2024-09-28

 24 DE NOVIEMBRE SAN JUAN DE LA CRUZ

 

Lo vi subir con la cruz a cuestas

Postigo de Santiago

Una hito donde se paraba para alentar sobre una peña

Allí descansaba

Eran sus salidas del convenio s confesar las monjas

Rumores en Segovia que él y la santa hubieron líos

Llama de amor viva

Cuchicheos con  Teresa avasalladora

El alma el esposo el sexo contenido

Llamando a las puertas

Fraile chiquito

Renegrido

Ojos ardientes

Yo buscaba su accésit místico

Escuchando el agua del Eresma

Cantar

Ia canción eterna

Del agua entre la roca

Me flagelaba

Y sufría

Caminando por la espesura

Alerta a las campanas

el alcázar enhiesto sobre el peñasco

Impávido de siglos

Lecturas que estudiaba

Versos recitados en aquel librito baratito

Recuerde el alma dormida

Avive el seso y despierte

Vías dolorosas y calvarios

Placeres inesperados de cubito supino

El deleite

Con las mujeres

Los gozos prohibidos

Las sopas del convento

La soledad y el aburrimiento lote de toda vida

Me flagelaba con un látigo y  cilicio

Para sujetar la cometa que al cielo no escapase

Vano intento

Domeñar la sangre

Salí detrás buscándote y eras ido

Quedan besos y embelesos de aquel tiempo dormido

Dios es lo inefable

Está en el rumor del álamo

Del bosque dormido

Está en las hojas de un libro

 Es  la risa de un niño

Pastores los que fueredes por allá las majadas al otero

Di veis sal que más quiero

Decirle que peno y muero

Se inspiró en el Cantar de los Cantares

Juan de la Cruz era  judío.

Se acerca el invierno y hace frío

2024-09-13

Nobleza Baturra (1935)

QUIETORIUM RESPONSORIUM

 QUIETORIUM

 

Envejecer es regresar a la infancia y no sé dónde estoy, sumido en esta vorágine de los afanes y los días. Febrero fue un mes fasto sin estridencias ni derivado del alcohol. A la vuelta lo venden tinto. Gasté mis caudales en visitas esporádicas a las ermitas de Baco. Los palomares de Venus un tiempo fueron mi reclusorio y derrumbadero. Ya no. Precisamente porque todo lo que tenga que ver con la cópula reproductiva ya no me enerva sino que me causa hilaridad frecuento los salones de la Red donde se retratan ninfas y furias poseidas del morbo venusino o simplemente exhibicionista que se moran en el espejo de Narciso mirad chicos lo buena que estoy, un ejercicio inane pero mucho menos aburrido de los portales noticiosos de la política o del virus miserere que asuela a todas las naciones del mundo y a mí me parece inducido. Sobre esto habrá que conjeturar que nada más aburrido que el sexo como espectáculo pero es uno de los pilares sobre el cual se apoya el sistema hedonista consumista. ¡Todas esa secreciones vaginales, ese asco, el olor de los cuerpos y el descaro impúdico del pecado que se vende en las salas del onanismo virtual de la red de Redes! Sodoma y Gomorra al alcance de la mano con un simple puntada del dedo índice. Un mundo en guerra. La guerra del de genero sustituyó a la lucha de clases y la independencia de la hembra ha traído sus consecuencias en parte beneficiosas y en parte devastadoras. Ya no es igual que antaño ¿O sí¿el romanticismo está en crisis. Ya soy viejo, ya no me torturan aquellos escrúpulos sobre la guarda de la continencia. Mi cuerpo es mío y ello no se contrapone a mi fe. Conseguí ganar la batalla al deseo carnal. Acabo de cumplir 76 y mi libido anda por los suelos pero no me considero un viejo verde. Sencillamente estoy huyendo de mi mismo y de las vanidades de la política. Mis visitas a la red me sirven de distracción y me apartan de ese tósigo que es la vida social entre nosotros. Amé a una inglesa. Otilia la pobre tuvo que enfrentarse a los recovecos mentales de un ex cura católico con lo ue ello representa: todos los traumas que arrastro desde la adolescencia. Tuvimos una hija Teodora a la cual no he visto desde nuestra separación hace más de medio siglo pues el juez impuso orden de alejamiento. Busco la piedra rejalgar que me ponga a cobro de mis pesadumbres. Toda mi vida fue una búsqueda. Encontré dificultades a las nuevas formas de vida a los nuevos inventos el modem, los guasaps la comunicación al instante las noticias trucadas, los adelantos en medicina. Se cifran mis remordimientos en haber abandonado el sacerdocio pues en el fondo sigo siendo un cura que dice la misa de san Pío V en latín en su casona de la  Relinga. Esas oraciones infunden en mi espíritu paz. Me han gustado mucho el vino y las mujeres. Derroté de tasca en tasca de bar en bar por los quilombos de media Europa. He sido un bohemio. A veces cuando allá arriba sopla el viento del Oeste que los astures llaman el gallego no puedo dormir, me desazono y miro para mis manos consagradas. Están vacías. ¿Qué voy a explicar ante el tribunal cuando me llame el Todopoderoso? Es mi hora vigésima y yo fui un trabajador de la undécima que malgasté los denarios que pusieron en mi mano. Mi casa de Asturias tiene un hórreo muy viejo fue construido por un carpintero de ribera el año 1789 cuando la Revolución Francesa. En él se ocultan duendes y xanas. En mi soledad les escucho parlotear y reír las noches de orvallo. Se ríen de mí y a veces me hacen alguna trastada. Los platos desaparecen, las ventanas de la casa se abren de repente, se cuelgan de la baranda de la corredoria o entran en mi ordenador, lo destruyen (llevo ya cuatro portátiles estropeados a causa de los virus de estos malditos trasgos) y me insultan o desbaratan mis escritos pues he sido escritor, un escritor sin fortuna, un grafómano que llenó millones de cuartillas durante sesenta años sin que nadie me reconozca algún mérito. Seguí mi camino pero me he perdido en los empalmes, equivoqué la ruta y fui condenado por los dioses a ser intonso e inaudito. Los libros a los que tanto amé no valen para nada. Vivimos en una sociedad donde al escritor se le mira con ojos sospechosos como si se tratara de un avenate o un pervertido sexual que redacta novelas y cuentos pornográficos. Lejos de mí. El sexo es una actividad coprológica que me causa hilaridad y pena. Siento una pena profunda por las rabaneras de la Red. Muy difícil persuadirlas a que cambien de género de vida. Hoy es Dia de todos lo Santos y he venido a honrar a los difuntos del camposanto de Foncalada. No hay nadie. El cotarro está desierto. Las autoridades cerraron las fronteras de Castilla la Vieja por lo de la pandemia. no quiero usar la horrible palabra  perimetrar

 Sin embargo yo conseguí burlar la vigilancia de los guardias subiendo por un puerto que no es el de Pajares donde no había vigilancia. Hago a estas horas mi meditatio mortis. Hago propósito de la enmienda quiero ser bueno.   

Ya no es pecado, cayeron los mitos y no sé si esta charlatanería al uso libera o esclaviza a las mujercillas que venden imágenes de sus piernas de sus senos o de sus clítoris a través de la gran casa de tolerancia cibernética. El trato torpe se alzó con la palma de la victoria y del martirio aunque muchos obvian que Eros y Tanatos montan el mismo caballo y van por el mismo camino. Precisamente esta es la causa y el efecto de que no se vaya al paro el oficio más antiguo por mucha carne al asador que lo echen los moralistas, los higienistas y los hipocritones que quieren apedrear a la pobre adultera. Y al adultero qué? 

El que esté libre de pecado que tire la primera piedra Cristo dijo. Por eso estoy acá yo meditabundo, reflexivo plantado ante las lapidas y los niños de gentes que conocí, mirando a la muerte.  ¿Vencí a la dipsomanía secuela, madre que tú me dejaste con tu desamor? Yo te perdono. Fui hijo en rebeldía desde la primera leche que mamé. Me encaminé al cementerio que está en un cerrillo del monte de la Foncalada y coloqué un ramo de guirnaldas  sobre tu tumba, hice la consuetudinaria ofrenda de las Protelias a Diana y me acordé de Otilia mi único amor a la que tú despreciabas y nos echaste fuera de casa. 

El quietorium o columbario donde se guardan las cenizas  de papá, del abuelo, del tío Perico y del pobre Agustín estaba dentro de la helgaduras de los huecos de paloma del columbario y aquello me recordó a las catacumbas de los primeros cristianos polvo en espera de la resurrección polvo pecador y enamorado el eco de las risas de las voces de los llantos de los que se fueron. Di voces:

— ¿Alguien ahí?

Nadie contestaba. El eco de mi llamada se perdió por la ladera y por los derrumbaderos del Hoyo Castrillo. Creía ser convidado de piedra  acudiendo a la cita con las Moiras custodias del sueño eterno de los mios. La carne regresó al barro del cual procedía. Un jilguero se columpiaba en la seca rama de un cardo  borriquero al lado de las tumbas cubiertas de verdín. Tuve en ese instante una visión y me vino el recuerdo de mis parientes difuntos que yacían en los nichos, las tumbas o los agujeros de los columbarios, nuestras humildes catacumbas, abandonados a la desidia del paso de los años.

El tío Pedro tocaba la Marcha Real como lo hacía cuando era sacristán; me pareció ver sus dedos gafos pulsando el teclado del armonio al final de las misas de tres curas, desde el coro y el abuelo Benjamín afilaba las hoces antes de la siega, percibí el bamboleo de los carros los cubos iniciaban su melodía particular al subir la cuesta de las Siete Revueltas y Elpidio sentado en el trillo cantaba en tono de prefacio las jocosas diferencias vernáculas comarcales, poniendo a cada pueblo un mote y su correspondiente retahíla haciendo un recorrido por la contornada todas las aldeas, villas y anejos de la Villa y Tierra. Cada pueblo poseía una fama y una singularidad: 

Castro los chivos Torreadrada las Cabras, Membibre para molinos, Aldeasoña no vale nada, Sacramenia para albarcas, Fuentesoto cagaberros que se crían en Peñacolgada donde se caga y se mea la zorra cuando a ella la viene en gana.  

Todo ello en el tono de prefacio de las misas de difuntos en latín.

La melopea infinita sonaba a lo largo de la tarde dorada bajo el sombrero del Elpidio que era de paja mientras arreaba la yunta en la trilla; cuando al mulo le entraban ganas de evacuar lanzaba un juramento y arrimaba una lata vieja de escabeche bonito que después de una merendola de las cuadrillas quedó redundante. El cuenco le servía de zambullo:

—So, macho. Hoy debéis de haber comido aceite de ricino porque no me explico tanta cagada.

El mulo, animalito, si hubiera podido hablar le hubiera explicado al amo que las granzas del pesebre estaban un tomadas de saín pero nada dijo. No era la burra de Balaan. Elpidio, recogidas las boñigas, las sacaba fuera de la parva y las tiraba a un estercolero que después serviría para abonar alguna obrada de las Suertes Viejas, las que estaban camino de Valdezate y daban un trigo mucho bueno. Más de un trallazo se había llevado el Elpidio de su abuelo el tío Aquilino cuando le cogió in fraganti dejando a la yunta cagar y mear en la parva pues las manos van al pan. La tarde se hacía menos largas cantando por Antonio Molina o por Angelillo. Lo del prefacio era canto gregoriano a la manera aldeana. 

¿Quién anda ahí?

 Ninguna respuesta surgía desde el herrén de los callados. Era mi imaginación que percibía los sonidos, los olores de hacía más de medio siglo. Dando vueltas por el mundo yo siempre regresaba a este cotarro donde debió de haber un monasterio muy antiguo que hubo de ser evacuado y la iglesia destruida. Quedaba el campanario de ojos fantasmales que parecía un obispo sentado en su cátedra y mis ojos contemplaban el cielo radiante del páramo. Quedaba sólo el ábside de la iglesia visigoda. Era el ombligo del que su vida irradiaba. Los cantos de resurrección se conjugaban con los responsos mortuorios millones de veces sonando en aquel risco.

El abuelo Benjamin allí estaba mirándome asomaba el gallo sobre las tapias de la iglesia de San Gregorio convertida en solemne casa de todos. Parecía yo verle cojear camino de misa. Tenía la pata chula por el reuma a causa de la humedad del arroyo que discurría a la puerta de casa. Fue a una curandera y le recetó ponerse en la rodilla la piel de un conejo. A los tres días olía a rayos. Y no era el reuma. Era la próstata que se le llevó por delante interfiriendo largos años los huesos. Se sentaba en un banco del lado del evangelio compartido con el Tío Gregorin y el Tío Bernardo. Al darle de alta en el hospital de la misericordia después de su primera operación prostática se creía curado del todo y regaló a la iglesia de Fuentesoto un Resucitado. Sin embargo la prostatitis volvió a la carga en medio de inmensos dolores que soportó con paciencia “Es como si los perros me estuvieran mordiendo los cojones, hijo” me decía y yo le ayudé a bien morir. Leyéndole la Recomendación del alma. Los tres Gregorin, Bernardo y Benjamín eran quintos y los más veteranos del pueblo después del Tío Paulete que estuvo en la contienda de Cuba y nos leía bvajo el bardal libros de autores del 98. Cuando la guerra los tres se hicieron de Acción Popular el partido de Derechas. Gil Robles les dejó en la estacada. Mi abuelo Benjamín era muy religioso sin ser beato fe profunda de converso judío esos que no cambian. 

Su adscripción a la religión católica no fue óbice para que un día saliera al encuentro de un cura muy malo que tuvimos en el pueblo que se llamaba don Amancio cuando se enteró de que aquel cuervo abusaba de mi tía Rosario. Fue a por él y el cobarde huyó en una burra camino de Hontalvilla de donde era natural. Escribió al obispo y el obispo que se llamaba Pérez Platero le mudó de parroquia pero no le suspendió a divinis ni le quitó las cartas dimisorias. Aquel Amancio era bueno y barato en cuestión de mozas. Al coro de Acción Católica se las pasaba por la piedra invitándolas ora al confesonario ora a la rectoral. Hacía a pelo y a pluma porque según supe también cierto que otro monaguillo incauto cayó en sus garras. Desde entonces he tenido prevención contra la clerigalla y a pesar de mis ordenes sagradas creo que lo del celibato es una regla para engendrar expósitos una perfecta añagaza porque han convertido el sexto mandamiento en mandato de poder y abusos sexuales. 

Es una ley contra natura que sólo unos pocos son capaces de sobrellevar a costa de acabar tarados. Caparse por Jesucristo sería un summum bonum para alcanzar el monte de las bienaventuranzas cuya cúspide únicamente unos pocos escalan y a estos tarados hay que canonizarlos santos. Mi tía Rosario acabó en un convento de Adoratrices. Fuimos a verla a Barcelona. A mí me quería mucho. Luego colgó los hábitos y se casó con un guardia civil mi tío Manahén ese sí quera un santo. Pues allí estaba mi abuelo apoyado en su cachava calada la gorrilla hasta las orejas y mirándome con severidad. Sólo me sacudió el polvo una vez que fuimos a melones y a mi me pilló el guarda y hube de pagar y tuvo que pagar una multa de dos pesetas. Yo alegué que fueron los otros los que me indujeron a entrar en el vedado porque yo era un niño muy inocente e incauto. Aun recuerdo aquella noche de luna llena cuando yo me había quedado en el corral sin atreverme a entrar en casa.

─Pasa, hijo, que es hora de cenar

─No quiero, no me da la gana

─Como que no quieres no te da la gana. Ven acá

Me cogió e las orejas y aquella noche cené de la cayada paternal. Fueron cinco cintazos en las nalgas. No me dio más pero desde entonces no se me ocurrió ir a sandias ni a peras ni a por moras a Peñacolgada. El abuelo Benjamín los tenía bien puesto. Era un labrador cabal, el que araba más recto en toda la comarca, el que sabía binar las tierras imbuido de una sabiduría ancestral. Un jueves vino a visitarme al seminario antes de morir y me recomendó ser aplicado y diligente, no hacer mal a nadie pero defenderse cuando a uno le agreden. “No quiero, Quintiliano, que te tomen por tonto”.

Soplaba una brisa que arrancaba las hojas del espino milenario y la torre románica con sus dos ojos grandes que miraban para el pueblo de forma enigmática advirtiéndole de los Novísimos. Caronte aguarda, la torre de la antigua iglesia de San Gregorio miraba para la aldea las cavidades vacías del campanario fijándose bien ofrecían el perfil de una guadaña. El quietorium siempre en calma. Allí sepultaron a un quincurión romano que desvió ruta cuando su falange se dirigía a Uxama. 

Tuvo la culpa el vino de aquel extravío, confundir los miliarios el soldado. Se equivocó la paloma. se equivocaba Cinco de sus vélites vinieron a recogerlo y querían reportarlo en andas hasta la cohorte pero el centurión dijo enterradlo en la Foncalada y que la tierra le sea leve. Luego quemaron incienso a los dioses. Aquellos páramos guardaron para siempre el perfil augusto de Roma. Siglos adelante los templarios fundaron en aquel monte sagrado un ara El vino de la tierra fue la causa de aquel desvío. Paró en una bodega  (caupona) de Sacramenia de las que abren sus fauces en el cerro internándose en la montaña y honró a Baco con profusas libaciones y subió hasta Foncalada dando tumbos. Al legionario romano los campos se volvieron del revés; la tierra arriba y las estrellas a sus pies le hablaban con emisiones catódicas a millones de kilómetros de distancia. Parece que se reían y es que temblaban de la tajada que acabó al perder camino. ¿Será esa la estrella de mi destino? Se preguntaba el quirite borracho que perdió la senda y el camino. Caldos exquisitos de la tierra. vinos traidores. Pero qué sería de la vida sin vino? Baco aleja siquiera perentoriamente los pesares y zozobras del vivir. Mi Otilia a la que traicioné me confortaba insuflándome al oído el veredicto de mi condena.

- Eres un fracasado. Todo te sale mal porque cometiste el gran pecado de desamor. No busques disculpas ni añagazas, ni eches la culpa a los judíos. En mi vida fuistes el sacerdocio del mal

- Te di un hijo: Helen the shining one.

Me dieron ganas de llorar. La torre de san Gregorio estaba hueca, sus campanas se las llevaron los sarracenos para convertirlas en lanzas contradiciendo el veredicto de Isaías: Convertiré las saetas en rejas de arado. Grité entoces en alemán un salmo penitencial:

—Es reue mich. Mucho me pesa, pesame,señor, de haberos ofendido.

—Mis plegarias no eran escuchadas

—Gospodi achisti grieji nas – murmuré con las palabras en eslavónico del canon penitencial de la misa de san Juan Crisostomo

La cencellada de la noche castellana heló sus huesos y sucumbió arrecido antes de alcanzar los castros de aquella tierra alta  mucho me impresionaron a mí desde niño aquellas cavidades ojos vacíos de un campanario sin campana que se llevaron los soldados de Murat cuando la francesada me hablaban del destino misterioso que a todos aguardan y no cesaba de darme golpes de pecho en un acto de contrición. Una urraca voznaba sobre el espino adyacente al camposanto. Alcé los ojos a lo alto. Sobre el cielo nítido planeaba el halcón que merodeaba el palomar. Ya se sabe que la ralea del halcón es la paloma, la del azor la perdiz y la del gavilán el jilguero y yo era in pobre jilguero perseguido por los ojos puntiagudos del gavilán. Mi existencia fue un episodio. 

Caí entre las garras de las caves de presa (los curas, los políticos, las mujeres) como un pardillo. Muy altaneros todos y yo humilde y acongojado sin saber hacia donde tirar. ¿Dónde encontraré refugio? ¿Cómo me zafaré de mi propia inconsciencia? Quizás salvé siguiendo las leyes de la casualidad y del instinto. Esta explicación no era suficiente. Un arcángel tocaba la lira en lo alto del cerro. Era él quien me puso a cobro de las acechanzas de los numerosos enemigos. La Virgen Santísima enjugaba las lágrimas del llanto mío. De su mano pude cruzar los arroyos torrenciales y ramblizos, aunque a la ramera y al juglar la vejez les viene el mal. Puede que todo ello no fueren sino excusas para justificarme porque a lo largo me había topado con muchos leguleyos y a los rábulas se les vencen dando la vuelta al argumento. Es reu mich. Gopspodi achisti grieji nash. De pensamiento palabra y obra u omisión. Mi confiteor sonaba rotundo y solemne aquella mañana del 12 de marzo cuando la iglesia latina celebra el transito de san Gregorio magno. fue el que introdujo en la iglesia la dulzura del canto gregoriano. ¡cuantas veces habré pulsado la cuerda de sus melismas y entonado las estrofas del Veni Creator el himno a cuyo compás fui consagrado presbítero hace muchísimos años

 Mucho me pesa, Señor de haberte ofendido. Y  mi abuelo asomó el gallo. Por las tapias del cementerio se alzaban las cabezas de gente que yo conocí, sombras distantes la puerta cerrada del cementerio y el hastial solemne de sillares como nuevo y tenían más de diez siglos. Habían exhumado los restos de mi hermana Henar fallecida en 1941. Parte del antiguo templo había sido destruido. Uno de los lienzos de pared mostraba las adarajas o quixaras devastados por la morisma. Aquella era una tierra de frontera y el antiguo templo sucumbió a Una razzia de primavera del moro Almanzor que pasó por allá tocando el tambor. Traté de explicar esto a mis paisanos rabaneros por las fiestas de san Pedro cuando di una conferencia pero me cortaron a media discurso. alegó el alcalde que era muy largo el sermón. 

Dijeron que el parlamento era muy largo. Nadie es profeta en su tierra. Bajé besando las cruces del calvario a un pueblo en quietud que me resultaba extraño retomando los pasos perdidos de la infancia. Escuchaba los carros cargados de hacinas, los cantos de la gente que iba a la siega, el son de las esquilas de los asnos castrones, cuando a media tarde llegaba el molinero de la Villa con su recua los costales de harina cargados a lomos de los burros y el gruñir de los marranos en el henil. Corté el cordón umbilical del cariño pero sigo unido a tu amor como el arado a la esteva, aun estando desencajadas las belortas y la reja sin filo la esteva desencajada. ¿Con estos bueyes cómo ir a arar sin aguijada ni tralla en lucha contra los elementos y contra todos?

 Soy yo, parlando desde una época que pasó, hombre de ayer que no encentra resquicio pero no maldigo a los dioses, feliz de haber llegado a viejo cuando mi infancia parece que fue ayer. Hados perversos al ostracismo me condenaron y todos se ríen de mí. Ya lo hicieron con Job. Propalo quimeras, redacto fantasías porque he visto dar vueltas a la cabeza furibunda  de la medusa quimérica y hermafrodita, melena de león el cuerpo de cabra y la cola de dragón vagina de mujer y bálano viril las ubres las arrastra por detrás y por delante, pega bandazos a diestra y siniestra como el destino cruel y proclama al igual que el pregonero de la gran manifestación del ocho de marzo la emasculación liberadora a petición de los Coños Grandes las Empoderadas Vaginas. 

En la fiesta de Venus las Euménides nos cantan las marzas. Las gomias marimachos van seguidas de la peste en la gran cabalgata de la Reina Ester. Tiempo de voraces tarascas aniquiladoras. Una reina que le cortó a Haman la cabeza después de hacerle el amor quiere enmendarle la plana a la doncella de Nazaret. Era el mito de la Serrana de la Vera que cantan los juglares extremeños en un romance muy antiguo. Desfilan gritando consignas y escupiendo gargajos contra la religión estas cabronas que se educaron con las ursulinas, se ríen de la maternidad con un no es no y con mi cuerpo yo hago lo que me da la gana. Son los postulados de una sexualidad insaciable e irascible sin control. Carmen Fernández del Toro, la gran bollera, encabeza la gran manifestación. Entran en las iglesias y descabezan las imágenes de la Virgen María. Los buharros bailan mientras tanto en la plaza del Carmen su rigodón banderas arco iris desplegadas al viento. Yo no iré nunca a esa demostración. Lo mío es la fábula, el placer y el arte de las tres verdades que se fraguan  en mi imaginación y en mi ilusión inventora. Hijos sí padres no. Pero esto es trágala, chiquitos.  Nos adentramos en el reino de las quimeras del que nadie vuelve con el cuerpo en condiciones. 

El alazán apocalíptico trota al paso entre gritos y consignas y reportajes in situ de las reporteras de la Telebastaya. Allá van las féminas de la exaltación arrastrando sus pies enfermos de quiropedias, vientres caidos los ojos con ptosis les supuran las legañas, y sus labios malos que piden la lanceta del cirujano que les haga una quiloplastia. Mujeres de silicato saltan a la red opíparos bustos hinchados artificialmente. Acampa en el prado el sindicato de las peores furcias. Es la hora de los coños grandes despiadados. Es cosa de arreglar todos esos morros caídos a causa del desenfreno, les gusta demasiado chuparla. Hijos sí maridos no. Vivan los vientres de alquiler. Las cotorras se suben a los árboles empuñando el micrófono con punta de alcachofa y largan sermones preñados de visceral oratoria anti varonil. Es el tiempo de Acuario. Vengan los marimachos, mujeres al poder. Estoy triste con este desvarío pero me consuelo cantando el evangelio mirando para Aquilón. 

El quiasmo de la cruz de Constantino se perfila sobre el horizonte. Ellas no vencerán pues su grito es contra la vida. La espada de Miguel acabará con el libertinaje pero han conseguido ponernos a todos el bozal pandémico. En los cinco continentes seis mil millones de seres humanos respiran a través de la mascarilla ¿Madre por qué callas, por qué no te enfrentas y levantas el pendón de la verdad? ahí tenemos al preste Zabulón haciendo misa en las campas de Iraq. Su antecesor fue el responsable de la muerte de Hussein y de la gran efusión de sangre porque lo mandaba el Gran Sanedrín y en el Vaticano os callabais por la cuenta que os tiene. ¿Y el holocausto de Siria y las aguas del Éufrates y del Tigris que bajan tintas de sangre de las víctimas de estas guerras? Madre no calles más. Los enemigos de la iglesia se esconden bajo el halda de tu sotana blanca. Deja de sonreír con tu cara asnal y de mover tu inmenso culo que emite cuescos con olor a mate. Dice que el catolicismo no es la religión verdadera pues ahora sí que estamos buenos. 

Uno no se desunce tan fácilmente de los genes. Hoy dije mi misa como de costumbre y quedé en paz conmigo y con el mundo dispuesto a trovar, aun con cierto rezago, las vivencias del pasado a título de inventario nada más, sin ánimo de lucrarme o por prurito artístico pues soy un escritor fracasado. Todo se fue por la posta. En el entierro de la sardina di a la tierra lo que es suyo: mis sueños redentores. Sigo siendo cura. Mis manos fueron ungidas por el obispo. Me separé de la iglesia con el Vaticano II. La Virgen me apartó de esa patulea de clérigos fornicarios vagabundos y borrachos. Tuve un amor o muchos amores pero fui leal y nunca cometí adulterio con la sacristana ni con la mujer de cualquier feligrés incauto, esos curas que miran con ojos de fauno y ponen en la cabeza el mirmillón como un saliente Príapo protuberante en el casco. Con todo y eso la clemente Venus madre de todos los hombres me devolvió a ese epicentro mágico (okolos), el tete manantial de vida. 

Venimos de ese flujo que se derrama en esas eyecciones guarras que las meretrices en pantalla tienen a gala mostrar coram populo. Hijos somos de un excremento líquido y nos cagamos cuando exhalamos el último suspiro Orgullosas de que les vino el latigazo consolador de pilas en ristre volviendo los ojos de placer para poner los dientes largos de los mirones que pagan un euro por contemplar el lastimoso espectáculo de estos estertores venéreos. ¿Y qué dicen las feminoides? Nada. Estamos en la era de Acuario. Ya dijo Protágoras que el hombre es la medida de todas las cosas cuando yace con hembra placentera sobre todo. De esa creencia se mofaba Plauto en sus comedias. ¿Existen los dioses del Olimpo? ¿Serán las religiones una excrecencia de la mitología pagana? las religiones separan pero estas hetairas liberticidas nos vuelven a los hombres de toda calaña iguales. Son cosas del rasero igualitario que endereza lo torcida y hará llanuras de las montañas, el milenario. No sé pero a mí me gusta rezar la misa según el canon gregoriano. Mi alma se llena de una tranquilidad venida de lo alto cuando me dispongo a consagrar. Luego reconózcome pecador. Para distraerme pulso los portales porno de la red y miro para las hembras y ¡qué hembras, Señor! Venus nació de la espuma y el primer hombre fue extraído del barro. Fuimos concebidos en la inmundicia y rodeados de corrupción y hedentina cadavérica nos vamos. Estoy asustado de semejantes visiones lúbricas grandes vergas de todos los tamaños y colores, clítoris rasgados o en escuadra. ¿No les dará vergüenza? Los cóhenes y macarras de este gran puterío cinético hacen caja y no dan abasto cada vez hay más mujeres en el mundo empeñadas en no esconder sus galas naturales lo que les dio Natura unas por prurito otras por coqueteo otras por necesidad como las viudas milf puesto que el porno manda. Recordemos que este es el tiempo de Acuario una constelación húmeda que otorga el mando a las hijas de Eva. El hombre se siente desterrado e impotente. Sexo y más sexo y exhibiciones procaces donde toda la lujuria tiene cabida. Aúllan algunas como lobas. Otras más precavidas gimen imitando a las gatas en el celo de enero. Aguardando el vestigial o denario con que Roma pagaba a sus putas. Hoy es fácil irse de picos pardos. 

Basta con un clic abrimos internet y ala allá están las señoras meretrices muy emperejiladas. Hay una rusa que es la mujer más perfecta que yo alcancé a ver a lo largo de mis muchos años de vida. Es muda y cuando recibe la moneda del mirón o sienten la explosión de una sacudida en sus entrañas lanza un mayido, un alarido con su voz de trapo un cuerpo perfecto de la Jengibre una hermosa ucraniana con el pelo de estopa a la que apodan Gingerbread nunca vi carnes tan blancas ni ojos tan azules. Está encinta y trata de disimular su gravidez poniéndose bañadores negros. Es una superdotada. Despliega sus sebos al aire y calculo han de pesar media arroba. Su mirada es entre triste y divertida. Todos los televidentes muestran curiosidad por saber quién fue el afortunado que dejó la huella de su virilidad en útero tan precioso y ella dice que fue en el privado de un chat, un soplo aleteando por internet en sus alternancias binarias del yin y el yen. ¿Por virtud del espíritu santo? No lo creo. La preñez no fue virtual sino a efecto de un contacto físico un polvo salvaje aunque haya dice que va a parir un hijo cibernético. ¿Será Billy Gates el padre de la criatura? Esta mujer aun desnuda sin embargo parece el paradigma de la castidad. En otras congéneres el espectáculo se convierte en algo brutal libidinoso que incita al asco ante semejante perversión coprologica. Al verlo muchos se acordarán de la sentencia de Job tengo que insistir por ese cabo que me asusta la promiscuidad y falta de recato sobre la mierda en que nacemos y envueltos en ella nos vamos, hijos somos de una eyección excretoria, de un secreción vaporosa… “Et in corruptione genuit mihi mater mea”. Pienso, madre, que tú no me pariste en el dolor pero no en el alfaque de los bajíos de la secreción vaginal. Yo soy un tío que mamé buena leche y de calidad. “A este lo crías con polvos finos, Felícitas” oí decir al tío Matías el sacristán que era un borracho empedernido. Tú no te colocaste en la cabeza el  “pallolium” la mantilla corta con la cual iban las mujeres de la vida caminando por las calles de Roma. A uno que me llamó una vez hijo de hetaira le hinché los morros.

 

QUILOMBOS

Mi amigo Quintiliano Quindejas al que llamábamos "Soguillas" cuando éramos guajes regresó de Fuentesoto tras su visita al cementerio lugar más romántico y mejor ventilado no puede haber en el mundo para dejar la carcasa con el ánimo entristecido y yo voy a tratar de poner blanco sobre negro los puntos de su azarosa biografía.  Me llamo Eutimio Guzmán pero en el pueblo me llamaba Quinolas por mi afición a la brisa. En esta parte de Castilla todo quisque tiene un segundo nombre. A Quintín lo conozco muy bien. Fui su amigo de infancia, fuimos juntos a la escuela e ingresamos en el seminario al mismo tiempo. Él llegó a cantar misa. Yo colgué la sotana en primero de Teología. A los dos nos une un estrecho vínculo de amistad y compartimos la afición por la literatura, vivimos enterrados entre libros y nos fustiga la misma comezón desalentadora por estar viendo morir al mundo en que vivimos y la destrucción de nuestros sueños. Ya somos viejos pero hemos sobrevivido a la peste pandemita y podemita que asuela toda la tierra. Aunque con diferentes ideas los dos hemos sido periodistas. Somos en una palabra el yin y el yen hecho carne la tesis y la antítesis sin que nuestras diferencias políticas empañen el vínculo de nuestra amistad


2024-09-12

Discurso Putin en español: las "élites globalistas" están utilizando la ...

AGUSTIN GALINDO IN MEMORIAM FUIMOS COMO CASTOR Y POLUX CABALGANDO LA MISMA BRIDA

 

AGUSTIN GALINDO ALONSO 1943-2007 ERA DE FUENTESOTO DE FUENTIDUEÑA MI PRIMO HERMANO MI AMIGO DE LA INFANCIA DIOS LO TENGA EN SU REINO. ESCRIBO ESTE BELLO ARTICULO EN SU MEMORIA Y SE LO DEDICO AL PUEBLO DE FUENTESOTO QUE NO FUE BUENO NI CON ÉL NI CONMIGO POR LO QUE AQUÍ RAZONO










AQUI ESTAMOS SUBIDS A UN CABALLO DE CARRTON EN LAS FIESTAS DE FUENTESOTO





MI PRIMO AGUSTÍN FALLECIÓ

Antonio Parra


Hoy estoy un poco cabreado con Dios. La naturaleza se cobró su estipendio y avasalló, triunfal, la muerte los despojos de mi primo carnal verdadero hermano Agustín. Hoy se me ha muerto algo de mi propia alma y cuerpo que lo vi horrible y macabro en ese rostro arropado en un sudario blanco cuando los del crematorio destaparon el féretro y apareció pavoroso y desencajado incipiente aviso de calavera - como me ves te verás; como tú eres yo fui- la orlada de los ojos profundos como socavones exvoto de la cera todavía con manchones de la sangre que se congestionó en una agonía que fue tormento y purgatorio. Demasiado.

¿Qué crimen pudo cometer mi primo para haber tenido que aguantar dos años esta crucifixión de un melanoma en un pie? No entiendo. Pongo doble contra sencillo y los ojos de la carne me llevan a la obscuridad de la nada al final macabro y absurdo de la vida de un recio castellano de 63 años. Venciendo mi repugnancia estampé un beso sobre la frente lívida y le hice sobre las labios la señal de la cruz deseando vivamente que esta persignación fuera fiducia de salvoconducto del viaje a la eternidad. Para los cristianos la cruz de dolores persecuciones desacatos humillaciones insultos contumelias enfermedades y otras crueles realidades es la moneda que todos llevamos prendida entre los dientes para pagar al barquero y sacar pasaje en la misteriosa nave de Queronte. Conviene no escupirla jamás y tenerle bien agarrada en el mandibular.

Es como si dijésemos que así atenazáramos inmovilizándole por los mismísimos a un púgil que siempre acecha, siempre hostiga y acabamos tirándola en la parva como en aquellas luchas que nos echábamos en la era las tardes de trilla y brega cuando éramos niños a ver quien era el más fuerte y tú Agustín aunque más bajo que yo me tirabas contra las cuerdas. Al caer de espaldas recuerdo que me aterrizaba el vacío y esta mañana al cabo de tantos años he vuelto a sentir aquel vértigo de caer de espaldas no a una mullida parva de espigas tiernas sino a las aguas salobres y tenebrosas del lago de la eternidad. Murmuré un réquiem por lo bajo que parecía un mutis y luego en alta voz dije ante sus despojos una frase:

-Agustín, siempre fuiste un valiente. le supiste echar un par de cojones a la vida. El cáncer te ha vencido pero estoy seguro de que tú buscarás revancha en la resurrección de cristo. Hasta luego.

Todos estábamos aterrados en aquella cámara fría y desnuda que en el tanatorio llaman la Sala de la Despedida. A ella nos llevó a los del triste cortejo aunque para disimular ibamos hablando de nuestras cosas tratando de dar un aire de familiaridad a ese momento tan trascendente una azafata de talle fino y guantes blancos. Los ojos de la fe avezados a calzar las antiparras de la teología el dogma y los viejos conceptos me llevan a la seguridad de que él está cerca de Ti, Señor. A tu lado y que le preparaste a Agustín una morada en tu reino, allá en lo alto, o donde sea.

Que habrán acudido a recibirle en la gloria los Ángeles y ese serafín de los prefacios al que entonaba su melodía al armonio su padre mi tío Pedro que era el sacristán de Fuentesoto en aquellas multitudinarias misas de Angelis y que su madre, la Juana, a la que él llamó a voces antes de expirar Madre...madre. Madre y santa María y san Pedro y san Gregorio y todos los justos de mi pueblo y todos los pueblos habrán prestado acogida en los prados amenos de la eternidad. Según dijimos en la recomendación del alma que me cupo el honor de leerte en tu lecho de muerte a la cabecera de aquella cama del 12 de octubre tan impersonal y tan fría para ti que eras entusiasmo puro y carcajada viva que no merecieras reclinases tu cabeza para exhalar el último.

Otro absurdo que me llena de angustias y de dudas pero no te preocupes, Agus, lo superaré. Mi fe es más vieja y recia que todas esas cantinelas con los que nos sorprende el pateta siempre tan oportuno y tan poderoso que lo llaman el señor que preside los designios pero lo derrotamos y vencimos con aquellas oraciones tan inspiradas del misal latino y luego yo te escuché que decías Jesús José y María valedme en mi ultima agonía y llamabas a tu madre, la Juana a la que yo siempre tuve por santa y a la que tu hermana Lidia acude al cementerio de Fuentesoto a llevar flores y a suplicar su intercesión para pedir algún favor o cuando la aflige una necesidad. Estoy seguro de que ella también estaba allí. Con Jesús María y todos nuestros patronos tutelares. ¿Recuerdas cuando ibamos a coger botijos de agua a la fuente grande? A trillar, beldar, arrancar hieros o algarrobas a Las Suertes Viejas que estaban a casi cuatro horas de camino, cerca de Valdezate y que para ir a labrarlas había que uncir el carro a las cuatro de la mañana. O las moras que cogíamos en un bote por la fiesta de Nuestra Señora.

Con azúcar o algo de arrope sabían buenas. Estaban superiores. Aquel mundo que dejamos atrás no era ni mejor ni peor que el que vivimos ahora pero ya no es. Se apagó el fuego y quedan los rescoldos y los rencores que aquel pueblo del que salimos eran muy envidiosos y quejados de esa enfermedad tan norteamericana del “keep up with the Jones”. De aquella tierna etapa de la infancia datan las primeras crueldades.

Pueblo de cristianos viejos o acaso nuevo pero de catolicismo y de cristiandad poco, personajes que no te daban una hogaza o te invitaban a comer asado el día de la fiesta si no estaban ciertos de que iban a recibir diez. Muy mirados y muy a lo suyo y, según tú decías, Agustín, muy zorros. Pero estas menudencias y trastornos tales mezquindades no pertenecen al corpus dogmático, son materiales para la casuística. Pero hay que hacer balance sub especie Aeternitatis y llegan el momento de las verdades.

Castilla dio de sí todo lo que tenía que dar y se ha venido abajo por el mal de siempre: el morbo visigótico, la ignorancia de los fetiches, las suspicacias y desplantes entre unos y otros. Siempre busqué el viejo espíritu pero sólo encontré ruinas y mezquinos destripaterrones.

Los hispanos de los que decía un papa Deus aspicit benignus- ¡qué ironía!- nos vigilamos unos a otros en vez de querernos y de perdonarnos que es lo que cumpliría. Ese y yo más porque nos hemos hecho supremamente materialistas y en este tiempo y en aquel y siempre estaba el tanto tienes tanto vales. Los había que querían un sitio preeminente en la tribuna de la iglesia y aunque más malos que Judas pérfidos y traidores colmaban la iglesia de bodigos para ser invitados a las comilonas en la rectoral.

Reunión de pastores oveja muerta y ya se sabe el mejor cuarto asado y el cobro de diezmas en especie que los reverendos se comían en carne pellizcando el culo de la mejor moza y siendo piedra de escándalo para el feligrés. Algunos no eran muy evangélicos. Querían mandar. Pecados de sexo, bueno pues por ese cabo todos somos pecadores y no tenía importancia al cabo del tiempo y cuando tantas aguas han llovido que lo que contaba tu padre el sacristán que en aquellos sanpedros del ayer el cura de Valtiendas se bebía una cántara y luego no acertaba, arremangada la sotana, a los pedales de su bicicleta para subir la Cuesta Los Carros o el de Pecharromán que en cada fiesta le hacía un chico a una moza del arciprestazgo. O el de Cuevas que se masturbaba en las eras coram pópulo que tío mas guarro para que le viésemos todos los chicos. El peor pecado eran la soberbia, la envidia y la falta de caridad, el querer ser los mandamases y caciques del pueblo y eso que a sí mismo se llamaban discípulos de Jesucristo. Todo pasó y de aquello quien se acuerda. La vida fue evolucionando. Éramos pobres y felices. Pero la vida tenía cierto sabor y yo ando la querencia de aquellas horas, de aquellas rosas, de aquel tiempo de amistad en que éramos como más libres y desinhibidos, de aquellas chanzas inocentes, de aquel vino. En una fotografía en que comparecemos tú y yo retratados por un fotógrafo de feria a lomos de un caballo de cartón se nos ven los vientres abultados. Hambre. Hambre a secas. Gazuza de posguerra y es que no había, hijo. Cuando tu madre mi tía Juana que era una santa le daba sopillas para merendar a tu hermano el pequeño que no sé si era Pedrito o Salva nos poníamos todos en corro o sentados sobre los bancos de la cocina y éramos felices si nos daba a probar una cucharada y como pajarinos abriendo el pico. Hambre y no había. Por eso se nos inflaban las panzas como a los niños de Biafra.

Vivencias comunes del pobreza en compañía deba de dejar una huella indeleble como aquella luz de nuestro pueblo, los olores del establo, el sudor fuerte y perfumado de las caballerizas, el aroma de estoraque al pasar cerca de la fuente en la cerca del médico, las esquilas de los astros en reata del molinero de la Villa que preparaban unos escándalos de aquí te espero cuando barruntaban una yegua con hipómanes, o las del burro yeguato del tío Aquilino grande de alzada y esquelético como su dueño que bajaba para las pobedas la chaqueta al hombro a regar su cerca la azada al hombro tieso más que un huso, la mala leche de la Tía Maricruz Nuestra Señora de los siete tobillos la única en el pueblo que se echaba polvos en la cara y luego supimos que otros polvos también echaba y a ti te preguntaba muy interesada:

- ¿Tú eres el chico del sacristán?

- Sí, señora, para lo que Vd quiera mandar.

- ¿Y donde anda tu padre?

- A las tierras. A labrar.

- Hogaño le veo poco, hijo.

- Tía Maricruz ni falta que hace

A ti te tenía buen concepto. Por algo será, asumí. Y recuerdo las impresiones que marcan para toda la vida: las tardes de invierno en el callejón que para calentarnos jugaban los mozos al chito y nosotros al zorro pico zaino que era un divertimiento muy antiguo y español. Y los bailes de candil por san Pedro cuando le mangábamos al Bigote las garrapiñadas y los perillos al hortelano del Valle de Tabardillo cuando venía a vender y se quedaba en las bodegas, bebía más de la cuenta y luego le pasaba lo que al cura de Calabazas que no encontraba el camino y nosotros aprovechando que andaba el hombre un poco chispa le hurtábamos algún perillo.

O cuando la noche de Ánimas nos mandaba tu padre a tocar las campanas y allí estábamos acurrucados en el campanario muerto de miedo los dos. Alguna paloma sorprendida en su nido al vernos levantaba el vuelo y a nosotros se nos erizaban los cabellos pues creíamos fuera un ánima. Las castañas y nueces de Nochebuena. Y los filandones de San Andrés. Correr el gallo por las Candelas. Los cantes de ronda cuando se iban los quintos y al Irineo le tocó a África. O poner la enramada después de la Minerva y el Corpus. Felices éramos a nuestro modo. Ayudábamos a misa al cura Saturnino que nos daba una perra chica o una patada en el culo si nos equivocábamos en el confiteor. La escuela de doña Catalina la esposa de don Tomás aquel maestro que según decían era de ideas y se libro de ir a la cárcel alegando que estaba loco y lo internaron en el manicomio de Quitapesares. ¡Dios mío, al cabo de los años comprendimos la tremenda injusticia que supone el emparedar a un maestro tildándole de débil mental por pensar por su cuenta! Aquella puta guerra, la guerra, y lo peor las revanchas. Por lo general el personal se escudaba en la religión y la política para dar rienda suelta a sus instintos inferiores, pero a mí siempre me pareció que don Tomás sí entendía de política. Los demás no. Era un buen maestro.

Volviendo la vista atrás uno tiene que volverse cínico o un hipócrita. Todo aquello de entonces ahora sale por lo visto. Pero a mí los malos ejemplos clericales no estorbaron mi fe en la religión. Ahora bien como yo no quería ser un cura de misa y olla como aquellos que bajaban a nuestro pueblo en la bicicleta con la sotana arremangada que enseñaban los pantalones negros y a nosotros nos sorprendía que llevasen pantalones como los demás pues me salí. No quise saber nada. Pero continúo en aquellos valores del Evangelio y en la piedad y en el amor de Nuestro Señor Jesucristo.

Luego vino la emigración o evasión del campo a la ciudad. Recuerdo aquellas vísperas de San Silvestre que nos presentamos en la plaza con tu motocarro una Trimak recién comprada cómo nos miraba tu hermano Maudillo que quería venirse con nosotros para Madrid pero no había plaza en aquel triciclo con el que empezaste a trabajar, el primero de la saga de una flota de camiones. En el puerto de los leones se planta nevar y no teníamos cadenas. Hubimos de poner nuestros abrigo y nuestras chaquetas debajo de las ruedas para el agarre en la nieva y no sé ni como coronamos la montaña. A fuerza de tesón, que tú siempre le echaste a la vida muchos cojones. Los dos tiramos para adelante enderezando nuestras propias rutas.

Algunos domingos salíamos juntos a alternar o nos metíamos en un bailorro a asustar a algunas chachas y yo un poco bisoño te pedía consejo sobre cómo había que hacer para que las chavales te diesen baile y tú decías mira te has de comportar normal decirle cosas agradables que no vean que te azaras. A las mujeres les gusta saber que tú mandas. Buen consejo, mas ni por esas. Hasta tomé complejo de que nunca tendría novia de que nadie me querría. Hay que ver, Agustín que cosas se le meten a uno en la cabeza. Y pensaba en aquellos recuerdos agradables tratando de espantar la sensación horrible de mi beso de despedida, ese olor a cadaverina, espeso y dulce de los muertos cuando empieza el heder y la descomposición de la carne y de la sangre. Estaba como zombie. Desde el tanatorio sur hasta la Almudena donde iban a hacerte polvo y ceniza había un atasco infinito. Nos perdimos un pare de veces en una de las incorporaciones, casi me choco contra un taxi. Estaba como alelado.

La noticia de tu muerte me dejó frío y todavía no me lo creo que puedas estar muerto. ¿Adonde te has ido? ¿Cómo será el cielo? ¿Cómo habrá sido tu entrada en el Paradiso? Cavilar sobre estos misterios me saca de quicio, siento como una desazón un cosquilleo en el estomago y es que la eternidad me da vértigo y quiero suponer -y este es mi único razonamiento- que de la misma manera que en tantos azares y peligros sentimos una especie de protección y misteriosamente nos vemos salvados de las acechanzas y trampas de la existencia, en la hora de la muerte Él seguirá ahí a pie de obra. Al menos es lo que ponía en la oración diaconal de la recomendación del alma que te leía cuando estaba en los estertores de la agonía. Mas una cosa es predicar y otra dar trigo.

Yo también tengo dudas y un miedo infinito. A ese vacío de tus ojos cerrados que dejaban de ser ojos para volverse cuencos de calavera... A esa sonrisa macabra que vi en tu cadáver. Bien es cierto que no eras tú sino tus despojos en la hora del hic jacet mas no por tales reparos deja de activarse mi congoja. Por eso iba recordando con tu hermano Pedrito los buenos momentos de cuando éramos chavales. Bromeando haciendo nuestros planes ilusionados con el vivir. Bien es cierto que era un subterfugio. Una escapatoria. No entiendo nada. Tengo la mente en blanco esta mañana hermosa de verano cuando la circulación en la M 30 es caótica y por la mañana la tele retransmitía el encierro de san Fermín. Otro breve responso y más lloros de los deudos de un curita joven capellán del cementerio cuando llegamos después de perdernos otra vez por las aleas de la inmensa necrópolis. A mi me hubiera gustado entonar el Libérame me Domine de Morte Aeterna y musitar el a porte inferi o el dies irae pero recité estas secuencias de los viejos funerales para mí mismo.

Había mucha gente y allí estaban tus hermanas Rosario Lidia Salva y Pedrito mi escolta de poca talla pero de corazón grande el que más se parece a ti. Me impresionó la dulzura de tu nuera Esperanza que me dio a besar a tu nieta y yo la bendije. Esta niña es clavadita a ti. Y ese pensamiento me confortó un poco. Porque en esos ojos almendrados se posaba tu luz por ese milagro de los genes y tu cuadratura. Y el amor que vencerá a la muerte, en esta megapolis superhabitada de fantasmas donde todo es difícil e impersonal hasta morir los ojos un poco asustados me alejaron del cabreo que siento esta mañana de sol con Dios - uno puede a veces estar enfadado a veces con lo que más quiere ¿no?- me dio cierta tranquilidad e hicimos las paces. Él está cerca de Ti, Señor. Lo sé. Le habrás preparado esa morada que se merece tras su crucifixión del cáncer de piel y la muerte que Tú quisiste compartir con Agustín, conmigo, con todos, pero Te pido no me des tan dura prueba como la suya que no sé si lo resistiré. Vermis sum et non homo, miserere mei, digo con el Santo Job.

Al regresar de la Almudena a mí me pareció que entre los ruidos del tráfico de la calle impersonal los cláxones de los automóviles entonaban un Miserere. Y luego el aleluya de la Resurrección en Jesús. Aparqué en una de las zonas más bonitas de Madrid Alcalá con Goya y entré a cortarme el pelo en una barbería. La vida sigue. Muerte, ¿dónde está tu victoria? Volví a inquirir sólo para mi capote. La verdad es que no entiendo nada pero acepto la muerte como una parte esencial de mi condición humana. Que hoy me embargan la melancolía y acepto resignado el fin de esta persona tan querida como acepto el mío propio. Más que nunca hoy recuerdo la frase del Prefacio de Difuntos: Vita mutatur non tollitur. (La vida se transforma, no se nos arrebata)