2025-12-08

 

acrotera la bola del mundo


La acrotera, impresionante paramento, tiene una disposición triangular en función de la cruz de la espadaña - estilo herreriano neto y granito escurialense- que señala el cielo de la recoleta Plaza del Seminario que desemboca a través de un callejón frío y batido por todos los vientos en la de los Espejos. Más allá la de San Martín que tiene delante del ábside un impresionante rincón medieval. Segovia ciudad mística y guerrera. Al fondo de la exedra se alza la estatua del comunero dando sombra al escaparate de la tienda de Blas Carpintero, el alfayate que me cosió la primer sotana. Me retrotraigo a las tardes solaneras del otoño: becas rojas y esclavinas al viento y un chusco bajo la hopalanda que teníamos hambre y, cuando nos daban ganas de comer, le pedíamos pan en los paseos a uno que llamaban Penjamo un cacho. El pan aunque algo revenido, estaba bueno pues al hambre no hay pan negro. Y en lo alto la cabeza se levantaba el bonete terceronado o juniorado según el curso académico del alumno. Este gorro en determinadas testas era bisunto. ¿Y tú qué me das, Nicolás? Te echarán del seminario y te darán la carta de despido en el trabajo pues no eres archivero. En este país de carnets lo que importa es tener un título. Es clasista como la madre que lo parió. Se iba a estudiar para ser no para saber y mi equivocación máxima que yo me comía los libros con este segundo propósito teniendo en cuenta de que la letra, si no entra con sangre, al mismo tiempo sirve de purificación. Aprendíamos música coral y canciones viejas al compás de compasillo. No sé si éramos felices pero nos enseñaban el concepto de la disciplina desde un primer momento. El bonete se alzaba a compás manos arriba cuando nos cruzábamos con un sacerdote. Los canónigos que acompañaban al deán don Fernando Revuelta o el cura de Santa Eulalia que deambulaba solo y era algo zampo quiero decir que andaba con los pies para adentro.

Aparca aquí.

No me da la gana.

Buena la hiciste alma triste. Llenaste el tanque de diesel con gasolina y el auto se te quedó en medio de la autopista.

El cura de Santa Eulalia se llamaba don Benito y caminaba escoltado por su madre, una tía y el ama que era una moza de buenas partes a la cual lis coadjutores miraban de reojo y más de un cura la haría un favor. Por soñar que no quede

¿De pensamiento también se peca? Pues sí, parece que sí.

El ama de llaves del cura de Santa Eulalia se llamaba Cirila y unos carnavales la cantaron la párrala bajo el alfeizar de su ventana el día de su cumpleaños.

Sin embargo, pelillos a la mar. Recordemos que la iglesia siempre fue tolerante con todas estas flaquezas de la condición humana.

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