EL ADVIENTO
Son las jornadas más hermosas del año. Se alargan las noches atardece temprano. Por Santa Lucía (12.dic) las noches mayores que los días y hoy 8 de diciembre es la Inmaculada Concepción un dogma que debe la cristiandad a los españoles y que los bizantinos por más que veneren a Nuestra Señora con fervor lo desconsideran pues ya danzaban los niños de coro en la catedral de Sevilla mediado el siglo XVI y batían palmas diciendo:
Todo el mundo en general
a voces Reina escogida
dicen que fuiste concebida
sin pecado original.
Hoy, por tanto, es la fiesta de la Simpecado. ¡Madre mía, cuántos recuerdos se me acumulan en la memoria!
Es la fiesta también de la infantería española que era la mejor del mundo hasta que llegaron los rusos.
Y en mi adolescencia, según el dictamen de los currículos medievales, terminaba el trimestre de San Miguel (Michaelmass) que se saldaba con la fiesta del obispillo por San Nicolás. Por un día mandaban los de abajo a los de arriba.
Al rector del seminario lo poníamos a barrer la sala y los prefectos eran nuestros fámulos o familiares del obispillo y tenían que hacer lo que a los pipis les diese la gana.
Adviento tiempo de esperanza y de luz. Exaltación de la pureza y la castidad. Unas ideas que no se han perdido.
Yacen estas virtudes guardadas en el cajón de los recuerdos y me asombro ante los cambios que ha pegado el mundo a este respecto. La gula, la ira y la lujuria se abalanza sobre nosotros.
Yo sigo creyendo en la pureza y en la castidad incluso en aquellas mujeres que son obligadas por el gran Proxeneta infernal de las llamadas denominadas redes sociales a ejercer la prostitución visual y vi llorar a Kira, una matrona rusa, mujer madura, llorar porque el alcahuete la obligaba (contra su voluntad) a desnudarse coram populo y a mostrar sus partes intimas y mi llanto (pliachi) se confundió con el suyo.
¿Qué está pasando? ¿Nos acercamos a los tiempos de Sodoma y Gomorra o siempre fue así en esta pobre humanidad entregada a los placeres venéreos causantes de tristeza e incomunicación general? No creer en la virginidad nos está llevando a tomar a la mujer como una mercancía, materia fungible de usar y tirar.
Yo clamo al cielo alzando mi voz con aquella estrofa con que acababa el oficio litúrgico de hoy en la catedral de Segovia:
In Conceptione tua Inmaculata duisti. Ora pro nobis ad Deum quem peperisti.
Viva nuestra gloriosa infantería. Arriba los Tercios Viejos
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