LA SEMANA SANTA EN
LA SEGOVIA DE MI INFANCIA
La Semana Santa en
Segovia cuando yo era niño era un tiempo impresionante, que quedó grabado en mi
memoria, sobre todo el canto de la Pasión en la catedral. Pero de aquello creo
que no queda nada. Todo es turismo, postureo, fotos del selfi, imágenes de escayola.
Estamos instalados en la cómoda renuncia a nuestro pasado a instancias de la
modernidad. La religión cristiana exige dar testimonio, vivirla por dentro. Hoy
mi ciudad creo que ha vuelto las espaldas a Cristo. Votan a Podemos, se han
vuelto agnósticos o declarados ateos, no dan testimonio e incluso han abrazado
el judaísmo y el Islam, según la tradición tornadiza de nuestros ancestros.
Claro que corren tiempos de apostasía y estos cultos semanasanteros de hoy no
significan más que una charanga. Mucho tambor, mucho cornetín de órdenes, mucho
clarín y capuchones con sotana y el viento se lleva las pobres plegarias del
pueblo poco adoctrinado y dejado de la mano de Dios por sus sacerdotes que sólo
ansían el poder y la gloria. Segovia es una ciudad tornadiza de sacristanes que
venden al Señor por cuatro monedas y lo entregan a los profanadores de cosas
más santas. Una pena ya digo ante la ingratitud de mis paisanos se me llena de
tristeza el alma. Creo que la culpa en parte la tienen los curas, los negacioncitas
de nuestra historia que empezaron a relucir desde las disposiciones
posconciliares. El lobo está al cuidado
de las pobres ovejas del aprisco. Mi alma sangra
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