EL DOCTOR MARAÑÓN TRAPERO DEL
TIEMPO
“Las cosas no son como son ni
como las vivimos. Las cosas son como las recordamos”. El dictamen de Valle
Inclán me asalta en este día de febrero lluvioso asturiano. No conocí en
persona pero escuché la última conferencia por radio. Otoño de 1958 dos años
antes de su muerte. Lo amortajaron con hábito franciscano, cuando se declaró un
ateo de toda la vida.
Al gran liberal que no creía en
Franco pero que, gracias a él, pudo regresar a su cátedra de Medicina en la Complutense y ser rehabilitado.
Pasaba consulta todas las mañanas en el viejo caserón del Hospital Central Museo
de Arte Moderno actual.
Si las crujías los patios y las
salas de vivisección hablaran los muros de este edificio levantado por Carlos
III para la caridad nos contarían historias de mucho dolor humano. El doctor
Marañón era un clínico chapado a la antigua de la escuela de Andrés Laguna (su biógrafo
don Teofilo Hernando era buen amigo suyo) creyente en la homeopatía.
No hay que recetar demasiado pues
decía que no “hay enfermedades sino enfermos”. Marañón se confesaba como un
“trapero del tiempo” — no perdía un minuto de su vida, se dormía con un libro
en la mano y cuando viajaba fin de
semana a su cigarral toledano en el asiento de atrás de su Chevrolet que
conducía un chofer galoneado se leía una obra de teatro o redactaba apuntes
para su próximo ensayo— y yo recuerdo aquella voz algo ronca de antiguo fumador
empedernido que se había convertido en furibundo antitabaquista con un leve
deje de tartamudez hablando de su pasión por los libros.
“Si no me hubiese dedicado a la medicina yo habría sido un buen librero.
En los libros se encuentra lo mejor que la mente humana haya destilado”.
Ignoro si esta frase se la copió
al Caudillo a quien tanto detestaba este viejo liberal poco amigo de los
dictadores o fue el propio jefe del Estado quien la tomó dél. Franco también
contaba que, de no haber sido militar, le hubiese gustado ser librero de lance.
No sé si el Generalísimo hubiera sido capaz de quitarle el puesto a don Alfonso
Riudavets el rey de la Cuesta
Moyano …
Así que nada de banalidades. Time is Money, que dicen os
neoyorquinos. Seguramente, esta laboriosidad porque el gran galeno de la Beneficencia se multiplicaba
sin haber ganado del cielo el con de la bilocación porque atendía a su vocación
de escritor combinándola con la consulta clínica y ese pluriempleo es mucho
tomate porque la literatura a mi juicio demanda una dedicación exclusiva.
Tal circunstancia de “surmenage”
intelectivo determinó su temprana muerte. Moriría relativamente joven.
Leí “Ensayo biográfico sobre Enrique
IV de Castilla y su tiempo”. Lo devoré en tres noches. Quedé
maravillado de la sapiencia de don Gregorio que con ojo clínico realizó un
retrato psicológico del penúltimo de los Trastámara que pasó a la historia con
el remoquete de impotente. Pero nuestro facultativo descifra que su falta de
virilidad era solo a medias. El gatillazo lo pegaba solamente con la reina.
Funcionaba con las meretrices de Segovia “el
rey nuestro Señor había una grande verga e pagaba su débito como cualquier
hombre” como cualquier cardador o zurrador de lana del Azoguejo.
A más de eso, tuvo amores con una
abadesa de Toledo y con una azafata de su corte, una portuguesa, a la cuala por
celo su segunda esposa doña Juana despidió.
Marañón traza una semblanza un
tanto peyorativa y sectaria de Enrique IV: los pies planos tendiendo a la
soledad y a la melancolía, gustaba de la buena música y se hacía acompañar de
una guardia morisca y había en su corte un orfeón de música que al rabel
interpretaba canciones melancólicas. Tiempo adelante, descubrí que el retrato
de Marañón del infortunado monarca al que siempre persiguió la sombra de la Beltraneja fruto por los visto de
los amores de doña Juana con Beltrán de la Cueva se contamina de los prejuicio
contra don Enrique a cargo el judío Palencia su biógrafo y de parte de la
nobleza y del alto clero que conspiraba contra su persona a favor de su
hermanastra Isabel. En suma el doctor Marañón, un liberal de tomo y lomo, aborda
la historia con ojo clínico bajo aspectos freudianos “Amiel”, “Historia del Empecinado”
“Tiempo Viejo y Tiempo Nuevo” que hoy parecen discutibles. Su prosa, no
obstante, es exacta y elegantísima.
Defendió la Medicina privada y de pago. Los
practicantes se quedaron sin trabajo. José Antonio Girón y sus falangistas
fundaron la Seguridad Social
siguiendo las directrices sociales de una Falange entusiasmada con el lema
franquista de trabajo fijo, hogar, lumbre y asistencia médica gratuita para
todos. Marañón era un enemigo declarado de los falangistas a los que hoy acusan
de paternalismo social.
El año en curso 2017, vuelven a
flamear aquellas viejas banderas liberales contra la seguridad social.
Sufrirían los españoles desheredados aquellos que no pueden volar a Houston
para curarse un cáncer pongamos por caso.
Recuerdo que mi abuelo el año 56
tuvo que vender sus fincas para costearse la iguala del cirujano que le operó
de una próstata maligna.
Y en esas estamos a día de hoy.
Vuelven los liberales. Dios nos libre de los liberales que dijo el otro. He
aquí las luces y las sombras de un hombre de ciencia apasionado por la
literatura.
sábado, 11 de febrero de 2017