2015-11-09

ARTURO MAS DON MAS Y DON MENOS EN LAS FETIIDAS AGUAS DEL MANZANARES. ESPAÑA POLUTA HUELE A MIERDA CON EL APOYO DE LAS FUERZAS OSCURAS PIDE LA INDEPENDENCIA. PERO AYER MEOME UN BURRO Y HOY ME AHOGO EN LAS TETIDAS AGUAS DEL MANZANARES

AYER MEOME UN BURRO Y HOY ME AHOGO. DEDICADO A micer Mas el que es menos y siempre pide más, un judío iluminado que pide la independencia, pero Cataluña sin España será una mierda. La minoría del CIU y todos sus convergentes debieran leer a Quevedo y Gongora o a mosén Cinto, pero son unos ignorantes llenos de violencia verbal por ahora, que de las palabras siempore en este país se pasa a los argumentos de la "poderosa" de Albacete. Lean por favor los exaltados, a ver si se les pasa la neura. Están locos

quieren hacer al Manzanares Navegable... ayer meome un burro y hoy me ahogo, parodia de la sequía



este blog defiende la unidad de España y a su cultura
EL MANZANARES EN QUEVEDO Y GÓNGORA


El arte de Quevedo es el luquete de naranja/limón que ponemos al vino para quitarle el acíbar y despojar a la vida de todos esos posos de amargura que la circunda, aunque, bien es cierto, los que seguimos a Xto hemos de beber el cáliz hasta las heces como lo bebió don Francisco tres veces desterrado, dos a punto de morir, una en la emboscada que le tendieron los venecianos, y se libraría por pies, por hablar el italiano sin acento ninguno, como un toscano, y la segunda en un lance amoroso en que acabó con tres de sus oponentes, que, en sacando la de Toledo, no había espadachín que le pusiera un pie delante y eso que era zambo, por lo que Góngora se mofa de sus cacorros, hacia adentro y desmangallados, así como de su presbicia (tenía los ojos malos y era cegato aunque su vista de lince fuera tan aguda como su daga). Dos veces lo desterraron de la Corte a sus predios de la Mancha y en una ocasión lo llevaron a presidio cinco años a León, en una fría mazmorra del convento de una orden militar(1) llena de humedades, lo que aceleraría su muerte.
Como buen español(1), fue victima de la malsana yedra, que con harta frecuencia crece al sur de los Pirineos como el mal francés que del otro lado viene y que aquí se convierte en morbo visigótico, que llevó a Fray Luis, a Jovellanos, a Cervantes a la cárcel y a otros tantos al destierro. Dicen que la saña constituyen el vicio y el deporte nacional. Por eso se ensalza aquí, hasta los cumbrales, a la medianías. Para triunfar en este país hay que ser del montón o tener buen parecer. ¡Ah! Las apariencias españolas. Aquí los mediocres nunca hicieron daño, mientras al que despunta en algo se le corta la cabeza.
Y un consejo- vademécum para andar por las españas: ser siempre del montón. Como Quevedo era egregio y aventajaba a todos en estatura literaria y en calidad humana, fruto de su vividura, pues fueron a por él. Tengo para mí que el mejor libro, la mejor novela, y única en su género, es el Buscón, todo un tour de force estilístico y de solercia en el manejo del idioma castellano, del que su autor conocía todos sus recursos secretos. Que maneja como si fuera mago del idioma. Y esta esgrima verbal le hace fulgurante en el estilo y en sus estocadas, certero.
Escritor, todo meollo, o carne sin hueso, nunca cáscara [hoy no lo entenderían] nada de hablar por hablar. El fondo se adecua a la forma en una perfecta hipostasis del mensaje. Y esto es el desiderátum de la perfección. El no va más Mujeres y gallinas, vecinas, todas ponemos. Unas, cuernos; otras, huevos. ¿Se podrá contar mejor una historia sobre la condición femenina en este ras con ras, en este par de lineas, dos auténticos tijeretazos de versos? No. Los libros y los versos de este prócer, desde sus tratados teológicos hasta las letrillas jocosas como Erase un hombre a una nariz pegado en que pone en berlina a Góngora y con él a todos los sayones y escribas de nuestra España, tan voluble, tan tornadiza, turiferarios de Caín, no son para paladares delicados. Hay en ellos mucho cuajo, por lo que su literatura nunca será apta para cuáqueros miramelindos. Es Quevedo la antítesis de la cursilada a lo Julián Marías. Por eso le salieron enemigos a mansalva y aún lo queman en efigie los hijos de los hijos de los nietos de aquel linaje de narigudos ridículos, cornudos, o simplemente malvados que él tanto festejara.
Aún lo tienen por peligroso y lo queman en efigie a la chita callando pero él sigue siendo el coloso del parnaso de las letras castellanas. Parece que me mira don Francisco desde la calcomanía con que honro su memoria en mi despacho y se sonríe con sorna. Saca pecho, enseña sus guedejas cansadas de tanto afán dejandolas colgar en desaliño de estudioso sobre el pescuezo y oculta el pie equino, de nacimiento, lo que, aún renqueante, no le impidió cabalgar y ser el mejor espadachín de la corche y no esos matasiete que pinta de cartón piedra e imitación Pérez Reverte en sus novelas de época. En el callejón de la rinconada de la iglesia de san Martín, justo donde está la calle de La Ballesta, un jueves santo, a la salida de los Oficios, tiró de espada y dejó muertos a tres contrincantes que le cerraron el paso. Todo un maestro de esgrima y no los de las novelas por entrega de Reverte.
¿Causa del riepto? Uno de los caballeros abofeteó en el atrio del templo, a la vista de todos, a una dama. En guardia. A la salida nos vemos. Pues vale. Pero de uno en uno, caballeros. El maestro de esgrima no era un matasiete o uno de esos jaques que lampaban por la corte, galanes de monjas, cortejadores a la hora de misa y el triduo, única ocasión en que aparecían en público las señoras como dios manda. Las que iban al prado en coche tenían mala reputación. Dentro de las carrozas con las cortinillas bajadas recibían a sus amantes. Podía pasar de todo. A veces los bastidores se meneaban con un ritmo sospechoso, el tiro parado y tieso el tentemozo, dormitando el cochero ciego de vino y sin menearse silenciosos con el saco de granzas al morro los caballos ruanos de los caballeros o las mulas episcopales pues también tenían por costumbre de bajar al Prado los eclesiásticos en desguisa.
Este era Quevedo. El caballero de las espuelas de oro como le llama casona. ¿Misógino? Ni por pienso. A su pluma debemos el mejor soneto en castellano y en él canta a la mujer. Y su lamento de letra herido y de amante despachado aun esparce el eco que han conseguido quebrar la vara de la muerte:
"Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevase el blanco día
y podrá desatar el alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera
mas no desta parte en la ribera
dejará la memoria donde ardía
nadar sobre mi llama el agua fría
Y perder el respeto a la ley severa;
Alma a quien todos sus días pasión ha sido;
Venas que humor a tanto fuego han dado;
Médulas que han gloriosamente ardido;
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido
polvo serán, mas polvo enamorado"
Se refería a Lisi. De quien fuera Lisi poco sabemos. Sólo que el poeta la inmortalizó en estos pensamientos. La vida real fue mucho más cruel con él. Los grandes hombres acaban contrayendo matrimonio con la que menos les conviene y su bodorrio de mozo viejo con una tal Felipa acabó en desastre. Pero ahí queda como pecio de aquel desastre conyugal aquella antífrasis: "mujeres y gallinas, vecinas, todas ponemos".
¿Don Francisco putañero? No sé pero conocía el mundo por de dentro y de ese mundo parte fundamental es el bello sexo. Habría que colegir al trasluz de sus escritos que ese conocimiento íntimo de la condición femenina no la ganó en los libros o en los confesionarios como Tirso, que era fraile, sino "viva voce" alternando en las tabernas(2) y abriendo la puerta llana de las mancebías. Su concepto de la existencia era demasiado grave para tomarse en serio a las mujeres. De ahí sus exclamaciones utópicas sobre el amor, el olvido y la muerte. Polvo y ceniza en definitiva pero polvo enamorado. "En tus ojos, Lisi, vi el oriente en hermosura duplicado", etc. cruzaba el deán el portillo y venían detrás un par de diosas. Amor divino y amor profano que lo uno no quita para lo otro.
A lo que se ve debió de ser visitador frecuente de los puticlubs de entonces que se llamaban cuexcas(3). Había una en Madrid, la Casa del Tocame Roque y otra en Alcalá que dio pie al dicho de "A alcalá, putas, que llega San Lucas"(4).
Es posible que la tal Lisi por la cual bebe los vientos el poeta fuera una de aquellas mozas de partido tan abundantes en Madrid, a lo mejor una de aquellas irlandesas tan mal vestidas y hablando con acento de Coca por su afición a empinar el codo, "tan mal vestidas y tan bien hechas" de cuya arribada da cuenta en alguna de sus cartas. Así que Alcalá, putas, que viene san Lucas y mujeres y gallinas todas ponemos. Ojos ponéis de vendimiar agüela, frase con la que alude a las alcahuetas. "Cuando te abracen, advierte, que segadores semejan, con una mano te abrazan, con otra te desjarretan... con un cuarto de turrón y con agua y con grajea goza un Píramo, barata, cualquier Tisbe gallega... corita(5) en cogote, gallega en ancas, ran mujer de pullas para los que pasan" está describiendo a las ventaneras, costumbre que tenía un nombre legal: solicitación... al trato torpe.
So capa del desenfado burlesco, Quevedo es de una profundidad aterradora. Toda su poesía recuerda un cuadro del Bosco por las descripciones que hace de la corrupción y relajo de costumbres del Madrid del primer cuarto del siglo XVII.
La rechifla con que describe el Manzanares es deliciosa: "Tieneme del sol la llama tan chupado y tan sorbido que en mi se mueren de sed las ranas y los mosquitos". Y es facistol de chicharras en la solfa de lo frito el aprendiz de río que lleva penosa vida condenada de charquillos, merendero de tusonas y de mirones que bajaban a ver las ninfas desnudarse en el arroyo estantío... muy hético de corriente, muy angosto y muy roído, con dos charcos con muletas... acostado en un puchero el cuerpo y el sueño a gatas", etc.
En las numerosas aceñas que debía contar a la sazón la raquítica ribera del Manzanares observa el paso del tiempo, otra de las preocupaciones de Quevedo: "azudes de la noria de la vida son las horas; ayer ya no es, no existe mañana y hoy es un punto fugitivo... soy un fue y un será y un es cansado..".
Pero hay otro detalle, aparte del panorama jocoso que traza sobre el Manzanares, en lo social y costumbrista con sus lavanderas a las que algún beneficiado baja a ver las nalgas mientras recuden los pañales del niño, con sus trémulas pausas y los mastines de Sodoma que hacen acto de aparición de atardecida, los azacanes o aguadoras, las damas de toldo y arandela o meretrices, los mendigos que acuden a despiojarse, los niños que van a bañarse en las pozas o a jugar al marro, y es la información meteorológica que facilita. Como colofón de lo dicho, el Manzanares, a falta en Madrid de una plaza del Potro cordobés, del Arenal de Sevilla, el Perchel malagueño, el Zocodover de Toledo, el Arrabal arevalense o el Azoguejo de Segovia, punto de encuentro de perailes, pícaros, rameras y gente del bronce, hace las veces de "locus communis", paradero del que va y viene. Garcilaso que debía de ser tan inocente como buena persona y mejor poeta ve al Manzanares lleno de cisnes, ninfas y nereidas, utilizando un tropo muy común entre los poetas del Renacimiento en su afición a la mitología. Era mucho pedir. La ribera del Manzanares estaba poblada de ninfas pero de otras especie diferente a las que describe Garcilaso. Góngora y Quevedo en su sorna son más realistas al tiempo que nos proporcionan valiosa información sobre el referido "locus amoenus" que no era tan ameno como para mirarlo con ojos idealistas sino realistas.
Por tales trazas el siglo XVII debió de ser seco. Se había producido un cambio climático en toda Europa. El clima que era lluvioso y bonancible en las centurias precedentes debió de acusar los efectos de una glaciación. En 1666 a causa de esta sequía acontece el gran fuego que arrasa Londres y la plaza mayor en 1634 también se quemó quedando sólo la Casa de la Panadería.
Esta sequía trajo consigo aparejada la hambruna. Mientras, los literatos se toman la cuestión a pitorreo. Eso y empezar las jácaras todo fue uno. Fue tan capona la primavera que no pudo abrir. No hay agua pero no falta el vino. Se alude a los moscos irlandeses cuya borrachez se hace manifiesta en las calles de Madrid o a los moscos tudescos que ingerían una cantara de un golpe en las bayucas aledañas a las escaleras de San Felipe. España se desentiende, se despreocupa. Toros y cañas y autos sacramentales para olvidarse de los desastres de Flandes o los naufragios de la Flota de la Carrera de Indias. Los piratas ingleses estaban siempre al acecho. Ande yo caliente ríase la gente. Aquí cada uno va a lo suyo y eso le saca de las casillas a Quevedo. Empieza una refriega, una lucha entre dos colosos. Los dos tenían un conocimiento eximio de los idiotismos del idioma y no se les iba lo que se dice la fuerza por la boca
Góngora a la vista de la escualidez del "Támesis de los Madriles" y del escuchimizado hilo de agua que vertía en aquellos tórridos veranos exclama: ayer meome un burro y hoy me ahogo. Y se cachondea con la misma insolencia de sus puentes. "Mucho puente para tan poco río" dice del de Toledo, y del de Segovia, "señora puente castellana cuyos ojos están llorando arena" y en otro verso de su letrilla hace referencia a que "los orines de las mulas den salud al río". De lo objetivo se pasa a lo subjetivo y el río de una ciudad va a ser el pretexto para una recia enemistad entre don Francisco y don Luis. La reyerta literaria hará las delicias de los amantes de las bellas letras porque en ella predomina el insulto. Sí pero hay que saber insultar. Además, la sangre nunca llega al río. Y en este donoso cruce de invectivas Góngora llama a Quevedo Anacreonte, melifluo y zambo y putero. Cegato y pelotillero. Quevedo se despacha motejandole de tahúr, mal sacerdote, judío y narigudo. Los dos poetas mayores de nuestro siglo de oro se ponen de vuelta y guerra o a caer de un burro. Lo de ayer meome un burro debió de ser ficción de Góngora pensando en su rival




MEOME AYER UN BURRO


Y hoy me ahogo en aguaduchos de orines. Poco más o menos Góngora y el ínclito Quevedo se mofan a porfía del río de Madrid que no es el Eúfrates ni el Tigris. Más bien un cagadero. Tuvo por afluente el Arroyo Abroñigal que es un río meadero, todo boñigas. Allá donde la villa y corte exonera su vientre, lava sus culpas y antiguamente había verbenas. Por la de San Marquillos el Verde y luego la de San Antonio que es la primera que dios envía. Bajaban allí las ninfas disfrazadas de chulapas, a hacer de cuerpo y viejos verdes tonsurados arrastrando la loba y el manteo al salir del coro las espiaban desde las peñas con un catalejo que el locus amoenus siempre tuvo mirones para el amor de alquiler. Darse un lote de vista y llevarse las manos a la cabeza con un adonde vamos a parar y cómo están los tiempos no estaba mal visto.
El propio autor de Los sueños murmura del rumbo aciago que cobraban sus tiempos. A juzgar por estos versos todo sigue igual en el hombre. Nada cambia:
Todo se ha trocado ya. Todo del revés se ha vuelto.
Las mujeres son soldados y los hombres doncellas.
La obsesión que manifiesta Quevedo por los putos entre los que incluye a Góngora también había gente saliendo del armario en nuestro Siglo de Oro
Por Cuaresma, combates nabales que nabos y cohombros los daba excelente su ribera, lo mismo que cebollas y orondos tomates de un rojo casi lujurioso. ¿Rábanos? Los de su ribera, los mejores. Aunque siempre picaron un poquito. En la costanilla del Ava Pies y el postigo del Avemaría había sinagogas y muchos rabinos. Con el edicto de expulsión muchos de ellos se metieron a frailes y colgaban morcillas y botillos a la puerta de sus conventos por bien parecer. Madrid no es lo que parece. Aquí el personal siempre vivió hacia adentro. Un lastre que arrastramos de nuestros antepasados los judíos. También, se cursa estudios por ser más. Y por mejor parecer. El parecer es el súmmum bonum de los hidalgos de gotera, la honra, el buen criterio. Hasta, sin haberse desayunado muchos días, como nos refiere el Lazarillo se echaban migajas en la barba para anunciar que habían comido. Por ahí vienen los calvos. Observa Quevedo que hay calvas de muchos tipos: sacerdotales, jerónimas, y calvos calvísimos, aprendices de calvo y aquellos que no saben portar su calvicie con dignidad, a lo Anasagastegui, que la por entonces se hacían el recorrido. "Hay calvo que re rebuja para tapar el melón y aparece hecho un basilisco". Aquí estamos yendo y viniendo del "no te jode a nos ha jodido". Vivimos un sinvivir de la política entre el tupé de Sagasta y el recorrido de Anasagastegui, áspero tribuno de la plebe vasca, que, por no saber, no sabe llevar su calva con dignidad.
Luego llegan los sastres. ¿Sastres vienen? Pues al infierno. El ángulo de visión de Quevedo, el de un verdadero buzo de las clases sociales en el maremágnum de gentes con los que le tocó convivir. Odiaba a las viejas, pues no en vano tuvo fama de misógino. A los sastres. A los médicos y a los sacamuelas.
. Ay sí. El Manzanarillos debe de tener la sangre municipal y espesa y por eso y por la mierda que corría en los remansos pasada la Virgen de Atocha se criaban tan buenos tomates, lechugas y pimientos. La villa y corte era un pueblo desde 1606 en que obtuvo el título de capitalidad por orden del tercero de los Felipes. Góngora fue nombrado capellán regio y puede que la ojeriza con Francisco de Quevedo, aspirante al oficio de cortesano y que tuvo vara alta en la ante corte la del valido el Duque de Lerma se debiera a ser los dos contrincantes para un mismo empleo..
Además dice el refrán que quien es tu enemigo el de tu oficio. Aparte de gananciosos de la sopa boba y anhelando un beneficio, una sinecura, una prestamera, los dos eran grandísimos poetas. Los mejores que hubiera jamás en esta lengua. Las rivalidades a muerte se originan precisamente en esos concursos oposición en que los españoles se queman las pestañas memorizando textos que no les servirán para nada sino para colgar un título en la pared y pasarselo a los demás cerrar el pico, aparentar más, ¿veis?
Yo estudio, yo soy algo, más que tú, el origen está en el puñeteros morbo visigótico y buscarse un carguete de por vida a costa de la iglesia que fue la primera que abrió el torno o lotería de las oposiciones a canonjía, luego vendrían las de notarías, que esas sí que son peliagudas o las del ingreso en el Cuerpo Jurídico del Estado o en la Cuerpa mismamente. Luego a tumbarse a la bartola.
Manía del español que quiere vivir sin pegar golpe. Góngora ganó un beneficio en la catedral de Córdoba pero no pisaba la catedral, no iba nunca al coro y tuvo que tener que pagar, como consta en los archivos, multa de muchos maravedís por su inasistencia pero ay amigo obtuvo aquel beneficio a fuerza de codos y estuvo una hora de reloj, en lo que caía la arena por la clepsidra, recitando una tesis de la Summa de Santo Tomás. Tenía un título. Hoy mucho más rentable que aprobar oposiciones es meterse a político y entonar la coplilla gongorina sobre la meada del burro que provoca inundaciones por Madrid.
De nada sirve que fuera si no un mal sacerdote al menos muy negligente -apenas se le conoce haber abordado el tema religioso en su obra- y de origen converso al que asustaba comer jalufo. Pero había ganado las oposiciones. Ayer meome un burro y hoy me ahogo. Agua va. Cuando las dueñas se ponían a arrojar los pericos o servicios de aguas mayores. Góngora se fumaba el Oficio divino y se quedaba en alguna timba o se iba por las rinconadas de la vera del Guadalquivir a la búsqueda de algún efebo.
Sacerdote sin vocación y cura de misa y olla. Por la mañana cátedra de Prima y por las tardes, de sobrina. Ahí nos las den todas. Se da la buena vida y busca, villano en su rincón, una misericordia segura en la que sentar sus posaderos y tener ración por oposición que es para lo que empollaban latín los españoles de entonces y los de ahora se atiborran de temas. Aspiran a un buen pasar, eso que se llamaba antes la vita bona del Beatus ille. Echa la galga, amigo. Tumbémonos a la bartola. Pasan los clérigos con el bonete de tres puntas, las mulas hacaneas con un paxio o artolas cargada de libros camino de Alcalá terciado el manteo y la loba cuajada de cazcarrias y de barro de los charcos del camino. Suben la cuesta los arrieros. Huele a ajo y a vino y a trasudores de Castilla cuando va de el personal trajinante y detrás llegan los ministriles. Un domine con antiparras acaba de pasar camino de su casa a pupilo. Va a dar "lición" a sus gramáticos. Les enseñará algo de gramática parda.
Un morisco cargado de un banasto con hortalizas. Una vieja marivina a la que hiede el aliento podrido del mosto, la cebolla y las caries. Y sigue la comitiva con ministriles, algún jaque arreando un macho burreño de gran alzada y ahí están las lavanderas cantando las coplas del momento mientras restriegan la colada que reúne las bragas de una marquesa y los calzoncillos con palominos de un obispo. Y no podían faltar en esta escena los azacanes cargados de cantaros de agua de nieve. Delante de las damas de toldo y arandela, "cisnes del placer, y fenices del gusto". Abigarrado retablo de tipos y de costumbres. A cada profesión le corresponde un vicio.
Un niño llora y un viejo con su lazarillo canta la oración del Justo Juez. Las capas negras de los letrados se confunden con las capas pardas de los mercachifles y labradores, las tocas blancas de las dueñas hacen contrapunto con los velos negros de las viudas. Cantan los cubos de los carros a los que no se permitía pasar por la puente y han de vadear por el albero salpicando los charcos o hundiendose en el légamo. Estallan en el aire las trallas. Se escuchan algunos juramentos. Algunos carruajes hacen molino y los carreteros se quejaron toda la vida del pontazgo de la Puente Castellana.
Los borrachos de Velázquez se han reunido en un corrillo y coronan a Baco desnudo con una corona de laurel y lo cubren con un manto purpura como el que cubrió las desnudeces de Noé. Uno de ellos que debe de ser fraile huido del convento les sermonea en latines. Nadie le hace caso. Mucho puente para tan poco río sí pero con mucha humanidad viva que se mueve por abajo y por arriba. Señora doña puente Castellana, tus ojos están llorando arena.
La literatura estando más allá de la imagen que en encandila y decipit (decepciona), según los escolásticos, es vividura y transcendente. La imago es una noción ficticia de lo intrascendente. La imagen destruye y deslumbra pero la palabra o el concepto construye e ilumina. El arte de la palabra va mucho más allá de la cinemática y el cine es cínico pues poseen el mismo étimo griego; "kinos" designa al movimiento pero también al perro.
Quevedo y Góngora que son a la vez culteranos y conceptistas nos llevan por las altas sendas de la imaginación. Nunca frisó nuestro idioma tan alto como en estos dos vates, tan diferentes y tan parecidos. Esta trifulca sobre el río de Madrid en el que coinciden descriptivamente pero que luego van a desenvainar, por rigurosidades e inquinas personas que no hacen al caso, las plumas, convertidas en lanzas. ¡Y qué lanzas, madre mía! Al ver lo que escriben el uno del otro los ahora políticamente correctos, escritorzuelos de toma chicha y nabo, se llevan las manos a la cabeza y gritan:
-Insulto. Insulto.
Pero hay que saber insultar, señores míos, y hacerlo con cierto salero. No ese desmantelamiento que les es propio a los anti-castizos.
La literatura, insistimos, es vividura. Y vividura profética. Por eso mismo cuando nos encontramos en un libro donosamente escritos nos asalta la impresión de haber estado en aquel sitio, en aquella casa o a la vera de aquel río que nos pinta el autor. Uno ha subido y bajado unas cuantas veces por el Puente de Toledo y está familiarizado con el genus loci y los manes madrileños.
Nos han sucedido aventuras. Vimos no a las ninfas y nereidas pero sí bastante ninfas del cantón que en el Cerro la Plata cobraban a duro el "polvo". Niños y militares sin graduación algo menos y una paja tres pesetas. Algunos fuimos iniciados en el amor a tan módico precio por la Josefa una sacerdotisa de Venus al aire libre, que venía de Valencia, culona, de amplias tetas, tenía un poco de bigote pero compensaba. Cela dixit.
Hemos visto desfilar a los pastores de la mesta. A los jaques sacamantecas con la "poderosa" entre la faja, y a los mismos borrachos de Velázquez dar tumbos por las bayucas aledañas a la catedral de san Isidro que ya estaban abiertas hace cuatro siglos. Nos hemos puesto la coroza de los penitentes que salían en Viernes Santo detrás de un paso al lado de las vestidas de dolorosas luciendo cuerpo y jeme.. Tan chulas y presumidas ellas. La religión aquí estuvo íntimamente relacionada con el sexo.
Acompañar al Santo Entierro era un pretexto para lucir su cuerpo serrano. Debían de ser las mismas damas que acompañaban a Felipe IV tan salaz como piadosísimo a los triduos y oficios de las Cuarenta Horas que organizaban los jesuitas. Nuestro catolicismos es áspero, algo tristón y pasionista. Ya lo decía don Francisco: "Católica y cruel Majestad".
Hemos padecido y gozado de situaciones similares a las de Quevedo o a las de Góngora. Los genios en sus escritos nos invitan a hacer un viaje hacia el futuro. Ay Madrid que te quedas sin gente, la ciudad por la que ha discurrido gran parte de nuestro vivir. Universidad de picaresca y de misticismo. Aquí la luz tutela y es tan ardiente que acaba destruyendo. Madrid me mata a mí. Madrid te mata a ti. Por eso tanto le queremos.
A veces tuvo aire de sepulcro. Cuando Dámaso Alonso se refería a un millón de cadáveres ambulante sabía bien lo que se decía. Con algo de sepulcro pues todo en la vida es cárcel y todo en la vida es sepulcro.
"Del vientre a la prisión
vine en naciendo
de la prisión iré al sepulcro amando
y siempre en el sepulcro
Estaré ardiendo.
¿De amor? Por supuesto. Quevedo y Góngora que conocerán tan bien a las mujeres las dan poca importancia. Lisi la amada inmortalizada en el soneto del polvo enamorado es un accidente. Don Francisco lo que conoció mayormente fueron las Lisis a la vera del Manzanares, las tusonas, busconas y godeñas, en particular las hijas de la Verde Erín cuya arribada a la Corte desde la católica Irlanda era todo un acontecimiento, y que tanto le entusiasman, tan mal vestidas como bien hechas, un tanto inclinadas al mosto, las coritas asturianas y gallegas de ancas triunfales, que con una mano te abrazan y con otra te hurgan la faldriquera.
¡Ah las dulces mozas querenciosas del oro, todas del partido de Santo Tomé, zamarreando por la orilla del río estantío "en esta capona primavera que no pudo abrir un lirio".
No le gustaran a Quevedo, a lo que se ve, mucho los ríos; lo intuía, estaba oliendo el poste. Parece sentir en sus versos las humedades reumáticas de aquella mazmorra a orillas del Bernesga, del Órbigo y del Castro que son cachirríos y del Duero meninos (por afluentes). Allí le esperaban las sombras. Todo en la vida es cárcel. He ahí otro signo del poder premonitorio que mueve la pluma de los que escriben, sobre todo, si lo hacen bajo la luna de la inspiración y el poderío que brinda la introspección profética.
No se entiende muy bien esa tirria que le inspira don Luis. ¿Serían ramalazos de ese anticlericalismo proteico que se detecta en toda la literatura castellana? ¿Odio de clérigo? ¿Rija de opositor a Corte?
Yo te untaré mis obras con tocino
porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla
Docto en pullas cual mozo de camino.
Apenas hombre, sacerdote indino.
Que aprende sin Christus la cartilla,
Chocarrerías de Córdoba y Sevilla.
Y en la corte, bufón a lo divino.
¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo rabí de la judía,
Cosa que tu nariz no lo niega?
No escribas versos más, por vida mía,
aunque esto de escribas se te pega
Por tener de sayón la rebeldía.
Duros epifonemas. Le tacha de judío converso y de maricón (poco hombre) y de narigudo.
La odiosidad debió de nacer en el complot contra el Duque de Lerma que significaría la caída del Señor de la Torre de Juan Abad de patitas en el destierro. En su invectiva apunta un dato de una gran solidez histórica que ha sido poco estudiado: la influencia que tuvieron los criptojudíos en la corte de Felipe IV a través de los jesuitas. Pero se da asimismo la paradoja de que Quevedo se va a coger a la protección de los jesuitas y durante sus presidios y destierros sus amigos serían los jesuitas y su biógrafo sería un jesuita. En otros epigramas censura a su rival su afición al juego: tahúr, poco cristiano, mal clérigo. Misal apenas. Naipe cotidiano. Capellán del rey de bastos que en Córdoba nació. Murió en Burgos. Y en Pinto le dieron sepultura.
Por su parte Góngora en un poema escrito ahora justamente hace cuatro siglos dice de Francisco de Quevedo lo siguiente:
Anacreonte español, no hay quien os tope,
que no diga con mucha cortesía
que ya que vuestros pies son de elegía
vuestras suavidades son de arrope
¿No imitareis al terenciano Lope
que al de Belerofonte(6) cada día
sobre zuecos de cómica poesía
Se calza espuelas y le da un galope?
Con cuidado especial vuestros antojos
dicen que quieren traducir al griego
No habiendo mirado vuestros ojos.
Prestadle un rato a mi ojo ciego(7),
porque a luz saque ciertos versos flojos
Y entenderéis(8) cualquier gregüescos(9) luego.
El soneto gongorino tampoco tiene desperdicio. Tilda a su oponente de poeta descuidado, suave, zambo, mal caballero(10), espadachín y matasiete. Y le pide que le ponga la mano en el culo para escuchar una ventosidad de sus adentros. Góngora no se tira un farol. Se tira un cuesco.
La polémica entre los dos grandes literatos, aunque profusamente estudiada por la erudición, ha dejado inédita una idea importante: el enfrentamiento de Quevedo, caballero de la orden de Santiago, que ridiculizó a los que querían hacer santa patrona de España a una judía Teresa de Jesús, y los cristianos nuevos. Tanto él como Lope -éste de una forma más superficial- tomaron partido por los cristianos viejos.
De modo que sus diferencias con los conversos, que tanto nombradío e influjo trujeron bajo el mandato del valido del Rey, el Conde Duque de Olivares, y su aireamiento con los franceses que tenían el criterio de que la Santa Sede había caído en manos de los judíos, pudo ser un motivo de su detención y posteriormente su encarcelamiento en San Marcos de León durante un quinquenio. Una flagrante injusticia.
Al parecer, el mejor escritor en lengua se movía en contextos políticamente incorrectos para su tiempo. De todos modos, espíritu crítico y valiente, mete el dedo en la llaga y descubre uno de los enigmas de la historia española y las causas de su decadencia.
Aunque cegato, su pluma era certera, y su visión de aguila caudal que diquelaba desde muy lejos.
Su fama de chistoso y jaranero que tiene en la cronología hispana, donde todos los chistes guarros se atribuyen a Quevedo, no se compadece con la hondura de su pensamiento tan español, tan entero. Miré los muros de la patria mía. ¿Acaso este postergamiento y ninguneación a que se someten sus obras, más citadas que leídas, sea otra venganza judía?
Mientras tanto las aguas del Manzanares siguen fluyendo enterradas bajo un bunker de hormigón por decreto de los nuevos munícipes faraónicos anhelosos de convertir a este afluente del Tajo que pasa por los Madriles en un nuevo Guadiana. Pronto lo harán navegable y habrá choque de escuadras y batallas "nabales" por menos de un pimiento. Es igual. Ayer meome un burro y hoy me ahogo. Ay, Manzanares, Manzanarillos, en ti se mueren de sed las ranas y los mosquitos.
14 de agosto de 2008
1. Todo este mundo es prisiones;
Todo es cárcel y penar.
Los dineros están presos
en la bolsa donde están
la cuba es cárcel del vino
la trox es cárcel del pan
la cáscara, de las frutas
Las espinas del rosal.
El cuerpo es cárcel del alma,
la tierra es cárcel del mar
2. Fue cliente del figón de Juan Lepre que abría sus puertas en la calle Huertas de Madrid. Parroquiano de ese establecimiento fue también Diego Velázquez y alguno de sus comilitones del jarro le sirvieron de modelo al cuadro Los borrachos
3. Casa de tolerancia (Germ.)
4. En la fiesta de san Lucas el 18 de octubre se solían impartir los grados a los estudiantes
5. Corito, asturiano. En el siglo XVI las gallegas, asturianas y vizcaínas no gozaban de buena reputación.
6. Belerofonte, el hijo de Neptuno, que montó a Pegaso y venció a la Quimera
7. El culo
8. Por oír
9. Pedo
10. Quevedo fue el caballero de las espuelas de oro. Su defecto físico no le impedía ser un consumado experto en la equitación

2015-11-07

LUIS SUAREZ Y EL CAUDILLO. todo para el opus dei y los sionistas





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LUIS SUAREZ Y FRANCO

 

Francisco Franco el caudillo es uno de los prohombres señeros de nuestra historia pero es también la figura más manipulada. Todo cristo trata de arrimar el ascua a su sardina en una tergiversación que no cesa. A mí me cupo el honor y la desgracia de ser corresponsal de la prensa del Caudillo que era mucho más democrática y veraz, objetiva que la que ahora nos pasma nos irrumpe nos provoca nos abruma donde todo son mentiras y vainas. Se me quejaba el otro día un colega alemán de que la violencia física y la carnaza son la aflicción de nuestros cuerpos y la mentira sojuzga las almas dentro de este estado de cosas: el pueblo no sabe de la misa la media lo que está pasando.la objetividad, ah la objetividad, estos esbirros la retuercen el pescuezo como a una gallina y también los ruiseñores van a la olla. La verdad dejó dfe ser objetiva. Es mera propaganda. Los que no adulen aquellos que no sean corifeos del gran enagranaje son arrojados fuera de la muralla a las tinieblas exteriores de la infamia, la difamación, el sambenito, por los poderosos contubernios. Don Luis Suarez historiador del Establecimiento – ahora sólo tienen voz y voto para opinar los ingleses y los del “clan”, me refiero a Joseph Pérez los pedisecuos de Americo Castro y alguno más- ha dicho en una entrevista que “echa de menos a Franco”. Pues… Pachasco. A muchos otros nos está pasando lo mismo y no salimos a publicar nuestra desventura por los periódicos ¿Cómo no? Los de su cuerda entraron a saco en los archivos de la Fundación Francisco Franco.

Tengo experiencias amargas al respecto cuando traté de conseguir una aproximación. Estaban sus cancerberos a la mira que me echaron a patadas cuando yo llegué allá con mi libro “Franco y Sefarad un amor secreto”. Lo escribí por encargo de Luis Suarez. Cuando se lo presenté ni siquiera me recibió. Lo publiqué casi treinta años después de haberlo redactado.

Se me cayeron los palos del sombrajo pero con mi oprobio y humillación a cuestas me topé con una verdad: el ascendiente judío de los Franco y su ayuda a los hebreos perseguidos durante el tan traído y llevado asunto del Holocausto que se ha convertido en un dogma de fe. También me di cuenta que el sionismo tiene poco que ver con los judíos tan perseguidos y difamados. El sanedrín siempre moró en los altos palacios del dinero, la banca, el cine, las prensas y los medios audiovisuales mientras el pueblo moraba irredento en el gueto.  

Hace unos años y poco antes de morir pude tener una charla en Piedras Blancas, Asturias, con mi colega del Arriba Eugenio Suarez autor de uno de los libros capitales para estudiar la congoja que afligió a las comunidades sefarditas de Bucarest, Salónica y Sofía, “Corresponsal en Budapest”. Se trata de un texto descatalogado que obre en mi poder y que nunca ha sido reeditado. Vaya usted a saber por qué.

Otro descubrimiento: la religión mosaica es una religión de paz que nos enseñó a cantar salmos y a rezar el “Magnificat” que defendió siempre al pobre y al perseguido pero algunos quieren convertirle en el credo de la guerra.

Franco en su amor indefectible a Sefarad pertenecía al estamento de los judíos temerosos de Dios portadores del fuego sagrado, del amor a los libros y los avances tecnológicos que ha dado Israel en pugna con los planteamientos del dogma católico. Su fe era un poco la fe del carbonero y nada meapilas de los de la democracia cristiana ni de los de Ibañez Martín el sorderas que una vez que le preguntó un purpurado como estaba su mujer contestó que muy buena y muy caliente, señor obispo, altamente recomendable. Eso sí, no faltaba a misa los domingos.

Era un gran político. Buen militar y  acaso no tan eximio estratega porque la guerra civil la prolongó demasiado tiempo. Desde mis tiempos de Nueva York me he mantenido vigilante sobre este asunto, hablé con varios rabinos, pertenecía a la Liga Anti Difamación, incluso entrevisté a la gran Golda Meir y el 22 de noviembre fui invitado a rezar un kadish por el alma de nuestro jefe del Estado. Franco era una versión en castellano de Isaac Rabin vilmente asesinado por entender como entendía también Koestler que la creación del Eretz Izrael, desplazando a los habitantes naturales de Palestina y limítrofes puede llevar a Oriente Medio a la catástrofe.

No era un dictador sino un oligarca a la manera de Putin, pero gigantes, políticamente hablando, de esta catadura les vienen grandes a las fuerzas oscuras que controlan el negocio de las armas, de la emigración masiva de los pueblos (hay que transfretar culturas y suprimir naciones en este afán de pensamiento único) y el mundo del dinero.

Prefieren a los mindundis serviles, personajes de cartón piedra que respondan al perfil de un estereotipo previamente diseñado. Divide y vencerás. Que entren los manipulables. Fuera los que piensen por su cuenta y ofrezcan rasgos de marcada personalidad.

Abate sobre el mundo sus alas el ángel del mal y yo creo que el gran pueblo de Israel va a ser una de las peores víctimas de esta distorsión y manipulación de la historia. Israel debiera de dejar de matar a sus profetas y poner su fe su confianza y su esperanza en el Dios de sus padres no el de estos ídolos advenedizos. Por lo demás, me siento muy orgulloso de mi libro a pesar de que los de la Fundación me echaran del despacho y me hayan corrido a gorrazos por estas campas. Viva Franco. Arriba España.

Un líder como él sería el maná para un España afligida por sus errores sus pecados en los tiempos que corren de confusión y de desolación. Sin embargo, no seamos pesimistas. Vendrán tiempos mejores. Para mí escribir es un acto de amor y yo seguiré escribiendo hasta que Dios me lleve gracias a este invento judío que es Internet contra la guerra, contra los pufos, los enredos contra tanto odio tanta reivindicación tanto gilipollas y tantas vainas.

 

2015-11-06

ECCE HOMO, CONFESION DE PILATOS ANTE LA TÚNICA SAGRADA





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Aquella gramalla sin mangas tejida de un solo hilo -Cristo se desvestía y sus siervos y seguidores duro colocarse ropajes, uno encima de, sotanas y dalmáticas, al año que viene en Jerusalén pero caminamos de espaldas al  Calvario- abolía el orden viejo. Los ornamentos de los dioses antiguos, de  Júpiter Diana Afrodita y Baco quedarían preteridos pero sus sacerdotes, sintiéndose desnudos e incapaces de imitar al que pereció en la cruz en taparrabos, no harían otra cosa en todo el tiempo que hacer mayor el cupo del “indumento”.
Casi me desternillaba de risa pero aquella hora de grandes acontecimientos, fue el tiempo de los sobresaltos y de las confusiones (yo creía, pensé que; pues no señor al revés te lo digo para que lo entiendas) y de las perplejidades. Nos anegamos en un marasmo de sorpresa. Tú, Cristo bendito, viniste para confundir a los mortales. Supuestamente quedaron sin vigencia las estolas, las mitras, las cidarias, el efod, y todos aquellos ropajes que se ponían uno encima de otro, negro sobre blanco, blanco sobre negro, para definir oficios y categorías inciertas de flámines y peanes del mundo órfico.
Degolló nuestros principios sin espada.
-        ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otros?
-        Por sus obras los conoceréis- respondió el Señor
Se rieron de él pero él no vino a traer la paz al mundo sino un orden nuevo, con todo lo que ello implica: la destrucción de Jerusalén que fue desmontada piedra a piedra y los campos adyacentes de su pomerium  o arrabales, arrasados y sembrados de sal. Al pie de la cruz escuchábamos el batir de los tambores de los soldados de Tito casi tres cuartos de siglo de que aquel cerco se produjera.
-¿Y no escarmentaron ?
-Por vida de Minerva, ¡qué bah! Son pueblo duro de cerviz, una alegoría de la sinrazón y estupidez humana
Era  Jesús un revolucionario. Vino a los suyos y los suyos no le recibieron. Sus vestiduras  de ajusticiado por una de esas carambolas inexplicables que hoy confunden a los soberbios (la potencia se hizo acto trascendente y se encendió el fuego de la gran luminaria y ardería por los siglos de los siglos aquel pebetero, puesto que nadie será capaz de destruir el amor) eligiendo a lo más despreciable y abyecto del mundo, que de los rechazados y humillados y ofendidos hizo él su piedra basal, en menoscabo de la soberbia y de la confusión terrenales.
Debió de ser un revés para los  mesiánicos. El libertador anunciado por los profetas de Israel moría en el suplicio escoltado por dos ladrones Dimas y Gestas. No me vengáis con bromas ¡Qué guasa! Vino a los suyos y los suyos no le recibieron -la frase de Juan que luego leí incansables veces martillea mis sienes- mientras los mercenarios puesto que no se puede hablar de soldados romanos que tienen otra dignidad y se echó mano de esclavos sirios para hacer aquel trabajo se rifaban con el cubilete sus paños menores. El Hijo del Hombre salvaba al mundo en taparrabos. Semejante desvergüenza ¿dónde se vio?


Pero la humilde túnica inconsútil era el símbolo del siglo futuro.

El que busca su vida la perderá. A ver queremos un signo pues ese no nos ¿vale?

La vida se la había echado el Inocente sobre los hombros a manera de chal cobijando sus espaldas doloridas cuando, varón de dolores, al cabo de cinco mil azotes y de 72 puntas de cambronera que es el peor de la especie de los espinos y la más áspera de las zarzas que horadaron sus sienes trepanaron su frente inmortal quedando ensangrentados los mechones de su rubia caballera y de su barba taheña ¡ah que nos miraba a todos con aquellos ojos azules penetrantes! como si no comprendiera la maldad del que somos capaces los humanos pero llenos de perdón hacia esa inclinación viciosa que los teólogos achacarían al primer pecado de Adán pero que a mí se me hacía muy difícil de aceptar como romano acostumbrado a mirar a los dioses con un cierto escepticismo pues sus malos ejemplos y concupiscencias y que además estaban ahí para castigar y enviar rayos y desgracias a los mortales. Si enojabas al Júpiter, éste te taladraba con su gario y te convertías en rana.

Con los dioses no se juega. Antes de morir había que hacer ordenanzs a Esculapio y se mandaba matar un gallo capón para que el dios de la salud tuviese una fiesta allá arriba con sus amigotes y después de expirar tenían que sujetarte la barbilla, abrirte la boca y meter entre los dientes una moneda para pagar al Barquero. Esta costumbre acicate de la codicia fue un pretexto para que en el mundo antiguo abundasen los profanadores de tumbas. El oro era más importante que la deidad y en facto es la única divinidad que rige los designios. Oro, oro y nada más.

Fue ofrecido al pueblo en espectáculo de befa. Un esbirro lo empujó hasta la balaustrada y Jesús apareció en el enlosado del Lithostros  cual caricatura de ser humano, un guiñapo.

-Ecce homo

-Tenedlo. Vedlo ahí, cabrones. ¿No queríais que lo castigase? Pues le hemos zurrado bien la badana. ¿No os dais por satisfechos? No. La chusma quería más sangre. Dada su condición vil y sus adscripciones impredecible. Era el mismo morbo que conducía a la plebe de Roma al coliseo. Quería ver la sangre a chorros de los andábatas sobre la arena y que cantasen el himno. Ave Caesar los que van a morir te saludan.

Ecce Homo. Le habían colocado un manto púrpura sobre los hombros y pusieronle una caña en la mano por cetro y así compareció. No lo condenó Pilatos. Fue sentenciado a muerte por un tribunal democrático que sometía sus veredictos a votación  con mano alzada en la casa de Anás y Caifás, sumos sacerdotes. Lo mataron dicen por vía de democracia. Pero la perfidia de esa raza es alegoría de la condición humana, si se quieren mirar las cosas desde un ámbito teológico, ajeno a toda manifestación racial. Sin embargo, el pueblo elegido se convirtió en pueblo errante. Nunca en paz consigo mismo. Siempre clamando y lamentándose de su pasado, muñidor de guerras.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        

MI HOMENAJE A PASSOLINI. EN LONDES ME VI TODAS SUS PELICULAS. CONTÓ COMO NADIE LA EDAD MEDIA. EL LADO AMABLE Y CRITICO DE LA CULTURA CATÓLICA. SANTOS Y PECADORES. EL SEXO. LOS CURAS GOLFOS Y GIROVAGOS. LAS TRETAS DE LOS ESTUDIANES PARA GANAR MANTENENCIA Y LOGRAR AMOR CON HEMBRA PLACENTERA


SOBRE EL DECAMERON

 

 

 

BOCCACCIO VISTO POR PASOLINI. DOS GENIOS TALIANOS CON UNA VISIÓN AMABLE Y CATÓLICA DE LA VIDA

 

 

 

 

 Boccacio, metamos el pájaro en el infierno, demos gracias al fraile que nos enseñó tan bien el camino, un gallo tiene suficiente con diez gallinas pero una mujer ni con cien maridos se da por vencida, son insaciables. El Decamerón en algunos de sus pasajes nos muestra en qué consiste eso del furor uterino. En nuestra ciudad más llena de engaños que de amor y fe vivía una hermosa dama de buenos modales, muy astuta e inteligente a la vez. Boca besada no pierde frescura sino que se renueva como la luna… Y Barato con el santo talismán que dios le dio la consoló de tal modo que muy pronto ella se olvidó de Pericón, etc., etc... volví esta madrugada en que mi humor andaba pachucho y desalquilado con esto de las elecciones (Rubalcaba, ZP, las primarias, el blabla de los tertulieros que chupan cámara y aburren hasta las piedras, las sotas de Telecinco que no cubre su gallo de la quintana por ser un rufián hermafrodita y al que las mujeres deben de gustar tanto como a un perro un estacazo, los bustos parlantes de la marranería, nunca debió de haber en Europa tanto canalla en traje de eurodiputado cobrando dietas a tutiplé mientras nuestros chicos están en el paro) a las páginas del Decamerón que es un libro padre y alma mater de todos los escritores, san Giovanni Boccaccio nos de su bendición y el que no valga que lo deje porque ocupa mucho cacho, resulta que una Maripava quiere escribir novela histórica, aquí mucho y mucha novelista de pico que no podría andar un paso sin andaderas laico judaicas y los que se niegan a lamerle el culo al Bigbruder, esos, los genuinos, los autóctonos, prosa con verve que bebieron en los hontanares de los grandes maestros (Quevedo, Góngora, Rabelais, los grandes escritores rusos y un poco Shakespeare, el único católico que nos queda de los ingleses) esos no podrán publicar ni trillar ninguna parva. Anatema sint a ojos de los inquisidores del Santo Oficio laico judaico. Fortuna os de Dios, hijo que el saber no te hace y te libre del totalitarismo democrático que esto es un baile de máscaras. Pues carecen del sentido del humor, en la biblia nadie ríe, no se cuenta un solo chiste, Jehová debe de ser un dios terrible pero muy aburrido, que se calza el coturno, atruena en el Sinaí y nos habla desde la zarza incandescente, un poco como Obama con una patata en el paladar, Aquilón sopla desde Alaska y de allí y un poco más abajo nos llegan las hordas del anticristo, nunca podrán entender la chispa, el donaire, ese optimismo tolerante y picarón del catolicismo bajo medieval del que los humanistas italianos que introdujeron el soneto y la novela bizantina en las grandes literaturas europeas representan el máximo exponente.

 

 Volviendo a Petrarca, al Dante, a Chaucer que en los Cuentos de Cantorbery imita al Decamerón uno entiende por qué estos zafios epígonos de la democracia totalitaria que padecemos entre bolchevique y socialista controlada por los banqueros de Wall Street y el capitalismo financiero que nada tiene que ver con el del trabajo que se expresan en un inglés aburrido y sansirolé, uno recupera la alegría de vivir. Todos se lo toman muy a pecho pero la vida no es más que un comentario leve más allá de las planchas y embolados del constitucionalismo.

 

 Los textos del florentino fueron traducidos a imágenes por otro genio, Paolo Passolini, en un auténtico tour de force en el cual cinematografía y literatura se complementan. La razón de este éxito es que la novela bizantina se apoya en el relato corto y goza del dinamismo de la literatura oral en que ocurren muchas cosas en poco tiempo y a la primera sin profundidades de analisis de caracteres o complejas tramas psicológicas. Son un producto directo del genio trajinante de los siglos XIII y XIV coincidiendo con las grandes peregrinaciones a Compostela, a Cantorbery, a Roma. Los que van a esos lugares por una promesa se entretienen contando historias. Es la esfoyaza o el filandón y de las consejas al lado del fuego en las que aparece la doncella que es desfoliada por algún libidinoso clérigo, la mujer en el balcón que pasa por allí un soldado y le invita a subir un ratito y en tanto llega el marido que estaba supuestamente de caza en los montes de León y se arma la de Dios según reflejan los cancioneros. Pero mientras el Romancero castellano contempla el sexo desde su lado trágico (Eros y Tanatos vienen a ser el Castor y Pólux de la mitología cabalgando en un mismo caballo) el Decamerón lo ve como un juego, a partir de la idea de que las relaciones carnales son la vida mismo. Así que a retozar. Esto es lo mejor de la vida. Dos dará pan pues nos dio una boca y si lo puso ahí en eso es para que lo usemos… la mujer que ardía en amorosos deseos se echó en sus brazos y trasladándose a la alcoba lo hicieron muchas veces durante toda la noche.

 

 En el cuento de Reinaldo de Asti atacado por unos bandoleros y encomendándose a san Julián gracias al santo que le guía a la casa de una viuda rica y fogosa bien acabó lo que empezó mal. El pícaro Bocacho le guiña un ojo al lector mientras denuncia las mohatras de la gazmoñería hipócrita que habría que venir con el protestantismo puritano y sin sentido del humor. Estamos en la Florencia de 1348. Acababa de pasar la guadaña de la peste sobre Europa. Al cabo de tanta mortandad había en las ciudades un intenso deseo de vivir, de reproducirse olvidándose de las bubas que cariaban las ingles y las axilas preludio de la mortaja. Unos florentinos salen al campo – Fiammetta, Pampinea, Filomena, elisa, Emilia, Laureta, Nelfila, Fanfilo, Filostrato e Idóneo- un martes por la mañana después de misa y se lían a contar chascarrillos que les hacen olvidarse de la epidemia que acababa de asolar la ciudad y en la que todos habían perdido a sus seres queridos. “Vayamos al campo donde respiraremos aire puro y gozaremos de los placeres que procuran la inocncia y la virtud”.

 

Yo recuerdo a Passolini que aparece al principio de la película que vi en aquel cine de Londres de Fulham Road en habito franciscano sentado en un pupitre cálamo en ristre hilvanando las crónicas del Decamerón. Creo que en esta película consiguió el italiano una de las obras maestras del séptimo arte. El del mudo y el hortelanillo de las monjas que recoge un tema de la tradición oral es uno de los más impresionantes. Masetto de Lamporequio no tenía curro. Y para inspirar lástima y compasión se hizo pasar por tonto y por mudo y fue a pedir trabajo a unas monjas. La abadesa que lo vio-era apuesto y de gallarda figura pero retrasado mental- lo encontró apto para labrarles el huerto a las monjas de aquel monasterio de Peruggia. Un dia que cogía cerezas subido a una escalera dos hermanas que pasaban por allí cantando el “dirrupisti” y la “Intemerata” vieron que debajo del jubón no llevaba prenda alguna para tapar sus vergüenzas. Quedaron ambas maravilladas ante lo bien dotado que estaba el garzón.

 

 -Vieni… vieni anchio

 

 Tomaron de la mano al menestral y se lo llevaron al huerto nunca mejor dicho. Y lo metieron en una cabaña donde podrían satisfacerse porque las monjas no somos de piedra. Mientras una retozaba con el mudo la otra vigilaba. Nadie se enteraría porque era mudo, nadie vería. Es lo que ellas pensaban porque les vigilaba la abadesa con ojos de Argos y detrás de cada una de las celosías del monasterio ojos encendidos de mujer contemplaban lo que adentro de la choza estaba sucediendo. Total que Massetto de Lamporoquio se pasó por la piedra a toda la comunidad siendo la más persistente de todas la madre abadesa la cual cuando acababa con las legas el hortelano, empezaba con las novicias y al final el rato más largo era para la madre superiora quien se lo llevaba a su celda para tenerlo toda la noche a su servicio:

 

 -Vieni, vieni.

 

 La madre abadesa, insaciable útero furente, quería más y el gallo ya no estaba para más quiquirís.

 

-Otra vez ni hablar, que ya no puedo con los calzones, reverenda- exclamó el hortelano dando un grito porque se resistía a obedecer a la priora.

 

 Las religiosas que espiaban la escena desde lo alto de sus celdas, al oír hablar a un mudo, gritaron conmovidas:

 

 -Milagro… milagro.

 

 Con tan incesante trajín sexual había hecho recuperar el habla aquel barbián florentino consumado embaucador y experto en las artes del disimulo. El autor de una forma amable y venial critica la impostura, la simonía y la corrupción eclesiástica. Boccaccio nos cuenta que en Roma no se podía dar un paso sin un buen contacto y los mejores eran los de las meretrices y los de los efebos que entretenían los ocios cardenalicios y calentaban la cama a los prelados de su Santidad. El vicio nefando y la pasión por el dinero eran una plaga. Yo vi en Roma allá do es la santidad que todos al dinero hacían humildad, refiere el arcipreste de Hita pero estas criticas nada tienen que ver contra el deposito de la fe ni atentan al dogma y tal respecto ahí está la historia del judío Abraham que se hace bautizar en Paris por el arcediano Giannotto Civigni a la vuelta de un viaje a roma donde contempla la corrupción reinante en la Ciudad Eterna. Bujarros, bardajes, putas, bulas para comprar la vida eterna. Hay que ir con la bolsa bien preparada a San juan de Letrán pero ella demuestra que si el catolicismo no se ha acabado es porque detrás apunta el dedo de Jesucristo al que los mercachifles tratan de vender por treinta monedas.

 

-Esta debe de ser la religión verdadera pues tan maltratada por los eclesiásticos permanece intacta al cabo de los siglos. Yo abjuro de la fe mosaica ahora mismo- contesta el israelita ante la pila de agua bendita de Notre Dame.

 

 Un tratante de ganados de Perusa se dirige a Nápoles a la feria buen zapato buena media buena bolsa con dinero ingenio y más inocente que un cubo se va de putas, le burlan la bolsa entre el rufián y unas comadres del barrio de Malpertugio y acaba bañándose en una privada. Olía a mierda que tiraba para atrás pero en el camino se encuentra con unos ladrones que robaban sepulturas. Aquella misma tarde acababan de llegar a Nápoles. Iban en busca de su anillo pastoral engastado de rubíes que debía de valer un dineral.

 

-Entra tú y pilla todo lo que encuentres dentro.

 

 Le auparon los colegas y con un barrote abrieron la tapa de la tumba recién inaugurada. El de Perusa les fue arrimando a sus compinches, el báculo, la mitra, los guantes y las cáligas de seda bordadas en oro macizo pero se quedó el muy pícaro con el sello arzobispal de piedra de rubí.

 

 -¿No hay más, Peruchio?

 

 -No.

 

-Pues, como no nos lo das, ahí te quedas

 

 Y en esto cerraron la tapa del sarcófago. Quedó el pobre hombre enterrado en vida junto a un difunto que empezaba a oler y peor que él. En esto quiso su ventura que entraran en la iglesia otros ladrones. La misma ceremonia, levantar y apuntalar la piedra y los mismos discutinios de quien entraba primero y ninguno se ponían de acuerdo. Pero al que entró a robar, que era un cura por cierto, le mordió el emparedado en una pierna. Ambos manilargos pies pa que os quiero, salieron del recinto de estampida y muertos de miedo. Peruchio con su joya en el bolsillo pudo regresar rico a su país olvidándose de la bolsa que le arrebataron, de las putas y de los facinerosos de la ciudad más peligrosa de Europa en el medioevo. También estuvo de su parte aquel san Julián misericordioso el hospedero celestial que socorría a los que vagaban por el mundo sin rumbo fijo. El ritmo de este relato es intensísimo y no decae un momento.

 

 En boca de Teobaldo peregrino al Santo sepulcro pone la crítica más circunstanciada y cabal contra el abuso de poder de los clérigos. Sugiere que el confesonario no es el tribunal de la penitencia divina sino un instrumento de control como Internet en la actualidad, poco más o menos, y que la obsesión con el sexto mandamiento es una afiladísima herramienta para conseguir el derecho de pernada.

 

 Hay algo morboso y diabólico en esa obsesión sexual de la que adolece la iglesia latina: “Esos frailes claman contra la lujuria porque de ese modo pueden holgadamente quedarse con las mujeres que otros dejan. Condenan la avaricia para que se les ofrezca a ellos lo mal ganado en diezmos y primicias y eso que llaman caridad. Los frailes quieren que os desprendáis del dinero para que vaya a parar al cepillo de la iglesia, necesitan dinero para holgazanear y acostarse con todas las mujeres y los efebos que encuentran en el camino”. A lo que parece, la pederastia y los abusos deshonestos por parte de la clase sacerdotal afligían al creyente del siglo XIII igual que al de hoy. Desde entonces han pasado un cisma en Occidente y tres concilios y la jerarquía encampanada en su soberbia vaticana no ha puesto remedio. “En resumen- concluye el peregrino su diatriba- si quieren santidad ¿por qué no siguen el evangelio? Que demuestren lo que predican. Basta ya de frailes galanteadores, mujeriegos, visitadores de mujeres e incluso de conventos”.

 

Un abad de Toscana con fama de santo y milagrero sólo tiene un defecto que se pirria por las mujeres en especial le gusta la mujer de un campesino Ferondo. Con ella urde una estratagema para simular su muerte y su entierro con una estancia de nueve meses en el purgatorio. Al final de este tiempo el inicuo monje que había estado refocilándose con la esposa del “difunto” lo resucita. Otra vez cunde el grito de milagro… milagro por toda la Campania. La querida del mitrado-total- se ha quedado encinta y tendrá un chico al que pondrán por nombre Benedicto. La crítica a la vida eremítica no puede ser más feroz. Ni más real porque tan truculentos sucesos eran de rubrica en aquel entonces, hoy lo siguen siendo habida cuenta del afán de la jerarquía de barrer debajo de la alfombra. El Decamerón va a influir en toda la novela moderna sobre todo en la literatura picaresca, concretamente en el Lazarillo que es un decamerón a la inversa. Lázaro de Tormes podría pasar por personaje de estas novelas Acuciado por el hambre más que por el sexo y es que debe de ser harto difícil amar cuando no se tiene la barriga llena. La idea maestra que late bajo las entrañas de este gran libro es la tolerancia, la alegría de vivir, la libertad que significa para Europa la cultura católica frente al pensamiento único y la tiranía del pensamiento único del afán trilateralista del protestantismo anglosajón. Subámonos a la torre del gran belvedere florentino para otear el horizonte. Ahora los árboles no nos dejan ver el bosque.

2015-11-05

VIENE SAN MARTIN











 

 

SAN MARTÍN

Llegado san Martín entraba el invierno por la portada con los primeros cierzos otoñales; las ovejas del redil regresaban a la tenada y por las hoces del río de Membibre se sentían las esquilas de la punta de vacas toriondas que había llevado mi tío Felipe a la parada, y el macho renco de Ursino subía solemne hacia los recuestos del camposanto tras la iglesia con su ábside románico, las artolas atestadas de cangrejos; los cuévanos aun olían a la uva recién pisada dentro de los lagares de la vendimia. Había que ir a besar al santo.

Acto seguido, mudarse para la fiesta. El 10 de noviembre tocaban a vísperas y se acercaban por la nava los dulzaineros de Peñafiel, alguna vez los titiriteros de Pecharromán pero, indefectiblemente, no faltaban a la cita Cástulo y Manahén los tíos del bote. Se jugaba mucho dinero a la hora del baile y allí estaban los dos colegas a mitad de la plaza Franco, en torno a una mesa verde que alumbraba un candil. Enzarzando combinaciones de dados y póquer. De vez en cuando se escapaba alguna palabrota.

          —Arriba la banca.

           —Ya se me han jodido veinte duros, chiquitos. No juego más, Bigotes. Que me das el cenizo.

Y el perdedor se iba bufando entre las parejas que bailaban al son de la gaita y tambor y los chavales que lanzaban bengalas. La pareja de la Benemérita mosquetón en ristre y escarcela a la espalda seguía a distancia las evoluciones del juego, los arrumacos de los novios (que corra el aire) y los desplantes a veces no tan fraternales entre los mozos del pueblo y los forasteros.

A los de Vegafría les gustaban las chicas de Membibre y a éstos últimos al revés, lo cual que por las fiestas con el ardor del vino no faltaban las broncas.

Nunca se me olvidarán aquellos tíos del bote. Uno era alto, híspido, el pelo en escarpia como el palo una escoba; llevaba un mandil de menestral y peinaba dos enormes bigotes de alabardero; el otro era pequeño gordo y cachazudo.

La abuela hacía un extraordinario y comíamos asado, para postre castañas o requesón, los años buenos melocotón en almíbar.

En el retablo de la iglesia había un sanmartín muy guapo, montado a caballo y vestido de legionario romano, con sus caligas, el penacho de plumas de avestruz la galea (a mi primo el Aurelio le llamaban la atención las carrilleras de aquella imagen y el gesto desprendido); y a sus pies un pobre desnudo, al cual el santo entregaba su túnica, después de haberla escindido en dos con su espada. Una buena tapa todo lo tapa. Aquel centurión de la Legio Victrix colgó la galea y la lanza, se apeó del caballo como Saulo y, recorriendo los caminos de Cristo, predicó su fe por toda la Galia. Le hicieron obispo de Tours y fue durante muchos siglos el símbolo de Europa, generosa y despendida, que daba pan y cobijo a los pobres. Tratando así con el ejemplo de demostrar que la caridad cristiana todo lo puede.

Si alguien te pide (dijo N. Señor) que le acompañes un kilómetro vete con él  una milla y si te pide la túnica entrégale la capa y el gorro.

Todo el afán de este soldado húngaro fue vestir al desnudo, dar de comer al hambriento y de beber al sediento. Europa quiso ser entonces símbolo de tierra de acogida. El que ama nunca se equivoca aunque se exceda. Una personalidad misteriosa fue san Martín, santo muy humano hasta el punto de punto que solo en Francia hay más de quinientas villas y aldeas bajo su advocación. En España son muchísimos los templos a él dedicados. No menos impresionante fue el culto a sus reliquias.

Una buena capa todo lo tapa, incluso nuestras miserias ocultas. Y cobardías, nuestros renuncios. Igualmente y del mismo modo, en Alemania el 11 de noviembre se festeja el Heilige Martinus Tag con juegos de bolos; los bávaros se hinchan a tajadas de ganso trasegadas con cerveza. Hay partidas de pelota, charadas, procesiones y martingalas.

En Francia por san Martín se pagaban todas las deudas y en Inglaterra se ajustaba a la servidumbre de la casa del squire.

Es un santo a la vez románico y germánico al que los cronistas eclesiásticos relacionan con Prisciliano al que trató de salvar de la hoguera. No existen herejías para el que ama de buena fe a sus semejantes por lo visto y está dispuesto a dar la vida por su hermano.

El culto a san Martín que irradia desde las Islas Británicas hasta Compostela, desde el Báltico hasta Sicilia, constituye uno de esos maravillosos misterios de la fe católica en que el evangelio se funde, se confunde, y se trasfunde con la mitología, los dioses oscuros y las divinidades sincretistas. Este culto se encuentra relacionado con las peregrinaciones jacobeas, la hospitalidad y el vagabundaje, cuando el alma echa andar en busca de su criador. Y es el complemento, la otra cara más amable de la moneda, al culto miguelino, que patrocinaban los señores de la guerra.

Su luz resplandece como una vela votiva en el mes de difuntos, cuando bajábamos a las comedias que echaban en Sacramenia o nos reuníamos en el cocedero de la Tia Caya la tarde del hilandón para asar castañas, darle un par de besos al porrón y contar historias de duendes y aparecidos.

Tiempo de estantiguas y de ánimas al menguar los días y crecer las noches. Caminar de día que la noche es mía. Tan, tan, quien es.  Soy yo. Hijo, quien será a estas horas. ¿Quién se comió la asadura dura que había en mi sepultura? Aquellas voces eran mucho más inquietantes que una película de miedo.

Pero los chascarrillos que más prestaban eran las andanzas chistosas de alguno del pueblo como la de aquel hijo adolescente del zapatero de Tejares que se murió el año el hambre y los de su cuadrilla quisieron dar un susto a sus padres la noche de Santo Martino.

Urdieron, espabilados por la hambruna, una trama para que la voz del difunto sonase por el husillo del cocedero. Y, cuando el zapatero y su esposa rezaban el rosario, calentándose cabe los morillos, se oyeron golpes encima y una voz cavernosa que decía:

             Tan tan.

             ¿Quién va?

             Madre, soy yo. Crescentino.

             Ay hijo ¿pero no te habías y muerto y hubimoste dado ya cristiana sepultura?

             Sí, madre, pero ya ve; estoy en el cielo con los ángeles y los arcángeles. Pues hoy san Pedro nos ha dado a los de este pueblo pase de pernocta para bajar a ver a los amigos.

             ¿Te salvaste? ¿No estás condenado? Pues ¡qué bien cuanto me alegra! ahí en eso, rodeado de bienaventurados, ya ni sientes ni padeces

             Salvé, madre, salvé. Lo que pasa es que en el cielo tambien pasamos mucha hambre. Y a eso vengo. ¿Queda en el arca algo de matanza? Si usted pudiera meter un poco de chorizo, un torreznillo. Compango o algún bodigo y colocarlos en el caldero ahí en eso, nosotros nos lo subíamos a escape y que se lo paguen las Ánimas Benditas.

             Hijo, como no, ¡pues qué hacer!

La mujer el zapatero les preparó una buena merienda y los “difuntos” se la llevaron enseguida,  los jamones salían volando por los tejados.

Las visitas se sucedieron otras tantas noches, cuantas duró el novenario de san Martín. Los de la cuadrilla del recién fallecido se comunicaban a través de las paredes. El tío zapatero sentía ganas enormes de ver a su hijo en carne mortal y no por poderes, aun a sabiendas de que ya sólo era un espíritu puro.

En la última “visita” se atrevió a preguntarle:

—Hijo, querido, Crescentinillo del alma, ya sabemos que estás en la gloria, pero nos gustaría a tu madre y a mí verte en imagen. ¿No nos podías mandar un retrato desde ahí en eso? No sabemos si estas gordo, o estas flaco…

 —Ahora mismo, madre, si así lo deseas—dijo el amigo de Crescente, el que se había zampado los chorizos y morcillas de la matanza de los padres del difunto—Ahí va mi foto

Enseguida, el intrépido  joven se baja los pantalones y se sienta de culo  sobre el hueco de la chimenea. Los dos viejos quedaron atónitos, al mirar para arriba

          —Ay hijo, ¡qué cara tan hinchada, que ojo tan profundo, se conoce que comes a dos carrillos!

Aquellos filandones entre risas carcajadas y semblanzas juegos de manos jácaras cantes y bailes o historias de almas en pena y aparecidos lo pasábamos a lo grande. No había tele y el único aparato radio del pueblo estaba en casa del médico, o del señor cura, lo que era un acicate para desarrollar la  imaginación. Cabía  buscarse la vida. Ello daba pábulo la literatura oral.

Unos chiquejos se tenían la tea sobre las baldosas del estragal, otros pasaban el rato con el adivina quien te dio, las mozas jugaban al pañuelo o a esconder el polvorón…

De aquellas veladas al amor de la lumbre del cocedero de la Tía Caya por San Martín, albergo la impresión de que surgieron grandes narradores en Membibre de la Hoz, el pueblo de mi padre, de cuyos labios escuché la conseja de los carrillos tan hinchados y el ojo tan profundo.

El bendito obispo de Tours desde las alturas debía de estar riendo de aquellas chanzas y perdonando nuestros atrevimientos picarescos. Una buena capa todo lo tapa.

Trasegando mosto nuevo de la uva recién pisada  honrábamos  a Cristo y a la tradición para dar con un canto en los dientes a los que entienden la religión como un tren de vía estrecha. Todo ocurrió hace muchos años, al comienzo de aquellos inviernos preteridos y de aquellas lunas que ya no alumbran nada…