CRISOPEYA, COPELA. COROZA
Gratísimo un consuelo leer a Quevedo y cantar
las marzas que son las verdades del barquero porque todo se va y todo vuelve
menos la juventud y me esparzo por los remansos del río de la mente donde
fluyen las memorias de mi patria. Es prosa maciza llena de ritmos y ecos
misteriosos, la verdad católica sobre los novísimos plasmada en lienzo. Es un
tema recurrente en la literatura española desde Jorge Manrique, una reflexión
sobre la vanidad de las cosas humanas pues la muerte se viene tan callando.
Segovia dio a luz a la picaresca y yo nací
cerca del la puerta del Arco del Socorro donde dieron mulé al padre del Buscón.
Hay que arreglar esos peldaños para el próximo que venga… un poco de credo y
aviemos, nada de letanías. Morir con humor. Entremos por la puerta ancha que
lleva a los Novísimos. Peregrinación de la estantigua; allá van sastres,
carpinteros, obispos y abades, ninfas del catón, los valientes guerreros, los
añafileros del gran torreón. La literatura quevedina remeda a un ejercicio de
crisopeya donde a la busca de la piedra filosofal, se transforma la mierda y lo
anodino de la vida misma en oro.
En este almirez se machaca el ajo del mortero
y aparecen los dueños. Suben al aire las grandes palabras y los eximios
conceptos, olvidémonos de la guerra, del sexo. La religión… todas son un
misterio. Ahí estaban los puteoritas que son herejes veraniscos. Para los que
la eucaristía se guardaba en un pozo de nieve. Artefio nos dice Quevedo
filósofo escribió un tratado hermético en el cual descubre el sentido del canto
de las aves. Teofastro y Paracelso indujeron a la humanidad por el camino de
las artes mágicas. Pero una advertencia: la buena literatura ha de tener parte
en el arte de la crisopeya que consiste en transformar en oro los materiales
viles.
Gocemos
pues mirando al cielo porque la muerte aguarda y todos caminamos en dirección
al Valle de Difuntos.
En la redoma quedamos redomados, nos visitan
los clisteres para alivio de estreñidos y el género humano hace chistes sobre
la mierda y los pedos. Con un inodoro en la frente caminamos por la vida,
remedios y cauterios, tientas, quibombos, sondas y sillicos. “Quevedo conocía
todos los secretos del lenguaje, sabe germanía como los picaros de Zocodover.
Tiene en la memoria todos los refranes de la lengua, todos los modismos” dice Rene
Buvier, y Rafael Lapesa: “los ojos de Quevedo provistos de las lentes crueles
del desengaño sorprenden cuando miran para la imagen de la muerte; la vanidad
de los esfuerzos humanos le sugieren hondas reflexiones morales y en sus
cuadros aparecen el hombre como grotescas siluetas”
viernes, 17 de marzo de 2023
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