2025-12-21

 LAS MELODIAS DE JOAQUIN DIAZ ENSALZAN LA NAVIDAD Y EL AMOR A LA VIDA Y A LAS COSAS DE ESPAÑA

este blog defiende la unidad de España y a su culturaNOCHEBUENA CON JOAQUIN DIAZ




MADRID se calentaba al son de los panderos y zambombos anafres y botellas de anís que es el instrumento casero para hacer música cuando faltan guitarras y sobra salero. Vengan panderos y sonajas… en Belén tocan a fuego del portal salen las llamas porque dicen que ha nacido el redentor de las almas. Y aquel cantar ferroviario que entonaba mi abuela Sobre tu cunita niño he visto arder una farolica como la del tren que alumbran con gas de la medianoche a la madrugá. El alma se recoge aterida de recuerdo abrumada por el sentimiento de los que ya no están pero las voces siguen vivan continúan sonando en alguna recamara del pensamiento. Tampoco se han borrado sus caras. La nochebuena se viene y se va. Fiesta del sol invicto que empapa de misterio y de esperanza a los que adoramos a Cristo aunque la verdad sin demasiada certinidad porque vivimos en la burbuja de una nebulosa y el más allá no es una ecuación que se pueda resolver con acribia matemática. Dejemos hablar el corazón a través de las canciones y el Hidalgo de Urueña – todo un lujo de la cultura española como Delibes, como Menéndez y Pidal como don Marcelino o el propio Américo Castro pues hemos conocido gracias a su magia y a su gran labor de investigación cómo sonaba España-. Él ha sido un referente de mis ya más que numerosas nochebuena las de York, las de Londres o las que pasé en los Estados Unidos de América donde estas fiestas no tienen el mismo sentido emotivo que en Europa allí todo se vuelve comercial y el imperio impulsa esa corriente de consumismo por estos lares aunque hay algo que no podrán quitar que es ese impulso intimo de los que sentimos a España alma adentro cuando alguien se arranca con un villancico de nuestra infancia. Los campanilleros en la madrugá. Dime niño de quien eres todo vestido de blanco que a nosotros nos lo enseñó a cantar aquel precentor de la catedral que se llamaba Celso Sangre. Recuerdo los ensayos en el aula corrida y las misas de gallo de olor a incienso y de sobrepelliz blanco. El año 57 en que ayudé a misa a don Eugenio el Ecónomo del Seminario en el convento de San Antonio el Real. No estábamos más que el preste y el monago dos viejas y las monjas tras la reja del coro pero no se las veía. El capellán moriría a la semana siguiente de una angina de pecho. Fumaba mucho tabaco negro y se le veía cansado. No levantó el cáliz con mucha fuerza. Sería su última navidad y otra Crismas Evening en que cansado de leer a Dickens salí de mi chiscón y me dediqué a callejear por un Londres vacío. Entré en una iglesia de South Kensignton. Era una parroquia dedicada a san Eduino. De rito protestante pero el cura se revistió con una casulla y manipulo y consagró en latín. Me había metido en una high church. Dos viejecitas se sentaban en los primeros bancos y un servidor en la penumbra de una de las columnas. Justo en el momento en que el cura inglés pronunciaba la formula de la consagración penetró un rayo de sol declinante atravesando los vitrales. Según me explicó el sacristán tal cosa ocurría todos los años en el solsticio de invierno y en el solsticio de verano aunque en junio el haz de luz era mucho más sorprendente. Salí de la iglesia con el corazón esponjoso un tanto impresionado por esa belleza que guarda el cristianismo en las naves de los templos silenciosos donde a veces se escuchan pasos misteriosos. Miras alrededor y nadie parece caminar. Es esa belleza que descubrió Chateubriand en sus libros. Vagué por el Embakment. Las aguas del Támesis alborotadas pues subía la marea, lamían los pretiles y acariciaban los bolardos de hierro de los norais. Oscureció pronto y regresé a mi cuchitril de Roland Gardens a gozar de mi difunta soledad –Londres es una ciudad insonorizada de tal forma que se puede gozar de la naturaleza en el centro de la ciudad- enchufé el tocadiscos y la hermosa voz de diacona de Joaquín Díaz me sacó del marasmo de las añoranzas y de aquella soledad de 1973 cerca de Marble Arch. Este vallisoletano ha sido el ídolo de aquellos tíos que en el 68 parecía que nos íbamos a comer el mundo. ¿Vuestro brío donde está? ¿Qué fue de tanto galán? Es el último gran juglar que arrastrará en pos de él a una multitud de generaciones venideras que lo colocarán en el lugar que se merece. Es un intelectual representativo de aquellos que hicieron el Mayo francés. Pero Joaquín no se lió a tirar piedras contra los grises ni a quemar las “lecheras” que bajaban a toda mecha cerca del Sena por el 17 arrondisement aquella primavera lluviosa. En vez de eso se dedicó a investigar y como fruto a su labor rescató de las garras del olvido todo el cancionero sefardí, los romances castellanos, las canciones que tararearon los españoles en la Reconquista, cuando viajaban a América, cuando se metían frailes y luego en los salones o luchando contra la francesada. Canciones carlistas y liberales. Nacionales y republicanas. Abridme galanica… me casó mi madre… Gerineldo… el romance de la loba parda… canciones de amor, de siega, de siembra, cuentos populares. Cierto la tradición oral ha muerto pero Internet las nuevas tecnologías y la inmensa tarea de campo de este musicólogo, escritor, intelectual, nacido en Zamora en 1946 de origen campurriano astur de pura cepa y que vive en un pueblo de Valladolid como un morabito en una casona blasonada y que ha hecho de un pueblo medio en ruinas y abandonado Urueña la antigua Oronia donde estuvo castramentada la Legio VII una gran biblioteca y un museo donde los españoles se podrán reconciliar con su pasado. Ya no se ven cruzar a los rebaños por la cañada ni se escuchan el tintineo de las esquilas o el bronco llatar de los mastines ni tampoco se sientan los viejos en la solana para narrar historias de aquella loba alobadada que tenía los colmillos como punta de navaja pero los DVDs y los libros y artículos publicados por este artista e investigador quien debería estar en la Academia y para el cual reivindicamos el premio Príncipe de Asturias desde ya evitarán que caiga todo ese gran acervo en el olvido. Joaquín estudió en Pamplona y Valladolid Filosofía y Letras y se considera un autodidacta. Aprendió a tocar el rabel y la zanfoña por su cuenta. Su primer concierto lo dio en el 68. puso los campus boca abajo. Ni Víctor Manuel ni Serrat ni Raimon ni Paco Ibáñez de ideologías libertarias tuvieron tanto atractivo como él pero de pronto dejó de cantar en público y eso lo atribuye a su timidez y a su carácter aparentemente retraído lo cual no es verdad porque no hay un tío que sepa mejor contar chistes en toda la provincia de Valladolid que él.



(continuará)

Publicado por la catuxia en 17:48

No hay comentarios:

Publicar un comentario en la entrada

Enlaces a esta entrada

Crear un enlace

 

No hay comentarios: