QUISE ROBAR LA LUNA
PERO ESTABA MUY ALTA Y NO ALCANCÉ
Luna llena de septiembre un verano más. Los pavorosos incendios en Orense y el Jerte, apagados pero aun renuentes, inspiraban la serenidad de la noche clara. Salí al estragal a tomar el fresco. Como hacía algo de biruji fui a por la manta del tresillo y se la coloqué sobre los hombros a mi señora compañera de berrinches porque la serpiente se oculta entre la maleza del destino, no la vemos aunque la intuimos. Y yo pensaba en la Suzi. Sus ojos dulces me miraban en inglés a través de la cordillera, ya más de medio siglo sin mirarse en aquel espejo que fue mi vida entera y lo perdí.
Anguis est in herba (la serpiente se oculta entre la hierba) pensé todo arrepentido pues aquel amor, yo lo traicioné, pero me divorcié y volví a desposarme con la literatura.
Palo y mala vida, vita est.
Quise robar la luna redonda perfecto círculo como una hogaza blanca colgada en la lejana panadería del firmamento.
Hacía frío, teníamos el alma congelada, aquella no era mi mujer sino una peregrina que conocí en el camino para aliviar la fatiga y la sed y todos esos avatares de la existencia, A su lado no fui feliz. Sólo hubo coces, voces y desatinos pero tomábamos el fresco de los desengaños como si tal cosa y acababamos de celebrar las bodas de oro, medio siglo de exilio, Hablabamos del amor como quien oye llover.
He aquí que a través del valle del Aulencia llegaba el sonido de las olas al romper. La mar bufando estaba aquella noche. Las ondas estallaban contra los cantiles de la playa y yo quise robar la luna. Soñé con metas inalcanzables.
¿Puedes subir? Traerme una escalera. No llegarás nunca alcanzarás la cúspide, el último piso ni te coronarás de laurel, pero mira que hermosa está la luna del plenilunio. Aires de septiembre.
Un verano más en tu vida y tú empeñado en empresas quijotescas, siempre anduviste metido en camisas de once varas, Antoñito. Quisiste romper una lanza por Olga la larga y acabaste molido entre las aspas del molino de viento de la prostitución. Te metiste a redentor de cautivas y estaban ellas tan agusto en el harén esperando la llamada del sultán para una nueva noche de amor. Eso se llamaba trabajar para el turco.
Escuchabas sus mayidos de gata en celo y sus apasionados suspiros las frases entrecortadas del deseo Fuck me, I want your cock. No pares ay que gustito oh my god, metemela otra vez.
¿Por qué aquellas barraganas en lo alto de su coyunda se acordaban de Dios cuando estaban jodiendo?
Una a una iban quedando preñadas las odaliscas rusas del gran harén de Estambul y tú Antoñito no eres un mercedario, llevas cerquillo y tu tonsura pero rescatar a estas mujeres, sacarlas del vicio y de la prostitución va más allá de tus fuerzas.
No tienes jurisdicción. No eres don Quijote. Y Olga la larga era un caso perdido.
Deja que la luna se pierda por el oeste
cuando amanezca y no le cuentes a nadie tus desventuras. Quisiste robar la luna
y llevártela a tu casa gozarla como aquel personaje del cuento de Gogol. Se te
pasó a la edad, estás para pocos trotes. Es verdad. Cerramos la puerta de
nuestra casa mi mujer y yo. Aquella noche dormimos como dos bebés. La luna
envió a un mensajero un angel a velar nuestros sueños de cincuenta años de desamor. La serpiente se escondía entre la yerba.
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