2025-09-29

UN BAUTIZO DE AQUELLOS TIEMPOS

 POR SEGOVIA EN BICICLETA SIN FRENOS

 

Aquellos veranos cuando yo era alumno de Retórica en el seminario conciliar serían un pronóstico de lo  que sería mi existencia. Iba por la ciudad en bicicleta sin frenos la Orbea que heredé del Poncioano. Bajaba por la `pista a toda velocidad emulo de Bahamontes el rey de la montaña y en el llano yo era Fausto Copi o Loroño lamiendo rueda. Un día casi mato a una vieja y otro día casi me mato yo y me despeño sobre los chimorretes del río Eresma a la entrada de la Fuencisla. La Virgen me echó una mano cuando sentí que iba al agua de cabeza desde una altura de diez metros. Iba a oficiar de acolito en su Novena. Ayudaba a misa los más de los días al cura Chiquito. Había que calzarle con un escriño pues no alcanzaba al altar de la iglesia de Santa Eulalia. Ocurría igual en los bautizos como monaguillo del capellán del cementerio ─llamabase don Valerio─ porque había estipendio y después convite al pie de aquellas enormes pilas de agua bendita circulares u octogonales que recordaban tiempos medievales cuando el sacramento del bautismo se administraba por inmersión como los orientales. Trento los suprimió y ordenor la ablución. Al deramar el agua bendita algún padrino gracioso algo piripi advertía:

─Padre, échele poco agua para que le guste el vino

Y a la hora del exorcismo cuando se colocaba un grano de sal en los labios del neófito:

─Póngale mucha sal para que no sea soso.

Luego a las puertas de la iglesias un tropel de chavales en  remolino junto al niño que ya no era morito se arremolinaba esperando que el padrino lanzase monedas al aire. Con una lluvia de perras chicas y de perras gordas y caramelos se cantaba el arrobo cagao:

Arrobo cagao que a mí no me han dao. Si cojo al chiquillo lo tiro al tejao.

Szí yo iba pedaleando por las calles de Segovia con una bici sin freno, acólito de novenas, triduos y catorcenas y trite verbenas de ultimo de septiembre cuando empezaba a hacer frío junto al almez de la plazoleta de Santa Eulalia frente al palacio vacio del marqués de Buitrago y la casa de putas de la Farela un poco más adelante. Se nos agasajaba con vino de consumir y soplillos y a veces en ritos de solemnidad pudieran caer una peseta baticú o dos reales. Ay monaguillo pillo que guardabas las perras en el bolsillo y ser algún día, empapado de latines y de ciencias que no valían para la vida práctica, como Shakespeare. 

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