JOSÉ EL HÉROE PIXUETO Escritor Muy avezado su potencia narrativa se despliega no sólo en el aspecto corografico (paisaje) sino en el psicológico (el paisanaje) A través de su aspecto exterior atisba lo interior como es el caso del maestro don Claudio que alterna sus tareas de maestro de primeras letras con las de humilde dependiente de una aparcería (esas tiendas de Cudillero donde se vendía de todo desde un mandil hasta una fesoria). Don Claudio en la tienda era un santo varón, apacible, pero en la escuela repartía a sus alumnos estopa cantidad pues era partidario del axioma latino de que la letra con sangre entra. Su carácter apocadillo chocaba con el de su mujer la “señá” Isabel, mujer de gobierno y con mando en plaza. En el colmado había rebotica y tertulia por las tardes. Uno de los asiduos, el juez de Rodillero, un capitán de infantería retirado “taciturno, caviloso, muy susceptible y con un solo defecto; era testarudo”. Otro contertuliano era el hidalgo de la casona solariega de la ribera don Fernando de Meirás. La casa y su propietario estaban en la ruina. Mandaba en su pobreza el anciano caballero. Pasaba frío y hambre. Los inviernos en la costa asturiana son suaves pero húmedos. En un capítulo de la novela hay un pasaje estremecedor: don Fernando descuelga el blasón familiar de la antojana de su derruido palacio, embarca en su lancha y a una milla mar adentro arroja el escudo a la mar con una frase propia de un grande de España: “Lo hemos perdido todo menos el honor y esta piedra fue la divisa de la alcurnia de nuestra casa”. José ama a Elisa la hija de la tendera. Conciertan los esponsales pero la boda no podrá efectuarse hasta que acabe la costera del bonito. Los barcos faenaban de junio a septiembre. En busca de los excelentes caladeros de la zona solían venir pescaderos vascongados que se entendían con los naturales sin ningún desabrimiento. Es más: muchos de ellos solían casarse con las mozas del concejo. Apellidos como Iturripe, Arriola, Garay, Aranguren son muy frecuentes en esta parte del centro astur. “Los vizcaínos —observa el escritor— son más sobrios que los asturianos; rara vez se embriagan, por lo cual los locales les embroman y se ríen de su moderación”. Y vasco era el padre de José al que nunca llegó a conocer. Su madre, Teresa, lo tuvo poco después de quedar viuda de Ramón de la Puente y no lo crió. El futuro pescador fue amamantado por un ama seca de Brañilín. Fue un niño maltratado, tuvo una penosa infancia. Los que hemos padecido las angustias de una madre tiránica sabemos lo mucho que se sufre y las secuelas que quedan en el alma de ese desamor. José contra viento y marea aguantó los vejámenes de la madre seducida y abandonada que quería vengarse en él del despecho sufrido en la relación amorosa con el forastero. Se amoldó el mozo a las circunstancias y pronto sería un lobo de mar dispuesto a pechar con las galernas de la vida. A los doce años se embarcó de grumete. Anduvo algún tiempo a la altura pero añorando la mar de su pueblo y los riscos de Santa Ana,— el asomadero o atalaya montesina para ver venir la flota, balcón de muchas galernas Santa Anina de Montarés enjugó muchas lagrimas allí subían descalzos muchos marinos que salvaron de naufragio el 26 de julio el día de su fiesta— regresó al cabotaje y en obra de dos años tuvo barco propio. En un pueblo marinero poseer una lancha era un signo de prestigio social. El protagonista José representa a la virtud que se enfrenta a los contratiempos del destino, al desamor de su madre y a la incomprensión de sus dos hermanastras. Pero tiene a Elisa y esa moza lo era todo para él en la vida. Elisa y su barca. Don Armando habla del calor asfixiante en el bocho de Rodillero en julio y agosto. No sopla la brisa en el barranco y el aire puede cortarse con una navaja. Elisa trepa al monte de Santa Ana (la ermita de san Esteban tan blanca y bien dibujada desde donde se ve la llegada de los mareantes boniteros. En uno de ellos iba su prometido. A todo esto el mal se hace presente en otro personaje bien descrito Rufo el hijo del sacristán. Le habían dicho que preguntase al Cristo de la Bajada — su capilla un cristo románico con faldellín y gesto exangüe sigue siendo venerado a día de hoy— si Elisa quería casarse con él y el pobre Rufo se pasaba horas enteras de rodillas con los brazos en cruz delante de la imagen esperando una respuesta. La madre de la protagonista, muñidora de maldades, traza una estratagema diabólica contra José. Pueblo chico infierno grande. Desaparece la paz idílica con su bonanza, el cielo, se encapota y asoman sobre el horizonte los negros nubarrones de pasiones y malos quereres. A mediados de septiembre cuando sacan a la Virgen de los Dolores en procesión un temporal partió algunas lanchas amarradas a puerto, entre ellas la de José, y se culpó a los vizcaínos, que por no pagar pensión dormían en el barco, de aquel estropicio. Irrumpen con ello las fuerzas oscuras. La buena armonía trocase en desavenencia. Es el “pathos”, el nudo gordiano de toda buena novela. El protagonista se enfrenta al odio de su madre y de sus dos hermanastras que no quieren que se case con Elisa. La “vaga de mar” (mal tiempo) irrumpe con las mareas de San Agustín. Sopla el nordeste que en Asturias es tan pernicioso como el terral en otras regiones. La señá Isabel en comandita con el sacristán habían sido los causantes del desamarre de la lancha de José pero se culpa a los vascos. Sin su pequeña embarcación José no podrá salir a pescar ni casarse con su amada a falta de un medio de vida. Un día marcha a Gijón (Sarrió) a comprar raba (carnaza de cebo) y sobreviene un temporal. La barca de Tomás zozobra, pero las otras lanchas orzan a bolina, navegando a trinquete de proa para evitar que el viento las desarbolara, consiguen salvarse. Todo el pueblo observa la maniobra desde lo alto del monte de Santana. Las naves se refugiaron en la Concha de Peñascosa (Artedo) consiguiendo enfilar puerto por la bocana de San Pedro. El “plot” argumental entra en los derroteros melodramáticos de un drama rural muy popular a principios del pasado. Siglo del folletín por entregas sin caer en el tremendismo o la cursilería. En Palacio Valdés los especialistas del arte literario encuentran reminiscencias homéricas. Juan de Cabaña Quinta el de la “Aldea Perdida” nos recuerda a Aquiles, hay en Elisa o en “Maximina” rasgos de Elena de Troya y “José” nos hace pensar en Héctor enfrentándose a las borrascas del destino. También goza de su parte costumbrista el libro cuando dice que en Cudillero las pendencias entre mujeres, dado el carácter vivo de estas hembras, eran frecuentísimas. Pongámoslo cual digan dueñas. Se enzarzan —yo lo he vivido— de balcón a balcón en peleas verbales poniéndose a caldo unas a otras. En estas riñas de comadres nunca estuvo ausente el sentido del humor. El rifirrafe, como lo describe el autor con toda su sorna, logra perfiles épicos. continuará |
Posted: 23 Jul 2019 08:37 AM PDT LA VIRGEN DEL CARMEN PATRONA DE LAS TRES RELIGIONES. ABOGADA DE LAS TRES CULTURAS. Vísperas del Carmen, la fiesta marinera. El carmín de la Pola es como unos huevos pintos de pascua en pleno verano. Ella velar. Musito una cantiga y hay un libro de un francés “Le Peur en Occident” que tomo y releo; su texto refleja cómo el medioevo ante las inseguridades de la vida se acoge a la protección de Maria. En los españoles este amor a la del Carmen tan española es algo visceral El manto tiene doce estrellas y mis felicitaciones a las Carmenes hermosa forma de llamar a una mujer tan española aunque las carmenes que yo conozco sean la hostia empezando por la Carmen de Merimée la de la navaja en la liga. Y a Carmen Chacón que acaba de parir pues al chaval que trajo al mundo, usted señora ministra, pronto lo veamos jurando bandera nunca mejor dicha. Es el Carmen. Es julio. En Luarca sacarán a la Virgen a dar un paseo en barca, bien atalajada y ornada de hortensias, camelias y lirios, por la costa rumbo a la Estrella polar la motora que la lleva carroza por la mar y repicarán gordo abajo en la hondonada de la Fuencisla las campaninas del Carmen de Segovia que tanto le gustaba a la Santa y era chico aquel convento como una palomar. Donde hizo penitencia y escribió la “Noche oscura del alma” el bueno de Juan de la Cruz. ¿Adonde te escondiste, amado y me dejaste con gemido. Salí tras ti penando y eras ido? La vida es un perpetuo discurrir. Cabalgata de ilusiones que pasan de largo. Vivir es andar en perpetua congoja e inseguridad pero no perdamos de vista a la estrella. La mirada fija en el norte. Maria la estrella del mar de ese mar en el que trajinamos y todos somos náufragos. Ben com´aos van per mar a estrela guia, outrossi aos seus guiar vai Santa María Fiesta de plenitud del verano. De virgen a virgen del Carmen a la Asuncióntoda España es un ascua de fiestorros verbeneo y mujerío. Ella velar. Velad, aljama de los judíos. Jean Delameu que así se llamaba el francés que escribió ese libro sobre el miedo glosa uno de los sermones de san bernardo que aconsejaba a sus monjes blancos que cuando apretase la dificultada mirasen la estrella e invocasen el santo nombre de la madre de dios. Respice Stellam. Voca Mariam. En ello estamos y en este pensamiento se centra toda la espiritualidad sencilla y mágica de la cuaderna vía de Berceo y de las Cantigas de Santa Maria. Somos tan poca cosa que tenemos necesidad de que alguien allá arriba nos largue una estacha, nos eche una mano. Ella velar. Alfonso el Sabio refleja en estas composiciones escritas en el mejor gallego que se escribió hasta Rosalía y que nada tiene que ver con el de los chambones separatistas de O Bloque el miedo del hombre de su tiempo el del siglo XIII y que es trasladable al del español del XXI: crisis económicas, turbulencias sociales, los temores a la muerte y a la peste, la inguinalis plaga (un lobanillo que les salía en la ingle o bubón, luego el vómito e iban listos) miedo al moro y al judío, al que es diferente y de pronto se presenta a nuestra puerta. Aquellos godos de hace más de siete siglos, aunque tolerantes porque el Rey Sabio va a ser precisamente el Mecenas de las Tres culturas lo tenían bastante claro: su religión era la verdadera. Y como así lo creían trataron de imponerla en el vasto territorio patrio. La fe era bisagra de unidad entre gallegos castellanos, navarros aragoneses catalanes y vascos. Todos muy cristianos pero cada uno en su casa y Dios en la de todos. Nunca fuimos muy solidarios la verdad, mas bien individualistas y sucedía que se entendían aquellos cristianotes mejor con el mahometano que con el monarca o el conde castellano Los documentos oficiales se escribían en latin o en gallego y en la casa se hablaba cualquiera de las lenguas romances (gallego, catalán, fabla aragonesa, bable o castellano impregnado de vasquismos y de arabismos). La línea de separación teológica estaban bien delimitda. Hoy vivimos en un mundo más ecléctico y en totum revolutum de churras con las merinas. Eso es bueno y a su vez es malo. Sin embargo dentro de este mundo laico donde la creencia pertenece al peculio de lo interior la autoridad de la iglesia anda un poco de capa caída. Sin embargo es más fuerte que nunca poner en práctica el consejo de san Bernardo ante la confusión de los tiempos que vivimos de mirar a la estrella e invocar a María pues ella es el baluarte y el asidero de nuestra fe. Virgen del Carmen abogada de una buena muerte ¡Qué bonito cuando todos se olvida de la muerte y rinde culto al cuerpo como si éste fuera inmortal, lo peor de la cultura laica es el paganismo que ha vuelto y en buena parte de la mano de esos herejes del Opus Dei, enemigo interior mucho más temible y formidable que aquellos moros y judios porque dándoselas de piadosos llevan consigo aparejada la soberbia satánica de Luzbel y la semilla de la destrucción! Y otro báculo certero de unidad era la devoción marial que supone en todo occidente un salto adelante pleno de dinamismo para vencer los miedos. La oración era toda ella vocal y estaba siempre secundada con la limosna, el ayuno y el peregrinaje. Esto en el plano ideal pero en el real los hombres somos pecadores y Alfonso X para someter a férula a la fiera humana que es rencorosa, mal hablada y dada a la contumelia y a la calumnia y a veces asesina, otorga las cartas pueblas y publica el fuero Juzgo donde se condenan con castigos durísimos el estupro, el robo o la blasfemia. La ternura de esta devoción filial a Nuestra Señora contrasta con el furor sin contemplaciones de aquellos mesnaderos que degollaban por una mala mirada o una palabra vedada o injuriosa que pronunciase su interlocutor. Si un moro violaba a una cristiana era condenado a la hoguera, si un pechero no paga sus rentas iba al destierro, y si un clérigo afrentaba a una moza lo emasculaban sin más como ocurrió en la historia de Abelardo y Eloisa. De Juana Chaos lo tendría crudo en aquella época. Con 25 homicidios a la espalda le hubiera durado a cualquier aportillado o regidor del tiempo de las dulces cantigas lo que un pito a la puerta de un colegio. Enseguida le hubiera mandado a los corchetes, luego al matarife. Aquellos tíos no se andaban con contemplaciones. Ella velar. El siglo XIII es el candoroso siglo de la Virgen pero es también el del diablo. Los demonios desatados en jaurías recorren villorrios y ciudades. Os demos e y los fillos do demo a los que alude el Rey Sabio. Para meterlos en vereda, mira hacia a la Estrella, invoca a María. El estribillo lo dice: moito gran poder à a Madre de Deus de defender e ampará os seus. El culto de hiperdulía es excesivo. Too much, pero predican el exceso de la euforia y la seguridad misma para conjurar los peligros que cercan al creyente que aspira a lo alto y se siente hundido en el barro y en las miserias de la vida. Ella es escudo contra el demonio que defiende al ome boo. Estamos ante esa catarsis medieval que explica la desmedida del arte románico, por ejemplo. De este modo la Virgen libra al ladrón de la horca por el mero hecho de rezarla cada noche un avemaría o al clérigo lerdo que no sabe leer pero se ha aprendido la misa virgen de memoria el Salve Sancta Parens de las iras del obispo. O a la abadesa que se fuga con un juglar y la sustituye en el convento durante su ausencia. La pobre pecadora era devota suya y según refiere otra bellísima oración de san bernardo, el “Acordaos”: “jamás se ha oído decir que hayan sido desatendidas las suplicas de los que acuden a vos”. El hombre es pecador. Sin embargo la Madredel Verbo nunca conoció la culpa y este concepto explica este elán humanamente inexplicable porque el culto de hiperdulía y el amor a la virgen del Carmen trascienden los sentidos. Va más allá de nuestros pobres pensamientos fruto de la carne y se repite a lo largo y a lo ancho de las 430 cantigas que compuso en su loor el piadoso monarca castellano. Estos mundos nos revierten al mundo de la poesía, del milagro. En todas estas composiciones late algo mágico en que se secuestra la cruda realidad del mundo medieval. Otra idea a subrayar es el carácter marinero. La palabra vela, anquina, náufragos, barca vientos y olas se repiten y socorre a los cuitados en peligro de irse a pique o fondo do mar. En virtud de la magia de semejante carisma. Sólo por eso porque Dios la hizo medianera de todas las gracias. Ella es capaz tanto de devolver la vida a un muerto de cuatro días como de ayudar a levantarse a un “freyre” viejo que está de rodillas y para erguirse pues está algo torpe lo toma de la mano después de la elevación. Y más: por su intercesión se convierten a la “fe de Jehsu-Christo el verdadero mesias mulsimes e judeus”. A los cristianos tibios cuya fe se enfría les devuelve el fervor. Ese poder salvífico de la Gran Mediatriz se transforma entre nexo de conexión que allana las diferencias de credo desempeñando el papel de corredentora. Los creyentes de las tres religiones sufrían los mismos traumas, padecían las mismas angustias, los mismos medios. Maria entonces es patrona de las tres religiones monoteístas de la misma forma que Toledo bajo el imperio de don Alfonso fue sede las tres culturas y es en el siglo XIII y traída por los templarios cuando arraiga este culto mariologico a la Virgen del Carmen a la que honraban los monjes de la Penínsuladel Sinal. Siento el aleteo del misterio como un zarpazo cuando me refiero a estos temas en fiesta tan significativa como es la del 16 de julio. Y yo a mí mismo me pregunto por qué se me ocurren estas cosas o por qué puedo yo escribir esto y sólo se me ocurre una respuesta: el amor. El amor como antidotado contra la intolerancia y el odio, La idea puede ser utópica pero puede venirle como un guante a este mundo de legos. De agnósticos y aconfesionales a las mil maravillas: Porque quen a la virgen ven servir nunca podrá fallir. martes, 15 de julio de 2008 |
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