectil y una mina no perdonan las palabras,

Hablado lejos del paraíso.

Para reflejarlo en poesía

Y no mentir, y no distorsionar el mundo, -

Estoy caminando nuevamente por el camino del samurái.


Y a lo largo del camino hay cadáveres, miedo y suciedad.

Y esto no es patetismo, hay una conexión directa aquí.

Entre el alma, la oscuridad y el sentido del deber.

Y no quiero escribir sobre la guerra.

Todo esto está gritando dentro de mí ahora,

Permanece allí como un fragmento inamovible.


Pero una vez más la bala golpea el pino,

No volveré a dormir esta noche,

Buscando la rima en la trinchera.

Y la ciudad detrás de mí no duerme,

Espera el amanecer, fuma y permanece en silencio.

Y el bosque más allá de la llanura aluvial se torna tiernamente rosado.


Malómu

Hola, Anton. Estoy prácticamente vivo.

Una vez más, junio arde con incendios.

Hare, Tokha y Golden murieron.

Leo regresó a casa con una pierna...

No conocías a Lev. Era un camarada digno.

Tomamos este maldito Avdos

Y nos movemos directamente hacia el oeste.

¿Y la ciudad de las rosas? Bueno, ¿y la ciudad de las rosas?

Él no se dio cuenta de cómo te convertiste en él.

Y no tiene sentido buscar a alguien a quien culpar aquí.

No sé qué más decirte.

Los chicos llevan mucho tiempo silbando "cuco",

Todavía no quiero morir...

Tu madre te identificó en Rostov.

Y lo trajo a casa con la fuerza de su espíritu.


Estás tumbado en Kolpino. Hay un barranco allí.

El ingeniero y yo estábamos en la tumba.

Ninja y Hood están a tu lado.

Nuestra bandera rusa ondea sobre ti.

No fuimos a ver a Alina. Bueno, no pudimos...


Y el viento nos azotará en la cara,

A todos aquellos que alcanzan la Victoria.

Antokha, ¡después de todo, no existe la muerte!

Y no tengo suficientes palabras para decirlo todo,

Al fin y al cabo, dicen, para la cena se necesita una cuchara.


Y escribo poesía desde la oscuridad...

Pero tu hijo está creciendo.

Y hay tanta fe y belleza en esto,

De la justicia celestial imposible,

Esto es la vida. No hay otra.


GRANDES PROSISTAS RUSOS DE AHORA

 

"Las lilas están floreciendo cerca de nuestra casa..."

Historia

Aleksandr Burmistrov

Nací en 1957 en el pueblo de Sosnovka, distrito de Bekovski, región de Penza. Vivo en Engels desde 1962. Me gradué de la Escuela Superior de Ingeniería Marina de Leningrado Almirante S. O. Makarov (Departamento Ártico, especialidad en Oceanología) y del Instituto Literario A. M. Gorki (curso por correspondencia, taller de prosa de Vyacheslav Shugaev).

Trabajó como corresponsal independiente para los periódicos de Saratov "Tiempo Local", "Zarya Molodezhi" y "Saratovsky Listok". Fue el fundador del periódico "Pokrovsk". También fue redactor jefe del semanario engels "Novaya Gazeta - Engels". Fue uno de los fundadores de la comunidad de escritores y artistas de Engels-Saratov, el "Club de Genios de Pokrovsk". En 2008, asumió la dirección del anuario literario y artístico "La Otra Orilla".

Ha sido publicado en la revista Volga. Ganó los concursos literarios Yury Rytkheu, Norte: un país sin fronteras y La brevedad es la hermana del talento. También recibió el Premio Literario Mijaíl Alekseev (2022) por su novela histórica Camiones de sal.

Miembro de la Unión de Escritores de la Federación de Rusia desde 1997.

Vive en Engels.

* * *

¡Qué rápido se marchitan las lilas!

Las admiras desde lejos con una sonrisa, captando el aroma, acercándote, acercando tu rostro a las flores, inhalando profundamente. Y junto con el aroma llega una oleada de recuerdos, como si el tiempo te inundara como una agradable melodía: un ramo de lilas en un tarro de tres litros en el centro de la mesa, la sonrisa de mamá, papá mirando por la ventana... Pero algo siempre distrae, interrumpiendo la melodía. Y de repente, ya no hay flores: solo racimos marchitos. Y empiezas a esperar la próxima primavera... Y el verano arde, cada día nuevos eventos, nuevos regalos. ¡Todo el verano está por delante! Pero algo siempre distrae. Y el verano ya no existe...

La mediana edad —de los 25 a los 55— pasó volando. Treinta años, como un solo instante, como dar vueltas en un círculo vicioso. La turbulenta e incierta vida familiar adulta: hijos, trabajo, la dacha, reformas, dinero, líos, resentimientos… Y ni siquiera hay destellos de memoria particularmente vívidos, como si el paso del tiempo se hubiera condensado en una masa densa y familiar. Estos años volaron como el verano…

Ese día, supongo, no me distrajo nada. O quizás simplemente no me rendí... De repente, quise visitar... volver al lugar donde pasé mi infancia y juventud. Y no tuve que ir muy lejos: está a solo ocho paradas de mi casa actual, ¡podría ir andando! Pero por alguna razón, hacía tiempo que no venía; siempre había algo que lo impedía. Y ahora, quizás, había llegado el momento, o había una pausa en el tráfico. Y aproveché esa pausa. O podría haberme quedado simplemente tirado en el sofá frente al televisor, reprendiéndome mentalmente por perder el tiempo y, por supuesto, justificándolo de inmediato...

Mi ruta habitual de "casa-trabajo-casa" se vio interrumpida, y miré por la ventanilla del autobús con interés, como un turista de paso. Bajé en mi —antes mi— parada. Resulta muy interesante cuando regresas después de tantos años. Es como si hubieras entrado en una ciudad diferente, un monumento personal, donde todo sigue prácticamente igual, pero la vida es completamente distinta. Observas a los hombres y mujeres con los que te cruzas, pero ni una sola cara conocida. Estos lugares ahora están habitados por otros...

Cualquiera que venga aquí por primera vez probablemente sentirá melancolía. Es fácil perderse en este revoltijo de edificios idénticos de ladrillo de cinco pisos. Un día, mis dos abuelas, que nos visitaban desde el pueblo, decidieron pasear por las tiendas locales y les costó encontrar el camino de regreso a casa. Según me contaron después, deambularon un buen rato entre las casas, preguntando dónde vivían Anya y Vaska, su hijo Sasha, pero nadie lo sabía. De repente, una de las abuelas nos vio de lejos y reconoció las cortinas de nuestras ventanas... Para mí, todo había estado claro desde la infancia, y el lugar estaba lleno de puntos de referencia perfectamente fiables.

Para las abuelas, el nombre de nuestra calle, Mendeleev, sonaba extraño, con una palabrota en él. <…>

Aunque me sentía como un turista, era mi propio guía; no necesitaba señales... Qué extraño caminar por las mismas paredes. Qué agradable reconocer algunos detalles antiguos. Tiendas nuevas con letreros diferentes, quioscos, dependencias... y de repente un césped cuadrado, lleno de basura, completamente igual: con árboles raquíticos, con zonas sin césped. Sí, exactamente igual, solo que la valla de madera ha desaparecido; esas vallas bajas de madera han desaparecido por completo como elemento paisajístico. Esto significa que los limpiadores de tiendas todavía vierten agua sucia en este césped, por eso los árboles no echan raíces, y cada primavera plantan nuevos, o los viejos simplemente no se hacen fuertes. Habría sido un parque entero después de tantos años, pero aquí todo es como al principio de la vida... En el Mírgorod de Gógol había un charco permanente con un cerdo, y aquí, en el pueblo de Jímikov, este césped tan característico. Es extraño, pero me alegra... ¡Cuántas veces he pasado por aquí! Y por el pan, y por la leche, que me la traían en un camión cisterna, y hasta la parada del autobús para ir a la escuela de deportes, y cuando llegué de permiso de la universidad...

Ahora doblaré la esquina del edificio y se abrirá ante mí nuestro patio, rodeado por tres lados por edificios de apartamentos y por el cuarto por una enorme escuela, también de ladrillo rojo. Mi entrada estaba más cerca de la escuela, así que podía correr a casa fácilmente durante los descansos...

Lo primero que veo son las ventanas del segundo piso. Esas ventanas familiares, ahora desconocidas. Han dejado de emitir luz, como pozos de plomo. ¡Cuántas veces he soñado con ellas! Parece haber una luz en el apartamento: eso significa que mamá está en casa. A veces incluso veo su silueta. Pero por alguna razón no puedo subir a la puerta de nuestro apartamento; algo no me deja entrar. Es como si mamá y yo estuviéramos discutiendo, hay algo entre nosotras, una especie de distanciamiento. Como si no pudiera perdonarme por vender nuestra casa a desconocidos. Por firmar unos papeles, como si vendiera mi alma, por tomar el dinero... Sí, lo vendimos todo... traicionamos nuestros apartamentos aquí, queriendo mudarnos a una vivienda mejor, y ahora otros viven en nuestras casas en nuestro lugar... ¿Pero dónde están ellos, estos otros? ¿Dónde están los niños? ¿Dónde están las ancianas en las entradas? ¿De verdad se ha acabado la vida aquí? ¡Nadie! ¿Todos salen de aquí durante el día? ¿O han perdido la costumbre de salir al patio a hablar, discutir, quejarse de alguien, compartir algo? Sin embargo, no hay ni un solo banco cerca de las entradas. Los bancos han desaparecido, y con ellos la gente. Las ventanas se han vuelto plomizas. Y las paredes de las casas son lúgubres.

Pero de niña, ya veía nuestro pueblo en el futuro. Incluso vi nuestra casa, también completamente extraña, con ventanas emplomadas. Y no era un sueño en absoluto. Simplemente, en el pueblo de Klin, donde mi madre y yo visitábamos a su hermana, la tía Yulia, había exactamente la misma distribución de casas de ladrillo que en nuestro pueblo. También había una fábrica de Khimvolokno, igual que la nuestra, y el barrio se construyó siguiendo el mismo plan. Y la tía Yulia también trabajaba como hilandera, como mi madre. Recuerdo bien la inquietud que sentí allí, como si presentiera que algún día acabaría en mi pueblo natal, ahora ajeno.

Dicen que la gente recuerda mejor los olores. Un aroma particular, incluso de la infancia más profunda, puede desencadenar toda una cadena de recuerdos, capaz de revivir algo olvidado y perdido hace mucho tiempo. Aquí en nuestro barrio, solía haber un olor especial: el olor de Khimvolokno, o más específicamente, el olor a caprolactama. Probablemente era nocivo y contaminaba el aire, pero era el aroma de la infancia, la juventud y el primer amor. ¡Ojalá pudiera olerlo de nuevo! Pero la planta ya no está... Y entre la planta y el pueblo de Khimikov, donde antes había un cinturón forestal sanitario, ahora se alzan coloridos rascacielos. Ni en mis sueños más locos podría haber imaginado algo así; para mí, estos edificios son irreales. Aunque, algún día, también construirán coloridos rascacielos en nuestro pueblo, después de haber declarado todos los edificios antiguos como inseguros...

Mi mirada se posa en la escalera de hierro negro al fondo de mi casa, que sube hasta el tejado. ¡Imagínate, sigue ahí! Mi amigo Vova y yo solíamos subirla y estudiar para nuestros exámenes finales en el tejado. Éramos chicos intrépidos... Vova ahora vive en el pueblo vecino. Antes nos mimábamos mucho; yo lo visitaba en Uliánovsk, en la escuela de tanques; él me visitaba en Leningrado, en la escuela naval (incluso lo vestíamos con un uniforme naval y lo acompañábamos a nuestros bailes). Siempre lo recuerdo con cariño, y probablemente él también me recuerda. Pero ya no nos necesitábamos. Hace tiempo que tenemos nuestro propio entorno, nuestras propias preocupaciones. El encuentro habría sido cálido, pero... Me gustaría que fuera igual, pero ya no será así. Hemos cambiado para siempre, incluso en apariencia... Yo también sueño con sus ventanas. Veo una luz en ellas: eso significa que está en casa. Pero por alguna razón no entro. Paso junto a sus ventanas en sueños, con esperanza. ¿Y si se fija en mí? ¿Y si nos encontramos por casualidad en la entrada y nos envolvemos en la encantadora paz y armonía que todos anhelamos? Pero...

Yo tampoco voy a las reuniones de exalumnos. Solía ​​ir hace mucho tiempo, pero con cada año que pasaba, la escuela se volvía cada vez más extraña. No queda ni un solo profesor, y hace tiempo que no veo a mis compañeros, ni siquiera de vez en cuando.

Un amigo del norte me contó una vez cómo casi se volvió loco conduciendo solo hacia Andorra (un pequeño país montañoso en los Pirineos, entre Francia y España). Paisajes absolutamente deslumbrantes, una carretera pintoresca, colores increíbles... y estaba solo, sin nadie a quien expresar su alegría, nadie con quien compartirla. Resulta que esa soledad es muy difícil de soportar... Sé tanto sobre la vida en mi patio; ¡qué gente tan maravillosa vivió aquí, cuántos eventos sucedieron! Pero estoy solo en el centro del patio, y yo tampoco tengo con quién compartir, nadie con quien recrearlo todo en mi mente, nadie con quien ver un brillo recíproco en sus ojos o sentir alguna emoción oculta en común. Después de todo, a ninguno de los desconocidos le interesa esto: tienen sus propias casas y patios, sus propios recuerdos. Resulta que esto también es difícil de soportar solo. ¿Quizás por eso ninguno de los ex viene nunca aquí?

Allí, en esa entrada, los estudiantes de cuarto y quinto grado conteníamos la respiración mientras escuchábamos a Lizka, la vecina. De alguna manera, había logrado ver la película para adultos "Angélica y el Rey" y nos contó la trama con entusiasmo. Y justo allí, había postes de metal con travesaños y tendederos. Secar la ropa nos unía a todos de una manera especial, nos unía a todos y le daba a nuestra camaradería vecinal un significado especial.

El propio director de Khimvolokno, Vladimir Kuzmich Gusev, quien más tarde se convirtió en jefe de la región de Sarátov y, en sus últimos años, en senador, vivía en nuestro edificio. Vino a nuestra casa para el 30.º cumpleaños de mi madre —un simple hilandero— porque éramos vecinos, prácticamente familia.

Y justo donde estoy ahora, probablemente tuve uno de mis cumpleaños más felices y atípicos. Sí, justo aquí, junto al parterre circular, había un banco donde Grigory Pavlovich, el esposo de mi maestra, Svetlana Alekseyevna, y yo nos sentamos a charlar durante dos horas. No recuerdo de qué hablamos, ¡pero fue una delicia! Y de repente, Svetlana Alekseyevna nos gritó desde el balcón: "¿Cuánto tiempo van a estar aquí sentados?". Horneó pasteles y puso la mesa. Fuimos a buscar a otra maestra de nuestra escuela, Olga Petrovna... Sé que estos nombres no les dicen nada, pero para mí son alegres y agradables, quiero repetirlos una y otra vez... Los cuatro nos sentamos hasta la mañana, eufóricos, disfrutando de nuestra conversación... Ahora el balcón está vacío; Svetlana Alekseyevna vive fuera de la ciudad. A veces nos llamamos, y ni siquiera importa de qué hablamos: simplemente disfruto escuchando su voz, la voz de mi juventud. Como si nada hubiera cambiado en absoluto.

¿Pero por qué les cuento todo esto? Hace tiempo que me di cuenta de que los recuerdos o emociones personales no pueden conmover profundamente a nadie, que las almas nunca se unirán en un mismo sentimiento, especialmente sin un pasado compartido. Lo comprendí cuando le contaba a alguien con inspiración cómo una vez, en la taiga de Kamchatka, durante un entrenamiento de oficiales, casi me topé con una osa y sus dos cachorros. Me apreté contra el tronco de un árbol, me quedé paralizado y me sentí invisible, incorpóreo. Ni rastro de miedo, solo un entumecimiento extasiado. Nunca antes ni después había experimentado un estado así... Un cachorro giró el hocico hacia mí, pero su madre lo empujó con una pata en el trasero, empujándolo hacia la espesura, sin siquiera mirarme. Apenas pude contenerme de seguirlos... Y entonces, solo por la noche, me senté junto al fuego sobre un tronco, escuchando un programa en la radio transistor... "Al mediodía en el trabajo". Sí, era mediodía en Moscú a esa hora. Bajo las estrellas brillantes, Tamara Gverdtsiteli cantó "Lilas floreciendo cerca de nuestra casa" solo para mí. Felizmente quieta, miré hacia la noche, y entonces una fuerza me arrojó al suelo, el fuego se desintegró y una columna de chispas se elevó hacia el cielo... Fue un terremoto. Y no había nadie con quien compartir mi admiración... En fin, lo conté todo, reviviéndolo vívidamente, y como respuesta, recibí las típicas respuestas como: "Sí, qué bien".

Estoy de pie en el centro de mi patio, solo, en silencio. Completamente fuera de lugar en estas casas y sus habitantes actuales. Es un estado extraño, estar en el pasado, el presente y el futuro a la vez.

¿Por qué vine aquí? ¿Para arrepentirme? Probablemente... ¿O quizás para percibir el aroma de las últimas lilas? Hace tiempo que se marchitaron...

VENTANAL DE MI INFANCIA RETROSPECTIVO EN AQUELLA SEGOVIA QUE YA NO ES

  

 

 

LA VENTANA DE MI INFANCIA

Yo nací en una ciudad levítica, crecí a la sombra de la torre de una catedral gótica, me dieron en el rostro los sones de sus campanas, escuché salmos y cantos de ronda bajando hacia la Hontanilla, dejando atrás la judería vieja, pasando el arco del Socorro. Tiré varetas por las mismas trochas que recorrió Pablillos. Conocí las huellas o las marcas en el camino que dejaron las cáligas de los hoplitas de las legones romanas, las sandalias de los franciscanos y las zapatillas de los santos. Había una roca cerca de una fuente en mi barrio que tenía una cruz de hierro ya mohosa donde se sentaba Fray Juan cuando subía jadeante desde su convento al beaterio a confesar a las monjes y  donde dicen que Teresa de Jesús se sacudió el polvo de su calzado despidiéndose a la francesa para no volver más. La Fundadora era de armas tomar, Dicen que dijo: 

        -De Segovia, ni el polvo de zapatilla.

Las lenguas de las cotorras mal hablaban de que tenía un lio con su frailuco y medio pues era de corta estatura quiero decir san Juan de la Cruz. Que el refrán advierte que entre santa y santo pared de cal y canto. Claro que santa Teresa era abulense y los de Ávila y Segovia la ciudad rival nunca nos llevamos bien del todo que se diga. Cuando jugaba la Gimnastica con la Unión Deportiva salía la gente a palos en el Campo del Peñascal. Procedemos de una estirpe mística muy devota y a la vez socarrona y pagana aunque de cristianos viejos como el que más. Otros historiadores señalan, al contrario, que somos la mayor parte de raíz de ahí nuestra complicación mental pues de Segovia ni la burra la novia nos achacan los que nos quieren mal. Vaya usted a saber pues se asegura que todos los israelitas de Burgos cuando salieron mal con los de aquella otra ciudad castellana se vinieron a acoger bajo los arcos del acueducto. Se bautizaron en masa y se hicieron hidalgos y caballeros de vieja estampa más papistas que el papa y más españoles que el pupas.

He de decir a tal respecto que nuestro amor a la Virgen de la Fuencisla tan arraigada en nuestras vidas arranca de una pobre judía (nuestra querida virgen debiera ser la abogada contra la violencia de género) a la que su marido acusaba de andar tonteando con un capellán, el sanedrín quiso dilapidarla pero luego cambió de parecer. Hombre sería mucho mejor tirarla por un barranco que nunca faltan por ahí por tejadilla y ahí en eso en peñas escarpadas que marcan las orillas de lo que otrora fuera mar, una mar prehistórico. Y por ahí la defenestraron aquellos malditos. María del Salto se encomendó a Nuestra señora y Ésta la recogió en su manto como si fuese su regazo maternal se tratase. Ella estaba allí al pie de las peñas donde las aves alzan sus nidos y donde un pueblo de amor transido vibra en tu Honor. Me he puesto a escribir una novela que es la historia de mi vida y me sale una salve.

Total que nuestros antepasados se bautizaron en masa y las aguas del  Rasemir se convirtieron en un gran Jordán donde los del Pueblo elegido tornó sus ojos a Cristo. En cierta manera los segovianos nos sentimos un pueblo elegido. Elegidos para la palabra y para el dolor. Si la cruz es un privilegio a nosotros nos signaron con ella desde el principio hasta tal punto que sólo a nosotros se nos permite hablar mal de la ingratitud de los elegidos. De raíz conversa eran los coronel y los Dávila incluso el propio Torquemada prior del convento de Santo domingo presentaba un origen nada preclaro y converso era Pablillos y el gran historiador Colmenares otro que tal. Que nos nos vengan con alicantinas. Lo que pasó pues pasó. A qué ton eso de meter la reja en la Historia como si fuera la vertedera de un labrador honrado que labra sus campos por La Lastrilla. Judíos eran los asesores y los confesores de la Reina Católica y los pincernas de su hermano el infausto Enrique IV que a mí me parece que no era tan impotente como le arguyen aunque aquel rey todo hay que decirlo se aficionó a las costumbres moriscas y estaba rodeado por una corte de jenízaros andaluces. Todos los de la Guardia Mora. Judío converso era el sacristán de san Facundo el que entregó las hostias para que las arrojase a la caldera y la sagrada forma empezó a subir y subir por los tejados dando la vuelta giratoria a todo el poblado hasta  ir a parar a la celda de un novicio dominico del convento de Santo domingo que iba a recibir el Viático.. el fraile era también marrano como María del Salto como la mayor parte de los obispos, deanes y capellanes que ejercieron en Segovia y como judíos fueron los conquistadores que acompañaron a Colón. ¿Fue verdadera o fingida su conversión? Eso pertenece a los misterios archivados en los anales de nuestra historia. España es al fin y al cabo una locura. Pero una locura maravillosa.

En la mescolanza de los sonidos que bajan de arriba o suben por abajo escucho los ecos de mi niñez perdida: los cantos infantiles de la rueda y el corro, el son de los viejos romances. Veo subir la cuesta que lleva a la Puerta del Socorro a muchos peregrinos camino de Compostela con la calabaza y el bordón pardas hopalandas. Pardo era el color con los que se vestían los campesinos de la gleba y negro el de los caballeros los clérigos y los domines. Pardos eran los picos de las putas. De las famosas meretrices de Segovia. En mis primeros años conocí los últimos suspiros de Castilla la Vieja. Era un país absolutamente a la España de hoy. Pardos son mis ojos y pardo soy yo hijo de la luz y de la noche. Parda humildad semi franciscana. Don Pablos me estaba haciendo señas desde la otra ventana y traía un libro en la mano aquel protodiacono de los pícaros y me insinuaba tolle et lege. La primera foto que me hicieron en la alameda fue acompañado de un libro. Tenía un libro en la mano el pelo rubio y la barriga algo abultada.

 Pero no maldigamos a los tiempos creyendo el pasado fue mejor pues eso supone una blasfemia un querellarse contra los designios misteriosos del Criador. Yo me forjé una idea heroica del mundo. Caballeresca. Había que salir en pos de un ideal a la búsqueda de ínsulas baratarias a desfacer entuertos defender a los humillados y ofendidos y pelearme contra los gigantes que luego resultaron solo aspas de molino harinero. ¡Qué cosas! Acaso me sumí en un romanticismo trasnochado pero eso ya nada importa.

La sombre de aquella catedral acariciadora y benigna hizo de mí un exaltado de la cruz hasta llegar a la convicción de que sin cruz ni cristianismo no son posibles ni la el amor ni la belleza. Acaso en parte llevase razón pero la cruz no debería jamar imponerse por la espada ni a la fuerza. Bajo el arco oscuro y oliendo un poco a húmeda bodega del postigo aquel por donde pasaban los carros y los areneros de Espirdo y los panaderos de Encinillas que subían a vender su mercancía a la ciudad o los curas de teja breviario y balandrán arrebujado como un tapabocas sobre el pescuezo para no apañar frío en las tarde heladas habían cabalgado los guerreros de la edad media (Segovia enclavada sobre un castro que es todo un baluarte siempre conservó un aire militar, fraguamos país en la lucha contra el moro o peleando en nosotros mismos acabada la reconquista) pero tambien los picaros y los Perailes.

 Subían pobres de solemnidad y detrás mujerucas arrebujados en sus mantones. Peleamos contra el sarraceno pero acabamos adquiriendo muchas de sus costumbres en realidad. Todo en la vida es circulación. Ir y venir. Subir y bajar. El eterno metisaca del nacer y morir del engendrar del parir. Arillos concéntricos de la nada. Relojes de sol y clepsidras. El arco del socorro impertérrito entendía poco de cronómetros. Tempus fugit. Pero da igual. La estancia del hombre sobre la tierra no es más que un soplo.

Habían clavado una lápida en lo alto del pasadizo que decía al gran escritor humorista don Francisco de Quevedo autor del Buscón que era de Segovia natural. Efectivamente en una de las casas del cantón tuvo el verdugo municipal su residencia y al lado vivían los corchetes y alcauciles. El corregidor un poco más arriba. Creo que era el mismo edificio donde una comadrona que se llamaba doña anciana Dios la tenga en su regazo me sacó del vientre de la Juani que las pasó moradas pues la criatura que alumbró pesaba seis kilo doscientos gramos y esa criatura era yo.

Ahora bien tachar de escritor humorista a don Francisco de Quevedo el poeta más serio y profundo de la lengua castellana que sólo pasó al conocimiento del pueblo por sus chistes verdes o los relativos a la coprología (pedos, privadas, eructos y otras bellaquerías que entre dos piedras feroces salió un hombre dando voces adivina quien es pues píntale de verde) me parece un poco precipitado pero acaso responda a una venganza de la historia que ha sido contando y manejada por quien ha sido contada y don Francisco que acaso fuera de la misma estirpe de los manipuladores acusó a los judios y a los venecianos de ser los grandes conspiradores contra la corona de Castilla. Eso nunca se perdona. Claro está.

Aquel letrero contra el cual disparamos algunos cantan osen nuestra furia iconoclasta y llevados de la ignorante clastomanía de la juventud (hay que destruirlo todo, no dejar títere con cabeza) lanzamos algunas pedradas y todavía está ahí la señal. Mi cantazo hizo una esquilar en un ángulo pero aún se puede leer. La leyenda también le pareció a don –camilo José Cela cuando cruzó por allí un bruma de mal gusto indicio de la estulticia de nuestras fuerzas vivas.

Pablillos pudo ser uno de mis compañeros de juego aquellos niños con los pantalones con remiendo que no gastaban calzoncillos y un solo tirante de mi cuadrilla. Con los que jugaban conmigo al chito a la malla a guardias y ladrones al zorro pico zaina. Juntos entrabamos en las casas deshabitadas en los hospitales de sangre abandonados donde todavía quedaban vendas y jeringuillas y sondas sobre las camillas. De uno en uno nos daba miedo explorar aquellos recintos. Podría haber fantasmas. Y la leyenda clavada en la Puerta del socorro pienso al cabo de muchos años que selló mi destino. Sus letras gordos pesan aun sobre mi cabeza. Yo iba para santo. Quería ser cura y acabé en escribidor que es una profesión por decir algo y que guarda cierta relación con todo lo relacionado con la picaresca.

Naciera yo a la sombre de aquella catedral divina que se erguía sobre las casuchas de mala nota y las escalerillas donde estaban las puertas marcadas del barrio sefardita. Pienso si mis orígenes no me habrán predeterminado. ¿Habrán sido maldición o medición? ¿Trajeron suerte o fueron una desgracia semejantes premisas del que busca y se afana y doce al año que viene en Jerusalén, reza salmos, eleva sus ojos al cielo al dio y siempre vuelve sobre sus pasos. Ir y venir que llaman acarrear. Girar y girar. Y venga dar vueltas. Vano empeño eso de buscar la arcadia. El paraíso y el infierno yacen en el fondo de nosotros mismos. Son estos empeños frutos de la vanidad y de la locura humana. Cristo sin embargo nos sonríe. Está en las historia. Aunque nos elija solo para el dolor. No para el triunfo ni para la fama o la honra- esa sabiduría me la comunicó Pablillos- porque no somos otra cosa que carne de dolor. Eso no lo entienden ni las mujeres ni algunos paisanos míos. Todos ellos no leyeron jamás el Libro del Bendito Job. Por eso se despegan y no encontrán jamás consolación.

 De esta forma me apareé a mi yugo y me resigné a mi suerte. A veces me parece que he triunfado que soy un elegido que el Santo de los Santos ha escuchado las plegarias de este pobre miserable. Por todo eso y por mucho más muchas gracias, Señor.

En los terraplenes de los adarves de la muralla donde crecían hierbas ociosas, lampazos y parietarias, estaba el edificio. Le llamaban la Casa de la Troya. Acaso este título de una novela de Pérez Lijón definiera el continente y el continente y el contenido físico así como el carácter de sus moradores. Fue la casa del Gran Matarife. Algún escudo con los atributos heráldicos del Santo Oficio debieran de andar por allí cosa que espantaba a algunos transeúntes a los que entraba  el canguis y de repente se persignaban arreando el paso. Hubo habladuría de que oyeron ruidos de cadenas y clamores de almas en pena pero no era en nuestro edificio sino en la finca colindante donde nadie vivía. Sólo algún gato pero de noche todos los gatos son pardos y algunos de estos bichos pudieran resultar gatos inquisitoriales. Hay que andar siempre con la mosca en la oreja. ¿Fantasmas a mí? No gracias. Temo mucho más altos vivos que a los muertos pero no se puede ir contra corriente ni desbaratar las creencias del populacho. Del rey y la inquisición chitón. Asi que ojo al cristo que es de plata. Paso corto y vista larga.

Entonces desconocíamos lo que era eso. No había aparecido aun en nuestras carnes la llamada del sexo que todo lo desbarata; ni fumábamos ni bebíamos vinos aunque nos mofasemos con los borrachos muy frecuentes por aquellos contornos y en aquella porque en Segovia había más tascas y tabernas que iglesias y oratorios que ya es decir ni habíamos empezado a alternar ni a tomar café. Nuestros pulmones y nuestros bandullos estaban todo lo limpios que se puede estar a los cinco o seis años así como nuestros pensamientos y nuestras almas por más que nos diga que el ser humano viene al mundo con el sello del pecado y sienta una proterva inclinación a hacer daño y a mal pensar.

Tambien es verdad que estábamos en estado salvaje o acaso fuéramos el buen salvaje roussoniano limpio de polvo y paja. Triscábamos por la vereda, saltábamos de una peña a otra temerarios en nuestra osadía y despreciando el precipicio que mediaba entre ambas rocas. Jugábamos a la guerra en batallas de moros y cristianos como no podía ser menos en cualquier ciudad española. Organizábamos dreas con los chavales de San Andrés parroquia a la que pertenecían los que vivían en la puerta ulterior del Arco. Los de la citerior éramos de San Millán. Había verdaderas guerras campales a cantazo al final de las cuales alguna ventana quedaba con los cristales hechos zarzamillo y los dueños traían al delincuente de la oreja abriéndole a su padre el libro de reclamaciones por daños y perjuicios.

        -Son tres reales por el cristal que rompió tu chico.

Y el progenitor ya estaba esperándonos con el cinto. Aquella noche no había cena o mejor dicho cenábamos de la correa y de los vergajos. Pero Eros y Tantos no habían asomado aun la oreja y de la política únicamente hablaban los mayores y de sus conversaciones colegiamos la tristeza y desolación las vida truncadas y los muertos que trajo aparejados aquella contienda fratricida. Las mulas de las inquisición nos traían al fresco. Hacía muchos años que habían dejado de transitar aquellas sendas. El tizne del demonio sigue ensuciando todavía algunas almas negras. No comprendo ese afán de los españoles por cuestionar nuestra historia y entregarnos a disquisiciones que a ninguna parte buena conducen y sólo sirven para enfrentarnos los unos con los otros. Debe de ser porque aun llevamos la ley del ojo por ojo y el diente por diente marcada a fuego en nuestros entresijos displicentes. Buena gammas de elucubrar con ucronías y futurismos. Nosotros ajenos a todo eso jugábamos al trompo y a las canicas como si tal cosa.

Aspiraba a llegar a las estrellas siempre buscando el plano ideal el que marcara la aguja del pararrayos catedralicios allá arriba por encina de los ojos de la torre. Los días de fiesta yo veía sacristanes en camisa volear las campanas sudando oprimidos bajo el peso de los Badajoz pero había que anunciar el magno acontecimiento de la pascua. Abajo en la plaza los de las charangas lanzaban voladores y don Francisco de Quevedo los ojos cegatos los pies zopos pero la lengua suelta y acerada de un cofrada subía hacia el enlosado muy fatigado el hombre. Se acababa de entrevistar con el Domine en la casa donde no se come ni se bebe. He seguido los pasos de aquel cojo divino genial y tabernario yendo por el mundo un poco telumante de libros y de literatura pegando palos de ciego y de que me cerraran antisidas puertas.

        -A los profetas ya no os hacen caso.

        -Mientras no nos ahorcan seguiré apostrofando.

        -No eres más que la voz que clama en el desierto. Cabezazos contra un muro. Mira que eres testarudo.

Por la calle pasaban algunas monjas un panadero morisco y un cristalero que iba a componer una vidriera que había derribado uno de los pedriscos que suele haber en esta ciudad por las fiestas de San Pedro. Todos se los veía muy afanados las monjitas con los ojos bajos el morisco muy altanero y que no le quedaba en la boca ningún diente portaba a la cabeza una bandeja como una herrada. Por allí cerca estaba el obrador paredaño al convento de las claras. Don Francisco que iba ya harto de vino entró en un cuchitril socavado como una bodega en los mismos bajos del temple al lado de una ebanistería. La entrada de la bodega ostentaba en el dintel un laurel báquico y un letrero que ponía: “más vale aquí mojarse que enfrente ahogarse! Y justo enfrente acurrucado en el lecho del valle donde estaban los pegujares y los tablares lindamente labrados por los hortelanos moriscos con sus arriates y sus caballones adosados en perfecta simetría bajaba el Rio clamores bastante crecido de corriente salvo en agosto. También lo decían el rio Mierdero porque en él desaguaban las letrinas de la ciudad. Sumirse en él debiera de ser buena tortura. Don Francisco llevaba sobre  el chaleco una enorme cruz colorada. Era de la orden de Santiago y aun borracho aparecía siempre en compostura. El mosto nunca le hizo perder la condición de caballero. Me hubiera gustado a mi ser el escudero de aquel sublime beodo. Sus libros aun me siguen emborrando de sabiduría, de piedad y de risa.

Aspiraba a alcanzar las estrellas. Siempre buscando el plano ideal. Mi vida se enmarcaba en el rectángulo de aquel ventanal balcón que daba a la acera. Esta condición de niño humilde ha marcado mi camino. Anduve casi todas las sendas hice muchas descubiertas por muchas tierras pero sobre todo exploré todos los libros y caté los mejores vinos de la tierra. In vino veritas. Sangre de Cristo. Desde lo hondo del jarro el jocundo espiritu de Pablillos el mejor amigo que hubo en mi infancia me hacia momos. Y no eran burlas. Eran señas. Asi cogía fuerzas y cargaba con la gran luna del espejo para irla pasando a lo largo del camino.

Y las campanas tan… tan… tan. Los moros las aborrecían y es una de las muchas cosas que me fastidian de su religión aparte de que no permita beber de lo mejor que da la vida ni comer jalufo wl que no toquen campanas nunca en lo alto de los minaretes. La voz del almuédano nunca tendrá los timbres maravillosos y por eso he llegado a la conclusión de que el cristianismo es la religión verdadera. Sin campanas no puede haber dios y yo escuché muchas horas su dulce repicar. Invitan a la paz, la armonía, el civismo. Algún sacristán en aquellas tenidas en lo alto de la torre se asomaba a descansar y a echar un cigarro contemplando el magnifico panorama que brinda la ciudad. Debía de ser un hombrón pero desde abajo parecía muy pequeñito.

        -Baja un poco el acelerador. No te entusiasmes tanto.

        -La pasión siempre nos vuelve a los hombres ridículos. Ya   se muy bien lo que me quieres decir, zampabollos.

        -Piensa mal y acertarás.

        -Desde luego

Mi vida iba a ser no tardando mucho un descarrilamiento a la carta. Fracasos sentimentales. Problemas laborales trifulcas de todo tipo. Originales para publicar devueltos. Fui un vagabundo sin suerte. Una novia me dejó a la puerta de la iglesia otra me divorció. No sé qué mal hice. No tienes vista. Eres un poco patán. Fracasos sentimentales situaciones decepcionantes. Por los cafés hice el ridículo y hasta las putas se reían de mí en los prostíbulos. Sin embargo yo les decía aguardad que yo escriba. Dadme papel y tinta. La literatura me transformaba en una arcángel. Entonces, armado de la flamígera espada de la palabra, me convertía en una arcángel invencible, desalmenaba a mis enemigos, les dejaba sin argumentos y sin palabra en la boca. Había una fuerza en mí. Quizás fuera la potencia de la fe.

Descarrilamientos a la carta. Fui pegando bandazos pero estos fracasos son algo exterior hay que fijarse en lo que va dentro no en el accidente sino en la sustancia. Mi vida osciló a péndulo entre realidades consecutivas y suposiciones metafísicas. Fui don Quijote y Sancho a la vez. Pero ser español significa estar sujeto a esa condición de metamorfosis.                    

Aquella fue la ventanal de mi infancia un balcón que daba a la calle pues vivíamos en un piso bajo. Dicen que no eres de donde naces sino de donde paces y yo pací en muchas partes pero el haber visto la luz primera a la sombra de la catedral y haber abierto los ojos a los paisajes que cercan la urbe fue algo definitivo. Como un sacramento que imprime carácter.