DON DRAGÓN SANCHEZ DRAGÓ
Dicen del suflé que nunca sube dos veces, pero Fernando Sánchez Dragón sí que sube dos veces y más de tres y todas las que hagan faltas, a compás de los vaivenes de la política y de los cambios de régimen pues es un saltimbanqui en la cuerda floja aunque se las dé de filosofo. Chaquetas tiene el ínclito periodista, comunicador y actor, mucho mejor que escritor, histriónico, para todos los gustos, para todos los cambios políticos, en su ropero. Es un mandarín literario con su arrugada cara de pasa –un rostro de cemento armado- el aire de faz ligeramente asnal y caballuno que aparece todas las noches en Tele Madrid con una rosa en erección sobre un florero, haciéndole la rosca a doña Espe. Es lo que fue siempre: pelotillero, listo el tío y dicen que algo seductor, pero ya adicto al Viagra. Ahora ha publicado un libro plúmbeo de cerca de cuatrocientas páginas para decirnos que si hay alguien que habla mal de España el fulano tiene a la fuerza que ser español. Pues vaya una cosa. Eso ya se sabía. Don Dragón no ha descubierto el Mediterráneo ni los cuernos de don Friolera que él va ya para setentón. Y dice que no podrá soportar una segunda legislatura de ZP. Yo sí. No me hizo ningún daño el presidente pero personajes tan funestos y que se han constituido en veedores y comisarios de nuestra literatura y de nuestro periodismo que coquetearon con el franquismo, el trotskismo, el misticismo, el LSD, con Aznar y con Felipe y ahora son turiferarios de la Esperanza Aguirre me estomagan un poco. Yo lo que no toleraré sería más Tele-Madrid y si la Espe llega a presidenta – se corre de gusto la señora cuando la llaman presidenta- pues apaga y vámonos. Me iré al exilio de Londres por segunda vez. Una vez fui testigo presencial de un altercado en el Café Gijón. Un exaltado le mentó la madre soriana a este señor pero éste, en lugar de echarse palante e ir a por el tío, huyó por las puertas revolvedoras del famoso establecimiento de Recoletos hecho una aduja. Don Fernando que tiene al parecer la lengua muy larga y viperina sobre un plató no es que sea un dechado de valentía en una taberna donde a veces es preciso demostrar redaños y sacar la hombría. Así que me quedo con las palabras de aquel interfecto que no obtuvieron respuesta en el agredido:
-Tu madre, una santa pero tú llevas las siete señas del hijo puta.
Los espejos del café Gijón aquella tarde se morían de risa al ver al fiero dragón a la agachadiza haciendo mutis por el foro.
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