LAS MELODIAS DE JOAQUIN DIAZ ENSALZAN LA NAVIDAD Y EL AMOR A LA VIDA Y A LAS COSAS DE ESPAÑA
este blog defiende la
unidad de España y a su culturaNOCHEBUENA CON JOAQUIN DIAZ
MADRID se calentaba al son de los panderos y zambombos anafres y botellas de
anís que es el instrumento casero para hacer música cuando faltan guitarras y
sobra salero. Vengan panderos y sonajas… en Belén tocan a fuego del portal
salen las llamas porque dicen que ha nacido el redentor de las almas. Y aquel
cantar ferroviario que entonaba mi abuela Sobre tu cunita niño he visto arder
una farolica como la del tren que alumbran con gas de la medianoche a la
madrugá. El alma se recoge aterida de recuerdo abrumada por el sentimiento de
los que ya no están pero las voces siguen vivan continúan sonando en alguna
recamara del pensamiento. Tampoco se han borrado sus caras. La nochebuena se
viene y se va. Fiesta del sol invicto que empapa de misterio y de esperanza a los
que adoramos a Cristo aunque la verdad sin demasiada certinidad porque vivimos
en la burbuja de una nebulosa y el más allá no es una ecuación que se pueda
resolver con acribia matemática. Dejemos hablar el corazón a través de las
canciones y el Hidalgo de Urueña – todo un lujo de la cultura española como
Delibes, como Menéndez y Pidal como don Marcelino o el propio Américo Castro
pues hemos conocido gracias a su magia y a su gran labor de investigación cómo
sonaba España-. Él ha sido un referente de mis ya más que numerosas nochebuena
las de York, las de Londres o las que pasé en los Estados Unidos de América
donde estas fiestas no tienen el mismo sentido emotivo que en Europa allí todo
se vuelve comercial y el imperio impulsa esa corriente de consumismo por estos
lares aunque hay algo que no podrán quitar que es ese impulso intimo de los que
sentimos a España alma adentro cuando alguien se arranca con un villancico de
nuestra infancia. Los campanilleros en la madrugá. Dime niño de quien eres todo
vestido de blanco que a nosotros nos lo enseñó a cantar aquel precentor de la
catedral que se llamaba Celso Sangre. Recuerdo los ensayos en el aula corrida y
las misas de gallo de olor a incienso y de sobrepelliz blanco. El año 57 en que
ayudé a misa a don Eugenio el Ecónomo del Seminario en el convento de San Antonio
el Real. No estábamos más que el preste y el monago dos viejas y las monjas
tras la reja del coro pero no se las veía. El capellán moriría a la semana
siguiente de una angina de pecho. Fumaba mucho tabaco negro y se le veía
cansado. No levantó el cáliz con mucha fuerza. Sería su última navidad y otra
Crismas Evening en que cansado de leer a Dickens salí de mi chiscón y me
dediqué a callejear por un Londres vacío. Entré en una iglesia de South
Kensignton. Era una parroquia dedicada a san Eduino. De rito protestante pero
el cura se revistió con una casulla y manipulo y consagró en latín. Me había
metido en una high church. Dos viejecitas se sentaban en los primeros bancos y
un servidor en la penumbra de una de las columnas. Justo en el momento en que
el cura inglés pronunciaba la formula de la consagración penetró un rayo de sol
declinante atravesando los vitrales. Según me explicó el sacristán tal cosa
ocurría todos los años en el solsticio de invierno y en el solsticio de verano
aunque en junio el haz de luz era mucho más sorprendente. Salí de la iglesia
con el corazón esponjoso un tanto impresionado por esa belleza que guarda el
cristianismo en las naves de los templos silenciosos donde a veces se escuchan
pasos misteriosos. Miras alrededor y nadie parece caminar. Es esa belleza que
descubrió Chateubriand en sus libros. Vagué por el Embakment. Las aguas del
Támesis alborotadas pues subía la marea, lamían los pretiles y acariciaban los
bolardos de hierro de los norais. Oscureció pronto y regresé a mi cuchitril de
Roland Gardens a gozar de mi difunta soledad –Londres es una ciudad
insonorizada de tal forma que se puede gozar de la naturaleza en el centro de
la ciudad- enchufé el tocadiscos y la hermosa voz de diacona de Joaquín Díaz me
sacó del marasmo de las añoranzas y de aquella soledad de 1973 cerca de Marble
Arch. Este vallisoletano ha sido el ídolo de aquellos tíos que en el 68 parecía
que nos íbamos a comer el mundo. ¿Vuestro brío donde está? ¿Qué fue de tanto
galán? Es el último gran juglar que arrastrará en pos de él a una multitud de
generaciones venideras que lo colocarán en el lugar que se merece. Es un
intelectual representativo de aquellos que hicieron el Mayo francés. Pero
Joaquín no se lió a tirar piedras contra los grises ni a quemar las “lecheras”
que bajaban a toda mecha cerca del Sena por el 17 arrondisement aquella
primavera lluviosa. En vez de eso se dedicó a investigar y como fruto a su
labor rescató de las garras del olvido todo el cancionero sefardí, los romances
castellanos, las canciones que tararearon los españoles en la Reconquista,
cuando viajaban a América, cuando se metían frailes y luego en los salones o
luchando contra la francesada. Canciones carlistas y liberales. Nacionales y
republicanas. Abridme galanica… me casó mi madre… Gerineldo… el romance de la
loba parda… canciones de amor, de siega, de siembra, cuentos populares. Cierto
la tradición oral ha muerto pero Internet las nuevas tecnologías y la inmensa
tarea de campo de este musicólogo, escritor, intelectual, nacido en Zamora en
1946 de origen campurriano astur de pura cepa y que vive en un pueblo de
Valladolid como un morabito en una casona blasonada y que ha hecho de un pueblo
medio en ruinas y abandonado Urueña la antigua Oronia donde estuvo
castramentada la Legio VII una gran biblioteca y un museo donde los españoles
se podrán reconciliar con su pasado. Ya no se ven cruzar a los rebaños por la
cañada ni se escuchan el tintineo de las esquilas o el bronco llatar de los
mastines ni tampoco se sientan los viejos en la solana para narrar historias de
aquella loba alobadada que tenía los colmillos como punta de navaja pero los
DVDs y los libros y artículos publicados por este artista e investigador quien
debería estar en la Academia y para el cual reivindicamos el premio Príncipe de
Asturias desde ya evitarán que caiga todo ese gran acervo en el olvido. Joaquín
estudió en Pamplona y Valladolid Filosofía y Letras y se considera un
autodidacta. Aprendió a tocar el rabel y la zanfoña por su cuenta. Su primer
concierto lo dio en el 68. puso los campus boca abajo. Ni Víctor Manuel ni
Serrat ni Raimon ni Paco Ibáñez de ideologías libertarias tuvieron tanto
atractivo como él pero de pronto dejó de cantar en público y eso lo atribuye a
su timidez y a su carácter aparentemente retraído lo cual no es verdad porque
no hay un tío que sepa mejor contar chistes en toda la provincia de Valladolid
que él.
(continuará)
Publicado por la catuxia en 17:48
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