Alfonso Ussía y el cura de Ruiloba
La que no perdona a ninguno acaba de llevarse a Alfonso Ussía literato y periodista ecléctico perfil aristócrata y estilo algo zumbón que le caía bien a las señoras. Su arte no era mi taza de té que dicen los ingleses pero no dejo de reconocer que era una buena persona. Tampoco sus ideas políticas aledañas al borboneo que nos aflige me entusiasmaban.
Biznieto de Pedro Muñoseca al cual los rojos dieron mulé en Paracuellos, que se enfrentó al pelotón de fusilamiento haciendo chistes (todo me lo podéis quitar, cabrones, menos el miedo…. Y aquí muere un león cansado de hacer el oso, frase con la que acaba La Venganza de don Mendo) ha muerto en Ruiloba una aldea perdida entre montañas del concejo de Comillas que me hace recordar ciertas vivencias cando de seminaristas nos acercábamos a aquel lugar las tardes de paseo. Olía a cucho que nos llevaban los demonios, se escuchaban los traqueteos de los ejes de las carretas del país tan cantarines como el varilarguero que cruzaba por aquellos campos de maíz guiando los bueyes, por trochas entre robles y eucaliptos. Bucólicos parajes hoy bajo la garra de los contratistas. No hay carretera sin barro ni prau que no tenga hierba… a la sazón llovía mucho más que ahora en el Norte.
El cual también cantaba aires del país cuando volvía de recolectar algas en la playa de Oyambre.
En Ruiloba había un cura bonachón coloradote que se acercaba al seminario a hablar con los Padres y traía un paraguas enorme como él, que podía cobijar a un regimiento; con su teja, su balandrán y sus manteos parecía la viva estampa de aquellos clérigos prototípicos que describieron Amós Escalante, Clarín y Pereda. Curas de misa y olla, alminas de Dios desperdigadas por la geografía nacional, buenos jugadores de brisca, cazadores empedernidos bajo la tutela de una buena moza al servicio del hogar que ellos llamaban sobrinas. No creo que don Amable el cura de Ruiloba fuera de esos porque a nosotros nos parecía casto como un lirio, dejaba que le tomaban el pelo y siempre nos decía “espero vivir para asistir a vuestro cantemisa”. El cura de Ruiloba se murió al año siguiente de una congestión. Estaba muy gordo. Largo nos lo fiais porque de mi curso misacanmtano sólo hubo Antonio Pelayo. El funeral del buen párroco de Ruiloba coincidió con la gran desbandada claustral. Los seminarios quedaron vacíos. Fuimos los últimos de una generación antes de pasar página inexorable el libro de la historia. Hoy yo me hago la infalible pregunta de “ubi sunt” Dónde están aquellos compañeros. Dónde propfesores cómo el padre Rector, Heras, Eguillor, el P. Mayor que nos daba griego, Rábago Matemáticas o el P. Galende. Uno de los fundadores de la universidad laboral de Gijón. O Teofanes cuyo cuarto olía siempre a café. Creo que la mayor parte pasaron a mejor vida. Sólo nos queda uno Eutimio Martino, políglota e historiador. Para conocer la presencia de los romanos en España hay que consultar su obra que es un “must”.
Dios premió su bondad y su llaneza con una larga vida. Es también primo de Aderita Redondo la leonesa que desde el cielo vela por mí. Me gustaría volver a Ruiloba y recorrer las calellas del valle del Tena. Creo que hoy es municipio desconocido. Claro han pasado 65 años desde entonces
domingo, 7 de diciembre de 2025
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