Fracaso total y empieza el meneo
Me miraba yo en el espejo de Nilo Antón el
vagabundo librero arrumbado en los trastornos del día de la ira. La Joiteloite
nos había metido en vereda y nos sentíamos muy poca cosa y pensaba bajo los
tilos del encarte adonde tendíamos nuestros memoriales en la acera bajo los
tilos de la Cuesta de Haticuenta que era menos virulenta y sanguinaria que la
de las perdices. En aquella se asentaba el Gran Marrano con su mirada de
cíclope. La de Hatcuenta no era más que una montaña de papel donde yacían
sepultados o arrumbados nuestros sueños. Pero creo que la vida había sido
injusta con nosotros al incluirnos en el cupo de los perdedores, el batallón de
los torpes y con nuestra afición a la letra muerta no pasaríamos nunca de una
suerte de Tuercebotas de la Literatura. Nada había hecho pero el destino nos
había dado más palos que una estera. Eso os pasa por bobos. Por creer en
Jesucristo que era un embaucador. El poder de la Loite peleaba contra nosotros
pero estos cuando eran desenmascarados temían la paliza. No se podía luchar
contra ella. Dominaban lo de arriba y lo de abajo lo de adentro y lo de afuera.
Pululaban, caldo de todas las salsas, por todos los lados duchos como estaban
en experiencia de gatuperios y conspiraciones. Su arma de ataque era la mentira
y su contraataque el dinero. Acababan de poner una bomba en Radio Caguen Dios.
La dinamita y el gas sarin borraron del mapa aquella corrala de rufianes
mediáticos. Uno de las gafas que dirigía el programa de tarde donde toda la
salacidad tenía su asiento vio saltar sus lupos (también sus lapos) por los
aires. Don Calistenias al que llamaban el Cachas y que vestía unas
chaquetas horribles porque no le cuadraban y unos gafotes que se las regaló el
enemigo. Hacía pesas y su vida consistía en idas y venidas del estudio al
gimnasio y del gimnasio al catre. Todas las noches encentaba a una virgen de
catorce años. Le gustaban las juventudes y era morboso como Jimmy Savile aquel
postillón de las discotecas al que llamaban Mr. Fixit y violaba a todas sus
grupies, se lo montaba hasta con las alumnas de un colegio de sus muchas fans a
las que visitaba en el hospital al caer enfermas. Había recibido honores
militares en su funeral el tal Barba azul pero en la investigación post mortem
cuando salieron a relucir todas las cochinadas de su vida desarreglada lo
degradaron, le quitaron la medalla del mérito británico y hasta profanaron su
tumba borrando su nombre de entre los vivos. Desgraciadamente, aquel barba
azul, un judío del Yorkshire encuentra muchos émulos entre los cómitres de la
telebasura. A don Cachas por el momento la bomba lo abrió en canal dejando al
descubierto todos sus mondongos y gran parte de sus mollas. Y toda la recua de
tertulieros y tertulieras durmieron aquella noche con Satanás en una larga
vigilia que durará toda la eternidad. La gente estaba harta y había empezado a
sentir basta. Hoarder Minus una mañana
amaneció pajarito por lo que sus planes de independencia cataláunica no llegaron
a consumarse corrieron voces que un ángel del Señor bajó a Barcelona y llenó su
copa. Otros dicen que lo envenenaron sus amigos de la CIA o los del KGB. El
parte forense decía que la causa del fallecimiento fue un cáncer de estómago.
La misma enfermedad que se llevó al monarca el rey felón sólo que el mal atacó
un poco más abajo justo en los testículos. Su majestad Bodoque I murió por do
más pecado había. Había sido el mayor tirano que parió la historia. Porque
además de tonto fue malo y homicida (mató de un tiro a su hermano)
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