



BAILANDO AL SANTO VIVA
SAN PEDRO BENDITO
Cierra junio mes de
amor inflamado por la llama del espíritu santo. Yo me fui a mi pueblo a bailar
al santo y allá estaba el pescador galileo con sus llaves en la mano que cierra
el tiempo y abre nuevos pagos. Estaban los trigos bien encañados en la pedriza.
Este año hubo un cosechón.
Daba gusto ver las
suertes viejas, los majuelos con las uvas pintonas que darán el vino de hogaño
pero vi las bodegas vacías medio derrengadas bajo la sombra de aquel almendro
donde nos sentamos después trillar las parvas en aquellas largas tardes de
verano.
El ingente raudal de la fuente venía ahíto de agua
fresca y pura.
¡Ay fuente de Fuentesoto cuantos recuerdos
cuantas vivencias cuantos botijos de agua!
Alguno rompí y la Patro que estaba de pechos
sobre el balcón la de la posada mirándome y se deshacía la muy canalla en
carcajadas al ver mi desolación.
─Te va a romper el
culo tu tía Paulina. Quia ella sabe bien que aquí a nada que pises tropiezas
con un guijarro. Así es la vida. Llena de avatares y peligros
─¿De dónde sale esta agua, abuelo? ─ me
pregunta mi nieta Carla a la que quiero tanto. Es un regalo de Dios,
─Pues mana de lo hondo
de la montaña. Sale fría en verano y caliente en invierno.
Luego le explico lo
poco que sé de geofísica y de aguas termales tan apreciadas por los romanos que
tenían acá varios destacamentos y castramentos.
Aquí hay diez pueblos
que reciben del nombre de castro y esas piedras que ves fueron labradas por los
canteros de Roma.
─Mucho sabes, yayo
─Algo sé de pasar mi
vida entre libros, especulando y enredando por el hilván de las palabras que
nos acercan a los dioses pasito a paso, pero vámonos hija a bailar al santo.
Bajada la cuesta de la
huerta del médico y del molino viejo que ya no maquila ahí estaba la procesión
y viejos y jóvenes de la aldea bailaban al santo; algún mozo disparaba cohetes
en medio del rebullicio de danzantes.
Los voladores se cernían en lo alto en el
ardiente sol de Castilla un mediodía de verano.
Habían pasado tantos
años casi tres cuartos de siglo.
No conocí entre los
del corro más que a Marcelino el de la tía Caya que meneaba la jota sin
demasiado garbo pero desde la torre del camposanto de la vieja iglesia en lo
alto creía ver a muchos muertos asomarse por la pared, estaban llorando, a
estos sí que les conocía mientras los dulzaineros calzón de limiste cincha roja
y camisa blanca bajo el chaleco negro atacaban la chifla impregnando la calle
de melodía:
─La tia
Melitona ya no amasa el pan porque le falta la levadura y la sal… y aunque me
des cinco duros no voy contigo al pinar porque tienes sabañones y me los puedes
pegar ─
Viejas coplillas de la
raza que resonaron a través de los siglos. Fuentesoto romano y románico, godo
judío mitad árabe y mitad cristiano tierra de frontera de hoz y dalle, los aperos
arrinconados en el desván, las colleras del macho cordobés, el cabezal y los
ramales, artolas y aguaderas, los cantaros inservibles ya a causa de la traída
el agua corriente. Al pasar por la calle real un ángel me acercó a la imagen de
mi abuelo Benjamin tratando de incorporarse en su lecho de muerte para ver
pasar el santo delante de su ventana por última vez.
Catorce días después
fallecería de cáncer de próstata a los setenta el 13 de julio de 1957.
Empezó a dolerme el
alma por la tristeza y la añoranza de los que se fueron mi abuelo mi padre y mi
madre, mi tía Paulina, mi primo Agustín y una hermanita que me precedió y murió
de seis meses.
Henar Llamábase, y
Ponciano, y tantos y tantos de mis allegados muertos.
Sí eran ellos viendo
pasar la procesión asomando la gaita desde las tapas del cementerio. Conclave
de espectros al otro lado de la eternidad.
Un cura congolés rezó
el responso y uno haciéndose el gracioso dijo: “Es más negro que los cojones de
un grillo”.
Bueno nosotros fuimos a ellos de misioneros y
ahora les toca a ellos misionarnos. La vida es así no hay curas, bueno
dejémoslo ahí que los de Fuentesoto son algo recontrajodidos. El señor cura no
baila porque tiene corona, baile señor cura baile que Dios todo lo perdona,
gritó entonces el presbítero que llevo dentro de mí.
Viva san Pedro bendito un año más
domingo, 29 de junio
de 2025