- LAS ENFERMERAS ASTORGANAS VIOLADAS Y FUSILADAS EN SOMIEDO POR LA HORDA ROJA OTRO CASO DE LA VIOLENCIA Y LA BARNARIE COMUNISTA
Posted: 22 Jul 2019 07:54 AM PDT MERCEDES UNZETA GULLÓN | ANTROPÓLOGA, ESCRITORA Y SOBRINA DE PILAR GULLÓN«Si las mártires de Somiedo murieron por la fe, no lo sé; pero sí en labor humanitaria»ANA GAITERO | LEÓN 22/07/2019 Mercedes Unzeta Gullón es sobrina de Pilar Gullón, una de las tres enfermeras de la Cruz Roja destinadas en Somiedo durante la Guerra Civil, en el bando de los rebeldes, asesinadas el 27 de octubre de 1936 tras la toma por tropas republicanas del puesto donde prestaban su labor humanitaria. Su tía Pilín, que tenía entonces 24 años, junto a Octavia Iglesias, de 41 y Olga P. Monteserín, de tan solo 19, fueron reconocidas como mártires asesinadas por odio a la fe por el papa Francisco el pasado 12 de junio y están en proceso de beatificación. La versión oficial de los hechos, basada en un consejo de guerra sumarísimo que acabó con la ejecución a garrote vil en León en 1937 de Gerardo Arias Herrero, El Patas, un minero de Villaseca de Laciana, veterano de la revolución del 34, señala que las enfermeras fueron violadas antes de ser asesinadas. Las tres tenían relación con Astorga aunque en el caso de Pilar Gullón, hija del político Manuel Gullón y sobrina nieta de quien fue el primer leonés presidente del Gobierno, Manuel García Prieto, residía en Madrid, pero el conflicto le pilló en Astorga, donde veraneaba con la familia. Mercedes Unzeta, que desde hace varios años reside en Nistal de la Vega, en el molino de Cela, cuenta sus vivencias e investigaciones. —¿Cómo llegó a usted la historia de las Mártires de Astorga? —Viví con ella desde que nací. A mi madre le costó mucho superar la muerte de su hermana y no creo que la llegara a superar del todo. Se culpaba un poco de no haber sido ella la que estuviera en los altos de Somiedo. Las tres enfermeras en el Puerto de Somiedo unos días antes de su muerte con la madre de Pilar Gullón que subió a verlas. FOTO CORTESÍA DE MERCEDES UNZETA.—¿Por qué ese sentimiento de culpa de su madre? —Cuando en Astorga se decidió que subieran tres enfermeras al destacamento militar que se acababa de instalar en las montañas entre León, ya en manos de las tropas franquistas, y Asturias, en manos todavía de los republicanos, se rifó quienes irían porque eran muchas las jóvenes de la alta sociedad astorgana que querían sentirse útiles. La guerra acababa de iniciarse. Les tocó a mi madre y a su hermana Pilín (Pilar). Las autoridades consideraron, y sobre todo su madre, que no deberían ir las dos, sus dos únicas hijas, así que se decidió que iría la mayor, Pilín, y luego, en los relevos iría Maca (Mª del Carmen). En su lugar fue una prima, Octavia y su gran amiga Olga. —¿Cómo se lo contó su madre? —Nos contaba poco pero nos leía de vez en cuando pasajes del librito de Concha Espina Las princesas del Martirio que guardaba con mucho celo en el tocador de su cuarto junto con las fotos de su hermana. Cómo pudiendo escapar dieron su vida por los enfermos, cómo las violaron, cómo las ultrajaron, cómo las fusilaron por no renegar de su fe, cómo a la tía Pilín la tuvieron que disparar tres veces porque erraban y ella se volvía a levantar hasta que la remataron. Estos pasajes tan duros que cuenta la escritora santanderina alimentaban nuestro sentimiento de angustia y congoja además de nuestra imaginación. El dolor de aquel suceso nunca abandonó a nuestra madre y nos lo transmitió a sus hijas. El espíritu humanitario y abnegado de la tía Pilín nos ha acompañado en nuestras vidas y la hemos utilizado invocando su apoyo en momentos de alguna necesidad de todo tipo, normalmente prosaica como exámenes o novios. —Es la versión oficial de los hechos ¿Por qué investigó más? —Hace muchos años conocí por casualidad a un militar que había estado en aquella época en esa zona y me contó que conocía y se acordaba muy bien de las tres jóvenes enfermeras que estaban en el alto del puerto de Somiedo. Me las describe a las tres en sus diferentes caracteres. Estaba destacado en la zona pero no pertenecía al grupo de oficiales que habían ocupado Santa María del Puerto, donde se encontraban las enfermeras, pero iba a pasar algunas tardes allí. Según este oficial, la Comandancia del Puerto, donde vivían los oficiales, el médico y las enfermeras fue atacada de noche por sorpresa, mientras todos dormían, por un grupo de milicianas dando muerte a todos los que allí vivían. Es decir, que según él las enfermeras murieron en sus camas. También me dijo que no había hospital como tal porque al no ser un frente abierto, sino de vigilancia de las montañas, no había heridos ni muchos ni graves, tan sólo los dañados de las pequeñas y aisladas escaramuzas con los milicianos. FOTO CORTESÍA DE MERCEDES UNZETA.La tía Pilín vestida de enfermera. —¿Presenció los hechos? —No. Si no, estaría también muerto, me dijo que se personó en la zona enseguida. —¿Cómo encajó esta historia? —Aquella nueva historia, sin enfermos moribundos en sus camillas y sin siniestros fusilamientos me impactó muchísimo. Me bloqueó y no pude hablar de ello durante mucho tiempo, ni a mis hermanas ni a nadie. No podía asimilar esta nueva versión de los acontecimientos que desbarataba la historia y toda nuestra imaginaria reflexión familiar. —¿Volvió a hablar con él? —Murió antes de que yo pudiera abordar más el tema, pero de su información me quedó un run run de saber qué había pasado. —¿Cómo siguió las pesquisas? —Años más tarde me contactan con un republicano que contaba que vivió los hechos en vivo y en directo a los 17 años que tenía entonces. Este señor de 89 años cuenta cómo él recuerda los acontecimientos de aquel 27 de octubre del 36. Este asturiano pertenecía al batallón republicano que atacó los altos del puerto de Somiedo. Cuenta que fue la mujer de un miliciano, a quien acababan de matar unos falangistas, quien, enfurecida por el asesinato de su esposo, se subió al camión donde llevaban prisioneros a todos los de la Comandancia: los oficiales, el cura, el médico y las enfermeras. Nos dijo que de la pura rabia saca debajo del mandil una pistola y se pone a disparar con furia a todos los prisioneros del camión, entre ellas, por supuesto a las enfermeras que mueren en el acto. —¿Tiene alguna teoría? —No tengo teoría. Estoy buceando en los acontecimientos y creo que todas las teorías tienen algo de verdad, algo de imaginación y algo de tendencia interesada. Lo cierto es que de una manera o de otra a las tres enfermeras murieron, fusiladas o asesinadas, haciendo una labor caritativa con enfermos graves o menos graves. Que representaban a la ONG humanitaria Cruz Roja que había sido respetada en todas las contiendas y era la primera vez que se saltaban esa inmunidad internacional. Bien es verdad que no mataron solamente a las enfermeras sino que el batallón republicano atacó por sorpresa a todo el destacamento franquista y murieron muchos militares además de los oficiales. En el caso de las enfermeras, que todas las versiones coinciden que fueron muertas por mujeres, creo que, además de tener en cuenta las circunstancias por el enfrentamiento nacional, influyó una especie de venganza social. —¿Qué quiere decir? —Las milicianas pertenecían, la mayoría, a la zona minera, y en aquellos tiempos en los que las desigualdades sociales eran muy profundas, estaban muy marcadas, y se veían muy definidas, podría muy fácilmente haber influido ese rencor de clase en el ensañamiento de las mujeres obreras con las señoritas de clase alta, sin tener en cuenta en esos momentos si eran enfermeras o no lo eran. Simplemente eran del bando enemigo, con importante religiosidad y, además, señoritas de la alta sociedad. Todo lo contrario que ellas. Pienso que era un cóctel difícil de digerir en aquel momento y en aquellos tiempos para las mujeres de los mineros. De hecho parece que enseguida que pudieron se repartieron sus vestidos que lucirían con orgullo. Carta de una prima de Pilar Gullón fechada el 27 de octubre de 1936, día del asesinato.FOTO CORTESÍA DE MERCEDES UNZETA.—De igual manera, ¿Pudo influir en la creación de la historia-mito el hecho de que sean señoritas de la alta sociedad de Astorga y no mujeres anónimas? —No digo que el resentimiento social sea el principal motivo , digo que el hecho en el que todas las versiones coinciden, de que fueron las mujeres quienes dispararon, y teniendo en cuenta la situación, la comarca minera, la desigualdad social tan grande que había entonces además de que eran parte del enemigo y también muy cristianas era un buen paquete para odiarlas. —¿Habría reaccionado igual la sociedad astorgana de no ser señoritas de clase alta? —Quiero creer que si. Al fin y al cabo estaban en calidad de enfermeras de la Cruz Roja. Y era la primera vez que se saltaban la inmunidad de esa ONG humanitaria. La reacción de dolor hubiera sido la misma pero lógicamente, si eran hijas de familias muy conocidas y de políticos pues es normal que el impacto fuera mayor. Eso pasa siempre en todas las circunstancias, el drama de las personas conocidas produce mayor conmoción en la sociedad. Eso, supongo, pasó en este caso. —¿Pudo usarse el caso para tapar un fracaso militar franquista? —Fue un golpe importante al inicio de la guerra para los nacionales. Es totalmente cierto. Que se se centraron en las enfermeras para poner en valor su sacrificio y desacreditar con mayor inquina a los republicanos, también creo que es un criterio bastante acertado, no puedo decir que sea cierto, pero tiene todos los visos de que pudiera haber sido así. Que lo que se ha sabido sobre aquel suceso de las Enfermeras esta basado en el libro de Concha Espina, es bastante acertado. Ella se debió basar en lo que le contaron en ese momento, año 1940, y en los interrogatorios. Está claro que la información le viene de la parte llamada nacional o franquista. —Se ha dicho que Concha Espina escribió el libro coaccionada porque tenía un hijo preso. —Concha Espina no tenía ningún hijo preso. Escribió su libro en el año 1940. ¿Razones? Querría congratularse con el nuevo régimen, como muchos otros escritores, y era muy amiga de una tía de Pilar Gullón por lo que el dolor de la familia le podía haber llegado muy de cerca, y además era muy religiosa. —¿Qué opina de la beatificación promovida por primo Manuel Gullón a través de la Fundación Enfermeras Mártires de Somiedo? —Es la Fundación y la Iglesia. Que la Iglesia las considera mártires porque murieron por la fe. ¿Murieron por la fe? No lo sé. Es que murieron en una labor humanitaria y que eran muy fervorosas. Mi tía Pilín pertenecía a Acción Católica, a las Hijas de María, colaboraban en actividades pastorales de sus parroquias y participaban en obras religioso-sociales, como su madre y su abuela. Desde 1921 la presidenta de honor de la Curz Roja de Astorga, de la Sección de Señoras, era la Excma. Sra Dª Pilar Iturriaga de Gullón García Prieto (madre de Pilar Gullón), y la presidenta era la M. I. Sra. Dª María Blanco Rodriguez de Cela (abuela de Pilar Gullón). Octavia Iglesias tenía una única hermana que era monja y vivía fuera de Astorga. Su madre dio todo su dinero y dejó su herencia para construir un convento de clausura, de Madres Redentoristas, en Astorga, donde vino a vivir la hermana de Octavia hasta su muerte. Me parece muy bien que la Iglesia quiera beatificarlas. El merecimiento, como todos los premios, tendrá sus alabadores y sus detractores. Habrá a quien le parezca un acto elogioso y fantástico y a quien le parezca algo que no tiene sentido. La Iglesia Católica tiene sus ritos y sus procedimientos, como todas las Iglesias. Detrás de los premios siempre hay un interés y el interés de la beatificación supongo que es el que se sepa que tres jóvenes cristianas fueron fusiladas, o asesinadas, por razones de su condición humanitaria. Por supuesto la Iglesia cree en la versión histórica que ha estudiado a través de expertos para llevarlas al altar. Pues me parece muy bien en cuanto a que es una decisión y un acto de la Iglesia, en la Iglesia y por la Iglesia. Y me parece excelente y emocionante por el recuerdo de mi madre. Si viviera estaría realmente henchida de orgullo. ESPAÑA MI NATURA |
Posted: 22 Jul 2019 03:33 AM PDT MAUGHAM CANTA A LA ESPAÑA ETERNA A LO LARGO DE SUS LIBROS este blog defiende la unidad de España y a su cultura SOMERSET MAUGHAN Y SU AMOR A ESPAÑA En las novelas de don William Somerset (1874-1965) Maugham hay párrafos que son como para encender nuestro decrépito optimismo al que aludía el otro día Rajoy así como el Rey: España es un gran país. Por ejemplo, en esa novela mayor (creo que una de las mejores del siglo XX) Servidumbre Humana, publicada en 1915, hallamos estas perlas: “Iría a España. Quería conocer como mejor pudiera el país del romanticismo… la visita fue acogida por Athelny con la cortesía de un grande de España. Quería conocer Toledo, León, Oviedo Burgos. Lo dice Mr. Athelny al protagonista, el joven Phillip Carey, un enamorado de la lengua de Cervantes a la que encuentra la más sonora rica y melodiosa mientras le invita a comer en su cuarto con derecho a cocina del barrio de Stamford Bridge, lleno de niños, rodeado del calor de su bondadosa esposa y su pasión por las buenas formas caballerescas y la compostura que aprendió en el Quijote. Así le describe a Philip las catedrales españolas con sus vastos espacios envueltos en sombras con el oro macizo de los altares y los suntuosos hierros forjados de las rejas donde cantaban vísperas los canónigos con el corto sobrepelliz de encaje. Le parecía escuchar el canto monótono de la salmodia… Ávila Tarragona Segovia Córdoba. ¿Sevilla? No vaya usted a Sevilla corridas de toros olor a azahar y el misterio de las tapadas moriscas, mantones de Manila, la chispa de un piropo. Es la España de opereta que descubrió en sus grabados Teófilo Gautier y todo está dicho… en Toledo se encontrará con el alma de ese país descrita por el Greco. Es la pasión de lo invisible cantada por sus grandes místicos Juan de la Cruz, Teresa la mística, fray Luis de León” etc. Es muy posible que la España que describe ya no exista como tampoco exista quizá el Londres, al que tanto amé y en el que moré siete años, que presenta en sus obras pero convengo en recordar a mis lectores que la destrucción de ese mundo no lo permitirá la providencia divina y hay que ser optimista pese a los clangores de guerra que resuenan por todas las partes. La guerra- guerra con estampidos en campos de batalla y guerra por dentro mucho más sórdida aturdidos por la propaganda falaz de cámaras, prensas y micrófonos- es una enfermedad humana como la neuritis, la disentería, las almorranas los mosquitos y la sífilis. Servidumbre humana Que cada palo aguante su vela y, hoping for the best, dicen los ingleses. Don William es un gigante de la escritura. Recomiendo a los mi compatriotas, aturdidos, pacatos e insensatos, turulatos, por su densidad, por el dinamismo, por la forma como construye ambientes y personajes, atrapando al lector. Hay que dejar de mirarse al ombligo y mirar a lo alto pese a los falsos pastores y los infames productores de literatura basura y periodismo mendaz. Es un ejemplo insuperable del arte de narrar. Fue Maugham un inglés hispanófilo de maneras suaves de gentleman que contribuyó al auge de los estudios hispánicos en las islas. Recomiendo sus obras para los que quieran aprender la lengua de Milton y se dejen de cintas cursos en academia al estilo de ese Vaughan que anuncian por la tele. Un sacacuartos. Una mafia. Hay tráfico de armas. Trata de blancas y trata de lenguas pero un idioma no se aprende a cañonazos ni viene de vénganos. Tengo la impresión yo que soy amante de la Filología y que considero al inglés mi segundo idioma de que este señor con sus programas de aprendizaje nos vende viento en cápsulas nos saca la lengua, se burla. El que se inicia tiene que hincarse de codos. Se trata de una estrategia de los nuevos invasores a través del síndrome de babel. Este pseudo –corren tiempos de impostura- que nada tiene que ver con el elegante humanismo británico que plasma en sus libros don William escribiendo la mejor prosa el más exquisito inglés del pasado siglo. No nos desviemos del tema, sin embargo. El protagonista Philip un estudiante de medicina en prácticas o haciendo el Mir en el hospital de san Lucas en sus ratos libres recibe clases particulares de castellano y subraya las páginas de la gramática de Nebrija. Una mujer fatal se cruza en su camino: Mildred que lo humilla, se ríe del pobre mediquillo, le pone los cuernos con un tal Griffiths, tiene una niña, lo abandona y se dedica al oficio más viejo del mundo trotando por el Soho. Izas y rabizas. Él la sigue amando a aquella pobre mujer de forma trágica y con esa ternura y elegancia inglesa porque en sus libros salta una cualidad característica de los británicos que han dado durante generaciones algo tan importante como el humor y la compasión, palabra intraducible que acaso signifique tener simpatía con el oprimido apiadándose y no alegrándose de su desgracia. Un día vuelve a encontrarla en infames condiciones. Mildred era una perdida, la saca del arroyo, la acoge en su casa. Y vuelve a vivir con él Duermen sin embargo en habitaciones distintas. Phillip se encariña con el bebé Cecily sin ser su hija. A Mildred no le gusta el papel de ama de llaves. No concibe la existencia sin sexo. “esta clase de mujeres no valen para el servicio doméstico ni suelen ser buenas madres” escribe el autor. La niña muere de inanición. Eran años terribles para una madre soltera. Un día al regreso de la clínica, después de una pelea en la comida de navidad en la cual volaron los platos y el personaje tuvo que escuchar una sarta de epítetos canallas, encuentra su casa desbaratada, los cuadros de Monet desgarrados, el mobiliario hecho trizas, rota toda la vajilla con una nota que decía “tullido”. Este insulto era el que más le dolía porque el aprendiz de doctor era cojo al haber nacido con un pie equino y le abrumaba y acomplejaba esa minusvalía. Se acumulan las desgracias. Los pocos ahorros que le había dejado su tío el vicario de Blackstable los pierde en una caída de las acciones en la Bolsa a causa de la guerra de los Boers. No puede pagar a la patrona y deambula por las calles londinenses como un derrelicto más. Se convierte en tramp. Vienen el hambre, los harapos, los peligrosos refugios del otro lado del Támesis para los sin hogar. En medio de su desesperación homeless, duerme al raso. Pero todo pasaba, todo pasa, todo llega y nunca pasa nada. Todo sigue igual. El alma humana permanecerá idéntica a sí misma pese a los vaivenes políticos y las transformaciones en lo material del progreso técnico. El bien y el mal también pasan después de jugar al escondite con nuestras vidas. Nada tiene importancia. Athelny el amigo que le hablaba de España, le convida almorzar los domingos y que funge como deuteragonista maravillosamente descrito con su gran familia su limpia pobreza su cortesía y su devoción por España que hasta los utensilios de la casa eran de factura castellana y le hace sentarse a su mesa en sillones frailunos de castaño oscuro, se convertirá en el deus ex machina que le sacará de las garras del suicidio. Philip camina sobre el filo de la navaja (The Razor Edge es el título de otra de las grandes novelas del autor), se columpia sobre el vacío. Al leer nos invade una sensación de angustia o cremnofobia. Es el vértigo del vivir. La tablazón o carpintería de la trama, la propiedad del lenguaje, la descripción del escenario (Londres era tal y conforme lo pinta) es el aguijón de la intriga que consigue que el lector no deje el libro de las manos hasta ver cómo termina, a ver qué pasa. En los Athelny va a encontrar no sólo el refugio la caridad y eso que los ingleses llaman coziness y los alemanes gemutlichkeit intraducible al castellano porque reflejan el confort y el ambiente del hogar, también el amor porque en Sally la hija del viejo romántico apasionado de Segovia y Toledo va a encontrar el amor y la seguridad de una buena esposa. La castidad de Sally en contraposición a la lujuria el egoísmo y el despotismo de Mildred se contraponen como eje del “pathos” del drama. Yo he vivido en parte sobre mis carnes el tema que propone esta maravillosa novela que más que una novela es una morality y más que una morality es un mundo en el que viven no personajes de cartón sino seres humanos. Maugham supera a Shakespeare en su panóptica visión de la condición humana. Al final triunfa el bien sobre el mal. Muere el tío cura, quien, al dejarle una pingüe herencia, lo rescata de su pobreza y abandonar una colocación de ascensorista escaparatista en unos almacenes de Oxford St. Of human bondage tiene mucho de costumbrista porque Maugham había aprendió su arte en la novela sentimental de Fielding y Trollope pero también de soteriológico, lejos de matices religiosos de cualquier índole, el ser humano accedería a una supuesta redención a través del esfuerzo, la tolerancia, la comprensión sin fanatismos ni aberraciones religiosas. Don William era agnóstico pero parece de acuerdo con su personaje Athelny cuando afirma que el catolicismo en cuya defensa vertieron su sangre los españoles es una mentira irrenunciable. ¿Por qué? Es bella y toda vida sin estética no merece ser vivida. El hombre sin idearios y una cierta trascendencia se convierte en un simple mamífero que no deja rastro ni huella después de hozar como los cerdos por este valle de lágrimas. De él puede decirse que nació, sufrió, comió, se acostó, soñó, murió. ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Para qué nacemos? Y contesta que únicamente el arte y un cierto estoicismo pagano nos pueden sacar de las garras de la desesperación. La pintura, la escultura (sus apuntes sobre la National Gallery carecen de rival) un buen amigo, un buen libro y una buena pipa una charla junto al fuego harán más llevadera nuestra existencia. Phillip Carey, al heredar, puede continuar los estudios, se recibe como MD especialista en Ginecología, se casa con Sally y se va a ejercer como médico rural a un delicioso pueblo costero del Kent donde en agosto se cosecha lúpulo. Traza maravillosas cuadros de costumbres y pintura paisajista de las pomaradas de aquel condado que llamaban el jardín de Inglaterra. El amor se corona de gloria y el odio diabólico sale con el rabo entre las piernas, así pues. Publicado por la catuxia en 16:48 ESPAÑA MI NATURA |
Posted: 22 Jul 2019 03:09 AM PDT AGUSTÍN DE FOXÁ Escribió el cara al sol y puso una letra un vasco, Tellería. A él le debemos la mejor novela sobre la guerra civil. Escrita sin odio bajo el dominio de una prosa esperanzada que han de leer las generaciones del porvenir porque está llena de amor a España y de comprensión hacia los obreros. Padre perdónalos que no saben lo que hacen. Fueron muchos siglos de furor, de opresión de los caciques, mariconeos y manipuleos de los curas que se acostaban con la mejor moza y se llevaban a la cama a los más lindos efebos de los niños de coro. Madrid de corte a checa no solamente es la gran novela de la conflagración hispana sino una de las mejores novelas que se escribieron el siglo XX y que nos perdonen Zola y Flaubert. Pilar Armijo el amor eterno e imposible de José Félix pues está casada supera en emoción y registros literarios a Madame Bovary sólo comparable a la Regenta que a juicio de la crítica es el segundo gran libro en español después del Quijote. Ambas tienen el privilegio de enganchar al lector desde su arranque. Yo me leí las seiscientas páginas del texto de Leopoldo alas Clarín en un par de noches, cuando era mozo el año 72. "Madrid de Corte a checa" me llevó el otro día una tarde de lluvia en Oviedo y parte de una noche. Es la magia del arte un privilegio que otorgan los dioses únicamente a los elegidos. A través de sus capítulos he visto perfilarse nítida y egregia la imagen de José Antonio, de Onésimo Redondo, de Ramiro y tantos otros que se fueron a montar guardia y nos vigilan desde las estrellas. ¡Qué buen caballero era José Antonio! Si volviera yo sería su escudero, habría que decir plagiando a Dámaso Alonso. En esta novela río en cuyo álveo subyace todo el drama de nuestra guerra civil me he reflejado en mis frustraciones y silencios de poeta maldito y perseguido por la inquisicición sionista. continuará ESPAÑA MI NATURA |
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Las tres enfermeras en el Puerto de Somiedo unos días antes de su muerte con la madre de Pilar Gullón que subió a verlas. FOTO CORTESÍA DE MERCEDES UNZETA.
FOTO CORTESÍA DE MERCEDES UNZETA.
Carta de una prima de Pilar Gullón fechada el 27 de octubre de 1936, día del asesinato.FOTO CORTESÍA DE MERCEDES UNZETA.
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