SAN ROQUE
Acércate
niña, que soy san Roque que si viene la peste que no te toque. Por decir viva
san Roque llevaron me prisionero y ahora que yago en prisiones viva san Roque y
el perro. El bienaventurado santo francés patrono del peregrinar y del vagabundaje
es el patrón de los apestados.
La sífilis
se paseaba al socaire de su esclavina, lo portaba su calabaza de camino, a
manera de cantimplora. Toda España jaranera es una gran fiesta y en Asturias en
Galicia en León se le tenía devoción y en Segovia es uno de los santos de
nuestra gran devoción. Entre sus barbas se esconden, sin embargo, la liendre y
las llagas del mal francés. Sífilis al canto.
Ayer
por TG de los gallegos difundían escenas bochornosas de la procesión del santo
que parecía un monigote sobre las andas que portaban unos mozos borrachos y
tres mociñas con las tetas al aire. Después de los voladores y la música de la
procesión, debían de conducirse al pajar, o a folgar entre los setos.
Claro, que el perro de san Roque no tiene rabo que se lo ha comido Manuel
Pintado... fiestas patronales que derivan en bacanales.
Las
fiestas de los santos se han convertido desde que estalla el primer chupinazo
de san Fermín hasta san Miguel de Septiembre en una gran bacanal. ¿Siempre fue
así?
Uno
no puede menos de tener ciertas prevenciones hacia estas folixias y me
dan pena las peregrinaciones jacobeas desprovistas de antiguo sentido
penitencial que tenían, pero esto ya es viejo. Ya en el siglo XIV Tomás de
Kempis clamaba contra las romerías y las ramerías de estas fiestas locas.
Porque de aquellas romerías estas veneras y de aquellos polvos estos lodos.
Decía
el autor de la "Imitación": Multo peregrinantur sed paulo minus
sanctificantur" (mucho correr pero poca devoción).
Cada
día tiene su afán y cada siglo su signo. Y los signos no son precisamente hoy
los de ese cristianismo medieval con que se divierte el mocerío. Es el
Zeitgeist de Nietzsche que retorna.
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