2016-03-04

cuaresma tiempo de penitencia


San Martín 1997

 

El día tal me abracé al círculo de la penitencia decidí mandar sobre mí. Y ejercer el control de mis pasiones dejé de ir al bar y tomé la decisión de comer para subsistir y no comer para vivir. Ocurrió un milagro. Se me apareció en el camino de Morañas Santa Fuerza de Voluntad. Muchos monteros la garza combate, malo será no la abatan. Pero era pobre. El salvohonor de mis pantalones delataba remiendos. Eran las perdigonadas del Baladrón un tipo que me perseguía cuando trabajaba en la Administración.

El morbo visigótico la envidia y la calumnia habitaron entre nosotros. Subí la cuesta de las Perdices y luego la del puerto de los Leones más trabajosa. Saqué mi bota y eché un par de tragos a la sombra de la torre del Viento, un venado y tres ciervas  y un me observaban entre los berruecos.

Descendía respirando el aroma de los pinos. ¿Dónde vas? A vender libros. Odietamo un personaje de Catulo se carcajeaba de un servidor cuando le expliqué mis razones de acudir a la plaza del Arrabal con mis cajones de letra impresa. Mis sueños de librero de lance dieron de través. No vendió nada aquel día el pobre bibliognosta ni los martes subsiguientes.

Tome varias fotográficas del señorial escudo de los Verdugo, uno de los siete linajes castellanos que dieron fama a la villa, puertas con herraje y de firme clavazón y un ventanario arruinado. Asomada a aquel ajimez lloraba una princesa. Cantaba mi dueña en ese momento un madrigal cuya letra no recuerdo del todo bien.

“A quien ventura olvida sóbrale la vida” pero yo pensaba para mis adentros que tal cosa ventura te dé dios hijo que no por mucho madrugar amanece más aína. Y aquí en España donde no hay harina todo es mohína. Creo que el Coletas vocinglero debiera conocer este refrán pero ayer eran un pitorreo los parlamentos con sus catilinarias niños amamantados y besos en la boca. Histriones.

De ellos huyo y por eso tomé las de Villadiego, quiero decir las rectas de Arévalo. Hable con un cura que después de misar en Santo Domingo se vino conmigo al barrio húmedo. Los dos acabamos borrachos como cubas pero un día es un día, que leche. ¿Qué fue de mis buenos propósitos al amanecer de aquel día del Glorioso san Martín? Pues lo que dijo el ama de Guadalajara de los que dije anoche no hay nada en la madrugada.

Llegamos a  comer y llamó al ama una tía gorda vestida, de buen ver como la Ester, la tertuliera, esa de Toledo, de hábito que lucía en el colodrillo albanega de lana.

El cura no hacía otra cosa que darle pellizcos en el culo a su ama de llaves pero el cabritillo estaba superior y el vino pasaba con alegría. La felicidad dicen que viene de darle unos cuantos tientos al jarro y bugger expenses, que se jodan los de Podemos. Cuando me fui ya el señor arcipreste estaba preparado para consumar el ágape rindiendo culto a Venus.

Un tanto corrido y avergonzado salí de la rectoral dejando atrás los jipios jaculatorias y exclamaciones inconexos de parte de la boca de las mujeres en la coyunda.

Supe después que aquel párroco debieran abandonarlo aquí para simiente. Garañones así que no se mueran nunca.

Había dejado preñadas a cincuenta mujeres de la contornada. Maravílleme un punto pero me dije que un librero de lance no debe asustarse de nada ni tampoco meterse donde no lo llaman. Estas cosas pasan en las buenas familias.

La vihuela de un rabelero que estaba en el centro de la plaza del Arrabal ensartaba dulces melodías y canciones antiguas del ayer.

Ante tales cosas experimenté un ataque de tialismo. Ay que me meo. Debe de ser la próstata. Manaba saliva de mi boca y yo no hacía otra cosa que escupir. Yo tenía la culpa de aquel auto exilio interior por haberme enfrascado en homéricas peleas a favor de las causas perdidas, algo muy español. ¿Constitución?

No prostitución. Siempre venía bien porque te dejaba el cuerpo como un reloj pagar una visita a mis deudas rumanas de san Vicente del Palacio. Adopté a una sobrina de Timiseora a la que felicitaba las pascuas en su idioma “Xapum perisit” (feliz Navidad.) Empero,  la víbora de Asnieres no me mordió, vivía en el poblado de Hammersmith en el número 152 de Kings street. Visité la tumba de aquel poeta hispanocubano en el cementerio de Kensal Green.

También era un bala rasa luchador de las causas perdidas. Se enzarzó a puñetazos con “Clarín” pero esa es historio. Bonafoux en la colección de malditos estaba en la baraja de mis autores preferidos. Sostuvieron una ardiente polémica literaria que eran los espasmos del arco y la cuerda… Y al juez Álvarez del llano que le den por el ano.

No se andaban ni uno ni otro con chiquitas ni se dedicaban a las zalemas que acabamos de ver en el palacio de congresos con esos besos en la boca y esos amamantamientos al niño muerto. Tal vez no nos merezcamos otra cosa, aunque ayer estaba doña Ester la gorda, la de Toledo “tertuliano” como de costumbre al lado de Benavides que es el león que monta guardia en el estilóbato del congreso y al que llaman Malos Pelos”. No me despeluchéis a ese tartaja del canal 24 a ver si lo mandáis a una clase de locución. Caquexia mental injurias pasquines a cada hora un sobresalto esa es la vida en este país, donde los padres de la patria que por poner el culo en el escaño y pisar moqueta cobran sus buenos sueldos maldicen de España y del país que los abatanó. Fue un crimen acabar con la vida de José Rizal el prócer filipino pero al general Polla Vieja el insurgente se le metió entre ceja y ceja.

Dichas estas razones y después de contemplar el castillo donde pasó su niñez la reina madre, regresé nostálgico a Madrid. Convertido en todo un prometeo un autentico librero de lance. Difícil empeño vender libros a los muchos analfabetos del país. Sufren y añoran los mejores tiempo franquistas. Pues que se jodan. Suya es la culpa. Al librero de lance le parecía un sacrilegio que aquellas buenas gentes desconocieran e incluso hubieran renegado de su heroica historia.

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