2015-10-19

fuentesoto (segovia) la matanza












La matanza

 

Ya, llegado el otoño, cuando los calendarios apuntan la fiesta de San Martín bendito, en los corrales y patios bajo el bardal y cabe las puertas carreteras quiero decir la portada se escucha el berrido de los cerdos que van a ser sacrificados. Su carne será adobada para pasar el invierno. Fue el querido marrano aliento y subsistencia de mis paisanos y recuerdo la matanza como momento inolvidable de mis días de niñez. Era un día de solidaridad y de alegría que reunía a las familias. Al despuntar el día las mujeres ya tenían preparados calderos, orzas y lebrillos y un plato para recoger la sangre del interfecto. Del cerdo se dice todo se aprovecha y están buenos hasta los andares. No era tarea fácil, se requería fuerza, con la asistencia del capador y a veces del veterinario que examinaba los ijares del cochino en previsión de la triquinosis. Lo sacaban de la cohorte a rastras clavándole un garfio por la barbilla y de ahí a la toza. Acto seguido le atravesaban la garganta con un bien afilado fierro. Luego venía la chamusquina y al cabo la comida en familia en que se invitaba a miembros de la familia y allegados. Todos los años se presentaba el pastor de mi abuelo Benjamín que se llamaba Melares. Era un gañán tan simple como tragón e ignorante. En uno de aquellos banquetes cinerarios reminiscencia de la paganía ibérica, vimos llorar a Melares a lágrima viva después del primer plato:

▬¿Por qué lloras, Melares?

▬Porque me atraqué de calducho y ahora no podré con las morcillas.

Incluyo este reportaje rostros de gente muy querida de mi familia que ya duermen en La Torre. En Fuentesoto La Torre es el Camposanto

 

 

Cochin de febreru con el suo al pa al humeru dicen por estos tesos. Sin embargo, gracias a ese misterioso prodigio de la técnica que es el celular- dejo la política y me voy a meter a costumbrista o a místico- logré entablar conversación de largas parrafadas con un viejo amigo de la infancia al que considero mi s t a r e t z, y un poco mi mentor literario- él es un lector y seguidor de estos articulitos desatinados comúnmente- porque al hablar con él siempre se saca alguna enseñanza para el avío.

Pues mi tocayo me contó un chascarrillo de nuestro (él es de Vegafría y nosotros venimos de Membibre de la Hoz, antiguamente para molinos y cangrejos) pueblo:

- El ama del cura me quiere mucho que cuando mata el marrano dame calducho.

Y algo más, digo yo. Venía de Cuellar de dar tierra a un pariente suyo pero la vida sigue y como el muerto al hoyo y el vivo al bollo pues se trajeron algo de matanza, unos choricillos. Nada más sabroso en el mundo que una buena ristra del de Cantimpalos. Casi se me está haciendo la boca agua pensándolo, porque veo con el ojo de la memoria, ese tercer ojo que llevan los místicos en el cogote, según dicen, las ristras colgantes de longanizas, morcillas y algo de adobo, exvoto de guerra del aldeano afán, orgullo de su despensa y su cocina, fuera del alcance de las uñas de los gatos y hasta de los colmillos de la raposa que solía hacer visitas intempestivas al sobradillo, ese desván que tiene todas las casas de labranza de tierra Segovia y donde no se cerraban las ventanas nunca para que se oreasen los mondongos.

Asturias que es tierra noble y singular también tenía su matanza pero con otras costumbres y otros modos. Aquí se mata un poco más tarde que en nuestra tierra.

Desde noviembre a febrero se escuchaba berrear bien de mañana al gochu en los soleados y fríos días de enero y febrero. Tocaban a fiesta. Hoy vamos a llenar la andorga, chiquitos. Por aquí se los solía tener estabulados y bien cebones. En la tarea participaban todos los parientes y los vecinos arrimaban el hombro, lo que era un aval de solidaridad y de bienquerencia en aquellas aldeas, hoy en su mayor parte deshabitadas, de un tiempo que se fue.

También los coritos suelen comentar cuando a uno lo echan una mano aquello de con la ayuda de mi vecín el mio pa mató un cochin. Era una fiesta familiar y a la vez comunal. Entrañable y de las que levantan el ánimo e infunden ganas de vivir.

El otro día pude asistir a una matanza en Cangas de Tineo que es uno de los pueblos más sanos y oreados del norte de España. El aire es más fino y sutil por estas cumbres donde muestra el riñón o sus largas piernas la cordillera cantábrica, próximo a la sierra de los Ancares.

Era sábado y se habían acercado desde Avilés, Gijón y Oviedo los hijos mozos del señor que organizaba el festín. Era un verraco de más de veinte arrobas al que habían bautizado con el apodo del “Terrorista” no porque pusiera ninguna bomba sino porque era el “terror de las nenas”, en este caso, de las marranas. Cerda que cubría cerda que preñaba pariendo camadas de hasta doce lechones.

Un paisano pequeñín chocleando sus madreñas por el narvaso del corral – en otros tiempos no hubiese dado la talla y lo hubieran declarado útil para servicios auxiliares, si hubiera ido a la mili, enclenque no muy trabado de hombros pero qué fuerza y qué habilidad, vive Dios, si era todo bríos aquel hombre- se acercó a la cohorte a la agachadiza y con gran precaución porque Terrorista estaba bien armado en todos los sentidos de la palabra, lo citó como un torero reta a un eral a puerta gayola.

-Ino.. ino..ino. Quieto galán,- decía Celsín el que desempeñaba el papel de matarife casual. Muy experto con el cuchillo. Y avanzado en las buenas artes cisorias de matarifes y jiferos.

Y al decir esto le ahincó un garfio que escondía en la diestra en la papada del bicho con golpe certero y experto. El animal, que debió de barruntar que le había llegado su última hora, empezó a gruñir y a recular mirando a sus verdugos con malas intenciones. El cerdo es animal fiero e indomesticable, aunque lo califiquen de doméstico, no conoce al dueño aunque digan que su anatomía es muy similar a la del ser humano. En todos ellos se esconde el antiguo jabalí salvaje del que procede. Tampoco suda y se purifica revolcándose en el barro de las charcas. No quería por todo el oro del mundo Terrorista abandonar su inmundo habitáculo.

Entre toda una cuadrilla que apareció de no sé donde lo sacaron a rastras de su pocilga, lo maniataron y entre todos lo arrumbaron sobre la toza sacrificial. El marrano no dejaba de atizar dentelladas, menar el rabo con furor y patalear pegando unos berridos que se clavaban en las estrellas. La escena, poco apta para melindrosos, hoy suscitaría protestas en la sociedad protectora de animales, pero por esta zona las buenas gentes, habituadas a luchar contra las fuerzas de la naturaleza, la crueldad anda por otros capítulos. La telebasura suele emitir escenas más crueles o más sórdidas.

¬ -Quieto, cabrón, que casi me avías- grita Celsín apartando uno de los dedos a los que el cerdo quiso tirar un viaje

- Caguen dios

- Si dices caguen dios nunca mires para arriba-, le dice sardónico y guasón otro de la cuadrilla- Tú clava bien la poderosa ahí en eso, hazti cuenta que es Ben Laden, el enemigo del genero humano. Puxa. Empuja sin piedad, Celso del alma.

- ¿Y quien es ese?, pregunta Celsín ignorante.

- Un moro muy malo que dicen que quiere llevarse por delante a todos los cristianos. Llevan muchos años tras su pista pero no consiguen atraparlo. Se esconde en las montañas como los maquis que rondaban estos montes hace unos cuantos. Unos dicen que es un fantasma y otros que un invento de los americanos.

- Ah, pues no lo sabía- repuso el matarife sin darle demasiada importancia a la información.

Entre todos al fin consiguieron sujetarlo, no con poco trabajo y peligro para la integridad física de los “viroleros”. Y “Terrorista” vio por última vez la luz de Tineo.

Me dio la impresión de estar asistiendo a un ritual sagrado que viene celebrándose desde los romanos y esta es tierra por las que pasó la legión Asturica que llevaban entre otras cosas entre sus exuvia (exvotos) la cabeza de un puerco ondeando sobre el lábaro. No se entiende la historia de Roma sin el concurso del sus o puerco para los amigos.

El alimento de los campamentos era la carne de este animal sazonado junto con un pescado en salazón al que denominaban garium. Se bebía la posca que era un vino fuerte mezclado con hiel, vinagre y algo aguado entre cuyas propiedades anestesiaba los miembros doloridos y aminoraba el cansancio de las grandes caminatas. Posca es lo que dio a beber a Cristo cuando expiraba en la cruz. Él lo probó pero no lo bebió.

Luculo, como saben bien los sibaritas, hacía maravillas con la carne de jabalí, bocado exquisito, en los triclinios. Podían comerse un marrano entero sus comensales y no les hacía daño porque lo arrojaban en el vomitorio por arriba y por abajo y a seguir la manduca. Cosa curiosa un animal sagrado para los indoeuropeos se convierte en inmundo para los pueblos semitas.

Cristo Bendito no probó el chorizo ni el jamón- es la única merma que encuentro en la lectura de los  evangelios, me cagüenla con lo que nos gusta a los españoles el jalufo- y cuando tuvo que echar a una legión de diablos que atormentaban a un poseso los mandó arrojar sobre una peara de cerdos. Pero por estas altitudes aunque cristianos viejos y muy devotos de la Santina, de la Virgen del Carmen y de San Roque no hay moros ni judíos que detestan el jalufo. Tampoco viven empapados de teologías ni de política. Uno que es aficionado a la filología etimológica comprueba con sorpresa que la palabra cristiano se contrapone a la de pagano. Los paganos eran los de los pueblos y aldeas. El cristianismo fue, dicen sus detractores, una leyenda urbana. Nació en las ciudades envuelto en aires cosmopolitas en oposición al que residía en el campo. Las palabras suben y bajan por la cucaña de la semántica de tal forma que en ruso a los campesinos, a los simples, se los dice “ x r i t i a n i n” y lo que son las cosas el vocablo cristiano va a degenerar en cretino como sinónimo de persona lerda e ignorante. Por Tineo y sus aldeas de arriba, horma de hidalgos y de cristianos viejos, puede que no sepan mucho de tales disquisiciones. Ni falta que hace.

Baste señalar que la matanza del gochu ay carayu reviste todas las reminiscencias mágicas de la antigüedad sincretista.

Entretanto aparecen las mujeres. La abuela Jovita trae un lebrillo y lo coloca en el suelo donde recibe el goteo de la sangre del animal que expira entre estertores. Cuando el cochino estira la pata, acude una de las fias (hijas) del amo con una botella de cazalla. Se agasaja al experto matarife, el Celsín, tan enteco y tan magro de carnes que es capaz de sujetar a un novillo entre los brazos pero no lo demuestra. Debe de ser un asturiano bravío de ojos alegres y sonrisa jovial. Todos los participantes en la matanza brindan por el éxito de la operación con una unción casi religiosa. Pues ya digo entre estas casas que tienen forma circular algunas de antiguas pallozas con las techumbres cubiertas de bálago se venera, herencia romana, al marrano como a un dios ancestral.

-Salud y de hoy en un año, guajes.

-Eso es lo que fai falta y que al añu que vien todos lo veamos en amor y compañía.

El amo al que nombran Nicolás escancia otra copa de orujo y la vierte sobre uno de las patas del porcino. También esto es ritual. Hay que enterrar al bicho encomendarlo adiós y que se vaya lejos el diaño que es como mientan al diablo por estos lares. Por allí merodean los gatos, el ama les espanta diciendo chape, chape. Ladra un mastín que ha barrunta la carne desde su tenada lejana. Del vientre del cerdo sacrificado sale como humo. Están expirando los bandullos.

A esta operación sigue el de la chamusquina. Insertan una tolva de paja sobre el cadáver y luego prevenidos de una teja cada uno de los laborantes se despelleja al animal antes de destazarlo. Lo primero que se extrae es el “alma”, una tira muy grasienta entre el belfo y las criadillas. La vivisección de las criadillas tiene también su intríngulis. Es manjar exquisito para algunos paladares pues es tradición que conservan propiedades afrodisíacas y potencian la virilidad de los desganados. Los paisanos hacen chanza de las proporciones verdaderamente considerables del órgano reproductor del semental.

-Con una de esas ya me conformaba yo para toda la vida, nin.

- Y ¿pa qué quies crija si te falta verija?

- Ya me las apañaré yo- dice apodíctico como un oráculo Celsín limpiándose con una ropón las manos ensangrentadas y dando por concluida su cruenta operación

Todos se echan a reír. Y a uno de los muchachos de la casa le regalan la zambomba o vejiga que inflada adquiere las proporciones de un balón de reglamento. Sigue la fiesta pero la misión del matarife y sus ayudantes ha terminado.

Ahora la faena corre a cargo de las mujeres que se afanan acá y acullá con los barreños, pican la carne, también cebollas y cuecen la sangre para las morcillas en grandes calderos de cobre. Lloran los ojos de los convidados a causa del ácido que despide el tubérculo. Pasa el jarro una y otra vez, se cuentan historias de cuando entonces y pronto llega la hora de comer que es un banquete digno de romanos y según costumbres que sólo en España conservan los astures, gente generosa y pródiga en su hospitalidad abondo y abundante.

Las escenas que he vivido este día de febrero en esta villa entre montañas me han recordado los tiempos de mi infancia cuando el abuelo mataba el marranillo, parte fundamental de nuestra dieta castellana. Por Castilla somos más ahorrativos y frugales y los choricillos solían meterse en aceite y se conservaban dentro de una olla hasta el verano. Recuerdo que un tío mío Pedro el Sacristán, que, aunque no había leído el Lazarillo, la vida y el hambre le hicieron aprender mucha gramática parda, nos dejó a todos a buenas noches. Se las ingenió para hacer un orificio en el culo del ánfora que guardaba las longanizas y por abajo extrajo mediante un canuto las sartas de embutido que atesoraba aquel cofre. Para que la abuela no se diera cuenta introducía nabos en la boca de la olla y cubrió con cera el agujero.

Aquel año los gallegos que vinieron a segar a Fuentesoto se quedaron sin pitanza. El bueno de Pedrito, cuando se descubrió el engaño, anduvo tres días sin portar por casa, en el temor de que el abuelo que tenía su geniecito le hiciese regoldar embutidos a cintazos.

El primer plato de las comidas de matanza tenía mucho fundamento. Era el calducho a base de sangre y cebolla picada. En Membibre de la Hoz, en ca mi abuelo Parra oí en cierta ocasión contar a mi padre lo que le ocurrió al pastor Melares que era el de casa y era uno de los incondicionales invitados a la ceremonia. Acudía meneando sus piales y sus abarcas desde el aprisco, pasaba más de seis meses en la majada sin portar apenas por el pueblo. Llegaba con un hambre de seis semanas. La abuela Paula sirvió el calducho y nuestro rabadán se metió cinco tazones entre pecho y espalda. Casi reventaba. Llegó el turno de las morcillas pero allí estaba el bueno de Melares que se aflojó la correa mientras meneaba tenedores. En estas se puso a gimotear a moco tendido.

- ¿Por qué lloras, Jacintón? ¿No se te habrá muerto alguien? ¿Ocurriote alguna desgracia?- le preguntó el abuelo Parra

- Nada, señor amo, que tomé mucho calducho y ahora no puedo con las tajadas. Y me dan ganas por eso de llorar.

Fue caso muy comentado la del pastor Melares el Jacintón, discurrió de boca en boca por el pueblo durante tres generaciones y hasta le sacaron cantares. La matanza del gochu ay carayu que carayu.

Por lo demás el lomo, las manitas y la cecina solían colgarse de varales en el cocedero. A la vista de todos. Se ven pero no se tocan, niño. No solían encentarse más que cuando había un compromiso o venía visita pero al fuego del hogar y mirando para donde colgaban las morcillas nos consolábamos. Uno de los recuerdos más exquisitos que atesoraron mis papilas durante mucho tiempo era aquel tocino que en rebanadas echaba la abuela al cocido y untábamos en pan. Teta de novicia, bocato di cardinale, como se suele decir. Nunca probé exquisitez tal en mi vida, ni angulas, ni langosta, ni caviar, ni Arguiñano ni la nueva cocina, ni todos embelecos de los nuevos artistas coquinarios que no venden aire a todas horas y acabamos con el estomago vacío y la mula mal capada, y mucho te quiero, perrito pero de pan poquito. Nada en comparanza con aquella rebanada de tocinillo de los cielos que masticábamos a dos carrillos en los almuerzos del invierno.

Gracias Antoñito Valdivieso por sugerirme el tema de este artículo que estoy seguro que tú lo escribirías mejor y con más gracia pues eres solerte, un compañero al que todos queríamos emular y muy bien preparado desde cuando estudiábamos latines. Es un lujo hablar contigo Te acompaño en el sentimiento por lo de tu pobre tío. Y que en el cielo lo veamos y nos aguarde allá muchos años, tocayo. Nunca pierdas el buen humor, que no te derribe el desencanto y recuerda el espondeo de Horacio que mediamos en las clases de latín con don Valeriano:

-Ars lunga vita brevis.

Mucha salud, hermano.

 
 

2015-10-18

la arroba española


de pesos y medidas

fue

LA @ TRIUNFAL

 

Crecí de niño escuchando la palabreja cuando mi abuelo colgaba de las vigas de la portada el marrano morato le sacábamos el alma y el tocino las criadillas el alma el mondongo el calducho y la vejiga para zambomba.

 

-Ha pesado 20 arrobas, chiquitos. Estaba de buen año.

 

Una arroba eran 11 kilos y 502 gramos. Eso me lo sé yo desde pequeñito. En las clases de aritmética don Felipe nos decía que la @ no servía para nada. Era como la distancia de pi que está ahí pero de la que nadie se preocupa. Ahora gracias a Internet ha salido del armario y cunde en el lenguaje universal del HTML. La red lo magnifica. ¿Quién lo iba a decir a mí? Un guarismo matemático con poca fortuna hasta que lo rescató del desván de los recuerdos Billy Gates que para los ingleses era una desinencia de la preposición “ad” latina y en castellano venía a ser un sinónimo del signo de multiplicación. La arroba aunque pesara lo suyo era como estar en el limbo. Ya digo la distancia de pi por 3.1416. Es una palabra castellana castellanísima aunque arrebatada a los sarracenos en lexicográfica algarada. Castilla vino a ser un crisol de culturas y el alcaloide que fundió pareceres y les dio talante único. Viene de los árabes de Mallorca donde como ya dijimos el elemento muslímico abundaba y había muchos exaricos libertos. El catedrático Oliver Asin siguiendo la trocha por la maraña impenetrable de la historia de España que abriera el llorado don Claudio Sánchez Albornoz asegura que es étimo de “al-ribat” (servicio de defensa), lo mismo que rápita y de ahí viene la Rábida que no quiere decir otra cosa sino fortín. El “arrobt” (plural) era un servicio de descubierta o escucha llevado a cabo en la frontera por un escuadrón de jinetes. La palabra “arrabda” aparece en Mío Cid escrito por un juglar de Medinaceli muzárabe hacia 1140. las villas y ciudades tenían que pechar tributo por este servicio de protección que comprendía la rafala (vigilancia a caballo) proveniente de rahal y rafallo una voz que todavía puede escucharse en mallorquín. Para los moros el rahal o tahal es el lugar donde se vive. Bien lo saben los moriscos de Baleares. Otro servició era el de sculca (escucha a pie). Y por último la anuteba incluía otra prestación la de caballería que consistía en vigilar a los rebaños de la mesta. Porque en el Libro del Buen Amor caballería tiene otra carga semántica diferente a la que ahora se le da; es el acto de conducir y domar reses bravas. Una suerte de rodeo. Tiempo adelante se convirtió en un tributo y de ahí se transmuta en una unidad de pesos y medidas castellanas antes de que se inventase el sistema métrico decimal. Arroba tenían que pagar el yuguero Vg.: los que tenían una yunta de estos animales. Se incorpora después al léxico pastoril. La tasa de @ procede sin embargo de otra pecha que estuvo muy en boga en la alta edad media: la anúteba (anutba, anutwa) también de origen morisco (anubda). En principio era un servicio de vigilancia a los que trabajaban en fortificaciones. Los de a caballo patrullaban el perímetro. Cuando sonaba el toque de anúteba villanos pecheros infanzones ricos-hombres y clérigos había de acudir bajo las armas. Pero anúteba era un tributo lo mismo que fue la arroba por redimirse de este servicio de guerra al rey. La anúteba se documenta a partir del siglo XI en León. Está registrada en el Fuero de Brañosera. Las fronteras eran elásticas y cuando llegaba la primavera indefectiblemente venía la aceifa de la caballería árabe. Sin la vigía de la anúteba o la alerta –otra voz árabe que observaba el horizonte venían los moros y podían cortarte la cabeza. No había otra alternativa. La Fe se suponía como el valor en el soldado.

 

Maria Estela González documenta esta palabra el año 969 cuando el conde Fernán González otorga donación de tierras al monasterio de Santa María de Rexmondo (hoy Remondo) pueblo lindero de Valladolid que perteneció a la diócesis de Segovia y donde vive un amigo mío. Castilla estaba despoblada y la vida era muy difícil. Poco a poco fue repoblado por vascos, asturianos, gallegos y gascones allende el Pirineo. La suerte de las armas es muy mudable y alternativa. A las razzias muslímicas responden los reyes de León y los condes castellanos con algunas cabalgadas. Se arruinaban campos, se destruían iglesias, se talaban vegas, se desviaban ríos para estrechar el cerco y rendir por sed y por hambre al enemigo. No solía haber compasión con el vencido. Esto quería decir @ de arroba que hoy es un logotipo tan pacífico como la anúteba un procedimiento para salvar el pellejo a los que vivían peligrosamente “prevenidos en frontera”. La descomposición del califato de Córdoba y la toma de Toledo por Alfonso VI da un respiro a las huestes de la cruz pero así y todo no las tenían todas consigo. Los monarcas exigían a sus pecheros no sólo el vasallaje. También tributos y rentas. Castellera era un pago para retranqueo de muros y tarea de fortificaciones de castillos y fonsaderas dinero para la guerra. Reliquia de este impuesto es en Asturias la sextaferia que los castellanos llamamos obreriza por la mi tierra Aquellos cotarros de Osma y Medinaceli, Clunia o Peñafiel eran arrebatados a Alá con muchos dolores y trabajos. La vida valía poco. Se vivía menos. La reconquista  un derroche de hombres y de caudales. No es extraño que a veces hubiera desfallecimientos.

 

Las tierras conquistadas se hacían por el derecho de presura simplemente tomando posesión en nombre del rey, el conde o el clavijero en las zonas de abadengo o mediante cartas pueblas y fueros que otorgan a sus súbditos en virtud del juramento de vasallaje. Así los que convierten en enfiteutas o usuarios de los territorios arrebatados a la morisma. Arrobas. Anútebas. Servicios de escucha. Labor de descubierta. Monasterios: Corias, Brañosera, Oña, Cardeña, Villadiego, Pampliega, Villalvilla. Los frailes iban igual a la guerra y fueron la reserva espiritual que permitió aquella labor titánica. Picaban espuela los obispos. Un Gelmirez. Un Ximenez de Rada. La iglesia era el gran poder. Uno expurga los tumbos, los cartularios, fueros o cartas pueblas y no encuentra otra cosa que pleitos, cartas de pago, y contiendas de diócesis contra diócesis de monasterio contra monasterio, rieptos, caloñas, hurtos y “coemptio” y tributos tan vergonzosos como el de las cien Doncellas de Otón el Gordo que viajó a Córdoba para que los galenos del Califa le curaran del mal de piedra .

 

Era un poco la fe del carbonero y no quedaba espacio para muchas teologías ni tiempo que perder. El Arcipreste proyecta su filosofía en un par de versos: “haber mantenencia y haber ayuntamiento con hembra placentera”. El leitmotiv de la existencia.

 

Eso sí; pecadores. Se arrepentían. Y todos creían en la vida eterna. Esta fe en el más allá hizo fuerte a la Iglesia y al Islam. Uno y otro creían en el cielo y en el Paraíso de Alá. Vivían combatiendo cada uno por su lema. Y moros y cristianos eran recios. Morían por su fe. Su ideal y por sus garbanzos.

 

Tenaz lucha a vida o muerte. Caballeros que llevaban en el arzón como Rodrigo Díaz que buen caballero era aquel mozárabe un icono de Santa María. Fe. Tesón. No rendirse jamás. Aquellos hombres pesaban seis arrobas pero valían un quintal de oro. La fe mueve montañas. Así que la @ es un legado de España a la humanidad, el óbolo y la ofrenda de un tiempo difícil. Veo a los mozos más granados de Castilla la gentil cabalgando hacia la muerte por aquellas parameras y tierras de pan llevar. A pagar el tributo de la arroba y la anúteba. Entonces las fronteras eran muy fluctuantes como el hambre y la sed frecuentes y si no andabas ojo avizor venía Almanzor te cortaba los árboles de tus montes te robaba las mujeres y te quemaba las cosechas . Muerte y desolación. Es curioso que este signo que fue moneda de cambio en los tiempos de la Reconquista sea hoy contraseña de comunicación entre las gentes. Millones de personas en todo el mundo lo teclean miles de horas al día. Arroba. Anúteba. Hoy sigue habiendo moros en la costa. Aún no acabó la reconquista. Pero el peor enemigo no es el moro ya. Es el moro interior que todos los españoles llevamos dentro. Y ahora en este reino de tejas abajo ya se cree poco en eso de la vida eterna.

 

 

2015-10-17

BEARN


Resultado de imagen de llorenc villalonga biografiaResultado de imagen de llorenc villalonga biografia


BEARN LA MEJOR NOVELA EN CATALÁN ESCRITA POR UN FALANGISTA

 

A los de la tercera edad nos queda el consuelo de la filosofía y el fulgor de la buena literatura que hace brillar nuestra alma con impulso de juventud. Este puente del Pilar lo pasamos mi mujer y yo a la vera de la mar de Gandía la guapa y ducal, emporio de los Borja. Cuenta con una de las mejores playas de la costa mediterránea.

Entre paseo y paseo por el malecón del Grao, Gandía Ciudad y el Puerto me he metido entre pecho y espalda las casi 400 páginas de “Bearn”. Es la obra de un falangista mallorquín, médico militar que escribe una prosa excelsa. Y me sucedió lo que siempre acontece a los catadores del buen vino y de la buena literatura que una vez descorchada la botella somos incapaces de abandonar la lectura.

La crítica de este libro injustamente olvidado pero que fue un texto de referencia durante los años sesenta después de haber sido traducida al castellano por el propio autor que la editó a sus expensas en un primer libro de la década de los 30, cuando anduvo a la greña con una editorial de Barcelona que le quiso corregir el texto ajustándolo a la nueva normativa ortográfica moderna de la lengua de Ausias March.

Bearn ha sido definido como el Proust español. La cita de Espriú que inaugura el texto “ els meus ulls ja non saben sino contemplar dies i sols perduts” define el intento de Llorenc Villalonga de recuperar un tiempo perdido del pasado rural de la Isla de la Calma. El argumento narrado en primera persona por un sacerdote y capellán que narra la decadencia de una casa aristocrática campesina en las montañas de Soller tierra pobre de carrascas, algún olivar donde se vive aun en régimen patriarcal. El amo del lugar es un personaje que vivió su juventud en Paris donde abrazó la francmasonería pero he aquí que en una de sus contradicciones sintiendo ya la llamada de la tierra se viste del hábito franciscano y cubre su calva con una peluca empolvada. El libro tiene algo de novela gótica, un cuarto cerrado donde está la casa de las muñecas, citas al Fausto y a Virgilio.

En la casa se bebe buen vino y para yantar butifarras. Don Antonio es un apasionado del progreso. Uno de los mayores para este diplomático afrancesado que al final de sus días quema sus libros y entrega al capellán (parece ser que era hijo bastardo del señor, lo tuvo con una criada) el depósito de sus memorias) fue el de la maquina de coser, la maquina de vapor, la hilandera volante, el automóvil los cañones de Krupp, el teléfono de Bell, la radio de Marconi .

El siglo XIX fue el tiempo de las grandes guerras y de los revolucionarios inventos. Todo uno. Al tiempo que se respira un ambiente pagano de culto a la belleza y al amor que pasa fugaz por la vida de los mortales. El narrador esparce a lo largo de los capítulos consideraciones morales y políticas y descubre la mentalidad del periodo de la Regencia. Don Antonio Maura era también mallorquín. Villalonga 1897-1980 en la guerra civil se afilió al Movimiento y nunca ocultó sus simpatías hacia José Antonio y los falangistas. Ello le valió al escritor un extrañamiento con los nacionalistas, que lo silenciaron y lo siguen silenciando. Detrás de este afán de escritor prolífico — una treintena de libros la mayor parte en catalán— nos cerciora de que es una mentira y de las más gordas el que el catalán fuese perseguido durante el franquismo.

El dictador Primo de Rivera que fue gobernador militar de Cataluña asegura en sus memorias que el catalán era el idioma de casa y de la calle, reservándose el castellano para las lenguas oficiales y el mismo José Antonio, que tuvo una novia catalana lo hablaba con fluidez. Franco siguió el consejo de su predecesor. En el mismo orden de cosas cabe asegurar que nunca fue tan boyante ese idioma que durante la década de los sesenta al ochenta. Veinte años de esplendor cultural con Barcelona como emporio editorial, una verdadera “Renaixenca”.

Se constituyó en eje de marcha de aquel impulso escritor y fue el que llevó a Cela el mejor escritor castellano de la postguerra a vivir a Palma de Mallorca. Asegurar pues que fue perseguida la lengua catalana es una calumnia propalada por las “fuerzas oscuras”.

Yo recomendaría a muchos españoles que releyesen “Bearn” para empaparse de ese “seny” catalán que brilla por su ausencia en las cerriles mentes de los separatistas. Con su intolerancia y ceguedad pueden conducir a España a la mayor crisis de su historia después del 98 porque Mas con su indolente desplante se empeña en lanzar el reto de un órdago a la grande y de esto vamos hacer un pan como unas hostias o como dice la payesía de las tierras levantinas:

d´esteu pá farás sopes

Y es que Mas va de listo por la vida y nos quiere dar a todos sopas con honda aunque hay que atribuir parte de la crisis a la indolencia e incompetencia del gobierno central y a la ignorancia que vive el pueblo español sobre Cataluña y las cosas de aquel gran país. Pero eso es cuestión de escuelas que diría el León de Grao: Joaquín Costa

 

CEMENTERIO JUDIO DE SEGOVIA EN EL PINARILLO


 






 
 
EL OSARIO JUDÍO DE SEGOVIA

 

 

 

La verdad que en esta hermosa mañana de viernes de vuelta a mi ciudad he sentido un estremecimiento en mi alma a la vista del osario o cementerio judío una lápida en hebreo y en castellano encima la estrella de David. Yo nací justo enfrente de estas mastabas al otro lado del Clamores en la puerta de San Andrés o del Socorro. Algo muy adentro vibró en mí como un latigazo. Casi rompo a llorar recordando vivencias de mi infancia y aquella tarde de febrero cuando camino de la piedad con otros niños vimos a un sacerdote revestido con el efod y envuelto en el paño de oración leer en un breviario mientras hacía genuflexiones de cabeza hasta tocar casi la roca con la cabeza (lo he contado ya en alguno de mis libros) eran los tiempos del franquismo y en el Pinarillo hacía un frío que pelaba. Nadie dijo una palabra. El sacerdote después de rezar a toda prisa plegó su libro recogió su dulleta y desapareció. Enterraban de pie a los hijos de Israel mirando al Este en sepulcros excavados en la roca caliza que eran auténticas mastabas. Durante la baja y alta edad media este era uno de los dos osarios que había en Segovia pero el del Pinarillo era el más importante por la proximidad a la judería vieja entre las Escalerillas de San Roque y la catedral en cuya bajada estaban los obradores de los orífices y los tenderetes de los prestamistas.

La verdad es que a muchos de nosotros, que esperamos el Reino de Dios, nos descorazona la situación en Oriente Medio, la guerra de Siria, que está llenando Europa como resultado de las guerras de Obama. El estado hebreo es hoy una potencia armamentista pero no deja de ser paradoxal que mozos palestinos con hondas y con piedras, sin armas de fuego, se enfrenten al poderoso ejército israelí con un ajuar de combate de última generación. Existe una desproporción que nos hace dudar en parte del espíritu bíblico de nuestras creencias.

Los católicos oramos al Señor en la lengua de Israel. ¿Dónde se queda la más hermosa palabra del idioma hebreo que es “Shalom”? ¿Es lícita la venganza y la ley del Talión para reconquistar unas tierras que pertenecieron a nuestros antepasados?

Puede que las respuestas a tan inquietantes interrogantes la tengan los muertos que yacen en el osario de Segovia. Vana ilusión, afán de poder y de granjería. Todo quedará sumido en el polvo de los huesos dispersos por estas mastabas. Con su prepotencia el estado hebreo se está ganando la animosidad y la antipatía de la opinión pública mundial por más que se empeñen los que dominan el cuarto poder de demostrarnos lo contario. Vivimos, en cierto modo, aterrorizados y acongojados por lo que sucede en nuestro entorno. El odio y la venganza no pueden venir de Yahvé sino de los muchos diablos que pululan por el orbe y Satanás se ha vuelto en nuestros días, anónimo. Opera a compás de sociedad limitada.

 El ángel caído se nos presenta con un rostro anónimo políticamente correcto y hermoso. Eso lo saben muy bien los cabalistas que se queman cada día los ojos leyendo las Escrituras y ofrecen una visión equivocada de los textos  sagrados. Dios es la vida. Nunca puede ser la muerte.  Sin embargo, un ojo en el cielo y otro en el suelo los judíos siempre gozaron en nuestra ciudad de la protección del cabildo. Al obispo le administraban las rentas. Más de un setenta por cierto de la población era de raíz conversa ocupando preminencias en el estatus y escalafón social. Los judíos estaban sometidos a la jurisdicción real y arropados por la iglesia.

 

Después, creo entender a través de mis copiosas recapitulaciones sobre este asunto, venían los pecheros y villanos y lo que se ha llamado en llamar la canalla o chusma. Nadie duda de ese misterio que acompaña a los hijos de David en su peregrinar por la historia. Fueron los patrocinadores del imperio español y a su cargo corrió (siempre fueron excelentes administradores y ecónomos) la obra de la colonización americana e incluso apuntalaron a la iglesia católica cuando esta se derrumbaba a consecuencia de la rebelión protestante del norte europeo. Ahí están las grandes eminencias místicas: teresa de Jesús, Juan de Ávila, Ignacio de Loyola y en literatura el Lazarillo, todo Tirso, Quevedo acaso Cervantes que procedía de una aljama en la raya de Galicia. Algunos en secreto siguieron observando las tradiciones del pueblo elegido otros se exaltaron y quisieron ir más allá, en su catolicismo de bríos nuevos, cayendo incluso en aberraciones como las de los alumbrados. Sea como fuere el caso es que nadie profesó un amor a Jesucristo tan depurado como Teresa de Jesús.

 

Esa santa que nos enamora, nos divierte y nos advierte y nos acongoja, llamando siempre tan castellana al pan, pan y al vino, vino. Se trata ni más ni menos que del espíritu mesiánico que es privativo de la raza de Israel. Dudo sin embargo que el sionismo de Teresa de Cepeda y Ahumada sea el mismo que el de Benjamín Netanyahu o del propio Ben Gurion quien en la declaración de independencia evitó pronunciar ni una sola vez la palabra Yahvé (yo soy el que soy) y sólo se refirió a la Roca de Israel. Una roca como la de este viejo osario judío de mi pueblo que hoy me hizo estremecer. Prorrumpí en un kadish, con la recitación del salmo 62:

 

Oh dios tú eres mi dios/ a quien busco con denuedo/ sedienta está mi alma de ti/como tierra árida sin agua/ porque tu misericordia es mejor que la vida/

 

Impávida, alta solmene, ebúrnea la torre excelsa de la catedral segoviana nos miraba. Yo escuchaba el murmullo lejano de las aguas del Clamores, fecundando los tablares de las huertas entre las peñas con alientos de eternidad. Corrían las aguas de nuestra segunda corriente fluvial ajenas a nuestras discusiones por causa de los odios religiosos o las efervescencias políticas. Que poco tienen que ver con el Israel que nos enseñó a rezar y cuyos salmos cantamos. Dejemos que los muertos entierren a sus muertos. Ahora comprendo también lo que me declaró a mí una vez la señora Golda Meir en una conferencia de prensa: “Para un judío España no es un país como otro cualquiera”.

Cierto que acusamos en nuestra pereza mental a Israel de nuestros males: las guerras de Oriente Medio y sus anhelos expansionistas que están destruyendo naciones como Siria o Iraq pero todo este agobio y congoja ¿no vendrá determinado por nuestra poltronería, nuestro paganismo, ese hedonismo materialista que nos pervade, ese egoísmo sin fin radicado en la pobreza de ideas?

 

Muy pronto, si dios no lo remedia, vamos a tener que entonar un kadish por esta España que se muere en medio del griterío y la confusión.

 

Quizás nos aguarde un tiempo de purificación. No echemos la culpa a los judíos de nuestros desafueros y yerros. Pero tampoco Israel debe mirarnos con deseos de vindicta. Que resuene por doquier la palabra más hermosa jamás pronunciada por labios humanos que es la palabra “Shalom”.

 

Y “speret Israel in Domino” y les digo a nuestros hermanos mayores que aquí en Segovia nadie les odia, sed parte nuestra. Enterremos el pasado el hacha de la guerra y glosando a Isaías que los alfanjes y flechas se transformen en rejas de arado.








 


 


 


 


 


 


 


 




 

el padre lamprea el exorcisata amigo de obama con una mano bendice y con la otra se la menea


EL LIBRERO DE AREVALO

 

El librero de Arévalo tenía madera de perdedor pero no habléis de esto a la Jesusa que consideraba a su vástago una eminencia siendo ella misma como su hijo juguete de sus pasiones e inclinaciones. Las cosas en el mundo se habían puesto del revés. El estafermo de las procesiones miraba con ojos fijos un poco como el padre Cucurcho el exorcista nacido en un pueblo levantino que se llamaba Lamprea y cuando se ponía pesado con esto de echar diablos del cuerpo de la gente los chicos del barrio organizaban dreas y resolvían sus diferencias con Satanás a cantazo limpio nada de hisopos ni de crucifijos sino a lo zamarro. Gritaban:

 —El cura de Lamprea con una mano bendice y con la otra se la menea.

Y otros aseguraban:

—Detrás de la cruz está el diablo.

Gumersindo al quedar cesante con motivo de que se murieron los suyos y entró otro gobierno pensó ganarse la vida en el menester que mejor conocía: la literatura; fundó una biblioteca virtual y quiso dedicarse a la venta ambulante de libros viejos que eran una de las riquezas de la Casa Común pero también su patria quedó cesante y, cada quisque excedente de cupo, arribaron los nuevos bárbaros del norte que creían que era sospechoso leer y un pecado la cultura. La  tan traida y tan llevada democratización, amen de hacer ricos a muchos, que ricos millonarios, clases privilegiadas de castas, repartiéndose el bacalao y los puestos oficiales, a la mayor parte de España dejó en cueros vivos.

Éramos todos más pobres pese a la apariencia de ricos, dejamos los campos en barbecho, vendimos las vacas, todos querían vivir de algún momio, cierto enchufe, a costa del erario público, renunciamos a muestra cultura, los periódicos, las editoriales, pignoramos nuestras fábricas nuestros humildes negocios y se lo dimos todo a los marchantes judíos.

He aquí el resultado de treinta años de Mercado Común. Recordad: siempre se dijo del judío la maula. A muchos los estafaron. A él no. Porque bien los conocía. Eran de su misma raza.

Fracasó. El pueblo español querría suicidarse renunciando a su pasado ahorcando los libros persiguiendo a la inteligencia y llevando a los tribunales o a la trena a cualquiera que acreditase una idea feliz un hallazgo. Ya me dirás tú los libros que vendía Gumersindo —muchos martes ni se estrenaba— cuando extendía el tenderete aparejaba el caballo bueno lo del caballo es un decir porque ya toda España se había motorizado por entonces y el librero gastaba coche que eran sus mejores zaparos y no había que darle pienso ni llevarle a herrar. Gozaba de la vita bona del sol de España y conversaba con otro purgado que se llamaba Empeltre. Bebía en las tabernas visitaba el camarín de la Virgen de las Angustias buscaba el rastro de la España que proclamó el tanto monta, monta tanto, y percibía las huellas santas e imperiales de la reina Isabel la Católica que pasó su infancia

A pocos metros de donde él tendía en la plaza el Arrabal, en el castillo.

Aquellos días Sindo tuvo una crisis mística y creía en milagros y apariciones. Le pareció contemplando algún arrobamiento viendo una puesta del sol camino de vuelta a Madrid poco antes de llegar al Alto los Leones. ¿Espejismos o un aviso celeste de lo que había de venir. Era seguramente un regalo que dios le enviaba por haber sido fiel a sus principios. Estas cosas marcan bastante a los perseguidos e injuriados. Estaba renunciando al mundo a su manera alzándose en rebelión contra aquel estado de cosas.

Mira que vender libros en un pueblo de analfabetos pero él iba en demanda de sus principios tras las pisadas de la Reina Santa.Vigilavi et factus sum Sicut passer in tecto” le gustaba aquel salmo que repetía con frecuencia porque  encerraban sus palabras algo de su vida, siempre en guardia para percibir las ráfagas del Espíritu  Santo que llegan en ventoleras de huracán donde se atisba la verdad y la belleza.

Pero su mujer y sus hijos pensaban que estaba como una chota. En su fuero interno él encontraba alguna razón para semejantes y descabelladas excursiones de bibliografías de apóstol de la cultura en medio de una sociedad ágrafa y un pueblo de analfabetos. Se sentía un poco misionero pero cansado de que sus predicas cayeran en baldío buscaba consuelos en los besos al jarro en aquel buen vinillo de la tierra. Gumersindo era dipsómano.

a jacinto benavente

el shakespeare de madrid
El teatro de Benavente

Mi amor a los libros y a la literatura se inició con dos profesores del seminario de Segovia. El uno era el deán don Fernando Revuelta gran orador que en las clases de retórica nos hablaba de los Intereses Creados y el otro don Tirso Rodao que enseñaba Preceptiva. Sus clases prácticas eran una delicia porque nos leía obras clásicas dramatizadas y una de sus preferidas era la Ciudad alegre y confiada. De esta forma entramos en conexión con ese torrente de sabiduría, de dicción, de arte, de excelencia, de humanidad y de cristianismo que es la gran literatura española y su teatro. En la actualidad ese hilo conductor de la vida española se ha perdido o lo han echado a perder adrede los prevaricadores, los angloparlantes acomplejados, los gilipollas, los adoradores de la leyenda negra.

Esta es una de las razones de mi cólera y los mecanismos de provocación para los que tengo ciertos dotes que me dieron  los dioses. España, despierta de tu modorrera. Busca las alturas y deja de volar tan bajo y ya se sabe que cuando el cuervo vuela bajo… a lo mejor nos arrecimos con don Mariano Rajoy el Deseado (el régimen los escoge entre los mediocres) me ha llamado uno indignado alegando que en el Seminario vacío pongo de vuelta y media a mis compis, a la sede de san Hieroteo, a la Biblia en verso.

 ¡España, despierta!

 Para muchos de nuestros hijos y de nuestros nietos el nombre de Jacinto Benavente se identifica con una plaza donde hay unas cervecerías buen rollito. Las obras del insigne comediógrafo no se reponen o andan descatalogadas. Esta ignorancia del pasado, esta cesura que aconteció tras la hecatombe del 75, les ha venido bien a los más burros para hacerse ricos. Lo malo es que estos acemileros de la tiranía en forma de libertades se están quedando sin pesebres. Han pasado en este cuarto de siglo y medio cosas muy gordas y había que contarlas. Lo siento si a algunos de mis detractores les ofende esta postura.

 Me propongo curar, salvar lo que queda, no destruir aunque hace falta una cura de caballo y uno de los grandes responsables de la involución y desorientación que padecemos la tienen los curas y los obispos. Ese es sin más ni más el leitmotiv de mi novela.

Siguen sin saber quien fue don Jacinto un madrileño cabal que ganó el Nóbel. Hoy ese premio anda un poco devaluado la verdad y politizado porque lo gana hasta Vargas Llosa pero en 1922 sólo se galardonaba a escritores significados con una obra original o intensa. Y a Benavente aunque era germanófilo le llamaban el Shakespeare madrileño.

Nacido en la calle del León el 12 de agosto de 1866 – su padre era un médico puericultor de origen murciano que fundaría el hospital del Niño Jesús- fue amigo de Valle Inclán al que le presentó la novia, de Clarín, de Menéndez y Pelayo,  Eduardo Zamacois, don Juan Valera, Pío Baroja, Azorín que fue uno de sus mejores críticos, de Galdós y enemigo de Pérez de Ayala que decía que su teatro era de cartón piedra y que no creaba situaciones dramáticas sino escenas. Luego se reconciliaron. Conocía muy bien a las mujeres y por eso quizás no se casó. El eterno femenino hasta Benavente había sido etéreo hasta que se estrenó la Malquerida. Don Jacinto las define como seres humanos de carne y hueso. El choque de la noción romántica con la realidad es la destrucción del amor.

Su obra tiene que ver con la agitada vida española de su tiempo: el 98, el asesinato de Canalejas y de Eduardo Dato, de Canovas. Nunca tuvo Madrid un ambiente tan literariamente interesante. Se vivía, se malvivía, pero se publicaba. Y su personalidad equidistante entre todos los ismos llena de recovecos y de aristas durante muchos años intrigó a los españoles que le consideraban un personaje ambiguo- sexualmente lo era- y misterioso, mefistofélico. Uno de los pocos artistas que ganó dinero a espuertas y pudo vivir del teatro y del periodismo.

 Sus “sobremesas” en el Imparcial eran seguidas por el todo Madrid. Brilló en los salones, en las ágoras y en los ateneos pero su teatro no es político. En sus obras estudia el alma humana, se preocupa por el paso del tiempo y la mudanza de la fortuna. Un señor muy elegante y atildado que se levantaba a las doce. Un mayordomo le tría los periódicos –salían a la calle en Madrid más de una docena sin contar los semanales y los quinquenales- y después del primer café encendía un cigarro puro. Con estos vegueros de gran vitola solía aparecer en público y moriría casi con uno encendido a los 87 años. Pese a su popularidad era de carácter retraído y pasaba grandes temporadas en su solar de Aldeaencabo (Toledo).

Amigo de grandes actores y actrices como Lola Membrives, Puga, Margarita Xirgu, Peña y Luis Manrique fue junto con Falla uno de los grandes ingenios españoles que españolearon por América. Personalmente amaba la Argentina por donde realizó algunas giras representando lo más granado de sus producciones contribuyendo a establecer un puente cultural con el otro lado del Atlántico.

Estaba lleno don Jacinto de lados oscuros y misteriosos y su carácter es contradictorio. Siendo el autor de la burguesía cuando estalló la guerra civil optó por el bando republicano. Pasó toda la guerra en Valencia y se libró de ir a la cárcel gracias a su amigo José María Pemán. Académico, ocupó el sillón L que había dejado vacante don Marcelino Menéndez y Pelayo, nunca escribió el discurso de entrada. Decía que daba mala suerte pues unos cuantos académicos que había conocido morían poco después de haber procedido a su lectura.

El teatro benaventino es un puente entre el teatro clásico y moderno. Ese es el secreto de su dramaturgia que los más lerdos españoles ignoran aposta. Algunos que tenemos a prurito repasarlo y escuchamos con melancolía la voz de aquel canónigo de la catedral de Segovia que nos puso en el camino de esta caballería andante de la literatura a la que amamos aunque en su profesión sólo hayamos recibido revolcones, silencios, amarguras, descalificaciones, trompazos, et carmina Aurum non dabunt que decía Horacio.

Don Tirso al leernos los parlamentos de Crispín y de Leandro puso una espada sobre nuestra frente. La acolada. Y aquello fue imborrable como un sacramento. Porque Benavente tuvo algo de profético que conocía bien el percal y la encarnadura física y moral del pueblo para el que escribía. Que malo soistóos, - declararía en una ocasión parafraseando al Guerra, le dijo que el pueblo español no es un pueblo triste. Es un pueblo áspero. Muy digno.

 Fue uno de los primeros en alzar la voz en pro de la reconciliación de las dos Españas. Hasta el punto que por influencias suyas logró salir de penal del Dueso el cuñado de Azaña Rivas Cheriff y lograr el indulto de Franco. Escritor, libretista, novelista y actor Cipriano Rivas Cheriff dirigía el grupo dramático de aquella penitenciaría. También hizo las paces con otro de sus detractores decantados como Ramón Pérez de Ayala.

 Esto ocurrió cuando el insigne escritor ovetense y ex embajador de la Republica en la Corte de San Jaime se encontraba en Buenos Aires. Consiguió para él don Jacinto un puesto en la redacción de ABC y regresar del exilio. Desgraciadamente el autor de Tigre Juan ya no escribiría más novelas aunque sí magistrales artículos en la famosa Tercera del periódico de la calle Serrana. Alcancé a verlo yo el año 64 una tarde de agosto fumándose un habano en la terraza del café de Levante poco antes de que la piqueta de la modernidad derribase aquella sacra institución literata. Sobrevivió algunos años a sus formidable rival. Con el que no le unían las ideas políticas pero sí el buen gusto y la devoción o el vicio de los cigarros puros.