ALVARO DE LA IGLESIA Y EL OFICIO MÁS VIEJO DEL MUNDO. SONRIAN POR FAVOR
Lo bueno de la jubilación es que uno puede leer todo lo que le de la gana, escuchar al viento que sopla, extasiarse ante el isócrono bullir de las olas de las mareas grandes de san Agustín y desempolvar libros que uno tenía olvidados y autores que uno había dado de lado por imperativos de tiempo o porque ahora lo que manda es el imperio y la literatura anglosajona es una mierda (Poe, Kipling, Conrad, Green, Le Carré, Bellow, Mailer escriben mal pero han entrado en el bombo de la fama al que no paran de dar vueltas los suplementos literarios del Pais y ABC, y otros comparsa de la orquesta, epígonos del papanatismo ibérico, tan doctoral y tan pagado de sí mismo que dan de lado a la buena prosa y a los grandes novelistas carpetovetónicos, que actúan como agentes de la gran involución que padecemos incluso en gustos literarios silenciando todo aquello que huela a franquista, pues con su pan se lo coman y que la Patria se lo demande a tales mentecatos).
Este es el caso singular del querido Álvaro de la Iglesia. Fue uno de los grandes bestsellers del último tranco del franquismo y millonario en venta.
Pero la cantidad no es obstáculo a la calidad de sus relatos magníficamente montados y de una gran carpintería narrativa. Quidditas et qualitas, que decían los escolásticos.
Álvaro era todo un caballero español de San Sebastián, elegante, buen parecido, nada fatuo, que escribía con la facilidad con que fumaba. Fue falangista y divisionario- se le congeló un pie en Rusia- pero tuvo problemas con el régimen y con la censura en su capacidad de director de La Codorniz la revista humorista en la que durante el franquismo escribían todos los rojos- Chumy Chumez, Tono, Mingote, Mihura- y que alguna vez fue secuestrada por la autoridad competente.
Contestaba a todas las cartas. Fui suscriptor de su revista desde muchacho, y el año 72 llegué a entrevistarle al término de una conferencia que dio en un colegio de ursulinas.
Creo que una de sus mejores novelas es yo soy fulana de tal en el que aborda el tema del oficio más viejo del mundo. Álvaro coge el toro por los cuernos. Cuenta la historia de una manchega hija de un menestral al que una bomba de los nacionales decapita.
Se tiene que venir a Madrid y allí es forzada por su señoriíto y acaba haciendo la carrera. El asunto es eterno y muy de hoy cuando la prostitución constituye uno de los capítulos más importantes de la economía española. Lo que ocurre es que los proxenetas, los traficantes de carne humana no importan la mercancía a las grandes ciudades de Albacete, Extremadura o Galicia.
Reclutan a sus pupilas en Albania, Ucrania, Lituania, Santo Domingo, o África negra.
Mucho se habla de la mafia rusa pero en mis pesquisas y averiguaciones que la gran agencia de la trata de blancas está en Tel Aviv. Los mandantes y desaprensivos pimps, los macarras y pedisecuos del Gran Cohén[1] realizan sus razzias por la Europa del Este, la Europa ortodoxa y cristiana – Rumania, Bulgaria, Bielorrusia, la ex Yugoslavia, Polonia- y exhumando los usos y costumbres del viejo tributo de las Cien Doncellas que en Castilla padecimos durante la Edad Media, prometen a las chicas un trabajo de camareras en el extranjero.
Todas acaban en un prostíbulo de Estambul. Como primer paso a la desbandada general. Después viene la carrera por las grandes capitales del planeta.
Luego las esparcen por Francia, España, Alemania, Inglaterra, Italia o el propio Israel. Los proxenetas saben de antemano que el asunto no tiene remedia y que la prostitución es vieja como el mundo. Ellos lo han convertido en fuentes de divisas. Es una forma de esclavitud moderna.
En los burdeles y puticlubs de carretera se las tiene amarradas en blanca, son presas en las cárceles del amor mercenario, los dueños les quitan el pasaporte, no saben la lengua, no tienen donde ir. Pero el negocio mueve dinero a espuertas.
Pero en esos antros se engaña a los incautos, ponen en las copas de los clientes narcóticos que acaban con su voluntad, les roban la cartera, manipulan las tarjetas de crédito, en diez minutos levantan una cuenta corriente y arramblan con el dinero del mes. Son los nuevos invasores que utilizan el sexo como señuelo engañabobos. El asunto se ha vuelto peligroso y una lacra social porque las pupilas traen enfermedades venéreas, el sida, la sífilis, las purgaciones.
La prostitución es tapadera de los bajos fondos y allí lo que se encuentra es mierda y después de la violencia todo lo demás. Sangre. Dolor y lágrimas. El centro de operaciones de estas extrañas mafias en Madrid estaba situado en la Ballesta pero ahora se desplaza a la calle Leganitos justo donde existe la comisaría de más movimiento de la ciudad. Lo que hace sospechar de un posible complot de estos malditos cohénes para corromper a los guardias.
De la Iglesia aborda el tema con delicadeza compasiva huyendo de cualquier procacidad. No he leído en mi vida novela más casta que “Yo soy Fulana de tal” ambientada en las precariedades, el boniato las chabolas del Pozo del Tío Raimundo, el pan bendito, la gota de leche, una naranja de postre con su cáscara, las pensiones de mala muerte y los cuartos con derecho a cocina de la posguerra. Hay capítulos- el autor los llama pedazos a estos trancos de la novela- impresionantes como cuando se ahoga el pintor Ruperto en un alarde de patriotismo pues el artista se queja de que en España tuvieran más relieve los artistas extranjeros que los nativos y ello da pie a una gran borrachera- en una playa de Marbella antes del boom turístico.
Fue el único y verdadero amor de Mapi, la protagonista, una verdadera diosa caída en el albañal por mor de una serie de circunstancias adversas. Una buena mujer y una diosa nacida en Ciudad Real. Que llegó a Madrid a colocarse de sirvienta y terminó en Magdalena. El libro tiene actualidad y vigencia y es altamente recomendable de un autor olvidado que escribió muchas y buenas novelas ejemplares retrato de una época con un humor triste y compasivo. Tengo en lugar preferente de mi biblioteca sus obras completas que abarcan más de seis tomos.
Álvaro siendo tan fecundo- en quince días acababa una novela- le dio a ganar mucho dinero a Planeta. Hoy está descatalogado pero sonrían por favor. No pasa nada y lo que decía José Antonio “y, si pasa, pues qué importa!"….
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