VOLVIENDO
A LA GARRAFATINA
El
día de Nuestra Señora 15 de agosto
Ya
han pasado muchos años de aquellos 15ª pero mi alma venerara y
rememora. Se han gastado las páginas de aquel misal olvidado de
tanto pasar las hojas mojando con saliva el papel. Te igitur,
clementissime… aquel niño de las misas pontificales en la
catedral portando el acetre o la naveta del incensario es un viejo
diacono olvidado, un literato sin fortuna, acaso un vagabundo con
poca suerte pero agradecido a Dios por la fe y por todo cuanto fui.
Yo creía en la utopía. La noche pasada mientras rezaba el oficio
cantaba en el bosque un mochuelo el cual con su particular lúgubre
llamada que por estos pagos llaman miago. Inconfundible el lamento
de la curuxia (lechuza) como un himno epicinio de las ninfas de la
naturaleza sonando allá atrás en la aliseda. Creí interpretar el
sentido de las palabras del pobre autillo de mi pueblo que visita
estas soledades una madrugada sí y otra no:
Arca
non putri fabricata ligno
Manna
tu servas, fluit undique virtus
Ipsa
qua surgent animata rursus
Ossa
sepulcros
Surge,
dilecto pete
Nixa
celum
Sume
consertum diadema stellis
Este
himno de salutación mariana nos cerciora de que la Virgen estaba
hecha de otra pasta al resto de las hijas de Eva, que su carne
incorruptible no pasó por los estragos de la muerte y que se durmió
en el regazo de su hijo y se fue al cielo cercada de ángeles y
pisando una diadema de estrellas. Exageración tal vez hiperdulía
pero hay cosas que no acierta a comprender la razón y el corazón
entiende. Sin proponérselo el “miagón” escondido entre las
ramas del “humero” le cantaba a la Deipara una copla de
resurrección. Ya solo las aves nocturnas rezan en latín los curas
y al hilo de esto me encuentro sorprendido e indignado con el circo
que se ha montado en este país a costa de la visita papal.
Benedicto XVI nos lo presenta la “media” (aquí hay gato
encerrado y se percibe claramente una burda e inicua maniobra) no
como al siervo de los siervos que son lo que los papas son sino como
una suerte de vicedios robándole competencias al propio Jesucristo
y a su Madre Santísima. Happenings, espectáculos, tenidas, misas
con el acompañamiento anti -litúrgico de rock and roll. Jóvenes y
jovenas de todo el mundo, un chorro de dinero que para acoger a
estas juventudes vaticanas han salido del contribuyente español.
Este Benedicto o es tonto o es un bendito de Dios. No se ha enterado
que nuestros hijos están en paro, que hay angustia en las familias,
que en el seno de las familias se percibe recelo y poco amor, que
existen problema muy de fondo en nuestra sociedad cristiana aterida
por el consumismo y la desorientación sin que la Iglesia predique
contra tales abusos. Antes bien se ha adherido a los banqueros y el
clero se ha vuelto capitalista, escucha las soflamas de la COPE o
las catilinarias burdas de Intereconomía y ha vuelto a leer el ABC
sionista. Y tiene que soportar a un obispo con cara de palo Rouco o
aguantar las boutades de Martínez Camino. El pueblo de Dios está
desorientado o que le llevan los demonios. Uno no sabe si Benedicto
XVI es el heraldo de Jesús o el de la banca Morgan que estomago
agradecido condona todos los crímenes y aberraciones del estado
hebreo que es el que corre con gran parte de los gastos y al cual
todo el Vaticano se encuentra sometido vía twitter y facebook. Twit
en inglés es gilipollas y facebook cara de libro paniaguados. Roma
trata a su gente como gilipollas y paniaguados. Pero de esto ya nos
puso en antecedentes el Salvador cuando predicó a los hipócritas a
los levitas, a los fariseos, a los curas encastillados en la
soberbia y en el poder. Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y
fue asaltado por ladrones que lo dejaron medio muerto. Pasó un
sacerdote y cruzó de largo. Vino después un escriba el cual
tampoco se detuvo. Sin embargo, acertó a bajar por allí un
samaritano, pecador, algo borrachín y con no muy buena reputación
el cual cargó con el herido a su jumento, lo llevó a curar y dijo
a los sanitarios que todos los gastos correrían de su cuenta. Hoy
día de la Asunción a la vista de una Iglesia que nada tiene que
ver con aquella que yo soñé de niño y al que podría aplicarse la
parábola del buen samaritano (cuantas veces estuve en dificultades
y pedí auxilio sus sacerdotes, sus escribas, sus levitas se
desentendieron mostrando una falta de humanidad rayana en el
paroxismo) he rememorado aquellos quince agosto cuando en el valle
suenan los estrepitosos voladores. Hoy es fiesta en muchos pueblos
de por aquí. Mi fe en Cristo Jesús y mi amor a la Virgen poco
tienen que ver con este circo y estas maniobras comecocos del
sucesor de Wojtyla. ¿Llega un vicedios o un embajador del diablo? O
un nuevo judas que ajustó la venta de la iglesia al sanedrín por
veinte siclos. Pese a las traiciones Cristo está en la historia y
el atardecer es hermoso.
La
plenitud del verano el sol en su cenit nos acogía tiempo de
augusto. Íbamos al valle de Tejadilla a coger moruelas. La oxicanta
o el escaramujo pintaban entre las zarzas.
-estas
son buenas, Teodoro.
Mi
amigo Doro y el que suscribe cuando amanecía dios por los torrentes
y blanquea la cal por las torreras antes del amanecer cogíamos el
fruto medicinal y poco a poco las echábamos en un bote. Eran buenas
para el hígado y el boticario de Santiespiritu las pagaba a duro el
cuarto kilo. Al alba un jolgorio de campanas llenaba la ciudad se
místicas y alegres sonoridades. Era el único día que subían los
sacristanes a la torre de la llamada Dama de las catedrales. Melecio
el sacristán mayor que era pariente del deán y que solía recorrer
el templo con un atadijo de llaves y era un segoviano de pelo fuerte
muy cano y de fácil sonrisa dirigía aquel repique. Una vez subimos
con él los cien metros de escalera. El huso de la empinada escalera
era tan estrecha que había que subir de costadilla pisando palomizo
y gallinácea. Chovas, golondrinas y aves de todas las especies
habían posado allí durante siglos. Merecía con todo pasar
canguelo trepando por las angostas oscuridades. Desde lo alto del
campanario se divisaba en la majestad de sus campos media Castilla.
El tañer de la campana gorda sólo una vez por año la mañana del
15 de agosto se esparcía por la ciudad amurallada con euforia de
ritmos y megafonías triunfales porque ese día no se tañía “de
sencillo”. Era el Día de la Virgen. Nos habían hablado del sueño
que tuvo san Agustín sobre la mística ciudad de Dios basada en la
armonía, el concento y el contento, la ausencia de maldades sin
crímenes ni robos ni borracheras ni bandos bajo el báculo del
obispo y la espada del príncipe que velaban por la seguridad de los
súbditos y fomentaban la conllevancia entre las diferentes clases
sociales meditante los gremios- a casa uno le correspondía un
oficio y todos los miembros de la comunidad eran útiles y estaban
adscritos a un puesto, a un lugar. Era la utopía y aquellas
campanas de mi pueblo recogían el eco de aquella llamada a la
excelsitud. Hay que buscar la excelencia. Miremos a lo alto. En el
cielo sonreía la Virgen maternal con un niño en brazos. Aquella
mujer que aplastaría la cabeza del dragón había estado subida a
aquel trono de nubes desde mucho antes. Los egipcios la llamaban
Isis y Horus. Para los romanos era una diosa que se paseaba por los
campos en un carro de fuego tirado por leones. La diosa Cibeles. No
importa la denominación pero en algo hay que creer. Bebamos de los
vasos sagrados. No rompamos las orzas. Sagrado es el vientre de la
mujer. En ella nos concibieron pero estamos hechos de barro. Había
un grito triunfal que al final de la liturgia prorrumpía el
subdiácono:
-In
conceptione tua inmaculata fuiste
Y
contestaba el orfeón:
-Ora
pro nobis Deo qui Verbum peperisti.
-Assumpta
es in coelo.
Te
llevaron al cielo en volandas. Y para ti la tierra te fue leve
porque te dormiste. Asunción dormición de acuerdo con la tradición
oriental. Un serafín entona hoy con más brío las estrofas del
Akathistos. Alegraos mujeres del mundo porque en Ella está vuestro
triunfo. En España el país de la Virgen pura cristiana pero que
rindió culto a Cibeles, a Isis y Horus y otras deidades ibéricas
de la fecundidad se escucha la voz del serafín anunciando la
búsqueda perpetua del amor que no se extingue o la llama que no se
apaga pero también suenan pasacalles. Tan. Tan. Talan. Tan. El
grito de aquel bronce en día tan significado lo llevo inscrito en
mi memoria. Debe de ser que la fe entra por el oído como decían
los padres de la iglesia y la religión tiene que ver mucho con la
acústica. Sin ortofonía ya no queda armonía. Y han derribado los
púlpitos. Derribado el tornavoz que en su techo mostraba la paloma
del Espíritu y suprimida la predicación pues la Iglesia ha
suprimido la predicación que tiraría por tierra la sagrada
didascalia sólo nos quedan las campanas para hablarnos de Dios.
Bajo
la atenta mirada del sacristán mayor al que recuerdo con su cara
bondadosa y caminando por las naves de la iglesia arrastrando los
pies (debía de tenerlos planos) con un manojo de llaves engarzados
a la cintura tres mozos de la parroquia elegidos por sorteo para
repicar se las veían y deseaban para girar la melena de la gran
campana. El bronce y el roble eran símbolo de los días augustos.
Segovia y concretamente aquella iglesia mayor, un canto del cisne
del gótico tardío producto del ingenio del gran arquitecto Juan
Guas, consagrada a la Asunción, festejaba a su patrona. Era fiesta
mayor y uno de los días más hermosos de aquellos estíos de mi
infancia cuando íbamos a coger moras a Tejadilla o a Juarrillos
para luego bañarnos en los peñascales del río Eresma. Las gentes,
las casas y los objetos parecían tener un fulgor particular ya en
los comedios del verano. La mies se acumulaba en los trojes acabada
la bielda. Los majuelos en sazón mostraban racimos como ubres bajo
los entorchados de las parras o las cepas crecidas de pámpanos.
Días de Baco y de Ceres que retornaban bajo diferente adoración.
El sol augusto amparaba los campos y, el verano de vencida, los
barrios estaban repletos de veraneantes. A todas las horas pululaba
el gentío por la calle real. Los primeros turistas americanos e
ingleses se hacían fotos en el pretil de la Canaleja. El bigote de
Clark Gable sonreía, morboso, en los carteles anunciaban películas
como el “Viento se llevó” que fue prohibida por inmoral. Era un
3R pecado mortal. Total por un par de besos que le da el bueno del
Orejas el pabellón auricular más sexy de Hollywood se armó un
escándalo. ¿Qué hubiera hecho o dicho el obispo fray Daniel hoy
en día ante la ola de pornografía que nos invade? Volverse a
morir. La castidad ya no se estila. Las púberes canéforas han
dejado de ir con flores a María y hasta la duquesa de Alba, ese
carcamal, se ha echado un novio funcionario al que pasea por
Sevilla. Entonces las mujeres para entrar en la casa de Dios tenían
que ir recatadas. La manga corta y los escotes, cosa prohibida. Se
quema incienso en los altares paganos al adulterio, al hedonismo.
Tetas y coños melenas al viento ululan y pululan por las viscerales
revistas del corazón. En veinte siglos de cristiandad no había
padecido España la peor lacra que acomete a un pueblo: la baja
natalidad. Destruida la autoridad paterna muchos padres están
acobardados sin saber por donde tirar. Se ha destruido a la familia
y muchos hogares son un sufrimiento. ¿A quien recurrir? A la Virgen
de Agosto. Pero no nos engañemos. Entonces también se hacía el
amor. A la caída de la tarde los bosques del pinarillo se poblaban
de mirones que iban a espiar los muy sádicos a las parejas en
faena. La Farela que era la mancebía que estaba en la Calle de
Cantarranas puerta por medio del convento de Santa Isabel tenía
mucho trabajo con la venida de los de la IPS. No tiene enmienda pero
entonces las cosas se hacían con más recato y a los jóvenes se
nos inculcaba un código de valores para discernir el bien y el mal.
Emborracharse o irse de putas no eran actos para merecer una
condecoración. Hoy los amoríos y líos de falda se pagan mucho
dinero en exclusivas en las revistas del corazón. Si había habido
buena cosecha todas las mesas de la terraza del Columba bajo los
arcos del Azoguejo estaban ocupadas de gente de los pueblos que
acudía los jueves al mercado de la capital y entre el ir y venir de
camareros de blancas chaquetillas y rojas charreteras – todo
parecía como militarizado y reglamentado por aquellos días se veía
a los tratantes de Turegano fumándose un farias. Corrían por la
bandejas bastantes billetes verdes. Los marraneros de Extremadura
saldaban buenos tratos con la venta del cerdo jaro y para Nochebuena
tras la matanza del marranillo morato comíamos morcillas y jamón
de jabugo. Por la calle Real para arriba para abajo no se veían más
que gorras de plato. Por todas partes, militares. A los de la
guarnición se agregaban los estudiantes de la IPS que hacían la
mili durante tres veranos en Robledo y salían de alféreces. Y
estudiantes muchos estudiantes que enviaban sus padres para estudiar
una carrera o prepararse para la Escuela de Magisterio. La pluma la
cruz y la espada eran la marca de España. Hoy esto muchos lo
encuentran anacrónico o fascista pero había mucho más respeto,
mejor convivencia, más alternancia y más posibilidades, hoy los
caminos se han cerrado para los jóvenes sin que el papa haya dicho
ni esta boca es mía al respecto.
La
imagen que da la informativa zapateril no se corresponde con las
realidades pero han vuelto a este país los torticeros de la
historia los muñidores de la infamia. Los bobos de Intereconomía y
de la COPE, los insidiosos del ABC que quieren copiar en Madrid al
New York Times. Estos bobos son los de siempre. Entre bobos anda el
juego. Zapatero a tus zapatos y cuando la clerigalla mete los
hocicos en político en este país vamos marcha atrás. Los curas no
se resisten a perder la parcela pero España es laica, ha dejado de
ser católica y la culpa es de ellos. Dios es un proscrito en
nuestra vía diaria. Se ha mandado al exilio el culto a la belleza
inmaterial para quemar incienso en las aras de la cutrez, la
ordinariez, el morbo. Sólo vale todo lo que se come, se esgrime y
se caga en inglés y a las nuevas generaciones de españoles se les
ha negado el privilegio de conocer su historia, de hablar su idioma
y la jerarquía que no ha movido un músculo para evitarlo antes
bien se unió a la ola es culpable de este orden de cosas.
Entretanto,
doro y yo introducimos las bayas en una cesta y a lomos de nuestras
bicis cruzando el Puente de Hierro y por detrás de los ventorros
camino de Hontoria subimos a Valdevilla. El puente romano parecía
nuevo flamante y sus piedras tenían dos mil años. Por ellas
caminaron las legiones de Augusto y los rabadanes de la mesta.
Seguía el concierto campanero impregnando de melodía el aire de la
mañana. Todas las torres se pusieron a tocar para acompañar a la
campana gorda. Como la señora Teo había ido a la peinadora mi
amigo Doro desayunó en casa. Restauradas las fuerzas a base de un
café con leche y picatostes nos pusimos el traje de los domingos y
otra vez pedaleamos por el Camino Nuevo hasta llegar a la catedral.
Don Asterio el precentor encargado de dirigir las voces blancas ya
nos estaba echando en falta.
-Creí
que no llegabais.
-Es
que fuimos a Tejadilla por un mandado.
-Hoy
no se va a por moras. Hay que estar aquí derechos como velas para
cantar a la Patrona. ¿Estamos?
-Sí
don Asterio- respondimos los dos escolanos agachando las cabezas.
El
día de Nuestra Señora el aire de la ciudad, las caras iluminadas
de las gentes, las palabras y hasta las broncas del maestro de
capilla no sonaban tan impetuosas. En aquel momento entraron en la
sacristía dos sacerdotes con capa pluvial que llevaban una barra de
plata rematada en un santo cristo cada uno de los dos. Eran los
pertigueros. Los prestes se atacaban el alba con el cíngulo o se
echaban la casulla cerca de las cajoneras de la gran sacristía
contemplándose en los oscuros espejos devolvían una imagen triste
y fantasmagóricas de sus figuras. Algunos comentaban incidencias de
la vida local y Melecio el sacristán le hablaba de un automóvil
que acababa de salir al mercado.
-Don
Fernando, porqué no se compra un 600. Ese coche le vendría bien
para ver las tenadas y las algarrobas que tiene en su pueblo.
-¿Y
para qué quiero yo un 600, hijo, si no tengo para gasolina?
-Pues
tambien es verdad, señor deán. No me había dado cuenta. Echarse
coche es fácil. Lo peor es mantenerlo.
El
obispo, hombre muy bondadoso, no decía nada pero asistía a la
conversación con una tímida sonrisa mientras se colocaba la mitra
toda de nieve. El maestro de ceremonias golpeó con una vara uno de
los bancos y al son de tres golpes secos la escolanía entonó la
antífona de entrada.
-Niños
a coro- exclamó don Asterio
Y
se inició la procesión. El grupo de acólitos con nuestras
sotanillas rojas de lana abríamos carrera al séquito que a través
de la girola detrás del altar mayor recorría las naves y las
múltiples capillas luciendo la pompa y esplendor del rito
visigótico a lo largo de aquel templo que era el más grande de
España después del de Sevilla. Abría carrera la cruz procesional
flanqueada por los ciriales. Yo caminaba portando el acetre con el
hisopo y la naveta haciendo las veces de ayudante de Teodoro que
oficiaba de turiferario. La comitiva ascendió las gradas del
presbiterio y el cabildo cruzó el enlosado de la nave central con
enterramientos de todos los obispos de la diócesis desde san
Hieroteo hasta la fecha y todos ocuparon su sitial. Tras el canto
del magnificat se iniciaron los Kyries de la misa cum jubilo. Las
deprecantes notas del responsorio surgían como voces clamando al
cielo iban a besar las impostas o se esfumaban por las bóvedas de
crestería. Las voces se habían escuchado allí durante siglos
deprecantes, compungidas, pidiendo la misericordia divina. Ten
misericordia de nosotros, señor. Aquella plegaria había sonado en
aquel recinto miles de veces. Kyrie eleison. Una fila de clérigos
con los ornamentos más ricos que guardaba la eucaristía para aquel
jueves que relucía más que el sol – había casullas y dalmáticas
del siglo Xi y una regalada por doña Berengüela que enseñaban
estampados y fimbrias que eran obras de arte, nuestros antepasados
reservaban lo mejor de sí mismos para la virgen y el Señor, no
había codicia ninguna en las legaciones- y don Asterio nuestro
precentor que aquel jueves oficiaba como subdiácono llevaba una
gorjal en el cogote que le hacía muy respetable, se parecía a san
Lorenzo, con fimbrias hiladas en oro macizo que debieron de costar
un dineral (andando el tiempo tuve ocasión de admirar en un archivo
la preciosa tunicela). A pesar de las joyas que llevaba encima don
Asterio era pobre como una rata y moriría en pobreza. ¿Quién
podrá acusar de avaricia a aquellos pobres clérigos de Segovia?
Vivían de un magro estipendio, alguna capellanía monjil, y algún
funeral por el que percibía un duro. No. Es posible que en el
Vaticano sean ricos pero los curas son pobres. Son de los nuestros y
además tenía asterio que aguantar al edecán del obispo que era un
hombre pequeñito de pelo blanco y de sonrisa bonancible sometido a
la regia voluntad de su fámulo. De la gestión y el mangoneo de la
diócesis se encargaba Julián Tuero un asturiano fornido que había
nacido en el pueblo del Inquisidor Valdés. Sus gestos eran muy
vivos y la mirada penetrante. Daba órdenes al cabildo haciendo
sonar su gran vozarrón. Gustaba ser denominado hijo del trueno. Era
un aristócrata. El obispo, un pordiosero.
Me
releo, consuelos de mis relecturas que son mis desventuras. Una
pena que todo este esfuerzo de mi redacción ininterrumpida caiga en
baldío. Palabras de consuelo que no llegarán a un oído y
remiembro la parábola del Sembrador. Buena y mala semilla. Pero
para semilla las cenizas de Agustín polvo escondido debajo de las
raíces fuertes de una malva. Tiramos y no las podíamos arrancar.
Cuidado no te hagas daño. Sigo bajo la impresión de muestra nada
y vuelvo a Garrafatina. José García Acuña digo yo en mi
manuscrito “Diaconías” es un clásico, un clásico de Segovia
pero no lo conoce ni la madre que lo echó al mundo. De vita et
moribus. Lecturas olvidadas en España de cuerpo presente. La
derecha extrema sus medidas y su persecución afloran vigilantes por
todas las partes. Lo mismo que Antonio Martínez Merchán. Él es
uno de los del 68. Como Umbral, como Raúl del Pozo, Chus Amilibia,
Payno, José Luis Balbín, Jesús Quintero. Torbado, o el gran
musicólogo Joaquín Díaz el que nos resucitó las viejas canciones
de España, o yo mismo. Debió de ser uno de esos chicos que
guitarra al hombro, un macuto y un buen dedo para hacer auto-stop se
lanzaron a los caminos allende el Pirineo. Querían ver arder Paris
y París no ardió. Triste y sola queda Fonseca y tristes y
solitarias quedaron las aulas de la Sorbona. Ellos fueron los que se
perdieron por las cavas existencialistas de la orilla izquierda del
Sena, se emborraron de cerveza y de ideología , arrancaron unos
cuantos adoquines del bulevar de San Germán el de los Curas y los
lanzaron contra los gendarmes que exhibían porras y vestían unos
impermeables siniestros. Hizo frío en aquella lluviosa primavera.
Se volcaron algunas lecheras celulares y se escucharon algunos
discursos incendiarios de un muchacho judío pelirrojo. Hoy Cohn
Bendit se ha jubilado de una multinacional alemana con un pingüe
buen pasar. A Rudi el Rojo lo mataron o murió al poco tiempo. Pero
aquello no fue una revolución. Una algarada no más de la que sólo
queda alguna que otra canción protesta. Se hablaba de un marxismo
de salón que daría en España copiosos frutos porque a partir de
aquel movimiento sucedáneo les fue bien a los que cambiaron de
chaqueta. A los Felipes, a los Solanas, a los Guerras. A los que no
tuvieron esa osadía que supondría renegar de sus principios y
abrazar el cambio para que todo siguiera igual les fue mal y fueron
considerados como bichos raros. Fueron considerados como metecos o
extranjeros en la república de las letras. A mí me parece que un
español no nació para ser ni idiota ni ilota y está claro que el
liberalismo económico al que se adhieren aquellos marxistas y
socialistas de aluvión ha sido un hecho redituable en sus carreras
y en sus vidas. ¿A cambio de qué? Vender a la patria. Comulgar con
ruedas de molino y es aquella España y concretamente aquella
Segovia que se fue para no volver la que yo trato de revivir en
estas páginas. En nuestra adolescencia conocimios los últimos
coletazos de la media: aquella vida del campo con sus aperos,
tríllos, horcas, máquinas de beldar, zoquetas, trillos, garabatos,
y hoy estamos en el teléfono móvil, en el ipod y en el televisor
con quinientos canales. Queríamos cambiar el mundo y es el mundo,
la vida, las nuevas tecnologías, los que nos han cambiado a
nosotros. Claro que por aquellos días jugábamos con ventaja.
Sobraba lo que hoy falta: trabajo. Glosando la frase de MacMillan el
primer ministro inglés “we
never had it so good”.
Y en verdad algunos no lo tuvieron tan a huevo. En el 64 un mozo de
Segovia con veinte años cumplidos se fue a Londres a fregar platos.
Pensé que nunca volvería llevado por la creencia papanata un vicio
muy de aquel reemplazo que en el extranjero ataban galgos con
longaniza. Pero regresé. La luz de Segovia atrae como un imán y a
estas alturas de mi vida albergo mis dudas sobre si Europa debe
“segovianizarse” o Segovia convertirse en California renunciando
a sus antiguos valores ancestros, y ser una especie de punto de
contacto o encrucijada, un nuevo Venta de Baños global. Para mí
volver a garrafatina es retornar a mis raíces sin renunciar a la
vieja rebeldía, aquella llama de furor en la cual me consumo y que
no consiguieron apagar los huracanes de mi existencia. Yo también
soy un indignado pero a mí manera pero mis indignados no son los
del 2011 sino los de 1968, algunos de los cuales, ay, ya crían
malvas y todos peinamos canas o estamos calvos. Al escribir este
libro desearía volver a ser aquel niño que fui. Asomarme al balcón
de la infancia y contemplar otra vez la ciudad en que nací y que
acaso no sea más que un ente de razón, un punto de referencia
estética que no existió sino en mi cabeza como el Dublín de
Joyce, la Vetusta clariniana, el Petrogrado de Dostoyevski, el Moscú
de Chejov, el Madrid de Galdós, la Barcelona de Agustí. Todo un
tótem de referencias literarias y de anhelos. Algunos de ellos se
han cumplido. Otros pasaron de largo pero que me han hecho vivir la
vida en escritor, comunicador, periodista. La bruja que ha guiado
mis pasos y que marcará el rumbo hasta que el corazón deje de
latir.
Garrafatina
no es más que el fruto del algarrobo disecado. Las que compraba yo
a la Isabel la de la cesta viuda de guerra que paseaba su pobreza y
sus churros a perra chicas por el real de la feria cuando venían
caballitos al Paseo del Salón o por los alrededores de la dehesa de
Enrique IV detrás del cuartel de la guardia civil donde se
instalaba el circo. Ya no hay real. Plantaron olmos y han crecido.
Hoy hay un bosque camino de la estación pero el cuartel de la GC
sigue así con sus ventanas cerradas y la puerta mayor pintada de
verde el color del cuerpo. Garrafatina para todos. En la plazoleta
de Santa Eulalia crece solemne el viejo almez. Es el árbol de las
catorcenas. Sus ramas amparaban los gallardetes de las fiestas
tristes y hasta me pareció escuchar los ejercicios de música de
aquel dulzainero en el portal de una casa de Cantarranas donde
planeaban las moscas. Debía de ser medio pariente de Agapito
Marazuela. La casa del hidalgo sigue con sus soportales sobre
macizos intercolumnios de granito y un letrero en la ventana que
pon: se vende. ¿Zabarcera señá
Isabel adonde te habrás ido caminando con tu cestilla, hijo, hijo?
¿Y tus pendientes de aljófar aquellos que gastaban las segovianas
de pro y el recuerdo de tu marido muerto en guerra, toda de luto por
él y por los que llevaron a presidio? Mis vivencias de Segovia son
puras. Hay codas del himno catedralicio, percibo fulgores de ocasos
olvidados. Luz de Segovia cromatismos inconfundibles vida y
recuerdos para mi persona. ¿Dónde se han metido las chovas
augurales anidando en las socarrenas de las murallas en cuyos
sillares romanos - había uno frente a la casa donde yo nací
dedicado a un tal Juvenal filio de Juvenalis y aquel patricio romano
debió de ser muy juvenil, que yo desde la Casa de la Troya que
vieron mis ojos cabe la puerta del Socorro miraba aquellas grafías
embelesado que luego determinaron para mi desgracia o suerte mi
vocación de latinista y mi amor a la Iglesia? Un poco más arriba
crecía una mata grande de parietaria. Todas estas sensaciones
levitaran en la memoria y parece que estoy viendo salir a uno de la
IPS con una sonrisa de oreja a oreja de la casa de la Farela. Somos
polvo pero aquel alférez había echado un buen polvo. Avatares de
la vida misma. El sexo en la Farela un jardín de delicias y una
caja de torturas contra cuyas puertas acorazadas de cinc los chicos
de ayer arrojábamos pedradas. ¡Que sacrilegio! Acantear al amor
era ir contra la vida pero como los curas- y era esa una de las
máximas obsesiones de entonces- decían que era pecado y que te
ibas al infierno, pues eso: a cantazo limpio. A pesar de todo las
cigüeñas seguían machacando el ajo sobre los belvederes románicos
y el chapitel pizarra de San Esteban era una pista de patinaje donde
aterrizaban ángeles del cielo y eran reconducidas suavemente por el
pararrayos hasta el cristo de la mano tendida del desenclavo.
Estaban las escuelas teológicas. En Segovia se detecta la
presencia de los grandes dominicos como Melchor Cano con sus debates
y sus historias de Trento. Peleas de cura por un artículo, la
forma de un verbo o una copulativa expletiva. La cosa va de
enclíticos. Hay minucias que pueden desencadenar grandes
tormentas. Los laxistas de Juan Eudes y los rigoristas de Carlos
Borromeo. Vuelvan tales pendencias y a mí me tiene tomada la medida
un tal Ismael con su rostro perfilado de cogujada un pájaro menor
que apenas canta y solo se ve correr por el sembrado robando migas.
¿Con cual de las dos escuelas yo estoy? Ni con una ni con otra.
Hombre me gusta Aristóteles pero nunca le negaría favores a
Platón. Santo Tomás y san Buenaventura cada uno en su castillo
pero amo el cister con su mística. Nos vendrían bien unos cuantos
cistercienses con sus cantos a la Virgen, algo que ahora sólo hacen
los rusos y lo hacen muy bien por Internet. Es una gozada escuchar
atentos las 24 estrofas del Akathistos que recita con voz solemne y
bien timbrada un diacono. Europa si renuncia al monacato una de sus
esencias tendrá la batalla perdida. Monje yo soy monje que voy
recitando mis plegarias camino del trabajo y solicito el concurso
del divino Miguel. Melchor Cano 1503-1560 y Domingo de Soto
1494-1560 fueron mis conterráneos ambos padres tridentinos y con
aula y cátedra en el colegio de abajo lo que es ahora la Sek y
antes era el hospicio. Oh Segovia de mis amores ciudad perfecta
elevada en la cúspide con un aire inmarcesible, columna de la
iglesia. Sus cien torres son silogismos. Curiosamente estos
dominicos eran de padres conversos. Que no nos hablen en Segovia de
judíos. Todo ese mundo lo conocemos. Que no nos toquen a los
judíos pero nuestro Israel no está en un lugar concreto en la
tierra prometido donde los ríos manan leche y miel sino en la
ciudad de dios en un ente de razón. Y la Fuencisla es la más
hebrea de todas las vírgenes del mundo. Bajó del cielo para tender
su manto como un paracaídas y que aquella israelí no se hiciera
daño. Miriam del Salto y nuestra patrona fueron las primeras
victimas de esa violencia que se da en llamar ahora de género y de
degenerados. La verdad que el que pega a una mujer no tiene perdón
de dios y la verdad es que todos hemos degenerado algo. Los
marranos del sanedrín local la despeñaron acusándola de
adulterio. En Segovia unidos a la devoción a Fuencisla todos
somos María del Salto. Con ella nos despeñan o nos despeñamos.
Torre de san Justo y del Salvador son dos vigilantes de los días y
las noches segovianas dando escolta a los cipreses detrás de la
tapia del cementerio del Santo Ángel en otro cerro. La muerte
tiene su literatura y su sobrecarga por estos sexmos. La muerte no
existe. Es tan familiar a nuestros recios huesos que pasamos sobre
ellas como de puntillas. Taller de ruedas del pobre quico Sabaté.
¡Cuantos se han ido! Y Ramón y la señora Antonia. Una resaca de
emociones de versos y de papel. Montones por los que andamos
encaramados dando voces. Segovia en la memoria. Segovia en el
corazón. Hoy a perderme por las tabernas de los barrios y en
Cándido daré gusto a mis quijadas y despedir a todo eso que se va
con besos al jarro. Y esto no es una figura retórica, quiero decir
un cleuasmo sino palabra de vida y de verdad. Paraclética actitud.
Os estoy mirando. Sic
igitur ad astra,
remozo mis clásicos.
EL
DÍA DE MI PRIMERA COMUNIÓN HACE 56 AÑOS
Tres
jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo
Corpus Christi y el Día de la Ascensión. Aquel día en mi querida
Segovia era la fiesta de la Ascensión día gris encapotado de nubes
y de dulces cantos silentes del serafín de la dicha. Hoy a este
lado de la Mujer Muerta y Siete Picos cúspides sagradas de mi niñez
que yo veo o intuyo desde los campos de Brunete, campos de mi
“vejentud” luce un sol espléndido de 56 años después y hoy es
el Corpus la fiesta solemne de la Eucaristía que en griego
significa sentir la gracia y estar en onda con la belleza.
Eucaristías y eulogías en mi corazón. Eulogía es hablar bien.
Prosperar en comunión con el Logos. El Verbo. In
principio erat Verbum.
Uno desde entonces ha sido un Eulogio que va por el camino mirando
para la hostia que está perpetuamente expuesta en el corazón y que
irradia fuego interior. El fuego divino ha bajado a la tierra y
estará con nosotros hasta la consumación de los siglos. Este
misterio ningún mortal después de Juan Evangelista supo traducirlo
a palabras de hombre con tanta acucia y perspectiva como Tomás de
Aquino. Teología global. Pange
lingua
gloriosi
Corporis
Mysterium
sanguinisque
pretiosi
quem
in
mundi pretium fructus ventri generosi Rex effudit gentium
(canta lengua mía el misterio del cuerpo glorioso y de la Sangre
que el Rey de las naciones hijo del generoso vientre de una Madre
derramó por rescatar al mundo). Mis amigos de la infancia se
llamaban Toñi, Merceditas, Rafita, José Luis y mi hermano Javi. La
víspera de aquel día la recuerdo perfectamente. Era un día de
calor. Toñi, Rafita, Merche, José Luis Casado y yo mientras todas
las campanas de las cuarenta y tantas iglesias de Segovia repicaban
a gloria jugábamos a la malla por entre las peñas del Río
Clamores. Todavía había neveros blancos en la sierra. Al abuelo
Benjamín lo recuerdo sentado en la terraza de aquella casa de
Valdevilla recién estrenada. Había traído una cesta de guindas
cogidas la víspera del huerto y pan blanco reciente.
-Ten,
hijo, todavía puedes comer hasta las doce de la noche
-¿No
peco abuelito?
-No
pero tienes que ser bueno y bien mandado.
-Sí.
Aquella
merienda fue exquisito yantar de dioses con un corrusco de la hogaza
encentada a mano al lado del querido abuelo Benjamín que se había
echado la boina sobre los ojos perezosamente para resguardarse de
los rayos de Apolo que doraban los pretiles del puente romano y
proyectaban resquicios lumínicos entre las hojas de la acacia
joven. A partir de la medianoche no se podía tomar ni un vaso de
agua y la norma del ayuno era guardada religiosamente en la católica
España que yo ahora añoro y tan es así que algunos sentían
escrúpulos si por descuido habían ingerido algún alimento y
cometido sacrilegio. Me desperté casi al alba y en el comedor
estaba la sorpresa: mi traje de primera comunión que había hecho
para mí a la medida Blas Carpintero el sastre de Segovia al que
recuerdo su calva su gran nariz y sus dedos expertos y acariciantes
cuando me tomaba medidas. Tan locuaz y buena persona y unos anillos
de oro en sus dedos que debían valer una pasta. Por aquel día el
sartorial menester de los alfayates daba para una posición
acomodada. Era un traje blanco con capa y bordados como el de
Joselito y al que cantaba Antonio Molina. Todo era blanco y puro.
Una buena capa todo lo capa pero aquel traje de mi primera comunión
que me sentaba que ni pintada no tapaba sino que enseñaba un niño
puro y feliz. Blanco de arriba abajo. Blanco hasta los zapatos: la
corbata pajarita, el chaleco, la camisa, el cinturón, el pasador,
las presillas. Todo. El señor Casado y la señora Henar los padres
de Merceditas vinieron a participar ver salir de casa al comulgando.
-A
ver si nos ensuciamos eh.
Y
con las mismas nos encaminamos a pie toda una comitiva de quince o
veinte personas porque me acompañaban mis padres mi abuelillo
Benjamín mis tíos y mi hermano Javi que iba vestido de marinero y
que recibió la primera tunda de mi primera comunión que no era la
suya pues no se le ocurrió otra cosa que meterse en un charco y
ponerse perdido el traje de marinero. Se plantó a llorar y a decir:
-Yo
quiero ir primera comunión como mi hermano
-Déjale
que está burrísimo.- dijo mi padre dándole un pequeño azote en
el culo pero con lo fuerte que era mi padre y lo gorda que tenía la
mano de cuadrar piezas de artillería en los campamentos una caricia
suya era como la confirmación del obispo.
-Tira
palante.
-Yo
quiero ir de primera comunión con un traje como el de mi hermano.
-A
ver si te callas, Javierito que si no cobras
Cuando
llegamos a la iglesia de los claretianos el atrio estaba lleno de
familias acompañando a los comulgantes. Bendito jolgorio infantil.
-La
vela ¿Habéis traído la vela, chiquitos?
-No.
El
señor Casado el hombre otra de las personas buenas que jalonaron mi
infancia [era brigada de Artillería] fue arreando a comprarla a una
cerería. Las cererías abundaban en Segovia por aquel entonces pues
éramos católicos a machamartillo y nada de cultura laica. Y con
aquel cirio en la mano me acerqué por primera vez al altar.
Recuerdo la misa, el sonido del armonium, los cantos como el “Cerca
de Ti Señor” el fulgente retablo, las casullas blancas de los
oficiantes y las dalmáticas y gorjal de los diáconos y sobre todo
la mirada piadosa de la Virgen. La iglesia estaba atestada. De la
mano del Padre Sanabria que fue el padrino de todos subimos a la
grada y el preste era el rector el padre Alonso nacido en Urueñas y
hasta el monaguillo que sostiene la palmatoria. Todos íbamos de
blanco. Se llamaba Otero y pertenecía al gremio de aquellos
monaguillos pillos que se guardaban las perras en el bolsillo. La
iglesia estaba de bote en bote. El padre Alonso nos echó una
plática tan breve como hermosa. Habéis venido a recibir a Jesús y
este cuerpo que acabáis de tomar os va a convertir en otros
cristos. No entendí de todo bien la frase pero se me quedó grabada
y desde entonces la vela, mi vela, la que me compró el brigada
Casado a toda prisa, estuvo encendida. Luego el desayuno: café con
leche y churros con picatostes. Mi madre invitó a todo el barrio.
En aquella España las casas estaban abiertas las veinticuatro horas
del día y todos éramos de la familia. Ah mi capa blanca, una capa
blanca todo lo tapa. Que tape mis pecados. No la llevé puesta sobre
mis hombros más que unas horas pero aun me abriga en los recuerdos
de los cierzos hielos y escarchas de mi existencia. Ahora al cabo de
muchos años entiendo perfectamente a Napoleón, el introductor de
la cultura laica, cuando vencido y desterrado en santa Elena le
preguntaban:
-Mariscal
¿Cuál fue el día más feliz de vuestra vida? ¿Fue Austerlitz
¿Fue Egipto? ¿Fue el día en que vos entrasteis en Paris para
proclamar el imperio?
Y
Bonaparte movía la cabeza con tristeza a todas esas insinuaciones.
-No.
Os equivocáis.
-Entonces
¿Cuál fe?
-El
Día de mi primera comunión.
Lo
mismo digo. Bendito seas, Señor. Aquel día de cielo gris y nubes
bajas llegó hasta mí envuelto con este recordatorio que subo aquí
el cayado del Buen Pastor y la Túnica bendita el olor a rosas. El
sabor a guindas del huerto de mi abuelo, el traje blanco. Fue un
jueves que lució más que el sol. Aquel 22 de mayo de 1952 día de
la Ascensión. Cuando mi hermano Javierito cobró. Dejale que está
burrísimo…
UMBRAL
Y YO
Ana
Caballé “Francisco
Umbral el frío de una vida”
buen libro. Conocí a Paco Umbral en el otoño de 1965 en la boda de
Florencio Martínez Ruiz con la hermana de Juan Antonio Pérez
Mateos. Fue una boda triste por la tarde a lo progre y a lo pobre.
Sin banquete. Florencio buen crítico mejor poeta era funcionario
del Ministerio de Información y Turismo época Fraga . Desde que no
hace reseñas de libros en ABC cultural ese magazín es un folletín
la voz de su amo que aquí sólo publican los ingleses los que están
en la pomada y los de siempre. Pérez Mateos (Palomero, Cáceres) un
estilista y escritor florentino gran pluma la suya y amigo eterno.
El único de la Facultad de Periodismo que por aquellos gastaba auto
y nos metíamos quince tíos en su seiscientos que llamábamos el
“Claudia Cardinale” pues era una de las primeras matrículas de
Caceres CC, y cabíamos. Juan Antonio era y lo sigue siendo la
voluntad de estilo. Escribía libros sobre el Rey en el capó del
Claudia Cardinale con aquella letra picuda suya en un cuaderno de
tapas de hule, con tesón de encina de dehesa extremeña y en una
prosa preciosista y deslumbrante que se dejaban leer recordando en
parte a Gabriel Miró y a Azorín. Nos leía sus escritos de camino
y nos ponía los dientes largos. Conocía a todo el mundo en Madrid
y quiso llevarse a Umbral al ABC de Luca de Tena.
-Yo
nunca llegaré a tanto-me dije-como Juan Antonio Pérez Mateos. No
tengo ese brío que tú tienes, ese empeño, esa voluntad de estilo.
Pero se hará lo que se pueda.
-¿Por
qué no? En este oficio lo que hay que tener es mucha paciencia y un
buen culo. El consejo no sé si me lo diera el del CC o Cela que
firmaba con el acrónimo CJC por entonces.
Cela
que era nuestro paradigma vivía en Palma de Mallorca. De vez en
cuando le hacían entrevista y el de Iría Flavia siempre largaba lo
mismo
-Aquí
lo que hay que hacer es clavarse en una mesa y poner sobre el papel
tres horas sin levantarse lo que se te ocurra.
-¿Y
si no viene la inspiración, don Camilo?
-Algo
saldrá.
Escribir
es voluntad y deseo de reafirmarse en el mundo. La vida nos salía
entonces al encuentro. La cucaña. Unos llegaron a lo alto y otros
se quedaron a media viga. El mundo de la literatura es tan aleatorio
como resbaladizo. Sin embargo, mirando hacia atrás sin ira, el
suelo del bosque de la escritura está lleno de hojas caedizas. El
triunfo o el fracaso son aleatorios. Ni son todos los que están ni
están todos los que son. Vencieron aquellos a los que la naturaleza
les concedió una espina dorsal con vértebras muy sensibles. El
lameculismo y la navaja son partes del oficio. ¿Umbral decíamos?
Tuve una época en que me infatuó. Pero es sólo un escritor de
coyuntura, producto de la situación y del verlas venir estilo Cela.
Estilo epatante. Hay que ver lo bien que escribe este chico pero
¿qué dice? Es un producto del franquismo. A mí siempre me gustó
mucho más que el laureado y coronado Delibes aunque reconozco que
esto no deja de ser sino una opinión et
de gustibis non disputandum est”. Hizo
Umbral su carrera en la prensa del Movimiento y luego en el
Instituto de Cultura Hispánica. Fue un funcionario de la literatura
de la mano de Cela y de García Nieto. La revista catalana “Destino”
lo convirtió en un escritor comercial. Todo ese espacio que ocupaba
Umbral lo ocupa ahora la prensa rosa y la literatura importada del
anglosajón. Titulaos y autores que nos meten a cañonazos. Por lo
menos Umbral era español. El último español. Después de él la
puerta del Olimpo se cerró. Estamos en la cultura de masas aunque
él era un escritor de elite, mal novelista y excelente columnista.
-Hay
que ver lo bien que escribe este chico
-Pero
¿qué dice?
-Nada.
Lo
cual que ahora al cabo de los años cuando releo por ejemplo “Mortal
y Rosa”
o “El
día que llegué al Café Gijón”
encuentro pasajes emocionantes, deslumbrantes porque acaso Umbral en
tales entrega hiciera la biografía de todos nosotros, de aquella
generación... los libros de Umbral son como un resplandor. Luego se
apaga la luz y nos quedamos a dos velas. Siempre más de lo mismo.
Autobiografía incandescente. Helechos arborescentes. Ciertamente
sus novelas son descontructivistas. No existe más carpintería
teatral. No hay trama pero sí unos trazos maestros en que retrata
el ambiente de misa de doce en la catedral, el piojo verde y la gota
de leche. Los enfermos consuntivos que dormían con la ventana de la
alcoba para matar el microbio, aquel mundo de apariencias y el qué
dirán. El quiero o no puedo. Con la posguerra regresaron los
hidalgos de gotera. Umbral siendo un niño de derechas predicaba la
izquierda. Dio resultado. Los que siendo de izquierdas tenían un
discurso españolista y mesetario se comieron sus propios textos.
Una cosa les queda: la honrilla de haber sido consecuentes con
ellos mismos. Siguieron caminando con el lábaro enhiesto de sus
ideales. Nunca bajaron bandera. Umbral fue un tipo listo. Sus libros
más que por su calidad literaria que pasará seguramente tienen un
valor de testimonio, de vividura para comprender a una generación
incomprensible. Con los hidalgos de gotera regresó la moral de
conveniencia y los convencionalismos [esa es también la novelística
de Delibes] y el personal colgaba en la portada ristras de
morcillas, cecinas y otros manjares del animal mundo para hacer
confesión pública de que eran como dios manda y que comían jalufo
de puertas afuera. De puertas adentro era harina de otro costal. Esa
esquizofrenia de la vida española es la que reflejan los libros de
Umbral que él producía como rosquillas. Lo que más me gusta de
ellos es su poder de evocación. Uno siente nostalgia de aquel talle
cenceño y aquella frente sin entradas y con el puro en la mano. En
la foto yo estoy en el centro junto a España la mujer de Umbral, el
propio Paco a mi izquierda y en el lado de allá Diego Jesús
Jiménez ganador del premio Adonai otro gran lírico conquense y el
marido de Tarsila Peñarrubia toda una institución en el Ministerio
de Cultura. No me acuerdo de nada de aquella boda. Sólo sé que
hubo un “lunch”. Fue una boda intelectual y pobre y el que asoma
la cabeza detrás es Jesús Pedroche otro de Cuenca. Luego
regresamos por la carretera de Burgos en el “Claudia Cardinale”.
A la altura del circuito del Jarama a Juan Antonio Pérez Mateos le
dio una de sus habituales neuras. Íbamos a 80 y en esto que el
conductor grita de repente:
-Ay
que se me ha olvidado conducir, chatos… que no. Que no puedo.
-No
jodas. Para.
El
bueno de Mateos consiguió hacerse un poco a la derecha, levantó el
pie del acelerador y el Claudia se detuvo poco a poco. Umbral y
España venían con nosotros. A todos se nos pusieron de corbata.
Nuestro amigo extremeño padecía del mal de aquella época que era
la angustia vital y de adolescente no sé si había tenido
tuberculosis, como Umbral. En su casa de Alenza celebrábamos
guateques. El cura Abel Hernández, soriano, acudía a esta
reuniones. Una noche le dio a Juan a Antonio uno de sus habituales
teleles. Le trataba un psiquiatra que se llamaba Bolaños que luego
el pobre se tiró por un quinto piso.
-La
pastilla. Traed la pastilla.
Vino
entonces Milagritos la vecina. Era más de media noche y entró en
el piso la muchacha que estaba muy buena por cierto y todos
soñábamos con ella y se presentó en picardías. A nuestro Juan
Antonio se le pasaron los siete males. Todos éramos estudiantes de
Letras y de Periodismo. Creíamos en el poder redentor de la palabra
y soñábamos con poder escalar la cucaña y cambiar el mundo. Todos
escribíamos versos a escondidas. Los domingos por la tarde íbamos
a los bailongos de chachas de la Cuesta de las Perdices o las
sesiones dobles del Cine Montija. Vivimos ese mundo de realquilados
y de pensiones de primeras colaboraciones y conferencias, alguna que
otra copa de coñac, que reflejan las novelas de Umbral. La fortuna
ayudó sólo a los que tuvieron habilidad para sobreponerse a los
cambios de los tiempos. El éxito o el fracaso de nuestra aspiración
es algo secundario. Umbral nos epató a los que literariamente
continuamos imbeles y editorialmente vírgenes pero no por eso hemos
dejado de escribir en círculos espirales. Es la forma como avanza
la historia. Y escribíamos en un país donde se lee poco y a
saltitos. Duro y cruel oficio. A unos, la ascensión a los cielos y
a otros se los condenó al olvido pues no fueron o no fuimos hábiles
y disertos en esa practica tan hispana del lameculismo.
En España no se puede escribir contra corriente. Siempre mandan,
fusilan y mueren los mismos. Por eso no se nos hizo justicia ni
hemos podido liberarnos de ese malditismo de la rebelión del 68.
Que todo quedó en agua de borrajas. Izquierdistas de pico. Luego
Paco y su mujer dejaron de acudir a nuestras tertulias. A Umbral no
lo volví a ver salvo en la carpa de la feria del libro. Me firmó
uno de sus primeros textos una biografía de Larra. El propio Paco
luego confesaría que aquel texto de Larra era un libro infame pero
había que saltar del periodismo a la literatura. La columna es
efímera. Sin embargo da empaque y galanura de escritor. También lo
encontré haciendo antesala en las redacciones de revistas y toda
clase de prensa. Umbral era un colaborador omnipresente que llevaba
camino de convertirse en periodista omnisciente, no hablaba de
política, lo suyo era la poesía pura. Colocaba cosas en todas las
revistas de Madrid y por aquel entonces veían la luz unas cuantas.
Fue un tiempo glorioso. Sobraba el trabajo. El franquismo del que
tanto se queja no fue una época tan mala. Umbral siempre iba hecho
un cincel. Era un dandy y practicó el dandismo con cierta fortuna a
lo Larra. Me parece que lo conocí cinco minutos antes de que
empezase a ser Paco Umbral. Todavía se llamaba Francisco Pérez un
joven espigado que vestía siempre trajes cruzados, hablaba con voz
profunda que aun no se le había engolado y parecía muy afable. Me
dijo que trabajaba en la cadena Azul y en la Prensa del Movimiento.
El engolamiento y el endiosamiento vendrían después. Le volvería
a encontrar luego en el Café Gijón. Ya no era el mismo aunque
seguí con sus ternos de corte sastre. La vida guarda muchas
sorpresas y el destino reserva sus ramalazos. Da más vueltas que
una noria dice Jesús Torbado(para mí gusto el mejor novelista
junto con Chus Amilibia y Raúl del Pozo que es el más completo, de
la pléyade del 68 adscrito al cupo de los jóvenes airados que
llegaron de León: Luis del Olmo, Mateo Diez, José Luis Gutiérrez,
Pepe Cavero, Llamazares, Felipe Sahagún, Magín Revillo; a ellos se
agregan el presidente Zapatero y el presidente del Congreso, José
Antonio Alonso y Alonso de los Ríos aunque creo que éste fue cura
y de Palencia. Joder ¡qué tiene León que está dando tan granados
resultados!) Y este chico de León nacido en Valladolid escaló los
primeros planos del gran mundo. Ascendió a la cúspide de la
cucaña. ¿Cómo? Gateando. Su mérito mayor y la lección que nos
deja este vallisoletano airado es que en una país con titulitis el
país de no sé cuantas oposiciones y no sabe con quien está usted
hablando Umbral ni siquiera hizo el bachillerato. Un completo
autodidacta. Lo leía todo y en los últimos años de su vida se
jactaba de tirar a la piscina muchos libros malos que le enviaban
las editoriales. A la piscina de su dacha en Majadahonda. ¿Por qué
dacha, Paco y por qué dártelas de rojo cuando todos sabíamos tus
orígenes de niño de derechas? Tuvo dos golpes de genio.
Primeramente, abandonando el campo de la literatura químicamente
pura para pasarse a la columna de calado social y política y tener
un sexto sentido pues aquella cabeza suya tan giratoria todo lo
husmeaba para saber en qué dirección soplaba el viento y de esa
manera situarse. Carecía de una filosofía, un ideario político.
Era un existencialista. Fachada de boutade de niño terrible hasta
dijo en una ocasión que era un quinqui. Ana Caballé hurga n sus
entresijos y encuentra que tras esa pose del “epateur”
incorregible se parapeta un hombre angustiado e inseguro por sus
orígenes-no conoció a su padre y a su madre que lo tuvo de soltera
la llamó toda la vida tía May, alguien le insinuó cuando ésta
estaba de cuerpo presente que a quien iban a enterrar era a su madre
no a su tía- que sólo servía para una cosa en la vida: escribir.
La pluma fue su venganza, le ayudó a superar los traumas y sus
males tanto psíquicos como físicos pues contaba con una frágil
salud de hierro. Vida trágica. Padre desconocido y el hijo de sus
entrañas, su único hijo, se le murió adolescente. Fue un asiduo
paciente del Hospital de la Concepción. La bondad de su corazón
tuvo que disfrazarla con un aire de eterno joven malvado. Se creó
muchos enemigos en este país de envidia que se alegraron de su
muerte porque ocupaba mucho cacho.
-Paco
¿qué sería de nosotros sin los libros? ¿Sin ese terror de la
madrugada de la página en blanco?
Un
tipo listo. Con el viento de cara de sus orígenes y del destino y
en una profesión donde es tan difícil sobrevivir soplaron a sus
espaldas los vientos favonios de la buena suerte y acabó
transfigurado en el Olimpo. La última vez que le vi creo que la
cabeza se le había vuelto más gorda. ¿Padecería acrocefalia? Su
presbicia se había afianzado y su vista cansada se parapetaba
detrás de aquellas dioptrías de culo de vaso, alto, delgado y
cenceño se cuidaba mucho porque de mozo llegó a pesar cien kilos,
su lengua era muda pero sus ojos seguían taladrando igual que un
berbiquí. Parecía ser consciente de que su discurso valía dinero
y sólo era locuaz Paco cuando le interesaba o cuando había mujeres
en el grupo. La hija de Rosalía Dans y de Celso Collazo le miraba
transfixa aquella tarde en el Gijón y tuvimos que huir de mesa
porque el maestro no nos hacía caso. Pepe Díaz el pintor
comunista, a su padre lo fusilaron los nacionales pero siempre fue
un buen amigo mío, en una ocasión le dijo cuatro cosas y bien
dichas y desde entonces desde aquella hostia dejó de portar por el
famoso café de Recoletos donde el personal iba a ver y a ser visto.
Su aspiración a ser pasante y paseante en Cortes le dio resultado.
Otros como Olano se quemaron. Umbral sabía cuidarse. No fumaba y
contra la faringitis y los aires cortantes de Madrid como navajas
lucía una chalina. Al andar desplazaba su mirada a un lado y a otro
de la acera con movimientos isócronos y elegantes de jirafa. Allí
donde posaba los ojos mucho le duraba el mirar decían de Enrique IV
y también podría decirse lo mismo de Paco Umbral. Su golpe de
vista era un taladro. Donde ponía el ojo allí la bala. No era un
escritor retórico ni clásico. Escribe a brochazos de la misma
forma que pintan los impresionistas. La brocha era a veces gorda y
otras muy fina y sutil. Hacía malabarismos con el lenguaje y tenía
buen oído para las frases de la calle a medias entre la greguería
y el esperpento de los dos grandes Ramones, sus padres literarios.
Cela, otra de sus reviviscencias, el mejor Cela el de Puente Deume
el primero, le puso música al idioma. Claro que era gallego y los
de Valladolid suelen hablar más antipático. Y más duro. Raúl del
Pozo el que se ha subido a su columna me parece mucho mejor
escritor, más polifónico aunque haya nacido en Cuenca, y tiene
algo que le faltaba a Umbral: el dominio de la metáfora literaria y
de la novela. Por eso el conquense se parece cada vez más a
Quevedo. Su prosa no pasará. En esto estribaba el poder de la
literatura umbraliana: en su mirada. No escribe con la memoria sino
con los ojos. Ve detalles que a los demás se les pasaban.
Resultando imbatible en los cien metros lisos. Nadie le ponía un
pie delante en la distancia de los dos folios y medio. Le salía un
buen artículo en veinte minutos y a las once de la mañana ya había
firmado cinco para diferentes revistas y periódicos de los que era
colaborador de campanillas. Correr el maratón es ya harina de otro
costal y Umbral no es para la novela larga. Se le acaba el gas y
nunca puede salir del relato unidireccional y personal. Por eso
denostaba con tanta furia a Zunzunegui y a Gironella porque ellos
dominaban un terreno el, de la construcción la estructura la
carpintería literaria, que a él le fallaba. La última vez que lo
vi un par de años antes de morir parecía un Zeus que miraba
cansado hacia los mortales desde el Olimpo. Él era la voluntad de
escribir. Se rescribía o se contaba a sí mismo pero el arte de la
literatura es el arte del simulo. Los buenos escritores son maestros
del arte de la desguisa. Se pone negro sobre blanco mucho más de
lo que se calla que lo que se dice. Parece que nos están contando
su vida y al lector le están contando batallitas. Esto es un baile
de disfraces. Umbral nunca se quitó la máscara. Buen libro por
tanto el de esta catalana que hace una vivisección anatómica del
umbralismo todo un fenómeno literario de la primera transición.
HASTA
LA VISTA, PACO
Madrugada
de San Agustín. Una noticia triste me sobrecoge: ha muerto
Francisco Umbral o don Francisco como le llamaba Alfonso el Cerillas
del Café Gijón. Su nombre me recuerda los días arduos de vino y
rosas cuando ametrallábamos la Olivetti y nos sumíamos en la magia
de las veinticuatro redondas blancas soñando con ser poetas. Umbral
era un escritor químicamente puro que vivió en escritor, pura y
simplemente para la literatura, lo que no deja de ser admirable en
un tiempo en que ha muerto la literatura no por falta de ganas sino
de quórum ya que apenas quedan lectores ni tiempo, y de gusto y
placer estético. En tiempos tan feos como los que corren Paco era
un ser bello y nacido para lo bello. El gusto y la magia por la
palabra eran dominados por su varita mágica. Sacaba el turbo pues
nadie le ganaba en la distancia corta en que los artículos le
salían redondos, y nos dejaba a todos bocas. Hay quien le niega la
categoría de novelista – igual le sucedió a Cela- pero pelillos
a la mar y una tormenta en una taza de té me parece la polémica
que sostuvieron él y Pérez Reverte quien a mí me parece un
superdotado en el género narrativo con lo que lleva de constructor
de mundos de calafateador de gabarras que naveguen con rumbo propio.
Tanto él como el pobre Paco al que hoy lloramos eran dos puntas en
el abroncado y yermo panorama de las letras madrileñas y no vamos a
entrar tampoco en desinencias políticas que son puro accidente. El
arte no es apolítico aunque todas estas diatribas y encono lo han
convertido en impolítico cuando prolifera tanto escritor de
partidos con el incienso siempre a punto para quemarlo, oloroso,
cerca de la casulla y de la tiara de su señorito. Umbral era un
escritor independiente y ecléctico, hecho a sí mismo a base de
largas lecturas aunque él lo mismo lo reconocía: su escuela fue el
“Norte de Castilla” a la sombra de Delibes pero también la
Prensa del Movimiento y concretamente las colaboraciones que la
agencia Pyresa a la cual yo debo humildemente lo poco que soy [con
otros muchos, aunque que lo reconozcan o no es otra historia] que le
ayudaban a malcomer y a vivir en aquellas pensiones algo sórdidas
pero llenas de vida del Madrid años 60. Le conocí cuando estaba a
pupilo en una de Blasco de Garay. Desde entonces Umbral que supo
captar la vida el aire y la luz maravillosa de Madrid, superando
quizás al propio Ramón Gómez de la Serna, fue un inveterado
asiduo paseante del barrio de Argüelles, y habitual de las casas
con derecho a cocina, los cuartos realquilados muchos sin duchas
donde por invierno hace un frío que te cagas. Luego fue ascendiendo
en la pirámide social y de allí se mudó a otra del Barrio de
Maravillas y en último termino, hasta escalar la cucaña, al de
Salamanca donde era vecino de Buero. Caerle bien a las patronas es
un salvoconducto para llegar lejos y tú a aquellas señoras viudas
a las que despertabas el instinto maternal, Paco, les caías de
perlas, les recordaban a algún novio que tuvieron en guerra o un
sobrino que se había muerto i les hubiera gustado que pidieses la
mano de alguna de sus hijas. O que sencillamente querrían acostarse
contigo. Por eso tú triunfaste porque te daban mimos las patronas y
uno acabó de mala manera tarifando con todas. Tu muerte es un
aldabonazo advirtiéndonos que todo aquel tiempo de vino y rosas se
nos fue. Casi sin pensar. Madrid, aquel Madrid y aquel espíritu,
quedaron plasmados en aquellas sus geniales entregas que se titulan
por ejemplo El
día que llegué al Café Gijón, Mortal y Rosa, Las Ninfas.
Donde se convierte en el adelantado o heraldo de una generación.
Los libros, originalísimos. Umbral nos enseñó que las verdaderas
novelas carecen de argumento, de trama o de plot. He ahí la
magdalena de Proust: las palabras y los acontecimientos que se
entrelazan como cerezas en una banasta sin una cohesión aparente al
azar y sin propósito porque la vida no tiene trama tampoco. Sólo
lances. Un pasar el espejo a lo largo del camino flaubertiana pero
también se acomoda un poco all modo de narrar de don Pío Baroja
quien consideraba, escribiendo un poco al desgaire y sin preocuparse
mucho de donde tiraba la boina, que la existencia es un cajón de
sastre lo mismo que Faulkner. Life
is a gtale full of sound and fury told by an idiot.
Shakespeare
en su Tempestad ya nos puso en antecedentes de lo que debía de ser
este bronco oficio donde pululan tantos mediocres pero sólo unos
pocos como Umbral eran maestros. Aunque el terreno donde batía a
todos era en el articulo periodístico. Ahí revolcaba a cualquier
contrincante. En la corta distancia de los dos folios y medio sin
soltar paridas ni adobar tópicos era imbatible. Era consciente a
pesar de haber escrito más de noventa libros – el primero sobre
Larra un escritor al que considera malo y que la altura de su fama
no coincide con la calidad-de que la muerte de la novela era un
hecho por la falta de lectores y sobre todo por la falta de tiempo.
Umbral escribía brillante y acaso fulgurantemente y con un insólito
dominio del idioma castellano porque tenía un oído musical para
captar la palabra y las innovaciones del léxico (hubiera llevado
mejor que nadie lo cheli a la Academia) para lectores con prisa que
son capaces de degustar un párrafo de calidad. Desde luego, no era
un pensador ni un filósofo. Sistematización no se la pidas a un
escritor de periódicos. Y el novelista y el poeta se transforman
así en articulista. El articulito de cada día dánosle hoy, es un
genero al que lleva Paco a la excelsitud de la perfección. Su punto
de referencia eran Cesar Gonzalez Ruano, el propio Gómez de la
Serna y a Xenius. Paco hacía fintas con el lenguaje dada su gran
habilidad dialéctica. Era un funanbulista nato. Recuerdo aquel
hombre prócer, buena espiga, muy cegato, con andares mayestáticos
ladeando la cabeza de jirafa para un lado y a otro fijándose bien
mirando sin ver. Charlé un par de veces en el Gran Café. Rosalía
Dans, la hija de mi amigo Celso Collazo, se lo comía con los ojos y
no me hizo mucho caso la verdad. Otra estaba a su lado el pintor
Pepe Díaz atiborrándose de guisqui pero en los sesenta cuando era
un chico de Valladolid remendado por Donato León Tierno (qué bien
escribe este chico y no era broma Paco siempre escribió muy bien lo
que ya no se estila pues hay gente en la profesión que hace gala
del bodrio mal escrito) coincidimos en varias ocasiones como en la
boda de Florencio Martínez Ruiz en Alcobendas. Iba con Juby
Bustamante la que es hoy mujer de Miguel angel Aguilar y el poeta
conquense Diego Jesús Jiménez su amigo del alma en cuya compañía
se descolgaba de vez en cuando por el Abra y por Chicote y otros
tugurios elegantes aunque lo normal es que el personal se aliviase
allá por las encartaciones golfas del Cerro de la Plata. No se lo
digan muy alto a Társila Peñarrubia la bibliotecaria que se
convertiría en mujer de Diego y un poco hada madrina de Paco.
Umbral pese a su estatura prócer y sus trajes cruzados siempre se
distinguió por su buen gusto sartorial, y que compraba en las
rebajas de Simago o del Corte Inglés, daba la impresión de ser un
ser desvalido como la mayor parte de los que se dedican a esta dura
brega de casar palabras, supersensibles, hipocondríacos, exultantes
y deprimidos y con más cornadas que muchos toreros porque aquí al
que triunfa no perdonan. Los colegas que no llegan a tu altura te
embisten, te machacan. Sobre los hombros de Paco llovieron muchas
infamias y hasta en una ocasión un energúmeno le pegó una hostia
por haber dicho no sé qué en un articulo difundido por la agencia
Pyresa y yo lo presencié en el Café Gijón. Pero tenía anchas
espaldas así como una manía por deslumbrar. Epater le bourgoise.
Era su sino. Sin embargo tuvo la fortuna de alzarse a lo más
empinado de la cucaña. Fortuna te dé dios hijo que el saber no te
hace falta y triunfó en este exigente y enconado albero de las
justas literarias. De los aspectos más sórdidos y ruines era capaz
de enhebrar un buen artículo rescatando lo cutre y lo más abyecto
con su ironía literaria. No era agresivo y esa fue una de las
razones por las que perdura sino más bien petulante. A otros les
caía gordo por pedante Tenía una virtud Paco Umbral: mirar las
miserias humanas por encima del hombro para luego sacarles punta
literaria a fuerza de plumazos de su cálamo de avestruz bien
tajado. Buen golpe de vista el suyo. Pese a sus aires, molestos o
antipáticos los que vengan después tendrán que estudiar en los
libros y artículos de este madrileño para saber cómo fue el modo
de ser de la sociedad española en la transición y pretransición
lo que él denominaba el tardofranquismo. Mortal y rosa. Lo de
mortal hoy se ha cumplido y lo de rosa seguirá epatando a la
afición. Paco era un tío que le caía muy bien a las mujeres
aunque le pasaba un poco lo que a Camilo.
-
Me vienen unas jais que no sabe uno qué hacer con ellas.
-Paco
hijo la edad. Es la edad.
Siempre
fue aunque un escritor del ayer un hombre de espíritu joven
apasionado del vivir. Se mantuvo en el eterno adolescente y andaba
por el mundo con algo de complejo de Peter Pan, Creo que a pesar de
sus reconcomios y de sus aires acratas en Umbral que no e parece
nada a Delibes – dos palos opuestos pese a su inveterada amistad-
seguía siendo aquel joven que escribía en periódicos falangistas
de provincias prosas entusiastas. Se mantuvo en esa impronta de
diletante y de recomendado pues fue un autodidacto. Un escritor
químicamente puro. Sus vivencias fueron nuestras vividuras y su
talante nuestros talantes, sus fobias, sus amores y sus odios
también los comparto: el de la generación del 98. Salieron una
lechigada de grandes escritores de periódico: Torbado, Leguineche,
Raúl del Pozo,. Amilibia, los Martínez Reverte, Martínez Garrido,
Arturo Perez Reverte, Manolo Vicent, Juan Luis Cebrián aunque a ése
hay que echarle de comer aparte puesto que nunca quiso ser bohemio.
La razón del éxito de Umbral con las mujeres es que las patronas
empezaron a encariñarse con él. Les inspiraba ternura de muchacho
que creció huérfano y desvalido y sin padre (algunos malvados
dicen que en una casa de putas para no ser menos que Cervantes).
Luego las estudiantes y hasta las señoras de la limpieza del Arriba
que le llamaban don Francisco. Genio y figura.. Descanse en paz. Era
uno de los nuestros. Se nos ha muerto esta mañana de verano algo de
nosotros mismos. Se nos va no sólo un escritor castizo sino un
madrileño de la talla de la talla de Ramón, de Capamany, tal vez
de Larra. ¡Paco, hasta la vista!
Foto
de la boda de Florencio Martinez ruiz: de izquierda a derecha: Diego
Jesús Jiménez, Juby Bustamante, antonio Parra, autor de estas
lineas, Francisco Umbral
EL
CELA QUE YO CONOCÍ
Yo
nací el año del Pascual Duarte y me siento de Cela al igual que
otra larga leva de escritores, amanuenses, curas y predicadores y
algún que otro catedrático de nuestra generación incomprendida
feudatario de sus trabajos. Fuimos deudores de su oronda figura o
catadura porque en el mismo hombre se acaparan muchos símbolos para
los que empezamos a escribir en España con más tesón que
bienandanza pues de lo mucho y lo poco hemos sido los vagabundos sin
suerte que a él le enternecen en su mejor época allá por los
ilusionados sesenta. Unos acabaron en galeras o se dieron a la
botella y otro buen golpe en forajidos sin una triste casilla donde
caerse muertos, espectros de su propio afán, sin fortuna ninguna.
¿Generación del noventa y ocho? Vayamos por partes. El iriense si
no padre espiritual fue por lo menos padrino de nuestros sueños y
de su mano empezamos a gatear por el resbaladizo pino untado de cera
de las fiestas mayas y otros juegos florales con deseo de tomar la
gala entre los dedos. Nos habían dicho que la fortuna ayuda a los
audaces pero qué va. Esto es un batiburrillo, como una lotería y
al que le toca pues le toca, y cuando da, da. Muy pocos treparon a
lo alto de la cucaña; los más quedaron en el camino. En España en
lo que sea lo importante es triunfar. Entonces los bachilleres
queríamos emular a los monstruos de las letras sin importarnos
mucho lo de fuera, el “look” o el atractivo físico. Nuestro
ideal eran actores como Anthony Perkins o Mastroiani que tenían
pinta los pobres de tuberculosos recién salidos de una sala del
Pabellón de Reposo o del Retablo de don Cristobita. Actualmente
quieren ser divos de las canción, la escena, futbolistas con la
vida resuelta o convertirse en carne de candelero protagonista de la
prensa del corazón. Dinero fácil. El éxito al alcance del mando a
distancia porque todo en la vida ha pasado a ser en la sociedad de
la imagen un zapeo a todas las escalas. Todos van al gimnasio
anhelosos de fortalecer los bíceps pero entonces preferíamos echar
cachas intelectuales. Creo que eramos un poco más profundos.
Entonces éramos un poco crédulos y no habíamos empezado a estar
de vuelta de todo. Por ésas, gateaba yo con denuedo por el mayo de
mi vida, ventura te dé Dios hijo, que saber no te hace falta.
Bueno. Hacía falta bravura y arrestos, no cortarse un pelo pero
quería ser escalador y no era muy suelto de canillas. Debe de ser a
causa de los pies planos, estas corvas tan redondas y morcillonas
que heredé de mis mayores, valen para criar panza y echar culo en
la silla solitaria del escritor pero no para romper marcas de
escalador ni para triunfar en los salones. En la mili un sargento
mamón me echó al pelotón de los torpes y tamaña humillación se
volvió a repetir en mi primer empleo en aquella redacción con
aquel cabo de vara gijonés, un tal Retógenes.
-
Arije, al pelotón de los torpes. Eres un manazas. Tú no vales para
nada. Nunca llegarás a nada.
Era
lo mismo que decía mi madre cuando me zurraba. Clavadito. Confieso
que fui un niño maltratado y aborrecido pero a qué oficina de
reclamaciones voy yo con mi pasado sino es a las horcas caudinas de
la literatura. Si cuentas todo lo que te pasa no sólo te desahogas
sino que también a lo mejor te curas. Cachis la mar, me caguen la
leche. Me tuvo castigado a galeras haciendo mesa y pegando teletipo.
No sé que hubiera sido de mí sin las tabernas que ya empecé a
frecuentar a la sazón y sin ese ángel bueno que
incomprensiblemente se erige en mi valedor que asesora, desvía los
golpes del contrario y protege. Creo que Cela en lo que a mí
humildemente respecta hizo tal oficio al tener la amabilidad de
recibirme en su piso del rascacielos de la Avenida de América en la
primavera del 72. Aunque vivía por entonces en Palma de Mallorca
sus visitas a la capital eran frecuentes. Cierto, escribir en este
país no es llorar como decía Larra. Es mucho más que eso. Es
sufrir. Es ir al frente y clavarte dentro de una trinchera donde
todo el mundo se siente con derecho a ametrallarte si das la cara.
Con todo, lo peor de esta guerra no es el fuego enemigo sino los
sargentos de tu propia banda, tus hermanos, que escupen fuego
enemigo contra tus nalgas. Quieren pillarte cuando estás cagando
para meterte una bala en el culo los muy maricones Dios me ampare y
me perdone. Hay que arrastrar el cuerpo por debajo de las alambradas
de espino, tomar la posición enemiga con bombas de mano, combatir
el desaliento y las dudas que a uno se le forman dentro y luego el
más difícil todavía de templar gaitas, bailarles el agua, tocar
el tambor a don Nicanor y por si esto fuera poco escalar como un
mono hasta la picota escurridiza y embadurnada de brea. No sólo te
tiznas y te resbalas, haces el ridículo, sino que a lo peor, con un
poco de mala suerte. te esguardamillas. Más fuerte será la caída.
Miras hacia atrás y siempre descubres el misterio de una sombra
callada que se proyecta benigna sobre tus talones. Habas contadas,
el bien con el mal, las churras con las merinas no habiendo
concierto ni compás en este cajón de sastre que es el baúl de la
memoria. Los rayos de luz que penetran por los vitrales del flanco
de poniente de este interior de nave de catedral gótica solitaria y
donde resuenan pisadas de fantasmas que en mi alma actúan como
lineas de fuerza o convectores de haces luminosos, donde puede darse
de todo, desde el éxtasis hasta la misma borrachera. Estas trazas
al bisel de un esplendor de cuerpo glorioso en los que por un
milagro de las conjunciones catóptricas las partículas de polvo
bailan una danza iluminada como si estuvieran en otra dimensión no
se sujetan a las leyes convencionales. Ponen en movimiento la letra
y la música de una pavana cuyos compases no entenderemos jamás.
Detrás está la arpista mágica de los cuentos rusos. La mano que
guía a la batuta invisible. Mece la cuna, sonríe a tus caricias y,
por contera, al final de todo, deposita un crisantemo en tu tumba.
Llamése Dios. Destino. Azar o mera atracción gravitatoria. Sin
embargo, no hay en el mundo gusto mayor que sentirse inmerso en el
interior de este fanal donde los rayos del atardecer bailan con las
ondinas y las hadas de las vidrieras de las catedrales transformadas
en pulverscencia que se hizo llama. Aquel Arije al cual el sañudo
asturiano Retógenes tanto maltrataba recabó los puestos más
deseados de esta profesión. A Cela las catedrales no le
entusiasman. Le pasa como con el teatro de Calderón que es difícil
de entender. No tuve otro remedio que alcanzar esa corresponsalía
para que se diera con un canto en los dientes a ese Retógenes el
gijonés. Estaba casado con una alemana. ¿Me comprendes? En sus
manos retuvo y en las teclas del télex que como un tótem presidía
su sala de estar el mirlo blanco de las corresponsalías más
deseadas Londres y NY. Entrevistó a Cela. Conoció su obra. Supo
interpretarla. Se casó con una mujer guapa que pronto, como todas,
se cansó, ya es difícil amar a un periodista, beberse su
entusiasmo y su desesperación. Es su santa que le aguanta. Es
propietario de una casa junto a la mar cántabra. Vive sin pegar
golpe. No es rico pero no le falta un duro. Tiene cuatro hijos como
cuatro soles y dos de ellas son campeona de España de yudo. Todos
pugnando por aprobar asignaturas y en casa. “Infirma mundi elegit
Deus”i.
Pero, coño, a ver qué va a pasar aquí. Cómo puede ser esto. Una
al ajillo para los señores. España sin que yo se lo pidiera me ha
dado todo. Y puedo decir con el vagabundo que amo a España por
encima de todas las cosas. Su gran cultura. Su gran bagaje de libros
porque los españoles contamos con la suerte de una de las lenguas
más prolijas y matizadas, el castellano dicho sea sin barrer para
casa y sin chovinismos. Sus formas de ver e interpretar el mundo
también me las donara gratis. Sus melodramas, el extremismo, aquí
nos desmelenamos pronto y por poca cosa, sus desencantos y utopías.
Tengo a gala el haber sido uno de los pocos a los que se les
permitió la entrada al laberinto de la Cava Florinda que tiene
tantos penetrales y cámaras ocultas. Ser español es una de las
pocas cosas serias que se puede ser en este mundo, y yo he llevado
siempre esta máxima bien fija sobre mi mente. Si escarbas un poco
en su prosa que tiene algo de cante jondo, brota un geiser de
ilusiones falangistas. Y esto lo digo y afirmo sin menoscabo de
otros intereses ni prejuicio de parte y sin ánimo de impugnar
vuestra molicie y la galbana moral que amodorra a la patria. Quizá
tanga algún día que zarandearos por la solapa y deciros que sois
unos privilegiados de la fortuna porque ese corazón que lleváis en
el pecho late en castellano. Este dédalo inmenso que es la historia
de España asemeja un poco al “aequor” o llanura de Mantua
cantada por Virgilio que él consideraba como el apéndice del
paraíso terrenal al que bañaban cinco ríos. Bajo su bordón de
guía avistamos muchos los muros de Babilonia y tuvimos una visión
de sus palacios. La patria es ubérrima y feraz y a posteriori me ha
dado estos años de regalo y contemplación. Pocos pueblos gozaron
de la suerte de contar a sus espaldas con este gran contrafuerte de
ingenios y ventajas en las cosas del espíritu y aun en las mismas
materiales, las que quedan de tejas abajo. Me estoy refiriendo a la
loa que de sus tierras hace de sus tierras El rey Sabio en su
Crónica General. Himno sublime que hoy muchos, ay, echaron al
olvido de tal modo que en esta charlatanería política y
escatológica de los bien instalados se les permite escarnecer y
desollar al país. Afortunadamente no me encuentro en ese cupo
aunque a veces me haya subido por la escalera al retablo de don
Cristobita. El milagro es que a despecho de nuestra patológica
clastomanía tanto se tenga en pie. Al país lo tratamos a patadas,
guardamos rencillas unos con otros, nos llevamos sus gloriosas
piedras nómadas y la benevolente Hispania nos perdona. Sufre y
calla. Considera lo mucho bueno y lindo que hay en esta nación de
naciones cuna de la libertad y de la palabra. He de advertir aquí
que a CJC con esa cara suya de esenio o más bien de abad del cister
fue al que debo el haber sido introducido en este laberinto de la
floresta cultural español donde te pierdes y del que nunca querrás
salir. Hay en su prosa algo de magia iniciática. En este jardín
de las Hespérides es más importante la fruición ambulatoria y
embelesada del romero que el mismo objetivo de llegar. No es una
carrera de ratas sino una lección en la cual sólo se permite la
entrada a los peripatéticos de la belleza. Cela en última
instancia era un adalid generoso, tan accesible y cabal, que
impartía desinteresadamente consejos a los bisoños de la
literatura. Desde que lo conocí con mayor o menor fortuna no hice
otra cosa que emborronar cuadernos y machacar papel sobre el carro
de mi máquina de escribir. Grafomanía, dirán. No. Escritura que
salva y proporciona el mayor de los goces para los naúfragos que
navegan en este piélago de exasperación. Una condena a galeras
ciertamente pero una condena sublime. Miel y acíbar. Embeleso
agridulce. Sabor de camomila. Si no hubiera que escalar por encima
de tantas cabezas yo diría que me haría ilusión esta ardid del
trepa que se arriesga a la cucaña. Don Camilo fue el deseado de una
generación que salió rebelde y contumaz. Acaso crédula. Además,
por lo que a mí respecta con su cara alargada la ancha frente y las
glabrescentesii
entradas por la bionomía de su aspecto que inspiraba tesón de
vivir pues siempre daba la sensación de estar de coña y de vuelta
sin tomarse otra cosa en serio de tejas abajo que su propio oficio
de escritor, me parecía un ídolo. Puedo afirmar poniendo la mano
en el pecho que estuve a mis veces enamorado de “su” Dolorines
la portuguesa aquella azafata de los mesones y musa de los bailes de
candil que te traía algún bocadillo o algún boniato extra a la
pensión y de paso te permitía algún apretón furtivo y bajo
cuerda. ¡Ah qué pecadores fuimos! El día que murió mi padre
biológico el primero de junio de 1992 fiesta del glorioso san Iñigo
abad en una habitación del Hospital de Gómez Ulla cogí una curda
de agárrate y no te menees. Esto ocurre en las mejores familias. La
víspera estuve a verle pero mi madre que lo celaba me echó de la
habitación poco menos que a gorrazos. Sin embargo, recuerdo que era
el Día de la Auxiliadora y yo le vi incorporarse emocionado cuando
arriaban bandera los del batallón de vigilancia de sanidad que
custodiaba el centro. Era una tarde plana y gris de esas en que
siente el calor de la estación y llegan desde las aradas auras de
flor, y en medio del silencio general vimos descender aquel trapo
rojo y gualda que tanto significaba para nosotros. ¿Que pensaría
mi pobre padre agonizante? ¿En sus días en la estepa rusa cuando
se le congelaron las rodillas en un puesto de mando cuando pudo
salvar la piel por chiripa al librarse de caer prisionero de los
rusos de pura casualidad? Sabía que esta vez la arriada era
definitiva y no daba muestras de ninguna inquietud al llegarle la
hora. En el fondo debía de sentirse satisfecho de los setenta y
nueve años bien vividos en el servicio de España al frente de una
familia en la cría y guarda de los hijos. Aquella tarde de mayo
gris dejaba sobre los ventanales al fenecer la luz un hilo de
recuerdos blancos que hacían remontar su memoria al lago Ilmen
porque mi padre al entrar en agonía empezó a decir palabras en
ruso como “davai y fjod ruki”(adelante, manos arriba). Jaroshe
(bonito). Jolodno (tengo frío). Etc. Qué cosas se dicen cuando uno
se va a morir. Y no es desvarío sino calofrío, el pasmo de la
recta final cuando el ser se despide de los sentidos y la muerte
llama a sus batallones a formar. Poco antes cuando escuchó el
cornetín de llamada se había quedado emocionado mirando para la
ventana. Una lágrima solitaria bajaba de sus ojos emocionados. Se
veía en la distancia el Cerro de los Angeles en cuya cúspide como
una mota blanca adherida a la angulosa formación grisácea de las
nubes remontaba la estatua del Corazón de Jesús. El viejo soldado
tenía los ojos vidriosos. Padecía enfisema pero el médico nos
dijo que no había sido por fumar sino como consecuencia de las
secuelas de una antigua tuberculosis que asomaba la oreja. A esto se
añadían las pulmonías, catarros y heladuras de Teruel, el tifus
exantemático. Los treinta bajo cero de Novgorod y la metralla que
tenía desde entonces como masita que le quedó para siempre del
frente ruso o regalo de los organillo de Stalin en un talón también
pusieron su granito de arena. La llama se extinguió. Era él un
superviviente nato de aquellos zafarranchos. Un hombre fuerte. Por
eso los últimos instantes de la ultima tarde de su vida cuando un
cuartel español tocan arriada no se me olvidará nunca. A mí se me
llevaron, al bajar por el mástil la enseña de los trigales y la
rosas de junio, mis mejores estandartes y sentí morirme en parte
con la muerte de mi padre que había vuelto de Rusia con la jineta
de capitán en las hombreras. Aquel cornetín de ordenes lo había
escuchado tantas veces pero entonces no me hizo sensación; a mí me
parecía que era la primera. El gesto que puso cuando le dije que
tenía que mejorarse no se me olvidará nunca. Tienes que ponerte
bueno, Silvi. Clavó entonces en mí sus ojos de perdiz, sonrió un
poco en medio de la fatiga y levantó un poco brazo señalando fuera
de la ventana. Más allá del mástil de la roja y gualda se veían
los negrillos y pinares del Cerro de los Ángeles comedio geográfico
de España, su vértice espiritual y otras cuantas cosas más. Había
estado destinado en un regimiento de artillería de Getafe y aquel
sector lo conocía bien por haber estado de maniobras. Mi padre
Silvino había sido sin ser beato o del Opus un hombre muy creyente.
Al final le escuché decir con voz casi imperceptible: hijo, lo que
Él quiera. Se refería a la imagen del Salvador que había sido
fusilada 56 años atrás por milicianas nihilistas. Pensé para mis
cabales: coño ¡qué absurdo! ¡bien poca cosa somos! La muerte
arrasadora llega lo mismo para los buenos que para los malos. Dios
no baja a hacer un milagro. Siempre pobres los pobres, pero a los
ricos que más tiene, lo mismo. Hay que morir. Mi madre me ordenó
imperativa que saliera. Me costó apartarme de la cabecera de la
cama donde expiraba mi padre pero mi madre siempre me tuvo una
ojeriza y malquerencia inexplicable de aguafiestas, que me ha
privado de gozar de los momentos verdaderamente importantes de mi
existir. Para ella siempre fui un hombre cero. Por todos los medios
intentó anularme pero esa es otra zarandaja que he tratado de
explicar en mis escritos sin acertar a poder comprender por qué.
Cosas de mi madre que hasta tuvo la ocurrencia de querer a una novia
mía inglesa que yo traje a casa con mi hermano segundo pues yo le
parecía poco avisado e indigno de tanta belleza. No quiero ahora
airear las mezquindades de los míos pero hay rivalidades entre
hermanos, aborrecimientos maternos, envidias que evidencian nuestro
carácter primitivo. Es que somos muy malos. Aquello se lo perdoné
pero el trato despectivo y destructivo que mostró hacia mi persona
en aquella hora crítica creo que estará siempre retenido en esas
arcas como un pantano profundo en que guardamos los humanos todo el
dolor que nos infieren y siempre los más duros golpes vienen de
aquellos que pasan por ser nuestros seres queridos. Cuando llamó mi
hermana, que es enfermera y algo borrica, más áspera que un cardo
borriquero, lo heredó de mi madre, de madrugada, y nos echó a
todos, la muerte me pareció algo no solamente vulgar. Hubiera
deseado recoger su último aliento, enjugar su última lágrima.
También vaya un absurdo. Sólo dijo un adverbio por el teléfono
con voz sobrecargada de fatalidad: “ya”. Me fui por los bares la
tarde que le dimos tierra y no regresé a casa en dos días. Fue uno
de mis “drinking bouts”iii
más dolorosos de toda mi existencia. No me dolió tanto la muerte
del que me engendró como el desamor de la que me había traído a
este mundo. Todo eso sigue aquí dentro de forma irrevocable y
sañuda. Fue una forma un poco cómica de mostrar mi desacuerdo con
aquel estado de cosas. Miro al fondo del arca de la memoria y
encuentro pasajes que pertenecen a la vieja picaresca española. Mi
tristeza nace de esta malquerencia fastidiosa. De la falta de amor y
decoro que nos envuelve como un sudario. El de la ignorancia, la
competencia, los prejuicios fanáticos. Cela como vengo diciendo se
parecía un poco a mi Silvino. Hablaba de la misma forma que él,
cogía el cigarro con idéntica elegancia. Siempre tenía para cada
circunstancia de la vida un refrán. Una frase ceñida y certera. El
juicio justo. Hablaba de acomodo y con propiedad. Y tengo que decir
que mi padre y no Cela me había enseñado el que aguanta remata
puesto que la vida áspera no es más que una gana pierde. Él lo
había aprendido en los cuarteles del general Franco desasnando
reclutas, aguantando insolencias de sargentos poco conllevantes y el
desprecio con que los oficiales de leva trataban a los suboficiales
de cuchara. Otro debelador adagio de su más que nutrido morral de
sentencias era el que comparaba a un tonto de izquierdas con un
tonto de derechas. Desengáñese Vd señorita yo soy machista
leninista. Y así sucesivamente y otra de sus buenas costumbres es
no citar nunca al cadáver de sus enemigos. El día de san Antón
pues del año 2002 capicúa que ha llevado por delante a Marsillac y
a mi querido amigo Pedro Pascual cuyo necrológico envié yo al
periódico en que más escribía y más hizo por salvar, sin obtener
respuesta ni acuse de recibo o sumarias notificaciones al e mail,
correos del zar, hombre por favor, en qué país vivimos, pues en
España, donde la mala educación impera, tu vecino te retira el
saludo, eso sí cuando te mueres el personal se desborda en elogios
y cantos epinicios, mira que hay que joderse oye, pues los muy
cerdos ni se dieron por aludido, creo que el jefe de esa cuadrilla
de redactores al servicio de (no pongamos sustantivo a este
genitivo) redunda en furor asturianista y no es un separatismo en
toda la regla pero con todos los parámetros de espíritu cainita
que baña España y sus regiones, según mis entendederas detrás de
todo este empentón de agravios y de reclamos ab ovo están los de
siempre, pues heme aquí yo desvalido en el entierro de mi amigo
Perico al que llegué tarde por no decir al humo las velas. El
fantasma de Retógenes estaba apareciendo por la puerta. Aquí estoy
yo sin saber por qué ruta tirar, en un empalme de dédalo sin
salida y donde todos los viales me parecen iguales, tan desvalido e
inerme ante la Niveladora que nos mide a todos bajo el mismo
celemín, había acabado yo un texto, lo fotocopié, saqué también
un duplicado de la entrevista que le hice en su casa de la Avenida
de América y me fui a comer el plato del día al Café Gijón, con
mi ampliación de la fotografía en que estamos juntos y los dos
lucimos una gravedad misteriosa muy cerca de la melancolía de Cela
y yo, él sañudo y yo mirando con enigma de Gioconda para Charo su
mujer que es la que tiró la instantánea, bajo el brazo, entré en
el célebre figón donde tantos ratos agradables, otros para
olvidar, he pasado.
-¿Para
comer?
-
Sí.
-¿Cuántos?
-Dos.
-Falta
otro señor.
-Es
convidado de piedra.
Pero
el camarero no mostró la menor sorpresa porque tanta gente loca,
aburrida o fracasada, pasa por esas mesas desde que se agotó el
cupo de genios en este país. El que correspondía. Ya sólo quedan
jubilados y algún que otro periodista del montón. Mi idea debió
de parecerla original por lo que no objetó demasiado a mi propósito
máxime siendo yo persona no bien quista a causa de mis excesos con
el alcohol. Pero debió de pensar hacia sus adentros que estaba
como una chota.
-Es
que este es mi convite Dapalis. Quiero despedir al Nobel como se
merece y como él lo haría. Haciendo un corte de manga a las
parcas. Los irlandeses se emborrachan cada vez que se muere un
pariente.
-También
es verdad pero tampoco abuse usted don Cneo que si es de por esas
tendríamos que achisparnos todos los días. Toméselo con soda.
-No
nos caía un Nobel desde Juan Ramón y aquí la gente se pone de los
nervios por menos de nada. A mi un redactor jefe siempre me pedía
la crónica de las reacciones. A ver, Parrita, que es lo que ha
dicho el Nueva York Times sobre el discurso del 12 de febrero.
Ser
español en este caso significa perder un poco el sentido de
orientación y dejarse acuciar por la desmedida.
-Aquí
siempre es 20N. - contesto por hacer un chiste-Pero mi jefe carecía
de sentido del humor en asuntos tan coloquiales.
-¿Sabes
quien era mi jefe?
-No
-Pues
nada menos que Tomás Cerro Garrochano.
-¿Ese?
-Si
ese es el que se carteó con Pedro Rocamora a cuenta del Pascual
Duarte que dijo que le dio el viaje pues empezó a leerla en el
avión de Barcelona y cuando llegó a Madrid acabado el libro no
paró de potar toda la noche. Más que por el mareo del avión por
las cochinadas que ponía el libro. Era una bellísima persona. Con
su cara de perro fiel, inseparable de su whisky y el paquete de
Camel allí siempre cerca de los teletipos porque él era muy
americano ante los hechos de la existencia y un liberal. Se parecía
a Harry Truman un poco.
-Pues
los pimpollos del monstruo de Iría Flavia lo ponen verde a don
Tomás.
-Cela
siempre exagera. Es cosa de buenos escritores exagerar mas a lo que
mí respecta diré que Cerro Garrochano fue el mejor jefe que me
pudo tocar. ¿Vas a Londres? Sí. Pues cuidado con el puré de
guisantes.
-¿Qué
era el puré de guisantes?
-La
niebla.
Ya
veo que el buen pincerna no estaba para muchos coloquios,
chocarrerías y efemérides. Acabábamos de entrar en el España del
euro.
-Bueno
acomodese usted y que le aproveche el vino.
-Media
badilada nada más.
-Está
usted de muerte.
-Hombre
es lo que entra en el menú. Si por mí fuera me bebería toda la
bodega que cuajo no me falta. Ya sabes que me apellido Parra y soy
hijo de Silvino y todos provenimos de los majuelos de Valtiendas
allá por donde el Duero pasa echando leches navegando en ceñida y
trazando un arco de ballesta desde Roa a Peñafiel en cuyos médanos
crecen nada menos que el tempranillo y el Vega Sicilia.
-Ya
veo que te gusta ya por la disertación erudita que me haces.
-Pero
no soy enólogo. Todos esos sumilleres y catadores de figones de
cinco tenedores y mucho lujo se están cargando nuestros caldos. Lo
echan polvos, le ponen motes y le dicen palabras raras. No me
toquéis más los cojones. Dejadlo estar. El vino ha de ser casto
como la sangre de Cristo.
-Qué
cosas dices, chaval. Por lo que veo hoy estás de buen humor.
-El
que aguanta gana.
La
idea me pareció original cuando medio país se desmadejaba en
cantos epinicios hacia su persona o burdos insultos como el de la
meiga gallega o xana astur que dijo en su página del periódico de
provincias donde escribe y cuyo nombre me resisto a transcribir
habida cuenta que a veces no parece un periódico sino un corral de
opinantes donde todo el mundo echa su cuarto a espadas, donde hay
más jefes que indios y más columnistas que noticias, y donde uno
trae una colaboración casi a diario en la que es su fruición hacer
entrevistas a fantasmas y a personajes de la historia de la región.
Bueno pues la señora se despachó con eructos como el que no quería
comentar porque a lo mejor esa misma noche se le aparecía el alma
ensabanada del difunto algo hético y con hambre y temía por los
huevos duros que hubiera dejado la señora en la nevera. Que es una
bonita forma de llamarlo tragaldabas. Se notaba que escribía hecha
una furia. ¿Era catador o glotón? Más bien lo segundo. Un fartón.
Un gallego aficionado a sus buenas trapalladas y cuchipandas. Pero
en el fondo era Cela un anacoreta y sus salidas del asceterio
estaban marcadas por estas notas de color que alegran la vida de un
escritor confinado a su torre de marfil, galeote de sus propios
sueños, condenado al rebenque del cómitre, bogando entre la chusma
de proa con un remo de papel blanco entre las muñecas que de pronto
se convertía en corbacho de la inspiración. Nada podemos hacer sin
su jabalina. ¿Muerte dónde está tu aguijón? Comimos bien el del
retrato y yo. Los clientes nos miraban de reojo. Mi ingestión
alcohólica fue más moderada de lo habitual. Una media botella.
Pero la broma me salió por cuarenta euros. Durante el ágape
surrealista que fue la mejor manera que encontré a mano para
expresar mi más profundo pésame a la familia del difunto sobre
todo a su hijo Camilo y a la viuda Charo. Ya sé que el maestro casó
en segundas nupcias pero de “nimis non curat praetor”. Y el
banquete de respeto tuvo por marco aquel centro que sería cuartel
general de sus arrancadas. El famoso Café hizo inmortal al escritor
que logró en tal menester recabar las caricias de la fortuna muy al
contrario de otros como Cesar González Ruano, Bartolomé Soler,
Pedro de Lorenzo y tantos y tantos otros escritores olvidados cuyo
óbito pasó desapercibido y sin tanto tumulto ni predicamento. Sin
embargo, Camilo era mucho Camilo. A él le alcanzó llevar a hombros
a don Pío a la Sacramental de san Isidro y a mí me tocó almorzar
con su retrato a palo seco en una de las mesas bastante incómodas
por cierto para mis kilos debajo de las cornucopias del notorio
teatro de las musas madrileñas con espalderas de guadamecí,
cantadero de todos los urogallos y poetas vagabundos de Madrid,
refugio de incomprendidos y aseladero de gallos acorralados, de
cesantes y de maridos incomprendidos o bataneados por la parienta,
zánganos de su colmena cuyo último delito es haber fracasado en el
tálamo o en la oficina, qué cosas tiene la historia, leche. Me
dicen que moriste, Camiliño, recitando cuitas de amor y que te
llevaste al hospital antesala de tu última morada recado de
escribir; esto es despalmar con las botas puestas como también
quiero yo morir. Todo un ejemplo. Campeón. Con ese gesto sacaba a
plaza no sólo mi disconformidad ante la inmoderación y el
desenfreno que suscitaron las exequias en todo el país sino que
paseaba por el mundo la soledad e inconsistencia que afligen a todo
escritor, condenado a ser novel de por vida, que no Nobel, y eso si
es que encuentra un editor que traslade a letras de molde sus
descompuestas composiciones. Que para eso hay que tener fortuna y yo
aquel día me sentía un poco quizás personaje celiano a vueltas
con mi fracaso llevando a cuestas la cruz de la incomprensión
viviendo entre ignorantes, asturianos rijosos, como aquel Retógenes
con el que salí a hostiasiv,
periodistas y periodistos zotes acribillado por los recuerdos y
manteado por la tolva de mis propios remordimientos. ¿
Verdaderamente soy un escritor? ¿A qué he llegado yo en la vía?
No he sido más que un vagabundo que pasa de largo. Se sentaba a mi
lado una anciana de esas de las que se pasan la tarde con un café y
una ensaimada por ahorrar calefacción y a mí me pareció que se me
había aparecido en cuerpo mortal alguno de los personajes de la
Colmena redivivos que acudían sus panzas vacías y el alma
juguetona y expansiva pidiendoles mucho burla a fumarse un tagarnina
y beberse un mosto sobre los banquetes forrados de velludo rojo con
claveteos y mullidos de sinople. Era un conjuro de espectros. Los
muertos estaban muy presentes. En un momento de aquella comida
surrealista me pareció almorzar con el polstergeist de mi
imaginación pues los monstruos hacían cena y estaban de tertulia.
Una señora gorda me estaba dando con el culo sin emoción, ya para
lo que hay que ver. Padecía alzheimer, su mente jugando a
espejismo, recordaba a un hermano suyo que había sido húsar y la
pobre sólo acertaba a pronunciar frases inconexas:
-Yo
fui profesora de piano del zar donde me ve.
-Sí
daba clases de piano y de canto a sus hijas.
-¿Y
eso? ¿Es usted una aristócrata de San Petesburgo?
-¿Cómo
lo ha averiguado?
-A
la legua se ve. Usted es una señora muy distinguida.
Llevaba
una gargantilla y sus dedos eran largos y finos como la de persona
avezada y experimentada a la ejecución pianística.
-Pues
sí. Soy hija de casa bien. Vinimos a Madrid en el año 17. Me llamó
Elizabeth Voronova.
-Mucho
gusto.
El
arroz con pollo estaba exquisito.
-He
conocido dos revoluciones. La de Rusia y la de aquí la del 36.
Hemos vivido siempre en la calle del Almirante.
-Uf
señora tápese cuando suba esa cuesta y cierrese en casa con veinte
candados. Mucho chapeo en lontananza.
Los
coroneles de la reserva y los arciprestes de oficio y beneficio
empezaban a salir del armario.
-Yo
di clases particulares a la hija del zar. Cuando lo del Movimiento
nos llamaron por teléfono preguntando por mi padre. Se puso mamá
al aparato para decirles a los comunicantes señores de la guerra
nosotros somos gente de paz... La vida da más vueltas que una
noria.
-Lo
buscaban. Lo pasearon.
Decía
frases inconexas pero por el ardor y al mismo tiempo la serenidad
con que contaba aquel trance debió de ser protagonista de alguna de
las escenas cuando media población asustada en el Madrid de julio
rojo las pasó pegada al auricular. Un campanillazo a media noche
podía significar el anticipo de la muerte. Funcionaban por toda la
capital las patrullas del amanecer. La viejecita estaba a lo suyo,
el alzheimer le hacía perder el hilo de la coordinación mental
pero gracias a su desmemoria se me vinieron al presente escenas del
ayer terrible.
-Señores
de la guerra nosotros somos gente paz.
Me
imagino entonces a un comisario bigotudo de nariz aguileña que
hablaba con acento extranjero en la comisura de sus labios un
cigarrillo de marca turca. Vistase. Venga con nosotros. Todos los
del piquete traían pañuelo rojo al cuello y lucían en la visera
el emblema de la estrella de cinco puntas. Las manos de la anciana
estaban limpias de sangre y rectos los huesos sin la comba de la
artritis. Evoqué al pelotón que vino a buscar al señor en el
rellano de aquella escalera de caracol cuyas vueltas se perdían en
un laberinto el del odio y el rencor la hiel en las pupilas algo
agrandadas a causa de la grifa. Causa general. Los burgueses a la
camioneta que cruzaban por la noche por Cibeles con los faros
oscurecidos por una pantalla nictálope anti misiles agitando sus
motores fantasmales que nunca se apagaban para sofocar los gritos y
los llantos de los ajusticiados. Aquellos señores de la guerra
nunca podrán ser caudillos de la paz. Me imaginé las manos de
aquella anciana cuando era condesa rusa y hacía arpegios sobre el
piano de cola en las salas del Palacio de Invierno. Interpretaba
sonatas de Chopín y de pronto se expandía por las salas la magia
de Tseretsade. Se abrían las tapas del baúl de la imaginación.
Los sueños corrían en trompa. La Dolorines de Cela se juntaba con
la cuadrilla de mis héroes y heroínas todo lo leído y acopiado en
las dispersas lecturas de los autores rusos. Los estudiantes de
Chejov, los viajantes de Gogol, las barbas de los staretz. Todo
absolutamente todo se juntaba en una amalgama onírica. Porque el
que acababa de morir no era más que la cúspide del gran bloque de
hielo oculto en la Antártida. Kolia se perderá. Ya no me quiere
usted, Anastasia Ivanovna. Me suicidaré. Mi anciana abría los ojos
como platos pero no sería nunca capaz de entender. ¿Per cómo es
posible? ¿Qué fue de nuestros sueños? La vida da más vueltas que
una noria. Semeja a la danza de la muerte.
-Hay
que andarse con tiento, Elizabeth Voronova, ya no hay gente de paz
sino son los señores de la guerra extienden su esfera de acción
por muchas partes. A ver quien es el majo. Sí, señor. Eso a ver
quien es el majo. Puedo afirmar pero no porfiar que Cela fue mi
padre literario, mas en esto de las paternidades hay que andarse con
cuidado. Todas son putativas.
-Por
eso yo me cierro por dentro. Ya me han dicho que Almirante es una
calle peligrosa y de mala reputación pero por las noches tranco la
puerta y por el día pues aquí estoy en este café viendo pasar la
gente. La vida da más tumbos que una noria y señores de la
guerra, nosotros somos gente de paz.
-De
poco nos ha servido, señora. Porque aquí han ganado los
perdedores.
-Yo
estoy aquí tan ricamente tan calentita viendolas venir. La vida da
más vueltas que una noria ya lo creo.
Algunos
clientes se nos quedaban mirando. A mí, a la vieja, que en algún
momento de nuestra conversación me pareció haber saltado hasta el
burladero del Café Gijón desde las páginas de Crimen y Castigo,
me recordaba las obsesiones del difunto. A muchos les faltó decir a
causa de lo compungido de sus jemes lo del te acompaño en el
sentimiento pero nadie acertó con aquello de que lo veamos en el
cielo pues por las trazas este lugar esta vacío y ya nadie cree en
la vida eterna. Un convidado de piedra no obstante inspira bastante
respeto y si ese don Juan de Mejía resulta ser un laureado con el
Nobel pues no es extraño que a muchos les entrasen deseos de pegar
brincos y soltar aquellos versos de yo a los palacios subí y yo a
las chozas bajé. El menú eran judías verdes con jamón, bistec
con patatas y media botella de la casa, café muy bueno, cuatro mil
trescientas. La vida pega más vueltas que una noria. Eso, señora.
Por ahí van los tiros. A la rueda de la fortuna no en vano la
denominan voltaria tan pronto estás arriba como boca abajo. Y poco
contemporizadora con la razón. No hay congruencia en la vida como
tampoco lógica en los actos de los hombres. Erifos y Tanatos
prorrumpieron en los gemidos de una jarcha. No eran cantos de
plañideras sino bien acompasados suspiros por el que dejó de ser.
Por el tono grave y escéptico recordaban las coplas de Jorge
Manrique tan insertas en el meollo de la razón o sinrazón
española. Verdura de las eras. Polvo del ayer. Y en el motivo guía
dando cuerpo a la sinfonía orquestal estaba Dolorines la portuguesa
la del bigote compensatorio que era izada sobre el pavés de gloria.
Mira que te entronizan, Dolorines. Has dejado de ser maritornes para
convertirse en musa y dulcinea de todos nosotros. La duquesa rusa no
sabía quien era el comensal que me acompañaba en aquel ágape
Dapalis y si lo sabía no lo podría memorizar. Aquella mujer
aquejada de la enfermedad de las neuronas apropiadas y la mente
oscurecida por Alzheimer me pareció en tales instantes símbolo de
una patria en inferioridad de condiciones que detractaba de todo su
glorioso pasado y entregaba sus recuerdos a la pira del holocausto.
España quién te engañó para que con tanta facilidad y sin ningún
rubor así te entregaras. Elizabeth Voronova no sabía quien era el
hombre tan importante que estaba de cuerpo presente ni el objetivo
de mi homenaje culinario tan caro pero tan entrañable. Allá en el
rincón estaba Alfonso buey suelto bien se lame rey en su trono ni
envidioso ni envidiado sabiduría española chapada a la antigua
caballero de fina estampa. El cerillero era el personaje más
importante de aquella institución.
-No
dejes ahí la cartera, niña, que hay rateros descuidero - decía un
cincuentón mirando de reojo para Cuneo que iba ya por el postre.
Joder
que mal pensada es la gente. Piensa mal y acertarás. Si me quitan
la cartera me ha pasado varias veces una vez dos moros me vaciaron
los bolsillos por detrás y otra la cartera un zurrón inglés que
había comprado en Londres y era de cuero repujado y otra libros y
la bicicleta no se la llevaron porque estaba bien murada y amarrada
al tronco de una acacia.
-¿Es
usted autor?
-En
esa demanda estuve pero ya no sé ni lo que soy, señora más que un
vagabundo sin suerte que a pesar de todo no ha perdido la sonrisa y
a todas las horas le quedan ganas de empinar el codo. Los diablos me
lleven en volandas pero ando un poco descarrilado por esta vida. Ya
sé que somos todos demócratas pero la democracia ha dado buena
cuenta de mí.
La
rusa con su mono tema estaba dandole vueltas a la misma frase como
una parva que nunca acaba de ser trillada en la tarde infinita.
-La
vida da más vueltas que una noria. ¿ Es usted escritor?
-En
eso anduve pero debo de ser muy malo. Nunca conseguí publicar nada
más que algún reportaje o algún artículo cosas de poca monta. La
entrevista que le hice a este nombre una mañana de primavera en que
parecía que salí de casa a la misma hora en que se había
inventado el mundo fue mi tiempo mejor. El de los halagos y las
sonrisas. Tenía veintiocho años y una tremenda ilusión por
alcanzar la picota de la cucaña pero no he trepado mucho. Los ha
habido que llegan más lejos. Me derrumbé muy pronto no tuve una
novia portuguesa como Cela ni permití esos lujos a las mujeres que
amaba a todas las decepcioné me decanté por la bebida mientras a
un lado y a otro se cerraban los postigos del gran castillo, he
escrito alguna cosa interesante pero por lo común, vaciedades, y se
escuchaba el tremendo estampido de los portazos y batacazos de mi
vida. Mala suerte. Parece que tengo la negra. Los aojos del destino
pudieron conmigo. Definitivamente fui un vagabundo sin suerte.
Acuerdése del niño segoviano que encuentra el escritor en “Judíos,
Moros y Cristianos” allá por las navas de Tejadilla a la salida
de la ciudad llorando a moco tendido como un Boabdil a vistas del
Albaicín. ¿Qué te pasa, hijo? Mucho lloraba el chiquillo y sus
motivos no le faltaban. Madre se nos escapó con un cabo del Regular
y padre está que bufa y muy desconsolado. Tampoco tiene demasiada
importancia, rapaz. No será ni la primera ni la última. Otro
lazarillo de Tormes. Temprano empezó la vida a darte cabezonadas
pero guiando al puto ciego tú pronto aprenderás. Estas cosas
pasan. El vagabundo trató de consolar al chico afligido en su
orfandad, que mataba la tarde jugando al gua y andaba a lagartijas
por los canchales del Barrio de San Marcos, y se puso un poco triste
al darse cuenta de que sus consuelos no servirían para nada. La
mujer es un ser incomprensible y montaraz. Acaba siempre triscando
por las trochas más peligrosas. Se despidió del niño y sentado
sobre una piedra miliar del camino contempló por última vez la
visión de la ciudad que brindaba un magnifico espectáculo de
transatlántico almenado. El espolón del alcázar ponía proa al
infinito y la aguja de la catedral era el palo mayor con una popa
bien nutrida de hermosos monumentos. ¿La quilla del galeón de la
historia qué rumbo andará? El acueducto en los comedios parecía
el puente de mando. Se alejó vera del Eresma camino del ventorro de
san Pedro Abanto. A la entrada de esta tasca bien se fijó que hay
una letrero que dice más vale acá mojarse que enfrente ahogarse.
El río pasa a menos de treinta metros sus aguas cabrilleando detrás
de los pobos de la ribera y como consuelo a sus tristezas se echó
al coleto un jarro de tres cuartillos pero la ruta le esperaba y
tuvo que hablar en gallego a los grillos mientras arriba en lo alto
de la olma estaban ya encaramadas en su cortijo negro todas las
estrellas. Al otro lado de la esfera la luna arremangaba su nariz.
Era una luna de enero imponente de vigilias frías y calmas, que
parece que alumbra la noche con mucha electricidad. La lechuza
vigilante al acecho por ahí y don Camilo con cuerpo y salud
suficiente para pasarla al raso se perdió midiendo el horizonte con
sus pisadas. Eran tiempos en que se creía un poco en la bondad del
hombre y se cantaban canciones para terminar con la guerra. ¿Hace
un trago? Venga. Sus pasos sonaron cerca del convento de La
Soterraña en Santa María de Nieva cuando ya amanecía. Yo fui
mientras mi mente disfrutaban de tales entelequias al excusado del
Gran Café a exonerar la vejiga. Es para la único que vale la
literatura. Para poder mear en sitios importantes en urinarios de
mármol adosados a la pared recién perfumados y darse pisto de que
uno escribe. La vida da más vueltas que una noria y es que la han
puesto en manos de un aceñero que está como una cabra. Loco de
remate.
-¿Has
comido bien?
-Cojonudamente.
El
dueño un detalle que no pasó desapercibido abandonó el mostrador
para despedirme coño ahora sí que soy un tipo importante. A uno
no viene un fondista a hacerle el paripé todos los días. Estaba
tan orgulloso que creo no me cogía un piñón por el culo que el
difunto por una rara condición de sus esfínteres era capaz de
absorber media palangana de agua tibia por el ano. A don Camilo le
habían atraído las barracas de feria donde corría el tren de la
bruja que iba atizando a los menudos viajeros que iban montados en
él con una escoba y se mostraba a la mujer barbuda y al enano que
sexualmente enervado medía dos palmos, más a lo ancho que a lo
largo . Su prurito por las deficiencias de la antropología hacía
que sus cuentos fuesen tan tremendistas como interesantes. Todos en
el fondo sentimos dentro de nosotros saltar a un andarríos y correr
a un saltimbanqui. El nuevo dueño del Café Gijón me cae muy bien.
Es mucho más liberal y tolerante que don Pepito el cual riñó con
González Ruano el maestro y conmigo debía de ser por una vieja
cuenta atrasada yo es que me lié a pegar voces y a despotricar
cuando estalló la Guerra del Golfo que bien me acuerdo, menudo
escándalo, once años justos que a ti te llevasen en la carroza
fúnebre y ahora que lo pienso ese aciago día de san Antón fiesta
mayor de los burros perdí yo a uno de mis mejores maestros de
literatura inglesa Jack Tressey White que en paz descanse. El amo
del café Gijón es trabado de hombros, algo chaparro y mira con
ojos que inspiran confianza y valentía. Debe de ser un gran
español. Muy inteligente. Hay que valer. Para llegar a regentar
un establecimiento como éste se necesita mucho más mollera y mano
izquierda que para un ministerio. Le di mis más rendidas gracias y
todo mi afecto y luego besé la mano al cerillero Alfonso que es
todo un señor. Lo reconozco: a veces resulto cargante y mi
comportamiento es incorrecto cometí muchos excesos en aquella arca
de Noé que sería para el que suscribe muro de lamentos y burladero
donde esquivaba los testerazos del eral de mi existencia que tampoco
es manco en contrasentidos e intercadencias múltiples. Uno no es
una santo pero allí se me aparecieron Erifos y santa Teresita del
Niño Jesús todo de un mismo tiemblo y de una sola sentada. Hablé
con los doctores de la ley y fueron mis compinches de parrafada un
Pedro de Lorenzo, el fiscal Chamorro, Eugenia Serrano, Buero
Vallejo, el poeta Rafael Morales el talaverano ningún sonetero
mejor en Castilla desde Garcilaso y otra gente importante y de
alcurnia cuyos rostros reconozco pero cuyos nombres no acertaré a
decir. Gente de valía que me perdonó y me toleró. De repente
acudieron a mi mente el tropel de caras unas acusadoras otras con
sorna de burla otras interesadas en mi mensaje tan poco
característico y tan original. Aquí, Alfonsito, quiero que me
quieras. Acabo de celebrar un fuera borda a la gallega. He comido
solo como un pontífice, en la compañía de mis recuerdos, mas, yo
me entiendo y dios me entiende.
-Vale.
Justo
al pie en la acera pasó un haiga mortuorio camino de La Almudenav.
Me quité la boina y saludé instintivamente. Detrás del furgón
de respeto bajaban coches ocupados y taxis por gente de alcurnia
pero aquel entierro era demasiado hortero para pertenecer a nuestro
héroe. Dentro, escoltando a la muerte en su carromato, llevaban un
lindo cargamento de vida. Los del duelo con caras de circunstancias
muy premiosas me parecieron lebreles que se resisten a la traílla
de la jauría y marchan obligados sin muchas ganas de ir al monte,
que bien saben lo que en el monte les aguarda. Me pareció que todo
el trafico incumbente y ascendente no ponía el morro en dirección
de Atocha y de Cibeles sino que enfilaba el camino de la eternidad.
-Aquí
has dado algunos sonoros. Escapas con facilidad al garrote vil.
Tuviste siempre mucha fortuna.
II
Yo
quise convertir al Gijón en templo de mis nueve musas providentes
pero se transformó en bebedero y duerno donde hice con frecuencia
el canelo y el oso. Lo lamento y pido perdón a mis colegas por las
veces que me vieron beodo. Me han aguantado mucho. Y al fin de
cuentas todo se termina por pagar.
-Ahora
te jodes si no te hacen caso. Soplas y bailas.
-¿Qué
fue de mis amores?
-No
te quejes. Este era tu tentadero donde cantaba el urogallo cuando
todo en tu vida como el de un barco descajonado entró en zozobra.
Navegabas con la nave en zozobra cabeceando con virulencia a babor
y estribor. Aquí expresaste tus opiniones. En esas mesas fuiste
víctima de tus propios golondros y antojos. Pujaste alto. Diste en
nada y ahora un mutis por el foro.
-Cierto
que he pegado muchos bandazos.
-Pues
eso. Tendrás que subir al carromato. Queronte aguarda.
-Me
resisto.
-Tranquilizate.
De momento no. Todavía te queda mucho Baco en la barriga y nada de
Venus entre las piernas. Pero no te apures. Son cosas del humano
vivir.
-De
momento no. De entrada sí. No me hables que me recuerdas al Gran
Filipo. Haz lo que te salga de los catalanes. Mira cómo tiemblo. Tú
quizás no te acuerdes pero en la cárcel de san Antón donde
funcionaban las brigadas del amanecer había fusilados de todos los
colores pues somos hijos de muchas leches. Unos cuando oían su
nombre por el altavoz del paredón caían de rodillas entonando el
Señor Mío Jesucristo. Otros se iban de vareta no pudiendo
controlar los esfínteres pero otros respondían provocadores con un
que me la chupen y otras procacidades por el estilo echandole mucho
valor. En mi modestia creo que estoy adscrito a este último sector
de falangistas retadores que le hacen higas a la muerte. Ser
fusilados era algo risible. Una última gallarda de aquellos putos
rojos. El dueño del Café Gijón me salió a despedir hasta la
puerta como si fuese un ministro. Nunca me he sentido más
orgulloso. Su mirada limpia me recordó ese brío y esa seguridad
que infunde siempre la Guardia Civil. Nunca discutí con él como
tantas veces me ocurrió con don Pepito el anterior. Una mano
misteriosa y sublime me ha sacado de apuros muy gordos. Veces
haciendo de rodela veces de señuelo. Es una fuerza misteriosa que
me exhuma de los trances peores; reconozco que temerariamente abuso
de ella en ocasiones pues tendrá que agotarse alguna vez el filón
de mi buena estrella.
-Larga
memoria a vosotros, espectros.
-Ya
sé que don Pepito al verte se ponía nervioso aunque te llamase
buen hombre. La verdad que tienes una lengua nada perezosa capaz de
sacarle al más majo de sus casillas.
-Yo
estoy muy solo. Sin arrimos. Sin designios. Por eso bebo y cuando me
entrego a la bebida no soy responsable de mis actos, doy sonoros,
hago el ridículo. Soy casto, nada sicalíptico. Inspiro pena a mis
amigos a los que me conocieron en mis buenos tiempos cuando sacaba
entrevistas de alcance y me llamaban para cenar a los mejores
restaurantes los jefes de gabinete de prensa y los escuadristas del
FO.
-El
vino me lleva a mis espectros queridos pero con frecuencia se
producen desvíos peligrosos y malentendidos que desencadenan
fuerzas de aojo, menos siniestras que aburridas.
-Tú
no les puedes vencer. ¿Por qué te empecinas en monsergas pasadas
de moda o en estrategias bizantinas? A veces me pareces un tipo
interesante. otras, decaes a lo bochornoso.
-¿No
dicen que estoy loco? Los duelos con vino son menos.
-Así
es.
Los
oráculos interiores habían soltado el trapo. A un lado los del
banco turquí y en el otro, el carmesí y yo entre medias, espíritu
de Hamlet atormentado por mis sacerdocios druidas y mis múltiples
remordimientos; entonces me convierto yo en una caña azotada por el
viento. En tajuelas de velludo yo me solía sentar. Al trasponer la
tapia del Cuartel de Buenavista me sentí desolado en el marasmo de
una náusea interior sin contemplaciones. Cáspita me parecía ser
un gusano que escarbaba debajo de la panza de aquel ciempiés que me
acogió pero que nunca llegó a darme los buenos días. En Madrid
siempre serás un pasante. Advenedizo. Notas que la ciudad te sonríe
sin pertenecerme y se cierra hermética en una amabilidad áspera.
Larga memoria a vosotros héroes del aguanta gana. Hacía guardia en
una de las garitas en los cimientos del gran frontispicio del
edificio del Banco Central estilóbato de columnas dóricas enormes
ventanarios un recluta con su ros recién estrenado muy nuevo y como
de coloretes. Marcial el ademán y la apostura viril como la de un
lansquenete pero me fijé un poquito en las sinuosidades de su
pecho esclarecido y esforzado que hacía una inclinación por los
bolsillos de la guerrera y no pude menos en reparar que el sorche
que estaba de puesto tan tieso él era una mujer. Ellas ahora nos
defienden. Todos las marías han cogido su fusil igualdad de
derechos. Un poco más allá donde empieza un pequeño repecho una
teniente ponía al hilo a un cabo. A voces cuarteleras. A mí la
guardia. A formar.
-Ese
mosquetón, soldado.
-
A la orden de usía.
Pensé
que el espíritu de la colmena o el lenguaje de las maripositas o lo
que sea ha acabado con todos nosotros volviendonos zánganos tristes
que merodean y bordonean o se sientan melancólicos en los parques.
En una cosa acertó el Guerra, a pesar de sus muchísimos dislates y
estropicios, en lo de que no nos iba a conocer ni la madre que nos
parió. La culpa la tienes tú, melón por contemporizar oye
recuerdas el chiste del cheposo y del calvo. ¿Qué llevas en la
mochila, jorobado? Tu peine, hijo puta. Ellas con el mosquetón y
empuñando las metralletas. Manos arriba. Por el sur nos merendarán
los ingleses que están apercibiendo una movida en el Estrecho
secundado por los moros y la reconquista de España será para
nuestros enemigos un paseo militar. Y luego no nos quejemos, don
Federico, que mire este chico. La vida da más vueltas que una
noria, galán. Mi vieja llevaba toda la razón. Madrid era un
aquelarre de fantasmas, una ciudad vencida y entregada al enemigo.
Aquí el que resiste gana pero en qué condiciones mire usted que
vamos a perderlo todo. O sea, que de pasantes hemos ascendido todos
a resistentes. Madrid me pareció una ciudad habitada por vesivilos,
camuñas, quimeras, trasgos, espíritus que se habían desmarcado de
las sombras no para meternos el pasmo en las tripas sino para
llevarnos la contraria. El hierro quebrantado en la bigornia bajo el
peso de los golpes del martillo ya no aguantaba. Era así cuando
dieron tierra al pobre don Pío el día de Inocentes del 56 y seguía
siendo lo mismo el día de san Antón del 2002. A Cela le tocó
llevar a cuestas el féretro de don Pío que pesaba el pobre menos
que un pajarito y a mí me tocó honrar su figura en una banquete
mortuorio en el café que más amaba, tarea más liviana si se
quiere. La comitiva funeraria y los coches de respeto en que iban
los del duelo, presencia de un sepelio a la que urbe cosmopolita
inmersa en su inercia vital veía pasar con indiferente gesto, dobló
Glorieta de Cibeles a la izquierda y trascendida la Puerta de Alcalá
enfiló las calles altas que derivan hacia las Ventas del Espíritu
Santo, hartas de sol y cansadas de tardes triunfales, acostumbradas
al ir y venir de los traperos con sus carromatos y a los maletillas
modernos gladiadores del arenarius y de la catasta de la fama, el
dinero y el poder, en busca de una oportunidad, para a través del
gran puente elevado sobre la M30 desaparecer por las calles de la
metrópoli fin de ruta. Dan ganas de emborrarse. Es absurdo pero
será cuestión en estos instantes de no buscar consolación sino en
las palabras del apóstol increpando a la niveladora con los
evangelios en la mano y el testimonio de los que creen en la
resurrección de la carne acerca de su victoria y de su aguijón. La
escena la habían presenciado mis ojos muchas veces. La última
cuando incineramos al pobre Faustino G. Aller aunque no voy mucho a
los entierros la verdad sea dicha porque al igual que Emilio Romero
pienso que las defunciones traen cola que la muerte llama a la
muerte y cuanto menos mejor. Pero Cela no descansará en la enorme
Almudena sino al pie de un crecal en el coquetón y vistoso
cementerio de su localidad natal que recuerda a los ingleses donde
las tumbas se alzan a la vista del paseante y no se ocultan como en
España detrás de enormes tapiales escoltados de cipreses. Desde
su último albergue hasta puede que escuche el chapoteo de los remos
de la barca de piedra que aguas arriba del Sar rompen las olas proa
a Compostela con los restos a cuestas del cuerpo del apóstol, Herru
Sant Yagu, señor Santiago, hijo del trueno valedor de las Españas
todo el trayecto desde Jerusalén sin irse a pique milagrosa cosa es
que la muerte no es el final. Y desde tu tumba también escucharás
el largo pitido cascabelero de los trenes de cercanía que pasan y
que te entretenías en contar cuando eras niño. De ahí te quedó
tu primera vocación de maquinista de la general como Buster Keaton.
Algún revisor que pase por ahí echará un vistazo para el tejo
que hay a la entrada del lugar aparatoso y solemne sin reparar que
bajo su sombra tutelar reposan tus huesos. Tuviste una inclinación
morbosa hacia los perros abandonados, por los vagabundos sin suerte,
y por los esforzados factores de Renfe con su gorra de plato. Como
la de estos abnegados servidores del bien público tenías un alma
viadora, solitaria y funcional que es como llevar para siempre un
marcapasos del camino, una brújula y un compás. Naciste orilla de
la estación de Iría Flavia escuchando pasar trenes que lanzan
penachos de humo y prorrumpen en un largo pitido lastimero y
lúgubre, que recordaba el lenguaje cadencioso de las meigas, antes
de penetrar en el túnel de abantos. Dentro iban sentadas “muyeres”
con una cesta y paganos fumandose un puro en sus mejores galas. Como
para ira a la función de A rapa das Bestas o a Romería de san
Benitiño. Esta pasión por los soldaditos de plomo y por los
mercancías es de las que dejan huella. Marcan toda una vida. E
influirían lo más seguro en el pergeño de sus mejores cuentos de
posguerra cuando media España se la pasó a bordo de un tren de
tercera con las maleta al hombro bien cerradas con atillos. El Mixto
de Algeciras, el Correo de Andalucía o el de Santander formaron
parte de nuestras vidas. Todos los que iban para el norte hacían
escala en Venta de Baños. En Reinosa cambiar máquina. Detrás de
los cristales amanecía y hacía fresquete y ya casi nos olvidábamos
de Madrid que habíamos dejado al caer la tarde. Estamos en la
Montaña. En la tierra de Pereda, de don Fermín de Pas o de Rosalía
de Castro y los que pasábamos la raya de Francia siempre quedábamos
sorprendido por la limpieza y ganas de vivir que te metía entre
pecho y espalda San Sebastián pongamos por caso. En Aguilar de
Campó siempre subía alguna campurriana o algún militar que hacía
el servicio en África. Pasa un vendedor pregonando a las ricas
mantecadas y de repente suena un bofetón dentro de uno de los
compartimentos.
-Oiga
tío guarro no se propase. Aunque pobre una es decente.
-Señora
buscaba el mechero.
-Ya.
Pues lo debe de tener muy hondo en los forros del bolsillo de la
chaqueta. La próxima vez le vaya a hurgar en el culo a su puta
madre.
-Yo
me bajo ¿Qué gritos estentóreos son eso?
-Es
que hay cada uno.
-Como
no hay respeto pues eso.
-No
sé adónde vamos a parar.
-Yo
sí que lo sé. Al catre. Ese quería meterle los pollos en el
corral a doña Marcelina y ella sin enterarse. Vamos que se la
llevaba al huerto.
-O
al cuartelillo de la Guardia Civil que es donde verdaderamente
tenían que estar los sinvergüenzas que viajan en los trenes sólo
para darse el lote.
En
aquellos viajes en ferrocarril los trancos no eran cómodos pero sí
entrañables. Antes de estallar lo que llaman ahora el movimiento
globalizado (puro meneo) en un convoy de aquellos con plataforma
podía pasar de todo. Se sellaban amistades cuyos entrañables lazos
duraban toda la vida. Nacían niños. Se compartían bocadillos de
tortilla, tarterillas con tajadas del marranillo de la matanza, la
bota de vino que no faltara. Iba la guardia civil y algunas veces
hasta los de la secreta. También se cantaban aires regionales y
algunos contaban como siempre historias de la guerra. No faltaban
los recién casados en viaje de novios a ver en mar. Aquellos barcos
de madera cuando aun no se había aprobado por el congreso la ley de
divorcio escucharon promesas de amor eterno.
-¿Me
quieres, Emerenciana?
-Pues
claro que te quiero, tonto?
-Toda
la vida, Sinforoso.
Aunque
en todo caso los vagones de un mixto siempre incitaban al amor
aunque fuese sin pasar por la vicaría e incluso al nefando,
bardajes y buharros se buscaban con la mirada y luego hacían
cochinadas en los wc que el país no por menos de reprimido dejaba
de dar gusto a los cuerpos cuando se podía y los sacomanos llegaban
sin contemplaciones.
-Oiga
aparte sus dedazos de donde los tiene metidos o llamo a revisión
que no soy una monja de clausura sino un agente del servicio del
contraespionaje en desguisa.
-Coñón
y yo que pensaba que era sor Conce.
-Ataquines
quince minutos de parada.
Los
gritos, el paisaje, las consignas, las mujeres gordas y los curas
que viajaban acompañados de su ama, el breviario y una cesta de
huevos, el olor y el pelaje habían cambiado con respecto a los
tiempos de las Doloras de Campoamor o cuando los viajes
Campomanes-la Corte se hacían en 48 horas con paradas fijas en el
pueblo antes mencionado, Mansilla de las Mulas y en el Puerto
Pajares. Por ejemplo, en Medina del Campo siempre me bajaba a
comprar tabaco y poco antes de esa estación me entusiasmaba la
visión de Arévalo con las torres de sus siete iglesias mozárabes,
una por cada uno de sus linajes(Verdugos, Tapias, Briceños,
Montalvos, Velascos, Serranos, Barahonas), contempladas desde el
compartimento de mi tren descendente sobre un alcor. Una villa de
atalayas entusiasmadas y adarves con alma que parecía que rezaba
vigilante entre los chopos que montan guardia en la vaguada del
Adaja. Soñaba con una vida en calma. Un oficio seguro como profesor
de instituto. Las tardes podía dedicarlas a escribir. sin
contratiempos y en paz pero iban a suceder cosas que nunca hubiera
yo sido capaz de prever y en lugar de profesor de lenguas vivas y
muertas acabaría de colporteur o vendedor de libros de lance
teniendo que vender mis obras los días martes a precio de papel
viejo en el mercadillo chico . Son cosas del destino que desafina la
partitura. Nos sorprende con sus badajos y toques de atención. Sus
movidas incomprensibles. Así y todo, la vieja ciudad en éxtasis
sobre un cotarro la sierra de Gredos y la de Guadarrama a sus
espaldas el aire puro y los espacios infinitos de la Ucrania
española, las Morañas, la del trigo sin argaña, las mejores
segadas de España, siempre que pasaba por ella me parecía abrir
nuevos horizontes. Era un símbolo inspirado de Castilla la gentil
rebosante de armonía en su silencio. Amo a España yo también por
encima de todas las cosas. La vocación por las letras es algo que
resulta incomprensible para aquellos que alguna vez no hayan sentido
su aguijón. Semeja a un kilométrico de largo recorrido que te
entrega cualquier día el buen Dios disfrazado de peajero de Renfe
tras la ventanilla de una lejana estación comarcana perdida en el
mapa de carreteras: Iría Flavia, Mondoñedo, Peñaranda de
Bracamonte. Hay que hacer muchos transbordos. Luego vas poniendo
nombres y estampillas en el billete con el matasellos que se te
antoje. Un buen literato tiene que parecerse a un revisor de
ferrocarriles. Andar con soltura sin caerse en los vaivenes del
carruaje con un ojo siempre alerta a los que van en la batea.
Ahuyentar polizontes y desarmar embelecos. En ocasiones conviene
vista gorda. Se puede viajar en el expreso o en el tren botijo y la
mano cerca de la palanca de seguridad para detener la máquina a
tiempo. Y aun así no se pueden evitar descarrilamientos. Te
pusieron en la mano un billete en blanco para dirigirte adonde
quisieses y así te pateaste el mundo. La vida es una continua
periégesis a través de los cuatro elementos (tierra, fuego, agua,
aire) y tus tres funciones fisiológicas de las que no se escapan ni
los santos: comer, caminar y cagarlo. A veces la inspiración no es
cuestión de las nueve musas sino el trabajo de una buena digestión
que muta en sangre o en tinta mejor dicho nuestros enjundias
perceptivas. He llegado a la conclusión de que los grandes
escritores transforman en sueños todo cuanto tocan. Lo que estampan
en sus cartillas nunca mueren. Mientras ellos se desciñen, se
desentienden, renuncian, desaparecen y se despiden para siempre con
un ahí queda eso. Sus creaciones gozan así de vida propia. Hasta
son capaces de mirarnos de soslayo. Verdaderos prometeos encadenados
a la letra muerta que hablan un idioma eterno desde las páginas de
sus libros que son el lado inmortal y sublime del ser humano. Son
los héroes siempre de la palabra. Aquella tarde llegué a casa
triste pero sereno. En paz conmigo mismo . Coloqué el retrato del
autor en la pared de la cripta donde produzco que es lugar de
trabajo, fumadero, reclinatorio de mis sueños, punto de fuga para
mis ardimientos ascéticos. Es una cárcel dulce en la que yago
prisionero de mis afanes literarios rodeado de fotografías y
semblantes de Cristo. En uno de los contadores luce siempre la luz
de un pebetero y como soy acreedor de familia numerosa aquí escondo
mis alcancías, me lamo las heridas y hay un ángel de la guarda que
me mima y consigue que todas las noches llegue a casa, que no es
poco. Los hijos bajan a pedirme euros pero mi mujer no viene nunca
al cuchitril. Dice que es una leonera pero este lugar tiene un
nombre romano: latíbulum y es baluarte contra todos los
desconsuelos. Los que sepan algo de estaurologíavi
entenderán la razón por la cual el hombre, artesano de su propio
cieno y fruto de la codicia que rezuman todas las salsas de los
vicios, al dar el salto de la conversión a Jesús, no obtiene de su
predicado sino oprobios, desconsideraciones, padecimientos. Uno no
se ha bautizado para triunfar en la vida o para dominar a los demás
ni para que lo respeten y lo adoren sino para ser escupido,
incomprendido, apaleado, derrotado. Al contario de los judíos, a
nosotros no es que nos desplazca el éxito sino que lo consideramos
meramente sospechoso. En parte no somos equilibrados ni razonables.
Nos tachan la túnica púrpura pero eso ya lo hicieron con el Hijo
del Hombre. El Islam, más contemporizador con las humanas
pretensiones, surgió precisamente del escándalo de la cruz que es
una religión de hechura divina y que a veces está reñida con la
inteligencia de las cosas y con los pensamientos y miras humanoides.
En parte tengo sumido que Cristo existió y es el Mesías no sólo
por la fe sino por mi experiencia personal. Yo lo encontrado entre
los libros. Su mirada indulgente y misericordiosa me ha sorprendido
a la luz de las velas de los iconos o enredadas entre las notas
sencillas pero sublimes de una antífona. Las canciones en inglés
van por otro lado y también me parecen sospechosas. Mi maestro
entabló una pelea rotunda contra el demonio que no está loco, que
disimula su vesania bajo una capa de tolerancia a las buenas formas
y que sabe estar en el mundo pues es el rey de él. O si no aquí
está mi testimonio escondido en lo más profundo de mi hura
literaria, bodega excelsa donde guardo un vino que no emborracha
pues lo cataron los ángeles y gracias al mismo, que es a su vez
sangre de Cristo he conseguido percepciones del infinito tras mis
esfuerzas por alcanzar lo absoluto a través de los sentidos.
-Papá
ese eres tú y Cela.
-Sí,
hija.
-¡Qué
joven se te ve! ¡ Cómo mola no!
El
mundo sigue girando sobre sus goznes.
-Era
un amigo, Cristi.
-Pues
yo llevé esa foto con el libro que tienes dedicado al instituto y
la profesora no se lo podía creer. Decía que era un truco.
-Es
claro y evidente lo que pone el epígrafe si la caligrafía no
engaña porque él no escribía alemán ni en escritura masorética
. Dos de abril de 1972. Y abajo una firma que Cela no tenía
letranganos ni hacía deles mortíferos sino que escribía con
transparente ortografía. Han pasado treinta años y parece que fue
ayer.
No
es que fuese un santo ni que hubiese hablado en el vientre de su
madre como el Bautista o el propio Mahoma pero se nos ha ido en olor
de multitudes. Su entierro ha constituido todo un acontecimiento
nacional. En aquel campo santo de las Rías Bajas donde se alza un
airoso cruceiro descansa ya el sueño eterno en medio del respeto,
la aclamación popular y el sentimiento de los que verdaderamente lo
querían sobre todo su hijo Camilo, extrañado de su presencia por
una de esos encartes de la suerte, algún malentendido. Su viuda no
derramó una sola lágrima. Este duelo dividido anticipaba ya la
guerra por la herencia que se acaba de declarar. Cela sigue ganando
batallas después de muerto y dividiendo a las dos Españas. Hasta
en sus exequias ha armado el taco. El antiguo maletilla ha puesto la
plaza boca abajo. No pudo ser más cristiano su entierro oficiado
por un fraile menor que debía de ser medio pariente. Portaba
consigo un escapulario de la Virgen del Carmen, aunque no faltarán
los que lo descalifiquen por hereje. Al pasar por Arenas de San
Pedro le puso una vela a la Virgen de la Chilla, patrona de
malmaridadas. El abrazo que el franciscano deparó al hijo ante la
aparente frialdad de Marina Castaño que miraba hacia otra parte
para mí fue un signo de que se abrían hostilidades entre los
albaceas. Cela nunca supuso que a su muerte (“me ponen entre
cuatro cirios cualquier día de estos y me cantan el gorigori”)
pudiera haber tanto desmelenamiento. Años atrás le habían llamado
de todo. Desde hereje hasta más feo que un murciélago con dolor de
muelas. Y no es que se dedicase a patear sacristías ni a hacer
peregrinaciones con dolor de agnición y atrición por sus pecados,
salvo la escapada que hizo a Jerusalén al muro de los lamentos.
Sólo asistía a los besamanos regios pero en el fondo seguía
siendo una especie de marqués de Bradomín, feo, católico,
sentimental, que nunca renunció a la fe de su estirpe a despecho de
sus alardes volterianos. Se bautizó, tomó la primera comunión y
fue confirmado, se casó y descasó dos veces como Dios manda por la
Iglesia. Un antepasado suyo, guardián del convento del Sacromonte
de Sión en Tierra Santa murió mártir de la fe aunque explicara
con cierto humor que más que mártir fue confesor. Cuando un turco
le pidió que abjurara del crucifijo él contestó de mala manera y
en gallego que no le daba la gana. Lo tiraron desde lo alto de la
Torre Antonia camino de Damasco y, como los infieles insistiesen en
su renuncia, el moribundo dijo en castellano que no le salía de los
cojones. A cuenta del escandalo que se preparó con motivo de la
imagen de la Santina que puso en pie de guerra a los asturianos en
parte tuvieron la culpa de tales desaguisados ciertos mentecatos que
no supieron entender su guasa. El sentido del humor de los gallegos
no se parece en nada al de los ovetenses. El arzobispo de Oviedo
blandió el báculo amenazante contra el lenguaraz fraseólogo que
había dicho de la Virgen de Covadonga que si es pequeñina y galana
pues que se joda. Allá fueron ellas. Correlativamente, a Díaz
Merchán, Cela no le caía del todo bien por haber puesto a monseñor
Tarancón de vuelta y media llamandole obispillo y no sé cuantas
cosas. Esto no le sentó muy bien, lo del “taranconazo”, puesto
que Cela, que nunca ha sido muy clerical que digamos y en toda su
obra arguye de pecado de hipocresía a los sacristanes y a ciertos
curas, por aquellas calendas no sabía hacia qué lado de la balanza
inclinarse, y también fueron notorios sus chicoleos con un ex mosén
por nombre Xirininacvii
que en el senado defendía el matrimonio de homosexuales, le
valieron ciertos sambenitos de la curia. En Oviedo siempre oí decir
que era un grosero. Fue declarado persona non grata en el Principado
y el arzobispo poco menos que lo descomulgó. Sin embargo, Cela
tenía una madre y una tía que eran de comunión diaria. Hizo que
su hijo fuera a un colegio de franciscanos de Palma de Mallorca. En
esta controversia de la patrona de Asturias hubo malentendidos y
notables prejuicios a cargo de los intolerantes de siempre aunque la
sangre no llegó al río. Por cosa más leve, unos versos en una
servilleta, metieron preso en San Marcos de León a Francisco de
Quevedo. Y en aquella hora el espectro de Retógenes emergió a la
superficie. A todos se nos apareció aquel terrible redactor jefe.
En resolución, Cela que había nacido en los campos de la estrella
y era medio pariente lejano de san Pedro Mezoncio el compositor de
la Salve Regina no podía ser otra cosa que jacobeo, de raíces
marianas y compostelano, aunque de últimas fuese poco a misa y sus
antiguas devociones piadosas las tuviese arrinconadas. Era un hombre
en ruta que escribió sus mejores textos a la vera del camino. Se
pateó media península - ya anotamos arriba lo del Kilométrico y
su espíritu corporativo de hijo de ferroviario siempre listo para
echarse la mochila o la maleta sobre los lomos- armado de su bordón
de romero alborozado ante el espectáculo de la vida y de una
naturaleza que describe con acierto y precisión poética, como
nadie, en su cuaderno de campo. Entonces llevaba una barba vellida y
poblada, la primera barba consectaria del país. Después cuando
todos comenzaron a dejarsela él se la afeitó. Era bastante suelto
de lengua y colocaba la suerte de banderillas con precisión. Sus
rehiletes contra esto y aquello eran mortíferos. Algunos a los que
se los clavó se resienten todavía del escozor. De esa manera
contestaba a las envidias. Los otros lo condenaron a banderillas
negras. Sus detractores primero se rasgaban las vestiduras y luego
prestos a embestir lo amurcaban pero él no se lo tomaba por la
tremenda. Contestaba con un habitual: Pchs. Ya se les pasará.
-La
Virgen de Covadonga yé de Cangas de Onís. Piquiñina y galana.
-Pues
que se joda.
-¡Qué
blasfemias son esas, don Camilo!
-Hombre
tampoco es para ponerse así. No es más que un decir. Un cantar.
Como me voy a meter yo con Dios y con la Virgen.
Las
comuniones apostólicas brotaron por las Cinco Villas y en algunos
burgos se escuchó el canto del ijujú. Por los valles sonó el
tambor del Bruch que emite llamadas lúgubres como el tantán.
-Eso
no me lo dirá usted a la cara, tío ceborro.
Lo
llamaron de todo. Cela, que pensaba que el mayor invento de la
humanidad no es la rueda sino el péndulo, con buen criterio, se
abstuvo de trasmontar la linde de Pajares durante algún tiempo.
Gato escaldado cuando pasaba por Zaragoza y como acto de reparación
se detenía unos minutos a besar el Pilar. Eran cosas de Cela mas a
costa de ello a bastante gente, incluso ilustre, se les vio debajo
de la chistera asomar la montera picona y el garrote montaraz que
enfundaban en su traje de ejecutivo. Era un gallego fino capaz de
tractar la musicalidad del castellano. Además, tenía muy buena o
memoria o era muy trabajador puesto que laboraba bastante los
textos.
-Cuando
yo era mozo - le oí responder en aquella entrevista del 72 - no se
me olvida en mi viaje a la Alcarria en una posada cerca de las Tetas
de Viana tuve una novia portuguesa por mal nombre Dolorines. Poseía
algo de bigote pero compensaba.
-
¿Se daba bien eh?
-
Hombre, se hacía lo que se podía. Yo nunca tuve fama de atleta
sexual pero más importantes que sus besos eran los bocadillos que
me alargaba de extranjis de chorizo en aceite, las judías estofadas
que me zampé bajo cuerda.
-Sí,
sí, don Camilo, que más cornada da el hambre.
-¡A
mí me lo iba a decir usted!
Hablamos
de amores pero pronto me hice cargo que pese a la fama que se le
atribuí de putero y de sátiro (era el comodín de todos los de su
generación) en el fondo tenía alma de poeta putañero. Las mujeres
le interesaban poco y todos sus personajes femeninos no son sino
episódicos. Era tierno y sentimental con su cara alargada de
interventor de hacienda, profesor de la Facultad de Veterinaria o de
prior de teatinos y en verdad su paciencia era de benedictino. Nunca
se engreía y expresión viva de la llaneza coruñesa, que llaman
ferrete, humor de las Rías Bajas, sabía conectar con el pueblo e
interesar a la gente. De ahí su enorme popularidad. Muy pocos
autores en lengua castellana la han gozado. Llegó a convertirse en
un verdadero fenómeno sociológico. Un acontecimiento de masas. Se
necesita mucho ángel para conseguir lo que él hizo. No solamente
llegó a ser célebre. También estuvo metido en el mundillo de los
famosos. Salió bien aquella entrevista. No me dieron el Nobel pero
gané una corresponsalía en Londres como ya he dicho o trataré de
explicar más abajo. Mi bagaje era bueno. Yo acudía al encuentro
hechos bien mis deberes. Si él se había pateado media Castilla la
Vieja yo había transitado con fruición por la mayor parte de sus
libros de viaje y por las páginas de sus novelas mayores. La
literatura no solo libera sino que es un billete de avión o un
kilométrico volviendo acaso de aquella aventura que se empezara
escuchando pasar trenes en la casa de un guardagujas de Padrón.
Mediante la imaginación se recorre el mundo con mejor pertinacia
que con las agencias de viaje. Las mejores vueltas al mundo son las
que se realizan a través de las islas, penínsulas, mares, océanos
y continentes de una gran biblioteca y Cela en mi vida ha hecho a
mis ocasiones de hilo conductor de muchas cosas. De espolique,
ojeador, telonero, apuntador y cicerone. Sus páginas siempre
acababan por levantarme el ánimo cuando estaba triste o han
mitigado mis desesperaciones. Cela es uno de esos maestros que te
ayudan a reírte y en algunos casos a ser mejor. A mirar la vida con
una sonrisa de inteligencia y desasimiento de la visceralidad
ambiente. No es un alma mórbida y tenebrosa. El agua y la letra,
clara, aunque sus sudores le costara esa rara facilidad que despalma
en todos sus libros. Es un sello privativo tan solo de los grandes
genios de las bellas letras. Conocía toda su obra. Empecé a leerla
en el seminario de Comillas cuando me destinaron al pelotón de los
torpes. Allí empezó la corona de espinas de mis rebeldías y tuve
la suerte de pasarme dos tardes deliciosas en los acantilados detrás
del Campo del Stella Maris escuchando el batir de la marea contra el
rompiente de las rocas, mientras mi imaginación volaba hacia
tierras interiores donde se desarrolla la acción del Pascual
Duarte. Aquella historia que tanto impresionara mi sensibilidad
aun terne - es un libro profundo escrito también por un
adolescente- fue el toque de varas de mi vocación por la letra
impresa. Los jesuitas la tenían puesta en el “infiernoviii”
pero otro que se llamaba Bedoya que era de Potes y yo nos hicimos
con un ejemplar. El maestrillo que nos vigilaba decía que nos
escondíamos entre las peñas para leer cosas sucias y luego hacer
porquerías mirando al mar. El tremendismo de aquella historia me
ayudó a descubrir un mundo nuevo. Como era en realidad no el ideal
que intentaban meternos por los ojos en el tirocinio. Disgresiones a
un lado, no sé pero congeniamos. El encuentro se produjo una mañana
alegre y luminosa de abril, de esas que sólo puede conceder Madrid
cuando no le da por zamarrear aguarraditasix.
Abajo se veían los desmontes de Clara del Rey. Algunas acacias de
las aceras lucían las galas de su verde polisón. Conectamos desde
el principio. Cuestión de ósmosis o por una de esas
transmutaciones querenciosas hacia la palabra. El anfitrión me
empezó diciendox
que prefería el idioma de Quevedo al del BOE y que él consideraba
al castellano su herramienta de trabajo. ¿Cómo adquirió esa
fuerza verbal de sus expresiones mariposeando por los diccionarios o
empapándose de la vida? Las dos cosas. ¿Conoció la briba y el
vagabundaje? Hombre un poco. ¿Y las pasó canutas? No las pasé
canutas sino putas, hijo. Dolorines tal vez no fuese tan sólo más
que un comodín y el sexo algo episodio, como un sarampión
virulento que siempre hay que pasar, alcabala de viento de la
naturaleza, y que conviene contar como pasando de largo. Con
contento pero sin mucho entretenimiento ni excesivos regodeos. “Que
a mí me gusta lo pecaminoso, nunca lo morboso. ¿Estamos?”. Sí,
don Camilo. Estaba delante de mí un Cela de 56 años algo metido
en carnes. Salió a recibirme en traje con una camisa blanca y una
corbata de torero. Su elegancia, su puntualidad y su cortesía
siempre seguía siendo británica aunque un poco pasada por la plaza
de Cascorro. Se tomaba las cosas muy en serio. Los escritores- forma
parte de los gajes y manías del oficio- gozamos de un cierto grado
de penetración que nos hace ver con un simple golpe de vista la
realidad por de dentro. Dios me libre pobre de mí de colocarme a la
altura del gigante pero escritor aprendiz me considero. Es lo único
que sé hacer y juntar palabras fue mi oficio aunque tanta solercia
y contundencia de sus renglones seguidos como despliega él no me
fue dado por los dioses. Para tal encomienda lo único que ha falta
es grandes caderas y mucho culo. Hay que sentarse y no moverse del
siento las cinco o las seis horas de oficina. ¿Y si no sale nada,
don Camilo? Hombre, algo saldrá. ¿Codos o inspiración? Codos y
agallas es lo que nunca le sobra a un escritor. En esa demanda brego
desde la mayor parte de los once lustros y medio que tengo. Además,
a ambos nos gustó la juerga de pequeños. Eso sí. Cruzamos la
ciénaga de refilón y sin empaparnos mucho que en esto de la
golfería también hay su parte alícuota de toreo de salón. Usted
y yo, Arije,xi
me parece que somos de buena casta. ¿No lo dirá por los cuernos,
don Camilo? Eso nunca depende de nosotros. Más bien de algún
cabrón que nos ponga los medrones cuando menos haga falta. Pero
sabe usted los hombres no llevamos la honra en los cataplines, sino
en la cabeza mayormente. Pongalo. Pongalo eso, Arije. Esto no puede
quedar del todo mal. No me atreví a transcribir sus frases en
aquellos tiempos. Camilo era el único que tenía bula para soltar
tacos en los reportajes o cuando salía por televisión. Hablaba de
la misma manera que escribía y daba la hora el escucharle aunque
sus detractores alegan que era un acodo. Que se repetía a sí
mismo. No, señores, el ingenio nunca duplica ni regüelda como la
cebolla. Eso sí era algo manierista. Había acogido al idioma el
tranquillo que es lo más difícil de coger cuando se acomete la
escritura de una novela.
-El
que escribe siempre tiene una forma particular de ser golfo o de
entregarse a la bebida. Es como si estuviésemos vacunados contra el
sarnazo o la cigorris.
-Habrá
casos, don Camilo. Edgar Alan Poe murió de delírium tremens.
-Era
porque fue algo maricón.
En
aquel tiempo decía pestes de los americanos. Por ser la moda y a
algunos rusos como Dostoievski, su maestro, por las nubes pero
siempre afirmó, y tenía buen ojo, que Solzhenitsyn era un trágala
y no anduvo muy equivocado.
-¿La
literatura salva?
-Sólo
a los diletantes. Yo no la veo como un compromiso sino como una
afición que yo he transformado en profesión.
-¿Por
qué se fue a vivir a Palma de Mallorca?xii
-Porque
quería ser escritor. Y porque me dio la gana, jo.
Su
piso de Madrid me pareció de una austeridad glacial que sólo he
encontrado en la casa de algún judío que fui a visitar a lo largo
de mi vida. Ellos tienen escasa inclinación a la ostentación y
viven pobremente. Debe de ser por esa tendencia del pueblo elegido
a la iluminación y al desasimiento interior de su condición
mística que les hace vivir con la maleta en la mano. También
rompía los esquemas de la tacañería proverbial de alguno de sus
colegas, por ejemplo, Dámaso Alonso. Evitaba la familiaridad y en
todo momento guardaba una urbanidad natural que revelaba su
condición británica. Casi no parecía español. El que no hubiera
libros a la vista me pareció extraño detalle poco habitual en él
que al igual que todos esos “pobres iluminados”- allí donde
está tu corazón se encuentra tu boca- adolecen de esa extraña
volubilidad de acaparar papel y aquejados de ese morbo de la
grafomanía del que se quejaba Ivan Bunin se sienten ávidos de
conocimiento y todo lo guardan. CJC amaba los libros que fueron un
problema de espacio en todas sus moradas que tuvo en esta tierra.
Hombre disciplinado y cabal no tiraba ni una reseña. Generoso para
el dinero y la amistad -Américo Castro, Ramón J. Sender y Pepe
García Nieto fueron huéspedes habituales de su residencia en
Palma- era avariento y tacaño de sus libros. Sólo gracias a ese
espíritu ahorrador se ha podido establecer la Fundación de Iría
Flavia que cuenta con más e cuarenta mil cuerpos. También pudo ser
que Cela considerara este domicilio de Madrid un lugar de paso o que
el apartamento estuviese recién comprado. Tenía por costumbre
primero colocar la biblioteca y después amueblar el sitio. Al
término de la entrevista Charo que zarceaba por allí y de vez en
cuando abría la puerta del comedor con su rostro afilado de dama de
gran belleza y muy señora, creo que se parecía algo a Imperio
Argentina, un combinado de ginebra y anís del mono con agua de sel
y aloje.
-Beba
usted, Arije, le va a hacer falta. El vino ayuda a sobrellevar las
cargas de la vida. Hasta puede que sea un elixir y un bálsamo con
el que se lamen las heridas los que escriben. Oficio arduo y ventura
te dé Dios, hijo, que el saber no te hace falta.
-Eso
es de la Celestina, don Camilo.
El
brebaje estaba rico y entonó mis agarrotados nervios porque para mí
estar ante Cela significaba tanto como hallarme ante la presencia
del dios Zeus y Olímpico y generoso era en sus modales. Él
percibía esta turbación mía ante su augusta presencia y hasta se
dignó darme algunos consejos:
-Para
escribir hace falta mucha paciencia y bastante culo. A mí de estar
sentado me salen granos en la rabadilla y tengo que ponerme debajo
de las posaderas la cámara de la rueda de mi seiscientos.
Tenía
uno de estos utilitarios, símbolo de la España del Desarrollo,
verde botella al que le gustaba meter caña habiéndose convertido
en el terror de los guardias urbanos de Palma. Decían que era un
peligro público y lo vendió. Tiempo adelante prefería no ponerse
al volante y ser conducido por una rutilante choferesa.
-Brindo
por usted y a su salud y a la de los suyos. Que algún día le den
el premio Nobel.
-Yo
no creo en los premios literarios.
Y
era cierto pero aquel brindis fue una especie de corazonada que
tuve. Con todo en aquella ocasión me dio la impresión de estar
delante de un ser desvalido, humilde y genial al mismo tiempo que
necesitaba la presencia de una mujer fuerte. Charo cumplía esa
función desempeñando el cargo de su ama de llaves, su consultora y
su secretaria. Detrás de un hombre grande siempre hay una mujer y
Rosario Conde, compañera de fatigas, peregrinaciones y
persecuciones, jugaba ese papel. Por eso nunca comprendía al
segundo Cela pero la vida tiene estos equívocos y paradojas.
Secretos que nunca serán desvelados y uno en cualquier caso se
funda tan sólo en las apariencias. Sí. Camiliño era un ser
desvalido, un niño grande que tenía que esconder sus sentimientos
detrás de una faz adusta de notario de número, adarve dorado, que
cuadraba poco con su interioridad problemática e indefensa de
escritor que se disciplinaba cada mañana ante el flagelo de la
página en blanco y escribía tres horas seguidas sin levantarse
aunque no acudiese una sola idea a los puntos de su cálamo. Se le
quedaron gafos los dedos de empuñar la pluma. Los libros lo eran
todo. Por eso los echaba yo en falta aquella mañana. Para Cela
había libros herramientas de trabajo. Libros de consulta. Y de
solaz. Por insignificantes que fueran no se deshacía de ninguno. Y
quizás por eso sin estos fornidos guardaespaldas intelectuales por
los armarios me dio la impresión de desvalimiento . Casi como un
niño al que mimaron sus tías con mucho afecto. Y tenía que
cobijar su alma poética y estremecida bajo la apariencia de aquel
coselete adusto que le ponía a cobro de sus dudas, sus morriñas,
sus inseguridades, como cada cual.
-Conviene
de vez en cuando poner cara de poker.
-Ya.
No
le vi tutear a nadie más que a Pepín García Nieto. A todo el
mundo trataba de usted. A mí me dijo.
-¿Y
usted cómo anda de novia?
-Estoy
casado, don Camilo y en vías de separación con una inglesa. Tengo
una niña. Me acuerdo mucho della.
-¿Hombre
y eso es irreversible?
Hice
cuanto estuvo de mi mano para que aquella separación no fuera
eterna. Los dioses pensaban otra cosa. El escritor (los novelistas
de tanto vagar por los adentros del espíritu consiguen leer los
pensamientos, poseen el don de introspección de las conciencias)
buen samaritano trató de quitar hierro a mi inquietud puesto que
intuía que no hay cosa más grande en la tierra que amor de un
hombre hacia la mujer. ¿Fue esto por lo que abandonando a su
legítima se marchó a vivir con Dolorines la portuguesa reencarnada
en esa gallega con pinta de empollona de Filosofía y Letras o ser
la chica que lee el parte meteorológico al final de los
telediarios? Cuando menos aquel artículo que escribí alborozado y
entusiasta en la casa de mis padres en Clara del Rey sirvió para
que yo regresa a Londres y pudiera intentar la reconstrucción
familiar. Ya era demasiado tarde. La vida da más vueltas que una
noria como diría la vieja condesa rusa con Alzheimer que me habló
misteriosamente como si fuera un espíritu del bosque de la
literatura o una de las parcas en el café Gijón el día
precisamente de su funeral. Sin embargo, al que te echa una mano al
que te consuela y te reconforta nunca lo olvidas. Y tengo que
decirlo a mí, salvadas las distancias, a mí aquella mañana que me
recibió en su piso de la Avenida de América me recordaba un poco a
Jesucristo sin barba. Que es la noción más precisa que tengo yo
del bien y de la amistad en esta vida. Aunque no fuese a misa ni se
diera muchos golpes de pecho. Bajé las escaleras de aquella torre
feliz. El coctel con que nos había agasajado Charoxiii
me infundía un valor y una seguridad que me sentía en medio de un
mundo recién inaugurado. Volvimos a vernos, precisamente, en el 74
cuando vino a dar una conferencia en el Instituto de España en
Londres en la regencia de José María Alonso Gamo el gran poeta
alcarreño que me parece que era gobernador civil de Guadalajara
cuando Cela inició la andadura de su primer Viaje a la Alcarria.
Algo más gordo y cansado pero lucido y con ese golpe de vista para
las personas y fino oído para las palabras me contóxiv
cómo había dejado de pasar tabaco cuyas las hojas son más de
vicio que de provechoxv
el día de san Antón. Sin embargo, también “ sabe bien el tabaco
en el monte cuando las carnes están descansadas, tranquilo el
ánimo”.
-Primero
tomé la resolución de quitarme del vicio. Luego miré para el
calendario.
Cela
era muy disciplinado y serio para todo cuanto emprendía. La
gravedad casi pirrónica de su rostro que recordaba algo a la de
Sócrates o a algún sabio griego no casaba con su sentido del
humor. Jamás se reía. Sólo sonreía con desfachatez apuntando la
comisura del labio derecho hacia arriba como si le hubiese deformado
la boca el paralís. A esta “gravitas” propia de Catón sólo le
faltaba la túnica pretexta de los triunviros de la literatura. Y
esta compostura más propia de nequísimo vate que de académico la
sacaba a lucir a conveniencia . Podía resultar sesudo y tierno,
lírico y salaz por ambos cabos, el puñetero. Nunca sonreía porque
la vida es un toro muy serio y sólo los locos y los pobres de
espíritu tengan bula para hacerlo. A esta fiera no hay nunca que
perderla la cara. Cogerla por los cuernos. Flemático hasta en sus
andares miraba para lo que veía guiñándole a la cosas un ojo
risueño. Su tono discurría al carril y por el trote cochinero ni
con el equilibrio de un Cervantes ni con la amarga sátira de un
Quevedo. Más bien un término medio. Cela era un ingenio de
bastante aplicación que sólo con los libros es el que ha ganado
más dinero entre cuantos escritores registra el idioma.
-Es
que soy medio inglés, coño y eso no lo deje de poner tampoco.
Su
fuerza de voluntad era acérrima. Lo dicen cuantos lo trataron. En
su portentoso diccionario acumulado y recogido siguiendole la pista
al romancero fronterizo por tierras de Alvar González, pues conocía
la lexicografía castellana y manejaba como pocos, no venía, valga
el tópico, la palabra imposible. Fue éste de Londres un encuentro
más relajado que el de Madrid. Allí estaba también Rosario Conde.
Su mutismo o su timidez albergaba bastantes misterios como si
pensara para su coleto al verle lidiar a su marido con los
periodistas entrando al trapo a todas las preguntas: ay qué locos
están todos estos. Estaba como ausente y me pareció menos feliz
que antaño. No hubo esta vez aloja con anises pero don Camilo y yo
nos bebimos una ale brown etiqueta negra de las cerveceras de
Newcastle. Más que una entrevista fue una confesión por mi parte.
Había tenido yo la desfachatez de dejarlo plantado pues había ido
a rescatar de las garras de un moro a una chica au par de mi pueblo
que me había llamado mi familia que la cuidase ante lo que pudiera
ser un caso de trata de blancas y no me acordé del reloj. Fue un
lance grotesco que me resulta embarazoso poner de relieve en esta
semblanza pero recuerdo que me dijo el escritor:
-Son
más interesantes las segovianas que yo. Le advierto que en su caso
yo haría lo mismo.
Quise
mostrarle mi gratulación así como mi preocupación por mis
circunstancias personales que no habían mejorado mucho desde la
última vez. Gracias a aquel articulo del que había dicho esto no
puede quedar mal había conseguido el sueño de mi vida, y una de
las razones que yo utilizo para demostrar que existe Dios: la
corresponsalía de Pyresa en la corte de san Jaime.
-Hombre
me alegro por ello pero algo de cosecha pudo poner usted que era el
que hacía las preguntas. Yo ponía las respuestas con mayor o menor
ingenio y no cuento alacridades más que a los sietemesinos. Esto de
las interviús es un reuleule como dicen por vuestra tierra.
-Y
un cangilón de un mallo siempre subiendo y bajando. Los azudes no
dejan de disparar sorpresas. Duro siempre y a la cabeza- alegué sin
acritud.
III
La
benignidad era una de las notas salientes de su carácter a pesar de
que los tiempos estaban cambiando lo suyo. Era una época que
llamaron como la del espíritu del doce de febrero y las espadas
estaban en alto entre inmovilistas y progresistas. Fraga a la sazón
embajador en Londres y Antonio Izquierdo mi director vivían una
especie de polémica y se acababan de abrir las hostilidades y a mí,
conejo de indias, me cupo el baldón de protagonizar el incidente de
la queimada de Belgravia, Gibraltar y el vino de Cariñena, que por
poco me cuesta las maletas aunque don Manuel que es de suyo
magnánimo como Cela no permitió el agua llegase al río o le
presionaron para que no tomase una determinación drástica sobre
mí, que lo estaba pasando francamente mal, pero esto ya es
historia. La política es un flagelo. Una feria de vanidades. Ir y
venir que llaman acarrear. Aquí han estado siempre saliendo los de
Arrese para que entraran los de Solís. Como en su propia salsa se
encontraba don Camilo en el puré de guisantes. Así llamaba a la
ciudad del Támesis su antiguo contrincante Tomás Cerro Garrochano,
no es tan fiero el león como lo pitan, ni tampoco él tan mala
persona, pero en este mundo traidor unos han de hacer protagonistas
y otros de antagonistas y todos somos agonistas, la vida una batalla
al fin y al cabo, perenne justa. Pues bien, Tomás carigordo
hablando un poco como los palurdos de Delibes pero funcionario
atareado y pluriempleado, la vida da más vueltas que una noria,
ocupaba la plaza de jefe de la sección de teletipos. Era mi jefe.
Cela ya había olvidado los sofocos y batiboleos de antaño. Se
encontraba en Londres cual pájaro en su nido. Hasta creo que fue a
hacerse una foto al pie del letrero de una calle que lleva su
segundo apellido en un barrio al nordeste de Londres, Tottenham:
Trulock road. Para dejar constancia así de que él era medio
inglés.
-Es
lo que dice mi jefe que es usted medio inglés.
-¿Quién
es ése?
-Tomás
Cerro Garrochano.
-Ah
ya caigo. Pues déle recuerdos de mi parte y un saludo a la afición.
Podría
tener todos los defectos del mundo menos el del orgullo y el rencor.
Su alma franciscana no albergaba la más mínima ojeriza hacia el
antiguo censor. Tomás, hermano de un antiguo miembro de la vieja
guardia, era un vallisoletano de pro, un periodista ágil a la
americana y el cuerpo frágil, el estomago delicado que comía menos
que un pajarito. Buen compañero aunque con escaso sentido del
humor. Estaba siempre al pie del cañón. Un perro fiel, cariharto y
aplicado. Nunca hubiera podido imaginar que su correspondencia con
Pedro Rocamora al hilo del veto que éste puso al Pascual Duarte
diera la vuelta al mundo. Inconscientemente y sin dar cuartos al
pregonero el estimado compañero había metido el dedo en la llaga.
Tuvo que ver para creer haciendo honor al santo de su guarda por
otro nombre llamado Dídimo. Él era un alma melliza y encantadora
de todos aquellos esforzados poetas falangistas pero tuvo el fallo
de marearse en el puente aéreo no por las turbulencias del avión
sino por las truculencias y asquerosidades que halló en el libro. Y
la verdad que para aquellos tiempos de nacional catolicismo la
violación de la cuñada poco después de dar tierra al marido y en
el mismo cementerio era un poco fuerte. Estos lances
carpetovetónicos no aptos para paladares delicados no eran cosa de
darlos a la estampa y así se lo comunicó de oficio a Pedro
Rocamora, otro buen periodista y ensayista cuyos artículos gozaron
de alguna preeminencia durante más de un cuarto de siglo en la
Tercera del Abc de Torcuato Luca de Tena. El gallinero se alborotó.
Corrían ya digo los arroyos revueltos pero en aquella ocasión Cela
me dijo que él se sentía falangista por los cuatro costados y que
le debía al Arriba donde inició sus primeras colaboraciones su
vocación de escritor. A dicho periódico lo llevaron Gómez de la
Serna y Cesar González Ruano. Gracias a los pequeños emolumentos
que dejaban sus artículos pudo casarse y alquilar un piso en Ríos
Rosas con ocho habitaciones en una época en que la vivienda
española era carencial. Realquilados y familias con derecho a
cocina. Ahormé lo mejor que supe mi tete a tete con Cela y lo
cablegrafié a Madrid donde fue vetado no por Cerro, que era un
bendito de Dios, sino por las altas instancias. Me consta que
Antonio Izquierdoxvi
tuvo que sofocar el motín de los llamados gallegos, facción afecta
a Pío Cabanillas, el padre del actual portavoz del gobierno. En el
grupo de alzados figuraban Onega, Rosa Montero, que aunque no es
gallega lo parece, Pedro Rodríguez y Fernando Testa junto a algún
otro que no me acuerdo. Por lo visto Cela, que se había hecho
amicísimo con Manuel Fraga, ya no contaba con adhesiones
inquebrantables en Castellana 142 donde se palpaba un ambiente
enrarecido. En cada uno de mis viajes a España comprobé que había
vuelto el miedo. ¿Acaso cabalgaban de nuevo los espectros de la
oscuridad? ¿Qué ocurrió para que la situación llegase a ser
neutralizada sin efusión de sangre? No lo sabremos nunca. Cela ha
sido tan odiado como amado, siempre en el ojo del huracán de las
discordias de teucros y troyanos. Tan ninguneado como discutido y
aclamado pues siempre encontró muchos que lo detestan y quienes
siempre supieron reírle las gracias. Ha cabalgado por la vereda del
submundo literario con sus ángeles y demonios, a ratos cielo, a
ratos verdadero saladero de llamas, como un buey suelto y a su aire.
Mejor dicho como un príncipe. Porque a lo que más se asemejaba era
a un condotiero genovés. Todos sabemos que le gustaba el dinero.
Barruntando que los corderos iban camino del macelo supo moverse
bien en los ambientes mallorquines, que, desde Las Baleares como
cuartel general, sede de la banca March, una de las grandes entre
las cien familias, la que apoyó a Franco en la guerra civil y labró
la reconstrucción monárquica, movían ficha de cara a la
implantación de un rey constitucional en la persona de Juan Carlos.
Fue lo mejor que pudo hacer a últimos de los cincuenta marcharse a
vivir a un archipiélago. El alejamiento físico es un grado en este
país. Evita circunstancias desagradables. No nos engañemos. En
esta plaza han sucedido muchas judiadas que quedarán ocultas para
siempre. Fusilamientos en efigie a carga de esas brigadas del
amanecer que hacen acto de presencia cuando uno menos se lo espera.
Algo vale que estos consejos de guerra fueron sobre el papel pero
han ocasionado mucho llanto y crujir de dientes - por ahora sólo
cibernético- en medio de un ambiente recargado del deseo de
desquite. Los lictores del gran Filipo y los jiferos de Polanco
quisieron pasearlo pero Cela tiene una habilidad fuera de lo común
por hacerse invisible y como Cristo cuando trataban prenderlo los
del sanedrín o cuando quisieron despeñarles los de su pueblo por
un sermón que pronunciara en la sinagoga de Nazaret del que no
quedaron conformes “ibat in medio eorum”xvii
o lo que es lo mismo consiguió disfrazarse de multitud para no
alzar sospechas sin que nadie le tocase un pelo de la ropa. “Nadie
me ha puesto la mano en la cara”, declararía alguna vez. Incluso
cuando la famosa trifulca en un sitio de alterne el “Casablanca”
cuando lo pincharon en salva sea la parte no fue siquiera detenido.
Como era ex combatiente y legionario, obtuvo un certificado de buena
conducta de su antiguo regimiento con un aval facultativo que
ponía: “Lleva metralla en la cabeza, no responde de sus actos”
que disuadió a los guardias en el atestado. Se corrió un tupido
velo y sólo estuvo “a la sombra” una ocasión cuando andando
por las laderas de Torija fue llevado a la prevención. La causa: lo
más probable es que Cela que solía empujar la cena con medio litro
de vino se hubiera extralimitado en la poción. ¿Quién no ha
cogido alguna curda de tarde en tarde? Esto que ahora vemos con
claridad al cabo de un cuarto de siglo en el otoño del 74 no se
perfilaba con tanta nitidez. Las espadas estaban en alto. La
embajada española en Londres se había convertido en una plataforma
de conspiración, el Venta de Baños de todo el tráfico ascendente
y descendente para todos los conchabados de uno y otro emblema del
espectro político en el país. Un marasmo de rumores. Corrió
peligro incluso de ser reducida a cenizas como pasó con la de
Lisboa. Qué va a pasar en España cuando muera el general, me
preguntaban mis amigos ingleses. Nada, les respondía yo a los
casandras aun a sabiendas de que nadie ni nada volvería a ser igual
tras el cambiazo de las idus de noviembre, aunque presentía que
gentes como Camilo pertenecían a un mundo con la partida de
defunción ya firmada. Estaba en un error. Cela no sólo no estaba
acabado sino que resucitaría en las constituyentes del 76 y con él
toda una pléyade de personajes de la vieja hormaxviii.
Sería una voladura controlada. Al franquismo lo dinamitaron los
propios franquistas con el soporte de los tres poderes fácticos:
judicatura, ejercito, iglesia. El mundo había mudado de faz.
Oportunista o sencillamente bien asesorado, el autor de “La
Colmena” peregrinó a Jerusalén, se retrató ante el Muro de los
Lamentos. Ese día su carrera literaria ganaría enteros aunque los
incondicionales de toda la vida, entre los que me cuento,
perdiéramos hacia su persona una miaja de entusiasmo. ¿Se había
convertido al judaísmo ? Hombre eso era lo que menos nos
esperábamos pero para mí que fue una circuncisión simbólica.
Había leído demasiado a Américo Castro. Mucho de lo que
escribiría a partir de entonces nos parecería una pesadez. No lo
entendíamos. Este no es mi Cela. Para colmo escribía novelas sin
un punto y seguido, a la Joyce. Quería ser Quevedo y al propio
tiempo firmar una obra tan obtusa y supervalorada como el “Ulises”.
Nos dio la impresión de que estaba de coña. En el ínterin se
estaba produciendo por ósmosis, por acidosis o váyase a saber la
causa, una avalancha de reniegos, que donde dije digo, digo Diego.
Era la única forma de tener a recaudo el puchero con los gabrieles
asegurados. Por todas partes surgieron garbanzos negros y gente que
empezó a salir del armario. Antes se definía esta operación sacar
los pies del tiesto. Fue cuando la mayor parte de los españoles
mudaron su ropero y cambiaron de chaqueta, vendimos el país y
empezamos a vivir de las rentas con ínfulas de nuevos ricos.
Habíamos puesto los devengos de la hijuela en el banco a plazo
fijo. Con todo y eso, este tipo de pignoraciones a la larga terminan
por pasar factura. El que quita y nada pon pronto llega al hondón.
Vendrán tiempos difíciles tras estos años de vino y rosas, pero
aquí hemos preferido fundirnos la herencia del abuelo en putas a
vivir de nuestro propio esfuerzo. Que inventen ellos. Nos va la
marcha. Somos un poco masoquistas y para colmo siempre estamos
dispuestos a creer en el maná del cielo. La guerra entre Capuletos
y Montescos alcanzaba su acmé. Mi entrevistado no contaba con
amplias simpatías en el edificio de Castellana 142 al que
denominaba la caja de cerillas. Pero tengo la impresión de que
aquel incidente con la censura había sido sacado de quicio. La
mejor propaganda de un libro es hacer que lo prohíban. Además
¿cuántos libros en aquellos tiempos cuando se escribía mejor y
más que ahora pasaron el rubicón del nihil obstat? ¿Cuántos
autores no quedaron para vestir santos con sus manuscritos durmiendo
el sueño eterno en la gaveta o en un altillo criando polvo para que
a la muerte del poeta se lo regalasen al trapero o lo llevasen a los
encantes donde se expone cada sábado esa mercancía triste del
defroque? Pecios, efectos, libros y papeles de los que
definitivamente dejaron de fumar. ¿Y la censura del 2002 no es más
severa, impenetrable y sibilina que la de hace sesenta años? En la
actualidad se utilizan otros procedimientos más sumarios de criba
al estar el negocio editorial totalizado por gentes ajenas a la
literatura que sólo se interesan por el mercado. Ellos vigilan la
parva de nostramo. Son comisarios de lo políticamente correcto. A
los “refuseñiks” actuales no se les manda a Siberia se les
entrega al brazo secular del olvido. Parece que han venido con la
lección bien aprendida de los aquelarres nazis. Los alemanes tenían
por costumbre quemar en la plaza pública aquellos textos con
doctrinas disolventes. Ardían los libros escritos por judíos, hoy
se lanza a la pira antes de ver la luz porque raro es el que publica
los escritos por cristianos. Más noches de cristales rotos y de
cuchillos largos quedan en perspectiva. Hay que borrar la memoria.
No sabemos si el pensamiento delinque pero por lo menos estorba a
los globales. De modo que al fuego con ellos. Por entrometidos. Por
criticones. No nos vayan a aguar la fiesta del anticristo. Sean
ellos ludibrio de las gentes. Quórum memor non est ampliusxix.
Se les condena a la gehena del olvido. Ni fu ni fa que es lo peor
que les puede suceder a los que aspiran a ver sus pensamientos en
letras de molde y, sin embargo, no logran trasponer la barrera de la
aduana de control, el fielato del Nuevo Orden en cuya garita se
sientan unos gorras de plato y unos chaquetas rojas que miran igual
que marines feroces de la Aerotransportada de Fort Braga,
insobornables. Dejadlos con la frente cosida al suelo y que recen
el señormiojesucristo , lloren sus culpas y pidan perdón. Digan
con el salmista “repleta est malis anima mea; vita mea inferno
apropinquavit”xx.
Jolín ¡qué fuerte! pero es así. Aquí no nos chupamos el dedo.
Se ensañan con aquellos que no les interesan o representan un
peligro para el sistema. En ello parece irles la vida y hacen
despliegue de ese celo eterno que han demostrado para la engañifa,
la destrucción del contrario y la paciencia para aguardar el
instante de la revancha. Este mundo no tiene arreglo. Da más
vueltas que una noria. ¿Se habrá vuelto loca la rueda de la
fortuna? Trasanteayer, lo llamábamos Camilo José a secas. Luego
pasó a ser don Camilo el del Nobel. Sin embargo, aquella tarde de
noviembre cuando atardecía con suavidad sobre los plintos blancos
de la plaza de Belgravia me había confesado que no le guardaba
ningún rencor al bueno de Tomás Cerro. Antes bien le había hecho
el favor de una publicidad sin costes. Su corazón falangista - y
habría que hacer literatura comparada de los que escribían por
tales calendas un Gonzalo Torrente, un Victor Gómez de la Serna, un
García Serrano, un Capmany - se entusiasma con el azor que vuela
entre la nubes, la paloma que zurea, la punta de churras que regresa
a la tenada, el lirio que florece en cualquier parte, el narciso
carmesí que se hace los rulos mirándose en el espejo de las aguas
de la ribera. Echa mano de los poetas olvidados como García de
Badajoz y canta a las niñas que se bañaban desnudas con las
tetinas al aire: “No me las enseñes más que me matarás”. A la
legua se ve que su prosa poética retoma y glosa el “Romancero”
en línea con los vates del primer gran movimiento que se inicia en
los cuarenta a remolque del Grupo Escorial. No me las enseñes más
que me matarás. Hay en sus primeras colaboraciones publicadas en
Arriba ese enamoramiento con la España real, cotidiana, anhelosa
del pan y la justicia por la que derramó su sangre José Antonio.
No sirve darle vueltas y no me las muestres más que me matarás
pero aquí muchos tienen por costumbre buscarle siempre los pies al
gato. El primer Cela, el más genial, irradia falangismo. Poco a
poco evoluciona. Ha sido odiado y amado como ninguna y supo caminar
por el filo de la navaja como un buey suelto y a su aire. Aquella
desbandada en torno a la cabecera de la cama de un moribundo que
expiraba enchufado a una máquina de un hospital de la Seguridad
Social (no quiso morir en la Rúber como los grandes prebostes) me
dio asco y miedo. Todos le dejaron solo. Algunos quedamos aturdidos
por la desmemoria, ingratitud y versatilidad del paisanaje. Yo
recuerdo a Raúl del Pozo que dijo que no había que escribir ni una
línea de Cela al que tachaba de fascista cuando lo de la
conferencia en Londres. Recuerdo su frase. Yo de Cela ni una líneaxxi.
Luego cambiaría radical. Hay que ver lo bien que escribe este
chico. Sería uno de los cortesanos de su círculo. Vivir para ver.
La vida da más vuelta que una noria. La anciana que me dijo aquella
parrafada cuando Cela estaba de cuerpo presente no era una
aristócrata rusa sino un ganguinoxxii.
La vera efigie de la esfinge recién bajada a tomar café con motivo
de los funerales del poeta y pasar la tarde de las calmas de enero.
¿ Era una de las parcas la señora que se sentó a mi lado y decía
vivir en un cuarto de la calle del Almirante? Tengo su respuesta
clavada en los entresijos. El péndulo es un gran invento, nuestro
rasero fijo, el nivel que al aplanar el celemín deja cada cosa en
su sitio. Yo quería entrar en el templo de las musas y sólo
encontré Euménides gritandome al oído su tristura y desolación
por lo que pudimos ser y no fuimos. Sus intimaciones me recordaron
el pensamiento de Job: mi madre me concibió en el pecado. No se
puede pedir peras al olmo. La vida da más vueltas que una noria.
Del Cela pobre y vagabundo que hacía amistad con el arriero de
Quitanamanvirgo o platicaba en deleitosa conversación a la vera de
los soportales del Arrabal de Arévalo con Senén de Guzmán hidalgo
venido a menos que miraba para la geometría hidalga de su escudo,
“dura carne de cecina histórica” con una leyenda que escribía:
“el tiempo conmigo” al Cela que salió por peteneras al casarse
con la chica del tiempo, una Hermida girl, que opina en las mesas
redondas de las terelus sobre famosos y otras hierbas, al Cela que
desheredó a su hijo testando a su favor un cuadro rasgado de Miró,
que menuda cabronada, existe una distancia infinita. En la hora de
la muerte no se dejó llevar por el ángel que había en él sino
por los mismísimos demonios. Pero parece ser que sólo los genios
tienen derecho a ser excéntricos. Mira Tolstoi que falleció en la
sala de espera incómoda de estación de una ciudad de provincias
rusa, al cabo de un ataque de celos y de sus muchas desavenencias
conyugales. La vida da más vueltas que una noria. Parece que no se
mueve el mallo en sus giros monótonas tras la collera del burrillo
blas pero mete unos cambios que tiembla el misterio.¡Hay que ver lo
que puede dar de sí el transfuguismo en este país! Fue un otoño
caliente que vivimos. Ya se sentían los estremecimientos del hacha
del leñador el que nos iba a cortar los frutales de nuestro jardín
de los cerezos pero en South Kensington donde yo vivía en la
esquina de una plazoleta mística frente a la catedral de los
armenios en que crecía un tejo tatarabuelo de copa ensimismada olía
a mosto y a manzanas recién traídas de los pomares de Kent. El
aire era fino y se llevaba algunas hojas de los castaños de Indias,
que el autor del Viaje a la Alcarria llamaría regoldos, para su
colección particular, o, travieso y juguetón, tenía a bien
alzarles la falda al atravesar los pasos de cebra a las quinceañeras
de Kings Road en mini skirts con estampados de colorines . Mucha
bandera inglesa. Dios salve a la reina. Ibamos a ser salados a fuego
lento muchos de nosotros. Los golondros del destino con sus piruetas
inexplicables se entretendrían en hacer de nuestras carnes
curadilloxxiii,
mera corambre, pero casi nosotros no nos daríamos cuenta por ser
muy largo y lento el proceso revolucionario. Así que no pudimos
gritar lo de san Lorenzo cuando estaba en la parrilla. Nuestros
enemigos fueran mucho mas discretos, disciplinados y sublimes.
Habían aprendido mucho con el tiempo. Cuando se presentan de tal
suerte las cosas, caben cuatro soluciones: la huida hacia adelante o
bien esconderse buscando un escondrijo como Latibulino el guerrero,
aparentar locura bajándose al moro, o bien emborracharse un día sí
y otro no por las tabernas del barrio. A Noé al verlo sus hijas en
manos de Baco y en estado tan lamentable quisieron meterle mano. Al
final lo taparon con su peplo pero a los que abrevábamos a pecho
descubierto y cogíamos curdas monumentales por el Madrid de los
austrias en plena transición y pagábamos nuestras propias
consumiciones de vino áspero sólo nos servía de paño de pudores
el relente de la madrugada. Si te caes no te levantas. Estábamos
con el culo al aire. Primero, la democracia; luego, la globalización
y acto seguido, todo se andará, el oficio de difuntos. Los
preliminares del maestro son un responsorio de despedida a ese
mundo que se va, a la España que se desangra, a los burgos que dan
en ruina, a las iglesias que se desploman y a las palabricas que
fenecen por el desuso, la ignorancia o la pérdida de su utilidad
práctica porque aquello para lo que servían y designaba fue a
parar al desván del olvido. Algunos han vendido muy bien esta
decadencia por lo que se ve. Delibes, Cela que siguen la brecha
abierta e inaugurada por los del 98. No digo que le falte su punto
de razón al trazar un panorama tan negro pero todos hemos preferido
ser pobres en Arévalo a bomberos con buen sueldo en Manhattan. Y, a
lo peor, el péndulo vuelve la dirección cualquier año de de
estos. Esa obsesión de nuestros escritores con denostar lo propio
me causa desazón. Se ve que han viajado poco. En todas partes
cuecen habas. Aquí al forastero se le concede el culo y al vecino
por el culo y no se aplica a los indiferentes la legislación
vigente sino que se hacen palinodias que evidencian la impotencia y
la degeneración de algunos próceres. Al enemigo se le saca el
incensario y el bodigo mientras se da con un portazo en los dientes
al pobre que llega a pedirnos y es de nuestro propio clan. España
no puede ser un país tan terrible y donde se viviera tan mal como
nos dijeron porque acá quieren venir todos a posar. De China, de
Perú, de Argelia, Inglaterra. Medio Ecuador se pasea por la Gran
Vía o por las Ramblas. El regeneracionismo noventayochista abocó
a la degeneración milenarista que ahora nos sorprende y apabulla.
Ha sonado la hora de rendir cuentas al amo. Europa se sienta en el
banquillo mientras algunos sin admitirlo o reconocerlo más que para
su capote saben que el principal reo es el cristianismo. Ese va a
ser el drama de los lustros primeros del siglo veintiuno, en
mantillas como aquel que dice. Cincuenta años antes Cela cuando un
martes de mercado escuchaba el mayor eructo que escucharon los
siglos en Piedrahita del Cebrero de la boca del “Treintarrobas”
que se estaba merendando un cabrito del tamaño de un niño de
primera comunión da la voz de alerta de este verrojazo que estaba
por llegar. Consecutivo, una de dos: o nos engañaron nuestros
propios próceres, o esta crítica debeladora poblada de esperpentos
y de sinrazón pueda que responda a unas intenciones tan inicuas e
inconfesables de vindicta apocalíptica. ¿Os acordáis de cuando
entonces? ¿Sí? Pues ahora las vais a pagar todas juntas. Esta es
la lectura que algunos observadores avisados, pero que no publican
porque les han quitado el tornavoz y el púlpito, hacen del
entramado que surgió de la involución ocurrida en 1989. Lo del
ataque a las Torres Gemelas no es más que un corolario del planteo
de esa filosofía global que aspira al fin de la historia según la
hemos venido entendiendo. Kundera lo había también adelantado pero
Cela por los andurriales de Castilla fue mucho más explícito y
brillante en su análisis. Casi habría que llegar a la conclusión
de que esto se acaba. De ahí nuestro desosiego interior y nuestra
nostalgia por aquella España tan zurrada y vapuleada de la
posguerra. El pueblo no es tonto. Nunca lo engañan. ¿Falta de
libertad? ¿Qué otro pueblo de la tierra como la nación española
ha conseguido construir una literatura tan rica y tan variada en la
que cuestiona sus propios valores? Entre los anglosajones medran
poco los escritores que cuestionan el sistema. Fijénse en Ezra
Pound que acabó metido en una jaula en Roma o en TS Eliot al que
los deicidas han quemado en efigie. No. Nosotros hemos puesto al
retortero y sin ningún pudor nuestras miserias en la plaza. En
Francia esta postura iría contra el chovinismo galo y sería
impotable y en Alemania se celebraría con una noche de la Walhalla.
La censura que actúa a la sazón con el tercer milenio aun niño
utiliza otros planteamientos y procedimientos más sibilinos. Se
asoma a la red y domina con guante de hierro las editoriales y las
redacciones periodísticas. El gran cofrade desparrama sus
cazatalentos por el mercado o envía a sus lictores al servicio del
pretor de turno para hacer cumplir la ley. Aquí sólo pita el
blasfemo y todo aquel que peque contra el Espíritu. La manipulación
y trucaje llega a las últimas consecuencias de la jugarreta, la
protervia, y el menoscabo de la verdad y la vida. Mucha pasamanería
y de trujamanía, bastante más. La movida cultural es una
epanalepsisxxiv
o epanadiplosis perpetua. Dares y tomares y volver a tomar.
Resultado: la gran mentira. Y una vividura artificial por encima de
nuestras propias posibilidades. Servidumbre de las masas desamoradas
y analfabetos cibernéticos. El distingo diferencial es que nuestra
juventud está enferma de la voluntad mientras que aquella a la que
canta y trova el vagabundo por los vericuetos de Gredos, el Eresma,
el Duratón, el Tormes o el Adaja la cordura y la sana sabiduría le
salía por las costuras del alma. Era dueña de su futuro. Ahora no.
Vive de entelequias y ha de comulgar con ruedas de molino. Les han
hecho creer que la vida es un carnaval. Corren por sus venas mil
yerbas de tradición hidalga que predispone contra el trabajo
manual. Los chicos quieren tener carrera, padecen titulitis, para
acceder a una colocación segura y ser más que los demás. Les han
dicho que odien a sus padres pero no se emancipan ni independizan
del hogar familiar. Se funciona todavía por castas y por linajes.
La concepción de la pirámide social sigue siendo un trípode. En
el hiato que se tiende entre falsas expectativas y cruda realidad
viene el choque y con las consecuencias que acarrea: falta de
adaptación, la litrona del “finde”xxv.
De aquellos polvos, los bandos de la movida y el estar al loro de
aquel edil socialista garrulo y cachondo a estos lodos. Ha de venir
Rojas de Marcos desde Nueva York para hacernos un diagnóstico
promocionando de paso una serie de programas de máxima audiencia
televisiva que son una copia mediocre de aquel “Ruede la Bola”
por la Inter en los lejanos sesenta o “Salto a la Fama”. Mamá,
quiero ser artista. Hedonismos furibundos, limosis y bulimias. La
adelgazadera. El culto al cuerpo. Hay que parecerse a las modelos de
talla diez que se contonean en la catasta. Feria de vanidades. La
cara oculta de todo esto son los innumerables mozos y mozas de este
reemplazo que quedan en la cuneta. Todos quieren triunfar pero hay
númerus clausus. El sistema es cruel y no permite subterfugios. O
lo tomas o lo dejas. Tampoco se permite a nuestros chavalas y
chavales la capacidad de crítica y de rebelión que exhibían
nuestras promociones cuando leíamos a Cela a hurtadillas en las
tardes de paseos en aquellos seminarios abarrotados frente a los
acantilados cántabros debajo de la imagen del Stella Maris. Han
sonado todos los timbres de alarma. Hay que competir, pisar cabeza.
Hoy la cucaña celiana es más pina y resbaladiza que antaño.
Muchos llorarán lágrimas de cocodrilo mientras los verdugos afilan
el hacha. España va bien. ¡Hay que ver que gente tan guapa luce el
jeme por las revistas ilustradas! Da gusto oírles cantar en inglés
casi sin acento convenientemente instruidos por profesoras de baile
catalanas que aprendieron a moverse en los gimnasios del Bajo
Manhattan. Luego son incapaces de redactar diez lineas en castellano
sin veinte faltas de ortografía. Somos los mejores. Tenemos un rey
que no nos le merecemos y un heredero de la corona ¡que está tan
bueno! Uno en su modestia hace suyas las palabras del vagabundo que
“ama a España sobre todas las cosas” y le duele ver cómo,
desde hace trescientos o cuatrocientos años, se la vienen
merendando sin tregua ni piedad, la estulticia, la soberbia, la
socarronería: ese gorgojo de tres patas que pudre las almas en las
que hace su nido”xxvi.
En 1953 della quedaba algo. Hoy puede que nada. La estulticia, la
socarronería, la soberbia han ido en auge aunque quizás se las
perdone por llevar un arcén en la divisa que muestra que estos tres
vicios cuentan con bula. Son democráticas, ojo . El dictamen que
hace entonces de la sociedad española no puede ser más clástico.
Sin embargo, si en lugar de los puñeteros cuarenta hubiera tenido
que darse a conocer el autor en los años globales del siglo
veintiuno recién parido para publicar lo hubiera tenido más
peliagudo, hubiera encontrado mayores dificultades para salir, o
sobrenadaría perdido en la bazofia de la literatura atragantada que
nos sofoca. Aparte de eso, el personal no lee, se ha vuelto
analfabeto y ágrafo. Está enchufado a Internet o a la gehena de la
tele. California equivale a Hermida con sus chicas y terelus, sus
marinas y sus castaños. La gente piensa poco por sí misma. Deja
que se lo den bien mascadijo los informativos. El sistema funciona
con los reclamos del miedo, el terrorismo en el cuerpo, la bazofia
intelectual, la contaminación moral. Ahí estamos. Manejando
pleonasmo. Viviendo en los gerundios, gerundiadas y presentes
continuos. El español ya piensa en inglés macarrónico. Nos hemos
vuelto para algunas cosas de un rigor expletivo. No pintan mártires
ni confesores en el santoral laico sino fiestas concretas. La del
árbol. La de la mujer trabajadora, el día del sida y del orgullo
mariquita, los 23 efe, los veinte ene, los once setiembre, etc. En
sus mejores momentos, los libros giróvagos, ahora tan en boga y tan
redituables - le han salido a Cela con el tirón de la televisión
no pocos epígonos contrahaciendo sus buenas formas y siguiendo la
ruta de sus muchas pisadas por la Piel de Toro- consiguen convertir
la prosa en poesía. Cimeliarca o tesorero de los clásicos, da
pábulo a un concepto de la literatura entendida como ruta y también
como liturgia solemne. Sus libros eran acogidos por la crítica como
una misa mayor con oficio de tres prestes. Bajo el mazo de las
almonedas los libros de Cela siempre cotizan por lo alto y a todo
trance. En los últimos años había dejado de ser un acontecimiento
literario para alcanzar el rango de fenómeno sociológico. Un rey
midas que transformaba en dinero todo lo que toca. “Virtus in
medio est”, y “medius in rebus” que decía los latinos. Con él
no valía este adagio. Todo se lo debe a Américo Castro el cual al
correr de las décadas le ganó el pulso sobre la interpretación de
la historia de España a Álvaro Sánchez Albornoz. En el suum
cuiquexxvii
de esta controversia el polígrafo avilés defiende a los cristianos
mientras don Américo se decanta por los judíos. Y Enrique Larreta
(1875-1961, Buenos Aires) con su mejor novela histórica de este
siglo, “La gloria de don Ramiro”, celebra el elemento morisco
de nuestra historia. Alberto Insúa, otro de los grandes del 98,
encuentra en la “Ciudad de los santos” un Ávila claustrofóbica,
un poco ciudad cárcel donde sus habitantes viven sometidos a un
perpetuo espionaje de comidillas y abandera la facción del
progreso; el hispano cubano proponía imitar en todo a los
norteamericanos que nos acababan de hundir todos los barcos en la
Bahía de Santiago y en Cavite. Detrás de cada cortina hay unos
ojos que espían y de cada pared una oreja apostada. Es un poco
también la obsesión de Clarín en la “Regenta”y sus
reconcomios contra los carbayones levíticos, el clero que abusa de
su poder. Todas esas fuerzas encontradas laten en la obra mayor del
padronés, “Judíos, moros y cristianos”, una periégesis con
todos los honores al laberinto celtíbero. Cela bebe en estas
fuentes regeneracionales del 98. No dice nada nuevo pero el estilo
en el que expresa sus opiniones sobre la Castilla depauperada supera
a todos. A Baroja, a Azorín, a Ortega. Revierte al concepto
mesiánico y, por tanto, judío del mundo. Por el contrario Sánchez
Albornoz se queda solo en su defensa del cristianismo a palo seco
contra las dos otros concepciones restantes de la España de las
llamadas tres culturas. Él es el más serio, el más científico.
El más realista. Pero perdió. En Roma y en Madrid no lo quisieron
hacer caso. Padeció exilios y persecuciones. Sus consejos quedaron
arrinconados y sus libros peligrosamente olvidados. Creo que el
noble hidalgo, que nació en la casa fortaleza de los Aboín cerca
de la Puerta de Santiago, es el único que dice la verdad. Al
contrario, Cela que logró ser catapultado a la fama no por el
Pascual Duarte ni la Colmena sino por el “Judíos, Moros y
Cristianos”, un gran reportaje que le consiguió el palenque del
nombradío, baraja también las dos primera posibilidades semitas,
confiesa aburrirse como una ostra en las catedrales, aunque
siguiendo una línea respetuosa y ecléctica para las creencias de
los demás, pues nunca podrá de apostatar de su vieja fe. Esto
supuesto, merced a apoyos ocultos y la inercia subterránea de la
historia que condujo al triunfo total de sus nuevos mentores donde
siempre gozó de amplio prestigio y vara alta. Además, siempre fue
un coruñés que contó con buenas aldabas y mejores zancos. En los
encantes, defroques, azoguejos, mercadillos, almudíes, zacates,
alhóndigas y puestos de venta ambulante los tomos de Cela te los
quitan de las manos, que el cronista, cuando le dio un arrebato, al
verse defraudado en sus expectativas por el autor de sus sueños,
puso al tablero por unos pocos céntimos. La “Gavilla de fábulas
sin amor” la regalé en cincuenta duros a un marchante de
Villalba. La empecé a leer y me pareció una cochinada pese a las
ilustraciones de Picasso que jalonan la edición. Hoy ese texto en
los anticuarios no se remataría por menos de treinta mil duros. Es
igual. Date obulum Belisario. Este es uno de los pocos libros que he
sido incapaz de terminar. También me ocurrió con La Catira novela
escrita por mandato de un presidente venezolano caudillista y
corrupto, y que maneja una guasería caribeña poco accesible. Aquí
las cotizaciones librescas se marcan ad líbitum. me mantengo en el
criterio de que el autor sólo pasará a los manuales de literatura
por un par de buenas novelas que, en cambio, pierden bastante al ser
vertidas al idioma extranjero. Cela es un castizo. Los veredictos
del mercado circulan a redropelo de los criterios estéticos. Con
que el fenómeno Cela, niño mimado de los nuevos ricos españoles
es todo un acontecimiento extra literario a estudiar por los
estadísticos, los que sondean el pulso y la opinión de los
pueblos. No existe otro parecido paralelo al suyo sacando a Vicente
Blanco Ibañez que también se hizo millonario en vida a fuer de
novelas bastante mediocres. El río por lo visto se salió de madre
y toda la pesca pesquisada que él que oyó cantar las truchas, en
un alarde de conocimiento ictiológico y haliéuticoxxviii
a la vera del Tiétar así nos lo cuenta de antemano. Creo que los
que heredamos ese compromiso con España, ese amor a España
visceral y casi falangista hemos sentido esa emoción especial que
empeña sobre todo en la hipotiposis de todo aquello que ofrece su
semblante al trotamundos. Amor y dolor de España que escuece y
sorprende en cada teso y en cada cárcava o cuando se detiene a
enumerar lo que crece y se mueve, bípedo, cuadrúpedo o con alas
(peces, pájaros, hombres, alimañas) por una región:
El
ruiseñor aquella noche había cantado sus romanticismos en el
copudo y casi maternal regoldoxxix,
en el agraz membrillo, en la guindalera de fruto color de sangre, en
el manso peral de la pera ahogadiza, de la redondita y montuna pera
mosqueruela, de la guitarril pera calabacil del valle. (Judíos,
Moros y Cristianos pag. 285).
Cuando
iba por los caminos y hablaba con los meleros de Atienza, los
hidalgos que se fumaban la toba y la colilla recogidas por los
ceniceros o en las cunetas cabe una de las siete puertas de Roa, de
Arévalo, Aranda o Madrigal de las Altas Torres (“mucho nombre
para tan poco pueblo”) y los presenta tipificados en este su gran
reportaje nunca hubiera podido pensar que los piojos, la vida airada
y los predicamentos a lo zaino hubiera podido aportar tanto de sí.
La literatura entre nosotros raras veces dio para echarse coche. Sin
embargo, hay algunos que lo consiguen. A Clarín sólo
administrativamente le servía para merendar. La comida y la cena
tendría que buscárselas por otro sitio. Y esto será siempre así
aquí en esto hoy, mañana, ayer y trasanteayer. Los personajes de
Cela siguen los pasos barojianos de las grandes pícaros. Con ellos
departió a la vera, fuma tabaco que sabe bien, echa un trago, come
un mordisco. Pocos hubieran podido prever que tan humilde dedicación
como es la de casar sílabas inspirada, exasperada, a veces
inútilmente fuera el fundamento de negocios de exportación,
industrial conserveras, inmuebles, acciones en bolsa. Ahí lo tuvo
todo que dejar. Pero, como una comadre de las que escriben hoy día
en los papeles, dijo cuando su cuerpo estaba todavía caliente en el
tanatorio, Cela ocupaba mucho sitio y muchos se habrán alegrado de
su muerte. Eclipsó pléyade de talentos intermedios. A opima y
óptima cosecha de catacaldos, condóminos y talentos intermedios,
de novelistas a los que nunca se hará justicia (estoy pensando en
el gran Alfonso Grossoxxx)
y otros muchos cuyos apellidos cuyo eco se ha perdido por las
gargantas y desgalgaderos del yermo del olvido. Aquí la gente sólo
tiene memoria para lo que le parece. Halagar al poderoso y no
salirse nunca del arcén de lo políticamente correcto es la última
Tule con la que se opera en la radio, la prensa, la escuela, el
aula, el foro. Largo es el camino regio que separa en una azeuxis
vivencial sin precedente al Cela que se paseaba por la Alcarria en
un Rolls conducido por la choferesa nubia y el que tenía que liar
su almadraque en los pajares y parideras de la Alcarria a merced de
la caridad de las gentes, o el amor incoercible de alguna sirvienta
bigotuda o de alguna viuda con ganas de hombre como la que se le
viene al vagamundo encima cerca de Candelada. Si Clarín nos enseñó
a amar platónicamente y uno por dos, como él llamaba a su
onanismo, Cela nos induce al trato torpe con meretrices y a echar de
vez en cuanto una canita al aire. A empujar la cena con dos
cuartillos de vino. Pero él tuvo más suerte que nosotros sus
discípulos. Se lo dije a Alfonso el cerillas del Gijón que tiene
muchos amigos y hasta es un informante de Su Majestad. Un tío listo
este CJC. Cambió la chalina y el tapabocas de tres vueltas por el
fular de Armani, la pelliza por el terno de alpaca. Como nos
encontráramos por última vez en los tránsitos del aeropuerto de
Barajas en el 82, le dije:
-¿Qué
se acuerda usted de mí?
-Sí,
pero hace muchísimos tiempos.
Era
la definitiva.
Y
se fue receloso camino de la puerta de embarque. No daba la
impresión de haber sido en su vida afectiva feliz. Caminaba delante
siempre de su mujer o un poco alejado de su consorte como los
rabinos betlemitas. Detrás de aquella apariencia cansada por el
halago y la consecución de todo en la vida debían de latir no
pocas desdichas. El hexagrama del destino retomaba la linea recta
tras muchos ringorrangos, crecientes y menguantes, de
circunferencias y circunvoluciones afectivas. Había dado la vuelta
la tortilla. Puede que hasta no fuese él mismo sino un ensabanado,
un aparecido. Perdía con frecuencia los papeles. Aparecía
cabreado con más frecuencia de lo que en él era costumbre. Conque,
como dijo el otro, “credat Judeus Apella”xxxi.
Eso se los dirá usted a todas, don Camilo. La vida da más vueltas
que una noria. Cela fue un andarríos toda su vida. Conservó ese
aire entre desconfiado y tierno de los tratantes de Cantalejo y de
los afiladores de Orense que van por el mundo recelando hasta de su
sombra y mandan a la mierda al que les hable en su propia jerga.
Aquí todo vale. Esa es la gracia del Camilo. Que acierta a poner en
labios de perailes, patanes, jiferos y capadores y otros pecheros
que va encontrando por la ruta palabras moribundas que mucho dicen y
bien saben y salen por orden certeras, felices, del morral o de su
alforja, en un párrafo aparentemente sin alardes y lleno de
musicalidad aunque para disponerlas con buen encaje el autor sudara
lo suyo. Las frases celianas que enamoran al principio por su candor
esconden menor espontaneidad, más intención y opificio, de lo que
a simple vista cupiera suponer. Ese amagar y no dar, ese sacar las
conversaciones del trillado convencionalismo otorgando respuestas
sabias y tajantes delatan una burla oculta de los desengaños
humanos. Una ironía cruel. Pesimismo hegeliano. Él contempla a
los tipos que encuentra en el camino real los cuales aunque parezcan
de carne y hueso son los ensabanados de su poderosa imaginación.
Proyectan un poco sus obsesiones. Virtudes y carencias de un
novelista que ama y teme al ser humano. Estos tipos que le salen al
encuentro a veces embisten. Se tiran. Son utreros que corretean por
la dehesa. Cela, que fue aprendiz de banderillero, les hace un
quiebro, los clasifica, los pone en suerte y los define con una
frase cincelaria. Para él el alma humana es sólo apariencia. Sus
libros son plásticos y llenos de colorido y de sensaciones. Tiene
una forma de contar como al desgaire y a la birlonga. El desaliño
es intencionado en acomodo del veredicto retórico “summa ars,
celare artem”xxxii.Allá
que te va sin un plan preconcebido. Eso lo aprendió en Baroja. De
buenas a primeras el lector queda deslumbrado por los parlamentos
de los figurantes que se parecen unos a otros y para ellos la última
Thulexxxiii
es satisfacer el hambre. Sueltan las mismas parrafadas entre guiños
desconfiados y escépticos. Cela encontró por esos andurriales de
dios a la postrer generación de los trajinantes, una raza a
extinguir, hoy desaparecida en Castilla la Vieja. Sentenciosos,
resignados, longánimos, presentan batalla a la adversidad.
Cubiertos de harapos sus coloquios recuerdan por la gravedad y
circunspección la forma como deberían de expresarse los personajes
de los cuadros del Greco si les fuese permitido abandonar su actitud
extática dentro de la pintura durante unos instantes. Utilizan
anástrofes, prolepsis y hay una hipotaxis variada en su dicción
manifestándose con una propiedad e intención que ya quisieran para
sí muchos académicos y profesores del aula. Las piedras no le
entusiasman pues no se declara lamerruinas y pone en tela de juicio
la versión que han dado los cronistas de la obra y la personalidad
de ciertos personajes como Enrique IV el cual según Cela, todo lo
contrario que Marañón, no era tan impotente, pues tenía a su
disposición todo un harén de mancebas jarifas. Los únicos que han
trabajado en este país - otro prejuicio histórico- son los judíos
y los moriscos, que a los cristianos les va la marcha. Lo que más
les gustaban eran los pleitos y melindres, los puntos de honra.
Sobre todo, vivir sin pegar golpe. En sus libros de viajes mete el
coruñés de la pluma florida, caballero andante de los despechos,
la adarga a todos estos convencionalismos y disquisiciones a priori.
A beneficio de inventario y aunque no le interesan demasiado los
monumentos cuenta con garboso poderío la historia de los mismos,
desde que fueron fraguados hasta que dieron en tierra sus torres o
se vinieron abajo los arcos. De los seres humanos desconfía pero le
enternece el paisaje. Da ración doblada de ingenio - sus relatos
son un verdadero tour de force estilístico- a la hora de cantar los
méritos de la naturaleza, nombra las hierbas, conoce el nombre de
todo lo que vuela y sus propiedades. La cigüeña, por ejemplo, le
enseñó al vagabundo“la conveniencia de no dejarse ver sino por
temporadas; el búho le adiestró a no pestañear y le hizo maestro
a fuerza de golpes en los arcanos de la paciencia y el goloritoxxxiv
instruyó al vagabundo en las sanas tendencias de cantar, pase lo
que pasare, como un loco y sin pedir permiso”. Al pasar por
Arévalo dice: “La Moraña cría el cereal, tolera la vid, maldice
el árbol”. No se puede evaluar a un sexmo, a una mancomunidad o
a una universidad que es como se llamaban a las regiones antes de
que apareciera la retama tiesa de las autonomías de una forma tan
sonora y tan sabia. Se consigue on esta taxonomía del lenguaje la
emoción del idioma que ha de palpitar en toda obra de arte. Es el
no va más. Al hacer balance de todas estas filiaciones psicológicas
y semblanzas topográficas el lector se descubre. Chapó:
-Oño,
es verdad. Qué bien dicho esta esto. A mí no se me había ocurrido
cuando pasaba por allí. Hay que ver lo bien que escribe este chico.
¿Decís que se llama Federico?
-No,
señor. Se llama Camilo José. Es un gallego que ha logrado hacer
volar al castellano por las cumbres del aguila por donde solía.
Los
censores quedaban patituertos ante sus desplantes. Ese derroche de
ingenio que haría quitar el gorro incluso a sus detractores más
radicales. El franquismo siempre respetó las genialidades del autor
del Viaje a la Alcarria. Las tres veces que tuve ocasión de hablar
con él a lo largo de mis días siempre me dijo lo mismo. Que la
censura no le estorbó para nada. Que el incidente protagonizado por
Cerro y Rocamora no fue más que una tormenta en una taza de té.
Tuvo de siempre mucha gente que andaba al copo pero él con su
paciencia y sabiduría de mochuelo los toreaba. Siempre estaba
viendolas venir.
De
pronto la gente desaparece. La muerte no es ni siquiera un acto de
servicio sino un episodio vulgar corriente y moliente en el libro
del habe y del debe como cada una de las tres ces con que firmaba el
escritor. Comer, cagar y coger. El gran Cela definía la existencia
humana en esos tres verbos pero él dicen que murió recitando
versos de amor in articulo mortis y diciendole a Marina que la
quería mucho. No es que pegasen mucho con su carácter tales
ternezas, pero Cela, un poeta de cuerpo entero, siempre tenía una
rara capacidad para sorprender y mostrar la cara oculta y hay un
último tranco de su personalidad con la que no me identifico ni
reconozco lo mismo que con el país al que le tocó asistir a sus
pompas fúnebres pues esta tampoco es mi España. Me la han
cambiado. No es que se fugase con una corista o con un cabo de
regulares como la madre del niño que encontró cabizbajo pasado el
puente de la Fuencisla en “Judíos, Moros y Cristianos” (el acto
de escribir con frecuencia deviene premonitorio) sino que se casó
con una coruñesa cuarenta años más joven que él y con pinta de
ser la modosita chica de la tele que recuadra después de cada
telediario puntero en manos los pronósticos meteorológicos. Lo
puso a dieta. En su primer matrimonio no parece que hubiera sido
muy feliz. Convivir con un genio, difícil tarea y Charo Conde llegó
a decir, quien sabe si para herirle que en realidad de quien había
estado enamorada era de su secretario el escritor Caballero Bonald,
un segunda fila, menos genio pero puede que amador mejor, hay que
joderse los bandazos que da el destino con sus vueltas y crecientes,
más que una noria, sí. Pero en su vida y en su obra el papel de la
mujer resulta siempre ancilar y periférico. ¿En su caso segundas
partes fueron buenas? Pues parece ser que sí. Por fuera se le veía
contento embutido en un nuevo perfil. Si a una la puso a pasar a
máquina su extensa obre escrita en letra pequeña endiabladamente
minuciosa la otra quedó encargada de que llevase siempre la corbata
a juego y apuntalar su figura pública con todos los vales del
mercadeo y de lo políticamente correcto. Quedó un Cela
descafeinado que hasta dicen que cobraba las entrevistas, lo que
nunca hizo pues era generoso y simpático en hospitalidad, tiempo y
espacio. Y de contado en aras de un nuevo “look”: millonario de
las letras, senador a dedo regio, cartero mayor del reino,
mantenedor de las fiestas de Zamarramala, actor de cine, guionista y
productor, anunciante por televisión de la nueva guía de
carreteras, cachondoxxxv
mental, pero apto para todos los públicos con una mezcla de
retranca y de ternura.¡Ah su ferrete coruñés! Los del “Diez
Minutos” lo retrataron en pantalón de deporte marcando paquete y
reventando las costuras por la pernera del bañador. Marina lo puso
a régimen y fue centro de interés y de atención para la prensa
de casquería antaño por él tan denostada. Pero estas son
lentejas. El Nobel supo darse cuenta a tiempo. La sociedad española
al volverse permisiva se hizo menos intelectiva y trascendente y él
que había sido un peso pesado del casticismo celtíbero supo
adaptarse, siempre dentro de lo que cumple, a la cultura de lo
light. El majadal de la Colmena se convirtió en corrala a medias.
Las vecindonas de antaño habían cambiado la toquilla y las sayas
por prendas de alta confección pero el remango y las lenguas
viperinas seguían siendo como siempre. Cuando se produjo la
revolución de los nuevos gustos de los que son epítomes dos
periodistas ( Jesús Hermida y José María García) él busco sitio
en el ruedo mientras otros toreros se cortaban la coleta, otros eran
condenados al silencio y los más se morían de asco o de
aburrimiento. Señores hagan juego.
IV
Cela
supo sucederse a sí mismo. Sus libros y manuscritos cotizaban alto
en las almonedas, como ya explicaré abajo en esta crónica y sus
textos copaban los primeros lugares de más vendidos aunque sus
lectores más fieles, los que lo seguimos desde el principio,
quedáramos desconcertados y hasta aburridos. Al principio pensamos
que serían cosas de Cela pero luego notamos un cierto
empecinamiento y señales alarmantes de decadencia aunque él supo
llevar como corresponde a los cánones eso de la esclerosis. Cuando
las venas se endurecen, la capacidad de fabulación se agarrota y
hay signo de chochez. El maestro siempre decía lo mismo. Como
todos los días amanece Dios, los jueves ya están en los kioscos
las revistas. Renovarse o morir. Para que todo siga igual y aquí
sigan mandando los mismos. Gautier Casaseca fue reemplazado por
Pérez Reverte quien debe de haber leído mucho tebeos del Guerrero
del Antifaz y de Roberto Alcázar y Pedrín de guaje. A Corín
Tellado le salieron no pocas emuladoras aunque esta vez con coroza
de feministas que proclamaban lo de siempre:
-Hay
que contar una historia.
Hay
que saber ser y saber estar para poder colocar el producto. Y en eso
él se dio buena maña pues fue y estuvo siempre. Cela, esa fue
clave de su apoteosis, era un ser humano tan vitalista que se las
arregló para poder ser y estar en un país donde la gloria
literaria a cualquier hora sujeta a pedimentos dura lo que un
caramelo a la puerta de un colegio, practicando equilibrismos, eso
sí, al pie de medio siglo de vida española y pisando la cabeza de
sus detractores sin cuento. Hay que echarle redaños. Hay que ser
muy listo para esto. Hacer algún que otro calvo. Esquivar más de
una bofetada. Él encajaba siempre los golpes con flema británica
pero sin llamar a sus enemigos por su nombre. Era un consumado
titiritero en las ardides de la cuerda floja. Abajo estaba el pozo
de los leones cuyos rugidos desmelenados aguantó toda su existencia
y de él se elevaban las lenguas serpenteantes del áspid manando
azufre por la boca. Había que aguantar el tipo porque un resbalón
en este país, donde hay un ojo que espía detrás de cada estor,
los muros tienen orejas y media nación se dedica a espiar lo que
hace la otra media a fin de recabar información para cuando empiece
una de las habituales caza de brujas a la que estamos acostumbrados
puede significar la muerte civil del interesado. Tipo listo, Cela no
sólo se mantuvo en vilo y en la cresta de la ola sino también a
medio sector animando el enrarecido ambiente literario cuando
llegaron los comisarios felipistas pistolón al cinto y empezaron
las sacas de los pintacilgos de la literatura. Cantaban demasiado
bien y había que fusilarlos siquiera fuese sobre el papel que
ignora sus nombres. Eso de cegar jilgueros y echar ruiseñores a la
olla se les da de perlas a los mediocres pero había que eliminar el
pasado. Hacer tabla rasa. Borrar la memoria. Dios los ampare y
perdone. Con él no pudieron aunque ya digo que estos vengadores en
su sed de revancha fue mucho el ingenio y obras de autores que se
llevaron por delante. Negandolos el pan y la sal. Condenando a
tantos y tantos al ostracismo de las hemerotecas. Aunque la letra
muerta siga ahí. Como testimonio. Algún día vendrá en que se
vuelva contra ellos. Él hizo lo imposible para evitar la caída y
burló las celadas que le tendieron los podencos de Polanco. Se
colocó sobre su oronda testa una jipa, señores míos y se retrató
con un humeral judío en el muro de los lamentos de Jerusalén. La
cosa tiene tres pares de perendengues. Con todo, quizás llevara
razón Antonio Magariños, mi profesor de Latín, cuando decía que
no era novelista. Los hay más meritorios. Tomás Salvador,
Bartolomé Soler, Dolores Medio, Pombo Angulo, Emilio Romero e
incluso Castillo Puche entendieron este género literario y lo
practicaron con más recursos que él, pero amigo el Duarte en su
tiempo causó sensación sin merma de sus méritos literarios por
todo el aparejo político que circunvaló a la publicación del
libro en el extranjero. Quizás el iriense fuese hombre menos de
estructuras que de coyunturas. Hace una literatura de paso.
Recopiladora. La opción de superar la marca queda abierta a los que
vengan arreando. No aspiraba a una hornacina después de la muerte
sino a ser canonizado en vida a sabiendas de que las honras póstumas
en la tarea de un escritor no son más que sobras y miganduras de un
oficio duro que reclama áspero esfuerzo y proporciona escasas
consolaciones. Su obra es la de un clásico porque era hombre poco
inclinado al desmelenamiento. Por eso no tienen razón de ser los
gritos contra él de algunas Euménides que no lo han perdonado ni a
la hora de la muerte disparandole dardos envenenadores, cantigas de
mal agüero, nenias. A moro muerto gran lanzada diría don Camilo.
Hizo sombra a muchos y con su oronda humanidad taponó el camino. No
se lo perdonaron nunca pero él era un monstruo. Todo un
acontecimiento literario. La critica lo ponía verde y trataron los
más gazmoños de cerrarle el paso cuando lo de la censura a su
primera gran novela escrita a los veinticinco años y lo maltrataba
por deslenguado. El pueblo, sabio y ocurrente, reía sus donaires.
Al fin todos se rindieron aunque a la vista de lo que escribieron
algunos en su obituario el reconcomio como un palmito maldito o una
caña del diablo sigue brotando. Pero la literatura se llamó
durante casi cinco largas décadas en este país CJC ocupando un
trono indiscutible e insustituible por encima de las desavenencias y
murmullos de tirios y troyanos. Del país del pan de higo y los
realquilados en la miseria de aquel país de la busca barojiana a la
del euro ya ha llovido pero él supo capear dimes y diretes siendo,
además, él mismo y nunca fueron capaces de destronarlo ni de
derribarlo. “Yo tenía una novia portuguesa que se llamaba
Dolorines. Tenía algo de bigote pero compensaba”. Eso se lo dirá
usted a todas, le dije. Psht. ¿Y cuándo iba por esos andurriales
mochila al lomo las pasaría canutas, no? No sólo canutas sino
putas, hijo. Flautista de Hamelín del castellano, era capaz de
poner música a los conceptos que ya las palabras le subían al aire
como sinfonías perfumadas de incienso. Tenía buen oído y era un
poeta de los sentidos. Ante la lujuria pasaba de la largo. Camilo
José Cela, que a mí en la manera de fumar, en los andares y en la
forma de ser y de expresarse con mucha parsimonia y las frases
saliendo solemnes y armoniosas de su boca, me recordaba a mí padre,
así tan serio con ceñudo y apretando el entrecejo ceñido de gafas
de montura oscura que le apuntaba un aspecto de renitente escolar
que escribe con aplicación y empecinamiento la tarea diaria, o de
alguacil alguacilado, logrando, mediante el arqueo de la ceja
superior en forma de acento circunflejo, disposición propia de los
que leyeron mucho ( a todos se les pone cara búhos), van para
viejos y empiezan a estar de vuelta de tantas cosas, una gravitas
censoria de imitación a Catón era mucho más gallego de lo que
parece. Pocos conocían que era un enfermo crónicoxxxvi
Tierno, cuando le da la gana, arisco y lenguaraz, cejijunto o
distinguido, cuando se tercia, lozano y directo en le lenguaje de la
“Colmena”, conceptista y culterano en sus últimas entregas como
“Madera de boj” o “Mazurca”, él era un gran actor que se
interpretaba a sí mismo. Para colmo, acabó en casi una estrella de
Hollywood y murió en olor de multitudes. Se le enterró como dicen
que se daba sepultura a los héroes, a los santos y a algunos
alcaldes privilegiados; supo vender la mercancía en un oficio donde
sólo se cría caspa, estreñimiento, cárceles y destierros,
rencores y recontras para que luego venga acto seguido a mearnos la
parva una gumia de esas resentidas que quisieron ser novelistas y no
pasaron nunca de la esfera de cuenta cuentos o de tarascas con las
tres efes por feas flojas y frías como la muerte y venga ya digo y
estando de cuerpo presente y con su humanidad de quince arrobas aun
caliente dentro de la caja de ébano vaya y le insulte y lo llame
“fascista” a él que era presidente de la Amistad Española con
Israel y que sus libros barrían en las subastas que a ver quién
dirige este cotarro tan enrevesado de las almonedas pues allí,
domina mea, los libros de don Camilo que acaba de dejarnos vaya
faena por San Antón del 2002 capicúa, copaban. No vengas, tú,
pues, insidiosa, a querer caparlos. Él era el rey de las
liquidaciones y encantes variopintos, pues le hacía gracia a
nuestros jefes del pueblo elegido. Inclusive, logró colocar una
edición del Quijote relativamente tardía por más de veinte
millones, que a ver quien es el que está dirigiendo este lucrativo
cotarro de las almonedas y a mí no me vengas tú con historias
escritas desde el furor del uterino resabio (el clítoris vale para
otras cosas muy ricas pero no es buen consejero de la escritura, tía
basta, quedate con tus retahílas, tus agüeros y tus palabros pues
me han dicho que viajas por las noches en escoba y te diriges
cruzando las montañas a Fuensaldaña donde tienen tenida las
comadres) que don Camilo bien supo ponerse la yamulka a tiempo y
acudir al muro de los lamentos jerosolomita cuando cumple. Sin
renunciar a sus convicciones supo arrimarse al sol que más calienta
y era varón discreto que hacía las cosas todas muy medidas porque
el que vale, vale y no me digas que lo que quisieras tú es ser
ministra pues apañados estaríamos. Camiliño el de la novia
Dolorines la portuguesa y que se paseaba en Rolls con la choferesea
sabía comprar y vender, dicen que también era generoso y magnánimo
con los desvalidos, aunque yo personalmente pues hay muchos camilos
prefería el anterior, el del vagabundaje, las casas con derecho a
cocina, las novias portuguesas que en las fondas le daban de comer y
luego le hacían un favor, al de la choferesa que es más alambicado
y ambiguo que el precedente. Ese ya estaba un poco sofisticado, como
forzando la máquina, y se salía del cliché. Camiliño el de la
novia portuguesa me resultaba familiar y afecto. A don Camilo el del
premio ya no lo conocí. ¡Como se vendan tan poco como tus
indigestas novelas con condecoración y todo pero a las que no hay
quien les hinque el diente dejarías vacante el ministerio y a todas
las funcionarias como tú mano sobre mano, so bruja, montate en la
escoba que a xana no llegas porque las xanas como el nuberu y los
espíritus del bosque penates, manes y lémures son benéficos no
traen el odio ni la venganza ! Deja que allí se te aparezca no
santa Teresa sino el diablo incubo ese que no desprecia tus carnes
fofas y estragadas por el vino, borracha. Y tengo vértigo porque
cuando yo me pongo me dan writing cramps, palabra. Que con tu
obituario me has puesto de los nervios al igual que el de otros
mendas. ¿Eres epiléptica de eclampsia y gota coral, niña? Tú a
lo tuyo que no es analizar visiones sino a hacer entrevistas a los
fantasmas a los que llevas al pilón del río de tu pueblo a dar
agua del ramal. ¿Son asturianos esos huéspedes? Pues entonces
daca. Que siempre lo que tú fuiste fue celestina sin jarro en la
alacena y lo tuyo era el mono de miliciana pero no estabas cuadrada
porque no diste la talla para el ejercito. Eras tísica y no te digo
más porque el diccionario se me quedaría vacío de dicterios.
Todos acabaremos en el valle de Josafat unos antes otros después. A
los buenos les quitará la sed con un jarro al pasar por el pozo de
Samaria santa Forcina pero a ti te pondrá vinagre en el vaso que es
la que te mana por las garras pues no tienes uñas, tú útero lo
tienes pintado o sólo podrá parir piedras, no eres humana, que
recuerdas a los monstruos que asoman la oreja en los capiteles
prismáticos de los arcos circunvolados para representar en forma
anicónica el jardín de la maldición, esto es, la gehena. Luego no
me lo comparen con Quevedo por favor, dejénse de hipérboles y de
lecherinas por parte de viudas alegres y no me lo metan en la prensa
del corazón ni en los corrillos ni en las corralas mediáticas que
tal vez hayan contribuido a afianzar su imagen en los últimos años
maquillando y adelgazando a Cela para que compartiera tema de
reportajes con Rocíito y con el conde ése que nada esconde pues
todo lo enseña y que parla italiano. Y hasta lo hicieron marqués a
él que tenía querencia de vagabundo hasta que por un golpe de
fortuna de Venezuela gracias a una novela escrita por encargo
regresó millonario. Ni con esta chusma de entretenidas de la prensa
de la ingles, sus veleidades celiacas o coprológicas. Que cobran
por salir en la tele o por enseñar sus sábanas mancillas y las
bragas llenas de cazcarrias. Me lo quisieron echar al estercolero
pero él se defendía pues era listo, sabía judo y con la lengua
acerada y pugnaz como la partesana de un alabardero de Flandes hacía
llaves capaces de dejar fuera del cuadrilátero a los pesos pasados
del mundo de la comunicación. También se marcaba pasacalles y
sabía bailarle el agua al poderoso con donaires dicharacheros del
buen decir. No me le imagino poniendo epigramas debajo del tenedor y
la servilleta de un monarca y a la sombra no estuvo jamás salvo
alguna noche que pasó por un pormenor en el cuartelillo. Yo
prefiero a aquel Camilo de antaño tan gallego que sabía nadar y
guardar la ropa mucho más que el del chiste al que te encuentras en
una escalera y no sabes en qué dirección se dirige. Pero
conociendole pues tenía madera de triunfador tenía que ir siempre
arriba. Pensandolo bien no lo era lo que se dice filósofo. Ufano sí
pero densidad conceptual poca. Había bebido en las fuentes del 98.
Don Américo Castro con sus controvertidos planteamientos acerca de
la historia de España se irguió en fautor espiritual. Era un
vitalista. Pícaro (los que no lo han leído le cuelgan ese
sambenito) tampoco. Supo entender la vida. La cogió el tranquillo.
¿Qué mal hay en ello? A muchos le parecía un atropello aquel
desparpajo. Por eso no me cuadra que lo encastillen en el mismo
rango del gran genio de las letras hispanas por encima de él nadie
ni el mismo Cervantes. Quevedo es Quevedo y Cela es Cela. A ver si
nos enteramos. No le faltaba talento ni pluma con ser la suya de
tantos quilates, pero sencillamente no le daba la gana ser Quevedo
aunque en aquel mundo sus alabanzas al autor de los “Sueños”
eran una velada crítica a los que en este país se conforman sólo
con el Quijote que, además, no han leído nunca. Escribía siempre
mucho, demasiado quizás, y atinado con aquella letra pequeña
enmarañada que desglosaba y pasaba a maquina Charo, su musa
callada, la santa que le aguantó tanto hasta que Camiliño dio la
espantada. Pocos nos lo esperábamos. Y su prosa musical y bien
cuadrada parece que le salía del alma con tacataca pues hubo un
tiempo que sólo quiso ser Pata de Palo. Bartolomé Soler, eso pocos
lo saben, hizo un libro de viajes por la Castilla abulense mucho
mejor que el suyo pero sin tanta fortuna. Cela sabía vender bien y
colocar su producto en el mercado. Por eso digo que tenía algo de
retranca al escribir y se apoyaba en el carretón y las andaderas de
pie forzado a lo manierista y a lo tremendista conociendo los sabios
y poderosos registros del castellano en un tiempo en el cual
empezaba a dar vuelta el aire. Al autor de “Marcos
Villarí”
ya casi nadie lo recuerda ni le agradece su excelso trabajo. Ni
tampoco a Tomás Salvador que fabulaba con mucha más fuerza que el
iriense. Cosas de la vida. Cela gracias a su simpatía y
originalidad de un buen relaciones públicas de indiano millonario
destacaba en medio de una pléyade egregia de eximios literatos. Él
no fue más que la aguja en un pajar. Nunca en la historia de España
hubo tan buenas camadas de prosistas y poetas a los que la critica
de después del derrubio y del diluvio del 75 niega el pan y la sal
pero todos esos proscritos ahí están tentando con su grandeza
desconocida a las generaciones de los estudiosos de nuestra lengua
que hayan de venir subsiguientes. Cela supo adaptarse a los cambios.
Por eso afirmo que desde el punto de vista ideológico sus entregas
me parecen poco consistentes y congruentes. Tenía más de
periodista de buen estilo, el cual al escribir parece tomar
carrerilla y coger el tranquillo, que de creador lo que no fue
obstáculo para que lo encaramaran como consecuencia de dos libros
afortunados, el “Pascual” y la “Colmena” que no son desde
luego sus textos más acabados. La “Cruz de San Andrés” es la
que pusieron al revés y “Christus versus Arizona”, para mí su
mejor libro, por densidad constructiva, nos dan la versión de Cela
profundo y casi aterrado al borde del pasmo siguiendo los pasos de
Bulgakov en La Guardia Blanca y cuyo mensaje era que aquí han
ganado los americanos. Su humanidad desbordaba. No siempre fue
riguroso consigo mismo pues sabía que al camaleón que duerme se
lo lleva el río y que aparte de embadurnar sus ideas bajo una capa
de ecdisis (lo que le permite mudar de camisa a las culebras)
resultando del todo áulico. Tuvo una habilidad narcisista para no
desafiar al viento de cara. Supo ponerse sin hacer demasiado
remilgos otra chaqueta y ahora a ver quién es el mago que le tose
al autor del diccionario Secreto convertido en presidente de la
Sociedad de Amigos Españoles de Israel. Eh. Ofreciendo su bien
nutrida popa, aquel culo lleno de diviesos que tenía que sajarselos
cada equis tiempo, a los alisios que hacían navegar con fortuna,
sabía utilizar el paracaídas para caer de pie puesto que no en
vano en su juventud hasta que dejó de fumar un buen día de san
Antón de 1974, lo que son las cosas y el que avisa no es traidor,
reforzar el Farias de sobremesa con camiseta, verbigracia: un de
papel de fumar de librillo . Eso era lo que hubiera querido ser. Un
paraca de la literatura él que militó durante la guerra en un
batallón de asalto en la columna del coronel Castejón, esta parte
de la vida del iriense fue vetada y no convenía hablar de ella tras
la ceremonia del legrado de memoria al que fue sometida su
biografía. Aguantaba poco a los pelmas pues era muy inteligente y
cuando le cogías el punto, esa clave musical que es como un sol que
esplende toda su obra, fino oído de violinista que hace arpegios
sin ton ni son alguna vez que otra es muy ocurrente, meu Orense, a
ratos dulce a ratos picante como los pimientos de su pueblo, había
que cogerle hilo. Para entrevistar a Cela era menester conocerle un
poco habiendo captado su estética e ingresado en todo el ritmo de
su prosa que es cantiga juglaresca como la Galicia inmensa. Aunque,
ojo, había que vibrar con el personaje no te soltase una coz. Tenía
instinto para las palabras. En él cabía toda la galleguidad. Era
más simpático que Valle Inclán, no tan buen arquitecto desde el
punto de vista novelístico como José Costa Figueiras y no narraba
con la contundencia de malabarista de un Fernández Florez pero
estilísticamente grandísono, solerte, magnífico. A su socaire
crecimos y nos amábamos todos. Yo también, como tantos y tantos
niños de postguerra, quería ser CJC de mayor. Epígonos tuvo a
patadas. Le imitábamos porque puso música al castellano y sus
frases, refranes y dichos se nos quedaban entre las manos aunque no
abusara de la paremiología ni de la batología que echó a perder a
los que quisieron contrahacer sus libros. La verdad es que el
patrón era peculiar y muy suyo, sólo capaz de hacer un refrito con
sus propias composiciones ¡que carajo! Había que ser algo escritor
para darse cuenta del calibre del calibre del volcán. Su prosa
encuentra reminiscencias en Swift. De Quevedo al que admira aunque
sin parecerse adopta el desenfado superficial. En su casa de Torres
Bermejas allá por la primavera de 1972 me cupo la suerte de un mano
a mano. Fue uno de esos instantes de la vida en que se siente que
va a pasar algo y me parece que profesionalmente mutatis mutandis
aquello fue semejante a la que él hizo a Azorín. Una de esas
cumbres estelares que se alcanzan en cualquier vida. Después, uno
empieza a rodar por la ladera de la decadencia mas ello no importa
demasiado por que se percibe haber conquistado la cúspide. Esto no
puede quedar del todo mal. ¿Cómo dice? Que se ve que entiende. A
Cela, riguroso, ordenancista que había sido novillero, le quedaba
de aquella experiencia torera el resabio de entender la literatura
como una faena en la cual se ponen banderillas al quiebro y se
despacha al bicho con una estocada en el hoyo de las agujas.
Enfrentarse al toro de la vida era algo que requiere caireles y
corondeles pues el cornúpeta tiene unos embolados muy respetables
ponerse delante de este toro de la vida que tanto cuesta y tiene las
astas tan afiladas es una cosa muy seria. Hay que echarle mucho
valor. Por entonces Camiliño que ha tenido una frágil salud de
hierro y que siempre se ha estado muriendo aunque disimulara su
miedo a torearla con una sonrisa de medio lado en esa indiferencia
por lo que es incierto y cae fuera de las competencias, morirse es
un acto muy vulgar, tan cotidiano como las otras tres ces que paseó
por la Alcarria con su macuto a cuestas, caminar, cagar, comer y
joder de vez en cuando esta última j (CJC), ya nos hablaba de
“Madera de boj” con ese rictus desdeñoso. Tardó de escribirla
treinta años, fue el trabajo que más le costó llevar a buen
puerto, y no tenía mucha prisa la verdad. Por ponerse el pijama de
madera. Él era la vida misma y el emblema della hecha escritura
escribiendo sin prisas y sin pausas cada mañana ante el terror de
la página en blanco. Un mazo de cuartillas en su contador. Y hala.
Hacerlo todo a pelos ¿Y si no sale nada, don Camilo? Hombre, algo
saldrá. Se abrazaba a la columna de su pluma con aplicación
juntando palabras bien a sabiendas que le saltaban certeras y bien
sonantes entre sus dedos curvos, gafos, como agarratados, de tanto
blandir el cálamo. En dos horas no me levanto de la silla.
Estaríamos apañados si abandono porque no acude la inspiración.
En este oficio, si quieres, puedes. El que aguanta gana. Era muy
voluntarioso y sañudo. Hay que tener un buen culo y buenas
tragaderas y la próstata igual que un melón. Luego le copiaron la
frase. Pero qué más da. ¿Talentoso? Qué va. Mucho tesón. Se
copiaba a sí mismo. Tallaba las frases que luego le quedaban
rotundas. Tenía un alma juglaresca de trovador de Puente Deume que
sabía combinar en apropiadas dosis con la del afilador de Lugo.
Sólo de tarde en tarde mete a hablar gallego a sus personajes como
en algún pasaje de su libro mayor “Judíos Moros y Cristianos”
y por lo bajo, no les echara mano la pareja de la Guardia Civil. A
su regreso de Venezuela con la Catira en el telar dijo que se le
había olvidado el hablar de Rosalía tras su gira por las
AméricasY todo esto convivía con su vocación secreta que era la
de canónigo en Mondoñedo. Galleguidad variopinta y tierna de “mía
nay” combinándola con el exabrupto de cabruñador de Betanzos. Lo
que tenía es que se parecía un poco a mi progenitor. Un aire tan
solo. Puesto que todos aquellos que hicieron la guerra y la ganaron
se parecían un poco. Había una mirada de inteligencia. Una forma
de ser y de estar en todos ellos. Mantenían unos rasgos de hombría
y de humanidad con los que nos arroparon a los que vinimos después.
Fue una generación abnegada que se curtió en la lucha y por su
culpa a los que nacimos en la posguerra nos tocó pasarlas
estrechas. Heroica aunque algo putera. No todo iban a ser perfectos,
leche. Por eso despedían in calor y una seguridad en la que nos
arropamos los que vinimos a continuación. Nuestra rebeldía fue una
rebelión cariñosa contra aquel mundo dado. Quisimos matar al padre
y en ese pecado llevamos la penitencia algunos de nosotros. El mío
y el de Torbado estuvieron en el Alto del León, me parece que Cela
militó en regulares o fue legionario. Desde luego tuvieron otras
agallas diferentes a nosotros y gozaron de oportunidades que a
nosotros no se nos dio pero encaraban la existencia con mayor
entusiasmo y hasta con más optimismo en medio de la circunstancia
terrible del enfrentamiento de los dos bandos. No fue una guerra
civil, fue la lucha entre dos mundos, dos conceptos diferentes de
la existencia. Era gente que hablaba bien. Con más propiedad de
lenguajes, hacía cosas, se sentía comprometida y emprendedora.
Estaban muy lejos del resentimiento de los rojos. Lo pasado, pasado,
y a lo hecho pecho, que España es una y grande y libre. Los otros
incubaban el rencor en la hura extranjera. Los rojos afilaban las
armas en las radios ultrapirinaicas. Así y todo ellos ganaron. ¡Qué
me vas a decir tú a mí! Se sentían dueños de su propio destino
y estaban orgullosos de sí mismos tanto como para ir con la calle
con paso firme. Ganaron la guerra y luego perdieron la paz. Pero
eran los mayores. Cuando cambiaron las tornas los nuevos demiurgos
tuvieron que sacarse ideólogos de debajo de la manta y les salieron
mendas a los que colocaron en los puestos clave tras ponerlos recado
de escribir. Novelistas de aluvión. Salieron periostios como
churros. Con masteres y todos de la misma acelerada forma y por la
vía rápida que Franco dio la estrella a multitud de alféreces
provisionales. La mejor novela de la posguerra yo creo que fue la
“Paz
empieza nunca”.
La de la guerra, “Una
isla en el mar rojo”
de otro gallego, Wenceslao Fdez. Florez por lo que tiene de
profético y de denuncia de los gulags de los paraísos
democráticos. Si no aceptas mi condición mátote. Así pasearon a
tantos y luego les dieron el tiro en la nuca. Hoy por desgracia esos
muertos no se cuentan. Sólo valen los del otro lado. Esto es
insoslayable pero no quiere ser entendido o recordado por aquellos
que a marchas forzadas se afanan por borrar la memoria. De esa
manera hay ahora por aquí tanto valor arrinconado y tantos nombres
proscritos. El bando que se alzó victorioso sobre el palenque al
cual pertenecía Camilo perdió la batalla de la propaganda. A
nosotros en cambio no se nos dio la oportunidad de batirnos y
acabamos en beatniks. Los mejores novelistas de mi generación me
parecen que son Torbado, José María Amilibia y Marisa Medina. Dos
o tres nombres escasos. Sin embargo, en la que escribe Cela
constituyeron una verdadera floración. He aquí que el carvajal
gallego no ha permitido ver el bosque denso y poblado que hay detrás
con tantas setas como medraron a los pies de los grandes ejemplares
de la flora. Tengo que hacerle un reproche en esta necrología en
medio de las nenias que le dirigen sus afectos del partido
gobernante y del monarquista que no monárquico Diario La Razón,
mientras los socialistas hacen mutis por el foro niegan una de las
esencias más características de su obra la galleguidad aunque no
le hubo más gallego por más que escribiera en castellano o le
insultan como ya he dicho de esa esfinge maragata que asoma el
hocico por uno de los cabos de la cornisa cantábrica. Esa es una
veora que no hace literatura. De su boca sólo parten amenazas,
ajores e insultos. No lo perdonan. No le consienten el haber
triunfado. Era un gigante en medio de la tribu de pigmeos pero todos
se afanan por trepar por la cucaña y llegar a lo más alto. Él en
el título de uno de sus cuentos hoy olvidados, “La Cucaña”,
describe perfectamente el ambiente literario de nuestros días. Los
bogavantes quieren ser capitanes y al capitán que lo hagan cabo y
los enanos quieren cobrar altura encaramándose al palo mayor. Hay
que subir, copar las primeras planas, aunque sea a codazos. Es la
pura verdad. Aquí los entierros siempre han ido con plumero negro
con coche caballos. Son resabios que nos quedan de la guerra civil.
Habida cuenta de la catarsis de 1975 a los que deseaban seguir
respirando y publicando no les quedaba otro remedio que la ecdisis
con todo lo que eso implica de traumáticos cambios de camisa. Lo
contrario hubiera significado encuerarse y descorazonarse muriendose
de asco. Cela tipo ecléctico y simpaticón conseguiría aguantar en
el machito. Eso se lo dirá usted a todas. A ver. Claro. Como dios
manda. Estaba viendolas venir. Ahí está la clave: no se le vio
hacer la pirueta con tanto vértigo como a otros. Otras mudanzas
fueron más escandalosas. Él aguantó el tipo. Era un animal
literario. En este rais la briba y la compasión suelen brindar buen
refugio a esta situaciones revolucionarias. Si sobrevives la primera
cornada luego capeas el temporal de arremetidas como puedes y a lo
mejor resistes y hasta te sientes capaz de cuajar tu mejor faena,
pero hay que echarse a temblar cuando cobra carta de realidad el
axioma de lo imponderable y se vuelve realidad el deseo de cuando
vengan los míos. Tranquilos. No es que entrasen los de Arrese y
vinieran los de Solís sino que regresaron el mismo Carrillo y la
Pasionaria. Con ello todo lo que teníamos nos fue decomisado.
Resultó que los verdaderos vítores eran los suyos. Quedamos de
caballeros mutilados por la patria, ya no se llama así sino
democracia, reducidos al estado de jodíos cojos. El autor del
“Viaje a la Alcarria” olió el poste y lo que hizo fue sacar la
naveta donde se guardaba el combustible odorífero, el estoraque y
el olíbano y se puso a incensar al poder de forma descarada. A rey
muerto rey puesto. Es el único que está en su sitio. Tenemos uno
que no nos merecemos. Etc. Nos dio desazón y hasta vértigo a los
que habíamos encontrado congruencia en la política de este país,
antes una patria o un rais, aquella involución. Por primera vez
soldada la unidad de la patria y conjurado el fantasma de los
separatismos que él tanto despreciaba y que a su muerte asoman su
virulenta faz y esperemos que lo ocurrido en el campo santo de Iría
Flavia donde el Bloque Gallego se abstuvo de enviar representantes
al duelo no sea una premonición de lo que acontecerá. De gallegos
y talegos y de periodistas y parasitos es en parte de lo que se
trataba. Todos querían escribir. Todos querían firmar en los
papeles poner su voz en Radio Nacional y como consecuencia existe
superfetación de ingenios y un mundo loco, poblado gallinero denso
de los que aspiran a gallos de la quintana, a mandar en el corral,
una secuela de las ollas podridas de nuestros monstruos coronados
del noventa y ocho. No pienso que Cela en contra de lo que ha sido
dicho fuese el ultimo reducto de la generación del noventa y ocho
que se nos ha ido aunque estuviese en el entierro de don Pío y
portase a hombros su cadáver un Día de Inocentes - a su hijo
Camilo José C. Conde que es otro grandísimo escritor pues honra
merece le cumpliría el mismo triste cometido con su padre el día
de San Antón- porque aquella fue una generación de perdedores y la
nómina en la cual él estaba empadronado era la de la victoria. A
esta competición por llegar arriba lo llamaba él la cucaña
enjabonada y cucaña donde gatean siempre los más ágiles y
ardidos, no el que más vale ni el más arrojado, sigue siendo
España. Maricón el último. Esto es un quitate que me pongo yo. Es
peligroso parear banderillas descalzo por las riveras del río de
Parnaso como si fuere un coso taurino. En cualquier momento un
caimán a la agachadiza puede abrir fauces y zamparte. Zarcean los
enanos. Nos crecen ellos por todas partes. Hasta por las orejas.
Las ranas no dejan de meterse con Jupiter y en medio de este
guirigay el que chifla capador, el que aguanta gana. El que aguanta
gana. “Honni soit qui mal y pense”. Era la divisa que desde
Eduardo III en 1348 se ponían en la hebilla que les colgaba del
calzón o las polainas para acreditar el honor y la estirpe de los
encomendados a la Orden de san Jorge. Su código literario era una
especie de Ley de la Jarretera. Su rostro recordaba al de un abad de
Samos o al de un contramaestre templario. La máxima que eligió por
emblema y que campea en el frontis de su fundación, la casa de
canónigos de Padrón se trae un aire al acróstico que durante
mucho tiempo sirvió de lema a esta orden militar. Con la diferencia
de que Cela que era un monstruo para la contestación pugnaz y
lenguaraz sabía moverse como Pedro por su casa en esta charca
fuliginosa de las letras patrias. Tenía habilidad para el regate y
para hacer caños con que enviar a paseo a los mandarines y
cancerberos que guardan las puertas de la Laguna Estigia. Se hizo
monárquico con la misma facilidad de alterne como antes había
jurado los Principios fundamentales del Movimiento o puesto su vida
al tablero para ir a cazar rojos en calidad de espía. No creía
nada y esa fórmula del descreimiento aquí es premiada con lauros.
Porque no nos engañemos aquí los redentores terminaron siendo
crucificados y en todo español existe un diccionario secreto e
inclinaciones a convertirse en un don Juan de Mañara. Para triunfar
hay que ser un poco superficial y listillo ya que los sabihondos
siempre acaban por parecer antipáticos. En este giro tan amplio y
cambio de postura iban en juego el pellejo y los garbanzos. A los
que no quisieron renunciar a un cupo de buenos pensamientos e
ilusiones que alentaron y tuvieron no se les “paseó”
físicamente, no se atrevieron, pero el suplicio sería mucho más
contundente. Las brigadas del amanecer se pusieron en movimiento y
los tiros en la nuca fueron de otra índole cuando llegaron los de
González. Se los asesinó por la espalda moralmente y las torturas
y el tercer grado psicológico encontraron otro acomodo de cerco y
exilio interior al cabo de la voladura controlada del sistema mucho
más deletérea y pertinaz que el contencioso que desembocó en la
guerra civil. Cela se adelantó a la jugada de aquel ministro de
Cultura de infausta memoria que salió del frío de Auschwitz
acudiendo a Jerusalén con el humeral de oración sobre los hombros
a rezar ante el Muro de Lamento, lo que a la vuelta le permitió
capitalizar el gesto. Y decir a los socialistas que el premio
Cervantes se lo metieran por donde les cupiera. Que estaba cubierto
de mierda. Nunca se quitó de los hombros las filacterias en las que
vino arropado como un coselete o una rodela que le preservaba de las
saetas que le arrojaban los ballesteros del otro lado de la zanja.
Así a secas. Fue su gran hora. Su jugada maestra de gallego listo.
Le salió toda la finura de la Rías Bajas que llevaba dentro. No
aguantaba a los afiladores ni a los gallegos ni a los asturianos
cerrados. Estos, que carecen del sentido del humor y van por la vida
de resentidos y de grandiosistas de aldea y de montera picona cagüen
mi manto no le perdonan lo de la Santina. No supieron aguantar la
famosa broma del que se joda dicho en lenguaje tan contundente y tan
poco piropeado. La cosa pudo pasar a mayores y en algunos concejos
se le declaró persona non grata. A este padronés se le daban bien
las fintas. Se conoce que no estaba hecho de retales ni compraba en
las rebajas sino en los almacenes de rumbo. Les largaba un gancho y
los púgiles no supieron encajarlo conque los humos aldeanos de esta
España de cantones y bandos quedaban por los suelos merced a sus
donaires. “Ye piquiñina y galana. Pues que se joda y crezca un
poco más”. Mi novia Dolorines la portugueña tenía un poco de
bigote pero compensaba. Me picaba con las cerdas de su bigote pero
en ella encontraba acomodo por otro cabo. Vaya lo uno por lo otro.
Mira éste. Cela se pasó media postguerra avalando rojos hasta el
punto que en una ocasión lo llamaron de la Dirección General de
Seguridad y un comisario le dijo que se anduviera con tiento. Tenía
buen ojo y un oído fino para retratar al paisaje y al paisanaje.
Era un acérrimo y sagaz observador. Embaulaba dentro las
sensaciones vividas, copiaba las frases y giros escuchados en la
calle y luego las pasaba por el taller de su disección cientos y
cientos de horas de trabajo criando culo y escribiendo con letra
menudísima y a mano. ¿Y si no se le ocurre nada? ¡Pst! Hombre,
siempre algo saldrá. Claro que saldría de aquel esfuerzo el mejor
retrato del Madrid de los barrios bajos. Hombre que cargó la tintas
no hay duda y se le fue la mano hasta el punto de que sus retratos
no le salieron al natural sino con esa deformación picassiana de la
realidad que daría tan buenos resultados estéticos porque el arte
moderno viene a dislocar y a reconvertir los cánones que otros
crearon en un escorzo de brocha gorda más que de sutil pincel.
Erostratismo. Sonrisa vertical. Los españoles con el estomago vacío
se pasaban todo el día pensando en lo mismo consiguiendo que se
elevara sensiblemente la tasa de natalidad y ahora que están ahítos
pues lo mismo pero o toman ellas precauciones o malparen o el macho
ibérico se ha vuelto impotente el hecho es que no se cubre ni el
expediente, ni los maridos cumplen y nos tiene que importar mano de
obra exterior y han de llegar de las colonias a repoblar el país.
Cela conocía bien ese ambiente de chulos y de proxenetas. Cruzó la
charca sin mancharse las botas de barro. Nunca se le puede
considerar un crápula ni mucho menos es un representante del género
picaresco. Todas sus creaciones incluso las más ásperas guardan
algo de poema. Cela creo que era creyente a su manera aunque llame
idiota a François Mauriac y a despecho de la gran polémica
suscitada por sus ridiculeces contra la Santina. Cela no se metió
nunca con la Virgen Santísima sino que le daba cien vueltas la
cursilería ñoña y ese regionalismo montaraz que hizo de dios un
arma arrojadiza con sus mostrencas guerras de campanario. Quería
dejar en ridículo y destocar a los que aun gastan montera picona
porque él se ha sentido siempre español universal y conocía el
idioma su instrumento de trabajo como el que más. Eso en vez de ser
un grado se constituyó para sí en un obstáculo pues llegó a
perderle su facilidad para jugar con los registros del retruécano.
Al hacer chiste, acaso desafortunado, se enfrentó a la jerarquía y
buena parte del clero y de una feligresía que en Asturias como en
Aragón no admite bromas con la Virgen María. Estuvieron a pique
de excomulgarlo. Nunca fue santo de devoción del arzobispo Díaz
Merchán don Camilo el ex legionario que entró en Toledo con las
columnas de Varela que liberaron el Alcázar. Hay circunstancias que
los que predican tolerancia avientan resentimientos. Se hartaron de
llamarlo fascista y malhablado. Mejor hubiera sido no sacar las
cosas de quicio pero el río se salió de madre y Cela a partir de
entonces viajó poco al principado. Pero como ya digo era hombre de
mandobles y ganchos a la barbilla que tumbaban a un turco o un
cristiano. Nunca de navajazos ni de puñaladas traperas. Como la que
le propinaron en las posaderas en una juerga en Casablanca, según
refiere su hijo Cela Conde en su libro y que tendría consecuencias
dolorosas durante toda su vida que el paciente escritor soportó con
longanimidad y estoicismo. Nada de violento. Sólo un toro bravo.
Nunca se achicaba ante la provocación pero prefería derribar sin
herir cuando tenía que sacar la garra y el mazo. Pronto se dio
cuenta de que en este país o delante de los curas enarbolando la
cruz procesional y los ciriales o detrás de ellos y él prefirió
echarse a un lado dejando que pasasen los del rosario de la aurora
con sus incensarios, sus ecumenismos sus post concilios,
aggiornamiento y cambios manteniendose en la distancia respetuosa de
católico hasta las cachas pero con una fe del carbonero que conoce
la cruz de Cristo por el sufrimiento y él padeció bastante. Todo
lo de la clerigalla le venía grande. Le causaban tanta risa los
sorches que se resistían a entregar la cuchara como los obispillos
renuentes a abdicar de la cátedra y el báculo lo que fue premisa
de sinsabores, porque tenía por costumbre hablar alto y recio.
Siempre limpio y claro hasta el punto de que cobró fama de
lenguaraz y malhablado. Muchos quisieron cogerle en renuncios
tomando el rábano por las hojas. No había nacido para gobernador
civil ni para redactor del Boletín Oficial del Estado. Lo suyo era
la prosa limpia y dura como el hielo que mana del hontanar de la
vida. No los ringorrangos. La literatura fue su única religión y,
como pocos, supo encontrar a Cristo en las contradicciones de los
libros y hasta puede que Dios le echase siempre una mano. ¿Va usted
a misa don Camilo? Yo qué coños voy a ir. Ya tengo todas las
indulgencias ganadas. Me miró con cara de pasmo aquella mañana en
que me concedió una entrevista en su ático del edificio Torres
Blancas. Me repuse del susto cuando a renglón seguido me dijo esto
no puede quedar del todo mal. ¡Animo, me dijo, que Dios aprieta
pero no ahoga! Insisto en que un poco padre mío literario sí lo
fue, puesto que aquella interviú difundida por la cadena de
periódicos me trajo suerte. No me dieron el Nobel pero gané una
corresponsalía en Londres, justo lo que más yo quería. San Camilo
hizo el milagro. Queda constancia de aquel encuentro una fotografía
en la cual estamos los dos cada uno mirando para distinto lado.
Charo había apretado bien el gatillo e inmortalizó el instante
para mí glorioso pues había tenido la suerte de conocer al autor
admirado. Recuerdo que el primer cuento de Cela lo leí en el tren
correo de Santander camino de Comillas y en el seminario nos
juntábamos unos cuantos durante los recreos para leer a escondidas
en alta voz la Colmena. Luego volví a entrevistarme con él en
Londres. Había acudido allí a dar una conferencia incitado por el
director del Instituto de España que presidía Alonso Gamo un amigo
suyo. Cela estuvo tan ocurrente, bondadoso y paternal como siempre.
Al fondo Charo con sus ojos grandes que no abrió la boca ni un
momento durante el encuentro. La ultima vez lo retraté en Barajas
camino de Compostela con un pie en el estribo de su vuelo. Iba a dar
otra conferencia. ¿Recuerda aquella que nos vimos? Sí, hijo, pero
de eso ya han pasado muchos años. Y lo encontré huidizo y distante
pero siempre correcto, puntual y muy británico. Quise repetir la
suerte en el año 82 y le escribí a Guadalajara. Quería hacerle
una entrevista vestido de torero pero me disuadió con una carta que
aun conservo en la que me decía que ya no quedaban pájaros de
antaño en los nidos de hogaño. Más estilizado pero más huraño
con su abrigo de alpaca me pareció un hombre más triste. No lo
volví a ver salvo a través de sus comparecencias televisadas y sus
entrevistas en los nuevos medios que eran un calco de lo que
nosotros hacíamos allá por los sesenta. Cela también había
perdido su indómita espontaneidad aunque ya se sabe que el que tuvo
retuvo. El astro seguí brillando y deslumbrando a los del cotarro.
He comprado y tengo todos sus libros algunos subrayados en
particular aquella “Colmena” que él me dedicó ya algo
desconchada y que me diera suerte porque el Cela literario monstruo
de la comunicación podía ser considerado como un dios o un santo
intercesor al que nos encomendábamos cuando empezamos a hacer
nuestro pinitos. Era un talismán de suerte. La entrevista que le
hice gustó tanto que el director de Pyresa no dudó a mí enviarme
de corresponsal a Londres. Gracias, Vicente Cebrián. Gracias,
Camilo. Llueve sobre mojado y por mucha vueltas que demos al asunto
nunca seremos capaces de desentrañar ni de recorrer este laberinto
de Padrón, un mito, un misterio tanto como el jacobeo, la barca de
piedra que subleve a la meninges. Una milagrosa nave que nunca fue a
pique. Se le puso cara de santo a la vejez. En parte su éxito se
debiera ,quizá, a que que vino a este mundo con buena estrella,
niño mimado de los dioses. No parecía gallego, tampoco español. A
veces medio inglés por lo flemático y reposado, por la disciplina
y paciencia con la que cumplía recado de escribir. Era cómitre de
la galera de la literatura. Contestaba a los golpes del rebenque con
un par de sopapos o hacía trizas con sus poderosos dedos de galeote
de la escritura la fusta del corbacho. Fue canonizado en vida y
hasta tuvo hornacina contra la cual estrellaban sus piedras los
fracasados y malhumorados que hay tantos en este oficio pero él
como si nada. En su entierro vimos llorar y abrazar a su hijo
Camilín emocionado a un fraile franciscano. ¿No decían que era
ateo? Pues no, señor, a mí que me entierren como Dios manda con un
funeral de tres capas pluviales y que no desafinen los chantres en
el gorigori. Exequias por todo lo alto. Y nada de crematorios y de
incinerar, menos. Toda España fue testigo del abrazo de aquel
fraile menor al hijo amado. Nunca podremos hacer gavilla de él.
Pero salió listo el rapaz. Con tres carreras y una brillante manera
de escribir. De raza le viene al galgo. Para conocer a Cela hay que
adentrarse en los penetrales del mejor exegeta que es su hijo, su
único hijo, aquel al que subió a besar en la frente cuando
reposaba dormido en la cuna antes de iniciar la andadura del Viaje a
la Alcarria, y leer la biografía que éste hizo de su progenitor.
En sus páginas se nos revela el hombre, el escritor y el genio
compasivo, paciente y tolerante que me cupo en suerte atisbar en
aquella entrevista en Madrid una tarde de primavera. Esto no puede
quedar mal si le das la vuelta a algunas cosas como lo de la misa de
doce. ¿Sí, don Camilo José? Desde luego. ¿Hace un pitillo?
Venga. Cela no solía repartir la petaca en aquellos tiempos. Se
sacaba siempre un pitillo negro, creo que eran de la marca “Rumbo”
o “Ducados”, de la sisa del chaleco y fumaba con mucha elegancia
y dignidad. Luego tuvo que dejarlo. Primero lo dejó y luego miró
para el calendario. Era el día de San Antón mira por dónde, fecha
fatídica y de colofón. Aceptó el cigarrillo que le ofrecí con
la misma postura y circunspección con que fuman los personajes de
sus libros. Hace fumadores a todos los cabos de la Guardia Civil.
Tenía maneras de lord inglés. Siempre me lo imaginé hablando en
el alta camara o arrellanado en algún butacón de los master clubes
del Mall londinense. Al fin y al cabo había mucho en su persona de
caballero andante. Don Camilo, personaje quijotesco, repartía
mandobles. Algún que otro sartenazo. Nunca un golpe bajo a los que
trataban de herirlo por la espalda. No era un consumado experto en
las artes marciales ni como Quevedoxxxvii
experto espadachín ni controlaba sus arranques como Cervantes.
Nadie me ha puesto la mano en la cara, llegó a jactarse el viejo
legionario. El afán de defender a los menesterosos y ponerse de
parte de la condición de los desvalidos presenta sus riesgos. No
hizo falta que sacase a plaza las fuerzas de sus puños. Todo quedó
en amenazas. Si te pego una hostia te vuelvo ferroviario. No hizo
falta. La fuerza no la tenía Cela en sus puños sino en la punta de
la lengua. En el floreo verbal era imbatible.
FIN
13
de febrero de 2002
Miércoles
de Ceniza miércoles corvillo al día siguiente de martes lardero
acabadas las carnestolendas infinitas.
Notas
al margen
A
MARIA DULCINEA DEL SOTRONDIO DAMA DEL ALBA YA PEREGRINA A LAS
TERCERA ESTRELLA
Tú
mirabas al mar
Y
te quedaste pensativa
Las
barbas de ola y espuma de neptuno
Estaban
reflejándose en tus flavos ojos de atardecida
Mujer
que ya me miras desde la distancia infinita
Y
mi pensamiento se acurruca
Entre
cantiles
Escucha,
alma, con el bullir de olas, el fragor de las estrellas.
Así
suena la eternidad.
Para
siempre…. para siempre jamás.
Que
poco es el hombre en un atardecer de su vida
Eras
de la cuenca minera tu padre un entibador
Y
mi alma es marinera.
No
pudo ser
Mujer
de agua y aire lejana y etérea
Elegante
Tus
trajes de chaqueta no se manchaban en los bancos del aula
Ni
en las mesas del bar de Filosofía
Y
pasaste por mi vida como un rayo del atardecer
LUZ
que fenece en el ángulo del cabo y esparce sombras.
Tu
nombre me arrastró hacia estos verdes valle, María
Ha
pasado tanto tiempo
Una
vida y todo parece que fue ayer
Sirenas
ahora cantando están en la ribera
Fuiste
fuerza de la mar y barca que me arrastró
Y7
me hiciste naufrago de tu nombre
Argonauta
de aquel beso que nunca estalló.
Se
cubren de sombras altas los montes
El
Aramo imponente me mira
La
Rondiella alza su gario campesino
Tridente
de la muerte amenazante.
Queronte
aguarda.
Una
xana se peina en las bravías aguas del río Uncín
Mientras
me tomo un culin
En
el bar de Alfredo
Cantemos
alegres a la sidra que ye mexu d´anxelin
como
queriendo abrir la compuerta de la alegre senectud.
Vengo
a la recherche du temps perdu
A
ti vuelvo cargado de años, de afanes y de días.
Joven
fui y un día tuve un amor que no granara pero amo aquella flor no
desflorada que dejó en mi ser un poso de belleza. Es la calta que
alza su blanco cáliz en mi jardín...
Dama
del alba no me ofrezcas el refugio gélido de tu regazo y tu
esclavina
Quiero
vivir para llevar flores a la tumba de mi amada.
Se
llamaba María
FUENTESOTO
SEDE DEL CISTER
El
papa Benedicto XVI ha nombrado a un jesuita como su portavoz de
prensa y para celebrarlo (ya les veníamos anunciando que este
pontificado iba a deparar sorpresas que hacía falta un relevo, el
revirement)
me voy a la bodega de mi pueblo con los de mi cuadrilla. Ya van
flaqueando un poco las fuerzas pero el vinillo de la ribera sigue
igual de tieso.
-¿Que
hay bien y tú la familia bien?
-Todos
buenos. Y en salud.
-Eso
es lo que hace falta.
Al
tío Colodro ya le han dicho unas cuantas misas pero su fantasma se
me aparece. ¿Es el Colodro o su hermano Victoriano al que decían
Vitines, entenado o de un costado y que por aquí llamabamos el
“andao”. Misterios del lenguaje de mi pueblo. Bien se trasiega
este vinillo de la tierra y calma la sed. Mucho tiempo sin volver
por estos tesos. Una eternidad que no lo cataba pero aquí en estas
bodegas de la ladera hurgandole las entrañas al monte pues se
excavan en plena roca se está bien. El descanso del guerrero. Mi
primo Juan José al que no veía desde hace mucho tiempo matiza: “Y
por muy poquyito dinero”. Me llevo una grata sorpresa cuando éste
me enseña un fajo de papeles. Son mis articulos que ha sacado de la
impresora. Me sigue, sabe que estoy vivo por mis artículos de
vistazoalaprensa.com. Mejor halago no puede existir para este
plumilla. Gracias, primo. La sangre tira. Tgenemos la misma nariz.
Impreonta de familia. Mi hija la Helen la inglesa que ha dado
señales de vida al cabo de mucha vida y mucho tiempo no puede negar
que pertenece a la estirpe. Es una nariz galinda. La de mi tía
Paulina, la de mi madre, la de mi prima Leo y la de mi ahijado
Marianito. En fin perdonen estas expansiones y desahogos
sentimentales pero hacía mucho tiempo que no pasaba una tarde tan
feliz bajo la sombra de los almendros que flanquean la entrada de la
bodega milenaria.
A
tres o cuatro leguas de por aquí están los arribes del Duero zona
de Sacramenia “con la venia”, Valtiendas “para que me
entiendas”, Moradillo “y su parada ¿quedó preñada la yegua? Y
no fue el garañón sino el céfiro que la empreñara”, Aldeasoña
“dormida en un empalme de caminos, territorio bisulco”; Membibre
para molinos y de cimbel, Peñafiel”; Castro “los chivos”;
Torreadrada “las cabras”; El Caserío de San José “gente
garrida”. Por los Valles nunca pasar que te pueden acantear y San
Miguel mucho barro y poca miel. Para beatos Fuentepiñel, y
Fuentesoto cagaberros que se crian en Peñacolgada por donde alza la
pata la zorra cuando a ella la da la gana”.A por roñas íbamos al
pinar. Y si quieres pan vete al batán que allí hay un perrito que
caga poquito le alzas el rabo y le das un besito. A la nbumburabara.
A la bumbureros juego tenemos. Amagar y no dar. El que se ría paga
la nbola, etc. Cosas de la mi tierra. Las viejas palabras parece que
me estallan en la cabeza y me traen un vioento del ayer tramontanda
la vuelta de los carros donde más de uno hizo molino cuando subía
a las eras cargado de haces. Los recuerdos están vivos y no parece
que haya pasado medio siglo. Aquí cada lugar tenía un patrón de
reconocimiento y el personal lo cantaba en el soniquete del
“prefacio” gregoriano para entretener el aburrimiento de la
faenas de los largos veranos entre colleras, trillos, horcas y
garabatos, hoces, zoquetas. Había que llenar la botija y mover las
abarcas. No usabamos calcetines sino piales y aquel calzado tenía
una cierta semejanza con el coturno romano.¿Qué fue de tanto
afán?. Fuentesoto se reclina sobre un valle al pie de una fuentona
manantía a la que nunca vi seca y que este verano lleva más agua
que nunca. Con la torre de San Gregorio centinela montando guardia
sobre el morrillo del somo que vigila todo el cotarro dando la
espalda a Tejares, el anejo y que honra a San Mamerto. Cuando los de
Tejares bajaban a la fiesta por San Pedro siempre había leña pero
eso fue ya hace mucho tiempo.
Cada
pueblo de esta comarca que dicen comunidad de Villa y Tierra tenía
un apodo o remoquete y la gente se lo pasaba bomba llamándoles
nombres cuando no había prensa rosa ni televisión. Y una
personalidad propia, una manera de entender el mundo y hasta un
acento característico. Gfran parte de toda aquella tradición oral
hoy se ha perdido, mas he ahí un filón que sigue sin descubrir y
está aun por investigar para filólogos y etnólogos. Enólogos
abstenerse porque desde que irrumpieron aquellos catavinos y
pincernas para los que el mosto no era lo que era sangre de Cristo y
no la toqueis más que así es la rosa lo el fruto de las cepas ya
no es lo que era. Se ha vuelto arisco y cabezón. De “polvos”
como decía mi abuelo Benjamín el hombre que más ha influido en mi
vida. Parece que escucho todavía su voz y su dicción empedrada de
refranes y de esa sabiduría de los hombres de campo. He venido a
visitar su sepultura y beso la cruz blanca de mármol que preside el
cuadradillo de tierra donde duermen sus restos en la esperanza de la
resurrección. El trece de julio se cumplieron justo 49 años; aún
percibo su presencia. El Justo nos dice el Ecclesiastés no muere
del todo. Así es.. En algo, volviendo a las rivalidades de
campanario, había que entretenerse. ¡A ver! Algo brutos sí que
eramos pero no del todo mala gente. sólo cuando el vino no se nos
subía a la cabeza. Yo recuerdo escuchar a mi abuelo las tardes de
trilla aquellos cantares que la voz anónima del pueblo sacaba por
aquí y corrían de boca en boca hechos, dichos, fazañas, desacatos
y otras truculencias. En mi infancia me crucé con los últimos
juglares que recorrían estos hontanares y adradas como una reliquia
de la España del Cid. Tuve la suerte de vivir en mi niñez los
últimos resoles del esplendor de la edad Media con todo lo que eso
conlleva. Toda esa riqueza de expresiones,tonadillas, retahilas,
giros, donosura y diferencia en el decir sedimentó en mi alma un
poso de literarios afanes. Un empeño quijotesco sin perder de vista
a Sancho. Antaño acariciaba sueños de gloria que no pueden ser
aunque esas cosas nunca se saben.ahora la escritura es desahiogo y
terapia. Rescribir y vivir. soñar y regoldar todos esos sueños
sobre el papel. también rezar al llegar escucho los coros de
Resurrección y la voz fantasmal de los monjes se esparce melíflua
por todo el valle. San Bernardo llegó desde Claraval con doce
monjes, abrieron un fundo en Pecharromás que está de la fuente
matriz a un tiro de piedra y nos enseñaron a labrar la tierra y
plantaron majuelos siguiendo los consejos de Virgilio en las
“Geórgicas” de quiero mi viña en cuesta. Esa tradiciómn fue
el origen del Vega Sicilia. Ese caldo famoso no era superior al que
pisaba mi abuelo en el viejo lagar romana y luego combinaba en la
cuibeta manso nectar escondido entre las duelas de roble. No se
inventó en el mundo mejor quitapesares. De niños si caimaos malos
nos daban sopilla. ¿Cómo no nos va a gustar el soplen y marchen?
Fuentesoto
posee una vida interior. Es como un legado místico de hortus
conclussus.
aquí los cistercienses establecieron el primer jardín de María en
Castilla la Vieja.la huella templaria quedó estampada en los
chimorretes que orlan la fachada de la vieja torre de San Gregorio.
Es la cruz visigótica de palos iguales. Tomas imitan a la de la
Victoria del tesoro de Chindasvinto. Con su sentido de protección
apotrocaica. Fue el signo que vivió Constantino el cielo tras la
batalla de Puente Milvio. Hewroez, mitos, tradiciones, leyendas y
creencias pero todo forma parte de un acerbo común. Una forma de
vida al pie de la cruz. Que dio forma a la gran sñintesis y
cohesión a un pueblo de múltiples etnias e hijos de muchas leches
aunque no el melting pot o el coctail molotov olla presión que
cuando estalle - yo no lo veré pero los que me conocen dicen que
tengo algo de profeta- puede ser terrible para mi patria
descangallada en plena voragine toralizadora. Vendieron la tierra y
por eso ahora algunos hacen montón. Aunque, ojo. Con el mucho quito
y nada pon pronto se llega al hondón.
SANTA
CLARA CONTRA LA MORISMA
Aquel
tiempo fue un tiempo de sonrisas limpias y de “Celtas Cortos”.
Vivimos en la calle Ávila y Bravo Murillo adelante, pasado el Cine
Montija a la derecha y el Cristal a la izquierda justo donde estaba
la iglesia de Maravillas que ardió en la guerra civil, Prunela iba
a coger el autobús que bajaba a la universitaria. Sus años de
seminario habían inoculado en él un amor hacia la lengua latina-
Mariner aquel tarraconense contra su costumbre le subía nota y era
de sus alumnos más aventajados en la cátedra de latín- y a pesar
de que había orillado sus estudios a la carrera eclesiástica-
Prunela decía que no le “probaba” aunque tal vez sentía la
corazonada de que se estaba viniendo encima un cambio del ciclo
histórico que a la SRI no la iba a conocer ni a la madre que la
parió- seguía siendo de comunión diaria y de las prácticas de
piedad al levantarse y al acostarse y al Ángelus las tres
avemarias. Señor antes morir que pecar pero pecaba infinito de
pensamiento y de “mano” más que nada sobre toldo cuando en los
apretujones del metro sentía el roce de la pierna o de las nalgas
de alguna modistilla.
Antes
de sus clases solía asistir a misa en San Antonio de Cuatro
Caminos. Los franciscanos siempre le habían inspirado devoción.
Solía confesarse con el P. Dámaso un fraile de barbas níveas y
corta talla el cual no hacía demasiadas preguntas y era de esos
confesores de manga ancha sin ninguna inclinación morbosa como era
habitual y casi obsesiva en aquellos tiempos por las cuestiones
atañederas al sexto mandamiento (sixtus, sextus, sex) hasta el
punto que muchos repulgos y obsesiones freudianas se sentaban ante
el tribunal de la penitencia disfrazados de roquete y estola. Ego
te absolvo a peccatis tuis.
Vete y no peques más pero hasta otra.
El
cura dibujaba una cruz en el aire con la mano o aparecía aburrido
aguardando clientes como el padre Sortea el exorcista de Alcalá que
dice que realiza conjuros y en vez de expulsar a Belcebú- ¡qué
cosas!- los diablos van para adentro y se tragan los muy arteros y
comilones las almas pues a la vista está que corren tiempos en que
los hombres parecen esclavos del demonio todo lo engulle Satanás.
Sin
embargo, el padre Dámaso no. Para él la vida era un pecado venial
toda ella y tenía sus barba blanca tiznada de rubio de nicotina
pues fumaba tabaco negro. Era reposado en sus juicios y benevolente
y compasivo en el mirar. Rézale a la Virgen tres avemarías, hijo,
pidiéndole el don de la pureza, evita las ocasiones y ya sabes: lo
que cuesta vale. ¿Cuales eran las ocasiones? Pues a veces las
sesiones en el Montilla al que denominaban el Tijilla donde la Anita
Ekberg una sueca con poderosa delantera aparecía en picardías en
una escena con Mastroiani luciendo sus torneadas piernas y los
generosos escotes y un exaltado de la tercera fila hizo comentarios
jocosos al respecto parangonando a la sueca con la vaca lechera
canción que se cantaba mucho por aquel entonces.
-“Ahí
va esa da tres azumbres”.
No
es que el Tijilla un cine de barrio por aquel entonces del que se
decía que entraban dos y salían tres y en las andanadas de atrás
había parejas que se daban el lote las tardes de sesión continua
metiéndose mano furiosa. Desapoderadamente, con glotonería, con
avaricia y sin dejar nada para después. Total que a veces
presenciabanse en la sala escenas de procaz jaez del tipo del cipote
de Archidona que aquello sí que fue un caso (lo cuenta CJC) en sus
memorias) y en vista de lo cual algunos iban prevenidos contra lo
que pudriera pasar con un paraguas que extendían a lo alto si desde
la fila cero notaban que “empezaba a llover” porque todo el que
no cosecha desparrama y porque la consigna del póntelo pónselo de
aquella Matilde de marras que convertiría en acto natural lo que
antiguamente se consideraba una cosa muy fea, un pecado mortal, no
había hecho acto de presencia. Doña Matilde, aquella infausta
ministra, no había sacado los pies de las alforjas y era alumna de
las ursulinas donde la ponían en el cuadro del honor muchos meses.
De mayor se hizo socialista cambió de casacas y ya nada volvería a
ser igual. Prunela por su parte era un ingenuo que consideraba
todavía que a los niños los trae la cigüeña de Paris y estas
cuestiones del sexto le obsesionaban lo suyo. Le atraían y al mismo
tiempo le causaban cierto repudio.
Quiso
ser angélico, no sentir el fuego de la pasión pero sentía el peso
de la carne. Sus pies pisaban el barro. De modo y manera que
aquellos esparcimientos de los programas dobles remataban en
arrepentimiento y tenía que clavarse de rodillas ante el
confesionario de un capuchino. Pero ¿qué tendrá que ver el culo
con las temporas? ¿Qué relación existía entre aquellas idas y
venidas pa arriba pa abajo por la calle larga de Bravo Murillo, hoy
repleta de moros y de antillanos, una calle alegre, que siempre
parecía estar de fiesta y aquellos tres cines: el “Montija”, el
“Cristal” y el “Europa” donde por cierto había pronunciado
José Antonio un importante discurso treinta años antes del relato
de estos hechos con el padre Dámaso y sus barbas blancas el cual
echando penitencias no demasiado severas y recomendando duchas de
agua fría y una dieta de lechuga para vencer la tentación
genésica, intentaba corregir o enmendar las deformaciones de las
cuales había sido objeto el pobre Prunela en su precaria educación
sentimental con la iglesia de Maravillas quemada por las turbas
rojas y convertida en mercado municipal y la iglesia de San Antonio
bajo la observancia de los frailes de san Francisco? Soñaba a todas
horas con la mujer portadora de la manzana de Eva. En el connubio,
la dicha matrimonial conseguido en la unción perfecta de dos seres.
Eres un iluso, le decía el confesor. Déjate de entelequias. Sin
embargo, el ex seminarista veinteañero sabía muy poco del mundo y
de mujeres. Éstas por lo general son rabos de lagartija esparcidos
por el mundo. El aguijón del escorpión que se clava en los
collarejos. Taladros en la carne con sus insolencias. Algunas de
ellas pasarían por su vida cual viento regañón que agria todo el
verdor de lo bueno que existe en la vida. Le depararían lágrimas,
sinsabores, con frecuencia cuernos. Llevaba razón el padre Dámaso
al advertirle de los peligros de la concupiscencia.
Pues
sí. Estaba muy relacionada porque allí en el retablo y un poco más
abajo del camarín donde se alzaba el amado san Antonio con sus
varas de azahar, su Niño Jesús, su cerquillo, su rostro angelical
que inspiraba confianza en sus numerosísimos devotos pues es el
santo más popular de la catolicidad al que acuden las gentes de
buena fe que han perdido algo e incluso las modistillas para
encontrar novio, había un cuadro de Santa Clara de Asís portando
una custodia de oro esparciendo rayos que fulminaban cimitarras y
turbantes que traían los jinetes de las hordas musulmanas al asalto
del convento, pasarse por la `piedra a todas las religiosas desde la
priora hasta la última beguina y llevarlas cautivas a sus harenes
de Argel o de Constantinopla.
Desde
los muros de su convento de Asís la monja transfigurada al blandir
como un escudo el viril de la credencia eucarística rezaba la
siguiente oración: “No entregues, mi Dios, a las bestias a las
que te alaban. Tú eres mi refugio y fortaleza, Señor”. Dios puso
su detentebala y aquella fórmula de la dulce hija de san Francisco
sirvió de deterrente a la morisma y toda aquella jarca turca
ejercito formidable tuvo que volver grupas mientras las clarisas
entonaban el himno de no pasarán y no pasarán. Fue un conjuro una
apelación a la gracia santificante que es el SOS que lanzamos a lo
alto los cristianos cuando nos vemos en peligro.
La
contemplación de este mural que a mí me llamaba tan poderosamente
la atención en 1964 sigue detrás del altar mayor en 2010 y ahí
estaba el otro día, 12 de agosto, cuando se celebra la fiesta de la
patrona italiana en todos los conventos de clarisas, al pasar yo
por Cuatro Caminos que parece un aduar del Rif, con algo de Harlem,
entré en el templo a rezar una visita.
¿Vencerá
el amor al odio y la revancha? ¿Qué podremos hacer los ingenuos
franciscanos contra este hervor mundanal, este rebullicio, que nos
machaca, nos tergiversa, nos pulveriza, nos llama meapilas, nos
insulta- la verdad es que yo de meapilas tengo muy poco- nos
posterga, nos silencia, nos condena al ostracismo o nos pone la
túnica de locos; ya lo hizo Herodes con su Jesús y al hijo de
Bernardote tambien lo pusieron por loco? Loco de de atar y loco de
atar por Cristo.
Ese
mural no es que sea un prodigio de técnica pictórica pero plasma a
la perfección la idea de la superioridad de nuestra fe sobre la
superstición del fanático Mahoma que fue avariento y cruel y por
supuesto orgulloso. Ceuta y Melilla dos plazas españolas vuelven a
estar amenazadas por la morisma. Después vendrán las Canarias y
más tarde media Andalucía y Castilla la Vieja hasta San Esteban de
Gormaz.
Ante
unos hechos tan gravísimos el ejecutivo Zapatero está missing. Ya
no hay ministerio de jornada como solía hacerse en otro tiempo. El
canciller Moratinos no asoma la oreja. Don José Líos vaca. Chaves,
cauto y superprudente – tiene casa entre los alauitas y se bajó
al moro hace bastante tiempo- es la vera efigie de don Opas.
Ante
asunto tan grave la irreflexión y la irresponsabilidad de tanto
traidor y felón como chupa de las arcas del estado, los españoles
se encogen de hombros y van a su bola cuando cualquier país
democrático estaría ya mandando la escuadra o a los Phantons. Sólo
Aznar parece haberse movido con arreglo a las pautas de los
intereses nacionales aunque sería un error garrafal convertir a
estas dos ciudades españolas que reivindica el maldito Mohamed un
tema de debate electoral.
Por
aquí sólo se habla de Ramadán, nefasta costumbre que habla de la
hipocresía semita, no comen en todo el día y se ponen como cerdos
a la noche cuando ya no se puede distinguir un hilo blanco de uno
negro, dice el Alcorán. Y a mí ¿que me importa? Con tanto ayuno
Mahoma no ha hecho otra cosa que mandar gente al infierno.
Ciertamente, el Islam se encuentra a las puertas de Europa aupado e
instigado por los poderes ocultos, ese sanedrín que tiene la guerra
al divino Jesús declarada y aspira a descristianizarr el mundo
sustituyendo la cruz de nuestras torres por la media luna. Esto me
desasosiega y perturba
Sin
embargo, la visión del cuadro de Santa Clara que estaba allí al
entrar igual que cuando era estudiante ahora que soy jubilata me
reconforta e infunde bríos. Ha sido una gota de almíbar en medio
de tanto acíbar de este 12 de agosto. Empiezo a entender, a la
vuelta de muchas cosas en la vida, los desengaños y sinsabores que
me depararon las mujeres. Tenía razón fray Dámaso el amor divino
está por encima de todo y el amor carnal no es más que un
fantasma. Una pena que por aquellos días no me volviera para el
convento. ¡Era tan ingenuo! Llamo a una antigua amiga de Facultad,
yo le3 ayudaba en el latín, quedamos a tomar café por Goya y me
cuenta su vida. Se casó con uno de su pueblo que falleció al poco
tiempo dejándolas tres hijos.
Me
habla en ese tono de superioridad que tienen ahora las mujeres
expertas cuando hablan con aquellos admiradores platónicos del
ayer, que les escribían poemas y cuando se hacían novios formales
sólo se cogían de la manita, nada más y en casa a las diez. Como
de vuelta de todo. Se creen mujeres fuertes, son feministas y se
muestran decididas como si tuvieran la sartén por el mango.
-Pero
te volviste a casar – le digo a Nizarda una matrona hecha y
derecha en quien apenas reconozco a aquel lirio que desparramaba
gracia y alegría por los pasillos de Filosofía.
-Sí.
¿Sabes por qué?
-No.
-A
mí lo que más me gusta en la vida es tragar y follar… tú te lo
perdiste...
Quedo
semi paralizado por el horror y el desparpajo de la condiscípula.
-¿Y
cómo conociste a tu segundo marido?
-A
través de una agencia matrimonial.
-¿Tú?
-Sí,
yo.
-Pero
si eras una de las chicas más solicitadas de la Facultad. A mí si
mal no recuerdas que quise salir contigo me diste calabazas porque a
las de Filología los chicos del curso os parecían poco partido y
os echabais novios ingenieros de montes o de caminos.
-Sí.
Yo. Pero aquel señor me volvió loca. Luego supe que era bígamo.
Me daba igual. Encima de engañarme con otras me hizo un desfalco.
Tuve que vender todas las fincas del pueblo para pagar a los
acreedores, me había estado engañando en la sociedad que fundamos
a medias, pero le seguí queriendo. Fue un amor. Un amor negro.
-Pardiez.
Hubiera
querido que Nizarda como Dafne para no caer en las garras de aquel
sátiro de quien me dio pelos y señales y que se llamaba Rafael (a
no ser que mi amiga me estuviera contando una historia) por más que
sarna con gusto no pica, hubiera sido convertida en laurel. ¡Dios
mío qué bochorno! El amor de mi vida convertido en Mesalina.
Me
pareció una mártir de la causa, una esclava del demonio. A mi me
recordaba uno de esos personajes de Buñuel. No nos veíamos desde
el año 68 y tambien me dijo que uno de sus amantes fue un cura al
que conoció en el camino de Santiago, los dos romeros. Sus
encuentros amorosos eran sobre los bancos y las cajoneras de las
sacristías y a veces dentro de los confesionarios. Caspita. No te
cansabas nunca, hay que ver.
-No.
Yo siempre quiero más y más. El cura a veces pegaba gatillazos.
Eso no le ocurría nunca a Rafael.
-Por
supuesto. Todos queremos más y más. Ya lo decía la canción.
Deduzco
de las afirmaciones de Nizarda que o era ninfota aquejada en
medicina de ese palpito extraño al que los tocólogos llamaban
furor uterino, que estaba mal de la cabeza o era una mentirosa
compulsiva y grandísima trolera. Casi se me atraganta la tónica
que tomábamos en el atardecer de verano bajo las acacias de
Velázquez muy cerca de Lagasca 67B donde ella vivía con sus padres
(alguna vez rondé su puerta pues para mí fue una especie de
Dulcinea, fue mi amor platónico de juventud)… vivir para ver qué
engañado yo estaba en mis percepciones bachilleres pero Nizarda era
una hija de la raza una mujer de su tiempo que vivió el libertinaje
de la misma manera que a mi me dieron tentaciones hacia el
vagabundaje. Pero a los 20 años uno está sujeto a tales espejismos
a la vista de una beldad femenina” cuya era tanta su belleza que
al mismo sol eclipsó”.
-¿Por
qué me diste calabazas?
-Pues
te lo voy a decir, Prunela. De una vez porque ya entonces tenías
algo de tripita y yo pensaba que los hombres panzudos eran
impotentes.
-Toma
ya. ¿Entonces yo te parecía poco?
-Sí.
Alzamos
el campo casi sin despedirnos y todo el camino vine rumiando las
sentencias de mi platónica amiga y el susto y la congoja no se me
pasaron hasta llegar a casa. Nunca se me olvidará este día de
Santa Clara como tampoco se me olvidaron los de mi niñez cuando mi
madre me llevaba a ver a las clarisas de Santa Isabel y las monjitas
no sacaban pastas y vino generoso. La hermana tornera decía a mi
madre al vernos tanto a mí como a mi hermano que estábamos de buen
año:
-Que
niños más gordos tiene usted, Teófila.
Mi
madre la pobre no sabía que las barrigas no valen para el amor y a
la Nizarda le iban a suponer un trauma. Los gordos son espásticos,
flojos, no tienen derecho a vivir. El amor humano qué estúpido y
veleidoso es. Clara al escoger el divino se quedó con mejor opción.
No es extraño el libertinaje de las mujeres cristianas haya
encendido la cólera de la morisma que no puede ver en la frontera
de Melilla que números femeninos de la PN o de la Benemérita les
sellen el pasaporte. Que la santa de Asís nos valga y a todos nos
proteja. ¡Pobre Prunela! Ya no quedaban pájaros hogaño en los
nidos de antaño. La pasión de su vida no fue más que un
espejismo. Guarrerías.
Besos negros. Mala cosa.
UNA
PESADILLA EN JUEVES SANTO
(cuento
en ingles)
My
friend Empires
was a man of many lectures and adventures a great reader, in his
young days, he came across of a big short story by the Asturian
writer Leopold Alas Clarin called EL
DIABLO EN SEMANA SANTA (The
devil in the holy week). And as it happens, what is in books later
is in real life, fulfilling the norm by Aristotle’s quod
est prius in sensu postea etiam in intellectu,
but the other way round. The plot was about a man of good will going
every day to the library. He was a dreamer; he lived by the Law of
Books, in the middle of a country of illiterates, and the great
ideals thinking that there was hope for human kind. By education.
The inception of good morals. Reforms. The quest of excellence. He
read and read. He dreamt and dreamt. One day-it was Good Thursday
when Christ invited his disciple to the Passover dinner and
instituted the rule of love, a new commandment I give to you that
you love each other as I have loved you- went to the hall of the
municipal books, choosing that endeavour because it was quiet and
warm. The precept of loving each other was hardly followed by the so
called Christians. And he lived in a small Spanish town by the name
of Epicidia,
when the believers brought the images of the passion to the streets
and organized the big processions typical Spanish, the poor guy was
a believer but he never was in a procession. Humbug he said, humbug
and superstitions. Poor guy, he became the odd out man and was
always under suspicion, our poor writer and reader he worked long
hours in the pursuit of happiness and endeavoured at the local
library. Religion was for him a free feeling of intimate and
personal convictions of respect for the other criteria. That was why
perhaps that his faith was more consistent and deeper. He loved that
silence and seclusion and quietness, only transgressed by the drone
of a solitary Spanish fly and the distant sound of the glare of
drums and trumpets at the sacramental processions of Holy Week. When
barefooted Nazarenes in black or crimson cassocks baring candles or
carrying crosses went to the streets. You could also perceive the
murmurs of their steps mingled with the strophes of the Miserere.
Some of them trailed big chains cuffed to their barefoot. The
spectacle was quite medieval. It was the Day of Atonement. For their
sins they mounted crosses and pillories staging the different
passages of the Crucifixion in real. It was a public manifestation
of Catholicism and a signal of their conversion in a country where
the Cross achieved victory over the Half Moon and the Menorah by the
rule of sword. For fear of the Inquisition, they had to show and
make the big performance demonstrating adherence to Orthodoxy, and
that the reason why from the windows of many homes hung the ham’s
big logs and strings of black puddings and mondongos.
Physically,
faith had to be proved, or demonstrated the allegiance of the
culinary codes of Roman Catholicism which permitted the flesh of the
pig at meals. Jews and Moslems, meanwhile, never ate pork. It was
banned by their prophets as inmundus or forbidden animal. Christ
said, it is true, that what made man pure or impure was not what he
ingested through his mouth but what he expelled from it. The
inmundus
or
unclean had to do more with immaterial things like bad thoughts
dwelling inside or ill wishes. With that rule he destroyed the
puritanical commandments of the Synagogue and he said beware of the
false prophets. Don’t trust them, the devil is marauding like a
lion and there are wolves disguised under sheep skins. The
resurrected Christ is always in perpetual war versus antichrists.
Here it is the perpetual fight of our Lord who was a rebel against
conventions of satanically established forces of the Pharisees And
there is the devil coming even in the Holy Week. However, the
Conversos, in their zeal, went further up and appear more roman that
the Romans and more popish than their own pope although in private
they might remain to the religion of their father. That is why in
Spain religion had been secularly a question of appearances. In
essence, that was the justification of the holy week big show: to
try to rub off the old stigma in a nation which endeavoured to find
coherence in credos and forget the differences of believes of
ethnical precedence (Goths, Jews, and Arabs). Spain was always a
melting pot effervescent. A big olla. The locals were eager, every
spring, to stage the drama of our Saviour in flesh as it were a
reality show. You could touch it in the defiles of those agonising
crucifixes all bruised, maimed and blooded in the procedures or
“pasos” leading to Macabre Mountain or Golgotha or into
presidium expiring in the cross or hand tied at the flagellation, or
those vivid “dolorosas”, pasted; tearful faces majolica full of
gold and silver and embroidery. You could smell it in Seville when
Macarena our lady of Dolores tumbles in her throne entering Triana
among of flood of flowers and the streets full of people clapping in
emotion or in the verge of hysteria calling names to the statue
saying props that for the non accustomed ear might sound irreverent:
“Mira qué guapa llega la hija de puta”. And you could hear the
whining echoes of the saetas a Morris song deriving from the ancient
jarchas sung in Andalusia by the time of the caliphs. All that was
very sensual that you could not think that you are in a holy week
but in a paean festivity. The crowds seemed to want to touch the old
goddess and have intercourse with divinity. But to our man, the
character depicted by the magical prose of Clarin religion was quite
an other thing, more abstract and inner feeling you can’t share
with anyone but yourself. Also, he did not like capuchones dressed
like the kukluxklan. Those figures clad in black with piercing eyes
under their hoods beneath the tradition of the penanced by the
inquisition frightened him. They were like the masks of carnival.
Holy week the histrionic representation of Passover, the hooded cowl
of the capuchones was the ballast of five centuries under the spell
of the tribunal of faith, the holy office. Like the jewelled thrones
and the trailing “peplum” or the Dolorosas. Oh yes the laughing
devil was jumping to and fro under the cathedral gurgles. The
inquisition is always in the back of our mind. For him the pathos
and suffered of our lord at the cross had more consistency and
purpose than a mere mystery play. His passion was a reminder of his
love for men, a perpetual exhortation to repentance and also a
signal of his presence in the earth until the end of time. The
invincibility of the cross stems from celestial reasons rather tan
earthly explanation or convictions. But evil was around even in holy
week. That was the idea of demoniac presence at Holy week by
Clarin. This criterion wasn’t shared by most of his countrymen.
And the poor archivist and scholar was surrounded by suspicion and
forebodings. His life was marked by incomprehension. Politically, he
was also incorrect. Why? He dared to think by his own. They treated
him as a the sheep out of flock, mad heretical. Society had its own
caveats and is full of conventionalisms. You cant trod the line. You
cant deviate from what is assumed and accepted by the hypocritical
moral attitude. My friend Empires looked at the personage described
by Clarin and saw in it the spitting image of himself: the odd man
out, the freethinker, the mystic, the guy with his own ideas and
visions. He didn’t join the mob, he didn’t adhere to the
conventional norm. that was why he was crucified. Like his Lord and
Master Jesus Christ.
On
the balmy spring evening as he was leaving his beloved library he
came across with one of the many processions organised by the Guild
Hall. This one was one of flagellants. Man barefoot and naked backs
came down flogging themselves wuith flagella and batons staging the
scenes what happened two rhousand years ago in the Lithostros of
Jersualem, oh vos omnes qui transtis per viam videte si es dolor
quasi dolor meus. Jeremiah said. He stepped aside and looked in awe
to the representation of the Holy Burial (Santo entierro) but he did
not kneel down or made the signal of the cross, as perceptive, and
for that he became under the suspicion of the local policeman. One
of them who looked exactly like some of the Pilate bailiffs who
executed the Lamb of god in Via Dolorosa. The town was full of
henchmen and burrows. The gallows by coincidence in Epicidia stayed
behind the old library building. It was called El
Rollo.
They were burnt at the staked after long processes to be condemned
by the Inquisition.
He
did not know quite to answer.
-Em…
I had to do a little work with my thesis, and need consult some
books for my readings
-Didn’t
you know, you bastard, you heathen you scum of the earth, what day
today is?
-Holy
Thursday, sir, and tomorrow Good Friday should be-, he answered
meekly.
-I
did not see you at the Oficios
(liturgical services)
-Perhaps
I thought it was not necessary. At home I read the Passion of our
Lord.
-Esa
misa no te vale (that Mass is not valid) are you a protestant or
somewhat?
-No,
sir, I am catholicus, apostolicus, romanus.
-Well
then. You had to explain that to the Judge. Come with me.
In
Epicidia the holy Tribunal of the Faith was suppressed in the XIX
century but that infamous court is in open session in the mind of
many ignorant. The warden asked him for the brief where he kept his
books and jotters. Give those papers. He resisted the order and the
local policemen called others of his cronies and they beat the
archivist, the writer, the searcher, the dreamer, the mystic, on the
spot. They handcuffed him and took him apprehended. Regardless of
the exempting privilege of habeas corpus, was conducted to the
police station or cuartelillo.
There they beat him again, they harassed, impeached, called him
names, slapped his face, and punched his nose. He suffered with
patience the effrontery and in a way he was proud to undergo the
same suffered of his Lord in the presidium. He realized that the
Devil is at loose even in Holy Week The world since then is full of
kangaroo courts. Unfortunately Anas and Caiphas, the holy sacerdotal
class, the pontiffs had many emulated too long during 2000 years of
history. And when the cockcrow sang three times the welcome to the
new morning, they released him but he was in a poor state after the
“paliza”.
He could hardly walk and was all bruised. His hands, his head all
his limbs ached but he could at the end by the grace of God reach
his humble lodgings. And when he went back home and entered in the
hall of his house, his wife seeing him as an Ecce Homo” said:
-Eh,
you have been drinking again .
That
was her salute. Poor
guy! Even his wife wasn’t interested but such sort of things were
quite frequent in Epicidia those days. There
was no love.
ACACIA
A
la entrada de Segovia según se va por la carreta de Madrid bajando
la cuesta de Baterías hay un puente romano el de Valdevilla por el
cual las antiguas cohortes y clades de augusto vadeaban con su
impedimenta el río Clamores que hace dos milenios debía de llevar
mucha más agua que ahora y en la otra orilla estaban las casas
militares unos chalecitos un un pequeño jardín delante y un corral
detrás en las que transcurrió mi infancia. La colonia inaugurada
por el coronel Tomé en 1951 (guardo una foto de la ceremonia de la
entrega de llaves) y que había sido edificada por presos de guerra
que en régimen de redención de penas por el trabajo trabajaban
para Regiones devastadas hoy ha sucumbido a la recalificación de
terrenos –esto no era más que un peñascal- y a la reconversión
urbanística. O a la revanchista de algunos que se liaron a
derribar lo que había construido el anterior régimen. Se cerraron
cuarteles y se ha dejado prácticamente indefensa a la nación o
bajo el paraguas estratégico (es como tener un tío en Alcalá) de
la OTAN. Y la reforma del ejercito constituye hoy por hoy una delas
grandes amenazas al porvenir de la unidad de la nación. Sin
conscripción y sin levas la mili que era una escuela de hombres de
ciudadanías y de valores ha dejado de existir. El puente que había
ha sido cegado para canalizar al clamores que desde hace bastante
tiempo era un río subterráneo, Guadiana bajo los arcos del
acueducto. Pero aun quedan los apeos y el pretil. En el lado de allá
y en la curva que hace la carretera sigue la acacia plantada por mi
padre en la esquina del patinillo del sargento Casado. Más allá
vivía el brigada Vences un poco más el teniente Ricardo y un
maestro ajustador de Zamora que tenía un hijo que se llamaba
Pedrito que jugaba conmigo al gua. Siempre andaba con mocos.
-¿A
qué Virgen alumbras, Pedrico?
-A
la que me dé la gana.
La
acacia ha crecido tumbada porque a los de mi cuadrilla nos gustaba
zarandearla por el tallo como si fuese una muchacha. Y digo la
acacia sigue floreciendo y tiene 56 primaveras poco menos de un
lustro que yo. Siempre que vuelvo a mi pueblo me fijo en ese detalle
y paseo mi melancólica. rodada por lo que fue mi barrio que es lo
que llaman Castrobocos. Volví en otra ocasión y ya no estaba la
acacia. Tampoco la urbanización que entonces llamaban colonia. La
volaron. Había sido construida por cuadrillas de presos políticos,
redención de condena por el trabajo, y fabricaron bien sus muros y
sus jardincillos delanteros, un corral detrás con cohiqueras para
el marrano, con materiales baratos. Borraron la memoria. Dio vuelta
la tortilla y el que quiera saber más que vaya a Salamanca o lea mi
novela iste confessor. En ella no se ajustan cuentas pendientes. Se
reivindica sólo un tiempo que se fue. Guardo la foto de aquella
casa. También guardo la llave.
EL
ADELANTADO DE SEGOVIA.
“El
Adelantado”
ha salido “El
Adelantado”
lo voceaba por la calle Real con bronca y acatarrada voz un señor
con boina que tenía cara de buena persona seria y fría y acento de
segoviano cuando entrábamos en el Portalón a comprar pipas o un
cucurucho de castañas pilongas a la seña Isabel viuda de guerra
que a su marido Zoilo cabo pieza artillero se lo mataron los
republicanos en el Alto León durante la primera embestida los
primeros días de guerra y estaba echando la pobre los papeles para
poner un estanco que no se lo pusieron nunca, y pendientes de
aljófar-no se los quitaba nunca y era una nota saliente de
coquetería femenil en medio de aquellos lutos y aquel dolor de la
posguerra que no fue tan triste como algunos dicen sino algo más
cachonda y fraternal de lo que determinados mendas suponen pues los
españoles por aquel entonces éramos pobres pero honraos y lo
pasao,
pasao
que teníamos que tirar palante- cuando no a la Tía Concha que
subía y bajaba calle arriba calle abajo con su bandeja atada al
cuello con un cinturón de cuero regalo seguramente de alguno
soldado compasivo. La Concha vendía el pirulí de la Habana algo de
regaliz de palo juanolas para la tos y a veces otras muchas cosas.
La Concha otra pobre era hermana de la Felisa muy guapetona ella y
que según dicen y casi lo puedo certificar como testigo de vista no
como usuario que uno era un niño por aquel entonces a juzgar por
las largas colas de hombres que aguardaban turno ante su puerta de
su chiscón ubicado en la Casa la Troya donde nací yo a todas horas
había ejercido el oficio más viejo del mundo en la Corte y hasta
dicen que fue querida de don Inda don Indalecio Prieto quiero decir
y era de ideas. No la fusilaron de milagro pero la emplumaron y la
cortaron el pelo no por puta sino por roja. La Concha pregonaba por
las ferias de san Juan o en la tablada donde se preparaba el ferial
detrás de la estación y mismo al lado el cuartel de la GC el
pirulí de la Habana a perra gorda a perra chica caramelos de limón
y menta que el que no los come revienta (era la caramelera un
prodigio de la publicidad de boca a boca) y a real la media docena.
Cuando la romería de San Marcos por abril o pasado verano en las
fiestas de la catorcena se escuchaba la voz aguardentosa de la
Concha dale que dale anunciando a real su mercancía:
Antes
de salir a vender le gustaba su copa de anís o su copita de ojén y
salía a despedirla su hermana la Feli en negligé.Las dos eran
altas y la Felisa lo que se dice una mujerona con aquellos tupés
apelmazados sobre las sienes y su cara de mirar antiguo depiladas
las cejas que se parecía un poco a la gitana de Romero de Torres el
pintor que pintó a la mujer murena la de los billetes de cien
pesetas. Un domingo por la tarde que había un bautizo porque habían
bautizado a un chico que tuvieron la Serafina (pobre serafina que
alma más buena, recogió a la Feli desahuciada por la sífilis y se
la llevó a morir a su casa) la de la tía Carnerita y su marido el
Iglesias, un socialista histórico que acababa de salir del penal de
Cuellar y era un rapsoda de profesión que recitaba “El Pillayo”
de Gabriel y Galán mejor que nadie, estábamos a la puerta de San
Valentín una cuadrilla de chaveas esperando el arrobo y que se
estirase el padrino que si no le espetábamos al bueno del padrino
aquello de arrobo
cagao que a mí no me han dao si cojo al chiquillo le tiro al tejao,
pues se presentaron la Concha y su hermana. La Feli tan cariñosa
como siempre me estampó un par de besos en los carrillos que olían
a aguardiente o a vino peleón que tiraba pa atrás pues en la Casa
de la Troya esto es en San Valentín numero 4 yo era una
personalidad porque mi padre el hombre en aquellos años del hambre
nunca volvía a casa del cuartel de vacío. Venía con él el
machaca con un saco chuscos de las sobras de mayorías un fardel de
judías o de patatas el rancho mismamente o los desperdicios de las
perolas que le regalaban los rancheros y los repartía entre los
inquilinos de aquella corrala. Todos eran pobres y pertenecían al
bando de los perdedores. Sólo había tres familias que habían
hecho la guerra con Franco: las dos solteronas del tercero Maruja y
Carmen que iban a misa todas las mañanas a la catedral y eran muy
amigas del precentor o maestro de capilla,;una de ellas era
enfermera de Falange. El cabo de la guardia civil al que llamábamos
el señor Juan y del que hablaré después pues al retiro se colocó
como portero vigilante en nuestro seminario y allí le veíamos
muchas tardes con su gesto adusto entretenido con la lectura del
Adelantado de Segovia que se leía hasta los anuncios. Le
interesaban en particular las esquelas. Era un hombrón. Infundía
un poco de respeto cuando le veíamos abandonar el domicilio y
estaba de servicio con el tricornio las cartucheras los correajes y
el máuser que debía de pesar sus quince kilos. Él se lo echaba al
hombro como si nada. A la espalda un zurrón y escarcela
impresionante. Iban de correría y a la puerta de San Valentín le
aguardaba el otro numero de la pareja un guardia menudito un jijas
pequeño renegrido pero con un gran bigote cuyo nombre era Venancio.
Se cuadraba ante su superior.
-Sin
novedad mi cabo.
Pues
andando- entonces decía el señor Juan
Y
los dos que parecían la l y la i se perdían calle arriba y
desparecían al trasponer la arcada umbría de la puerta del socorro
que tenía una repisa con un arcángel flamígero desenvainando la
espada y al otro lado un altar con una virgen románica y su
galería. Siempre me impresionó el cabo tan serio y cara de pocos
amigos. Sonaban sus pisadas en la escalera y todo el tillado se
resentía. Era un hombrón y mucho más con el chopo a las
costillas. No solía dar los buenos días pero una excelente persona
y, jubilado, le recuerdo leyendo el Adelantado
en su garita de la portería del seminario. El mal humor y la
esquivez de su carácter eran fruto de la enfermedad que tenía.
Padecía una próstata muy maligna que le llevó a la tumba. Creo
que era un noble hijo del duque de Ahumada. Sirvió a la Benemérita
cuarenta años y a la Iglesia los últimos siete de su existencia.
Una vida de servicio aunque fuese un civilón a la antigua uno de
aquellos mangas verdes que nos hacían poner pies en polvorosa
cuando asomaban la gaita y el perfil inconfundible de la pareja
avanzaba por los caminos. Guardia civil caminera te llevará codo
con codo, Lorca dicit. El otro vecino de derechas de aquella corrala
era mi padre Silvino que gloria esté. Era el que traía el rancho
del cuartel. Los chuscos les sabían a gloria por ejemplo a la
familia de la señora Antonia la catalana viuda de otro fusilado por
los franquistas. Vinieron a Segovia desde Lérida después de un
bombardeo con lo puesto y yo prácticamente me crié en aquella casa
y crecí escuchando hablar catalán una lengua entrañable para mí
pues fueron las palabras primeras que escuché en mi infancia cuando
hablaba aquella familia que compartían derecho a cocina con
Serafina la hija de la Carnerita casado con el Iglesias del que ya
hablé y hermana de Claudio el chato que era el portero del
Peñascal. Claudio cuando estaba en la puerta me colaba y así me
colé a ver muchísimos encuentros de tercera división de la
Gimnástica de gorra. Tenía una hermana la Carmen a la que hizo un
chico un italiano cuando los balillas de Mussolini estuvieron de
asiento en Segovia durante la guerra, -tener un hijo de soltera en
aquellos tiempos era una cosa bastante peliaguda por aquello del que
dirán y las habladurías- el Antoñito que sería muy amigo mío
pues en la infancia no entiende uno de tales prejuicios y los dos
salíamos juntos a nidos por Tejadilla. Me quisieron como a un hijo
y yo bajaba a que me diese croquetas la señora Antonia que estaban
más ricas que las de mi madre y a sentarme en la cadira
que era más cómoda que las de casa. Desde entonces siento una
veneración y respeto por la lengua de Verdaguer y digo yo que qué
tendrá que ver el habla con la política. Los hijos de la señora
Antonia se llamaban Ramón el peluquero, Quico que tuvo un garaje de
recauchutados en el Camino Nuevo, la Juani que me crió
prácticamente y vendía helados mantecados en el Columba por el
verano y Agustina a la que llamábamos la Agus que era la que
hablaba más en la jerga ilerdense de todo el grupo en un catalán
elegante y señorial que a mi me sonaba a uvas y queso y las uvas
con queso saben a besos. En el tercero mirando para las cuevas del
Pinarillo vivía la señora Segunda a la que siempre recordaré
viejita y encorvada sobre el fregadero lavando cacharros y cerca del
puchero de la cocina de carbón. Era tan pequeñita que no alcanzaba
la taza del fregadero sino era subiéndose a un tuero. Tenía una
cara muy bondadosa, siempre vestía de negro y un lobanillo al lado
del labio inferior de la que salían una cerdas algo así como una
barba de tres pelos. O cuatro. A un hijo se lo fusilaron cuando el
Alzamiento. Pertenecía al partido comunista y le dieron mulé en el
foso del Alcázar y a otro Gabriel porque era cojo e impedido que
sino también le “pasean”. Nunca se recuperaría de aquel golpe
la señá
segunda. La poliomielitis determinó que aquel hombre tan
inteligente estuviera condenado a una silla de ruedas. Los del
Frente de juventudes le fabricaron por mediación de don Tomás que
era el jefe de abastos y que vivía en la casa de la esquina justo
al lado de la muralla un coche silla y pedaleando con las manos se
desplazaba todas las mañanas a la estación del norte a vender
pipas caramelos y cromos.La bajada por la escalera del querido
Gabriel era tan sonora aunque mucho (plon, plon peldaño va peldaño
viene y además el resuello de su penoso respirar) más trabajosa
que el del cabo de la Benemérita. Quico el catalán le agenció
unas rodilleras con neumáticos de camión y unas chanclas para las
manos y a rastras se deslizaba desde el tercero hasta el cochecito
que le aguardaba a pie de calle. Era todo un experto en el manejo de
su vehículo y los amigos le llamaban el rey de la montaña por la
celeridad con que subía las cuestas manoteando sobre los pedales y
en una ocasión pues era muy decidido se propuso hacer el viaje
hasta Madrid pero al llegar al Portachuelo antes de San Rafael
pinchó una rueda y tuvo que traerlo a casa la Guardia Civil
precisamente el señor Juan que por aquellos días estaba de
servicio por aquellos pagos unos dicen que tras la pista de unos
quinquis que robaban gallinas por la Losa y otros que a cazar
gamusinos. Fue una noticia muy comentada en la localidad y salió su
foto en el Adelantado pues la hazaña del cojo tuvo mucho mérito. A
Gabriel se le quería mucho y todos conocían por lo que le había
sucedido que Franco no era santo de su devoción. Sin embargo él y
mi padre se hicieron muy amigos y a veces discutían –sin reñir-
de política. Cuando nos mudamos de casa a las viviendas militares
del Puente de Valdevilla mi padre me mandaba bajar a comprar el
Adelantado
por toda la pista que no sé si el periódico valía un real como
los pirulís de la Concha pero a mí – jo papá no tengo ganas- se
me hacía muy larga la caminata hasta el quiosco del Tío Braguetita
que estaba junto del Regimiento pero yo no hacía gratis el mandado.
Recababa de mi progenitor una perra chica esto es cinco céntimos.
Nuestro periódico era muy conservador y de derechas o más bien de
tono objetivo e imparcial por lo que resultaría inconcebible que el
señor que lo voceaba en el Portalón cerca de la Casa de los Picos
muchas tardes pudiera aportar a los titulares algo de su cosecha
como ocurrió en cierta ocasión en León con Genarín- Jesús la
que se preparó- y pregonaba el diario Proa de la prensa del
Movimiento. Una tarde en que había pimplado más de la cuenta y no
se le acercaban clientes le puso titulares sensacionalistas al
rotativo él mismo y se inventó la noticia:
-Proa…Proa…
ha salido Proa… últimas noticias. El Papa Su Santidad Pío XII
cuelga los hábitos, y se fuga del Vaticano con la Hilda… Proa. Ha
salido Proa. La pareja se va Honolulu de viaje de novios.
La
gente se arremolinó en torno al pregonero que despachó su
mercancía en un suspiro. Se produjo un alboroto, casi una conmoción
social ante la indignación de las gentes bienpensantes que no había
sabido percibir una broma de borracho y a Genarín se lo llevaron a
la trena los guindillas. Pero eso solo podía pasar en León tierra
de cazurros, en Segovia jamás. Allí éramos un poco más señoritos
circunspectos y delicados. Pobre Genarín esa es otra historia. Todo
el mundo conoce su triste final. Lo arroyó un camión de la basura
mientras exoneraba el vientre y la vejiga cerca de la muralla romana
una noche de viernes santo. En Segovia había otros singulares
personajes como Mariano Conejo el hospiciano que tenía una voz
poderosa e iba por las casas a pedir con su traje marrón de los
presos y espiaba a las mujeres mientras fregaban la escalera. O
Fernandito que una vez se disfrazó de fantasma en la Alameda e iba
asustando con una sabana a las parejas. Uh…uh..uh. el Fernandito
era un aprendiz de lo que ahora se llama violencia sexual, un
violador en potencia, vamos, pero la gente se lo tomaba a
cachodeo.El mismo Tío Braguetita era otra personalidad local. Había
estado en Rusia con la División Azul. Regresó del frente del Este
con un pie congelado. Le dieron un quiosco pero se emborraba con
frecuencia y cuando estaba beodo iban los chicos a cantarle:
-Tío
Braguetita… tío Braguetita.
-Si
voy ahí chiquitos os meto un brazo por una manga.
Hacía
una amago de salir de su tendejón y los malvados chavales que le
arredraban emprendían una carrera sin parar hasta los jardincillos
de Santa Eulalia donde crecía y crece un centenario y señorial
almez todo una orgullo de la botánica segoviana. Vuelta y otra vez:
-Tío
Braguetita…. Tio Braguetita.
Pero
aquel veterano de una de las guerras más cruentas que ha tenido la
humanidad era inofensivo incapaz de matar una mosca.Hay que decir
que no cumplió la promesa de maternos un brazo por una manga.
Algunos de sus camaradas ex combatientes se acercaban a visitarle
entre ellos el teniente
Ricardo
que era nuestro vecino un artillero alto y cenceño que debajo de la
guerrera siempre llevaba camisa azul y bajaba a comprarle el Arriba
y hablaban de los viejos tiempos y de las fatigas del frente de
Novgorod y de Leningrado. El quiosquero que se llamaban Crescencio
departía en largas parrafadas con el teniente Ricardo y con el
brigada De la Paz también divisionario, aunque todos le conocieran
por el apodo de la dichosa bragueta y eso porque la gente que se
fija en todo observó un dia que tenía que orinar con frecuencia y
tenía un perico dentro de su garita para hacer pis que debía de
padecer poliuria o incontinencia de orina y olía por allí a meaos
que tú no veas y por el verano todas las moscas del barrio venían
a posarse en su bragueta con ronchones sospechosos lo que era recelo
de diabetes pero el tío Braguetita no murió del azúcar ni del
tenesmo. Se le cantó el gorigori por otra causas. Una borrachera de
anís. La cogió temblona y se lo llevó por delante. Sereno, era
una delicia de paisano pero la cosa cambiaba cuando se había tomado
unos chatos y más en la taberna del Tío Juvenal. Nos decía
algunas palabras en ruso y a mí me enseñó el paternóster en ese
idioma…. Otse
nash…
La estepa había cambiado su percepción del mundo y decía que el
pueblo ruso aunque se les motejara de comunistas y de rojos perdidos
eran buena gente. Él mismo ostentaba un icono de la virgen María
que le regaló una baba
(vieja)
o una panienka
(moza en polaco) cuando pasó por Grodno que en este momento no me
acuerdo a punto fijo.De lo que sí me acuerdo es de la bondad de
aquel rostro cansado y vencido por los sinsabores de ka vida pero
que no perdía jamás la paciencia y la serenidad. Nunca nos dijo
chico si voy ahí os capo que eso si que hubiera sido más
morrocotudo y es con lo que nos amenazaba, por ejemplo, el tío
Juvenal el tendero de Castrobocos que tenía mucho peores pulgas.
Don Crescencio sólo se atrevía a sentarnos las costuras de manera
más leve: meterle a uno un brazo por una manga no debía de ser
gran cosa. Su entierro se recodará en los anales de la ciudad como
uno de los más multitudinarios. Vinieron coroneles y generales
entre ellos Muñoz Grande y el general Infantes mandó un telegrama
de pésame.
En
el Arriba
el periódico que llevaba siempre el teniente Ricardo bajo el brazo
y era uno de los mejores periódicos que se publicaban en España
por las firmas que en él aparecían desde Eugenio D´Ors hasta don
Pío Baroja y el mismo Ortega- estamos hablando de una España no de
revancha sino de reconciliación- yo me hinché a escribir crónicas
desde Londres desde Nueva York así como en los otros cuarenta y
tantos restantes de la querida prensa del Movimiento- le dedicaron
una larga necrológica. Nasie hubiera podido pensar que aquel
vendedor de periódicos borrachín tenía una laureada.
En
el Adelantado
hice mis primeros pinitos literarios y di a la estampa mis primeros
versos como un romance al Eresma glosando a Gerardo Diego.” Río
Eresma río Eresma que vas camino del Duero para estar contigo a
solas esta tarde he bajado solo y triste. He bajado con el viento..
etc”. Muy malos versos y casi una copia del romancero pero todavía
traen un perfume de aquel ayer- años 62 al 64- y algunos números
de entonces aun los conservo. Recuerdo la bondad con que el director
Cano de Rueda aceptaba mis ripios. Pero eso de ver mi firma
estampada en la pagina literaria de los jueves me hacía sentirme un
tío importante, casi un Tolstoi. En este rotativo tabloide que
tenía forma de sábana y muy pocas hojas probé yo ese veneno, esa
comezón que deja en el alma el duende de las imprentas. Por eso
esta bonita foto que me mandas, amiga Amaya Barrio, en la que
apareces detrás de una ventana del Negresco o de la Suiza tomándote
un café con un bollo y en la mano el periódico de nuestra ciudad
tiene para mí connotaciones mágicas. Es mágica y ha suscitado en
mí esta retahíla de viejas remembranzas. Muchas gracias. Río
Eresma, Río Eresma que vas camino del Duero… Adelantado de
Segovia uno de los diarios más antiguos que se publican en España
humilde y entrañable y sin demasiadas paginas, sólo puedo decir
gracias.
EN
LA MUERTE DE UN PRIMO MÍO
Hoy
estoy un poco cabreado con Dios. La naturaleza se cobró su
estipendio y avasalló, triunfal, la muerte los despojos de mi primo
carnal verdadero hermano Agustín. Hoy se me ha muerto algo de mi
propia alma y cuerpo que lo vi horrible y macabro en ese rostro
arropado en un sudario blanco cuando los del crematorio destaparon
el féretro y apareció pavoroso y desencajado incipiente aviso de
calavera - como me ves te verás; como tú eres yo fui- la orlada de
los ojos profundos como socavones exvoto de la cera todavía con
manchones de la sangre que se congestionó en una agonía que fue
tormento y purgatorio. Demasiado. ¿Qué crimen pudo cometer mi
primo para haber tenido que aguantar dos años esta crucifixión de
un melanoma en un pie? No entiendo. Pongo doble contra sencillo y
los ojos de la carne me llevan a la oscuridad de la nada al final
macabro y absurdo de la vida de un recio castellano de 63 años.
Venciendo mi repugnancia estampé un beso sobre la frente lívida y
le hice sobre las labios la señal de la cruz deseando vivamente que
esta resignación fuera fiducia de salvoconducto del viaje a la
eternidad. Para los cristianos la cruz de dolores persecuciones
desacatos humillaciones insultos contumelias enfermedades y otras
crueles realidades es la moneda que todos llevamos prendida entre
los dientes para pagar al barquero y sacar pasaje en la misteriosa
nave de Queronte. Conviene no escupirla jamás y tenerle bien
agarrada en el mandibular. Es como si dijésemos que así
atenazáramos inmovilizándole por los mismísimos a un púgil que
siempre acecha, siempre hostiga y acabamos tirándola en la parva
como en aquellas luchas que nos echábamos en la era las tardes de
trilla y brega cuando éramos niños a ver quien era el más fuerte
y tú Agustín aunque más bajo que yo me tirabas contra las
cuerdas. Al caer de espaldas recuerdo que me aterrizaba el vacío y
esta mañana al cabo de tantos años he vuelto a sentir aquel
vértigo de caer de espaldas no a una mullida parva de espigas
tiernas sino a las aguas salobres y tenebrosas del lago de la
eternidad. Murmuré un réquiem por lo bajo que parecía un mutis y
luego en alta voz dije ante sus despojos una frase:
-Agustín,
siempre fuiste un valiente. le supiste echar un par de cojones a la
vida. El cáncer te ha vencido pero estoy seguro de que tú buscarás
revancha en la resurrección de cristo. Hasta luego.
Todos
estábamos aterrados en aquella cámara fría y desnuda que en el
tanatorio llaman la Sala de la Despedida. A ella nos llevó a los
del triste cortejo aunque para disimular ibamos hablando de nuestras
cosas tratando de dar un aire de familiaridad a ese momento tan
trascendente una azafata de talle fino y guantes blancos. Los ojos
de la fe avezados a calzar las antiparras de la teología el dogma y
los viejos conceptos me llevan a la seguridad de que él está cerca
de Ti, Señor. A tu lado y que le preparaste a Agustín una morada
en tu reino, allá en lo alto, o donde sea. Que habrán acudido a
recibirle en la gloria los Ángeles y ese serafín de los prefacios
al que entonaba su melodía al armonio su padre mi tío Pedro que
era el sacristán de Fuentesoto en aquellas multitudinarias misas
de Angelis y que su madre, la Juana, a la que él llamó a voces
antes de expirar Madre...madre. Madre y santa María y san Pedro y
san Gregorio y todos los justos de mi pueblo y todos los pueblos
habrán prestado acogida en los prados amenos de la eternidad.
Según dijimos en la recomendación del alma que me cupo el honor de
leerte en tu lecho de muerte a la cabecera de aquella cama del 12 de
octubre tan impersonal y tan fría para ti que eras entusiasmo puro
y carcajada viva que no merecieras reclinases tu cabeza para exhalar
el último. Otro absurdo que me llena de angustias y de dudas pero
no te preocupes, Agus, lo superaré. Mi fe es más vieja y recia
que todas esas cantinelas con los que nos sorprende el pateta
siempre tan oportuno y tan poderoso que lo llaman el señor que
preside los designios pero lo derrotamos y vencimos con aquellas
oraciones tan inspiradas del misal latino y luego yo te escuché que
decías Jesús José y María valedme en mi ultima agonía y
llamabas a tu madre, la Juana a la que yo siempre tuve por santa y a
la que tu hermana Lidia acude al cementerio de Fuentesoto a llevar
flores y a suplicar su intercesión para pedir algún favor o cuando
la aflige una necesidad. Estoy seguro de que ella también estaba
allí. Con Jesús María y todos nuestros patronos tutelares.
¿Recuerdas cuando ibamos a coger botijos de agua a la fuente
grande? A trillar, beldar, arrancar hieros o algarrobas a Las
Suertes Viejas que estaban a casi cuatro horas de camino, cerca de
Valdezate y que para ir a labrarlas había que uncir el carro a las
cuatro de la mañana. O las moras que cogíamos en un bote por la
fiesta de Nuestra Señora de agosto.
Con
azúcar o algo de arrope sabían buenas o por lo menos mataban el
hambre y la sed de aquellos veranos tórridos. Estaban superiores.
Aquel mundo que dejamos atrás no era ni mejor ni peor que el que
vivimos ahora pero ya no es. Se apagó el fuego y quedan los
rescoldos y los rencores que aquel pueblo del que salimos eran muy
envidiosos y quejados de esa enfermedad tan norteamericana del “keep
up with the Jones”. De aquella tierna etapa de la infancia datan
las primeras crueldades. Pueblo de cristianos viejos o acaso nuevo
pero de catolicismo y de cristiandad poco, personajes que no te
daban una hogaza o te invitaban a comer asado el día de la fiesta
si no estaban ciertos de que iban a recibir diez. Muy mirados y muy
a lo suyo y, según tú decías, Agustín, muy zorros. Pero estas
menudencias y trastornos tales mezquindades no pertenecen al corpus
dogmático, son materiales para la casuística. Pero hay que hacer
balance sub especie Aeternitatis y llegan el momento de las
verdades. Castilla dio de sí todo lo que tenía que dar y se ha
venido abajo por el mal de siempre: el morbo visigótico, la
ignorancia de los fetiches, las suspicacias y desplantes entre unos
y otros. Siempre busqué el viejo espíritu pero sólo encontré
ruinas y mezquinos destripaterrones. Los hispanos de los que decía
un papa Deus
aspicit benignus-
¡qué ironía!- nos vigilamos unos a otros en vez de querernos y de
perdonarnos que es lo que cumpliría. Ese y yo más porque nos
hemos hecho supremamente materialistas y en este tiempo y en aquel y
siempre estaba el tanto tienes tanto vales. Los había que querían
un sitio preeminente en la tribuna de la iglesia y aunque más malos
que Judas pérfidos y traidores colmaban la iglesia de bodigos para
ser invitados a las comilonas en la rectoral
Reunión
de pastores oveja muerta y ya se sabe el mejor cuarto asado y el
cobro de diezmas en especie que los reverendos se comían en carne
pellizcando el culo de la mejor moza y siendo piedra de escándalo
para el feligrés. Algunos no eran muy evangélicos. Querían
mandar. Pecados de sexo, bueno pues por ese cabo todos somos
pecadores y no tenía importancia al cabo del tiempo y cuando tantas
aguas han llovido que lo que contaba tu padre el sacristán que en
aquellos sanpedros del ayer el cura de Valtiendas se bebía una
cántara y luego no acertaba, arremangada la sotana, a los pedales
de su bicicleta para subir la Cuesta Los Carros o el de Pecharromán
que en cada fiesta le hacía un chico a una moza del arciprestazgo.
O el de Cuevas que se masturbaba en las eras coram pópulo que tío
mas guarro para que le viésemos todos los chicos. El peor pecado
eran la soberbia, la envidia y la falta de caridad, el querer ser
los mandamases y caciques del pueblo y eso que a sí mismo se
llamaban discípulos de Jesucristo. Todo pasó y de aquello quien
se acuerda. La vida fue evolucionando. Éramos pobres y felices.
Pero la vida tenía cierto sabor y yo ando la querencia de aquellas
horas, de aquellas rosas, de aquel tiempo de amistad en que éramos
como más libres y desinhibidos, de aquellas chanzas inocentes, de
aquel vino. En una fotografía en que comparecemos tú y yo
retratados por un fotógrafo de feria a lomos de un caballo de
cartón se nos ven los vientres abultados. Hambre. Hambre a secas.
Gazuza de posguerra y es que no había, hijo. Cuando tu madre mi
tía Juana que era una santa le daba sopillas para merendar a tu
hermano el pequeño que no sé si era Pedrito o Salva nos poníamos
todos en corro o sentados sobre los bancos de la cocina y éramos
felices si nos daba a probar una cucharada y como pajarinos abriendo
el pico. Hambre y no había. Por eso se nos inflaban las panzas
como a los niños de Biafra. Vivencias comunes del pobreza en
compañía deba de dejar una huella indeleble como aquella luz de
nuestro pueblo, los olores del establo, el sudor fuerte y perfumado
de las caballerizas, el aroma de estoraque al pasar cerca de la
fuente en la cerca del médico, las esquilas de los astros en reata
del molinero de la Villa que preparaban unos escándalos de aquí te
espero cuando barruntaban una yegua con hipómanes, o las del burro
yeguato del tío Aquilino grande de alzada y esquelético como su
dueño que bajaba para las pobedas la chaqueta al hombro a regar su
cerca la azada al hombro tieso más que un huso, la mala leche de la
Tía Maricruz Nuestra Señora de los siete tobillos la única en el
pueblo que se echaba polvos en la cara y luego supimos que otros
polvos también echaba y a ti te preguntaba muy interesada:
-
¿Tú eres el chico del sacristán?
-
Sí, señora, para lo que Vd quiera mandar.
-
¿Y donde anda tu padre?
-
A las tierras. A labrar.
-
Hogaño le veo poco, hijo.
-
Tía Maricruz ni falta que hace
A
ti te tenía buen concepto. Por algo será, asumí. Y recuerdo las
impresiones que marcan para toda la vida: las tardes de invierno en
el callejón que para calentarnos jugaban los mozos al chito y
nosotros al zorro pico zaino que era un divertimiento muy antiguo y
español. Y los bailes de candil por san Pedro cuando le mangábamos
al Bigote las garrapiñadas y los perillos al hortelano del Valle de
Tabardillo cuando venía a vender y se quedaba en las bodegas, bebía
más de la cuenta y luego le pasaba lo que al cura de Calabazas que
no encontraba el camino y nosotros aprovechando que andaba el hombre
un poco chispa le hurtábamos algún perillo.
O
cuando la noche de Ánimas nos mandaba tu padre a tocar las campanas
y allí estábamos acurrucados en el campanario muerto de miedo los
dos. Alguna paloma sorprendida en su nido al vernos levantaba el
vuelo y a nosotros se nos erizaban los cabellos pues creíamos fuera
un ánima. Las castañas y nueces de Nochebuena. Y los filandones
de San Andrés. Correr el gallo por las Candelas. Los cantes de
ronda cuando se iban los quintos y al Irineo le tocó a África. O
poner la enramada después de la Minerva y el Corpus. Felices éramos
a nuestro modo. Ayudábamos a misa al cura Saturnino que nos daba
una perra chica o una patada en el culo si nos equivocábamos en el
confiteor. La escuela de doña Catalina la esposa de don Tomás
aquel maestro que según decían era de ideas y se libro de ir a la
cárcel alegando que estaba loco y lo internaron en el manicomio de
Quitapesares. ¡Dios mío, al cabo de los años comprendimos la
tremenda injusticia que supone el emparedar a un maestro tildándole
de débil mental por pensar por su cuenta! Aquella puta guerra, la
guerra, y lo peor las revanchas. Por lo general el personal se
escudaba en la religión y la política para dar rienda suelta a sus
instintos inferiores, pero a mí siempre me pareció que don Tomás
sí entendía de política. Los demás no. Era un buen maestro.
Volviendo la vista atrás uno tiene que volverse cínico o un
hipócrita. Todo aquello de entonces ahora sale por lo visto. Pero
a mí los malos ejemplos clericales no estorbaron mi fe en la
religión. Ahora bien como yo no quería ser un cura de misa y olla
como aquellos que bajaban a nuestro pueblo en la bicicleta con la
sotana arremangada que enseñaban los pantalones negros y a nosotros
nos sorprendía que llevasen pantalones como los demás pues me
salí. No quise saber nada. Pero continúo en aquellos valores del
Evangelio y en la piedad y en el amor de Nuestro Señor Jesucristo.
Luego vino la emigración o evasión del campo a la ciudad.
Recuerdo aquellas vísperas de San Silvestre que nos presentamos en
la plaza con tu motocarro una Trimak recién comprada cómo nos
miraba tu hermano Maudillo que quería venirse con nosotros para
Madrid pero no había plaza en aquel triciclo con el que empezaste a
trabajar, el primero de la saga de una flota de camiones. En el
puerto de los leones se planta nevar y no teníamos cadenas.
Hubimos de poner nuestros abrigo y nuestras chaquetas debajo de las
ruedas para el agarre en la nieva y no sé ni como coronamos la
montaña. A fuerza de tesón, que tú siempre le echaste a la vida
muchos cojones. Los dos tiramos para adelante enderezando nuestras
propias rutas.
Algunos
domingos salíamos juntos a alternar o nos metíamos en un bailorro
a asustar a algunas chachas y yo un poco bisoño te pedía consejo
sobre cómo había que hacer para que las chavales te diesen baile y
tú decías mira te has de comportar normal decirle cosas agradables
que no vean que te azaras. A las mujeres les gusta saber que tú
mandas. Buen consejo, mas ni por esas. Hasta tomé complejo de que
nunca tendría novia de que nadie me querría. Hay que ver, Agustín
que cosas se le meten a uno en la cabeza. Y pensaba en aquellos
recuerdos agradables tratando de espantar la sensación horrible de
mi beso de despedida, ese olor a cadaverina, espeso y dulce de los
muertos cuando empieza el heder y la descomposición de la carne y
de la sangre. Estaba como zombie. Desde el tanatorio sur hasta la
Almudena donde iban a hacerte polvo y ceniza había un atasco
infinito. Nos perdimos un pare de veces en una de las
incorporaciones, casi me choco contra un taxi. Estaba como alelado.
La noticia de tu muerte me dejó frío y todavía no me lo creo que
puedas estar muerto. ¿Adonde te has ido? ¿Cómo será el cielo?
¿Cómo habrá sido tu entrada en el Paradiso? Cavilar sobre estos
misterios me saca de quicio, siento como una desazón un cosquilleo
en el estomago y es que la eternidad me da vértigo y quiero suponer
-y este es mi único razonamiento- que de la misma manera que en
tantos azares y peligros sentimos una especie de protección y
misteriosamente nos vemos salvados de las acechanzas y trampas de la
existencia, en la hora de la muerte Él seguirá ahí a pie de obra.
Al menos es lo que ponía en la oración diaconal de la
recomendación del alma que te leía cuando estaba en los estertores
de la agonía. Mas una cosa es predicar y otra dar trigo. Yo
también tengo dudas y un miedo infinito. A ese vacío de tus ojos
cerrados que dejaban de ser ojos para volverse cuencos de
calavera... A esa sonrisa macabra que vi en tu cadáver. Bien es
cierto que no eras tú sino tus despojos en la hora del hic jacet
mas no por tales reparos deja de activarse mi congoja. Por eso iba
recordando con tu hermano Pedrito los buenos momentos de cuando
éramos chavales. Bromeando haciendo nuestros planes ilusionados
con el vivir. Bien es cierto que era un subterfugio. Una
escapatoria. No entiendo nada. Tengo la mente en blanco esta
mañana hermosa de verano cuando la circulación en la M 30 es
caótica y por la mañana la tele retransmitía el encierro de san
Fermín. Otro breve responso y más lloros de los deudos de un
curita joven capellán del cementerio cuando llegamos después de
perdernos otra vez por las aleas de la inmensa necrópolis. A mi me
hubiera gustado entonar el Libérame me Domine de Morte Aeterna y
musitar el a porte inferi o el dies irae pero recité estas
secuencias de los viejos funerales para mí mismo.
Había
mucha gente y allí estaban tus hermanas Rosario, Lidia, Salva y
Pedrito mi escolta de poca talla pero de corazón grande el que más
se parece a ti. Me impresionó la dulzura de tu nuera Esperanza que
me dio a besar a tu nieta y yo la bendije. Esta niña es clavadita
a ti. Y ese pensamiento me confortó un poco. Porque en esos ojos
almendrados se posaba tu luz por ese milagro de los genes y tu
cuadratura. Y el amor que vencerá a la muerte, en esta megapolis
superhabitada de fantasmas donde todo es difícil e impersonal hasta
morir los ojos un poco asustados me alejaron del cabreo que siento
esta mañana de sol con Dios - uno puede a veces estar enfadado a
veces con lo que más quiere ¿no?- me dio cierta tranquilidad e
hicimos las paces. Él está cerca de Ti, Señor. Lo sé. Le
habrás preparado esa morada que se merece tras su crucifixión del
cáncer de piel y la muerte que Tú quisiste compartir con Agustín,
conmigo, con todos, pero Te pido no me des tan dura prueba como la
suya que no sé si lo resistiré. Vermis
sum et non homo, miserere
mei,
digo con el Santo Job. Al regresar de la Almudena a mí me pareció
que entre los ruidos del tráfico de la calle impersonal los
cláxones de los automóviles entonaban un Miserere. Y luego el
aleluya de la Resurrección en Jesús. Aparqué en una de las zonas
más bonitas de Madrid Alcalá con Goya y entré a cortarme el pelo
en una barbería. La vida sigue. Muerte, ¿dónde está tu
victoria? Volví a inquirir sólo para mi capote. La verdad es que
no entiendo nada pero acepto la muerte como una parte esencial de mi
condición humana. Que hoy me embargan la melancolía y acepto
resignado el fin de esta persona tan querida como acepto el mío
propio. Más que nunca hoy recuerdo la frase del Prefacio de
Difuntos: Vita
mutatur non tollitur.
(La vida se transforma, no se nos arrebata)
APORTELLADOS
DE SACRAMENIA Y FUENTIDUEÑA
Aportillados
eran los adelantados del rey, castellanos que pagaban Parias
castelarias lo que les daba derecho a ser señores prevenidas en
frontera con todo su ajuar. Para ser aportellado –este adjetivo
define toda la reconquista con su entera mentalidad de combate-
había que estar empadronado en una villa o ciudad, tener allí
casa, corral o dehesa desde san Miguel hasta la santa trinidad,
pagar la fonsadera o pecha de guerra y manejar espada, lanza y
capillo, tener caballo. Hay que tener en cuenta que las armaduras
eran entonces caras. Prerrequisito era el haber sido armado
caballero y jurar lealtad al monarca. Los aportillados o
aportillados podían administrar justicia y recibían la cara de
alcalde Es el principio vasallático otorgado en avenencia y de
mutuo acuerdo (los godos no firmaban nada a no ser con la sangre y
les bastaba la palabra empeñada) para cabalgar en algara contra el
moro cuando la anúteba lo reclamase. Los caballeros eran mesnaderos
bajo el pendón real. A tales aportillados se refiere el fuero de
Peñafiel del cual ya hablamos otrora y que es uno de los más
interesantes para los medievalistas. Don Claudio Sánchez Albornoz
hace un estudio exhaustivo del mismo y lo clava. Es un fuero que
fija los usos y costumbres de los sexmos ribereños del Duratón.
Zona que había sido repoblada y don Claudio dice que el gran
problema de la España del siglo X al XII fue la despoblación del
Duero por gente de muy diferente origen. La integraban los gascones
llegados de Francia siguiendo a los monjes repobladores del cister y
de Cluny, vascos, satures, cantabros pero sobre todo casi en un 37
por ciento eran exaricos o cautivos agarenos que habían sido
obligados a moverse hacia el norte tras las exitosas campañas en Al
Andalus de Alfonso el emperador. Abrazaron seguramente a la fuerza
la fe cristiana. Van a ser los primeros componentes de la fuerte
raigambre mudéjar de esta zona que se irá desplazando hacia el
Oeste por Cuellar, Arévalo, Peñafiel. Otros eran muladíes raíz
mucho más antigua y asentada porque es obvio que no todos los
mozarabes quisieron ser mártires hubo bastante chaqueteo y se
sumaron al credo del Coram, o árabes descendientes de cristianos
conversos al Islam también por obligación. Todo un variopinto
melting pot. El Duero era la tierra de frontera. Tanto el como sus
afluentes se encuentran salpicados de fortalezas y castillos. Los
antiguos tumbos refieren que el dueño de estos señoríos el conde
Ansurez de Monzón era un muladí: Ibn-el- Manssur y Alfonso III de
León en 912 dona la tierra de Cardaba cum edificiis a un tal
Gonzalo Téllez para hacer cargo de esta zona de monasterios y de
morabitos tanto musulmanes como cristianos que vivían encuevados
en simas que ese dan en abundancia por estos valles. El cenobio
oriental va a ser sustituido por una fundación monástica del
Cister. Esa va a ser la constante durante los siglos medios: el
anacoretismo bizantino visigótico va a a ser siendo sustituido
poco a poco por una firma de vida en común y a la occidental. Eso
desde un punto de vista religioso. Desde un ángulo económico los
monasterios eran auténticos fundos de explotación agropecuaria
QUIRÓGRAFO
DE LA ASCENSIÓN
Esperanza
entre mis teclas. San apolinar firsa alto y dejo de fumar en este
bello día de julio. Sed aliud est coelum aeternum. ojos que miran
al cielo como en la oda de fray Luis, y dejas pastro santo tu grey
en este valle. Uno es el cielo inmaterial y otro el cielo aereo.
El matiz es importante porque en ambos cielos moraban los espiritus
en uno los angeles, angelica turba coelrum exulñtet y abajo los
demonios. Una era una cucaracha alemana con el pelo de estropajo y
las mandibulas como garras de la hormiga atomivca. Sed exulytet
turba coelotrum que todos esos nada podrán contra mí. El cielo
aereo es lo proximo a la tierra pero el empireo es otra historia muy
diferente. al cielo aereo fue sublevado o subllevado elias. Y
transportado hasta una remota región que se trova en paradero
secreto hasta el fin de los tiempos. Coelum quippe terrae proximumn
est. Cuando bajó al limbo Jesus resucitado al tercer dia, palabras
maximas, sioniquetes y comodines, palabras palabras, rescató a los
justos. Esto es pura mitiología. Señor que duro es creer pero
aqui se guardan los sellos de la vida humana en el quirografo de la
ascensión. Et mortios debitum persolvit. Nuestro redentor no
padeció a la muerte propiamente dicha, la superaría. La ascensión
por su propio pie y no en manos de anglesfue el finiquito de la
resurrección. Elias fue transportado al cielo igual quie san pablo
en un ataque de gota coral seguramente y la virgen fue asunta.
Diferencias por tanto de contorno entre sublevación, asunción y
ascensión. Esa fue una de las primeras cosas que nos enseñaron
con el catrecismo. A elias lo tomaron los angeles de la mano lo
mismo que a enoj para superar el lastre de la gravedad pero cristo
se elevó de su propio pie y con la fuerza de su mano. Se eleva por
tnto sobre las miserias de este siglo y los palidos reverberos de la
gran belleza del padre en las obras que hizo. La ascensión es la
fiesta más platónica del calendario cristiano. Y dicen los
comentaristas que el Señor coelorum
fastigia penetravit.
El fastigio era un techo de doble vertiente. derribó las
potestades diabolicas aber
heute meine tochet hiess mich cocroach.
Qué me pasa? Mientras especulo de tan altas razones mi
existencia subrauyce en la abyección y la miseria. Sede a dextris
meis dijo el salmo y esteban el dia de su lapidación vio los cielos
abiertos et filium hominis stantem a dextris. Hay una dioferencia
entre sedere et stare. El stare es algo más transitivo. Al seder
realiza uin papel más activo en favor de aquellos que en la tierra
invocan su nombre. Ibamos diciendo que se acercaba un tiempo de
mártires. Y va induido de la estola (cpitraxil) de glroa. Todos
los santos bizantinos portan la estola cruzada sobre los hombres con
la cruz a manera de estandarte. me queda un año para jubiklarme y
esto va a ser otra via dolorsa. Ascensión significa exaltación de
la humanidad. Al subir con cristo a la gloria el cristiano se
convierte en algo sublime y firmó de esta mnanbera el quirógrafo o
compromiso de nuestra salvación. Pero el ave ignoró la senda.
Semitam ignoravit avis. Sea. Elevata est magnificentia tua super
coelos. En el con el y por el y en ´çel triunfamos de nuestra
corrupción y podredumnbre. Sin embargo cristo nos dice que el
camino hacia la excelsitud es la humildad, la mansedumbre, la
claridad. De esta forma un dia podremos gozar de su plenitud. Hay
que circunvenir las tentaciones y adversidades y suprimirlas
plantandola combate mediante la huida. El cuerpo que se eleva a
efectos de la potencia divina. El amor viene saltando los montes.
Ecce hic veniet saliens in montibus. de coelo venit in uterum, de
utero in praesepio, et de praesepio venir in crucem, de cruce in
sepulchro et de sepulcro redit in vitam et de vitra in coelum. jolin
too much. Muy brillante. mucha hiperdulía.
TEATRO
E IGLESIA
Esta
noción del teatro como una liturgia y de la iglesia con un
escenario con sus decorados pertenece al ambito del pensamiento y la
literatura rusa. Sin estetica y sin arte y sin misterio no hay
religiíon. creo que fue ivan bunin que cuenta una misa entre los
expatriados rusos de berlín y llega a la conclusión de que parece
la representación de una ddrama solemne con sus decorados con sdus
caracterizaciones y puesta ne escena. Los rubriquistas saben mucho
de esta intima conexión de lo sagrado con las artes escenicas
porquie la pintuira y la musica y la pintura son sagradas, tienen
ese hálito o palpitación de la divinidad incombustibles.
You
ought to dominate some tecnicla effects. Es
como un proceso en el que la inspiración se somete a la ferula de
las corcheas y las fusas y las semifusas. Una buena partitura, una
sinfonía, es contar una historia inefable que avanza entre
tinieblas. Por eso cuando entramos en una iglesia nos sentimos
diferentes, acaso seamos diferentes. Nos embarga el roce de lo
trascendente, la vivencia de lo ultrasensible. Esa misma sensación
nos acomete al pisar la alfombra de un patio de butacas. Para los
rusos esto es el equivalente a una confesión de parte [pobiedy,
mui pobiedy gospodi]
y la musica resulta en ese sentido una confesión de lo inefable.
Ante el altar ante la grada del proscenio o clazando el coturno los
dialogfos a veces se vuelven monologos.
Asi
que en un decorado teatralmente tan perfecto como Petersburgo la
srquitectura se vuelve musica pero todo dentro del gusto
neoclasicico y ese amor a las tres unidades de Cataliona la grande.
Tanta linea recta tanta magnificencia parece no ir a compas con el
sinuoso caracter de los rusos que es circular y romboide como las
cupulas magicas del oriente. pero en la ciudad de los zares las
piedras se vuelven pentagramas o versos de pushkin tan refinados tan
respetuosos con las normas de boileau. La ciudad tiene alma de
fuego y en los atardeceres parece que le nacen llamas a las cupuilas
y todo se vuelven fulgores e incandescencias perfiles de estrella
asmando a la distancia y cabrilean las cupulas en forma de llama
sobre el espejo de las aguas del neva. De la mano de cualquier
compositor aleman instalados en la ciudad nos parece gastar el
tiempo (die Seit verzheren) porque Petersburgo tiene tambien alma
filosofica. En ella pudiera haber hanbitado Kant. es rusa y es
alemana. Pero no seamos retrecheros con el paisaje. Volvamos a la
hiostoaia. En 1582 hubo una vistoria cosaca sobre los tartaros y el
zar hizo una donación a las iglesias y monasterios (Soende). En
cada uno apostó un carillón o garita [karyl]
semejante veleidad le da a la capital un caracter de fortin, de
plaza fuerte amurallada contra las ventiscas que vienen por el
Baltico. Hitler era tan torpe que desconocía la historia y esto se
vuelve un crimen imperdonable en un hombre de estado. Otra nota a
destacar es el aspecto religioso. La iglesia más grande de ctoda
la cristiandad mayor incluso que san pablo de londres y la basilica
del vaticano está en san isaac. Esta visto que cristo estorba con
sus planes de redención a otros demiurgos. Por eso le llaman
cinico y tonelero agresivo [ausfallend] un profesor de ciencia
itinerante o wanderlehrer que se expresaba en parabolas. Su palabra
quedó prendida como mechón de humo sobre las cornisas. El es
nuestra antorcjha. Unserer fachel. aspiramos a su visión, vamos a
su encuentro pero nos entorpecen los grilletes o compedibus. la
escritura manda dirrumopere vincla eorum. ewn petersburgo se siente
la resurrección y las cupulas de la catedral de kazan suben y
suben, ascioenden. Son una metafora de la ascensióm. Cristus
glorioficatio nostra. La caridad cierra la culpa? Charitas
operit multitudinem peccatorum. pero la cioudad mas rusa de todos es
Nijni Novgoprod.
LUNA
DE AGOSTO
Baila
mi esperanza como la flor de edelweis
entre
las teclas
sueños
que no aprehende el volumen de mi pipa
entre
volutas caprichosas
que
se elevan lentamente
y
salen al prado a besar la luna del jardín
siento
en mi alma el ser/no ser
entre
tinieblas
la
luz queda y tenue
que
traza el oscuro camino
eolicos
molinos alzaronse gigantes
reyes
de la braña
en
la sierra de los vientos
y
esta visto que Xto estorba a los globales
que
su idea no es mi idea
pero
no me entienden
sólo
la luna nos entiende
y
las redondas blancas
que
pulso en el sentir y la furia del grito ahogado
con
cien mordazas
vuelvo
por el camino de la Mocha Grande
hacia
la casa.
Ya
la Mocha Chica han hecho della una parcela
y
la luna refleja en lo alto
el
rebrillar de mi pena.
Las
cabrillas fugitivas y solemnes
se
unieron a la orquesta.
If
you cant win them all, join the mob.
Amor
de juiventud.
Quimeras.
MEDIO
MILENIO DE LA MUERTE DE LA REINA DE ESPAÑA i
.-Deme
toda la información que tenga sobre Isabel la Católica.-
¿De
esa guarra?, -preguntó la gran coordinadora jefa de la Oficina de
los Palimseptos, doña Eudoxia Perejil Malostratos. Ni se lavaba ni
se peinaba y olía mal con todo lo católica y todo lo reina de
España que fuese-. La conversación que escuché en las
dependencias de un centro oficial del estado español con estas
orejas que han de zamparse los gusanos más que de indignación y de
horror me llenaron de tristeza. Es el colofón de casi treinta años
de desespañolización, esa intensa carcoma inverecunda que roe a
este país tan grande como desgraciado las entrañas. Ha sido un
verdadero lavado de cerebro a todas las escalas. Una labor de zapa
orquestada concienzudamente, con una frialdad que nos dice que los
artífices no son españoles, con muchísimo dinero y enorme tesón,
a lo largo del último cuarto de siglo. Se ha procedido por los
cirujanos del desamor y los vigoleros del odio a un legrado de
matriz de la madre patria que nos esterilice como nación
descubridora de mundos y paridora de pueblos. Así estamos todos en
el patio de los tormentos. Otras blasfemias dijo la interfecta que
en boca de una mujer máxime si se declara feminista profesa en un
hombre serían causa sonrojo, pero estas pibas son tan lenguaraces
como infames. Quemaron en efigie su bendita memoria y ahora la Rico
Godoy ahonda esa herida proclamando al Islam religión oficial en la
enseñanza secundaria. ¡Pobre reina de España como te maltrata y
te befa la antiespaña! Te pegan golpes y patadas, te insultan como
al “pelele de Árevalo”. Execrarán tu tumba cualquier día de
estos. Tal es su enemiga contra la religión verdadera y su
inclinación al impostor Mahoma. Que si murió por falta de higiene.
Que si la olía el coño y otras lindezas por el estilo. La especie
partió de quien partió y ha calado muy adentro en el alma tierna
de los españolitos llegados al mundo a lo largo de la última
generación. Es la verdadera fundadora del Estado español. Medio
milenio de su desaparición física – que el alma de esta mujer
toca las fibras más profundas de la historia de España- y su
quinto centenario han pasado desapercibidos de la misma forma que
todas las fuerzas vivas e intelectuales de este país hicieron un
mutis por el foro canalla con motivo de los cien caños del
natalicio de José Antonio. Dios los perdone.Bueno; en realidad la
idea de la unidad de la patria surgió de su marido, Fernando de
Aragón que la trajo de aquellos reinos. Para libre Aragón, decía
Gracián. Las barras catalanas son en verdad la esencia y matriz de
las Españas. Tanto monta monta tanto. Rovireche, ese mal
seminarista, no sabe por donde se anda, aunque me temo que los que
andan tras él a cara tapada, sí. Este barco que denominamos España
empezó su singladura antes del matrimonio de Fernando e Isabel,
casi setenta años antesen la villa zaragozana. San Vicente Ferrer
fue el gran artífice.Había granado la flor del compromiso de
Caspe. La fruta estaba madura. Insultar y despiojar a la reina de
las reinas es fácil como también es fácil y está de moda la
injuria y menoscabo de todo lo español pero nunca la hubo mayor.
¿De donde pudo partir el infundio? Algunos historiadores entre
ellos el sesudo catedrático Suárez Fernández recogen esta fama de
desaliño pero este dómine, tan hispanófobo como deformador de la
historia de Castilla él que dice ser asturiano (siempre barre para
casa) creo que se confunde con María Antonieta o con el perico y la
bacinilla de Luis XIV que había que entrar en sus aposentos
tapándose los ollares. No sé de donde pudo sacarla. Y más con una
mujer tan humana y con tanto equilibrio mental como el suyo. Era la
que empeñó sus alhajas para pagar los viajes de Colón e
indemnizar a los damnificados del campamento de Santa Fe. La que
rezaba todos los días las horas en su breviario latino, lengua que
aprendió de su tutora Beatriz Galindo junto con el árabe que se
hablaba en la corte de su padre. La que una vez cuando fue a
rendirla honores el cardenal Mendoza acompañado de sus bastardos
hizo un comentario: ya veo ya los bellos pecados del cardenal. La
que profesó una fe mesiánica en España como imperio étnico a los
pies de la cruz. Gracias a sus misioneros los indígenas de ambas
Américas abandonaron el canibalismo, los sacrificios rituales y los
tiempos oscuros de la prehistoria. Merced a su previsión de mujer
castellana – muy lista y de gobierno- esos pueblos del sur no
andan por ahí en taparrabos todavía o serían esquilmados,
debelados o exterminados con güisqui y con cerveza como ocurrió en
el norte. Más de veinte repúblicas abrazaron la fe cristiana. Pero
en Roma son renuentes a estatuirla en el santoral lo que prima face
resulta un despropósito pero el ojo desnudo del ayer no puede
diquelar los tejemanejes inmundos y globos interiores de la política
actual. En todo esto por supuesto hay gato encerrado.Wojtyla que
canonizó a todo lo que se mueve en su largo pontificado muy
refractario se muestra a elevar a los altares a una mujer de vida
irreprensible. ¿Por qué? Buena madre de familia y mejor esposa. De
una recia y rancia fe recibida de sus mayores exenta de las
truculencias e intereses de partido de las místicas nacionales que
venían todas de donde venían claro y por eso había que creer en
sus arrobos y deliquios. Si alguien merece estar en los altares con
más categoría incluso que san Luis de Francia, promotor de la
Cruzada o san Eduardo el Confesor, es ella. La vida de piedad y la
vieja fe de esta leona de Castilla era mucho más enteriza y,
además, dio gloria a la Iglesia. Tuvo mucho que sufrir a lo largo
de su medio siglo de vida y esta paciencia y longanimidad en el
camino de abrojos de la existencia (si quieres venir en pos de mí,
toma tú cruz y sígueme) que curte y acrisola es uno de los
síntomas que avalan haber practicado la virtud en grado heroico.
Era un mujer sencilla y muy popular por lo querida de las gentes que
se identificaban con su persona y sus sueños y por su concepto de
la equidad y de la equiparación de sexos precisamente en una época
al final de la edad media cuando algunos teólogos propalaban y se
quedaban tan panchos de que las mujeres cueva de los instintos
inferiores eran un estadio intermedio entre los animales y el hombre
superior por lo que se dijo que no tenían alma. Y ahí tenemos a la
guarra
que decía la coordinadora de la Oficina de los Palimpsestos con
ganas de camorra y el deseo de inspirar a los historiadores. Todo un
monumento al alma castellana. Su infancia fue turbulenta porque hubo
de padecer los deslices de un hermano algo maricón que se aljamió
– tanto le gustaban los moros- y Castilla sumida en guerras de
sucesión por mor de la Beltraneja
fruto del adulterio de la mujer de Enrique IV con Beltrán de la
Cueva. Jamás, sin embargo, consentían que en su presencia hablaran
mal de su hermano. La casaron por compromiso con el rey de Aragón
pero suele pasar en los matrimonios de conveniencia: acabó
enamorada de su esposo hasta las cachas. Ver su testamento que lo
refrenda. En el codicilo o separata de este documento pide ser
enterrado al lado de su marido en Granada porque si bien estuvieron
juntos los cuerpos menester es que en el más allá se junten las
almas. Su vida fue un testimonio de fe vida hasta el martirio.Todo
esto la acredita como una católica de visión universal y una
verdadera santa. A este matrimonio feliz no le fueron perdonados las
pruebas ni los trabajos. Casaron a sus hijas con el heredero de
Portugal (María), con el príncipe de Gales (Catalina) y con el
pretendiente del trono de Alemania (Juana. Casamientos nobles pero
poco afortunados. María moriría en un pauperio. A Catalina de
Aragón se le murió su primer marido Enrique VII y luego se veló
con su hermano el octavo de los Enriques que la encerró en el
castillo de Killinock después de hacerle una hija, María Tudor de
triste memoria. El repudio de esta infanta de Castilla por el salaz
Enrique VIII dio lugar al cisma de Inglaterra nada menos y nada más.
Por lo que respecta a la última, Juana la más longeva, remató en
Juana
la Loca.
Murió de amor y de celos a raíz del fallecimiento de Felipe el
Hermoso. El trauma de su vida fue la muerte de su único hijo varón
el infante don Alfonso muerto en la pubertad. Desde que lo enterró
en Ávila no levantó cabeza. Aparte de esto tuvo que lidiar toda su
vida matrimonial con los continuos escarceos amorosos de su marido.
Fernando era tan mujeriego como buen diplomático. Tuvo que meter en
cintura a los nobles y corregir a algún obispo levantisco como
Alonso Carrillo el de la mitra primada cuando se le quiso subir a
las barbas. También se las hubo de tener tiesas con el papa Sixto
V. Pocas mujeres tan augustas y que supiesen lucir con tanto garbo y
señoría el cetro y la corona. Tanto monta, monta tanto. A los
escolares de las nuevas generaciones se les ha ocultado la verdadera
historia de nuestra gran nación o la han manipulado torticeramente
a posta. Muchos no saben quién era Isabel. La fórmula de
equiparación entre Castilla y Aragón se acuña en Segovia al pie
de la olma de San Miguel donde la proclamaron mis paisanos un día
de fines de verano de 1474. Desde entonces para los que nacimos cabe
los arcos del acueducto la veneramos como una diosa tutelar. Es como
un hada. Nuestra hada madrina. Y más que todo eso una santa Una
santa que vela desde la altura por los designios de España. Queda
aun mucho rabo por desollar que no entonen victoria esas aviesas
prójimas, como doña Eudoxia Perejil Malostratos, saliendo de
cualquier tolmo empolvado o uncidas a una ligarza. Abren la boca y
supuran los rencores de la ignorancia. Que no nos la llamen guarra
y asquerosa porque lo pueden pagar caro. Pura y sin mancilla fue
siempre la reina de Castilla aunque sus enemigos fieros digan que no
se lavaba. Cuidadito con la lengua que os puede ser arrancada. Ella
a pesar de todo supo siempre estar en su puesto. Del reclinatorio a
la rueca y de la rueca al salón de embajadores o al cuarto de
banderas porque también fue a la guerra y Granada – era tal el
impacto que causaba entre sus soldados dispuestos a morir en el
asalto de las murallas con el nombre de Isabel entre los labios- se
ganó gracias a ella. Era muy buena hilandera, cocinaba buñuelos y
muy hacendosa porque ella misma en lugar de sus azafatas zurcía y
repasaba las camisas y las faldas de las infantas. Una verdadera
mujer fuerte, roca de ese nuevo Israel que quiso ser España. He
aquí la idea matriz que alienta en la creación del imperio
hispánico: la síntesis de los dos testamentos, sobreseído el
Viejo por la Buena Nueva evangélica. Un solo Dios, Jesucristo, un
solo poder temporal, un solo credo, la fe católica a la sombra de
la tiara del papa. San Juan de Letrán mantuvo hacia esta política
ciertas reticencias y en realidad Roma nunca supo agradecer ni pagar
lo que el imperio español hizo por la consolidación del
catolicismo romano. Ese es otro de los grandes misterios históricos
y uno de nuestros peores traumas. Había elegido el camino de la
unidad que es el de la fortaleza y el de la pacificación universal.
Los Estados Unidos que son hoy el imperio copiaron los símbolos que
quiso plasmar la Reina en su heráldica: el yugo de la labor, las
flechas del poderío con su correspondiente aljaba y con un epígrafe
o leyenda que refrende esa ambición: ex
pluribus unum.
Lo
que pasa que en el escudo yanqui el águila de Patmos ha sido
sustituido por el águila calva de las rocosas, una idea menos
mística y más positivista. La idea que subyace en este emblema de
las Estrellas y Barras americanas es laica mientras que en el escudo
de los Reyes Católicos abolido por el actual sistema y sobre el
que llueven denuestos (el
pajarraco, el buitre
y demás) es de índole más espiritual. Si hay algo que conmueve es
ese fervoroso patriotismo de los estadounidenses y ese amor a los
símbolos suyos por los que murieron tanto. Contrasta con la
plebeyez y clastomanía de nuestros partidos bisagra, nuestros
historiadores necios y con mucha baba y nuestras archiveras
nefastas. Todos son expertos en tirar cantos contra su propio
tejado. Estamos corriendo el gallo y aunque todavía no son las
Candelas aquí hay mozos y mozas que cabalgan la yegua para
arrancarle al pobre masto la cresta o defenestrar la cabra desde un
campanario y luego reírse ahítos de vino y de saña contando el
chiste que yo he oído contar en los estrados de algunas
universidades de que no
se lavaba.
Necios. Ahora se pretende matar a cantazos a este águila triunfal
que voló prócer durante siglos. El yugo de la labor, destral en
ristre, lo hicieron astillas unos deslamados coreando consignas del
extranjero y hablando por boca de ganso y claro no hay trabajo.
Estas funcionarias con las oposiciones recién ganadas – cómo
sería el tribunal que las aprobara- maltratan a un estado que les
paga y les asigna un puesto o un pesebre fijo en la Administración
del Estado. Ese estado fue fundado precisamente por “la que no se
lavaba” y nos lo están descuartizando. Lo malo es que luego
quieren pasarse por caja. ¡Qué morro! Pignoran convite de
catalanes el Archivo de Salamanca, quieren hacer otro tanto con el
Corona de Aragón, luego le tocará el turno al de las Indias. Quo
vadis, Hispania? Y seguir cobrando de los dineros públicos. Son sus
garbanzos y andan con tantas alharacas. El reto de ZP es de órdago
a la grande: la reforma de una administración sólida que dio
trabajo y se va a convertir en duerno de amiguetes. Hasta los mismos
norteamericanos envidian esta seguridad en el empleo de los
funcionarios españoles. Y sustituirla por la de un estado fantasma.
Que no existe más que en la utopía o en la mente de unas cuantas
cabezas cuadradas. Construirán más pesebreras. Crean entes
públicos macrocéfalos a costa del erario común. Accederán a los
puestos candidatos que escriben en castellano con faltas de
ortografía o que no sepan quién era el Cid o don Juan de Austria.
Desconocen a los clásicos, aunque hayan oído hablar mucho de
Cervantes y digan que España les trae al fresco. O contrata como
personal fijo a las señoras de la limpieza como hizo FO. A Aznar
tampoco hay que darle un premio pues pasó como una caballo de Atila
– parece mentira habiendo sido inspector de Hacienda- por la
Administración. Obedecía consignas de arriba. Había que desguazar
y se desguazó, se purgó, se puso en cuarentena a funcionarios
valiosos. Ya lo decía Lope. España es madre natural para el
extranjero y para sus verdaderos hijos que la aman se porta como
madrastra. Desde el Cid ese parece ser nuestro sino. El pueblo, que
intuye verdaderamente algo de lo que está pasando, sestea en la
ignorancia. Le dan panem et circenses. Mucho fútbol los fines de
semana. Cultura del botellón y entreaño Terelus por las mañanas y
mucho Milá, mucho marciano y gran hermano por las noches. Todo
cuanto sea alienante nos viene bien. Por eso hay tanta gente con
depresión y se llenan los manicomios. Estamos formando generaciones
ágrafas, lúmpen intelectual pero que se quema los codos sacando o
memorizando apuntes para ganar oposiciones. No hay futuro.. Las
carreras no dan para más pero los padres se empeñan en que el niño
saque la carrera para acabar en el paro. Es un remanente de las
ejecutorias de hidalguía y de los privilegios de casta que siente
un horror cerval a trabajar con las manos. Necesitamos fontaneros,
albañiles, encofradores, escayolistas y nos mandan archiveros que
llegan diciendo lo que oyen: que Isabel la Católica era una guarra.
¡Pobre España!
CUANDO
EL CUERVO VUELA BAJO….
Cuando
el cuervo vuela bajo hace un frío del carajo. Cuando el pene está
empalmado la sabiduría va al carajo o cuando las ganas de joder
aprietan ni a los muertos se respeta. Todos estos son refranes
yiddish. He encontrado durante los largos años de mis aficiones
paremiológicas un sorprendente paralelismo entre las consejas en
español y las judías. Eso por una parte. Por otra, el refranero
castellano se parece mucho al ruso. En efecto, el aforismo del
ghetto “ Van
der putz stehet light der Sechel im pre=(con la polla en erección
´la razón está de más”) que
yo escuché en un cafetín del Lower Manhatan (me gustaban los tupís
judíos y había uno Staten Island donde yo asistí en los setenta a
la llegada de miles y miles y miles de judíos exilados de la Urss,
y a la de las excavadoras de las inmobiliarias, misterios del
mundo, y desparecieron los cilancos y las grandes charcas, el canto
de los patos salvajes sustituido por el ronroneo del tráfico) El
mundo se acelera de una forma imparable. Me invitaron varios veces
al templo esto es a la sinagoga pero a mí me daba corte colocarme
la yamulka en el occipucio que me sentaba que ni pintiparada y
verdaderamente tengo cara, la nariz sobre todo, de judío pero no
hacían más que hacerme preguntas y había un paisano que se
parecía mucho a mi abuelo Benjamín al que los flecos de las
filacterias (los sefarditas se colocan para orar en los cuadriles
una especie de faja) que eran exacta a la largo ceñidor con la que
mi abuelo Benjamín se atacaba para no agarrar frío a los riñones.
Se llamaba Samuel y un día me enseñó emocionado la llave de la
casa de un pueblo de la provincia de Segovia: Coca. Sus ancestros
debieron de ser, pobres, los protagonistas de aquel triste éxodo
hacia Berbería que cuenta El Cura de los Palacios en uno de sus
almanaques, la llave guardaban y algún día regresarían tal vez al
hogar del que fueron despojados. Me quedé de una pieza y no regresé
al Templo en bastante tiempo pero con motivo de la muerte del
generalísimo fue invitado allí a un kadish o responso. ¿Franco
era judío? Esa era al menos la tesis de un libro que yo tengo
inédito Franco
y Sefarad un amor secreto.
La puesta infurió a tirios y a troyanos. Yo no sé si era o no de
origen sefardí el anterior jefe del Estado. Pero hecho ineluctable
era que el apellido Franco lo es. Como lo era Cisneros. Fray
Francisco heredó el toponímico de un pueblo palentino. Tiene la
cosa tres pares de perendengues. Resulta que la herencia que
desparramaron los godos entreguistas y corruptos la trataron de
recomponer los dos franciscos fautores de la unidad española. Los
Franco me caen bien. Pero más Ramón el aviador republicano – su
mirada llevaban la llama del fuego sagrado- o don Nicolás buen
diplomático algo putero y gran vividor lo mismo que doña Pilar que
era una cachonda mental. Más que el Dictador al que otro compañero
de armas, el inefable Queipo, le llamaba la “culona”. Siempre lo
tuve a Francisco Franco en un pedestal y un soldado valiente
(innegable) pero mis colaciones últimas sobre la guerra civil dan a
entender que en el escalafón había generales mucho más brillantes
que él; como Rojo y Casado que hablaban varios idiomas incluso el
árabe y Franco nunca llegó a aprender inglés. Todos estos
postulados revisionistas, con todo nunca me apartarán del amor que
profeso hacia Pachín
y su familia. Que no se enriqueció a costa del erario público y
llevó vida modesta y familiar, austera, amante de los libros y del
campo, y en sus gustos y discreción se reveló como un pequeño
burgués judío. Le gustaba Stefan Zweig y Lajos Zilahy.
Disquisiciones aparte, lo que no cabe duda en esta hora en que todo
el mundo le calumnia y le insulta, el hecho es su innegable amor a
la patria, su austeridad, su distanciamiento de la pasión española
y eso que amaba a España con todo su corazón y hay algo mesiánico
y misterioso en toda su vida y obra. Y he llegado a la conclusión
de que los judíos a los que salvó a miles de las garras del tirano
a través de sus embajadores en Atenas. Bucarest, Budapest, Sanz
Bricio, [lean un libro descatalogado del gran periodista de “Arriba”
Eugenio Suárez. “Corresponsal en Budapest”] le sustentaron en
el poder con maniobras ocultas dirigidas desde Wall Street. Todo eso
es impepìnable guste o disguste. Por eso me insubordinan las
mentiras propaladas por un menda en una televisión que decía que
el general Franco con una mano mojaba los churros en el café y con
otra firmaba las sentencias de muerte. Wrong. La condena a muerte de
Grimau le costó dos noches sin pegar ojo. Ese tal Herrera
especialista en prensa de la entrepierna dicen que es poeta (caspita
y pardiez rediez como deben de ser sus versos) y uno de los más
eximios practicantes de lameculismo borbónico y de coyundas y de
líos de la jet que interesarán sólo a su padre pues yo tenía un
capitán que odiaba la pornografía y cuando veía a un guripa con
una revista pornográfica entre las manos se la hacía pedazos: “El
sexo en directo y en privado, chaval, te van a doler los cojones de
tanto mirar esas porquerías”.Bueno, pues valga esta larga
digresión para meternos a analizar una de las grandes novelas del
siglo XX “El lamento
de Portnoy”
de Phillip Roth un profesor de Columbia hijo de supervivientes del
Holocausto. El eje de marcha o argumento de esta novela sin
argumento hilvanada a base de calas psicoanalíticas en las que se
acomete algo tan moderno como es el rechazo a la figura del padre,
la vida paranoica inmersos en el ruido de Manhattan, la gran
manzana, la pina cucaña donde solo los mas ardidos trepan al mayo
encerado y resbaladizo y los demás quedan tirados, el onanismo, el
mironismo, el fetichismo, los complejos de Edipo, la equiparación
de Eros con Tanatos. Los jadeos del orgasmo se parecen a los de la
agonía. El protagonista no da paz a la mano y siempre haciéndose
pajas. Debajo de la gabardina, utilizando un calcetín y a veces la
pulpa de una manzana un guante de béisbol. La palabra joder, coño,
te la meto, follame por atrás, el lirio y el basto, duro que te
pego, saltan a la escritura cientos de veces. Así y todo yo creo
que se trata de un libro místico. Impregnado de ternura y de crudo
humor típicamente judío en el que no se deja títere con cabeza.
Los cromos y los clavos de Cristo. Esa sonrisa meliflua de algunas
imágenes religiosas de tan mal gusto. La mula y el buey y el
pesebre y sonando en toda la barriada el disco rayado “Noche de
paz” como si fuera el himno nacional. A través de esta novela he
vuelto a revivir mis vivencias neoyorquinas. La Navidad católica
solía coincidir con las de la Janucha y allí teníamos al vecino
italiano que montaba un gran pesebre en la antojana con un misterio
muy relamido y el Niño Jesús sonriendo entre las bombillas a
veinte bajo cero, y al de más allá (protestante) un árbol de Noel
mientras los altavoces colocados en el balcón emitían a toda mecha
los sonidos de O
Tannen Baum
en alemán. Los judíos para no quedarse atrás montaban casi con
las dimensiones de un andamio el candelabro de los siete brazos.
Este absurdo me hizo recapacitar de lo irracional de nuestras
disputas. Y de que los judíos promotores de la renovación en el
mundo moderno y que han sufrido persecuciones por contar la verdad,
aunque hay algunos que los encontré fanáticos y muy cabezones,
llevan la razón en este absurdo de las creencias y de los mitos y
que los cristianos hemos hecho una caricatura de nuestra fe
contaminada de aditamentos paganos. Y la llevan más que un santo y
gran parte de ellos eran santos, pero santos laicos, no santurrones
ni capullos. Comprendí – me ha costado años de cavilaciones- la
tragedia del Holocausto como apéndice o corolario de la
Crucifixión. Se complementan, no se excluyen, por más que algunos
traten de verlo así. Dos hechos que han redimido al ser humano con
sangre y dolor, el uno en el plano soteriológico y espiritual y el
otro en su parte material porque el Holocausto ha acelerado la
Historia que ha entrado en un carril vertiginoso con la era de las
comunicaciones. También entiendo a Agustín cuando desde su
invitación a leer y meditar (tolle
et lege)
llamaba a los judíos nuestros hermanos mayores. Que van por delante
en la Historia. Por más que dicho camino esté lleno de abrojos,
plagado de contradicciones. Y también entiendo al presidente ZP
reatando cabos y tratando de meterme en los ojos del otro.Se
consuma el mensaje salvífico de Jesús: “Estaré con vosotros
hasta la consumación de los siglos”. Pero la Iglesia institución
ha cometido muchos pecados (el poder corrompe y el poder absoluto
corrompe más que ningún otro). Por desgracia no ha sido madre sino
madrastra para algunos de nosotros. Antes de ayer la Schlichting,
sin ir más lejos, hacía una entrevista con su voz sexy a uno que
decía que Cristo nunca existió. Piedra de escándalo para mi y mis
convicciones. Pero más escándalo es que esta trola se propalara
desde los micrófonos de la COPE. ¡Vaya con los curas! Por lo que
parecen siguen estando al santo y a la limosna. En misa y repicando.
¡Qué lío, Dios mío! Pero yo seguiré aferrado a mi canon
muzárabe y a mis salmos en latín. Abrazado al rito ortodoxo más
esencial y antiguo que el romano. Se lo debo a mis hermanos rusos
Creyendo y amando a los judíos de la misma forma que espero que
ellos me perdonen, aunque no puedan amarme, a mí, pecador. La mayor
parte de mis vecinos y amigos en Nueva York, una ciudad dura,
practicaban la religión mosaica. Muchos me abrieron las puertas de
su casa. Otros me seguían considerando como un goy (pagano). Pero
en aquella época todo se impregnaba de amor y de humor judío. Los
grandes guionistas de Hollywood eran de este origen y los actores:
Jack Lemmon, los Hermanos Marx, George Burns, Peter Ustinov, Samuel
Bronston- todo aquel gran cine que vimos en nuestra infancia que nos
hizo reír, llorar, enamorarnos y sufrir- y hasta Charlot. Charlie
Chaplin tuvo que abandonar California a causa de la “caza de
brujas” del presidente MaCarthy. Lo cierto es que la literatura
americana, el cine, las artes, se hubiera quedado en nada sin la
contribución de estos autores: Herzog, Salinger otro obseso sexual
que psicoanaliza a otro adolescente en “El
guardián sobre el centeno”,
John Updyke, Norman Mailer etc. A este último nunca le pude sufrir
porque me parece algo libelista en sus planteamientos contra
Europa.Ellos fueron los diseñadores de esa América que yo amé, la
de Kennedy, la de la alianza para el Progreso (yo no soy
antinorteamericano ni antisemita ni antinada por Dios, que yo soy de
Segovia, y mi equipo la Gimnástica desde que era rapaz). América
en estos años tenía una faz atrayente – las sentadas contra la
guerra, los discursos de Martín Lutero King “I
had a dream”-
que se ha venido al traste con esa derechización ideológica
impuesta por Bush y sus aláteres. América se ha vuelto gazmoña,
prudish,
políticamente correcta y gazmoña. Este victorianismo del nuevo
doble lenguaje me saca de quicio; no se puede pronunciar la palabra
cunt,
prick, shit,
sempiternas en el lenguaje coprológico de las tribus urbanas porque
te echan del chat o te motejan de machista. Nada de machista.
Simples facts
of life.
Una América que es consciente de que se ha metido en un jardín en
el Irak, una guerra que no podrán ganar porque el sofisticado
ejército yanqui carece de una básica y leal infantería y tiene
que echar mano de los británicos. O de la catapulta. Ero sería el
apaga y vámonos. Los ingleses sí que tienen una buena infantería.
A veces hasta brutal. O de los hebreos que también la tienen (la
mejor del mundo) y, así y todo, Olmert está pasando por
dificultades en el Kenesset donde se cuestiona el fracaso de la
última guerra del Líbano. Pero mejor incluso que sus infantes es
la inteligencia de los israelíes y el humor de sus escritores y
cineastas. Ellos han proyectado la noción de un Daniel en el pozo
de los leones. Israel siempre en mis labios que nunca se vaya esta
palabra de mi boca. Y así nos hemos sentido algunos, como el bravo
Daniel en la leonera, cercados por la calumnia, la frivolidad, las
soflamas de los mediocres que no podrán entender ni a América ni a
Israel. Reconozco sin embargo que no es fácil y a veces cuesta pero
el mundo ira adelante. En el Lamento de Portnoy, una cura
inteligente contra el antisemitismo de nuestros días y el pesimismo
que nos invade, también lo pone. Cuando yo aterricé en Manhattan
el 30 de noviembre de 1976 un casero ruso su mole junto a las
pilastras del puente. Ambos detalles fueron en mi vida todo un signo
misterioso. Somos carne de dolor.
E la nave va
de origen judío me buscó apartamento. Cuando abandoné la ciudad
un 25 de abril de 1980 al pasar por Brooklyn escuché el canto de
las plegarias sabatinas a un rabí en una yashiva o seminario que
alza.
MARISOL
DE ESPAÑA
Dallo
mi hierba trillo mi parva muelo mi trigo y me como mi pan. Y me pago
mis copas. Y como el Gijón ya no hay quien lo toque porque la
nostalgia se apodera de los espejos y de los paneles embonados de
madera noble aunque las musas siguen correteando por los veladores
de mármol donde escribieran los poetas o los bancos de crepé donde
alguna vez yo vi con un dedalico de más de borgoña en las tripas a
las ninfas pegando brincos y no era más que Carlos Oroza que
trataba de ligar a dos noruegas y les contaba un chiste que ellas
entendían chapurreando el lenguaje universal de las manos (creo que
era el de las novicias mudas que hablaban del padre Juan...) busco
barras al otro lado de la M30 donde Madrid pierde el cinturón de
los convencionalismos provincianos y se convierte en Kansas City.
Por ejemplo en el Valtins que regenta mi amigo Moncho un vasco de
las encartaciones mayores no sé si de Ondarraoa Lequio Lequeito o
Echanove pues vizcaíno es el hierro de todas formas vizcaíno es el
hierro que os encargo corto en palabras en hechos largos. Así es
también un poco el vasco de mi barrio. Pero con esa simpatía que
sólo tienen los de Bilbao y esa llaneza de los que tomaron
chiquitos por la siete calles anda la ostia. Mucho señorío, sí.
Mucho señorío. Mis mejores amigos nunca fueron de derecha. A la
derecha la encuentro hostil suspicaz muy maricomplejines y aburrirá
a las ovejas y a la izquierda poco más o menos pero los bohemios en
la España indiferente siguen siendo los de siempre. Ya se sabe al
amigo el culo al enemigo por el culo y al indiferente pues que se le
aplique la legislación vigente. Y la Derechona se ha vuelto
masoquista y majadera vigila su tapia y le va la marcha. ¿Es que
por detrás les gusta más? Tiro siempre la boina entre rojos y
parto mi hogaza con los menesterosos de afecto y los huérfanos y
huérfanas del amor. Ramón es un anfitrión con sabiduría de calle
que dicen por Nueva York. Las ve venir de largo y tiene esa
delicadeza y exquisitez los buenos mesoneros del país que solo
pueden tener todos aquellos que han formado parte de un orfeón.
Canta primoroso. Esa experiencia les da un sentido interpretativo y
coral de la existencia. Tiene una calva prematura unos ojos grandes
una nariz perfecta y tallada a cincel y toda esa displicencia de los
euskaldunes que ven la vida cantar y correr. Así que el burladero
que yo tenía en el Gijón lo he trasladado al Valtin. Albergue
seguro. Sus talanqueras de cristal tapan mi próstata renqueante y
mi taleguilla ya para no demasiados trotes. Uno en medio del ardor
del vino puede cantar mal, ver visiones, mandar a tomar vientos a un
coronel de Estado Mayor que se va a Bosnia a cobrar dietas y
encontrarse con el almirante tunante que no resulta tal sino un
remero. Cía. Cía. marinero. Ramon ese nos tomó por isidros el
otro día. Decía que había mandado una flota y no era más que un
bravonel que sólo se había embarcado en el estanque del Retiro
para pasear coimas ninfas de toldo y arandela o mozas de fortuna que
guardan el cantón. Pero a veces en estas travesías del desierto
que son mis hégiras polvorancas uno tiene un sentido eucarístico
de la vida y de la solidaridad humana y eucarístico es el vino.
Sangre de Cristo. En él y en el pan quiso quedarse con nosotros
N.S., aunque yo más de una vez he visto al diablo más perverso en
cuclillas dentro de una botella. Uno busca asideros y talanqueras
donde refugiarse. De mis dolencias físicas ni por pienso y no voy a
darle aquí al lector entretenimiento haciéndole una relación
circunstanciada de mis alifafes dolamas y de las cazcarrias que me
afligen al vadear las salas de los hospitales. Seguramente daría el
do de pecho. Prefiero hablar de Pepa Flores. La Marisol de mi
adolescencia. Por aquello de que la vida es una tómbola me la
encuentro elegante y comunera alta y delgada y eximia sentada en
majestad igual que una madona en una tajuela junto a la barra. Fuma
discretamente. Gestos de novia antigua. Uno entiende a la vista de
esta mujer que tuvo chispa y tuvo ángel cómo puso a media España
y a media Hispanoamérica boca abajo. Recuerdo cuando vivía yo en
Staten Island mi vecino colombiano Arnaldo emigrante en Nueva York
tenía en un trono su fotografía como si fuese una virgen o una
diosa y puso a tres de sus hijas con su nombre Marisol Pepa I y Pepa
II. Fue el mito de nuestra infancia y de nuestra inocencia. Después
quiso desdecirse del mito de la imagen o del cliché que la
sambenitaron con el franquismo no sé por qué porque en este país
de camándulas hay gente que le saca punta y partido a todo y se nos
hizo roja pero ella tambien es gualda y muy española. Y en este
periodo – María Pineda, Bodas de Sangre, Caso Cerrado- demostró
ser una primerísima actriz de recursos felicísimos. Para empezar
esos ojos. Yo no sé si Pepa se sentía comunista lo que sí sé es
que habla un buen ruso y que sus películas de la primera incubación
tuvieron gancho y mucho éxito en la Unión Soviética tampoco sé
si llegó a amar tan profundamente a Antonio Gades padre de sus tres
hijas como algunos dijeron lo que me consta es que es toda una
señora amante de su discreción de su privacidad y de su libertad.
Venía de los Coros Danzas y fue un festival de la Casa de Campo
donde la reclutó Goyanes después de verla actuar pero ella nunca
quiso que la confundieran con el Platanito ni con la Carmen Sevilla
ni con la Lola ni con la Nietísima ni con esa parte truculenta del
franquismo que a golpe de talonario de la prensa de la entrepierna
ha vendido su dignidad. Ella triunfó y no tuvo que volver su alma
al diablo para volver a triunfar. No cedió la piel a Esaú por un
plato de lentejas. Delgada elegante con los mismos ojos azul celeste
que a mí me recuerda las primaveras incandescentes del 63 o del 64
y su voz estallando por todos los patios de luces de las viviendas
de España sigue haciendo la esfinge pero a lo que más recuerda por
su rostro esbelto e iluminado es a una cariátide griega. Ramón
detrás de la barra vigila sus movimientos y la protege. Olía a
guiso y a familiaridad al mediodía y las madres llamaban desde la
ventana a los niños que jugaban en la calle. Ese grito de llamada
hoy sería imposible... “Cayetano, Palomita... a comer en los
dichosos años. Como no subáis en dos minutos bajo y os caneo una
paliza.”. La voz de aquella niña de Málaga sonaba en todas las
radios peticiones del oyente. La vida es una tómbola.. Tómbola. Y
su cara aparecía en todas las pantallas. La íbamos a ver al cine
Montija. Cintas ciertamente de no mucha calidad artística a lo
mejor pero que tallaron nuestras almas. Yo me entusiasmé con
Santiago de Compostela por aquella película Ha llegado un ángel en
que trabajaba Marisol y había un profesor cascarrabias y un
estudiante de la casa de la Troya de Pérez Lujín que tenía un
flequillo que se subía para arriba con solo soplarlo(el pobre ya ha
muerto) la vida es una tómbola. Sí. Sí. ¿Lo habrá sido también
para Pepa Flores? No me atrevo a formular esa pregunta a mi ídolo
por temor a romper la magia de una arcano. Baste decir que todos
tuvimos trece años y nos enamoriscamos de una ojizarca con coletas
de plisada falda y calcetines negros a la que de trimestre en
trimestre veíamos crecer. Los abrigos les caían todos grandes y
hacía mucho más frío los inviernos pero eran más hermosas las
primaveras y hasta más ardientes los veranos. Ahora ahí sentada
tiene Marisol la majestad y dignidad de una Madona o de una española
que afronta sin alharacas ni fervorines el reto del climaterio evoca
a la impasibilidad de la gloria, el taburete del Valtins es su
verdadero trono. Marisol ha llegado un ángel acaba de cumplir los
59 y la mayor parte de sus admiradores somos sesentones o
setentones. Pero no pude por menos de darle las gracias a esta
señora y un beso en la mano. Ella es una de nosotros. Una española
de verdad con el nórdico mirar ojos claros y serenos. Una mujer del
pueblo. Este encuentro en el Valtins de mi amigo el vasco ha sido
como una epifanía. Por lo que a mí respecta seguiré siendo un
escritor bohemio aunque me gustaría que esta noche hubiera estado
conmigo Juan Pla. Este tipo de situaciones y de reportajes él las
bordaba. No he pretendido hacer una exclusiva ni un panegírico.
Además entrevistas a Pepa para qué. Esta mujer te daría para
escribir un libro con sus reflexiones. Lo titularía La prudencia en
la mujer o la Lozana andaluza pero me pierdo por tales esquinas.
Esta exclusiva quedó en una mirada de agradecimiento unas palabras
en ruso y este articulito. El mito de mi adolescencia al año que
viene cumplirá sesenta años. Esa es la noticia y la maula.
13/02/2007
EL
TESTAMENTO DE DOÑA URRACA Y LA VIOLENCIA GÉNERO. DIALOGOS A TUMBA
ABIERTA CON UN CURA DE PUEBLO
Anduvimos
al Burguillo este fin de semana luna de lobos encinas chaparros un
almez munificente en la ribera del río que no sabemos lo que
pintaba por allá y algún espantapájaros. Se van los veraneantes y
pronto empezarán las vendimias, afila sus ojos y sus garras el
garduño, los buitres se dejan ver solemnes y silenciosos
circunvalando despectivos la vertical del aire. El oso busca
querencia madriguera. para la invernada Tierra misteriosa:
tomillares, cardos borriqueros, la genciana y el cantueso y otras
hierbas que desconozco esparcidos por la plataforma de aquella
meseta de soledades.Por allí pasaba una calzada romana que
atravesaba desde Asturica Augusta hasta Tarraco los costillares del
macizo ibérico. Quedan algunas lajas del viejo empedrado y los
restos de una gran necrópolis visigoda. Aún no han llegado las
palas debeladoras del paisaje que meterán la vertedera de sus
dientes gigantes y en vez de surcos colocarán cimientos para domar
el paisaje de urbanizaciones a marchas forzadas de ladrillo y de
cemento. Segunda vivienda, casa en el campo, yo siempre albergué un
sueño y en el fondo de las aguas enigmáticas del pantano yace con
sus artes, sus aperos, sus arcas, sus llaves y sus huertos todo un
pueblo. La verdad es que Madrid queda un poco lejos. Por estas
lindes pasó un día el Cid camino del destierro. Valles de Almazán,
vegas de Osma, la vieja Uxama. Soria fría, Soria, pura, cabeza de
Extremadura, que cantaba el poeta Bandadas de jilguerillos tiene
querencia a la zarza. Por san Frutos ya se sabe. No en vano lo
bautizaron al buen godo eremita con la sobrehúsa del pajarero. Uno
se siente a gusto por estos riscos buen tiempo de septiembre de
alboradas frías pero a más de mediodía estorba la chaqueta. Mi
amigo Elpidio que es cura por estos contornos no diré cual pueblo y
el nombre también es fingido nos tumbamos a la bartola a tomar pan
apoyados de un codo como hacían los romanos que se tumbaban para
comer-costumbre que aún se conserva en Castilla sobre todo en el
campo- en su triclinio y en un ahí nos las den todas le echamos
mano a unas tajadillas, un torrezno, un par de cascos de cebolla
comida humilde y sana regada con unos cuantos tiempos a la bota y de
hoy en un año. Es la hora de tomar el pan y aquí se está bien.
El
reloj marca las cinco y nosotros llevamos desde la salida del sol
zamarreando por estos tesos entregados a la noble ocupación de ver
pájaros, no matarlos, sólo diquelarles con nuestro catalejo y
tirar alguna placa cámara digital en ristre.Barzoneábamos por los
terreros y nos saludaban desde lejos las retamas y la flor de la
camamila. Tierra de pan llevar a trechos. El jabalí y el lobo al
acecho. Yo llevo un eremita en mis adentros y así se lo confieso a
don Elpidio que comprende mi asqueo de la civilización, del
tráfago, el pago de la hipoteca, los atascos y el metro y alza la
mano y señala unos gollizos que parecen la marca de un glaciar en
los bordes del inmenso lago. Allí estaban las cuevas de los Siete
Altares.
-Lo
ibas a pasar mal. Te ibas a aburrir de lo lindo. La vida cenobítica
que tú ansias no es nada fácil.
Acaba
de pasar el vilano y se dirige por la hondonada hacia Fresno de
Cantespino que es el pueblo con el nombre más bonito más sonoro
de Castilla después de Madrigal de las Altas Torres. Allí, hacia
el año 1111 vivía con su amante el Conde de Cantespín cuando su
marido legítimo vino a por ella, mató al conde y se llevó a doña
Urraca la pobre a un convento de Teruel. Ella, cabra que tira al
monte, y cerrera de condición, se escapó del aragonés con la
ayuda de sus mesnaderos castellanos.
Hablamos
de mujeres pero Elpidio, mi compañero de terna en el seminario hace
ya muchos años, pone oídos de mercader, no suelta prenda. Ya a
estas edades... Si los curas se jubilaran a mi compañero le tocaría
dar carpetazo el año que viene pero los curas no se jubilan. Sirve
a cuatro parroquias y dos anejos. Está hecho un roble pero misar
todos los domingos y fiestas de guardar supone un recorrido de sus
buenos ochenta kilómetros entre pitos y flautas.
Tiene
que binar consagraciones y ponerle mucha agua al cáliz de su
sacerdocio.Una vez, cuando iba a decir la eucaristía de un pueblo a
otro, le paró la GC y en un control de alcoholemia dio positivo.
Don Elpidio le explicó su problema; siete misas en siete pueblos,
una tras otra.
-Y
a mi no me gusta aguar el sanguis. La sangre de Xto es la sangre de
Xto y hay que apurar el cáliz hasta las heces, mi sargento.
El
sargento de la Benemerita hizo la vista gorda y a nuestro curilla no
lo metieron en la cárcel ni le quitaron puntos del carné.
Hay
escasez de sacerdotes, la juventud ha dejado de ir a misa, que en
las parroquias sólo aparecen viejos, y abunda la violencia de
género. Y como las cosas no parece que tengan remedio pues litro y
medio. Agua y ajo. Si te pega tu Paco pues agua y ajo. Ay Paco.
Mi
curita tuvo que ir a poner en muchos sitios. Es una tarea muy
complicada y desagradable porque dos que duermen en el mismo colchón
se vuelven de la misma opinión. Mejor no interferir.De algo tan
positivo como es la emancipación de la mujer que es persona humana,
que busca su vida y su libertad, se ha derivado una problemática
que parece insoluble tal y conforme están las cosas.
-La
cuestión es insoluble pero el matrimonio es indisoluble nos decían.
Algo para toda la vida.
-También
existe en esta tierra nuestra mucho moro posesivo. Dios nos libre de
los celos de Othelo y del maté porque era mía.
-No,
no las matan por cuestión de sexo, Elpidio. Ni siquiera por la
honra a lo mejor. Las asesinan porque se ven perdidos y en la calle.
Es cuestión de pasta y de dineros. Los jueces fan toda la razón a
ellas que se quedan con todo y ellos se desesperan. El origen de los
litigios conyugales como todo tiene un matiz económico.
Sin
embargo, discuten y andan a palos. A don Elpidio le da mucha pena
que antiguos feligreses suyos buenos padres de familia acaben en la
rúa de vagamundos. Y todo porque se llevan mal con la parienta.
Tratan de meterlas en vereda pero por el testamento y la maldición
de doña Urraca que vaga por estas tierras cuando una mujer sale
traviesa no hay dios que las meta en vereda. ¿Solución? Agua y
ajo.
-No
sabes el favor que me hizo Dios cuando abracé el celibato,
Antoñito.
Pues
sí y lo que decía don Camilo a sus guardias si no podéis ser
castos por lo menos sed cautos.
Yo
estoy casado y me ha ido bien aunque tambien pasar mis malos
trances, pero en general bien no me arrepiento
Las
desavenencias conyugales son incluso en el campo no ya meramente en
la ciudad una pandemia. Ha caído una estructura. Se acabó una
forma de vivir y abre sus batientes el portón de una nueva era.
Está claro que la mujer tiene derecho a su libertad, no vale aquel
prejuicio de la pata quebrada atada a la mesa y en casa como
pretendió hacer Alfonso el Batallador con doña Urraca. Hoy las
mujeres salen. Son más independientes. Eso es de cajón y en ese
cajón puede que también esté metida la Iglesia. Que tendrá que
andar lista, reformar su estructura ni meterse en berenjales. Los
patrones medievales no sirven.Uno, visitando estos riscos, y todos
estos pueblos románicos que vivieron a la sombra despreocupada de
un campanario durante milenios, tiene ese barrunto. Que faltan curas
es un secreto a voces y que, si esto sigue así, muchas iglesias de
Castila, Andalucía, Asturias, Aragón, León, tendrán que echar el
cierre. Por agotamiento de la raza. Que una institución tan
veneranda como es la familia, tan arraigada en España, pues nuestro
país tiene una constitución tribal, dé en quiebra traerá
aparejado que se cancelen muchos templos. Don Elpidio y yo hemos
sido testigos de este cambio que hará cosa de medio siglo nos
parecía inasumible.
-¿Sabes
quien era doña Urraca, Elpì?
Pues
que ha de hacer. A los moros por dinero y a los cristianos de
gracia.
Eso
es con lo que amenazaba a su padre Fernando I de Castilla cuando
hizo las particiones del territorio. Meterse a puta si no le daban
una hijuela con más garantías.
Le
tocó Zamora la bien cercada. Por uno la cerca el Duero y por otro
Peñatajada.
Mi
amigo Elpidio que ya nos sorprendía en el seminario cuando era
capaz de soltar una tesis de Aristóteles en latín sin perder el
huelgo. Tenía buena memoria y era un apasionado de la historia.Un
cura tiene que saber de todo. Pero a la pobre doña Urraca, que era
algo pendón, su marido el Batallador y hay un documento en Simancas
que así lo avala, la sacudía el polvo. A ella a lo mejor le
gustaba la marcha:
Faciem
meam suis manibus sordidis multoties turbatam esse; pede suo ne
percuisse omni dolendum est nobilitatem
(tengo
la cara desfigurada por sus puñetazos y me pega patadas en el
trasero; lo que me duele no son los golpes sino que se haya olvidado
de mi dignidad de reina.) Que ande a puntapiés un rey con su reina
no es cosa que se vea todos los días pero la violencia de género
no hace distingos de condición. Escala los talamos y los altos
estrados. Este testimonio del siglo XII ya demuestra que el zurrar a
la parienta es más viejo que el andao para adelante y no se detiene
ni ante las propias testas coronadas. Luego mi amigo Elpidio
socarrón me dice que si la zurraba algo haría. Y aquello de si te
pega tu Paco pues agua y ajo. Es mejor no meterse en estos enredos.
Aunque no hace ascos a la idea de los curas casados dice que el
celibato demuestra la sabiduría de la iglesia.
-Y
su hipocresía-le replico.
-Yo
creo que estamos muy bien así.
-Pero
sois lo último de una estirpe. Esto es un fin de fiesta.
Que
te lo crees tú.
La
vida de casado es más dura que la de soltero-, salto yo como un
resorte.
Partim
eumdam partim diversa.
Que no eres lógico y te has olvidado de la asignatura que nos
enseñaba don Fausto López.
La
verdad amigo mío que sois un poco misogenos.
Que
va. Somos más cómodos. En la vida hay que evitarse
complicaciones. Ya sabes lo que dice el Eclesiastés de ellas: aula
diaboli, aquilonis percussio.
El
aula diablo y el picotazo del escorpión. Pero creo que la mujer es
también lo mejor de la vida.
Puede
que sí y puede que no. Dubitatio metódica cartesiana que decíamos
de seminaristas.
Elpidio
el cura se me queda pensativo y añorante y murmura:
Yo
no sé. No tengo experiencia. Nunca lo caté. Tampoco lo echo de
menos.
¿Nunca?
Moriré
entero como mi madre me echó al mundo.
Qué
cosas. De buena te libraste pero yo también conocí a párracos
que andaban con el ama a puntapiés como Alfonso el Batallador.
De
todo tendrá que haber en la viña del Señor. Puede que existiera
ese tipo de violencia en las sacristías. Al fin y al cabo los
curas también somos hombres.
Está
diciendo la verdad, don Elpidio no es el típico cura mocero o el
que se va de marcha a los puticlubs de carretera. El un buey suelto
que bien se lame. Toda su vida muy independiente. Para él el
celibato no ha supuesto problema. La soledad sí lo es. Las bodas de
plata de su sacerdocio las celebró en el 92, año mágico. Ni feliz
ni infeliz. Todo a ratos. Tuvo que pasar malos trances porque ha
vivido una de las épocas más traumáticas de la iglesia. Ha sido
un buen cura de aldea. Lo que le costó más duró fueron las
innovaciones litúrgicas, pastorales e incluso teológicas que
vinieron con el Concilio y que para muchos curas fueron una especie
de cambio climático. Un
terremoto. Un tsunami en rectorías y curias.
Ahora
le preocupa la violencia de genero y me lo cuenta. Muchos de sus
feligreses se están separando. No se aguantan. Las casas y las
familias se vienen abajo. Y yo le digo que más valiera que esos
maridos acaparadores echasen un poco más la vista gorda, tuvieran
más mano izquierda y sepan lo que contaban nuestros abuelos de que
los españoles solemos tocar a siete y una tuerta, viejo resabio del
harén moro que corre por nuestras venas.
-Eres
un machista.
-Lo
que soy es realista.
Elpidio
me mira con una aire de superioridad incrédula y abandonamos el
lugar ameno. Se desploman sombras desde la montaña, corre una
brisilla y hay que ponerse la chaqueta. Ni contigo ni sin ti tienen
mis males remedio. Y la cuestión de la jodienda no tiene enmienda.
¡Si tuviéramos la mano un poco más quietas! Me acuerdo del
testamento de doña Urraca, una reina de Castilla que fue algo
ligera de cascos y a mí siempre me cayó simpática pues llegó a
contar entre la larga lista de sus amantes con un arzobispo. A los
cristianos de balde ¿Y a los moros? Por dinero, pero de ellos no
hay registros en las crónicas. Callades, hija callades, le dijo el
rey Fernando su padre al testar. Esa palabra no pronuncies. Y ella
gritó puta con más fuerza: A
los moros por dinero y a los cristianos de gracia, lo
que tradujo en verso libre Quevedo con aquello de gallinas y mujeres
todas ponen. Unas huevos y otras cuernos. Pobre doña Urraca. Fue la
reina de los tristes destinos como doña María de Molina.
Deslices
de la humana naturaleza. Pobre
doña Urraca.
Se
ríe y dice:
Luego
al despedirnos echamos el ultimo traguillo de la bota y él me
bendice unos rosarios que he traído para regárselos a mis hijas. A
ver si con la bendición de Elpidio encuentran un hombre que no las
maltrate cuando se casen.
LA
NOCHEBUENA DE UN KAROBO EN EL FRENTE DEL ESTE. CARTA A SU MADRINA
Posición
375 sección de Antiaereos
Querida
Aderita; Recibí tu carta ayer. La trajeron los del hipomóvil de
la Comandancia. No había podido hacer el reparto en siete días
pues hemos tenido una cellisca de las que hacen época. Estos sí
que son tormentas y no las del Bierzo. Gracias por los aguinaldos
con el turrón y la botella de coñac él detente bala y la estampa
del Niño Jesús que hemos colocado en sitio preferente de la
chabola y está Jesusín hecho un sol y yo no sé cómo con esos
pañalinos blancos puede aguantar los treinta y dos bajo cero. Cómo
es Dios y todo lo puede! Pues verás nos liamos a cantar
villancicos como descosidos y después llorábamos todos como bobos.
Hasta al Teniente Müller que manda la barrera y es un militar
prusiano de aspecto seco y que parece poco sentimental le rodaban
las lágrimas. El tapabocas también te lo agradezco y más
sabiendo que ha sido tejido por ti con una toquilla que era de tu
abuela. La botella de Carlos III nos la chiscamos en amor y amistad
fraterna. El cabo Seidenbaum escotó unas salchichas y varias
botellas de aguardiente del que por aquí llaman schnaps
junto con una botella de vodka que tomó de un ruso que hicieron
prisionero y alguien sacó una guitarra y una pandereta. Y fuera
penas. Dirás que somos unos borrachos pero no. Sin algo de calor
en él estomago aquí te arrices pues como te digo aquí hace mucho
más frío que en León. Dirás que por que té cuentos estas cosas.
Pues es que no te tengo nada que contar. Aquí sólo hay nieve y
nieve. Hasta los árboles se sumen debajo del talud blanco.
Villancicos. Cantamos La Marimorena y él TañenBum ese. Somos una
sección mixta de artilleros alemanes y españoles. Mi unidad quedó
tan diezmada en los últimos días que hubo que agrupar fuerzas.
Nos entendemos como ponemos pero yo he aprendido algo de alemán
aunque casi me entiendo mejor el ruski que me parece menos difícil
y en esa lengua me sé varias frases. Una que nos aprendemos cuando
en las largas marchas pie desde Grodno hasta esta zona que llaman la
Rusia Blanca entrabamos en las isbas o casuchas de los campesinos
medio despeados y muertos de sed y de hambre y nos salían a recibir
niños descalzos abuelas sonrientes y pobres viejos cubiertos de
harapos. Y allí la cantinela de siempre. Y menia sti ñiet karovo
ni malieko que quiere decir se nos han muerto las vacas no tenemos
leche. Pero los pobres nos daban a los soldados lo que tenían y
encendían el samovar y nos calentaban té con un poco de pan. Las
abuelas bondadosas nos persignaban en la frente pues así son
cristianas Aderita y eso no me lo suponía yo que nos había dicho
que eran los rusos comunistas y rojos perdidos. Pues no es cierto.
En las chozas aun en las más miserables había imágenes de Nuestro
Señor y de la Virgen. Tienen mucha devoción a la Madre de Dios
que llaman Blogodortisa. La, lamparilla encendida día y noche me
recordaban un poco el altar de mi pueblo cuando ibamos al rosario y
hacíamos genuflexión de rodillas ante el Santísimo. Los rusos no
se arrodillan, se inclinan y se hacen la cruz continuamente. Dicen
que para espantar a los malos spiritus. Esta buena gente me
impresionó y me pregunté que hemos venido a hacer aquí a esta
tierra a sembrar la muerte y destrucción. Muchas dudas me asaltan
Aderita. Aquí hay un comandante Schmidt que dice que la invasión
de Rusia ha sido un error de Hitler. Que todos creíamos que lo que
había que cambiar eran la desigualdad de pobres y ricos. Schmidt
dice que el diablo se metió en la cabeza loca del Führer. Y que
esto es una locura. A mí la verdad nada me hicieron los rusos pues
aquí los comunistas que había en España no los vemos por ninguna
parte, sino gente humilde y llana y muy sufrida como los
castellanos, claro que el comandante Schmidt sólo profiere esas
dudas cuando ya lleva en el cuerpo cinco o seis copas. Y como para
su camisa porque puede ser arrestado, yo soy el cabo pieza de un
cañón que llamamos ocho. Ocho. Me harté a disparar contra los
aviones rusos y alguno he conseguido abatir pero buena gana cada vez
vienen más, son un enjambre. Rusos y rusos a todas horas. Atacan
en tromba y sin descomponer el gesto. Unas cuantas baterías
delanteras a las nuestras han sucumbido a su empuje. Es natural:
luchan por su patria, por su tierra que les arrebataron los alemanes
creyendo que la estepa era Jauja. El otro día sacaron a diez o doce
de la Wehrmacht que estaban metidos en unos pozos de tirador. Eran
alemanes casi unos niños. Tenían los pies congelados, se escucha
el día y la noche la música de los organillos de Stalín. Les
paramos de momento pero al poco rato traen refuerzos y atacan y
atacan. Al fondo el cielo se tiñe de rojo. Es el infierno de
Stalingrado, . Ayer estuvieron pasando convoyes de batallones
destrizados. Eran infantes rumanos. Mal se presentan las cosas,
querida Aderita. Y yo mañana que es Nochebuena cumplo 22 años. A
que he venid yo a Rusia, Dios? Una voz interior me dice que para
cambiar el mundo para hacerle mejor para defender a España del
Comunismo pero la verdad es que no lo tengo muy claro. Me alisté
voluntario en la División Azul. No sabía dónde me llevaban ni
adonde me metía, al principio todo iba bien y avanzábamos casi sin
pegar un tiro. Yo cogí un mal constipado y me hospitalizaran en
una ciudad que se llama Vilna. Me lo pasé en grande pues conocí
una muchacha y fue conmigo al baile un par de veces pero un día
cuando fui a buscarla otra vez vi cómo la sacaban de su casa unos
policías de paisano con abrigo de cuero y cara de muy pocos amigos.
Recuerdo su nombre Ester, era judía y a mí por confraternizar
con el enemigo una orden de arresto de dos días en el calabozo y
me enviaron otra vez al frente. Ya te lo he contado maja. Aunque no
te conozco me pareces una chavala estupenda y hasta pienso que si
regreso con vida de esta ratonera me gustaría c pedirte relaciones.
Estas muy guapa en la foto, tienes una cara de buena persona. En
fin tu estampa me ha recordado otras más felices y el niño Jesús
me mira con cara ternura y hasta parece que me habla a mí solo a
mí y me dije Celerizo Cabrillo yo te voy a ayudar. Y me quedo
ensimismado contemplandole. Mis camaradas dicen que es un Jesus muy
bonito, los alemanes no tienen imágenes pero creo que son también
cristianos, no creen en el papa. Los domingos suele venir un páter
que creo que es luterano se pone un gorro muy raro y una estola
negra como la de don saturnino el cura de mi pueblo y cantan himnos
y ya está pero no dicen misa como los católicos, sólo cantar y
los soldados los cantan con mucha devoción pues parecen sentir muy
adentro su religión más que nosotros. Para que te vaya a contar
si no son calamidades aunque así me desahogo. Soy el único que
queda de los españoles porque han ido cayendo todos. El jueves le
atizaron a un asturiano que se llamaba Teófilo Muñiz. Salió a
hacer del cuerpo el hombre y por lo visto se puso en un sitio algo
lejos de la tienda que no tenía desenfilada y le arrearon. A
Rodrigo que era mi mejor amigo un obús lo dejó sin pierna y lo
evacuaron a Riga. Pero esta muerte de Muñir me impresionó. Murió
en mis brazos. Llamaba a grandes voces a su madre y a mi se parte
el corazón. Madre y el eco arden la inmensa estepa retronaba su
voz moribunda. Madre, madre, dónde estás? Dios le tenga en su
seno. Aderita me dice en la tuya que no haces más que rezar por
pues esas preces me vienen bien. Tus velas a la Virgen del Camino
han dado resultado aunque pienso que salgamos enteros de aquí va a
ser un milagro y de los gordos. Madre. Madre y las voces que
pegaba Teófilo eran la misma s que otro asturiano también amigo
del alma que se llamaba Agustín al que atizaron a lo tonto cuando
se fumaba un papirosi de la petaca de un caído ruso que no pasó de
la alambrada nuestra en un ataque. Era también muy fraterno. De
Cudillero. Me decía que cunad io acabase la guerra me convidaba a
las fiestas de su pueblo que son por san Pedro y los marineros hacen
una ceremonia muy ocurrente y chistoso que llaman la amura vela. Se
llamaba Agustín Fito. Si esta carta llegase a tus manos yo
quisiera que se las remitiese por favor a su familia que vive en ese
pueblo dándole mis condolencias. De mi vida aquí poco puedo
contarte. es muy monotona. Los días se parecen unos a otros como
dos gotas de agua. El único aliciente es la llegada de la estafeta
con la carta de vasas. Lo emas comer y dormir. uno se embritece y
no opiensa en nada. Quien inventaría las gfuerras Aderita. La
verdad es que cuando recinbñí felicitaciones de la Komandatur por
haber abatrido a cinco cazas enemigos no me senti un heroe, me
pusieron la crtuz de hierro pero yo le dije al coronel que la
poníoa. Fue de pura chiripa mi coronel.si dijese lo contario
mentiría. No. No me siento un heroe nio odioo a los rusos. Por
que tener que disparar contra gente que no conozco y nunca se han
metido conmigo? Belay mis contradicciones, Aderitabueno madrina,
Felices Pascuas y ojalá el año que viene de 1943 sea prospero y
mejor que este puñetero 42. Estoy seguro de que nos vamos a ver
pronto tú y yo uy que vamoa a hascer buienas migas. Te gustan
los bambinos? Claro que te gustarán a no ser que tengas vocación
de monja. Reza mucho por mí y arieta con el Santo Niño Jesus de
Praga. Lo necesito. Y sin otro particular y deasndo la pasas bien
la Nochebuena se despide este tu amigo y admirador este Karovo que
lo es. Tu Karovo.
Fermín
CELERIZO
EL
CASTELLANO EN DIQUE SECO
Antonio
Parra
El
castellano en dique seco, cercado y acorralado en la albarrada por
aquello de muchos
monteros la garza combaten, neblíes muy ligeros sobre ella se
abaten, por muchos oteros los perros la llaten mal no será no la
maten
Cristóbal de Castillejo dixit pero vigoroso y plena salud los
muertos que vos matais. Tiene una frágil salud de hierro. España
quiere ser bilingüe perfecto (acabaremos todos hablando el inglés
la lengua del enemigo que así lo mandan doña Espe y otros
aburridos políticos ignorantes); pues muy bien sea. Para los que
escribimos y apoyamos ya nuestra ya larga vividura sobre esta
hermosa lengua a la que tanto ignoran los papanatas que la
desconocen ello es una afrenta. A veces en el afán de buscar la
plabra exacta y expresarnos con la propiedad que los conceptos de la
vida merecen nos llueven varapalos de cursis y rebuscados. Y yo les
contesto que aprendan no sean burros que se den un garbeo por el
inmenso jardín del de la RAE con más de un millón de vocablos,
rosas del pénsil olvidado esperando la llegada de la ática abeja
que libe de sus corolas. [joder que cursi me ha salido esto] Ya sé
que esta lucha es un quijotesco torneo contra los molinos de viento.
No hay manera. Los escolares no saben quién es el Cid.
descatalogaron a Cisneros y con él el pensamiento de los Reyes
Católicos. ¿Quién es Nebrija, chaval? Ni pún. Nuestros libros
de historia nos lo escriben los ingleses y los norteamericanos. Nos
han puesto una albarda a los castizos, nos quitaron el pesebre y
sólo nos queda rebuznar. Hoy se tiene a gala escribir mal y si te
esfuerzas por borronear con propiedad que es tanto como decir
adecuar la palabra precisa a la cosa y al concepto te dicen que no
se entiende. ¡Qué palabros! Pero lengua de Nebrija cada día me
gustas más. Y me pasa lo que a Turguenev cuando venían mal dadas y
veía desmoronarse a su patria. Iván Turguenev se refugia en los
atrios sagrados del idioma de Pushkin. Al castellano le pasa otro
tanto que a la ruso. Es una de las lenguas más bellas y con mayor
cargazón semántica del mundo pero los cultivadores del feísmo los
que quieren pensar en inglés y le pasa lo que a la burra del gitano
que sabe hablar pero no sabe pronunciar los zoilos de la modernidad
te echan los toros al corral. Asno grande ande o no ande y cuanto
más burro y de mayor alzada mejor el penco. Es la erótica del
horror el repetir igual que loritos las frases hechas y los tópicos
convencionales o copiar a los grandes pues vivimos en la cultura de
la queja y del plagio y sienta jurisprudencia el tópico y la
repetición machacona de los consejos del nazista Goebbels. Una
mentira repetida mil veces se convierte en verdad. El que pretenda
salirse del carril palo. Quien aspira a un cierto grado de autonomía
y de originalidad no es de los nuestros. Está loco o es un
borracho. Así que me refugio en el Casares de la misma forma que
Solzhenitsyn se atrincheró en las casamatas del Dal y empezó a
ametrallar a los lectores rusos con la gran lexicografía de la
lengua de Pushkin. Las palabras no matan pero llevan una carga de
inteligencia y de precisión que irrita al tirano. Lengua vieja el
romance asediada y vilipendiada por la revancha de los perifericos
por el paleto catalán o los afiladores gallegos o por la petulancia
de los vascos. ¡País…..leonés! se hizo reserva de las variantes
dialectales y las diversas jerigonzas y gaterías en las cuales
coloquiamos los hispanos desde la edad media han conseguido la
categoría de idiomas. No importa que estas vernáculas fueran
coloquiales y que apenas cuente con una literatura fiable. Han
echado la instancia para ingresar en la ONU. Mi experiencia de
filólogo me dice que cuando los políticos se meten en estos
negocios todos vamos a por lana y salimos trasquilados. El modo de
hablar de la gente no se puede imponer mediante decreto ni a través
de las paginas del Boletín Oficial del Estado. Eso me lo confesó
el bueno de Cela cuando en 1972 le hice una entrevista. La confusión
de Babel. Reinos de taifas. El ojo del amo engorda al caballo. Os
quiere a todos confundidos y divididos el gran hermano. Y para colmo
el problema de Eta y del terrorismo, consorte de la ignorancia, se
cierne sobre tales supuestos. Es peor el terrorismo psicológico al
que nos somete el mundo de la colocación casi el de los verdugos
sanguinarios. Sin embargo una de las demostraciones más evidentes
de que el que aguanta gana y nuestra lengua aguanta y gana de la
misma forma que aguantará y ganará España. Queridos padres
conscriptos y muñidores de conflicto con los que engorda vuestro
ojo de amos y de caballos, esto no es Yugoslavia.
¿SON
CIERTAS LAS
APARICIONES
DEL ESCORIAL?
Antonio
Parra
Los
coletazos del dragón siempre largan embestida a tiro fijo en los
tiempos oscuros las famosos doce noches cuando huyen los dioses de
la tierra y dejan sin timón ni gobernalle que gire a su antojo el
mundo. Ataca siempre por Navidad. Con menos frecuencia en Pascua de
Resurrección y los romanos que sabían mucho de esta sabiduría
oculta o conocimiento solapado acerca de los dioscuros establecían
las saturnales februarias como fiestas de purificación. Parce
mihi, Domine.
Lo han coitado los musulmanes gente animista que por estos días
sacrifican un carnero en memoria de Abrahán padre de los creyentes
que se inspiró en la paganidad de los suovetaurilia
[inmolación
de un toro un cerdo y un cordero lechal lustrando el suelo y la
frente de los creyentes para purificación] Estas doce noches
6+6=anosmia caen bajo la férula de Saturno y son nefastos como bien
sabe cualquier iniciado por rudimentario que fueren sus
conocimientos en quiromancia. Las fuerzas de la noche luchan con la
luz del solis invicto. Los planetas entran en colisión. Los
españoles hemos sido de siempre algo milagreros. El reinado de los
austrias que fueron unos campeones del catolicismo está impregnado
de superstición. Por eso tenemos que sacar de vez en cuando a la
Patrona a pasear en procesión. Esa fe tinta en superchería por
nuestra ascendencia pagana o romana nos hizo llegar lejos. Así que
visitamos santuarios y acudimos al favor de lo alto cuando las cosas
no tienen remedio. Y de perdidos al río.
Hagamos
un poco de memoria en estos lustros intensos que todos hemos vivido.
Yo no será pero se trata de elementos muy poderosos contrarios a
N.S.Xto. Caída del muro de Berlín 11 de noviembre 1989. Gorbachov
rindiendo la Urss en una tormentosa entrevista con George Bush padre
- el hijo lleva en su apellido todavía una b mucho más feroz- a
bordo de un barco circunnavegando la isla de Malta en Nochebuena el
año 92. Nochebuena y un día de Navidad fusilamiento de Ceaucescu
el año fatídico del 89 dos siglos después del Terror de Brumario
y ayer día de Santo Tomás Beckett obispo y mártir de Cantorbery
pereció en la horca Sadam Husein ¿tirano o mártir de la causa?
Cualquiera que sea la respuesta porque aquí hay opiniones para
todos los gustos a uno le entra un miedo en el cuerpo y le desciende
una extraña sensación desde la cabeza a la rabadilla. Tiempos de
terror. Espanto y cobardía se pintan en muchos rostros. El
basilisco mata con la mirada ¿tendrá instalado su trono en la TV
global? Y es lo que se dice un coloso. El que se oponga (El los
quiere sumisos y a mí no se me retruca, tú mosca cojonera) ya sabe
lo que le espera: la parrilla los garfios el ecúleo la hachuela
besemos el látigo pongamos la cabeza en la toza.
La
guerra primera del golfo la que empezó todo esto estalló la noche
de San Antón de 1991.
En
cierta modo los que asistimos una tarde de mayo de 1981 - se cumple
un cuarto de siglo- a un extraño fenómeno parapsicológico se nos
marcó un signo en la frente una cruz como de miércoles de ceniza
vimos la danza del sol y mirando a lo alto vimos dibujarse después
de una tormenta trazada como por un ángel con lineas de nubes la
imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro para los occidentales la
Odygitria de los griegos-la que muestra el camino- y la Blagodorotsa
para los eslavos estábamos apercibidos de que iban a acontecer
cosas extrañar que el Este se daba la mano con el Oeste y que se
confundían el Norte y el Sur. Regreso del rey Herodes que con el
aborto a discreción sacrifica todos los días en España a miles de
niños inocentes. ¿Qué más? Recelo en las miradas, odio, envidia,
evolución e hipocresía o memez por todas las partes. Los enemigos
de lo light lo íbamos a pasar mal. Oleadas de emigrantes.
Involución y Europa vivía sus últimos días de ciudad alegre y
confiada. Todo dará de través por aquellos días lo blanco en lo
negro lo grande en lo pequeño resucitarán los gigantes dice el
Eclesiastés. ¿Qué gigantes? Esta iluminación del cielo del
Escorial ocurrió un 13 de mayo coincidiendo con el aniversario del
atentado al papa Wojtyla en Plaza San Pedro. Cualquiera que fuese
aquella potencia, aquella inmanencia, aquella precognición,
sabíamos que lo que venía tenía una energía aterradora. Olía a
rosas junto al fresno y algunas mujeres se pusieron a gritar
histéricas. Desde aquella tarde soy un converso a la ortodoxia y
musito el salterio de Israel con más devoción, acaso porque vi las
orejas al lobo. El aire se llenó de canciones y de melismas de
diáconos. Fueron unos años de esplendor. Luego enmudeció la gran
liturgia porque se esparcieron consignas por el espacio hertziano.
Este es mi dominio dijo Satanás y los ángeles se marcharon
llorando.¿Una derrota de Miguel el ignífero? Aparentemente sí
pero a no tardar mucho se va a producir una gran reacción para
espanto de muchos.
La
pelota está en el alero y Josué tendrá que volver a detener el
curso del sol si quiere vencer otra vez; se realizará el prodigio
de la batalla de Puente Milvio. In hoc signo vinces.
La
verdad que en la vidente no he creído mucho pero seguí acudiendo
al Prado de las Prodigios. No me llegaba la camisa al cuerpo pero lo
que vi me llenó de esperanza y de pavor. Los casos extraños se
sucedían uno tras otro. He visto pasar por el lugar a los ángeles
y a los demonios. Fui testigo de curaciones insólitas, de coloquios
en lenguas extrañas y de exorcismos petrificadores. Resulta que yo
padecía por aquellas fechas un dolor muy fuerte en el vientre -en
el 83 me diagnosticaron adenoma prostático a los 39 años- y creía
ya llegada mi hora. Las noches las pasaba en un grito.
Progresivamente aquel padecimiento remitió. En mi círculo de
amigos me tomaron por avenate. En la empresa donde trabajaban fui
victima de la calumnia y la envidia porque en este país lo primero
que hacen es al que despunta cortarle la cabeza , sufrí mucho a
causa de la malicia de los hombres, me enviaron al loquero. Yo
seguía acudiendo a la campa sin embargo. Entre los virginianos que
no estaban familiarizados con mis conocimientos mariales, gente
sencilla y muy elemental, pobres, sólo llegué a intimar con los
más humildes no con los que iban a la nave. Con Amparo Cuevas no
hablé más que una vez y otra que trabé contacto con un hijo suyo
al que mataron, líos de droga o no sé qué calumnias, seguramente,
como todo.
No
me gustaban los suspiros y sofocos de aquella ex chacha nacida en
un pueblo de Albacete que se llama El Pesebre curiosa y extraña
mujer tan española y con rostro de Dolorosa pero aquella tarde de
1981 habló conmigo y me contó cosas de mi vida que hasta yo
desconocía. Hablé de mi ex, Suzanne. Yo quería saber si estaba
viva o estaba muerta. No obtuve una respuesta explicita. Sin embargo
me anunció que tendría noticias suyas y de mi hija Helen cosa que
sucedió el año pasado por estas fechas. Otro anuncio: que sufriría
mucho para purgar mis muchos pecados en vida y que la ruptura de mi
primer matrimonio fue causa mía. En efecto yo tuve la culpa. Amparo
temía sobre todo por la paz del mundo. Entró en trance y empezó a
decir que se acercaba un día de tinieblas (¿hablaba en alegoría o
strictu sensu? Nunca lo podré saber) que todo estallará en la
tierra en que tú posaste los pies, Jesús mío. Fue entonces cuando
empezó a oler a flores y el prado de las apariciones se iluminó
de una luz extraña como sobrenatural.
Desde
luego, todos los escurialense dicen que en ese ejido se han
producido estas situaciones inexplicables desde el tiempo
inmermorial porque el lugar está empalizado en un sitio mágico.
Felipe II quiso levantar allí su monasterio asesorado por sus
zahoríes (una era la vidente de Ocaña) pero siempre es mejor
edificar en el somo que en el soto con vistas al valle pues arriba
los aires eran más puros. De lo demás nada sabré decir, suspenso
el juicio. Yo pongo aquí negro sobre blanco mis experiencias.
Escribí un texto de más de doscientas páginas que no he querido
publicar. Estoy seguro de que esta Mariofanía tiene que ver con la
situación que ha vivido la humanidad a lo largo de este cuarto de
siglo su cambio más traumático. Parece que se ha acelerado la
historia; el Escorial ha sido un punto de reclamo para los majaras
para los impostores y para los aprovechados pero no me cabe la menor
duda que -el mal anda revuelto y de por junto con el bien- es un
sitio místico y que tan extraños fenómeno no han de ser tomados
tan a la ligera a la luz de los acontecimientos que estamos
viviendo.
En
la foto que tomé de la vidente en 1981 y que el lector podrá
escrutar aparece detrás como una imagen de la Virgen con el Niño y
en otras claramente se advertía estampado sobre la corteza del
fresno la efigie del Ecce Homo. Otros datos de apoyo. Ya no tengo
dolores, recuperé mi trabajo, encontré a la familia que tenía
extraviada en Cornualles sigo escribiendo a veces con demasiada
osadía. Sin embargo el mundillo comercial que rodea a las
apariciones y aunque no se acercan ni por pienso al grado de
especulación y al comercio que tienen las de Lourdes o las de
Fátima siempre me pareció harto extraño. Ahora bien si esas
apariciones están aprobadas también deberían estarlo las del
Escorial. Puede que desde ese fresno bendito y a través de una
pobre sirvienta con algunos rasgos histéricos no me cabe duda puede
que Dios haya hablado. Recordamos lo que dijo la Biblia: “la
piedra rechazada por los arquitectos fue escogida para roca
angular”. El pontificado de transición del polaco nos ha puesto
de manos a boca con el del alemán que va a resultar crucial en la
historia de la Iglesia.
Mientras
tanto sigo enfrascado en mis cartularios, abadologios, los archivos
itinerantes del pasado, mis colporteurs ambulantes, mi especulación
lírica, el “Acordaos” de san Bernardo que es mi invocación a
la Virgen preferida, los bularios y toda esa labor del hombre que es
tarea efímera. Dios nos enmienda la plana. Y la Odygitria señala
el camino. Hace falta una estrategia de búsqueda o un expurgo. Yo
enciendo mi ordenador uso mi base de datos llamo por teléfono a la
ayudante de consola. ¿Se aparece o no se aparece, don Verumtamen?
En qué quedamos. Y les respondo que las cosas de Dios son más
complicadas que las que supone el hombre tan primitivo tan primario.
Esta noche de San Silvestre hay centellas cruzando el aire preparan
la alfombra iluminada para que pisen los santos la avenida perfumada
que es lecho de rosas pero no hay rosas sin espinas. Eso sabedlo
todos. Están a punto de hacer su entrada por el arco de los dones
san Terencio y san Gendo santa Visterela y san Sisenando san Busto y
san Ilerdo obispos godos. Carga los exergos, nin, pero no empieces
con la prueba diabólica. Hemos pagar con moneda forera nuestras
extravagancias del consumo. Dominus
mihi adjutor et ego decipiam inimicus meos
(El Señor es mi auxilio y con su beneplácito engañaré a mis
enemigos) creo en la isogoría o libertad de expresión. En ese ten
con ten o equilibrio de juicio tan difícil de mantener en estos
azacaneados tiempos.
Necesitamos
un remedio. Agarrarnos a la ultima tabla de salvación. Puerilidades
pero acaso la fe mueva montañas. Tengo para mí entonces que las
apariciones del Escorial son ciertas. SIEMPRE HABRÁ QUE CREER en
algo. Aunque la vidente nos cansaba algo cuando empezaba a hacer
gorgoritos e hilo directo con el cielo se jartaba de decir con voz
gangosa lo de hijos míos. Eso era tongo, la verdad. O al menos eso
me pareció a mí que soy de natural poco morboso y mente práctica
aunque concedámosla el beneficio de la duda. Dios puede escribir al
derecho de torcido y el Padre Arintero nos dice en su historia del
misticismo que Castilla ha estado plagada siempre de estos
personajes extáticos levitadoras monjas de las llagas visionarias y
mujeres histéricas porque histérica viene de útero y por ese cabo
si nos ponemos a discernir llegaríamos hasta ciertas aberraciones
sexuales que dan en crisis misticoparanoides. Es difícil muy
difícil pero el propio Jesús se encarnó en nuestros barro y debe
de perdonar estas cosas. Ahora bien sin profetas no hay escritura ni
testamento ni salvación. Yo tengo por cierto que Xto sigue presente
en el mundo y se manifiesta de muy diferente modo aunque desde luego
la mariología es terreno resbaladizo y muy difícil para un teólogo
porque la línea de demarcación entre el falso y el verdadero
misticismo es muy sutil e imprecisa.
Allí
tomamos contacto con un mundo extraño de la España negra pero
alentada de profecía ya que se auguró la islamización progresiva
de la cristiana Europa. Los sarracenos ya piden culto compartido de
la mezquita de Córdoba. No es un acto amistoso que digamos y menos
habiendo sido dicho templo un recinto consagrado nada menos que por
el obispo Gelmírez. Nosotros les devolvemos Córdoba pero ellos
nunca se dignarán entregarnos Santa Sofía la catedral más antigua
de la cristiandad y a lo mejor puede que nos hagan cuartos nos
coloquen en espetones y hagan de nosotros pinchos morunos porque el
diálogo de funciones así no furrula ya que equivale a rendición a
reconquista a recolonización. El obispo Asenjo al negarse a tan
disparatada preposición corre el riesgo de convertirse en un digno
heredero de san Eulogio o de San Pelayo a los que decapitó
Abderramán en Medina Azahara. El fresno donde posó sus plantas la
Emperatriz de los Cielos nos acercó a unos cuantos privilegiados
elegidos para el dolor, el escarnio y la persecución, a ciertos
grados de conocimiento gnóstico y supimos de esta invasión que
vendría antecediendo a unos tiempos más duros aun de persecución
. Vae victis! Ay de los vencidos. Madre de los desamparados
ayúdanos. Cayeron las murallas de Jericó misterio de las torres
Gemelas y ayer víspera de san Silvestre toda una terminal de
Barajas voló. En estos días es evidente los dioscuros aprietan el
pistón. Y no creo que por lo que digo y sin dármelas de arúspice
sea del todo incoherente lo que digo. Pese a todo, las fuerzas del
mal con sus maquinaciones oscuras serán vencidas por el enviado de
la luz. Antes hará falta la gran metanoia o conversión. Se acercan
tiempos de purificación o de martirio. No digo más. Pero no
tengáis miedo. Feliz año 2007.
EL
CASTELLANO Y EL VASCUENCE
Un
amigo de Santander me llama indignado. Tiene gente en Coruña y hay
un contestador que responde en gallego con una muletilla que dice
“hable la lengua madre”. No te preocupes, Zeledón, que por lo
visto el castellano debe de ser la madrastra. Vivimos en un mundo
delirante en que todo está al revés. No sabemos ya quién es
nuestro padre y quien es nuestra madre. Y los que no tenemos abuelas
porque somos mayores para tenerla pues nos hacemos cruces ante
semejantes hilaridades. Mondo cane. Mundo fugaz. La nugación (de
nugacitas, oiga, que no es un latinajo) impertinente y la negación
de la evidencia. Se politizan las lenguas. Malo. El gallego es un
dialecto del bable o la fala asturiana y entre estas dos variantes
del latín engendraron al castellano. El vascuence de los várdulos
y vacceos actuó como el padrin de
boda.
Cosa chusca es que los españoles nos estemos tirando los trastos a
la cabeza entre periféricos y mesetarios, otro motivo más de
crispación en la calle ¿y van?, por algo tan baladí como es el
modo de expresar, la cadencia o los vocablos que utilizamos para
llamar a las cosas.
In principio erat Verbum.
Todo empieza y termina en la palabra. Nos olvidamos de las Cantigas
y del primer Fuero Juzgo escritos en gallego enxebre.
No el gallego castellanizado y macarrónico que ha querido imponer
Fraga que tan mal le sonaba a mi amigo Celso Collazo que era de las
Rías Baixas o al pobre Torrente Ballester que era compostelano.
La
lengua, compañera del imperio, ciertamente, pero también
instrumento de libertad se ha convertido en correa de transmisión
de la opresión impositiva. Por ejemplo, los catalanes les dicen a
los valencianos cómo tienen que hablar y éstos a los mallorquines
y los mallorquines a los de las Pitiusas y así sucesivamente. Esto
es una cadena. La confusión de Babel unida a ciertos malos modos
lingüísticos que los nacionalistas trabucaires han tomado de los
nazis tienen muy revuelto el cotarro. Es una campaña de acoso y
recibo al castellano que ha sido la lengua franca en que nos hemos
entendido siempre en Hesperia- ¡qué bella palabra, viene de
Véspero, lucero de la tarde!- los unos y los otros, los de arriba y
los de abajo, los de ahora y los de antes, centrípetos y
centrífugos, los del mar y la montaña, insulares y peninsulares.
Esta confusión idiomática es la asignatura pendiente de la
democracia. En ella nos jugamos la libertad. El castellano en dique
seco, cercado y acorralado en la albarrada de los siglos por aquello
de muchos
monteros la garza combaten, neblíes muy ligeros sobre ella se
abaten, por muchos oteros los perros la llaten mal no será no la
maten
Cristóbal de Castillejo dixit pero vigoroso y en plena salud están
los muertos que vos matáis. Tiene una frágil salud de hierro.
España quiere ser bilingüe; perfecto (acabaremos todos hablando el
inglés la lengua del enemigo que así lo mandan doña Espe y otros
aburridos políticos ignorantes); pues muy bien sea.
-
Do
you speak English?
-O
yea. Aquí
espiquea el personal que se mata.
Para
los que escribimos y apoyamos ya nuestra ya larga vividura sobre
esta hermosa lengua a la que tanto ignoran los papanatas que la
desconocen ello es una afrenta. A veces en el afán de buscar la
palabra exacta y expresarnos con la propiedad que los conceptos de
la vida merecen nos llueven varapalos de cursis y rebuscados. Y yo
les contesto que aprendan no sean burros que se den un garbeo por el
inmenso jardín del de la RAE con más de un millón de vocablos,
rosas del pénsil olvidado esperando la llegada de la ática abeja
que libe de sus corolas. [Joder que cursi me ha salido esto] Ya sé
que esta lucha es un quijotesco torneo contra los molinos de viento.
No hay manera. Los escolares no saben quién es el Cid.
CISNEROS,
DESCATALOGADO
Descatalogaron
a Cisneros y con él el pensamiento de los Reyes Católicos. ¿Quién
es Nebrija, chaval? Ni pún. Nuestros libros de historia nos lo
escriben los ingleses y los norteamericanos. Nos han puesto una
albarda a los castizos, nos quitaron el pesebre y sólo nos queda
rebuznar. Hoy se tiene a gala escribir mal y si te esfuerzas por
borronear con propiedad que es tanto como decir adecuar la palabra
precisa a la cosa y al concepto te dicen que no se entiende. ¡Qué
palabros! Pero, lengua de Nebrija, cada día me gustas más. Y me
acontece lo que a Turguenev cuando venían mal dadas y veía
desmoronarse a su patria. Iván Turguenev se refugia en los atrios
sagrados del idioma de Pushkin. Al castellano le pasa otro tanto que
a la ruso. Es una de las lenguas más bellas y con mayor cargazón
semántica del mundo pero los cultivadores del feísmo los que
quieren pensar en inglés y le pasa lo que a la burra del gitano que
sabe hablar pero no sabe pronunciar los zoilos de la modernidad te
echan los toros al corral. Asno grande ande o no ande y cuanto más
burro y de mayor alzada mejor el penco. Es la erótica del horror el
repetir igual que loritos las frases hechas y los tópicos
convencionales o copiar a los grandes pues vivimos en la cultura de
la queja y del plagio y sienta jurisprudencia el tópico y la
repetición machacona de los consejos del nazista Goebbels. Una
mentira repetida mil veces se convierte en verdad. El que pretenda
salirse del carril palo. Luego están los blasfemos. Los delirantes,
los insultantes, los rencorosos y los reconcomidos, los rijosos, los
biliosos, los mendaces, los destripaterrones del periodismo, cargada
de bilis la melsa, que a todas horas nos tocan el acordeón.
¿Y
con esta caterva qué hacemos, Zeledón?
Pues,
ponles la collera, únceles a la muela y que muelan, Emeterio. Que
muelan.
Quien
aspira a un cierto grado de autonomía y de originalidad no es de
los nuestros. Está loco o es un borracho. Así que me refugio en el
Casares de la misma forma que Solzhenitsyn se atrincheró en las
casamatas del Dal y empezó a ametrallar a los lectores rusos con la
gran lexicografía de la lengua de Pushkin.
Las
palabras no matan pero llevan una carga de inteligencia y de
precisión que irrita al tirano. Lengua vieja el romance asediada y
vilipendiada por la revancha de los periféricos por el paleto
catalán o los afiladores gallegos o por la petulancia de los
vascos. ¡País…..leonés! se hizo reserva de las variantes
dialectales y las diversas jerigonzas y gaterías en las cuales
coloquiamos los hispanos desde la edad media han conseguido la
categoría de idiomas. No importa que estas vernáculas fueran
coloquiales y que apenas cuente con una literatura fiable. Han
echado la instancia para ingresar en la ONu. Mi experiencia de
filólogo me dice que cuando los políticos se meten en estos
negocios todos vamos a por lana y salimos trasquilados. El modo de
hablar de la gente no se puede imponer mediante decreto ni a través
de las páginas del Boletín Oficial del Estado. Eso me lo confesó
el bueno de Cela cuando en 1972 le hice una entrevista. La confusión
de Babel. Reinos de taifas. El ojo del amo engorda al caballo. Os
quiere a todos confundidos y divididos el gran hermano. Y para colmo
el problema de Eta y del terrorismo, consorte de la ignorancia, se
cierne sobre tales supuestos. Es peor el terrorismo psicológico al
que nos somete el mundo de la colocación, en fraternidad universal
con los verdugos sanguinarios. Sin embargo una de las
demostraciones más evidentes de que el que aguanta gana y nuestra
lengua aguanta y gana de la misma forma que aguantará y ganará
España. Queridos padres conscriptos y muñidores de conflicto con
los que engorda vuestro ojo de amos y de caballos, esto no es
Yugoslavia. Todavía está el gato en el tejado y la pelota en el
alero. Desde luego, lo que está ocurriendo entre nosotros viene en
razón a la importancia estrategia que tiene la Piel de Toro para
los dominadores globales: España es militarmente una trinchera y
geográficamente una tenaza. Pero esta llave de paso –cuidado-
esta piel de toro no es una corambre colgada de la percha del batán.
Esta nación es tarda a la ira y le lleva mucho tiempo despertar.
Cuando despierte, cuando se sacuda de su modorra España...Los
estragos puñeteros de los ramblizos de la política – aquí todo
se politiza- se interfieren con los caminos verdaderos de la
semántica y se produce la gran confusión histórica. Y en tal
tesitura pocos sabrán que la palabra burro tiene un origen vasco.
Lo mismo que corral y los sufijos en arro (cacharro,
guijarro, cachorro, pitorro etc)
según el gran Lapesa. Y si nos metemos en topónimos sería el
cuento de nunca acabar. Aranjuez y Aranzueque están en relación
con el vascuence aranz.
La antigua Castilla para los vascongados era aratoi
o tierra de llanuras y así nombraban a Valderaduey. Los lugares que
se llaman Egea como por ejemplo Egea de los Caballeros no era sino
echea
(casa).
Javier es Echeverri (casa nueva)) y Javierre (Huesca). Lascuerre
(lats corri= arroyo rojo). Estrabón da noticia del vascongado al
que adjudica una raíz de los pueblos celtíberos que hablaban
muchas lenguas. En el poso de los siglos se decantaron algunos de
los términos de aquellos hablantes nuestros prerromanos que
pronunciaban la r sonora como en rorro, corro, ronzal, riestra,
rasca, carro, perro. Una pronunciación fuerte como la j y la ñ. La
fonética vasca se impuso en el castellano (tojo, sarna, nava,
breña, páramo y Prámaro, gándara o pedregal, braga y brega,
izquierdo, urraca). Queda la cuestión de la romanización. Algunos
historiadores infieren que Vasconia no fue nunca romanizada. A mí
me parece falso este supuesto. Fue romanizada y era una provincia
del limes cántabro donde operaba desde Asturica la Legio VII,
también denominada Victrix.
Y Bilbao era un puerto secundario sucursal de la Gijón romana.
Marcial era de Bilbao. Dicen los vascos que una pena que Cristo no
fuera bilbaíno pero Marcial el mayor poeta del Bajo Imperio cuando
estaba viendo los juegos del circo añoraba ya el vino de las Siete
Calles, su patria. Los vascones, vacceos y várdulos alaveses
mascaron el polvo de los lábaros imperiales. Porque ya entonces
tabernas no faltaban. El latín tenía lo menos quince vocablos para
designar a los garitos: cauponae, vinarias, popinas, tabernas, etc.
La sumisión fue desde luego trabajosa y los naturales de aquel país
conservaron sus lenguas y costumbres algunas de ellas muy a lo
burro. Por ejemplo, el Código Calixtino aconseja a los peregrinos
jacobeos que eviten estas provincias donde las gentes observan
tradiciones poco civilizadas como por ejemplo el bestialismo. Por lo
visto a los iñaquis de entonces les gustaba darles leña al mono y
copular con sus animales domésticos. Se tiraban a la cabra, a la
burra y a la vaca de su establo. Y aceptaron a regañadientes el
cristianismo renunciando con dificultad a su sincretismo pagano.
Estaban un poco salvajes la verdad. Prudencio se queja de que le
mataron a un diácono de una pedrada cuando iba anunciarles la buena
Nueva y bautizarles. Parece ser que la trabajosa cristianización de
aquel pueblo se hizo desde Calahorra que era donde estaban los
castra romanos. El Padre Mariana, que era algo antisemita, vierte
sobre los vacceos y la verdad es que fueron los primeros habitantes
de Cuniculandia o Hispania que quiere decir span (tierra de conejos)
y extendieron su dominio hasta Iliturgi en Granada, y vaccea o vasca
fue por ejemplo Numancia, criterios peyorativos: “los vascos son
ferocísimos, orgullosos e independientes, porque son de linaje
hebreo”. Ya está el gato en la talega en la tierra de los conejos
y las liebres. ¡Anda la osa! Resulta que todos aquí en esto
venimos de Israel y somos los judíos del Oeste. Sefarad.
¡Cuánto
me enorgullece esa ascendencia, Emeterio: pertenecer al pueblo
elegido!
No
iba descaminado Mariana, Cele, porque la Biblia hablaba de que el
rey Salomón cobraba pechas en Tarsis a los fenicios. Y
Tarsis era de Cádiz.
¡Andá!
Así que los españoles somos de origen judío.
Un
setenta por cierto.
Pero
unos más que otros.
Por
supuesto.
Lo
que no casa en esta historia son los prejuicios del Calixtino
contra los montaraces euskaldunes de aquellos tiempos. Si hay un
pueblo civilizado que aborrezca la fornicación y el bestialismo es
el pueblo hebreo.
Moisés
tuvo que predicar los suyo para ponerlos en buen camino y
apartarles de las costumbres paganas, de los sacerdotes de Baal y
del Becerro de Oro.
La
verdad es que la filología científica desmiente a Mariana. No se
encuentran relaciones terminológicas del hebreo con el vascuence y
sí con el indoeuropeo y el de los beréberes que se parecen a los
vascos físicamente. También ahora ha salido un profesor de Oxford
diciendo que los ingleses descienden de los vascongados. No se sabe.
Pero al menos en el País de Gales y en algunas zonas de Irlanda con
residuos étnicos iberos (tipos morenos, con el pelo crespo y buen
talle) puede ser. Todas estas hipótesis contribuyen a hacer más
complicado el laberinto español. Estamos al cabo de tantos siglos
pagando el alajor de la historia. Los gallegos quieren ser celtas e
invocan la redola y la cruz gamada. Los catalanes lemosines o
descendientes directos de la lengua de Oz. Designios bíblicos.
España no es un país como otro cualquiera. Más que un país
parece una bomba de relojería. La serpiente caducea, por ejemplo,
emblema del separatismo estaba esculpida en la columna dedicada al
dios Iamconquian el dios vasco por antonomasia y que fue encontrada
en Córdoba en 1635. El Camino de Santiago los evitaba dando un
rodeo por La Rioja a las Encartaciones de estas gentes tan hostiles
y rabiscas y se bifurcaba luego en León en dos ramales. El de
Asturias que fue la provincia más romanizada de la península y ese
peso se nota aún en la historia y el otro hacia Galaecia o pequeñas
Galias. Todos ellos, las palabras que digo, son vasquísimos y los
vascos no pronunciaban la f labiodental latina que convierten en h y
de ahí farina
dio harina y phormosa
(hermosa). El vascuence desconoce la f.
Y existe como en castellano la oposición r
y
rr.
Pero es pospositivo y no declinativo. Además nunca estuvo unificado
y ha sido homologado a la fuerza en sus diversas modalidades de
labortano, guipuzcoano y suletino, la variante del valle del Roncal
y otros tantos dialectos navarros. Su primer texto escrito data de
1545, una coplas que escribió un cura erotómano el P. Dechepare. Y
su primera gramática El
Imposible Vencido: arte de la lengua del
jesuita Larramendi es de 1729. Aunque su literatura es muy pobre
pues el peso de la historia es llevado por los rapsodas y versolaris
de tradición oral que recitan por las aldeas las kopla
zarrak
(versos viejos) toda lengua es un tesoro que hay que conservar y en
las escuelas y universidades debiera promocionarse el estudio de
este peculiar idioma único en el mundo conectado con los beréberes,
con los celtas y con las antiguas lenguas del Caúcaso.
Las
lenguas son apolíticas. Entre ellas no hay separatismos. Sólo
mestizajes y parentescos. Entristecen, pues, todas esas historias
del RH del que se pavonea Arzalluz alusivas a una superioridad
racial de los euskaldunes sobre los demás, etnias. Jactancias
nazis. Está visto que no hay pueblos mejores ni peores que otros.
Pero nosotros que no queremos meternos en política hemos de
manifestar que nos gustaron de siempre las canciones vascas:
aquellos zarzicos que nos enseñaron los PP. Jesuitas como el ago
guiztian
o el amate
bi rai zazu
etc. Toda lengua es una riqueza. En eso estamos con Unamuno que
hablaba y conocía el vasco mejor que nadie. Lo mismo que el
castellano. Si viviera ahora los aberztales le parecían algo
insólito, esperpéntico, lo más antivasco que se pueda dar. Y por
su culpa menudo zurriburri el que aquí se puede preparar,
Prevascuences son las terminaciones en briga = baluarte. Así
Segobriga que sería el baluarte de la victoria pues sego
es victoria. Con dos fórmulas: el prefijo celta y el latino. Así
que sego-via o camino Mi pueblo quiere decir Segovia camino de la
victoria. El nombre de mi pueblo me entusiasma.Y victoriosas serían
por esas mismas Segorbe Sagunto y Sigüenza o Segontia. Parece ser
que es un prefijo indoeuropeo pues el ruso la conserva en la palabra
segodnia
(hoy) con otra acepción En filología no excité el separatismo, la
trabazón y la unidad y según eso lo vasco no viene de vénganos ni
los iñaquis los trajo la cigüeña desde Paris. Se trata a decir
verdad de los españoles más genuinos. Sabino Arana era un
iluminado como De Juana Chaos. Los dos están locos. Un nacionalismo
de terruño y de campanario hizo que a estos dos personajes se les
volvieran los sesos agua. Aunque sigo pensando que pese a todas
estas cosas el castellano minado por amenazas exteriores e
interiores como las de esos políticos tan nefastos como doña
Esperanza Aguirre que quiere hacer de Madrid una ciudad
angloparlante – en las escuelas más horas al inglés que al
español- goza de buena salud. El gran peligro y lo que puede hacer
periclitar la idea de España es el alud inmigratorio. Llegan en
verdaderas hordas cantidad y diversidad de gentes como nunca se
conoció. Y en los autobuses capitalinos al menos yo escucho todas
las lenguas del mundo menos el castellano. Y ni las autoridades ni
los propios recién llegados salvo los latinoamericanos hacen gran
cosa por la integración o asimilación, cosa que no ocurre en Gran
Bretaña y nada se diga de los USA que en esto del idioma son
inexorables y más absorbentes que una aspiradora. Eso me aterra un
poco. Estas invasiones calladas a las que llamamos eufemísticamente
movimientos migratorios pueden acabar con todos nosotros.
Aniquilarnos como pueblo en nuestro propio suelo. Ellos son más
fecundos y sus mujeres paren constantemente. Ahí está el busilis.
La horda nos desborda pero ya digo que lo nuestro es la filología y
esta ciencia puede demostrar que el independentismo vasco – y
también a los vascos se los tragará la trampa de seguir el alud de
etnias sobre nosotros y las vascas tomando la píldora o ligándose
las trompas- es un absurdo contra natura. Es la tesis que expuso en
un brillante trabajo el profesor Manuel Asensio después de estudiar
la Crónica
Silense y las glosas Emilianenses.
Ambos textos se encuentran en posesión de los ingleses. Las
conclusiones de este ensayo paleográfico de ambos libros
preliterarios determinan que nuestra lengua romance, aunque derive
del latín, tiene un alto componente eusquera. Los cultos en el
periodo visigótico gustaban de expresarse en latín pero el pueblo
llano lo hacía en el rusticus
sermo.
Y a la gente se le escapaban vasquismos como chorro y gorra o
vocablos provenientes del alto alemán: guardia (ward)
y guerra (war).
Los textos en cuestión datan del siglo X y son anotaciones
marginales a sermones redactados en latín La Glosa Silense es un
penitencial. Su origen un monasterio de Álava. El copista indolente
o algo ignaro hace estas anotaciones el margen en el dialecto
vasco-aragonés que le resulta más familiar. Habrían de pasar dos
siglos antes de que el castellano hiciese su acto de aparición en
la historia con el poema del Mío Cid lo que no deja de ser algo
elocuente puesto que nos hallamos en el milenario de Rodrigo Díaz
de vivar. La sonoridad y la marcialidad la heredado el español del
vascuence que tiene casi la misma fonética. Los primeros viajeros
hacen observaciones sobre este carácter marcial del viejo romance:
“illorum
lingua resonat quasi tympano tuba”
(la lengua de los hispanos suena como un clarinazo). Poseía un
dinamismo que le hizo superar los grados de evolución de otras
lenguas ibéricas. Su fragua fue la j
la ñ
la ll
y
la ch.
Estas dos últimas letras han sucumbido a los imperativos
cibernéticos de los nuevos diccionarios pero nuestra querida ñ
que
es tan vasca como la ch
se mantiene. Hay extrañas fuerzas misteriosas que parecen querer
capar al román paladino de su atávica sonoridad. La labiodental l
se convierte en ll
en los albores del siglo XI y posteriormente deviene en j.
Así.: mulier,
conellus, filius
devienen muller,
coello, fillo y
el grado siguiente es la transformación en j a la que los
asturianos en su bable no acceden al tercer estadio de evolución
dicen que trajeron los moros pero que es absolutamente vasca. La l
pasa
a ll
por
la regla de la umläut
o evolución. Lar da llar y losa da llosa, lagar, llagar y así
sucesivamente. El bable es un viejo castellano sin evolucionar de
raigambre vasco-mozárabe. Pero el problema en la vieja fabla
romance es sistematizar. Se habla, al igual que el vasco, una lengua
forzada, pues hay un vasco en cada bable. Los de Tineo, verbigracia,
dicen “tsuna” para nombrar a la luna y los de Llanes “lluna”.
Y por ultimo la ñ
fue
una aportación vascongada a la lengua de Mío
Cid.
Nada más vasco que chistu y que Iñaqui, pues. He aquí algunos
elementos claves para el estudio de un enigma y para adentrarnos en
el laberinto español. Y nos ocurrirá lo del gaitero que fue a
Salamir, bonito lugar de la costa cantabra, a tocar “pues no tenía
donde ir” pero añade la conseja que luego el buen paisanín “no
sabía cómo salir”
EL
FUERO DE PEÑAFIEL. EL CISTER Y LAS TRES CULTURAS (I)
El
Fuero de Peñafiel o Penna Fidelis consuma un proceso de repoblación
de la meseta septentrional que siempre nos ha llamado la atención
por lo que representa un adelanto de mejora y legislación de los
“omes buenos” y de un intento por el avance de las relaciones
intercomunales. Curiosamente esta zona en el antemural de la sierra
norte de Segovia fue repoblada con musulmanes traídos por Alfonso
VII el Emperador tras la batalla de Jaén, algunos se convierten al
cristianismo pero la mayoría sigue practicando su religión y sus
costumbres a escondidas. Algunas costumbres moriscas las observé yo
cuando niño sobre todo en las mujeres viejas que se sentaban ante
los hacheros de sus difuntos no arrodilladas sino sentadas en tierra
como hacen los árabes. Una aldaba con una mano también había en
casi todas las puertas. La mano de Alá. Ocupan la escala inferior
de la pirámide social. Son los alarifes de Olombrada y Fuentepiñel
(muchos barros y poca miel) los talladores de piedra y canteros de
Campaspero que conviven con la población goda la vascongada y la
gascona de Valtiendas y Valdezate o los crestas de los tres Castros
Fuentudieña, Castrojimeno y Castrorracín (en este último lugar
parece que fueron importantente los colonos de extracción islamica
como su propio nombre indica) pero en Lovingos son visigodos de pura
cepa. En Torradrada las cabras y los arevacos y en Fuentesoto
cagaberros que llaman vuelve a predominar el elemento semita lo
mismo que el pueblo navas abajo Peñarromán pero la extracción
etnica era muy diversa de los de Tejares donde debieron de haber
bastantes familias judías. Total que somos un salpicón de razas y
un cruce de civilizaciones. El elemento integrados eso de todas
todas fue el cristianismo. De lo contrio hubiéramos estado a palos.
Y así y todo por unas suertes, por un majuelo, por una fuente o por
un almendro siempre saltó la chispa intervecinal. Estos son los
orígenes remotos pero casi es peor ahora con tanta civilización.
Quizás necesitemos un nuevo Fuero de Peñafiel. Otro de Sepúlveda
y otro de Arévalo o de Toro y más Cartas Pueblas para acoger a la
población inmigrante. ¿No resucitará Alfonso X el Sabio para que
nos cante unas cantigas y dejemos todos de andar a la greña,
recelando del otro o haciendonos la puñeta? Uy Dios. En esta zona
es frecuente encontrarse con individuos del fenotipo árabe puerta
con puerta con pelirrojos y rubios de ojos azules. En Sacramenta y
en Sepúlveda parece ser que hubo juderías importantes que vivían
en barrios separados. Uno de los primeros condes castellano era
Fernando ibn Al sur (Fernando Ansurez) conde de Monzón que se
bautizó en la mocedad y señor de estos territorios que por un
privilegio rodado que se conserva en el Archivo Histórico pasaron a
ser propiedad por granjería de Alfonso III de León a Gonzalo
Tellez al que otorga el monasterio de Sancta Maria de Cardaba cum
adjacentis et edificis el año 912 el castillo de Peñafiel y el de
fuerte de Sacramenia que como su propio nombre indica debió de ser
fundación romana. Murallas sagradas. De ellas apenas nada se
conserva. Sólo un farallón de lo que fue la iglesia románica de
San Miguel perteneciente a los templarios. En 1136 Alfonso VII llamó
a los cistercienses franceses – y de ellos hablaremos otro día-
cuando ya quedaba muy poco del antiguo cenobio pues en estas tierras
de somos pelados y de apartados valles escondidos que cruza el
Duratón debió de desarrollarse una importante vida monástica. Se
trataba de ermitaños que vivía en cuevas apartados del mundo. Este
eremitismo troglodita tiene que ver con el sistema de fundos que
trajeron los cistercienses monjes agricultores por excelencia y que
se convertirían en templarios mitad monjes mitad soldados.
Construyen en los cerros iglesias fortalezas. Las relaciones con el
Islam se hacen más difícil así como las diferencias entre las
diferentes villas-estado principalmente la citada Sacramenia,
Fuentidueña y Cuellar. Los castellanos siempre estuvieron
peleándose por cuestiones de la jurisdicción y de las lindes.
Nunca faltaron pleitos y rivalidades comarcanas. El Fuero de
Peñafiel tiende puentes y trae consigo el amillaramiento de los
términos. Se nombra a los concejos integrados por los “omes
probos”, los aportillados que hacían justicia a las puertas de
las ciudades como Pedraza o Roa junteros de los adelantados o
gobernadores en frontera. “No puede ser aportillado quien carezca
de casa en una villa y no habite en ella desde San Miguel a la
pascua de Flores y no tenga caballo ni adarga, capillo, brahón y
lanza con perpunte . Alfonso X el Sabio sanciona el fuero de
Peñafiel el 23 de julio de 1260 en compañía de su mejor dola
Violante y de su hijo el príncipe de Asturias. Los súbditos se
conviertan en pecheros y han de pagar la fonsadera y las marzadgas.
Y habrán de acudir a campaña cuando el rey lo dispusiera mediante
a la convocatoria de anúteba.
EL
REDINGOTE DE LARRA Y EL LUCILO DE SAN FRUTOS
Escribir
es llorar, Larra dixit. Su redingote nos viste a todos de pardo
silencio. Entre la tumba del Cid y la de Larra no hay más que un
paos y ese es el síndrome de este ir y venir que llaman acarrear. O
delante de las curas en la procesión enarbolando cruz y ciriales o
detrás de los curas a zurriagazos. Una condena nacional pero el
abrigo y el tupé del famoso afrancesado son algo muy precario que
nos da comezón y de este desosiego turbio a escala nacional todos
participamos. Yo peregrino con unción a la tumba del Cid y la de
Larra en la sacramental de san Isidro me trae al pairo aunque ello
no quita para reconocer que el Pobrecito Hablador dijese algunas
verdades.
Hay
escritores que son conocidos más que por su obra por una frase suya
o un atuendo, una calcamonía en los libros de preceptiva. Y a
muchos santos no por su vida y obras lejanas y perdidas en la noche
de los tiempos sino por el reguero de mitología que arrastraron a
sus espaldas. Porque son un arquetipo. Quizá un comodín algo de lo
que tenemos que hacer uso para seguir pensando o para continuar
viviendo. Siempre en la lucha, sobre todo, aquellos que nos hemos
sentido más inclinados hacia la perquisición de la virtud, de la
sabiduría y de todo ese aroma que perfuma a los libros antiguos y a
los santos viejos porque venimos acaso de la idea de un soñador
para un pueblo. Y yo sentía esa frase en aquellas mañana de
finales de octubre camino de mis recuerdos y de mis espadañas a
honrar los huesos de san frutos que se guardan en un lucilo
policromado de jaspe. Al santo le veo con sus barbas inmersas en la
lectura de su libro de piedra en el pórtico de la catedral que
nunca acaba de pasar la hoja y, si la pasa, malo; vendrá el juicio
final. Y a Larra hecho un pollo pera un tupé la barba rala con un
redingote colgándole hasta los pies como una inmensa saya, diciendo
displicente vuelva usted mañana. Había intuido el del gesto y la
palabra afrancesada que en este país siempre es carnaval o
nochebuena. Se pegó un tiro en el numero doce de la calle de santa
clara. Nadie le hacía caso. Aquí cada uno va a lo suyo. Murmuran
las vecindonas.
-Déjalas
que se desahoguen. Así quedarán a gusto.
Aparqué
el coche a la entrada no sea fuera a ocurrirme lo que otra vez y la
visita accidentada del jueves cuando me llevó el coche la grúa
monté en cólera discuto con un policía y me llevaron preso. Cosas
que pasan. Las diferentes voces y tempos que conviven dentro de mí
en una suerte de esquizofrenia bien avenida y que yo denomino las
opciones del alter ego empezaron una de las charlas que acometen
cuando estoy solo. Son las tres Opciones, o tres musas como tres
soles. Aquel día una de mis musas me recriminaba:
-Estás
solo. Tu teléfono fijo y tu celular permanecen mudos semanas
enteras, nadie se acuerda de ti, nadie te llama. Sólo tus
acreedores del banco por lo de la tarjeta de crédito ya sabes que
esa es otra historia. Edificaste su casa sobre arena, Verumtamen.
Eres un exilado interior. Te condenaron al ostracismo.
-¿Y
qué crees que a mí me gusta la popularidad?
-
A nadie amarga un dulce.
-
Mira yo desapruebo las mañas de Erostrato aquel griego que quería
ver su nombre inscrito en el Partenón pero era un mindundi, uno más
y para que se hablara de su persona asesinó a su padre. Tampoco soy
la vidente del Escorial que dijo que se la aparecía para salir en
los periódicos o el bombero que simula un accidente para declararle
el amor a su chica. Yo no soy más que un escritor, un fabricante
anónimo de lluvia. Creo la nube, la cargo de electricidad y ya
suenan los truenos. Es lo que tiene poner en circulación una idea.
No me importa salir en los papeles. Me gustaría bien es cierto ser
remunerado en el trabajo y me revienta haber de trabajar para este
gran turco que es internet, sistema de control de las personas y de
canalización de lo más sagrado. Se que nos estamos acercando al
síndrome de la torre de Babel. Se muy bien de que me hablas,
Quosquetandem, pero no tengo otra opción.
-Está
claro estas haciendo tu pequeña revolución a ciclostil.
-Internet
es nuestro samisdat, el único apoyo que contamos los literatos
cuando ha muerto la literatura. También sirven para que nos tengan
fichados pues se han dado cuenta de que el pensamiento no delinque
pero hay que tenerlos amarrados por un por si acaso
-Muy
poco me convences.
-no
pero la red de redes es un timo. Han mandado a los buenos escritores
al pozo airón echándolos al foso del olvido donde será el gemir y
el crujir de dientes sustituyéndolos por amanuenses amaestrados y
por calcógrafos y cecógrafos.
-¿Y
esa palabra cacografía que significa?
-
Escribir mierda. Televisión basura, cultura basura. Sociedad
postiza, justicia ertsatz. Todo un sustituto. Puto sustituto.
Vivimos en un mundo virtual. Todo, apariencia y todo vanidad:
mataiotes mataiotetwn kai panta mataiota.
Así nuestra vida se ha impregnado de vanidad. Está corroída por
lo superfluo. Ciertamente. Pero ¿qué queréis que haga? Las
noches y los días, los días y las noches. Se acabó el interés
por la literatura porque se terminó el interés por conocer. Eso
nunca se sabe. Mi trinidad interior empezó a discutir. Yo estaba
rodeado de pobrecitos habladores que en mis adentros preparaban
ellos su propio guirigay. Muchas noches escucho voces. Todas ellas
parlando como cotorras y cada una dando su propia versión. Mis
demonios familiares eran por este orden: Verumtamen, Quosque y
Accipiter. Accipiter lo llamaban que quiere decir el constante el
ponderado pero bien pudieran denominarlo Virtus in medio est. Ni que
decir tiene que era un hombre de centro y si mañana se celebrasen
unas generales y a Suárez se le curara el alzheimer votaría por la
UCD. Verum se inclinaba a la extrema derecha y Quosque era un rojo
perdido y a esta terna o trinidad presunta que hacían que mis días
se tornasen en una perpetua guerra civil había otros personajes
unos de inclinaciones místicas como Tantumergo y otro el
rabelesiano Saturnino al que le gustaba el vino a las comidas, fumar
buenos vegueros y mirar para las chicas guapas. Con todo el más
peligroso de todo era un tal Erifos causante de muchos destrozos y
de precariedades a lo largo de mis días y de mis sueños. Erifos
era gran amigo de los demonios y traía el olor a azufre y el calor
de las llamas de Pedro Botero. En más de una ocasión estuvo a
punto de arruinar mi vida. Gracias a Dios que Tantumergo devoto de
la Virgen María nos sacaba a todos de atascos. Cada uno de estos
personajes a los que me he referido evidenciaba un poco el esquema
de mi lucha interior. Tanto unos como otros eran buenos dialécticos,
convincentes, persuasivos. Los puse a todos a pasear por Corobias
para orear sus melancolías. Ya ibamos todos para viejos y habría
que mitigar los antiguos ardores. Verumtamen estaba aquel día que
le llevaban los demonios, desazonado no sólo por el panorama
político sino por la cerrazón de oídos y de corazón de los
otros. Le embargaba la impresión de estar viviendo en un país de
autistas.
no
quiero trabajar para el turco. Ser un lacayo de Google y de los
americanos no me da la gana.
Tú
eres tonto, chaval- le increpaba Quosque- y en tu casa no hay
botijo. ¿Tú no
oíste hablar nunca del efecto mariposa?
Herr
Schmetterling no hizo otra cosa que copiar la tesis tomista de la
comunión de los santos. En efecto, los seres humanos somos vasos
comunicantes, pozo artesianos donde el agua fluye. Pero eso no es
más que teoría nada más. Aquí los que se llevan el gato al agua
son la gente del dinero y el que más chifla capador.
Hombre
de poca fe. Tú pones una idea en franquicia y da la vuelta al
mundo gracias a internete o a la telepatía.
La
red de redes es un timo. Ha servido para jubilar a los escritores.
Guillermito Puerta ha sustituido a Cervantes a Shakespeare y a
Dostoyevsky por sus propios calcógrafos. La propaganda y la
publicidad ocupan el puesto de la verdad y de la información
auténtica.
Verum
se sentía un poco aplanado aquella mañana de octubre un poco
preguntándose qué he venido yo a hacer con mi vida, inquiriendo si
tenía sentido todos aquellos absurdos y adonde habíamos venido a
parar y no estaba por la labor de enfrascarse en una de las
habituales reyertas con su contrincante. Tenía miedo al Ojo que
todo lo ve. Los fantasmas de su niñez poblaban los recuerdos a la
vista del puente romano que había sido aplanado y destruido, tupido
el ojo por donde discurría el río abotijas aplanado el campillo
donde ellos jugaban al fútbol. La piqueta del tiempo había
destruido los chalés o casas militares donde él pasó su infancia,
no estaba el jardín donde sus padres se hicieron la fotografía al
lado del coronel Tomé. Para más INRI aquel día no era el día de
san frutos pajarero como lo fue siempre sino el de los derechos
humanos. Se preguntó qué es lo que hacía él allí.
Vio
entonces a Erifos con una botella a manera de lanza y una copa a
manera de yelmo de mambrino que se paseaba alegremente por los
adarves de la muralla. A veces asomaba la gaita por entre una de las
almenas. Ponía firmes a los añafileros de su escuadra haciéndoles
interpretar cualquier canción báquica. Tú podrás hacer lo que
quieras hasta decir misa si lo quieres pero en el día de hoy no
cataré una gota de alcohol y no ocurra el desastre de cuando
marras. Una nube de viejos se habían puesto a echar partidas al
viejo juego de la petanca detrás de las tapias del cuartel de la
guardia civil y justo en la dehesa boyal de Enrique IV donde se
montaba el ferial por las fiestas de san pedro había construido un
parque para niños. En el empalme de la base mixta había nacido una
gasolinera y el quiosco donde él bajaba a comprar el arriba por
encargo del teniente Resellado que había sido divisionario y se le
movía a veces cuando cambiaba el tiempo la metralla le metieron
unos partisanos cuando cruzaba el lago Ilmen helado se convirtió en
un parterre. Preguntó a uno de los viejos si se jugaba al chito
todavía como era costumbre y el hombre no le supo dar razón.
Continuo
su descenso por el camino nuevo abajo. Se habían llevado los
tanques de la base mixta y los cañones de la guerra del catorce que
aparecían en la puerta principal de la academia junto a aquellas
lombardas que debieron de ser de los años de la invencible. En la
calle san francisco había cerrado la taberna de prisco, pasó a
mejor vida el famoso figón del Vizcaíno y ya estaba casi sin darse
cuenta en la misma plaza del azoguejo muy concurrida y vital como
siempre. En la catedral no se cogía. Todo un inmenso gentío
abarrotaba los laterales y la congregación daba la vuelta por la
girola hasta la nave del transepto. Sonaron los violines y atacó el
solo su entrada al siervo bueno y fiel. El precentor dirigió
fenomenal el concento entre violines y las tres voces. El coro
estaba formado por casi quinientas personas. Afinando todos. Todos
los años hacía un milagro el santo eremita de las barbas que
escuchaba el convierto desde el paramento de la puerta principal sin
descomponer el gesto ni mover una sola cerda de sus luengas barbas
de granito. Seguía tan calvo como el año pasado y mirando para la
misma hoja y el mismo libro de piedra donde el tiempo y la historia
permanecían estancados y detenidos.
EL
TÍO MONAGO. REFLEXIONES SOBRE EL TABACO
Desde
el año 1929 no he fumado un solo cigarrillo. Había en nuestro
pueblo un medico que llamaban don Adolfo no sé si lo recordarás y
este me dijo un día “monago a que no tienes fuerza de voluntad
para dejar el tabaco” como que no y al instante aplasté el
pitillo y no lo he vuelto a roer más ni siquiera en una boda ni en
un bautizo. Creo que fue una buna apuesta y la gané vaya sí la
gané a beneficio de mis pulmones pero ahora que lo pienso el tío
Monago también estiró la pata y no demasiado viejo así que eso de
fumar o no fumar no es una patente de corso que te libra de la que
no perdona a nadie. Pero mi cuerpo abandonó el vicio execrable y el
tío monago falleció con los pulmones pero el alma algo tiznada y
eso que era muy beato. Varón con una voluntad tan enteriza como la
de aquel labriego sería difícil encontrarla en todo el partido
judicial. Muy zorro eso sí. Pues ya había llovido en el año 29
fue el crack de la bolsa de nueva York y cayó también la dictadura
y vino la dicta blanda. Un general Berenguer por otro general Primo
de rivera y en esas estamos del coro al caño chiquitos bua. Decía
don Estanislao no sé cuanto que este es un país pendular y eso es
una verdad como un templo. Pero fue aquel año cuando el mejor
labrador de mi pueblo el que arreaba yuntas de hasta siete machos y
hacía los surcos más rectos el que abandonó el vicio execrable
del tabaco. La venganza de los indios. El cura don Anacleto dejó
también a las mujeres pues era un cura muy corrido y siempre andaba
a mozas y se puso ahí en eso un cinturón de castidad pa no meterla
donde no debes caray que mucho predicar y poco dar trigo pero ya
dijo el refrán tratándose de curas haz lo que yo diga y no hagas
lo que yo haga. Pero con el tabaco no pudo. Amonestaba desde el
púlpito “si la dejas quieta un mes ella te deja una año y su un
año un lustro y si un lustro toda una vida pero la cigarra, amigo,
eso es mucho más difícil”. Los curas mandan mucho por estos
tesos tienen mucho poder. El que usted fume o no fume me es
indiferente. Porque usted deje de encender no se va a parar la rueda
del carro ni la del molino pero somos tan cretinos que nos creemos
trascendentes y de trascendentes aquí nada oiga que no va a quedar
ni el apuntador. Cachis en diez caguen tal.
No podrá
haber pero seguimos inhalando nicotina y alquitrán y seguimos
inhalando toxinas gasta que nuestros bronquios se hagan zarzalillo y
nuestros pulmones brea. ¿Por qué se fuma? Nadie sabrá responder.
Ya nos lo advirtieron desde que prendimos por primera vez. Que esto
cuelga. Crea hábito. Como si nada. No puedo por menos de sentir
cierta admiración por el tío Monago. Era un labrador de los que
llamaban ricos aunque por su aspecto y catadura nada se distinguían
de los destripaterrones que lo rodeaban. Sólo que tenía siete
pares de mulas y se permitía el lujo de hacer algunos
extraordinarios como encargar al Pedrete algunos cuartos de asado
entreaño pero las tierras no le dieron para echarse coche. Viajaba
en burro a la feria de Cantalejo. Era tacaño y el par de abarcas
habían de durarle un lustro. Lucía unos pantalones de pana que
eran un juego de damas de remiendos por culeras y por perneras. Iba
hecho un adán. Gastaba camisa sin cuello como era costumbre
abotonados íntegramente- con esa compostura de pescuezo tieso
aparece el abuelo Toribio en las fotografías. Todos los primeros de
año me acuerdo del Monago y hago el propósito de dejar la
cachimba. Eso que en Inglaterra llamábamos good
resolutions.
A los dos días mis proyectos de vienen abajo. Por falta de
perseverancia o flojedad volitiva. Luego, cuantas veces intenté
dejarlo por lo general siempre te sucede algo desagradable. Riñes
con la parienta. O el jefe te echa una bronca. Te sientes más solo
y angustiado. Las dos únicas razones que yo miento para no
deshacerme de mi cachimba se dividen en dos apartados. El miedo a la
muerte. Uno fuma –qué cosas- para participar de esa inmortalidad
que es la madera de dios. No me preguntéis si Él existe o no. Sólo
sé que a veces lo siento más cerca y estoy como más reconciliado
con el mundo cuando sube de la cazuela de mi cachimba las
circumvolutas del incienso de quemar mi tabaco Apolo que es mi marca
favorita. Soy incapaz de chiscarme otra denominación. He fumado en
narguile y hasta en calamet o gran pipa en la cual firmaban los
indios la pipa de la paz. El tabaco de Virginia por ejemplo me
levanta el dolor de cabeza y hay algunas labores inglesas que llevan
alfo de droga. Te “colocan”. El otro motivo es que ahuyenta la
soledad. La inmensa soledad de fondo de un escritor. Tabaco y
literatura forman una extraña pareja. La dualidad, la disparidad y
el disparate de la vida tan absurda tan falta de lógica como
crudérrima en el tiempo real. Estoy tan solo que creo que los
únicos amigos que tienes en el mundo, los que nunca te traicionan,
son tus colecciones de artículos de fumador, las vitolas de algún
tabaco que consumiste en horas felices, los envoltorios de algunas
cajetillos. Nombres y títulos que son la historia de mi vida.
Recuerdo aquel mataquintos el primero que prendí. Era de noche en
la plaza mayor de Segovia. Me voy un amigo de mi padre ramón el
Catalán anda con que el curilla ya te vas a enterar como vea a tu
padre lo apague inmediatamente se me caía la cara de vergüenza.
Toses. Arrasaba la garganta como una cuchilla. No hay que olvidar
que el tabaco es un irritante pero yo sería capaz escribir un poco
la historia de mi vida a través del logo de las cajetillas que va
asociado al nombre de las mujeres que amé, a los momentos de
triunfo y de tristeza cuando en los duelos la mejor forma de
reconciliarse con uno de esos misterios de la existencia para los
que el hombre desconoce respuesta la única salida es inhalar y
exhalar humo. No somos más que humo y aquí hay que tragar mucha
mecha. En la posguerra se llamaba eufemísticamente a los difuntos a
los muertos desconocidos por el cariñoso calificativo de los
que han dejado de fumar.
Y hemos fumado mucho los hispanos. Hasta hace pocos años si te
encontrabas a un español no fumador te parecía que estabas ante un
caso anómalo. Hemos fumado mataquintos y hasta las flores secas de
una malva real que había en el berral de mi pueblo – eran pura
grifa-, ideales, celtas largos y celtas cortos, rumbo canario y
fetén ducados etiqueta negra y luego estaba el camelo (I
will walk a mile for a camel,
rezaba un byline publicitario inglés). Con un pitillo en los labios
entrmos en la adolescencia y en la universidad, conocimos el amor y
la muerte y nos preparábamos para los exámenes. Aguantábamos las
imaginarias de la mili, esperábamos a la novia o aguardábamos al
tren. Hay que aguantar mucha mecha pasar bastante humo y si no fumas
¿qué haces? Colgado sobre el vacío pingando mi existencia somos
tan aleatorios y fruto de tanto azar que parece que a veces el
cigarro te da una respuesta o nos parece que te da solución a lo
que insoluble es. Cuando no hay remedio pues litro y medio dicen los
beodos pero la “venganza de los indios” dentro de los vicios me
parece menos dañino que el alcohol y aunque quien no conoce a los
hombres no conoce a los vicios ofrecer el tabaco de la amistad me
parece una suerte venial inocua dentro de lo que cabe. El tabaco es
pensador e intimista, dicen que activa la inteligencia y que por lo
común hay pocos fumadores que enfermen de alzheimer. Alguna cosa
tenía que tener buena la entupida costumbre que crea dependencia.
En Inglaterra yo fumé a lo primero Number
6 y Woodbine
y cuando sali de menos pobres empecé a consumir Embassy. En nueva
York donde el tabaco era baratísimo en los EE.UU. conocí todas
las marcas y suculencias del rubio puro sabor americano. Enumerar
cada una de las marcas sería largísimo y aquí viene una
observación filológica. Denominación en inglés es marca y en
alemán que es lengua pariente denominación quiere decir fuego. Nos
quemamos los pulmones. Rescoldos somos de la gran hoguera pero el
fuego tiene un carácter purificador y se ofrecía el fuego sagrado
en los turíbulos. En Roma estaban encendidos los pebeteros y no
había serenos, sólo había porta antorchas. Era justo y necesario
incensar los altares de las vestales con vaharadas de olíbano.
Fuego que se quema el río.
Yo
he fumado [y perdonen si hablo tanto de mí mismo] lo mejor de
Vuelta Abajo, vegueros de hasta 20 € corridos y de las pepitas
marrones de las malvas del berral, secaban las flores pero mantenían
el tallo tieso y los amenitos de los que utilizábamos para liar
fijos. Targaninas y mataquintos y hasta tabaco de papel de estrazas
me he llevado a mis labios pecadores. Si los nenúfares se tienden
humildes en señal de acatamiento horizontal esta flor del tabaco es
siempre erguida y desafiante algo así como un caballo desnudo o un
falo en erección desafiante y cara al sol. El humo del tabaco es
rescoldo altanero. La gomorresina es posible que reduzca el oxigeno
en sangre pero activa la pía mater del cerebelo y da coraje o
cuando menos una sensación de coraje para arrostrar los peligros de
la existencia.
¿Por
qué se fuma? La humanidad es un tanto gilipollas. ¿Por qué nos
iniciamos en este vicio desconocido hasta que un marinero de Colón
lo trajo de América? Yo creo que por ese deseo de normalidad, que
nos empapa, y luego dicen que el tabaco aleja el hambre y por tanto
adelgaza (qué tontería) de que todo marche acorde con nuestros
pasos en ese business
as usual
de los tenderos ingleses. En el Yorkshire yo compraba paquetes de
aquel Navy Cut de forma ovalada en una shop round the corner a una
señora anciana que tenía una pierna cancerada y no había fumada
nunca. Era tan pobre que no tenía para pagar la eléctrica y te
despachaba a la luz de un candil. El miedo a lo desconocido o el
anhelo inconfesable de que no me pase nada de que no me operen - ¿el
cáncer? Eso siempre les ocurre a los otros- es un aliciente. Por
otra parte puede que este vivió de la hoja del tabaco que tanto
disgustaba a Quevedo y quien a pesar de no fumar era zambo medio
cegato y muy listo tenga que ver con un anhelo onírico de
inmortalidad y de perpetuarse a sabiendas de que no somos más que
una caprichosa vedija que adopta formas voluptuosas en el aire
cuando sube la nube. Son los registros de la inmortalidad que nos
convoca la voz de eterno y el retumbo del eco del paraíso perdido.
Se manifiesta en ese horror
vacui.
El pánico que nos acomete al encontrarnos en un lugar solitario
cuando transitamos por un parque una noche de luna parece que se
desvanece cuando tiramos de petaca. Al propio tiempo mis memorias de
los intentos fallidos por abandonar el fumeque – y voy a cumplir
64- son poco agradables. El día que dejo de fumar o me riño con la
parienta, discuto con el jefe, se me pincha la rueda del coche, me
olvido el móvil en casa, pierdo el autobús o recibo una
notificación de multa que me pone de un humor de perros. En la vida
moderna estamos condenados perpetuamente a las prisas y al mar
humor. El cigarrillo dicen los psicólogos que parece tener con el
chuparse el dedo intrauterino. En esto encuentran acreditados
autores una querencia onanismo, uno busca las talanqueras del
claustro materno para ponerse en seguridad toda la vida. ¿Fumamos
por la misma razón que el adolescente se masturba? That
is the question.
Buena pregunta. Volvemos a la posición fetal y al rollo al pezón
de la madre qué agustito. A Winston Churchill le debía de pasar
algo de eso. Por eso era mucho más vigoroso, contumaz y amenazante
con un puro en los labios. Cuando no lo tenía parecía que le
faltaba fuerza al líder británico. Y su cara y ojos de dogo
parecían transformarse en el de un bebé. Fumamos como cucarachas y
la verdad que también nos sentimos en cucaracha el animal que
metamorfoseará el hombre moderno según explica esa nueva
Apocalipsis laica que refleja la obra de Kafka. Churchill era un
inseguro. Necesitaba asideros y una agarradera buena en las grandes
crisis era el veguero, costumbre que adquirió cuando fue
corresponsal en la guerra de Cuba y era un espía a las órdenes de
la Cadena Hearst. Fumar o no fumar es indiferente. Todos tenemos que
morir. Esa es la fija. Todos los mortales somos productos fungibles
y llevamos estampada en la frente una fecha de caducidad. Como un
código de barras. Hagas lo que hagas nunca te pasarás de fecha.
Por eso yo me acojo a sagrado de la iglesia – algunas cachimbas
tienen la forma de narguile- al sagrado de mi pipa. Es mi mejor
amiga. La que nunca me falla. Los cigarrillos los dejé hace muchos
años. En Inglaterra me cambié a omo pues allí las labores eran
tan fuertes que tenía que utilizar boquilla. El humo te raspaba la
garganta, anegaba tus fosas nasales, encrespaba tus migrañas. El
pernicioso irritante ha acabado con mi sentido del olfato pero éste
tan desarrollado en otros mamíferos – el perro sobre todo y
ningún animal fuma y viven mucho menos que el ser humano, otra
paradoja- al ser humano no le sirve de mucho salvo para oler las
tostadas quemadas tras el desayuno. Y aquella cachimba que compré
en una tienda cerca de Oxford Street que denominan el Paraíso del
Fumador me daba empaque, solemnidad y oficio. Dicen que el hábito
no hace al monje pero en los brazos debe de esconderse y quemarse el
secreto de la buena literatura. Flaubert era un empedernido fumador.
De sus botafumeiros contenido que se convierte en carburante de la
imaginación y continente incombustible, toquemos y quememos madera,
nació como Afrodita de la entre las aguas Madame Bovary. Todos
aquellos aprendices de novelista lo primero que hacían era echarse
bigote y comprarse una pipa de espuma de mar que dicen que era un
afrodisíaco y compulsaba los sueños oníricos. Ciertamente Graham
Green que tenía bastante mala leche padecía el síndrome de los
conversos de la hoja detestaba a los fumadores. Pero él fue un
borracho toda la vida y ves el chache pues así es la chacha. El
inglés nunca fue capaz de crear personajes como el jorobado de
Notre Dame creado por Victor Hugo y es que etilismo y literatura no
se compadecen – Poe era un alcohólico y en estado de ebriedad
redacto una prosa tan excepcional pero es una excepción y los
libros de Graham Green me parecen estar escritos con resaca. Son una
clase de novelas que sólo pueden gustar a loco avisados en materia
literaria a los paladares poco exigentes y a los papanatas como a
don Juan cruz. En este momento me acojo a altana. Me acojo al fuego
sagrado del humo de mi pipa. La vida se redujo a escribir, comer,
fumar, pipar y cagar, a veces algo de caminar Doy una calada veo las
nubes de colores inmerso en los reflujos de un nirvana al rescoldo
del muro protector de los cierzos bajo las inclemencias de una
mampara que me dispensa de los rigores del resistero y de las
inclemencias de las noches heladas e incluso de los escupitajos de
los que me profesan homecillo me tienen malquerencia. Ahí me las
den todas me digo. Mientras veo ascender en círculos psicodélicos
las vedijas de mi cazuela me parece como si alzara el vuelo
alejándome de las miserias humanas. Allá abajo todo es tan
pequeño y ahí arriba tan excelso e infinitésimo. Los Ángeles
buenos de buena hipada me cogen del brazo y me suben en volandas.
El Apolo no es un tabaco delicado. A veces entre la picadura me
encuentro estacas y otros elementos poco a propósito para riscar en
la soledad de mi alma. El tabaco me descubre una verdad: estamos
solos en el universo. Las cacimbas que me fumo más a sabiendas son
aquellas inhalo y exhalo en plena soledad porque a diferencia del
fumador de cigarrillos nervioso coloquial y sociable el de cachimba
y el de cigarro puro rinde culto a su vicio de forma diferente. Es
como el paso de un buey y el tránsito de una ardilla. Para Oscar
Wilde abandonar la cigarra es la cosa más sencilla del mundo. Lo
duro lo verdaderamente duro en esto como en la vocación religiosa
es la perseverancia. Yo he dejado miles de veces de fumar-toquemos
madera que esta no sea la definitiva- en otras tantas good
resolutions
de
año nuevo, pero he vuelto siempre a casa por navidad. Si acabas de
dejarlo hace una hora o a lo sumo un día, el humo te sabe mal pero
es gloria bendita cuando regresas a los brazos del dios evanescente
al cabo de un año o así. Te encuentras a gusto en medio de sus
cendales de calima no quieras saber más. Yo he conjurado mis
angustias en el estanco. Por eso ya digo que me pareció siempre un
falso profeta el tío Monago que amen de zorro mala persona
camándula y fariseo y algo puritano porfiaba en falso. Creía que
por no fumar no se iba a morirá y se lo llevó una pulmonía a los
62 años. Los cigarritos me han servido de palio, capa pluvial y
nave al pairo contra las desdichas y capear algún que otro temporal
en mi vida. ¿Qué hacer cuando percibes tu indefensión ante la
malicia, la zorrería, la intolerancia o la codicia de tus
semejantes o el desamor y las atriciones de la mujer amada? Pero la
humanidad no tiene remedio siempre anda a la caza de chivos
expiatorios y de culpables para que carguen el mochuelo. La jodienda
no tiene enmienda y acaso el fumeque. Y siempre se muere “por dó
más pecado había”. Fumando muero contento y eso que me voy a
llevar. La golilla el gaznate y hasta las entrañas pueden estar más
negras que las calderas de pedro botero pero más negras y
deleznables son las almas de algunas hermosas que lucen palmito por
la televisión. La Campos hubiera sido mucha mejor mujer si no
hubiese dejado de fumar. Ahora tiene el tabaco hecho caso omiso de
la lluvia ácida el cambio climático y la deforestación global el
tabaco. Ahora que se han cerrado las puertas del infierno y no hay
purgatorio ni limbo y los pulpitos, pues los curas parece que están
acojonados cuando predican, han echado el cierre por falta de quorum
y a los predicadores apenas hay quien les haga caso que de los
púlpitos y ambones con tornavoz tomaron el relevo esos bustos
parlantes tan estirados de las noticias de las tres de la tarde
hechos un brazo de mar con muchos puños y cuello duro que nos
exhortan a vivir sano y nos amenazan con los fuegos del infierno del
tabacador. Ya no hay pecadores pero siguen existiendo fumadores. Y
estos savonarolas de ágora mediática les coaccionan a renuncien a
su vicio y abjuren de herejía. Yo no abjuro aunque sea de
levi
ni aunque me aspen.
MI
MEJOR FOTOGRAFÍA
Los
monjes rusos cantan el Akathistos en esta mañana tibia y soleada de
enero, San Antón. Soledoso estoy. Tiro de archivo y este invento
maravilloso de un judío norteamericano, Guillermito Puertas, ha
dado la oportunidad a los escritores que escriben con tesón pero a
los que con un tesón no menos sospechoso se les cierran las puertas
de las editoriales. Gracias. Willy Gates, tú llevas el fuego
sagrado y la magia del verdadero Israel. La chispa que enciende el
mundo: la palabra. A la palabra agregaste la imagen. En ti se
consuman los dones del Espíritu Santo en el Cenáculo y ello nos
convierte en antorchas vivientes nuestras almas. Por él. Con él. Y
gracias a él, cuelgo esta diapositiva en la Red de Redes que ha
cambiado el mundo. Esta fotografía está tomada en Fuentesoto
(Segovia) el año 1976. Aparece a la puerta un hidalgo castellano,
Pedro Delgado, con su mujer la Vicente. Al fondo aparece cose en una
silla baja de anea la hija que no se casó: Pili y detrás la puerta
solemne de cuarterón al fin de la corraliza o lo que llamábamos la
portada. En Pedro con su cara alongad, la voz clara y los ojos algo
pitañosos, con su boina, que se sienta igual que un rey, veo la
efigie de mi abuelo Benjamín. Eran primos carnales. Esta
instantánea me recuerda mi infancia: una época cuando iba por los
botijos de agua a la fuente grande, los olores aquellos olores de
las pobedas autentico perfume al pasar por la huerta donde estaba el
manzanal del médico, los del berral, los de la pobeda y el olor del
gallinero y del bardal, calor humano. Largas tardes de trilla bajo
el resistero de agosto y los fríos de las heladas mañanas de enero
cuando jugábamos al Zorro pico zaino en el callejón. Aquí está,
o infancia representado en la sonrisa triste de este castellano que
labró la tierra con coraje y que nunca salió de pobre. Recuerdo
que mi abuelo Benjamín me reñía el pobre porque, amigo que me era
yo de su hijo Vicente Delegado que por cierto ahora es millonario y
se lo ha ganado trabajando en la construcción – es la mejor
herencia que pudo legar este hombre de Fuentesoto a sus hijos: la
laboriosidad, la hombría de bien, a sus descendientes- me hacía el
roncero e iba a su casa a que me dieran de merendar, lo que
llamábamos “tomar pan”.
-Son
pobres- decía el abuelo - ¿A qué tienes que ir tú a casa de
nadie?
A
los ocho años no se comprende bien lo que significaban estas cosas
pero yo no me separaba ni a sol ni a sombra de mi amigo Vicente que
andaba con las albarcas y conocía el nombre de todas las flores del
campo y todos los árboles y me enseñaba muchas cosas que después
no he conseguido aprender en los libros. Para mí Vicente era una
especie de dios. Gracias a su protección no me sacudían estopa los
chicos del pueblo que eran algo brutos y a mí me tenían por
forastero y no me admitían en ninguna cuadrilla. La merienda
consistía en una rebanada de pan que la Vicenta sacaba del arca y
un casco de cebolla. ¡Qué bien sabía aquel pan! Manjar de dioses.
La casa estaba frente por frente de la de mi abuelo al otro lado de
un arroyo de aguas bravas y las carretera por donde pasaba el coche
de línea y a mí me impresionaban aquellas puertas carreteras de
pino envejecido talladas a flor con una azuela y el picaporte que
era un furaco de roble. No encajaba del todo bien y debiera de tener
sus doscientos años. Era de las primeras del pueblo cuando el
pueblo por orden de Carlos III y pasados los baticores de la
Reconquista fue edificado en aquel barranco. Antes estaba situado en
lo alto de un cerro pelado. La iglesia que debió de ser de tiempo
muzárabe con algo de románico y de gótico se convirtió en
cementerio. Un cementerio a la que le escoltaba una olma milenaria
aunque abajo en el soto había otra que era mucha más vieja
bimilenaria y a lo mejor coetánea de Virgilio y de las legiones
romanas que también debieron de acampar en Fuentesoto cabe a la
fuente en el roquedal a la que nadie conoció secarse. Salía un
raudal impresionante en la que llenábamos los cantaros y los
botijos. Los cantaros o hidrias eran cosa de mujeres. A los chicos
nos estaba reservado el derecho de implar el botijo. El agua hacía
gluglú y era como estar delante de un cristal. Abajo los cantos
rodados parecían perlas. Las mozas solían entretenerse más de lo
conveniente con sus novios y en el pueblo se decía cuando se veía
a un mozo y una moza juntos cerca de la fuente “esos ya hablan”
para significar que habían formalizado las relaciones de un
eventual noviazgo. Al Tío Pedro Delgado le tengo grabado en mi
memoria siempre camino de misa el pobre andando con dificultad
camino de misa ayudado de dos cachavas. El reuma hacía estragos en
aquel barranco insano y húmedo. No sé cómo pudimos sobrevivir a
aquellos años de hambre, de dificultades y carestías económicas
de posguerra. Como era pobre sus pantalones de pana los lucía como
los escaques de un tablero de dama un remiendo de un color y otro de
otro y el tapabocas o bufandas con el que se guarecía de los
cierzos malignos en aquel valle de tantas corrientes – el clima
era rigidísimo- muy zurcido por la Vicenta que era hacendosa y todo
lo apañaba. Era muy creyente como mi abuelo Benjamín de una fe
vieja y rancia. Además de primos eran amigos y se sentaban en un
banco de madera nueva que parecía un arca al lado de la sacristía
detrás del Tío Bernardo y el Tío Gregorín los mayores, los
ancianos del pueblo. El Tío Bernardo fue alcalde. Nunca he visto
envejecer a la gente en medio de tanto respeto y dignidad. ¡Ay
aquel cristianismo sólido simple sin demasiadas alharacas de
aquellos años! Fe de los ancestros muzárabes. Fuentesoto era
vigilado por la presencia de la muerte. Aquella torre del viejo
cementerio románico presidiendo la vida comunal no se nos
despintaba jamás. Ahí tenemos que ir. Ahí acabamos todos. En ese
cementerio del que he escrito bastante pues es una joya
arquitectónica y en el que en los años 60 descubrí cruces
templarias. Fuentesoto estaba en el limes o frontera. Se fraguó en
la lucha contra la morisma. Cuando acabamos con los sarracenos nos
seguimos haciendo la guerra los españoles contra nosotros mismos.
¡A ver qué vida! En este rostro de Pedro Delgado añoro el tiempo
que se fue cuando la vida era más sencillas, no había tantos
egoísmos ni envidias. Pobre y cristiano viejo. Como yo he querido
siempre ser pero hidalgo. Una hidalguía que ha fenecido en la vieja
Castilla que “face los homes y los gasta”. Lo dice el poema del
Mío Cid. Y en este rostro apergaminado del Tío Pedro está escrita
un poco nuestra historia. Recia. Hecha de sufrimientos y de
austeridad y de fríos cierzos a los que se combatía con el
tapabocas. Y ardores de agosto en la obrada o en la trilla que
aliviábamos con agua fresca del botijo y el vino del barril que
nunca faltara. En casa de mi abuelo que era labrador rico este
elemento no faltaba y algunas veces le mandaba con mi amigo Vicente
y conmigo un jarrillo de vino de la cosecha y a veces hasta una
cántara.
-¡Pobres!-decía
el Tío Benjamín- El caudal no les alcanza.
Mi
abuelo Benjamín cuando iba a las tierras se metía al coleto dos y
hasta tres botellas. No le hacía daño. Nunca lo vi borracho. Y es
que aquel vino que yo he buscado por muchas tabernas del mundo sin
encontrarlo, daba fuerzas. Era verdadera sangre de Cristo. Vino
autentico de la ribera. Un Vega Sicilia siempre a nuestra
disposición. Aunque pobres éramos ricos.
ANDRES
LAGUNA DEFENSOR DE LAS TRES CULTURAS ( Lanza, 13 de noviembre, 1994)
Viaje
a turquía
es la novela principal del médico segoviano Andrés Laguna que no
por poco conocida es menos indicada para entrar en la problemática
del siglo XVI amen de entrañar una actualidad palpitante en grado
de profecía. Los problemas abordados entonces palpitan en la Europa
y en la España de hoy: el misterio del surgimiento u difícil
convivencia de las tres religiones monoteístas con una historia por
la cual corre la sangre y que está plagada de suspicacias y de
prejuicios. En
el nombre de dios.
Se dice que en nombre de dios se han estado matando durante siglos.
Esto es cierto sólo en parte. Detrás de las diferencias teológicas
subyace un conglomerado de intereses creados de matiz económico.
Pero hay sobre todo miedo al otro. Al que es diferente. Al que reza
de otra forma, no viste igual, coime diferente y tiene otros hábitos
o una pigmentación diversa de la piel. Viaje
a Turquía
está escrito en una prosa tersa amena y llena de encanto. Rehuye de
la retórica en la cual suelen incidir nuestros clásicos. Resuma
tolerancia y humanismo dentro de un retablo narrativo en el cual no
faltan ni la resignación ni la irreverencia de las gran novela
picaresca. Traza una panorámica en la cual los judios los moros y
los cristianos viejos y nuevos a veces se odian a veces se
desprecian se man o se entienden bajo cuerda. Constantinopla
(Istambol para los sefardíes) siempre estuvo en el corazón de
España. Bizancio es el sincretismo de Mahoma de moisés y de Jesús
de Nazaret y un salpicón de razas y de culturas. El libro está
escrito en plan gran reportaje redactado sobre una prosa amena y
nerviosa que refleja el mundo de 1557 y que parece haber sido
escrito ayer. Cristóbal de Villalón pseudónimo bajo el cual se
oculta el humanista segoviano y médico del emperador Carlos v
Andrés laguna hace la relación circunstanciada de la vida de un
galeote de su dieta de su higiene precaria que no era óbice para
que todos estuviésemos
buen músculo.
Tomaban bizcocho remojado con algún refresco aceitanas y miel.
Habla de lka hedentina y del olor a humanidad sudada y sobada en los
sollados malolientes y sudados de los fayados o salas de maquina de
las galeras donde se trajinaba a golpe de rebenque. Los piojos las
pulgas y la liendre estaban allá
abajo.
Era el
mundo de galeras.
Cada embarcación iba comandada por un patrón o capitán y un
cómitre un alguacil y un escribano 50 ballesteros y 20 arcabuceros.
Todo ellos eran gente de cubierta. Abajo en la mazmorra estaba la
chusma 150 forzados bajo la mirada del arraez o capataz al que
cumplía la obligación de “arrear” el remo haciendo triscar la
tralla o rebenque. A los penados o bogavantes sentados en los
bancos de proa se les denomina proeles. A los de popa espalderes.
Tras ser apresada la escuadra del emperador consistente en 37 navíos
y más de tres mil cristianos entre marineros y gente de guerra el
protagonista pedro de urdemalas relata su odisea y nombra todos los
puertos en los que atracan el bajel g. Cárcel del turco: Estambul
Patras Lepanto puerto león Gallipoli. Llegados a su punto de
destino los cautivos se convierten en esclavos del bajá. A fuerza
de ingenio simpatía y derroche de astucia y no pocas dotes de
simulación pedro de urdemalas logra abrirse camino y sobrevivir en
la Constantinopla de mediados del quinientos. La urbe fue tomada por
los turcos en 1453. al principio los imanes fueron tolerantes con
los cristianos que según hace notar laguna en su obra es una
religión superior y eso lo decía un converso pero humanista
aspiraba a un cristianismo evangélico. Dice que esta religión
resulta un verdadero grano de mostaza que crece y arraiga en
fortaleza en tiempos de persecución. Es la idea que repetiría
después Nicolás Berdiaeff. Es el misterio de la ortodoxia como
mansa fuerza de choque contra el hervor de las sectas que subsiguen
a los furores luteranos y a todas las herejías habidas y por haber.
La idea de defensa de la ortodoxia fue puesta en orbita por un judío
como enseñanza moral para un catolicismo demasiado pagado de sí
mismo. Andrés Laguna constituye una de las grandes torres de la
literatura castellana. Era un converso insistimos nada tolerante y
dogmático a diferencia de otros que llevados de un futuro de
tornachaquetas los arrepentidos los conversos en el sentido
peyorativo de la palabra que damos los españoles a aquellos que
hacen cursillos de cristiandad y se vuelven más papistas que el
Papa o los que dejan de fumar y se trastornan casi maniacos
acérrimos contra el e3ncendedor y la cajetilla. Lo dice una de las
lumbreras de nuestro siglo de oro y cuya personalidad me atrae cada
vez más. Esa furibundia que alcanza el grado de furibundia donde
las ideas alcanzan un grado personal y no hay mas que entrar en los
chats de religión y en los foros de ateos sobre cuyas teclas y
pantallas se dibuja la nariz corva las espaldas cargadas de
Torquermada. Pero ello forma parte del misterio de la historia de
España. Tanto laguna que fue profesor de hebreo y de griego en la
universidad de Alcalá de henares como Cervantes no se cansaron de
ridiculizar a los orates pero con la iglesia hemos topado sancho. A
causa de estos tornadizos la vida española de antemano siempre
precaria a causa de la envida y la emulación debió de volverse
difícil. Menudearon las denuncias al santo oficio. Se barrían
herejes debajo de la alfombra se vigilaba las costumbres sospechosas
y los escritos y las palabras de los dómines eran analizados con
lupa. Laguna debió de pasarlo mal y volvió a sus hierbas y a su
cirugía. Castilla era un hervidero de fervorines mesiánicos. Las
aguas del río se había saludo un poco de madre al cabo de los
movimientos comuneros y de las germanías que tenían una raigambre
social de denuncia contra los poderosos nobles flamencos como
Adriano de Utrecht pero eran de cuño religioso y una maniobra de
ida y vuelta que preconizaba el advenimiento de la reforma. En el
reino de valencia las germanías estaban impregnadas de una cargazón
revolucionaria inusitadas y en Castilla se empecinaban algunos
exaltados frailes en anunciar la llegada del fin del mundo. Al
emperador lo consideraban el anticristo. Cervantes trata de no
entrar al trapo con la frase que citamos más arriba. Pero el medico
segoviano tanto en el Crotalón como en su viaje a Turquía se
muestra decididamente anticlerical. Y apunta una idea que luego
habría de remachar el padre isla en su Fray Gerundio con esta
ironía que es una verdadera perla: Necesitamos
púlpitos de acero en España que de otra forma los furibundos y
malhadados clérigos todos lo hacen pedazos a voces. Parécele que a
porrazos han de defender la fe de cristo.
Feijoo trillaría en la misma parva poniendo en ridículo a los
escolásticos con un siempre las mismas voces las mismas
disquisiciones los mismos razonamientos en los paraninfos. Y esta
postura de profunda religiosidad alegría de vivir y deseos de poner
enmienda a los errores de sus contemporáneos le vuelve sospechoso
de disidencias y es posible que el lazarillo de Tormes saliera de su
pluma. Estamos ante una de las mayores obras de las letras
castellanas solo parangonable con el Buscón y el quijote pero
¿Andrés Laguna? No quiso firmarlo. Lógico. Los sabuesos del santo
oficio andaban a la caza. En el estilo se percibe la donosura y
llaneza la campechanía de los segovianos y Laguna era segoviano a
machamartillo mucha sorna inteligente buen talante y donoso en el
decir y algo redicho.
Su
viaje a Turquía no es sólo una interesante novela de aventuras y
un puntual tratado de geografía en un tiempo en que los
conocimientos de otros países eran mítico y la noción que se
tenía de Bizancio era como referente de los libros de caballerías.
Por eso es de una solercia literaria impresionante y magistral su
descripción de las costumbres de los monjes del Monte Athos con sus
cinco cuaresmas, la vida cenobítica en cavernas escarpados, el
rechazo a la presencia de la mujer porque en los monasterios no se
admite la presencia de ningún animal hembra. Al propio tiempo
indaga sobre el alma humana y retrata la mentalidad de los españoles
de su época. Tiene la costumbre el español, observa, de olvidar de
su patria, bendecir lo extranjero y tratar mejor a los forasteros
que a los indígenas, cuando repasa los Pirineos. En las mismas
seguimos y esta observación la hace un autor del siglo XVI.
Torrezneros
La
verdad es que somos un poco torrezneros. Por sus páginas desfilan
vizcaínos que ya por esa sazón eran los mejores marinos de la
escuadra “gente
amiga del buen comer que habla mucho y atropelladamente opero que es
muy noble.
Hablar atropelladamente. ¿No será esa una herencia vasca adherida
a nuestros genes?. La ponderación y una cierta ternura y compasión
ante los pecados ajenos son la mejor cura que propone el galeno
segoviano a lo males nacionales. Andrés Laguna no se calla un pelo
y canta las verdades del Barquero con ese desparpajo y la franqueza
que caracteriza a los hombres de su tierra. Viaje a Turquía fue
escrito en 1558 el año de la muerte del Emperador. Su autor combate
el oscurantismo y la superstición. Era amigo de Erasmo y de Luis
vives y con las hierbas oficinales que conocía bien pues ya desde
niño salía a comerlas a la zona de Tejadilla y que maja con el
mortero hace autenticas maravillas. Las enfermedades más difíciles
no se le resisten a sus curas homeopáticas a base de centaura y
escamonea una plantas que crecen en los campos de Segovia. La
escamonea le fue bien al cesar para su gota pero no tuvo el remedio
que éste le pedía para curar la impotencia. Carlos V según sus
cronistas acudió a la santería y fue a ver a una saludadora de
Cabreros que decía realizar maravillas con los desganados pero el
emperador que quería tener hijos y aunque la buena vidente le dijo
que viviría treinta años y podría engendrar más niños moriría
al cabo de poco tiempo en una húmeda celda del monasterio de Yuste.
La medicina a Andrés Laguna le salvó la vida pues estando cautivo
en Constantinopla fue requerido por el sultán al que desembarazó
de unas fiebres y este en pago le otorgó la carta de la libertad.
Curandero de su honra el doctor regresa a España visitando Paris y
los países bajos. El viaje de vuelta no fue nada sencillo. En
Grecia hubo de disfrazarse de monje y visita una de las tebaidas más
celebradas de la cristiandad: el monte Athos. Allí recibe
protección del idumeo y es el primer español que consigue poner el
pie en cada uno de los 22 monasterios que conforman esa laura. Son
los “papas” o “popes” los que le libran de otra persecución
de los turcos.
Enjundiosas
son sus reflexiones sobre las diferencias entre la iglesia griega y
latina pues dice:
Ellos
viven a la evangélica. Sus iglesias son pequeñas y no tan
fastuosas. No hay canonjías ni prestameras o beneficios eclesiales
y viven de lo que el pueblo quiera dar. Siempre andan haciendo
santiguadas y tocando la tierra con la frente y cantando kyrie
eleison. Y sus oficios son muy largos como nuestros maitines en
Nochebuena y dicen en todas las misas las oraciones que nosotros
sólo decimos en Viernes Santo.
Tienen cuatro cuaresmas y a la de la pascua de resurrección llaman
gran pascua. Es la mayor y mejor fiesta del mundo. Todos se besan
unos a otros y se saludan con la frase de Xristós anesti a lo que
responde el otro: alithos anastasi
(Cristo resucitó... verdaderamente ha resucitado”
La
obra del inmortal galeno segoviano, entomólogo y botánico aparte
de un gran escritor corografico se puede codear con los grandes de
las letras castellanas pese a ser un autor poco conocido. Todo un
humanista por lo que su lectura se hace del todo recomendable. Los
tiempos de cambio que le tocó vivir son muy parecidos a los
actuales. Este hombre galaxia Guttemberg se convierte en un prometeo
de la galaxia MacLuhan. ¿Qué hubiera sido si Laguna llega a
conocer Internet y Aprovechado sus inmensos recursos? El viaje a
Turquía parece haber sido redactado ayer mismo y haber salido
calentito de las planchas que entonces se decían tórculos. Sus
libros son una buena pagina Web. El paso de los siglos no las hizo
perder nada de su primitiva frescura. Por su fascinación ante lo
nuevo y su tolerancia ante otras culturas su amor por la belleza y
la verdad y por el humor casticista que le caracteriza. Es el suyo
el humor de los sabios.
EN
EL DIA DEL GLORIOSO ESTEBAN PRIMER MÁRTIR
Protomártir
( de protos, primero) como protagonista, protomedico, protoplasma,
lo primerito, como la gtorre de san –esteban aquella que levantga
sobre los cielos de Segovia su aguja al cielo igual que una
espingarda. Permitió dios que el primer mártir cristiano derramara
su sangre ante los verdugos de la sinagoga y eso es figura de un
significativo simbolismo sino que es también un vaticinio de los
aconteceres del mundo cuando empieza la segunda década del siglo
XXI. Quizás muchos no hayan reparado en el mismo y otros- pñor
desgracia en este cupo está el Vaticano- miran para otro parte y
echan balones fuera cuando ayer día de san Silvestre de 2010 y ewn
una iglesia de Alejandría, la ciudad egipcia que después de
Antioquia constituyó las primeras comunidades eclesiales en el
siglo II fueron masacrados treinta cristianos y otros tanto
resultaron heridos que asistían a una misa de medianoche. No basta
con condenar el terrorismo venga de donde venga con vagas palabras y
gestos ineficaces como ha hecho esta mañana Benedicto XVI esta
mañana dia de la circuncisión del Señor sino aludir a las causas.
Está visto que nadie se atreve a poner el dedo en la llaga pero a
mí me duele el holocausto de esos buenos marinitos asesinados en
misa. Han seguido el mismo camino del cielo que inició san Esteban.
Vidi oculos apertos et Christum stantem… Domine, ne statuas illis
hoc peccatum. Inflamado por el espiritu de Dios confundía a los de
la Sinagoga más allá de lo que pudiera tolerar su soberbia
ENRIQUE
IV Y LOS JUDÍOS
Se
ha intentado comparar a enrique cuarto mal llamado el impotente con
Carlos II el Hechizado pero todos los historiadores son contestes de
que no puede haber parangón tal. El Trastamara era valiente- fue el
primer monarca que devolvió a España el peñón de Gibraltar y
resultó herido en la toma de Archidona al poco- vicioso amante del
vino y de las mujeres aunque es posible que también de los mozos y
la sospecha de su bisexualidad no probada habrá de ser investigada
por los investigadores, muy poco rezador y su amistad con los moros
le hace ser sospechoso a algunos de sus contemporáneos de sectario
de Mahoma. Le gustaba la caza, correr toros y cañas y más de
alguna vez se le vio en algún torneo sobre el palenque pese a su
horror a la sangre por las heridas inferidas en el asalto a las
almenas de Archidona. Mientras el Austria era un imbecil y un caso
clínico de los desastres a los que puede llevar la naturaleza:
enano, casi deforme y supersticioso, puesto que creía en fantasmas
y en aparecidos. No Enrique IV no fue el baldón de la monarquía
absoluta ya que en su época de convulsiones, revueltas y aventuras
se crearía el germen de la unidad de la patria. Su hermanastra
Isabel va a recoger el testigo. El más calamitoso reinado que
convirtieron a España en una caricatura de sí misma fueron dos:
uno absolutista con trazas de constitucional el de Fernando VII y
otro constitucional con trazas de absolutista el de Juan Carlos I al
que puso Franco. Éste no solamente no ha recuperado Gibraltar sino
que entregará Ceuta y Melilla a su primo el alauita y puso el país
a los pies de los caballos norteamericanos que estampan sus cascos
apocalípticos contra el empedrado internacional; la eventual
secesión de Cataluña, el pavoroso desempleo juvenil, la llegada en
masa de inmigrantes de todos los rincones del planeta y seres tan
despóticos y repelentes como Esperanza Aguirre, aznar don José
Mari, ZP, Federico Trillo, Bono don José, el Chavez, Rajoy don
Mariano soplando gaitas y doña Trino la colona la canilleresa que
pasa la mano por el lomo a la Obamesa y por supuesto Rubalcaba, ZP,
y ese león de Grau catalán arbitro de todas las instancias y caldo
de todas las salsas Pujol el caganer, que recuerdas a los antiguos
validos medievales siempre a la caza de un momio y defensores cada
uno de su parcela local para afianzar la privanza. Con don enrique
España aun en agraz se estaba fraguando mientras con don Juan
Carlos se descompuso y esto parece la corta de los milagros trufada
de una turba de soplones y aduladores: Herrera en la Onda, los
malditos tertulianos como Fernando Jáuregui, Pilar Cernuda y la
cohorte de cantamaañanas que se configura con el enano Lucas el de
las radios de la mañana hasta llegar a don Herrera en la Onda que
iba para cantante y se quedó en radiofonista. Todos ellos nos
machacan las meninges o nos aterrizan los ojos con novelones de gran
calado como los de Carmen Navarro la hija del Yale o los folletines
de Pérez Reverte, haciendo gracia al lector de mencionar a los de
la telebasura y la prensa del bulevar en cuyo pináculo se encarama
el áulico Hola, protolameculos nacional donde manda un cura astur
que de primeras era republicano y al que conocen con el alias del
Hormiga, con todas las revistas del colorin detrás. Entre unos y
otros dejaron a España y a la gran cultura española convertida en
un patatar lituano. Y todos estos buitres, epitome de la ambición y
las ansias de poder dejan muy pálida la esferas de aquellos
maestrantes y magnates de la nobleza castellana de la decimoquinta
centuria castellana: el primado Carrillo, renegrido, petizo,
violento, infumable eclesiástico, los obispos de Coria y de
Mondoñedo, don Pedro Girón, don Suero de Quiñones el del paso
honroso del orbigo, el duque de Betanzos y otros muchos de la
cuadrilla. El solo hecho de haber ganado la plaza de Gibraltar al
año siguiente de ser coronado debiera de hacer del Trastamara uno
de los monarcas más honorables del elenco. En cuanto a lo de
impotente vayamos por partes. Es un hecho ineluctable que se enamoró
de una azafata portuguesa de su segunda mujer doña Juana de
Portugal que se llamaba doña Guiomar de Castro. La reina la echó
fuera de Segovia pero doña Guiomar siguió siendo visitada en
Arévalo donde la puso casa y otro de sus romances lo tuvo nada
menos y nada más que con la abadesa de un monasterio de Toledo que
se llamaba sor Venidle. Entonces, ¿de donde le viene tanta infamia?
Muy fácil. Sus relaciones con los judíos adquirieron un sesgo poco
favorable porque ya en tiempos de su padre últimos años del
reinado de Juan II se produjo el ultraje sacrílego de las sagradas
formas en la iglesia de San Facundo que conmovió a la ciudad. La
hostia que hervía en un caldero de la sinagoga empezó a subir por
el aire y se produjo el llamado milagro de la Catorcena. Parece ser
que tales actos sacrílegos suelen producirse cuando los judíos
tienen mucho mando y es suceso continuo y lamentable en la España
de 2011 al igual que lo era en la España de 1418: quema de las
puertas de la iglesia católica de Santa Catalina en Majadohonda,
atentado contra varios templos de Barcelona, robos de copones en los
Carabancheles y así sucesivamente. El hecho en la Segovia del siglo
desencadenó toda una conmoción popular. Esa enemiga o
animadversación no sé si justificada pero real tenía un trasfondo
económico porque los judíos eran los alcabaleros y freían a
impuestos a la comunidad. Por otra parte se daba el hecho curioso de
que los hijos de Moisés se bautizan aunque en privado sigan
practicando las Ley Vieja. Este parece ser el caso de Alonso de
Palencia burgalés que era algo pariente de Pablo de Santamaría el
rabino de Burgos que convertido a la fe de Jesús llega a arzobispo
y su hijo Alonso de Cartagena al que se atribuyen las Coplas del
Provincial y que sería obispo de Málaga era pariente de Palencia.
En ese contexto habría que examinar el origen de las opiniones que
vierte contra el soberano embadurnadas de contumelia y de hechos
reales. Medias verdades. Su IV Década alude a las indecisiones y
los calamitosos sucesos su paternidad que reconoce su propia mujer
doña Juana en Buitrago cuando es interpelada al respecto por el
cardenal de Albi cuando iban a casar a la Beltraneja con el rey
francés pero pasa por alto el que plantara por vez primera vez el
pabellón castellano en la Roca de Gibraltar y amen de eso fuera el
promotor de las guerras de Granada. Mucho apreciaba a los moros
porque hablaba el árabe y había adoptado algunas de sus modas o
lucía en el campo armas arábigas pero fue el primero en darse
cuenta de que la unidad nacional tendría que tener un trasfondo de
unidad de las tres religiones a la sombra de la cruz. Su hermana
Isabel recogerá esa antorcha.
GERMANA
DE FOIX Y LA UNIDAD DE ESPAÑA
Se
cumple el quinto centenario de la famosa Concordia de Salamanca, un
hecho que a pesar de su trascendental magnitud en medio de los
azorados meses que corren y lo corto de vista que nos hemos vuelto
los españoles, obliterando nuestro pasado y, amnésicos, en ese
intento contumaz por consumar el legrado de memoria de una vida en
común, suicida actitud (vayamos paso pues a muchos los árboles no
les dejan ver el bosque) permanece en el olvido. Sin embargo, en
virtud de esta entente cordiale y el convenio matrimonial de
Fernando el Católico con la sobrina de Luis XII se sella un
armisticio con Francia que va a informar toda la política exterior
de los Austrias: los matrimonios de conveniencia y por razón de
Estado que serían múltiples desde el día de san Matías de 1500
en que nace el emperador Carlos hasta el de Difuntos de 1700 cuando
expira en Madrid Carlos II el Hechizado. Princesas de la Casa de
Valois para los herederos de la corona imperial castellana,
príncipes de Asturias, a la recíproca, que marchan a París a
buscar novia, Pacto de los Faisanes y aquellas famosas nupcias de
Felipe IV con doña Isabel de Valois, su legítima en medio del gran
harén en que no faltaron marquesas, esposas de sus privados y hasta
monjas del convento de San Plácido y una cómica, la Pacheca, pues
Marañón dice que el bueno de don Felipe Cuarto era de una
sexualidad tan exaltaba que rayaba, casi femenina, en lo patológico
esto es insaciable: se le contaron cerca de cincuenta hijos
naturales. Francia siempre Francia. Detrás de los Pirineos se alza
el gran antagonista de los castellanos. Rivalidades sin cuartel.
Fernando de Aragón que no tenía un pelo de tonto fundamenta esta
alianza nupcial con el francés la mira puesta contra Inglaterra,
cuya enemiga hacia nosotros también fue proverbial y que empezaba
ya a mostrar -es el otro gran refractario de los intereses hispanos-
y donde el rey Arturo había engatusado a su yerno, Felipe el
Hermoso, en una alianza antiespañola. Había prevenido una escuadra
para conquistar Fuenterrabía. Fernando se adelanta a la jugada y
afianza el respaldo del Palacio de Blois. Luego no cumpliría la
mayor parte de sus promesas pues era un redomado político pero
debió de pensar que París bien valdría una misa. Así aventaría
las desconfianzas del Palacio de San Juan de Letrán. El papado, un
hecho paradójico, siempre cargaba el carro delantero del lado de
Francia. En menoscabo de España, que para eso era Francia la hija
preferida de la Iglesia.
Doña
Germana de Foix no fue una mujer feliz. Su marido la tuvo un tanto
arrinconada. El infante que nació de la unión nació muerto y pasó
la vida como una reclusa en Arévalo donde la llamaban pinguis
et bona pota
por su afición a la buena mesa. Que le gustaba empinar el codo,
vaya y para como era algo coxa
según dicen las crónicas. Consultando minutas del Archivo
Municipal de Arévalo hay algunos documentos que constatan el
malestar de la corporación del concejo por la oneroso de la
fiscalidad que sobre los hombros de los vecinos recaía a causa de
la inclinación de la francesa por el dispendio y los banquetes.
¡Viva el lujo y quien lo trujo! En aquella corte fue paje o menino
nada menos que Iñigo de Loyola antes de su conversión y debió de
pasárselo muy bien de mozo gozando de la vida galante arevalense y
cometiendo pecados según él escribe en sus Ejercicios
que lloraría toda la vida. Le salieron al santo surcos por la
mejilla a causa de las lágrimas de arrepentimiento por las
calaveradas de su disipada mocedad. El rey ya digo, viudo y algo
botarate, no le guardó lutos largos a su primera esposa Isabel de
Castilla. Era 36 años mayor que Germana. Sin embargo, la política
en este maquiavélico personaje uno de los mejores políticos que en
este mundo han sido conservaba prelación sobre el amor. En 1505 se
suscribe el Pacto de Blois con la corona de Aragón y los protocolos
vuelven a sellarse en la Concordia de Salamanca con la de Castilla
meses más tarde muy cerca de la casa donde se acaba de celebrar la
tan traída y llevada cumbre iberoamericana. Este hecho de una
magnitud sin precedentes va a apuntalar la unidad de España
conseguida en 1492. La corona de Aragón por aquello del tanto
monta, monta tanto, y por lo que decía Gracián
aragonés y español soy hasta la gola que la libertad siempre fue
española
va a jugar un papel relevante en esta unión de los reinos. Venimos
un poco de las barras que llaman catalanas pero que en realidad son
barras de Aragón. Dicho reino con el de Navarra - todos los
historiadores son contestes- es el artífice de la fusión de las
tierras de España primero con el Compromiso de Caspe de 1412 y más
tarde con la Concordia de Salamanca. La boda no se celebraría hasta
el año siguiente. Germana es proclamada reina de Aragón y de
Nápoles. Los primeros once años fueron felices pero a la muerte de
su esposo que testó a favor de su hija doña Juana al quedar
Germana sin sucesión quedó relegada la pinguis et bona pota en su
palacio de Arévalo que yo he ido a visitar varias veces y está en
ruinas acusando los estragos del tiempo pero aún le quedan las
dovelas del arco de su puerta principal. ¿Qué fue de aquellos
saraos? ¿Qué se hizo de tanto señorío? Una melancolía
manriqueña me dominaba cuando pasaba por debajo del famoso postigo
de Alcocer en la villa arevalense, uno de esos lugares cuyos manes
siempre me fueron propicios a mí que he sido un impenitente
defensor de la unión y la concordia entre españoles. Además, en
su castillo pasó su infancia la gran reina de Castilla y el poso de
aquel temblor, de aquel gran sueño creo que aún vibra en el airE
Cisneros,
aquel fraile correoso un perro fiel a quien sus enemigos denominaban
la “galga en pieles” fue cicatero con la reina viuda y le cortó
el grifo de los dineros dejándole una escueta pensión que le
impidieron llevar el tren de vida que había llevado hasta la muerte
de su esposo. El fraile franciscano temiendo bandos y una
insurrección de los partidarios de Germana de Foix la tuvo bajo
vigilancia. La reina en realidad era una reclusa en su jaula de oro
del palacio de Arévalo. A la muerte de Cisneros en 1519 vuelve a
casar con el Duque de Brandenburgo. Enviuda y matrimonia con el
Duque de Calabria que recopiló una de las bibliotecas más famosas
de la cristiandad. Germana de Foix acaba sus días en Valencia el 18
de octubre de 1538. Siempre se relegó un tanto su memoria porque
algunos cronistas pensaron que la sombra de Isabel pesó sobre la
francesa como un maleficio. Ello no obstante, su vida romántica y
novelesca, está ahí y constituye un desafío para los novelistas.
Tampoco los cultivadores de la novela histórica han sido demasiado
generosos con su figura. Sin embargo, el reto queda en pies para el
que quiera contar la vida de esta francesa que fue protagonista de
uno de los capítulos más interesantes de la historia de España.
Por supuesto, tuvo que aguantar las infidelidades de Fernando el
Católico que siempre fue algo putañero pero ella tampoco perdió
el tiempo como aducen los testimonios de la vida galante, una
verdadera reina del Renacimiento, en Arévalo.
LLANTO
POR UN UROGALLO.
Otro
ataque. Por lo visto respiran por la herida. Estábamos condenados
al silencio ese silencio espeso y mazorral como la sangre municipal
que se enriquece a golpes de ladrillo y de hiladas de plomada. Me
hubiera gustado ser albañil más que archivero pues la literatura
nos condena a la pobreza pero no a la pereza que nada tengo de
haragán y en mi vida en lo mío trabajé una burrada. Ahora después
de lo de Marbella le toca al norte y todo son casas. Están
construyendo la gran carrilana que perforará el monte de los
abedules los maestros del gran diseño cartabón en ristre. Me
repliego en mi solipsismo en esta mañana de noviembre dorada cuando
después de la cencellada – el rocío posó esmeraldas y diamantes
en los tallos de la hierba- cavo en el huerto y tengo una visita.
Primero un malvís y luego una urogalla. Dejo la azada y contemplo a
este ave como el que asiste a una visión. Es una hembra. Está a
siete u ocho brazas de mí la cresta encarnada el plumaje entre azul
y grís y una cola zanquilarga cimbreante y bien señalada.
Cacaracá. Cloc cloc. Bajó a comer desde las cumbres del Aramo y
picotea entre los valles. La proximidad de la marina no la asusta
aunque bien se ve que es bravío y con querencia de montaña.
Desaparece y ando tras ella furtivo animalito del Señor. ¿De dónde
ha salido la pava? Rara avis. Dicen que está en extinción. Cuando
construyan la gran carretera adiós. Me hubiera gustado ser san
Francisco para hablarla en su idioma. ¡Somos poca cosa la verdad!
Reparamos ordenadores, hacemos sesudo balances de la situación
política, y el teléfono móvil, el vis a vis y el oreja a oreja
cual mando a distancia, va por el mundo a mano alzada y todavía no
entendemos el idioma de las aves. Hay un acebo cerca de mi casa que
lo visitan con frecuencia y a veces tentado el urogallo esplendoroso
por la vanidad de toda hembra por la curiosidad o la llamada de la
sangre se acerca al nial de las gallinas que Iturripe ha construido
en el establo. El gallo se alborota enamorado pues un masto de ese
calibre que tiene bien cubierta a su pollada debe de estar harto de
todos los días patatas y montar a una urogalla debe de ser para él
como cepillarse a Sofía Loren, pero no puede ser. La ferralla
metálica impide la componenda de una parada nupcial en condiciones
que la pava es bella, casquivana y amorosa. El gallo de la quintana
de Iturripe se queda con la miel en los labios. No es la primera vez
que el gocho baja del monte y cubre en un santiamén a las cinco
marranas que a eso de los ocho meses empreñan y paren rayones.
Misterios de la naturaleza. El milagro de la supervivencia que se
produce ajeno al gorigori del humano vivir sus horas de vanidad.
Después se pierde por la trocha y al fin la veo alzar el vuelo
detrás de los laureles. Escucho el silencio del campo un silencio
musical de orquesta montaraz. La melancolía se me pasa. Sigo
apañando los alcorques. Este año mi ciruelo que es vecero y por
julio tocaba nos dio casi dos serones de fruto y casi cogimos una
fartura
y el castaño secular tampoco le anduvo a la zaga. Buen magosto y
castañas para dar y tomar y hasta regoldar. Siento en mi carne la
hermosura y opulencia de este paisaje que nos quieren quitar. Si
machacan el monte ¿el urogallo dónde vivirá? ¿Adónde irá a
tirar la boina a enramar su nido? Una parada nupcial de estas aves
en su cantadero es el más hermoso espectáculo del que un ser
humano con el mínimo de sensibilidad pueda gozar. Para mí ha sido
un augurio de buena suerte la visión de esta mañana del Día de
san Martín llega el Adviento y las matanzas como a todo cerdo y que
no se den por aludidos muchos les llegará su sanmartín, ya que
este pájaro de gran porte y de la envergadura de una becada o algo
mayor sí es huraño y no se deja ver con frecuencia pues bien
Antoñito ya has visto a un urogallo casi el sueño de tu vida. Que
sigan escupiendo mierda todos esos que nos avasallan en sus asaltos
por la espalda. Que por delante no tienen cojones. Y ahora que lo
pienso y ya me pongo de mala leche y se me pasa el solipsismo
melancólico y la alegría casi el éxtasis de mirón de la
naturaleza mi padre que paz descanse decía que era tan observador
que miraba casi como un marino pues a lo mejor me compro unas botas
de media caña como el maestro Emilio Romero. ¿Y para qué quiere
usted esos zapatos tan afilados de lamedme la punta, don Verumtamen?
Para atizarle una patada en to los huevos a más de alguno. Le
condenaron al de Arévalo al silencio claro está que es lo que más
nos duele (el otro día el Bibliopola barriga verde me llamó loco y
me cubrió de injurias y de escupitajos sobremanera pero ya
ajustaremos cuentas que la navaja me tiembla en bolso aunque por
semejante pobre diablo non val la pena, nin, bastante desgracia
tiene con tener la mujer que le dio dios) a los hombres de pluma
pero él seguía con sus kikirikís proféticos. Era el gran
urogallo de este pobre cotarro nacional plagado de gritos y
exabruptos de los cantarranas que nos dan la vara y no son el mirlo
desde la amanecida y todo el puto día que si zetape los explosivos
la kaleborroca o como se llame o los líos de la tonadillera que
tenemos un periodismo de mastuerzos el más canalla y sinsustancia
de los cinco continentes y nos hemos vueltos muy tercermundistas con
complejos de nuevos ricos. Jó. ¿Se lo merecerá España? Pero a lo
que iba. Me acuerdo del canto de esta especie en extinción y de la
alabanza de España que entonaba ya muchos siglos atrás Alfonso X
el Sabio. Y la estamos vendiendo en parcelas a los usureros. Quieren
convertir nuestros predios edificables en campos de Haceldama. Esto
es nuevos corrales de la sangre para que unos cuantos listillos de
la municipalidad se forren. Traidores. Judas sigue habitando entre
nosotros. Pese a todo ya con el otoño en puertas escucho el último
silbo de este ave mayor de las Asturias entre los árboles que
talarán para hacer el túnel de la autopista. Es su canto una
elegía a un mundo que se va en medio de la incomprensión e
insensibilidad de politicastros venales y de corifeos modorros del
cuarto poder. Vale ya. El mundo es ansí que diría don Pío.
Pedirle congruencia a la naturaleza humana sujeta a la doblez y a la
rapacidad, la codicia y todos los demás pecados capitales es
pedirle peras a un olmo. Tampoco pasa nada. Me he vuelto escéptico
y el mi escepticismo se trasmina en solipsismo. Melancolía.
¡Ay Dios!
JOAQUÍN
DÍAZ OBRA INMENSA
Ya
lo he dicho y lo digo sin prejuicio de parte que los retratos de
Joaquín Díaz y de don Ramón Menéndez y Pidal, el coruñés que
encontró su España Mágica en Arbás del puerto donde el Pajares
empieza a bajar, como Joaquín al que, al igual que a Clarín lo
nacieron en Zamora pero es asturiano por los cuatro costados y
castellano universal, cerros y laderas, música de rabeles y el son
del requinto en la alforja, algún romance de ciego o alguna endecha
a lo zamarro, batallando con las corcheas, fusas y semifusas,
presiden mi mesa de trabajo juntos con mis vírgenes y mis cristos,
algún san miguel y san Antonio o estampas de la indefectible
Auxiliadora que dan suerte y protegen. Ormuz y Arimán en lucha
eterna. ¿Por qué se canta y por qué se escribe? Puede que para
desahogarse sobre todo los que no sabemos otra cosa que hacer, pero
sobre todo para arrimar el hombro a esta esforzada lucha del
Flamígero Arcángel contra las fuerzas oscuras y contar la realidad
al descuido y al desgaire que decía Gracián que “español soy
hasta la gola que la libertad siempre fue española”. Claro que a
muchos los árboles no les dejan ver el bosque y sólo le interesa
el hic
et nunc, el
aquí y ahora (take
your Money and run)
pero la riqueza de la vida no está sólo en esa pasta gansa, el
cuatro ruedas, la segunda vivienda en el campo, la hipoteca, la
tarjeta de plástico, el tercer divorcio esto es un vivir a lo
americano que es un sinvivir pleno intereses mercuriales aunque
nunca vengan mal unos eurillos para hacer frente a la crisis que nos
sobrenada. Pero miremos un poco para arriba, ganemos un poco
perspectiva, oteemos el horizonte. El otro día me encontré yendo a
Alcalá con un buen titular “Alcalá basa su riqueza en la
exportación de la lengua castellana”. Algo así como han hecho
los ingleses, que serán todo lo que quieran pero son muy vivos con
Oxford y su English, que es una industria nacional, la primera del
país.
Mutatis mutandis,
lo mismo se puede decir de Urueña, la preciosa villa castellana,
gentes y laderas que describió Delibes, donde tiene emplazado
Joaquín Díaz sus reales y su casa - museo etnográfico y existe
la ciudad del libro, merced a una iniciativa de las autoridades
autonómicas – la diputación, la Junta- y algunos esforzados
libreros que tienden en los corros,
que así se llaman las calles en aquella villa, en un alcor, nido de
alcotanes y de caballeros andantes, que es la ciudad del libro:
Alcuino de York, Alvacal, Librería Samuel, librería del Vino, El
Rincón Escrito, Alcaraván, La Punta del Iceberg, Almadía y la
Boutique del Cuento y con el soporte de José Manuel Valdés, el
asturiano que fundó iberlibro.com descubriendo un potencial mercado
por Internet. Una receta para el espíritu, aspirinas contra la
dichosa crisis: libros, poemas, canciones para vivir un poco más
hacia adentro. ¿No estamos un poco vacíos? España tiene futuro.
Lo que no podemos caer en el cinismo cainita, un mal que aflige el
alma nacional. España es un pueblo que no canta. Antes cantaba y
dice el refrán que gallo que no canta… Póngame contra esta cigüa
la pluma de un gallo en el sombrero que espanten mis males. Una
copla de vez en cuando nunca viene mal. Creo que el porvenir está
ahí. Lo que hace falta es un poco de reflexión. La vida es algo
muy bello y no es para pasársela viendo los mismos sitcoms
o escuchar las arengas envenenas que nos dirigen los pundits
o sabelotodos de Intereconomía, de los periódicos o de una
literatura de bulevar integrada por malas traducciones del inglés.
Si somos listos y sin alharacas chauvinistas, estoy por decir que
tenemos posibilidades de que nos vuelvan a vender la mula mal capada
no ya meramente los separatistas. Me dan más miedo los separadores.
No se trata de ponerle puertas al campo sino de salir al campo a
respirar buenos aires como el que nos brinda Joaquín Díaz en toda
su obra – y los que me conocen saben que no me caracterizo por ser
jabonero ni adulador, pues tuve fama de dar leña entre los colegas
de la “mediatic
community”
y nunca me crecieron pelos en la lengua- inmensa con su gran equipo
de colaboradores. Volveré sobre el asunto. Sirvan estas líneas de
proemio o de introducción a la obra de este polígrafo que vive
como un fraile dedicada a su obra de investigación en un lugar
desde donde se miran mejor que en Madrid las estrellas.
LA
BASILICA PALEOCRISTINA DE LA REQUIJADA EN SANTIUSTE DE PEDRAZA
Todas
las vegas de la provincia de Segovia son emplazamientos mágicos.
Vegas de Membibre de la Hoz. Vegas de Aldeasoña, Pecharromán, la
Villa. Vegas de Fuentesoto la pobeda de mi abuelo los guindos de la
cacera, se comía una cesta de acidillas tanto le gustaban al abuelo
Benjamín. Cauces y orillas de viejos mares ríos o lagos
prehistóricos. Siempre hay cuevas y algún sitio que los lugareños
identifican con el tiempo o la tierra de moros. Que se apareció
la virgen a un pastor que se ven cosas extrañas por la noche y que
en aquella ermita hubo algún santo ermitaño que vino huyendo del
mundanal ruido o de la morisma. Lo romano se confunde con lo
visigótico e incluso de mucho antes del cristianismo cuando los
hispanos éramos sincretistas supersticiosos y adorábamos a los
ídolos. Vaya usted a saber pero esto forma parte del culto a los
muertos (aniteria) que heredamos de los romanos que de estos de los
lugares fastos y nefastos sabían un rato pues sólo alzaban
ciudades en aquellos sitios donde se estaba bien. Gozaban de buen
aire y de buenas aguas. Uno de estos lugares que mí siempre me
sedujo fueron las Vegas de Pedraza en Santiuste de Pedraza y en el
barrio que llamaban la Requijada. Su atrio románico a la sombra de
una olma centenaria que no sé si seguirá ahí o la han tronzado
era un paraíso de paz y serenidad. Silencio sonoro de Castilla. Las
garzas que pasan volando alto. Hace unos años en mi seilla me
dediqué a recorrer estos lugares de soledad canora adonde iba con
mi padre o con mi tío en carro y se lo enseñaba a mis hijos y a mi
mujer. En Santiuste (¿San Justo o santa Justina?)debió de haber
un viejo monasterio, primero de eremitas, luego cenobitas, luego
benedictinos y luego Cister no sé hablo a humo de pajas. Hermosa
piedra caliza y oronda olma. Un tótem pero sobre todo lo más
interesante fueron los descubiertos arqueológicos que se llevaron
acá en 1963 cuando se desenterró una basílica paleocristiana con
su nartex, su piscina crismal. Son los primeros siglos del
cristianismo poco antes del edicto de Milán. Todavía se perseguía
a los cristianos. Lo más probable que aquí se venerase la tumba
sagrada de la mártir santa Justina a la que mandó degollar el
emperador Aurealinao junto con Felicitas su hermana. Todo el
musivario (mosicos y teselas, sigilata, arte de hacer mosaico)
delata esa antigua presencia cristiana según he llegado a saber a
través del arqueólogo e historiador segoviano Tomás Calleja
Guijarro. El hallazgo de la piscina y del nartex especie de antojana
o sacristía donde se guardaban los panes y el vino de los ágapes
nos dice que por esta zona el bautismo de los neófitos se llevaba a
cabo por inmersión en grandes pilas bautismales como la que publico
aqui y que pertenece a la iglesia de Membibre. Allí se cristianaron
todos mis antepasados. En la iglesia española no se hizo el
bautismo por ablución hasta muy tarde. Una moda que se impuso en
Roma pero entre nosotros el cristianismo llegó por e3l sur desde
Bizancio.Otro detalle a tomar en consideración es lo importante que
ha sido para nosotros la veneración de los difuntos – y ahora la
curia quiere suprimir el Purgatorio pues sí que estamos listos- y
el rezo de las ánimas, el oficio de difuntos. Esto es romano. En el
Cid esto esta expresado en un verso muy significativo: “Tomaron
sus reliquias y huyeron por Castilla y así la defendieron”.
Cuando el invasor musulmán atacaba un pueblo lo primero que hacía
todo fiel cristiano es ir al cementerio, exhumar los cuerpos y
cargar con los restos de los antepasados evitando así su
profanación. Los huesos, las cenizas, eran algo sagrado para un
romano que construían elegantes laudas sepulcrales para perpetuar
la memoria del finado. A la basílica de este barrio de Pedraza se
la relaciona con otras necrópolis excavadas en Centcelles
(Tarragona) y Sadaba (Zaragoza). Segovia estaba fuertemente
romanizada a partir del siglo II donde Trajano manda construir uno
de los acueductos mayores del imperio y concretamente por esta zona
septentrional de la sierra pasaba la calzada transversal que
comunicaba la Lusitania con la Tarraconense. Esta devota aniteria o
culto a los muertos determina que las primeras basílicas fueran
mausoleo donde se reunían los familiares del difunto todos los
cabos de año –el Dia del Bien que decíamos cuando se repartía
pan y vino entre los pobres- y celebraban una comida. La basílica
paleocristiana fue derruida por Almanzor de infausta memoria que
entra a saco en estos recintos eremíticos, parece ser que quedaron
pocas tumbas y esta zona los que venían huyendo de la intolerancia
muslímica en el sur les pareció un sitio seguro. Pero al siglo
siguiente ya bahía surgido una importante iglesia románica. Ahora
siempre que paso por el enclave para un momento pues me parece un
lugar atractivo, mágico porque esta santificado con la presencia de
muchos santos unos conocidos y otros cuyos nombres no se sabrán
nunca. El Espíritu sigue soplando y cruza los vientos de la
historia. A veces sorprendentes o contrarios.
LA
CATORCENA ES ALGO MÁGICO
Yo
te di una espada(I
gave you a sword). Gracias
por eso, Señor. The
word and the sword. Palabras
y espadas y en ese empeño seguimos lansquenetes de la palabra
retornando al Alma Mater. Vientos de profecía. Entierrate grano.
Mañana serás espiga. El viento de la historia a veces huracán
otras brisa pasa página ¿Los ves? En un pocillo les estás dando
de comer. Cuando ellos van tú ya regresas. Ponen el grito en el
cielo. Nietos de los fariseos se rasgan la camisa, hacen trizas las
filacterias. Se proclaman demócratas y abanderados del contraste de
pareceres pero la fortuna te guarde de pisarles un callo. Dices que
recurres a la descalificación y el insulto cuando son precisamente
ellos que carecen del sentido del humor los que te están
insultando.Otros porque les cantas las verdades del Barquero y tú
se las dices al lucero del alba, sin ir más lejos al propio Fraga
cuando te vedó escribir nada sobre Gibraltar están dispuestos a
tirar de navaja. O lo que sea. Insidiosos e instalados. Bueyes
duendos de ojos romos más falsos que los denarios de Judas que
sirven, están sirviendo, para comprar campos de Haceldama. Don
Tarariri que te vi ese que gusta de enfocar el problema vasco y el
catalán a su manera, ese don Cómodo de la triste figura y que
pluma en ristre la moja no en tinta sino en vesania mejor estaba
vendiendo libros en Moyano porque escribir no es lo suyo. Se cree
Shakespeare o Dickens pero no es Zola ni Flaubert ni Cervantes ni
Palacio Valdés. Es sólo la hermana San Sulpicio. Corniveleto ya
digo y mucha leña por la cabeza. Le dicen el buey suelto y es un
manso. Sus derrotes son peligrosos. ¿Qué dijo? Dijo:
-
Ha blasfemado. Es un energúmeno. ¿Por qué? Por defender la
unidad de España.
Yo
voy a lo mío.
Ellos
a lo suyo. Y nosotros a lo nuestro.
Son
los de la estirpe tornadiza. Mala raza y peor baba. Se entienden
con el bereber bajo cuerda, pero con sus carros de combate arrasan
Gaza; pasan mensajes a los gudaris asesinos, sufragan el convite de
catalanas vendettas de la Campana de Huesca y tú, Verum, que
siempre viste crecer la hierba, tiras de la manta y les coges en
renuncio, sus improperios se escuchan en San Pedro Abanto, pasada
la Fuencisla.
¿Dónde
estaba el ventorro?
Allí
mismo. Donde invocábamos a Fray Jarro cuando éramos guajes y
después de la novena entrábamos a tomar unos chatos y allí
encontrábamos al Tío Loco con su mandil verde a rayas y cara de
palo. En ese lugar bajo la parra que da sombra nos “mojábamos”
a gusto viendo nadar a los peces del río creo que fui feliz si es
que la felicidad existe en este perro mundo.
Pues
había un letrero que a mí me hizo mucha gracia: más
vale aquí dentro mojarse que enfrente ahogarse.
Y enfrente pasaba el Eresma. No es que llevase mucha corriente
pero sí la suficiente para dar la última aguadilla y máxime
estando pedo.
Mucho
os gusta el traguillo a los de Segovia.
Sanguis
Christi inébriame. Sangre de Cristo. Laus tibi Deo que hace un mes
que no te veo.
¿Y
el corpus?
Eso
es otra historia. El Corpus es un monasterio de Claras donde
ocurrió el milagro de la Catorcena. Allí estaba la sinagoga y
allí fue el sacristán de San Facundo a entenderse con el rabí y
le vendió a Cristo por treinta maravedíes de moneda forera.
Volver
a empezar. Estamos en las mismas. ¿Pero no sería un invento de la
propaganda antisemita de Goebbels? No hay datos fiables de que se
produjese ese milagro. La iglesia de San Facundo hoy ha
desaparewcido ¡Pobrecillos! Dejadlos vivir en paz. Ellos son la
sal de la tierra. Que se entiendan con los árabes. Y quew la paz
reine en el mundo. Shalom
Psé.
Bueno pues echaron la hostia a un caldero de aceite hirviendo en
son de mofa y de cachondeo sacrílega tenida. Al freír será el
reír y algunos se les heló en plena boca la carcajada. Como era
Jueves Santo querían hacer torrijas pero de repente entre el
espanto de los presentes la sagrada forma empezó a subir y subir
hasta el techo, abrió un boquete en la bóveda y cruzando los
cielos las torres los puentes y los acueductos de mi querida ciudad
fue a descender por la Costanilla de los Desamparados hasta el
convento de Santa Cruz. En una celda estaban sacramentando a un
novicio dominico. La hostia se posó sobre los labios del moribundo
y le sirvió de viático y tanto le sirvió que a los pocos días
aquel enfermito desahuciado estaba como una rosa escribiendo
latines y haciendo silogismos.
No
me venga usted con historias morunas, Verumtamen. El convento de
Santa Cruz era el mismo del que fue prior Torquemada. Deberían
quemarlo. Y ya me estás cargando con el monotema. Ellos son el
Pueblo elegido. Si maldices de Israel, te empajas a ti mismo.
Escupes para arriba. Cuida de que no te caiga tu propio gargajo
sobre los hombros.
Tiene
un retablo muy bonito y allí han levantando una universidad
privada. Cela fue el testaferro pero los dineros eran de la mafia.
La misma que reconvierte nuestras viejas basílicas en discotecas,
los conventos en campus y asfalta la costa al grito de “I
ll buy you out”
y con una buena mentalidad para los negocios. Jesús Gil cabalga de
nuevo. Tiene muchos émulos el uxamense que así se llamaba en la
edad media a los de Burgo de Osma y donde como en Hervás judíos
los más.
A
este paso las fiestas de Catorcena – el milagro del sacristán
traidor y de la hostia por los aires – habrán de ser suprimidas
por políticamente incorrectas. Incitan al odio étnico.
Ni
mucho menos. Exalta el misterio de la Eucaristía. Cristo se quedó
a morar con nosotros. ¿Eso les molesta?
No
sé pero lo que sí está claro es que harán lo posible por
quitarla. Debíamos organizar una rogativa o un acto de desagravio.
Ah
como recuerdo aquellas verbenas, los bailes de candil bajo los
almeces de la Plaza de Muerte y Vida o en los Corrales del Cristo
del Mercado. La fiesta iba por barrios y a cada parroquia le tocaba
organizarla una vez cada dos septenados. O plazo para renovar las
células. A mi que soy bautizado en San Millán me tocó una vez
llevar los ciriales. Era un niño cumplidos los catorce. Cuando
volvió a pasar la ronda y el pasacalles tachin tacha chundara rá
abandonaba la mocedad y emprendía la madurez. Estas fiestas eran
el reloj biológico del pulso milenario de una ciudad que siempre
se caracterizó por poner los paños al púlpito en loor a Jesús
Sacramentado y aquí a la tarasca el Dia de la Minerva que es la
octava del corpus la molemos a palos.
Bueno
pues de hoy en un año.
Eso.
Corpus Christi salva me. Ya sabes la bella oración que compuso san
Ignacio verdaderamente un santo eucarístico para después de
comulgar. Y sanguis Christi inébriame. Emborráchame con tu sangre
Señor. Pues la verdad que yo pecador de mí la tomé demasiado ad
pedem literae. Y a lo largo de mi existencia he atrapado algunas
curdas. No me las doy de santo.
¿Conoces
la parábola del santo bebedor?
No.
Ni falta que hace.
Y
tanto pero quod
scripsi scripsi que
dijo don Poncio Pilatos. Aquí de lo que se trata es de borrar la
memoria o manipularla.
Ya.
No
hay quien pueda con ellos. Son como gorriones o como trapenses
disipados duro cacarear en el coro y picotear en el refectorio.
Luego cencerrear por la Misa de Gallo. Han pasado dos generaciones.
Seis papas descendieron al sepulcro. La estema de los años arrancó
unos cabellos de tu frente y apenas ya te puedes peinar a raya. Eres
ya talludito y troncal, la curva de la felicidad hasta convertirse
en la peligrosa protuberancia de la ptosis, doble barbilla y tres
papadas, enuncian tu llegada a la linde del carcamal por más que tu
espíritu se proclame joven talmente como el de un misacantano.
Ibas para canónigo y mira tú cómo todos estos te bieldan tu
parva. Pero poco más. Te dieron una espada y quince talentos. ¿Los
has empleado como dios manda? No sé, Señor. Aquí llego con mi
barba cana y mi barriga. Algo atolondrado y gozoso pero impasible el
ademán. Trato de guardar tus mandamientos. Te sigo en la distancia.
Cuarenta y tantos años después y la vida sigue igual. Regreso a mi
Alma Mater. La puerta verde está cerrada pero por encima del dintel
hay un letrero en mármol gris y con caracteres desleídos que dice:
“En esta Casa de la Compañía vivió el P. Lainez”. Era el
hombre de confianza del Padre General que no se fiaba mucho de
Ribadeneira el gallego que le hacía momos por detrás.
-Había
otro en el grupo de los primeros discípulos de San Ignacio:
Polanco.
-A
ese que ni mentarlo. ¿Vale?
El
gran hastial de piedra gris. Por entre las socarrenas del muro de
sillares alzan su melena desangelada matas de parietaria y el
cardenillo se ceba sobre los tres bolinches que orlan la base y los
lados del triangulo de la fachada. Se trata de una iglesia jesuítica
no hay más que verla. Tan angular y biselada verdadera roca de
Israel. Todas imitan al Giesú de Roma en una de
cuyas
capillas nuestro padre general decía misas de tres horas y
arrobadizo pues Dios le concediera el don de lágrimas se anegaba en
llanto y en devoción. ¿Por qué lloras, Ignacio? ¿Por los pecados
de la vida pasada: caballero de Olmedo y por cortejar en Arévalo a
la reina Germana? No. Lloro porque en este cuerpo pecador se ha
manifestado la gracia. Cristo será el campeón. Y
este mensaje de esperanza que plasma en piedra el monumento del
Jesús romano transmigra a todos los templos que edificara la Orden
desde su creación. La acrotera impresionante promontorio tiene una
disposición triangular en función de la espadaña que señala la
recoleta plaza tiene una disposición triangular en función de la
cruz de la espadaña - estilo herreriano neto y granito
escurialense- que señala el cielo de la recoleta Plaza del
Seminario que desemboca a través de un callejón frío y batido por
todos los vientos en la de los Espejos. Más allá la de San Martín
que tiene delante del ábside un impresionante rincón medieval.
Segovia ciudad mística y guerrera. Al fondo de la exedra se alza la
estatua del Comunero Bravo dando sombra al escaparate de la tienda
de Blas Carpintero el alfayate que me cosió la primer sotana. Me
retrotraigo a las tardes solaneras del otoño: becas rojas y
esclavinas al viento y un chusco bajo la hopalanda que teníamos
hambre y cuando nos daban ganas de comer le pedíamos pan en los
paseos a uno que llamaban Pénjamo y en lo alto la cabeza el bonete
terceronado o juniorado según el curso académico del alumno. Este
gorro en determinadas testas era bisunto. ¿Y tú qué me das,
Nicolás? Te echarán del seminario y te darán la carta de despido
en el trabajo pues no eres archivero colegiado ni tienes oposiciones
ganadas ¡Siempre igual! Mucha democracia y muchos derechos humanos
para los de fuera naturalmente pero laboralmente he sido siempre un
apestado. ¡Dios las que me hicieron pasar! Siempre me he sentido un
ciudadano de segunda mano.En este país de carnés lo que importa es
tener un título. Es clasista como la madre que lo parió. Se iba a
estudiar para ser no para saber y mi equivocación máxima que yo me
comía los libros con este segundo propósito teniendo en cuenta de
que la sangre si no entra con sangre al mismo sirve de purificación.
Aprendíamos música coral y canciones viejas al compás de
compasillo. No sé si éramos felices pero nos enseñaban el
concepto de la disciplina desde un primer momento. El bonete se
alzaba a compás manos arriba cuando nos cruzábamos con algún
sacerdote. Los canónigos que acompañaban al deán don Fernando
Revuelta o el cura de Santa Eulalia que deambulaba solo y era algo
zambo quiero decir que andaba con los pies para adentro.
Aparca
aquí.
No
me da la gana. Buena la hiciste. Llenaste el tanque de diesel con
gasolina y el auto se te quedó en medio de la autopista. Has
jodido el coche.
De
todas formas purgamos el motor y pude llegar a mi pueblo. Cuando vi
desde Juarrillos la excelsa mole de la “aceitera” que así
llamamos a la torre de la catedral mi alma se iluminó. Al ver esta
escalera del cielo. La piedra se hace llama.
El
cura de Santa Eulalia (y no me entretengas) se llamaba don Benito y
caminaba escoltado por su madre, una tía y el ama que era una moza
de buenas partes a la cual los coadjutores miraban de reojo y más
de un cura la haría un favor por soñar que no quede ¿De
pensamiento también se peca? Pues sí parece que sí.
El
ama de llaves del cura de Santa Eulalia se llamaba Cirila y unos
carnavales la cantaron la parrala bajo el alfeizar de su ventana.
Sin embargo, pelillos a la mar. Recordemos que la iglesia siempre
fue tolerante con todas estas flaquezas de la condición humana.
Todos estos pensamientos se arremolinan tarde de julio polvareda del
tiempo cuando salí a dar un paseo vera de ailantos y bajo la sombra
relamida de una sofora bastante escuálida que adorna mi jardín. La
mujer me arrancó una zarzamora pretextando ser un arto pero a mí
me pone muy nervioso esto de que me arranquen mis flores. Que en
España por dicho de eso nadie puede decir que este cura no es mi
padre. Había llegado hasta mi alma mater en una de las muchas
peregrinaciones que dan impulso a mis días. No sabía qué hacer en
mi urbanización. Tengo la patria dolorida y el alma en vilo.
Volvamos a Segovia, me dije. En verdad toda mi existencia ha sido un
largo retornar hacia el pueblo en qué nací pero no me llevaba
ningún propósito ni hoja de ruta. Sólo los mal trenzados
recuerdos y el deseo del vino. No había perdido la fe en mi dios
pero sí en cuanto me rodeaba. El presente y el ayer en mi memoria
factual juegan al escondite. Por ejemplo, ahora estoy en Brennen
Steinen pero quería retornar a Bridgehead. Más tarde en la oficina
sentí el taedium
vitae
pero sigo teniendo ese amor al estudio, ese entusiasmo por la verdad
y por todo lo bello, bueno y santo del mundo que se me inculcó en
estas aulas complutenses. Felices se apiadan den la memoria los
Hijos de San Ignacio. Unos recuerdos fueron buenos. Otros, malos. A
ellos les debo mi vida y mi muerte. El guaje es “ansí”. Para lo
bueno y para lo malo. Per intellectum ad Deum. No hay más cáscaras.
Para mí Dios está encerrado en las páginas de un libro. Han
puesto tras las cristaleras una verja de hierro verde que disuade a
los del botellón y un poco más tarde me transfiguro al adolescente
que fui. Al curilla retorno que fui. Mediados de los cincuenta
cuando el día de San Frutos el sastre carpintero me trajo la
primera sotana. La mía me aguardaba en un banco de madera de los
tránsitos. Ponerme aquella prenda por primera vez me hizo mucha
ilusión creo que no dormí aquella noche y me tiré de un brinco
ilusionado al primer toque de campana. Yo me sentía alguien
importante. Crecí en medio de una sociedad que consideraba a los
obispos y a los generales como el Súmmum bonum. Todo un ideal de
vida: o la milicia o la cruz. Aquella sotana recién confeccionada
por Blas Carpintero, aquel sastre judío que tenía una gran nariz
un sello de oro y una manera de tocar que no te molestaba cuando te
tomaba medidas por la pernera apunta nene y una mujer gordísima que
abultaba por tres de él no sé como se las apañarían en la cama,
me puso en el camino de las estrellas. Per
aspera ad astra.
Un
dicho muy cierto porque en aquel caserón del siglo XVII las pasé
canutas. Me había propuesto ser santo. En el bolsique del
guardapolvos llevaba un cuentapecados una especie de rosario que
servía para contar las faltas o las transgresiones al Reglamento. O
las jaculatorias que decías en voz baja por el camino. No resistir
a la tentación de beber un vaso de agua cuando se tenía sed por
ejemplo era una falta. Por la Cuesta La Fuencisla bajo los alamos
centenarios y cerca del convento de Santa domingo de bella y juvenil
labra neogótica nos cruzábamos en aquellos deambulatorios de los
jueves por el invierno con el arcipreste de Zamarramala. Parece que
le estoy viendo algo miracielos tieso como un palo y morando por
lejanías. Le hacíamos el hilo y bonetes arriba haciendo honor a
las prescripciones del código de urbanidad eclesiástica que era
libro de texto bajo el lema de ad
educandos discípulos
le saludamos desbocándonos. Algunas de estas prescripciones eran
algo rancias pero otras me han servido para demostrar a muchos
cafres mi buena crianza. Hoy este convento que yo conocí hospicio
es una importante universidad de pago y de mucho tronío. Que Fr.
Tomás de Torquemada fuese prior de este convento de dominicos y de
que Domingo de Soto fuese padre maestro de novicios ya es un tanto.
Torquemada no tiene estatua. Domingo Soto, el martillo de herejes de
Trento, sí. Pero la han decapitado varias veces. Se conocen que
quieren mandarlo a la toza en efigie.
Una
gamberrada.
Ni
mucho menos, una judiada. En mi pueblo nos conocemos todos y aquí
donde se dijo del judío la maula queda bastante memoria histórica.
Así que juntos pero no revueltos. Cada uno en su casa y Dios en la
de todos. ¿Me entiendes?
No
me digas más. Ya estamos. Mira que eres pesado. Esta judeofobia
tuya, por más que entendible, pues eres más terco que una mula
aragonesa, no te lleva a ninguna parte. A veces, sueltas por esa
boquita majaderías en cantidad y muchos desatinos.
Llevas
razón, Quosquetandem, maldecir de los judíos es tirar piedras
contra tu propio tejado. Parce
mihi, Domine.
Dios salve a Israel.
Contradictorio
eres, Verum, como todo buen judío.
El
bueno de don Jesús que debía de tener lo menos ochenta años pero
que se movía con el garbo de un misacantano se fatigaba algo y
acostumbraba a descansar en el berrueco que le sirvió de almohada a
sus beatas posaderas a san Juan de la Cruz cuando subía a confesar
a la Santa en el convento de San José justo por detrás de los
Jardinillos de San Roque. Y ésta decía porque les criticaban y
había murmuraciones en la ciudad por tan largo tiempo en el
confesionario: “De Segovia ni el polvo de los zapatos” y se
sacudía el calzado al abandonar la ciudad por la Puerta del Sol.
El
cura de Zamarramala hablaba bien y predicaba mejor. Tenía el mirar
huido tras los lupos de concha y a veces apestaba a aguardiente que
echaba para atrás pero no las cogía lloronas ni era hombre que
tuviera mal vino. Sus cogorzas eran hieráticas y solemnes por lo
general. No daba escándalos aunque algunas veces lo vieron acometer
la subida a La Lastrilla haciendo eses. Creo que era de un pueblo
que llaman San Pedro De Gaillos que guarda entre sus costumbres una
danza ancestral ibera que llaman el paloteo. Como el tío Tocino.
¡Cómo
atacaba la caja aquel buen hombre! ¡Qué dedos!
¿Y
al Agapito Marazuela lo conociste?
Sí,
precisamente bajo la sombra de un chaparro que había en la puerta
del ventorro de San Pedro Abanto. Estaba tomándose un jarrillo con
el padre de Julián García un amigo mío.
Pues
conociste al último juglar de Castilla la Vieja.
Ya
lo creo
Tengo
grabado el sonar limpio de la dulzaina mora en las mañanas claras
de primeros de verano por las fiestas de San Pedro. La arrebolada.
Era como un canto sagrado. Algo mágico como las fiestas de la
Catorcena que nos arrebataron.
Pues
al querido don Jesús que todos los días se andaba veinte
kilómetros asi estaba él delgado como un palo y derecho igual que
un huso y se bebía media cantara le abultaba algo siempre debajo de
los manteos. Era la botella. Cuando llegaba al Columba a tomar café
con unos canónigos ya se había metido un litro entre pecho y
espalda y en el viaje de regreso otro tanto. ¡Pobrecillo! Era un
alcohólico. Más. Otro sombrerazo.
¿Qué
va a ser, señor arcipreste preguntaba el pincerna del Columba el
que estaba en los reales de lo que fue iglesia del mismo nombre a
la sombra de los arcos del Azoguejo.
Ponme
un sol y sombra, hijo.
In
vino veritas.
Pero
ya digo el cura de Zamarramala era un borracho muy digno. Bajaba por
la pendiente con la teja de cachemira en su sitio aunque a veces
buscase la querencia de las tapias de la Casa de la Moneda para
exonerar su vejiga. O lo otro que como dijo el otro el buen morapio
te hará cagar y por eso diz que el Vega Sicilia cura todas las
enfermedades al llevarse los malos humores para allá. Así y todo
era la comidilla de toda la ciudad y en una ocasión cuando su
empinar el codo fue a más el obispo don Daniel Llorente de Federico
me acuerdo del nombre de mi obispo con el mismo orgullo con que
algunos veteranos recuerdan el nombre del coronel de su regimiento
cuando eran sorches le retiró las letras dimisorias. Suspensión a
divinis y el bueno de don Jesús no podía decir misa ni consagrar a
Dios. Se trataba de medidas cautelares que duraban menos de una
cuaresma pues don Daniel que era recto pero de muy buen corazón
siempre le amnistiaba llegada la Pascua de Flores. Tampoco habrá
que echar en el olvido que don Jesús era un hombre muy caritativo.
Todo lo daba. No vivía con manceba ni ama ni dios que lo fundó y
durante los aciagos días de la guerra civil fue el pararrayos de
muchos furores. A muchos rogelios les sacó de la cárcel o de la
tapia del mismo paredón. ¿Creen que se lo agradecieron? Pues no.
Vivimos en un país de rencores decía Unamuno. Era un cura muy
servicial pero tenía ese defecto o esa debilidad por el traguillo.
Y eso aquí no se perdona. Su sombra se me aparece cuando doblo la
esquina de la Plaza El Seminario. Es un fantasma eucarístico que me
recuerda las catorcenas de aquellos días. Verbena y parranda y en
la sacristía buen jerez rosquillas de palo y algún soplillos.
Entonces al acabar de aquella terrible guerra los españoles éramos
como más fraternos y bienquistos. Nos sentíamos perteneciendo a un
grupo o dentro de un redil. Verdaderamente aquellas catorcenas de la
solidaridad y del paloteo eran algo mágico. Me traen a la memoria
tiempos de perdón. ¿Cómo se explica ese trastorno? Yo me explico
y yo me entiendo y dios me entiende. Nos hemos vuelto adoradores de
Baal. Y hemos cambiado de religión, hemos renegado de nuestra
patria, de nuestros valores, de nuestra fe, del amor al hermano y
allí donde antes se leía Caridad hemos puesto filantropía o
solidaridad. Estamos instalados en la cultura de la queja y en el
sofá de don Comodón. Y ahí nos las den todas. Y nos las van a dar
y en un carrillo no tardando mucho. Hemos sacado a Jesús del
sagrario como a un príncipe destronado y en su lugar hemos puesto
grandes carteles de palabras vacías: Derechos Humanos, Solidaridad,
Memoria Histórica. La iglesia está vacía y el ara sin los huesos
santos y los púlpitos mediáticos se nos han llenado de demagogos.
A eso es lo que nos conduce reemplazar el dogma de la crucifixión
por el supuesto contendible del holocausto. Y estos demócratas de
pacotilla se cabrean y te lanzan anatemas cuando les sacas los
colores y les coges en un renuncio. Si no haces nada por defender tu
patria y tu nación entonces no tienes derecho a quejarte mamón de
que te la invadan los forasteros aunque en Segovia ya digo todos nos
conocemos y llamamos a las cosas por su nombre y sabemos por dónde
van los tiros y de dónde viene la cosa.
.
05/07/2006
LA
MESTA ERA MORISCA
La
mesta mixta era morisca. Cruce de razas, empalme de caminos. Ribazos
y cañadas apriscos y majadas. Escuchaba de niño el tintineo del
esquilón del morueco o carnero padre que iba al frente de los
rebaños al cruzar por el Puente de Valdevilla. Siempre sentí
pasión por los que van delante al frente y miran al horizonte y no
los rezagados que hacen la agachadiza, los que no se determinan,
raza de víboras los llamó el Cristo, fariseos, hipócritas y
comprendo al Cid – Castiella face los homes y los desface, el buen
vasallo si hubiera buen señor que peleaba tanto a favor del moro
como el cristiano- y aquel rumor de grey me impresionaba. Ya se van
los pastores a la Extremadura esto es a la frontera. Soy hombre de
frontera. Me calificarán los malvados de personaje pero yo sé bien
lo que me digo. Dentro de mí lo mozárabe. Nunca seré jamás un
tornadizo ni un oportunista. Quod
decet et non decet,
decían los latinos. Ocho siglos de convivencia con el Islam han
dejado marca en nuestras almas. Sí. La mesta era morisca. Gente de
avanzadilla en los dares y tomares de la política y las pelas con
el realengo y el abadengo. Sólo cuando había aceifa o guerra entre
los propios reyes cristianos o los taifas no salían a la
trashumancia. Era un código de valores en esa libertad libérrima
de los españoles. Sabían que a veces el moro podía ser más
cabelloroso, más hospitalario que el cristiano. En su vocabulario
se amontonan los vocablos de origen arabe:. Rafala
que era la escolta de caballería montada que escoltaba a los
pastores y la anafaga o provisiones de boca que iban en la
impedimenta con los mulos con las sartenes, perolas y anafes. La
anafaga
yo la he visto avanzar detrás entre los jumentos porteadores. Sobre
la mesta casi todo está dicho gracias a un norteamericano K. Klein
que escribió un libro magistral acerca de esta organización
económica, financiera y social que no se dio en ninguna parte de
Europa sino en Castilla, Aragón, el reino de valencia y el Reino de
Murcia. Pero no todo está aprehendido. Su ordenamiento jurídico se
fija por Alfonso X el Sabio en el Fuero de Cáceres 1256. Es un
documento escrito pero las reglas de la mesta que es un régimen de
aparcería y de derechos de paso o transito tenían una estructura
oral-los pastores no sabían leer aunque supieran muy bien tocar el
caramillo- en los tratos de avenencias sellados por la robla o
alboroque (otra palabra de las montañas del Rif) venga esa mano
ajustando a los pastores desde San Martín a la virgen de Agosto.
Las pagas se hacían en especie. Bodigos y corderos recentales por
san Juan de Junio. Curiosamente a san Juan Bautista tan bien lo
veneraban los musulmanes españoles como uno de los profetas que
permite el Corán. Iban en cuadrillas de cien a doscientos para un
rebaño pero había majadas que llegaban a contar con hasta mil
operarios entre rabadanes, pastores de honda y zagales (más nombres
moros) y gobernaban ganado mostrenco o comunal y mesteño o ajeno.
Los caminos reales de la mesta vulgarmente cañadas cruzaban España
de norte a sur hasta el Guadiana sin penetrar en Andalucía por
obvias razones. Se pagaba el aliud
en maravedíes y en moneda forera pues los deudores no admitían
pago en especie a los terratenientes que eran en su mayor parte los
nobles que se beneficiaron por las encomiendas otorgados por los
reyes y de los obispos y ordenes militares. Aliud es el nombre de un
pueblo cerca del Burgo de Osma y en moro significa judío lo que
indica que eran hebreos los encargados de hacer las transacciones.
Estamos en la España de las tres culturas y la cosa funcionó
dentro de lo que cabe. Oro. Oro que paga salarios. Atropellos de los
fanáticos como Almanzor y los almohades pero a veces los
descalabros los cometían las rapiñas de la Iglesia. Con la de
Calatrava y la de Santiago hubieron no pocos pleitos los pastores de
la mesta y a estos conflictos de jurisdicción trató de poner fin
con sus ordenanzas el Rey Sabio quien por cierto tampoco se llevaba
muy bien con el alto clero. Un primado de Toledo trajo a Alfonso a
mal traer y lo tuvo que desterrar de sus reinos. Sin embargo la
mesta pateó caminos de reconciliación y de acercamiento y elevó
puentes pues aquellos pastores sorianos tuvieron que cruzar no pocos
puentes y muchos vados y pasar muchas noches al relente. Tenían sus
propios alcaldes y regidores. El Fuero de Cáceres se supone al
fuero de Alcaraz algo posterior. Y para demostrar que aunque
tolerante y mozarabe todos los concejos se harían en el nombre de
la Trinidad. En la sierra de Albacete se denomina al ganado
mostrenco de los castellanos ganado pejuguero pero hay pocas
diferencias. Estas reuniones donde los jueces y alcaides (más
palabras árabes, de caíd jefe) oían la causa de las querellas y
litigios. Eran abiertos y se celebraban en pascua florida y la de
Pentecostés. Si Castilla fue la creadora de la Caballería andante
y quijotesca, la Mesta me parece algo digno de subrayar por ser una
institución típicamente española porque representa la Caballería
Trashumante en el trajín de los siglos. No eran guerreros. Viajaban
al sur en son de paz. Toda la provincia e incluso la diócesis de
Madrid es un resultado de aquel afán mesteño de las cañadas
segovianas que atravesaba los puertos por Somosierra y Peñalara y
llegaban a lo que se denominaba Tierra Madrid y de ahí el dicho de
que la capital española es el pueblo mayor de la provincia de
Segovia. Aunque algunas de las cañadas han sido destruidas por el
afán urbanístico me honra de vivir en un pueblo mesteño que se
llama Villanueva de la Cañada. Gracias a los antiguos pastores hoy
muchos madrileños tienen sendas ecológicas para hacer pedestrismo.
Ojalá (adverbio de modo que significa así lo quiera Alá) pues se
conserven. A pesar de todo siguen viniendo a Madrid los rebaños por
el otoño y cruzan la Castellana que era cañada real. La mesta
empezó a decaer en el siglo XV después de las guerras dinásticas
de los Trastamara y el Honrado Concejo de la Mesta pasa a
denominarse Comunidad de Villa y Tierra. La literatura pastoril y
las Coplas de Mingo Revulgo denotan esa capacidad que tenían los
pastores para reírse de todo y poner en solfa los despropósitos
incluso de la corona. A Enrique IV en dicho texto se le describe
como una “haragán que folgaba entre los setos”.
La
mesta es el talante libérrimo de todo español que huye al campo en
busca de los espacios y los horizontes abiertos y de vida en
comunión con la naturaleza en esta tierra que es España agraciada
de dones como decía Alfonso X en su crónica general pero donde
patrón no manda marinero. La mesta no era más que esa mozarabía
que se echa al monte. Que buen vasallo si hubiese buen señor y que
en el siglo XIX se torna guerrillero. El pastor tiró la garrota y
cogió el trabuco. Una pena que en nuestras escuelas se estudie
catalán, gallego, inglés, vascuence y se dé de lado al árabe una
lengua que tuvo mucho que ver en la formación del castellano y en
la mentalidad de las gentes que habitan en este país. Propongo lo
morisco como nexo de unión de las culturas y de diferenciación
positiva para salvar incluso a la cristiandad. Pero Roma nos impuso
su férula. Ay. Roma locuta causa finita. Muchos cánones pero
escasa caridad. Total. Hoy antevíspera de la sarracina del
centenario de 1609 me siento mozárabe si no morisco recordando a
los rebaños que cruzaban los puentes de mi infancia y el morueco
egregio que iba adelante con el cencerro al pescuezo. El carnero
abriendo paso era imagen del Buen Pastor que da la vida por sus
ovejas, recuerdo importante cuando hay tantos malos pastores y lobos
disfrazados de cordero que nos desollarán si nos descuidamos.
Tolón. Tolón.
LLUVIA
DE ENIGMAS.
Una
lluvia de enigmas pone música de fondo suave tañer del agua contra
los aleros a mis soliloquios hoy día de san Miguel divino Signifer.
Pongo mi palabra contra los misiles de largo alcance y venceré.
Sancte Michael Arcángel defende nos in proelio, contra insidias et
nequitiam diaboli esto nobis praesidium. Venceremos. Septiembre se
va pardo y con cielos de panza de burro habiendo sido un mes
luminoso. Habla, señor que tu siervo escucha. Yo canto las bondades
del ayuno. La gula mata el alma de los cristianos, hebeta los ojos
que se vuelven más carne. Hoy tengo que pensar en todas esos
templos a san Miguel alzados castillos roqueros sobre los cotarros
símbolos de nuestra fe en las montañas y la cruz dominando los
campos. Uno está como nuevo y recién envarengado con las cuadernas
a punto, apto para regresar a la lucha, dispuesto a estampar su
adarga contra sacerdotisas, pitonisas, bonzos mediáticos. De nuevo
ha bajado el Espíritu. Nos llenó de entusiasmo y sin entusiasmo no
se puede escribir literatura. La misión os llama. Escuchad la
llamada de la campana y ascended al monte santo. Hasta él se sube
por una vereda flanqueada por cruces y matas de hierbas medicinales
como la énula campana también denominada helenio con la que
fabricaban los alquimistas templarios bálsamo para curar a los
freires que regresaban con cuchilladas de la lucha contra el
agareno. Ese castillo de san Miguel alzándose sobre las márgenes
del Río Perales cerca de donde vivo y mira que nací cerca del
Clamores y pasé mi infancia cabe el Botijas río muy cangrejero
mucho significa para mí. Es un regalo del Sicagogo que es como
llamaban al que se alzó contra las huestes de Luzbel al grito de
quien como dios los padres de la iglesia y que es desde entonces
protector de iglesia y sinagoga. Su sombra señera envaretada y
solitaria cuando paso cerca de la caída de la tarde parece que me
bendice y escucho los coros de sus serafines entonando los kyries.
Estamos rodeados de venenos pero un ángel porta un turibulo y
dentro arde la llama que esparce el humo que conjura nuestros males.
Venceremos. Aunque un 80 por ciento de la vida sea pigricia,
normalidad, aburrimiento y un 20 entusiasmo y entusiasmo quiere
decir endiosamiento. Nos entusiasma ese castillo de san Miguel que
vigila las fronteras manteniendo a raya con la vista de su torreón
y sus almenas a la Hidra de Ledna. Ya enveraron las uvas. Está la
miel en el panal, el vino en el lagar, el grano en el silo y tal día
como hoy los aparceros y agosteros cobraban su soldada y al señor
del castillo se le pagaban sus rentas.
29/09/2009
12:25:07
ORDENACIÓN
DE JOSÉ LUIS LORENTE EN LA CATEDRAL DE ALCALÁ
Cuando
todo el presbiterio entonó el “Regina Coeli” a los pies de la
Virgen del Valle gruesos lagrimones caían por las mejillas de mi
amigo Silvano. Tal vez recordaba aquellas imposiciones de de la
sagrada orden del presbiterado que celebraba su obispo que se
llamaba Daniel Llorente de Federico.
Treinta
tíos como treinta soles tumbados sobre el suelo, y el de la tercera
fila, algo más joven y con menos canas mientras el coro atacaba
implorante las letanías mayores, el alba blanca los zapatos bien
limpios y la estola terciada de diacono, era él: Silvano; la
verdad es que era todo un espectáculo.
Hoy
en Alcalá sólo había un ordenando, lo que habla de la precariedad
en punto a vocaciones, que si esto sigue así habrá que rezar la
tienda por falta de quórum. Era un joven de Morata de Tajuña, que
recién acabada la carrera de Filología inglesa, optó por meterse
a cura. Por las temporas de septiembre cantará misa otro, ya
diacono. Es ingeniero industrial pero en el seminario de Alcalá al
que yo conocí con trescientos y pico seminaristas, una vez que los
de Segovia vinimos hacerles visita, sólo quedan catorce.
Esta
penuria viene a darnos la razón de lo que estamos diciendo en este
bloque: que si la Iglesia no abandona ese clericalismo
maricomplejines de puertas cerradas, aspirantes al sacerdocio
célibes y jóvenes y busca nuevos apóstoles en las escuelas, los
hospitales, las universidades, las redacciones de los periódicos o
en las mismas tabernas porque tambien en ellas se puede predicar la
palabra de Dios, esto se acaba, para satisfacción y pitorreo de los
impíos que andan hablando de la teología del preservativo –
tienen al pobre papa de monaguillo ¿han secuestrado a Roma?- y se
terminó. El compromiso con Jesús Nuestro Señor no requiere
cataplasmas ni paños calientes. Se necesitan curas de caballo y
examinar el pasado, medio siglo, por ver si se han cometido errores.
Mi amigo Silvano estaba llorando como un guaje.
-¿Qué
te pasa, chaval?
(Bueno
lo de chaval es un decir porque el Silvanete es ya talludito, la
mirada algo vidriosa por sus muchos ayunos y la multitud de libros
leído, pero muy vital y un intelectual. Se nota que estuvo en los
jesuitas y que sabe bien la Teología y fue gran estudiante de los
Santos Padres. Es un bendito de dios. Pero más inocente que un
cubo. Le engañan todos. Sus hijos se ríen de él, su mujer se fugó
con su psiquiatra.
En
el trabajo lo toman por el pito un sereno y se lamenta con
frecuencia no puedo más, no sé si llegaré a alcanzar la edad de
retiro. Es medio poeta pero no ha publicado libros. Sus versos no
los lee nadie. No le llaman sus amigos. Su móvil no suena jamás.
Es de otra galaxia. Vive como en una nube.
Pero
a pesar de los palos que ha recibido en la vida él sigue tan
inocente como al principio y se lo he dicho yo varias veces mira
Silvano a ti te pierde que tienes mal pronto y crees en los reyes
magos, bájate del burro y el me contesta mira quien fue a hablar.
Bueno. Tendrá que ser así, me retruca. Le engaña hasta su criada
y por una criada algo ligera de cascos colgó la sotana. Ay
perillán. Perillán.
-Nada
que me acuerdo de mi ordenación. De las manos ungidas que me ató
monseñor Llorente con un lazo blanco y puro. De cuando me puse por
primera vez la casulla y el amito.
De mi padre y de mi madre que me acompañaron y ya no están.
Trato
de consolarle pero comprendo y respeto sus lagrimas que son las mías
pues Silvano y yo andamos por la vida pegando tumbos.
Nos
sentimos como marcianos en medio de un país que ya no es nuestro
país, asediado por el tancredismo y la moral de conveniencia, ni la
iglesia tampoco es la que nosotros soñamos. Está visto que no se
puede ser quite. Si te metes a salvador te crucifican. Aunque somos
amigos, no puede haber dos tipos más diferentes.
Silvano
es alto delgado, bien parecido, no fuma ni bebe. Se le daban bien
las mujeres y yo soy bajito y mofletudo con mala leche, fumo como
una coracha y bebo lo que me ponen cuando me pierdo por esas barras
de Dios. Silvano va a caballo y yo en burro. A veces nos lo pasamos
pipa y nuestra amistad inveterada honra la máxima de que un buen
amigo es como un tesoro.
-No
te apures, hombre. Sursum corda.
La
Virgen nos protege. La devoción a Nuestra Señora me une cada día
más a mi viejo condiscípulo que me da a leer sus papeles. Se pone
a escribir y no para. Se pone a hablar y va como una moto.
Lo
que pasa es que la gente no le entiende, está en otro nivel. Hemos
hecho un pacto. Si él se muere antes que yo, trataré de encontrar
un editor para sus libros. Algunos son canela fina y si yo la palmo
antes que será lo más probable pues yo no me cuido y él es
metódico para todo para la comida, el descanso y el deporte, él
que se lleve mis misales y mis breviarios y las crónicas que
publiqué en la prensa del movimiento que tengo todas en fotocopia y
encuadernadas a canutillo.
Yo
tambien soy aficionadillo a la literatura pero en honor a la verdad
creo que no le llego a Silvano ni al cordón de sus zapatos.
Quiero
insistir que en esta misa de ordenación nos lo pasamos `pipa. La
iglesia estaba de bote en bote y el obispo nuevo de Alcalá mosén
Juan Antonio Reig Pla – no se si será de la familia de
fabricantes del puro del mismo nombre- me pareció un obispón.
Llevaba con garbo la mitra y los ornamentos episcopales y predica
con una voz recia y tonante un hermoso sermón. Por el físico y por
la voz se parece un poco al obispo de Segovia don Ángel Rubio. Son
de la escuela eclesiástica valenciana surgida en torno al actual
primado de Toledo.
Pero
pienso que es un iluso si piensa que los problemas del iglesia se
arreglan cediendo parte de los inmuebles seculares de la iglesia-
vivimos una segunda desamortización que está haciendo a algunos
avispados millonarios- al diantre o quitándoles a los pobre curas
parte de su jornal para dárselo a los parados.
Eso
es desnudar un santo para vestir otro. Tambien se chupan el dedos
los dos obispos si piensan que van a llenar el seminario de chavales
que nunca han oído hablar de Jesucristo y a los que se ha bañado
el cerebro con cliché peyorativos sobre la religión y la eterna
monserga del oscurantismo sexual (condones, píldora del día
después, aborto libre, mariconeria). Todo como si el negocio de la
salvación fuese un problema de bragueta. ¡Oh ceguedad de los
mundanos cretinos!
Quizás
los impíos le estén ganando la batalla de la propaganda y hoy lo
que hacen falta son periódicos, editoriales, Internet y otros
pulpitos mediáticos desde donde la Iglesia pueda ejercer el
magisterio eterno y civilizador. Eso o no ser. Los católicos se
hayan en la peor encrucijada de su historia.
Si
tenemos la verdad en nuestras manos, ¿por que ese miedo a decir la
verdad, por que tantos complejos? Hay ocasiones históricas en las
cuales como ahora en que la prudencia puede volverse cobardía y a
la aquiescencia a los dictámenes del malvado una estulticia.
Si
se condiciona la Crucifixión y la Redención a un tema tan
intrincado y oscuro como es el Holocausto-espero que no lo proclamen
articulo de fe o dogma porque entonces Silvano y yo abandonaríamos
esta iglesia que se hizo esclava del siglo- nos encontramos con la
pavorosa realidad presente.
Es
terrible que cuestiones tan de monto no se sometan a un debate
público y para escándalo de los creyentes y triunfo de los impíos
no se someta a un debate público según los usos y costumbres
eclesiásticos. Si Roma
locuta casusa
finita va a ser el apaga y veámonos.
Lo
que hace falta es una verdadera labor de evangelización y de
moralización de una sociedad corrompida, sacar a Cristo a la calle
y enfrentarse a los poderes lácticos. No caer en la trampa. Y aquí
estamos cayendo en demasiadas trampas. Las competencias eclesiales
van más allá de los intereses materiales tejas abajo. El clero,
los obispos, los arzobispos, los diáconos han de mirar para arriba
para la corona de la Virgen como hicimos Silvano y yo. Respice
stellam. Voca Mariam.
¡Que
pena que hayan suprimido el latín! El ceremonial de órdenes
sagradas es más simple que cuando nosotros íbamos a cantar misa.
Se
han suprimido las medias casullas, los lazos y los abrenuncios
exorcistas al diablo al mundo sus pompas y vanidades. Pero la misa
fue hermosa en una radiante mañana de mayo. Luego el obispo nos
invitó a los muchos asistentes a un piscolabis.
Que
sea enhorabuena. En Morata de Tajuña ondea en la torre la bandera
blanca de los misacantanos. Esto no deja de ser un gozo. Para
celebrarlo el Silvano y yo nos fuimos al "Geston"
a comer y discutimos lo nuestro sobre el monotema mientras tomábamos
unas cañitas
.
Él decía que yo soy un lerdo y yo la contraria. Casi acabamos a
mamporros pero no hay que preocupar. Mañana seguiremos tan amigos.
Somos un poco como don Quijote y su escudero que quieren arreglar el
mundo pegándose de testarazos contra los molinos de vientos. ¿Serán
galgos o podencos?.. digo yo que si serán molinos de viento.
Dulce
Santa Maria madre nuestra sácanos de nuestras dudas y protege a tu
iglesia. Tarea ímproba. Con la iglesia topamos Sancho. Hasta hemos
estudiado la posibilidad de apartarnos del mundanal y hacernos
ermitaños. A lo mejor, émulos de san Frutos, nos pasamos la vejez
en una cueva entonando glorias y kyries y salmos, lo que no estaría
mal. Hay que ir pensando en ponerse a bien con dios. Arreglar un
poco nuestra vida ya que no podemos arreglar el mundo.
18
de mayo 2009
UNA
AMIGA MÍA ENTRA EN LA MASONERÍA
Mi
amigo Quico el Catalán se desternillaba de risa cuando me contaba
que le había salido la novia “interpreta” (sic por intérprete)
y a Cela una portuguesa que se llamaba Dolorinhos, tenía un poco de
bigote pero compensaba y yo tuve una compañera de Facultad con la
que salí algunas veces sin llegar a ser novieta que ha ingresado en
la orden secreta de la masonería. Grado 33. ¡Coño! En los bancos
de filosofía ella me pasaba los apuntes de árabe y creo que
llegamos a salir alguna vez en el 600. Fuimos a bailar a un rancho
criollo de la carretera de La Coruña. Pero todo muy formal. Nada
de metemanos y las manos quietas que van al pan. Y en casa a las
diez. Iba para novia formal. No llegó a serlo pero tuve un recuerdo
agradable de aquella mujer que siempre me decía no empecemos el
pastel. Y no lo empezamos. Al cabo de muchos años me la encontré
en la cola del paro:
La
invité a comer y me contó su vida. Se había quedado viuda de su
primer marido que por lo visto la maltrataba y la hacía todas las
noches el amor. Parió seis hijos A la Auri por lo visto le iba la
marcha. La desconsolada viuda cuando se quedó sin eso llamó a un
antiguo novio. Estaba casado con unos amores que él no quería
–como en el romance- total que se entendieron y él venía a
hacerla una visita erótica todos los miércoles a partir de las
cinco.
-¿Y?
-Pues
que a mí una vez a la semana me parecía poco. Pero Gumersindo,
hijo, hay que ver lo que engordaste. Así que fui a una agencia
matrimonial y me junté con un casado que estaba muy bien de ahí ya
sabes. A cualquier hora. Sin parar.
-Leches,
Aurea ni que padecieses de ese síndrome que llaman furor uterino.
-Pues
más bien sí, Gumer, pero como me volvía loca se aprovechó de mí.
Montó una empresa a mi nombre y me hizo un desfalco. Tuve que
vender la casa y las tierras del pueblo. Me dejó en la ruina. Pero
yo creo que todavía le quería.
-Tú
lo que querías era otra cosa.
-Sí.
Puede que sí. Pero cuando me dejó me fui a vivir con un inglés
que vivía en una casa de campo con fantasma. Éste de cintura para
arriba estaba cachas. Todo el día lo pasaba castigándose el cuerpo
en el gimnasio y además era un hombre rico. Pero de cintura para
abajo, nada de nada.
-¡Qué
me dices!
-Pues
eso que la tenía pequeña.
-Ostras.
Mi
amiga no quiso entrar en más detalles pero yo agradecí a los
cielos el que no me hubiera tocado a mí empezar aquel pastel tan
empalagoso que acabaría en penitencia. Por lo que me contó había
tenido una vida cargada de amoríos y de lances bizarros y muy
novelescos pues entre sus admiradores también tuvo un sacerdote que
en una peregrinación a Santiago jugaban al tute y el bueno del
clérigo la ahincaba su pierna en la rodilla por debajo de las
haldas de la mesa camilla. Este le propuso aparte de sus indecencias
trabajar parra el espionaje vaticano. Con los monseñores aprendió
muchas cosas de etiqueta y de hipocresía. Como broche de oro y en
forma atropellada me confesó que acababa de ingresar en el gremio
de la masonería.
Yo
no salía de mi asombro. Estaba abrumado y asqueado y pensaba en lo
que decía Umbral el pobre si yo hubiera sabido que el amor era eso.
Ah se me olvidaba. Estaba afiliada al PP y era partidaria
incondicional de Esperanza Aguirre. Hostias Pedrín. Sorpresas que
da la vida. Nos despedimos muy fríamente. Ibamos a quedar para
otro día pero yo he borrado el número de Auri del listín de mis
teléfonos. Yo con Los del mandil no quiero nada. ¡Pobre chica! Ya
en casa, un poco más sosegado, pero sin salir de mi asombro, abrí
las páginas de un tomo de poesías de Jorge Manrique y al llegar a
lo de “nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar” me
apercibí que el vate castellano me estaba insuflando al oído
ciertas consejas de que el amor es humo y la vida nada. ¿Qué fue
de tanto galán? ¿Qué se hizo de tanto frenesí? La Laura del
Dante acabó en Mesalina. ¡Vaya un chasco! Tal vez fui victima de
una mala educación sentimental o de un espejismo. Mi Dulcinea del
Toboso se había transformado en Maritornes, la vera efigie de una
vulgar trotaconventos. Su vida fue un salto perpetuo de cama en
cama. Guardé mi sueño y éste me guardó a mí. Al final de la
jornada pude darme cuenta de que la cabra siempre tira al monte y
trisca por entre la sebe y a lo mejor se descuerna, bravía, por una
mala calella, al saltar de peña en peña. Poco se puede hacer si
una hija tuya o la parienta te salió puta o se mete a la masonería,
profesa con el grado 33, se mete una regla y un compás en la vagina
y llama a Dios no por su nombre sino por el de Gran Arquitecto. Ay
Aurita, con lo maja que eras, con lo que yo te quería, siento pena
y horror por tu vida. Hozaste y te revolcaste por las pocilgas de
Anteo. Que te aproveche. Ahora me doy cuenta de lo que significa
tener una novia interpreta.
lunes,
26 de octubre de 2009
LA
VENTANA DE MI INFANCIA
Yo
nací en una ciudad levítica, crecí a la sombra de la torre de una
catedral gótica, me dieron en el rostro los sones de sys campans,
escuché salmos y cantos de ronda bajando hacia la Hontanilla,
dejando atrás la judería vieja, pasando el arco del Socorro. Tiré
vearetas por las mismas trochas que recorrió Pablillos. Conocí las
huellas o las marcas en el camino que dejaron las cáligas de los
hoplitas de las legones romanas, las sandalias de los franciscanos y
las zapatillas de los santos. Había una roca cerca de una fuente en
mi barrio que tenía una cruz de hierro ya mohosa donde se sentaba
Fray Juan cuando subía jadeante desde su convento al beaterio a
confesar a las monjes y donde dicen que Teresa de Jesús se sacudió
el polvo de su calzado despidiéndose a la francesa para no volver
más. La Fundadora era de armas tomar, Dicen que dijo:
-De
Segovia, ni el polvo de zapatilla.
Las
lenguas de las cotorras mal hablaban de que tenía un lio con su
frailivo y medio pues era de corta estartura quiero decir san Juan
de la Cruz. Que el refrán advierte que entre santa y santo pared de
cal y canto. Claro que santa Teresa era abulense y los de avila y
Segovia la ciudad rival nunca nos llevamos bien del todo que se
diga. Cuando jugaba la Gimnastica con la Unión Deportiva salía la
gente a palos en el Campo del Peñascal. Procedemos de una estirpe
mística muy devota y a la vez socarrona y pagana aunque de
cristianos viejos como el que más. Otros historiadores señalan, al
contrario, que somos la mayor parte de raíz de ahí nuestra
complicación mental pues de Segovia ni la burra la novia nos
achacan los que nos quieren mal. Vaya usted a saber pues se asegura
que todos los israelitas de Burgos cuando salieron mal con los de
aquella otr ciudad castellana se vinieron a acoger bajo los arcos
del acueducto. Se bautizaron en masa y se hicieron hidalgos y
caballeros de vieja estampa más papistas que el papa y más
españoles que el pupas.
He
de decir a tal respecto que nuestro amor a la Virgen de la Fuencisla
tan arraigada en nuestras vidas arranca de una pobre judía (nuestra
querida virgen debiera ser la abogada contra la violencia de género)
a la que su marido acusaba de andar tonteando con un capellán, el
sanedrín quiso dilapidarla pero luego cambió de parecer. Hombre
sería mucho mejor tirarla por un barranco que nunca faltan por ahí
por tejadilla y ahí en eso en peñas escarpadas que marcan las
orillas de lo que otgrora fuera mar, una mar prehistórico. Y por
ahí la defenestraron aquellos malditos. María del Salto se
encomendó a Nuestra señora y Ésta la recogió en su manto como si
fuese su regazo maternal se tatatase. Ella estaba allí al pie de
las peñas donde las aves alzan sus nidos y donde
un pueblo de amor transido vibra en tu Honor.
Me he puesto a escribir una novela que es la historia de mi vida y
me sale una salve.
Total
que nuestros antepasado se bautizaron en masa y las aguas del
Rasemir se convirtieron en un gran Jordán donde los del Pueblo
elegido tornó sus ojos a Cristo. En cierta manera los segovianos
nos sentimos un pueblo elegido. Elegidos para la palabra y para el
dolor. Si la cruz es un privlegio a nostros nos signaron con ella
desde el principio hasta tal punto que sólo a nosotros se nos
permite hablar mal de la ingratitud de los elegidos. De raíz
conversa eran los coronel y los Davila incluso el propio torquemada
prior del convento de Santo domingo presentaba un origen nada
preclaro y converso era Pablillos y el gran historiador Colmenares
otro que tal. Que nos nos vengan con alicantinas. Lo que pasó pues
pasó.A qué ton eso de meter la reja en la Historia como si fuera
la vertedera de un labrador honrado que labra sus campos por La
Lastrilla. Judñios eran los asesores y los confesores de la Reina
Católica y los pincernas de su hermano el infausto Enrique IV que a
mí me parece que no era tan impotente como le arguyen aunque aquel
rey todo hay que decirlo se aficcionó a las costumbres moriscas y
estaba rodeado por una corte de jenízaros andaluces. Todos los de
la Guardia Mora. Judio converso era el sacritán de san Facundo el
que entregó las hostias para que las arrojase a la caldera y la
sagrada forma empezó a subir y subir por los tejados dando la
vuelta giratoria a todo el poblado hasta ir a parar a la celda de
un novicio dominico del convento de Santo domingo que iba a recibir
el Viático.. el fraile era tambien marrano como María del Salto
como la mayor parte de los obispos, deanes y capellanes que
ejercieron en Segovia y como judíos fueron los conquistadores que
acompañaron a Colón. ¿Fue verdadera o fingida su conversión? Eso
pertenece a los misterios archivados en los anales de nuestra
historia. España es al fin y al cabo una locura. Pero una locura
maravillosa.
En
la mescolanza de los sonidos que bajan de arriba o suben por abajo
ecucho los ecos de mi niñez perdida: los cantos infantiles de la
rueda y el corro, el son de los viejos romances. Veo subir la cuesta
que lleva a la Puerta del Socorro a muchos peregrinos camino de
Compostela con la calabza y el bordón pardas hopalandas. Pàrdo era
el color con los que se vestían los campesinos de la gleba y negro
el de los caballeros los clerigos y los domines. Pardos eran los
picos de las putas. De las famosas meretrices de Segovia. En mis
primeros años conocí los últimos suspiros de Castilla la Vieja.
Era un país absolutamente a la españa de hoy. Pardos son mis ojos
y pardo soy yo hijo de la luz y de la noche. Parda humildad semi
franciscana. Don Pablos me estaba haciendo señas desde la otra
ventana y traía un libro en la mano aquel protodiacono de los
pícaros y me insinuaba tolle et lege. La primera foto que me
hicieron en la alameda fue acompañado de un libro. Tenía un libro
en la mano el pelo rubio y la barriga algo abultada.
Pero
no maldigamos a los tiempos creyendo el pasado fue mejor pues eso
supone una blasfemia un querellarse contra los designios misteriosos
del Criador. Yo me forjé una idea heroica del mundo. Caballeresca.
Había que salir en pos de un ideal a la búsqueda de ínsulas
baratarias a desfacer entuiertos defender a los humillados y
ofendidos y pelearme contra los gigantes que luego resultaron solo
aspas de molino harinero. ¡Qué cosas! Acaso me sumí en un
romanticismo tranochado pero eso ya nada importa.
La
sombre de aquella catedral acariciadora y benigna hizo de mí un
exaltado de la cruz hasta llegar a la convicción de que sin cruz ni
cristianismo no son posibles ni la el amor ni la belleza. Acaso en
parte llevase razón pero la cruz no debería jamar imponerse por la
espada ni a la fuerza. Bajo el arco oscuro y olendo un poco a húmeda
bodega del postigo aquel por donde pasaban los carros y los areneros
de Espirdo y los panederos de Encinillas que subían a vender su
mercancía a la ciudad o los curas de teja bevriario y balandrán
arrebujado como un tapabocas sobre el pescuezo para no apañar frío
en las tarde heladas hab´ñian cabalgado los guerrerosc de la edad
media (Segovia enclavada sobre un castro que es todo un baluarte
siempre conservó un aire militar, fraguamos país en la lucha
contra el moro o peleando en nosotros mismos acabada la reconquista)
pero tambien los picaros y los cperailes.
Subían
pobres de solemnidad y detrás mujerucas arrebujados en sus
mantones. Peleamos contra el sarraceno pero acabamos adquiriendo
muchas de sus costumbres en realidad. Todo en la vida es
circulación. Ir y venir. Subir y bajar. El eterno metisaca del
nacer y morir del engendrar del parir. Arillos concéntricos de la
nada. Relojes de sol y clepsidras. El arco del socorro impetérrito
entendía poco de cronómetros. Tempus fugit. Pero da igual. La
estancia del hombre sobre la tierra no es más que un soplo.
Habían
clavado una lápida en lo alto del pasadizo que decía al fran
escritor humorista don Francisco de quevedo autor del Buscón que
era de Segovia natural. Efectivamente en una de las casas del cantón
tuvo el verdugo municipal su residencia y al lado vivían los
corchetes y alcuaciles. El corregidor un poco más carriba. Creo que
era el mismo edificio donde una comadrona que se llamaba doña
aniana Dios la tenga en su regazo me sacó del vientre de la Juani
que las pasó moradas pues la criatura que alumbró pesaba seis kilo
doscientos gramos y esa criatura era yo.
Ahora
bien tachar de escritor humorista a don Francisco cde queveo el
poeta más serio y profundo de la lengua castellana que sólo pasó
al conocimiento del pueblo por sus chistes verdes o los relativos a
la coprología (pedos, priovadas, eruptos y otras bellaquerías que
entre dos piedras feroces salió un hombre dando voces adivina quien
es pues pintale de verde) me parece un poco precipitado pero acaso
responda a una venganza de la hustoria que ha sido contgando y
manejada por quien ha sido contada y don Francisco que acaso fuera
de la misma estirpe de los maniopuladores acusó a los judios y a
los venecianos de ser los grandes conspiradores contra la corona de
Castilla. Eso nunca se perdona. Claro está.
Aqul
letrero contra el cual disparamos algunos cantanosen nuestra furia
iconoclasta y llevados de la ignorante clastomanía de la juventud
(hay que destruirlo todo, no dejar títere con cabeza) lanzmos
algunas pedradas y todavía está ahí la señal. Mi cantazo hizo
una esquilar en un angulo pero aún se puede leer. La leyenda
también le pareció a don –camilo José Cela cuando cruzó por
allí un bruma de mal gusto indicio de la estulticia de nuestras
fuerzas vivas.
Pablillos
pudo ser uno de mis compañeros de juego aquellos niñops con los
pantañlones con remiendo que no gastaban calzoncillos y un solo
tirante de mi cuadrilla. Con los que jugaban conmigo al chito a la
malla a guardias y ladrones al zoro pico zaina. Juntos entrabamos en
las casas deshabitadas en los hospitales de sangre abandonados donde
todavía quedaban vendas y jeringuillas y sondas sobre las camillas.
De uno en uno nos daba miedo explorfar aquellos recintos. Podría
haber fantasmas. Y la leyenda clavada en la Ouyerta del socorro
pienso al cabo de muchos años que selló mi destino. Sus letras
gordos pesan aun sobre mi cabeza. Yo iba para santo. Quería ser
cura y acabé en escribidor que es una profesión por decir algo y
que guarda cierta relación con todo lo relacionado con la
picaresca.
Naciera
yo a la sombre de aquella catedral divina que se erguía sobre las
casuchas de mala nota y las escalerillas donde estaban las puertas
marcadas del barrio sefardita. Pienso si mis origenes no me habran
predeterminado. ¿Habran sido maldición o mbedición? ¿Trajeron
suerte o fueron una desgracia semejantes premisas del que busca y se
afana y doce al año que viene en Jerusalén, reza salmos, eleva sus
ojos al cielo al dio y siempre vuelve sobre sus pasos. Ir y venir
que llaman acarrear. Girar y girar. Y venga dar vueltas. Vano empeño
eso de buscar la arcadia. El paraíso y el infierno yacen en el
fondo de nostros mismos. Son esdtos empeños frutos de la vanidad y
de la locura humana. Cristo sin embargo nos sonrie. Está en las
historia. Aunque nos elija solo para el dolor. No para el triunfo ni
para la fama o la honra- esa sabiduría me la comunicó Pablillos-
porque no somos otra cosa que carne de dolor. Eso no lo entienden ni
las mujeres ni algunos paisanos míos. Todos ellos no leyereon jamás
el Libro del Bendito Job. Por eso se desperan y no encontrán jamás
comnsolación.
De
esta forma me apareé a mi yugo y me resigné a mi suerte. A veces
me parece que he triunfado que soy un elegido que el Santo de los
Santos ha escuchado las plegarias de este pobre miserable. Por todo
eso y por mucho más muchas gracias, Señor.
En
los terraplenes de los adarves de la muralla donde crecían hierbas
ociosas, lampazos y parietarias, estaba el edificio. Le llamaban la
Casa de la Troya. Acaso este título de una novela de Pérez Lijín
definiera el continente y el continente y el contenido fisico así
como el carácter de sus moradores. Fue la casa delGran Matarife.
Algun escudo con los atributos heraldicos del Santo Oficio debieran
de andar por allí cosa que espantaba a algunos transeúntes a los
que entraba el canguis y de repente se persignaban arrenado el
paso. Hubo habladuría de que oyeron ruidos de cadenas y clamores de
almas en pena pero no era en nuestro edificio sino en la finca
colindante donde nadie vivía. Sólo algun gato pero de noche todos
los gatos son pardos y algunos de estos bichos pudieran resultar
gatos inquisitoriales. Hay que andar siempre con la mosca en la
oreja. ¿Fantasmas a mí? No gracias. Temo mucho más alos vivos que
a los muertos pero no se puede ir contra coririente ni desbaratar
las creencias del populacho. Del rey y la inquisición chitón. Asi
que ojo al cristo que es de plata. Paso corto y vista larga.
Entonces
no sap´ñiamos lo que era eso. No había aparecido aun en nuestras
carnes la llamada del sexo que todo lo desbarata bi fuyrmamabamos ni
bebiamos vinos aunque nos mofasemos con los borrachos muy frecuentes
por aquellos contornos y en aquella porque en Segovia había más
tgascas y tabernas que iglesias y oratorios que ya es decir ni
habiamos empezado a alternar ni a tomar café. Nuestros pulmones y
nuestros bandullos estaban todo lo limpios que se puede estar a los
cinco o seis años asi como nuestros pensamientos y nuestras almas
por más que nos diga que el ser humano viene al mundo con el sello
del pecado y sienmta una proterva inclinación a hacer daño y a mal
pensar.
Tambien
es verdad que estabamos en estado salvaje o acaso fueramos el buen
salvaje roussoniano limpio de polvo y paja. Trisdcabamos por la
vereda, saltábamos de una peña a otra temerarios en nuestra osadia
y despreciando el precipicio que mediaba entre ambas rocas.
Jugábamos a la guerra en baallas de moros y cristianos como nio
podía ser menos en cualquier ciudad española. Organizábamos dreas
con los chavales de San andrés parroquia a la que pertenecían los
que vivian en la puerta ultgerior del Arco. Los de la citerior
eramos de San Milla´n. Había verdaderas guerras campales a cantazo
al final de las cuales alguna ventgana quedaba con los cristales
hechos zarzamillo y los dueños traían al delincuente de la oreja
abriendole a su padre el libro de reclamaciones por daños y
perjuiciois.
-Son
tres reales por el cristal que rompió tu chico.
Y
el progenitor ya estaba esperándonos con el cinto. Aquella noche no
había cena o mejor cdicho cenebamos de la correa y de los vergajos.
Pero Eros y Tganatos no habian asomado aun la oreja y de la política
unicamente hablaban los mayores y de sus conversaciones colegiamos
la tristeza y desolación las vida truncadas y los muertos que trajo
aprejados aquella contienda fratricida. Las mulas de las inquisición
nos traían al freco. Hacía muchos años que habían dejado de
transitar aquellas sendas. El tizne del demonio siugue ensiuciando
todav´ñia algunas almas negras. No comprendo ese afan de los
españoles por cuestionar nuestra historia y entregarnos a
disquisiciones que a ninguna parte buecna conducen y sólo sirfven
para enfrentarnos los unos con los otros. Debe de ser porque aun
llevamos la ley del ojo por ojo y el diente por ciente marcada a
fuego en nuestros entesijos displicentes. Buena ganmas de elocubrar
con ucronías y futurismos. Nosotros ajenos a todo eso juganamos al
trompo y a las canicas como si tal cosa.
Aspiraba
a llegar a kas estrellas siempre buscando el plano ideal el que
marcara la aguja del pararrayois catedralicios allá arriba por
encina de los ojos de la torre. Los dias de fiesta yo veia
sacristanes en camisa volear las campanas sudando oprimidos bajo el
peso de los Badajoz pero había que anunciar el magno acontecimiento
de la pascua. Abajo en la plaza los de las charangas lanzaban
voladores y don Francisco de quevedo los ojos cegatos los pies zopos
pero la lengua suelta y acerada de un cofrada subía hacia el
ensolado muy fatigado el hombre. Se acababa de entrevistar con el
Domine en la casa donde no se come ni se bebe. He seguido los pasos
de aquel cojo divino genial y tabernario yendo por el mundo un poco
telumante de libros y de literatura pegando palos de ciego y de que
me cerraran antisimas puertas.
-A
los profetas ya no os hacen caso.
-Mientras
no nos ahorcan seguiré apostrofando.
-No
eres más que la voz que clama en el desierto. Cabezazos contra un
muro. Mira que eres testgarudo.
Por
la calle pasaban algunas monjas un panadero morisco y un cristalero
que iba a componer una vidriera que había derribado uno de los
pedriscos que suele haber en esta ciudad por las fiestas de San
Pedro. Todos se los veía muy afanados las monjitas con los ojos
bajos el morisco muy altanero y que no le quedaba en la boca ningún
diente portaba a la cabeza una bandeja como una herrada. Por allí
cerca estaba el obrador paredaño al convento de las claras. Don
Francisco que iba ya harto de vino entró en un cuchitril socavado
como una bodega en los mismos bajos del temple al lado de una
ebanisteríoa. La entrada de la bodega ostentaba en el dintel un
laurel baquico y un letrero que ponía: “más vale aquí mojarse
que enfrente ahogarse! Y justo enfrente acurrucado en el lecho del
valle donde estaban los pegujares y los tablares lindamente labrados
por los hortelanos moriscos con sus arriates y sus caballones
adosados en perfecta simetría bajaba el Rio clamores bastante
crecido de corriente salvo en agosto. Tgambien lo decían el rio
Mierdero porque en él desaguaban las letrinas de la ciudad. Sumirse
en él debiera de ser buena tortura. Don Francisco llevaba sobre el
chaleco una enorme cruz colorada. Era de la orden de Santiago y aun
borracho aparecía siempre en compostura. El mosto nunca le hizo
perder la condición de caballero. Me hubiera gusrtado a mi ser el
escudero de aquel sublime beodo. Sus libros aun me siguen emborrando
de sabiduría, de piedad y de risa.
Aspiraba
a alcanzar ls estrellas. Siempre buscando el plano ideal. Mi vida se
enmarcaba en el rectángulo de aquel ventanal balcón que daba a la
acera. Estga condición de niño humilde ha marcado mi camino..
anduve casi todas las sendas hice muchas descubiertas por muchas
tierras pero sobre todo exploré todos los libros y caté los
mejores vinos de la tierra. In vino veritas. Sangre de Cristo. Desde
lo hondo del jarro el jovundo espiritu de Pablillos el mejor amigo
que hubo en mi infancia me hacia momos. Y no eran burlas. Eran
señas. Asi cogía fuerzas y cargaba con la gran luna del espejo
para irla pasando a lo largo del camino.
Y
las campanas tan… tan… tan. Los moros las aborrecían y es una
de las muchas cosas que me fastidian de su religión aparte de que
no permita beber de lo mejor que da la vida ni comer jalufo wl que
no toquen campanas nunca en lo alto de los minaretes. La voz del
almuedanbo nunca tendrá los timbres maravillosos y por eso he
llegado a la conclusión de que el cristianismo es la religión
verdadera. Sin campanas no puede haber dios y yo escuché muchas
horas su dulce repicar. Invitan a la paz, la armonía, el civismo.
Algun sacristán en aquellas tenidas en lo alto de la torre se
asomaba a descansar y a echar un cigarro contemplando el magnifico
panorama que brinda la ciudad. Debía de ser un hombrón pero desde
abajo parecía muy pequeñito.
-Baja
un poco el acelerador. No te entusasmes tanto.
-La
pasión siempre nos vuelve a los hombres ridículos. Ya se muy
bioen lo que me quieres decir, zampabollos.
-Piensa
mal y acertarás.
-Desde
luego
mi
vida iba a ser no tardando mucho un descarrilamiento a ka carta.
Fracasos sentimentales. Problemas laborales trifulcas de todo tipo.
Origionales para puiblicar devueltod. Fui un vagabundo sin suerte.
Una novia me dejó a la puerta de la iglesia otra me divorció. No
sé qué mal fize. No tienes vista. Eres un poco patán. Fracasos
sentimentales situaciones decpecionantes. Por los cafes hice el
ridículo y hasta las putas se reían de mí en los prostibulos. Sin
embnargo yo les decía agiuardad que yo escriba. Dadme papel y
tinta. La literatura me transforbama en una arcángel. Entonces
armado de la flamigfera espadfa de la palabra me convertía en una
arcángel invencible, desalmenaba a mis enemigos, les dejaba sin
argumentos y sin palabra en la boca. Hab´ñia una fuerza en mí.
Quizas fuera la potencia de la fe.
Descarrilamientos
a la carta. Fui pegando bandazos pero estos fracasos son algo
exterior hay que fijarse en l,o que va dentro no en el accidente
sino en la sustancia. Mi vida osciló a péndulo entre realidades
consecutivas y suposiciones metgafíscias. Fui don quijote y
sancxho. Pero ser español significa estar sujeto a esa condici´ñon
de metgamorfosis.
Aquella
fue la ventanal de mi infancia un balcón que daba a la calle pues
viviamos en un piso bajo. Dicen que no eres de donde naces sino de
donde paces y yo pací en muchas partes pero el haber visto la luz
primera a la sombra de la catedral y haber abierto los ojos a los
paisajes que cercan la urbe fue algo definitico. Como un sacramento
que imprime carácter.
El
recuerdo de aquellos años trae hasta mía-recuerdos de un viejo-
aromas de la infancia lejana. Percibo en mezcolanza el eco de
sonidos de bronce de la campana
Aquellas
navidades fueron tristes cuando Juanlo se murió. Yo he nacido a la
sombra de la espira de una catedral del gótico tardía, alta
ebúrnea, encarmada mirando a las estrellas o en dialogo permanente
con el añil de los cielos límpidos de Segovia. Cuando voleaban las
vísperas de las grandes fiestas todos los pajaros abandonaban
helagaduras de los huecos de la muralla donde posaban sus adarajs
los canteros romanos y ahora era habitaculo de golondrinas y de las
perennes chovas de Segovia de un altanero y lejano piar y salíanb
corriendo mientras se alegraban los rostros y las conversaciones se
fundían con el sonido del bronce de la campana gorda que sonaba
sólo en fosd ocasiones el Día de la Resuerreción y el 15 de la
Virgen en la solemnidad de Nuestra Señora. Ese día al correr de
los años me casé yo. Si la torre de la Dama de las Catedral con
sus flamígeros pináculos me parecía inalcanzable las paredes de
la muralla roman a junto a uno de cuyos cubos se adosba casi la casa
de venindad donde vine al mundo me poarecía poco menos que
inexpugnable.
-Tan.
Tan.tan.
el
mundo se llenaba del gozo de las vísperas. Ese toque de visperas o
el son más convencional y perfuntorio del anuncio de las horas
canónicas los llevo metidos en los tímpanos del alma. Campanas que
tocan a veces solas en la memoria. Los niños salíamos a la calle y
nos subiamos a las peñas de piedra caliza-en las margas y
q¡oquedades sobre las que se alzaban los cimientos de la ciudad
aparecían a veces fósiles y animales disecados de formas extrañas,
moluscos, valvas, camarones y caracoles que recordaban que un día
Segovia fue mar precisamente allí donde se alzaba aquella hermosa y
grandiosas catedral, para ver tocar. Los bultos de los sacristanes
que accionaban las cuerdas y los Badajoz desde lo profundo de la
cuesta del socorro parecían figuritas de un Belén. Unos puntitos
blancos en mangas de camisa.
El
haber visto la luz por primera vez bajo la sombra de aquel
impresionante gótico tardío creo que imprime carácter. Dejaría
en mi ánimo un enervamiento, una tensión hacia la verdad y hacia
la bnelleza que costituyen el principal legado del cristianismo.
Para mi la religión es una bñusqueda y una añoranza del paraíso.
Sin esta noción estética que proyecta sobre el mundo la sombra del
ideal como la de aquel cimborrio que lanza su sombra a la paramía
y el valle no es posible la vida ni la esperanza. Era hermosa
aquella catedral que el mundo debe al genio de Gil de Hontañón.
Airosa y joven. Siempre que vuelvo a mi ciudad la encuentro moza
como una novia. Un mojón clavado en la llanura que inspira
elevación recogida y oración. Cada vez encuentro al mirarla algo
desconocido. Produce endiosamiento.
Y
otra cosa. Está dedicada a la Virgen. Forja una noción protectora
desde la lejanía. Anduve luchando muchos años con las sombras del
mundo añorando esa claridad que siempre tuvo la luz de Segovia algo
único. Nostálgico del manto de protección de Nuestra Señora que
los rusos denominan pokrov en una fiesta especial que designan como
el Día
del Manto.
Desde aquella venantgan del numero cuatro de San Valentín yo
aprendía a mirar a lo alto a escuchar las campanas y a ver como
avanzaba la sombra protectora de la torre con el girar del sol sobre
el horizonte como un manto protector de la virgen sobre Segovia. Me
hubiera gustado ser menos entusastas y enardecido pero aquella
sombra y aquel manto me hicieron como soy. En la muralla había un
sillar romano en el que se leía una inscripción. Iuvenalis
Iuvenale decía la inscripción. Lo dem´ñas estaba borrado por la
lluvia que erosionaron el granito. Podía ser una piedra miliaria o
acaso aquella piedra formó parte de un templo a algún dios
derruido. La muralla romana fue derruida por Almanzor. En la
reconstrucción por algonso se aprovecharon todos los materiales.
Tambien me intrigó aquel letrero. Segovia romana inspiró mi
inclinación hacia la latinidad lo que es lo mismo que la
catolicidad. Vengo de un origen donde universalidad quiere decir
tambien altruismo y un cierto sentido caballeresco / romancesco de
la existencia. Tales antecedentes me precluyen e incluen. Mirar
hacia lo alto a la catedral. Había un cipres intramuros que
eclipsaba la vista en parte de ka torre. Las tardes de primavera era
un nido inmenso de todas las aves del cielo y a mano izquierda
estaba el Arco del socorro con el escudo que mandó esculpir el
emperador Carlos V en la cara norte y una talle de la virgen de las
Nieves en la otra. El postigo hab´ñia sido derruido en parte pero
quedaron en parte los ojos oscuros de los matacanes de vigilancia y
las saeteras de lo que debió de ser el cuerpo de guardia.
Yo
miraba continuamente para la cuna vacía y seguía buecando a mi
hermano por todos los rincones de la casa. En la hornacha bajo el
fregadero. La lumbre estaba puesta toda la tarde. Hizo mucho frío
aquel invierno del 47 y hubo fuertes nevadas.pero los días fueron
alargando, se hicieron más largos y fríos. Estábamos de luto
pero venían visitas y nuestra casa era un filandón de gente a dar
el pésame. Hay que sobreponerse... llegó el abuelo del pueblo con
un saco de patatas y judías que mo madre vendía al estraperlo pero
mi madre la Juani que sabía cómo ahorrrar la peseta era mujer de
buen corazón y gran parte de los víveres que criaba el abeulo
Benjamín en el huerto, en el judiar o que trillaba en la era o
molía en los molinos harineros iban a parar a los necesitados de
nuestra vivienda. La puerta del sargento Parra y la Juani estaba
abierta y hasta hacían cola y pedían la vez en espera de un
socorro. La cola todo hay que decirlo no era tan nutrida como en el
pasillo largo y hediondo queconducía hasta la puerta de la Felisa
que recibía a sus visitadores-usuarios en bata de cola. Las
vecinas se hacían lenguas de la generosidad de mi progenitora.
-Ay,
señora Juanita, qué buena es usted!
-Ni
mucho menos, Macrina. Tiene que ser unos por otros.
A
su lado no había pobres aunque mi madre tenía su geniecito. Cuando
rompía un vaso o tiraba la leche que traía el machacante del
cuartel me zurraba cola zapatilla. El óbito de Juan José había
supuesto un duro golpe para ella y creo que empezó a padecer de los
nervios. Yo había quedado como el rey de la casa. Sin embargo,
siempre tuve la sensación de ser aborrecido porque al poco tiempo
quedó encinta y nació otro hermano el tercero que siempre sería
su favorito. Al cabo de mucho tiempo pienso que aquel trauma de no
ser querido de ser infravalorado o despreciado ha sido un lastre
psicológico en mi vida. Y muchos de los padecimientos psiquícos e
inseguridades que me han azotado tuvieron su origen en este
interregno entre la muerte de Juanlo y el alumbramiento de Zacarías
cuando mi madre tuvo un grave padecimiento de tipo nervioso. No sé.
Por otra parte tuve la sensación de que mi padre se volcaba con
los de fuera y a mí me golpeaba al menor pretexto. Yo fui uno de
tantos niños maltratados de la postguerra. En las fotos de aquella
época que conservo aparezco con los ojos tristones y siempre con un
libro en la mano. Esto de los libros fue síntoma. A los libros me
aferré de por vida. Los clientes-usuarios de la Felisa aumentaban
con el paso de los días y debió de irla bien en su negocio el más
antiguo del mundo pues al poco tiempo se mudó a una casa más
lujosa en la calle Gascos. Era una mujer rubia, alta y muy
simpática. Siempre me daba caramelos puesto que el hijo del señor
Silvino el militar en la Casa de la Troya era toda una autoridad y
me besuqueaba pero a mí no me complacían los achuchones de la
Felisa. Llevaba los labios pintados y el aliento le olía vino que
tiraba para atrás. Desde entonces las magdalenas me inspiraron
compasión y una cierta curiosidad. Yo no sería nunca de los que
tiraran la primera piedra. Tampoco los inquilinos de nuestro bloque
que hacían la vista gorda. Pobre mujer. A su marido un oficial
republicano murió en el Ebro. Tuvo que dedicarse al arte
seguramente no por vicio sino por pura necesidad. Tenía una
hermana la Concha que iba a vender caramelos por toda Segovia. En
las ferias en las porcesiones en el âseo Nuevo o en el Salón
sonaba la voz aguardentosa de aquella mujer metida en años y en
carnes que vendía chuches y el pirulí de la Habana por un real.
-A
ral... a ral... ral.
Era
su santo y señas y las buenas gentes de mi ciudada compadecidas se
rascaban el bolsillo e iban a comprar a la Concha un cucucurucho.
La percepción que tengo de aquel entonces era un vivir como
hermanos. No había pasado más de un lustro de finalizar la
contienda y allí no se hacíoan distinciones entre republicanos y
nacionales. Se hablaba de paz de lumbre de trabajo. Pero las
marcas de aquella guerra terrible quedaron tal vez marcadas en el
interior de las almas. La señora Segunda que me daba cachuetes por
ejemplo. La recuerdo jorobada y pequeñita subida sonbre un tuero
del fregadero de su cocina que daba al patio con pozo de brocal y
vistas al Pinarillo. Le habían matado al marido en la guerra y a un
hijo. Vivían de lo quesacaba Gabriel el cojo que vendía pipas y
cigarrillos en la estación. Todos los dias se le sentía bajar por
la escalera a rastras. Se protegía las manos con una especie de
almohazas para no herirse y con rodilleras y subía a su triciclo
con un pedal de mano y con su cestas pedaleaba los dos kilómetros
que distanban entre el barrio de la estación y el Arco del socorro.
Era el único que miraba a los militares con cierta prevención.
Sin embargo, le quería mucho por ser hijo de la señora Segunda una
santa él decía.
-Lo
pasado pasado, Gabriel, hay que echar todo eso en el olvido.
-Ya.
Pero es muy dificil renunciar a las ideas, mi sargento.
Sin
saber que responder mi padre le ofrecía la petaca y fumaban
amigablemte el soldado de Franco y el paralítico republicano.
Gabriel vendía pipas en el andñen y cuando regresaba a casa
escribía poemas. Yo tengo sus manuscritos que desgraciadamente no
vieron la luz. Por aquella escalera bajaba Taito que era aprendiz
de albañil y la Tía Carnerita gorda como una tinaja y la voz ronca
de aguardiente dejando un rastro de olor. Uno de sus hijos era
ciego y vendía los veinte iguales para hoy y una hija la Carmen
había tenido un hijo de soltera, Constantino
que era de mi edad. Lo había engfendrado un italiano del que nunca
más se supo pero la Sefarina la hija mayor de la Carnerita cuidaba
de todos ellos. Freganba suelos se levantaba a las cinco de la
mañana para kir a asistir y por el verano vendía helados en un
puesto que tenía en el Azoguejo. Estaba cargada de hijos y tenía
a su marido emn la carcel. iba a verlo al penal de Cuellar algunos
jueves en los coches de lñíneade Galo álvarez. Tengo que decir
que mi padre que estuvo destacado en la guardia de soldados que
vigilaba el castillo le llevaba algun paquete de comida y lo
recomendó al coronel Tomé para que saliera en libertad alegando
motivos de buena conducta y además el Iglesias el marido de
Serafina carecía de delitos de sangre. Este hombre llegó a ser en
Segovia muy popular pues era buen recitador y en muchos salones de
actos se le invitaba como rapsoda. Su tour de force era el Piyayo
de Ganbriel y Galán.
Aquella
ventana de mi infancia otreaba horizontes de ,melancolía pero nunca
el odio que ha aparecido casi setenta años después a menos que ese
rencor estuviera soterrado o haya saltado a la palestra de forma
interesada a instancias de esas fuerzas oscuras que tienen una
trayectoria invisible pera tan malignas como frecuentes en nuestra
historia. Esas fuerzas son las que envenenan la convivencia entre
españoles.
Otro
de lospersonajes que subñían y bajaban por la escalera de la casa
de San Valentín era un guardia civil padre de otro amigo al que
aludiré despues puesto que el señor Juan, muy serio y muy guardia
civil, cuando pasó a la reserva fue contratado como portero del
seminario de Segovia. Le recuerdo siempre serio inmerso en un gran
mutismo introducido en su tronera. En toda la tarde se leía de
arriba abajo el Adelantado de Segovia. Aquella sequedad aquuella
seriedad escondían un buen corazón pero tambien un entendimiento
cargado de ezxperiencias pesimistas sobre la inclinación al mal de
la naturaleza humana que él había vivido a través de su oficio de
policía en años muy duros. Era un hombre enoprme alto bien
parecido con unas anchas hombreras. Nbajaba las escaleras
lentamente com el mauser en bandolera la capa y el tricornio.
Infundía un poco de respeto aquel honrado número de la Benemerita
pero daba la impresión de estar amargado por cuestiones que ya he
detallado en otro ca`´itulo de esta hisotira de mi vida. A la
puerta le esperaba el otro número con que hacía la mayor parte de
los servicios y salía mauser y escarcela al hombro de correría.
Se llamaba Belinchón.
Pese a su apellido en aumentativo el guardia Belinchón era
pequeñito vivaracho y locuaz. La pareja era un contrapunto.
Parecían la ele y la i pero toda una pareja de la Guardia Civil
circulando por los caminos de España. Acostumbrados a ver mucho y
a pasar fatigas y sinsabores. Paso corto vista larga y ojo al
cristo que es de plata como se suele decir. Casimiro
el guardia mi vecino era de rango inferior a Belinchón que lucía
una galón rojo en forma de ángulo por lo que antes de iniciar el
servicio tenía que cuadrarse y darle la nopvedad como subalterno.
-Sordenes.
Sin novedad, mi cabo.
-Pues
adelante con los faroles.
Y
La L y la I transfigurados en pareja de la GC desparecían por el
postigo del Socorro. Pero antes una paradita en la tienda del Tío
Juvenal que solía invitarles a café de puchero y una copa de
coñac. Se agradecía pero se rehusaba. La Benemerita no prueba el
alcohol cuando está de servicio. Se les respetaba y acaso se les
quería pero también se lestemía. El guardia Casimiro le contaba
una vez a papá en una de las pocas ocasiones en que éste rompió
su reserva y su mutismo que el peor servicio para ellos no era la
lucha contra el maquis. Era la cuerda de presos. Alguna vez
mirando atras en su hoja de servicio fue cuando tuvo que conducir
desde Puerto de Syanta María hasta Chincilla a tres penados que
iban a ser reos de muerte.
-Parra,
eso sí que es duro. Se te parte el corazón. Nunca
te
acostumbras- le decía.
Por
eso aquella tristeza en el rostro del guardia Casimiro. La guerra
le pilló en Madrid. Un guardia civil tiene que ser siempre leal a
su gobierno. Luego cuando vio aquel desbarajuste se pasaría a los
nacionales. Sus ojos estaban cansados de tanto testimonio de
tristeza de tanto ir y venir en interminables retenes por los
caminos.¡Cuantos secretos encerrados en el macuto de un guardia
civil! Luego regañaba mucho con su mujer por causa del Antoñita
al que nunca comnsiguió meter en vereda como declararé despues.
De
oscurecida pasaban los grandes rebaños de la mesta. Mil. Diez mil
ovejas. Creo que hasta cien mil cabezas pasaron por el portón
camino del fielato para el pesaje y la alcabala. Detrás venía el
morueco o carnero padre con un cencerro. A los flancos, guardando
la línea, excelentes guardianes de la majada, los mastines, algunos
de ellos de una alzada pareja a la de un buche que obedecían las
órdenes de los rabadanes, todos con boina, calzados con albarcas y
con piales y zaragüelles. Parecían soldados que la mesta siempre
estuvo algo militarizada. Por las noches se sentía ladrar a lo
lejos el ladrar bronco y profundo de aquellos perros que desafiaban
no sólo al lobo con sus carlancas sino también a la luna.
Contemplaba yo aquel tránsito impresionante de cabezas de ganado,
un mar de ovejas. Siempre había sido así. Desde la edad media
hacían vereda delante de aquella casa e iban a pernoctar al
pinarillo cerca del cementerio judío donde estaba el osario o
cementerio judío. En plena cañada real. Costumbre establecida
desde las merindades. Aquel olor aquel tamo que los animalitos
levantaban al cruzar la puerta del Socorro de la vieja ciudad
amurallada me impregnó del sentir de la historia de mi país. Un
pueblo bronco y m´çagico y comunero que siempre tuvo muy arraigado
el sentimieento de la libertad. Entraban por la de San Cebrián e
iban a dar al puente de Santi Spiritus que cruzaba el Clamores. La
vida seguía y poco a poco dejé de pensar en mi hermanito muerto
aunque de tarde en tarde cuando me traían de en cá la señora
Amtonia la catalana miraba para la cuna suya recién hecha. Sobre
el dosel lloraba un angelito treiste pero las sabanas estaban
limpias y las almohadas como epernadole. Al final de aquellas
navidades los Reyes me trajeron un caballito de cartón. Era así
de grande tan grande como los mastines de los pastores trashumantes.
Era muy bonoto de color gris, los ojos saltones, una silla roja y
andaba sobre ruedas. Tacatatacata. Con el juego venía una fusta.
Es lo que me hizo más ilusión. Me pasé dos días cabalgando y no
quería bajar del carretón ni a tiros. Mi alazán tordo gris
cabalgaba todos los horizontes. Los Reyes vinieron ricos. También
me trajeron un camión de bomberos que arrastraría yo por la acera
al pie de la muralla. La hija de la Macrina que era mi amiga me
acompañaba en aquellas veladas de la ilusión. A ella la habían
echado una cocinita y una muñeca con la que jugamos a los papás y
a los médicos. Pero la hija de la señora Macrina no me gustaba.
La que verdaderamente me gustaba era otra: era la hija del
subteniente Casado
compañero de mi padre. Vivían detrás de la Plaza
Mayor
cerca del obispado y segun la costumbre en aquellos años las
familias se solían hacer visitas los domingos y fiestas de guardar.
El visiteo a medida que fue subiendo el nivel de vida y fuimos
siendo más rico fue sustituido por el chateo: recorrer diferentes
bares de tapas más vulgarmente conocido como alternar. En la
posguerra no daba para tales dispendios de salir a tomar algo. Ese
algo se tomaba en casa. Siempre con algo más de fundamento. Se
llamaba Merceditas la hija del subteniente y creo que fue mi primera
novia mi amor precoz. Cuando llegaban las visitas a nosotros nos
gustaba meternos debajo de las faldas de mesa camilla y nos
contábamos cosas. Hacíamos lo que veíamos hacer a los mayores y
nos hablábamos sentados en el hueco del brasero. También venían
los Tinaqueros que tenían un jijo que se llamaba Cipri y era de mi
edad. Él me enseñoó a jugar al guá. Tenía mucho tino con las
canicas que llevaba en una bolsa prendida a la cintura algunas de
ellas de mármol. Cipri tambien sabía silbar muy bien entre
dientes. Me enseñó pero ese silbo maravilloso que hacía él
nunca lo pude copiar. Yo decía cositas a Merce en nuestro
escondite de la mesa camilla mientras los mayores hablaban de sus
cosas y jugaba a las bolas con cipri o a los carreristas. Los
corchos de la cruz blanca dentro metíamos un cromo de nuestro
ciclista preferido que solía ser Berrendero o Trueba el ganador de
la Vuelta a España torneábamos un cristal a molde del agujero del
corcho y luego se pegaba con jabón y ya estaba listo para
dispararlo por una carretera de arena hecha removiendo la tierra con
las dos manos en horizontal y hacíamos puertos de montaña y todos
con sus correspondientes bajadas temerarias. El que golpeando al
carrerista con un golpe del dedo índice y pulgar llegaba con su
cromo a la meta el primero ése ganaba. El que se salía de la
pista quedaba descalificado. Así eran los primeros juegos de
infancia en la solana de la Puerta del Socorro. Veía pasar la vida
desde mi ventana balcón en el piso bajo pero exterior del número 4
de San Valentín. Sólo tenía un dormitorio el comedor y una
cocina con los techos muy altos pegada a la escalera con una leñera
tenebrosa donde yo pensé que habían encerrado durante mucho tiempo
a mi hermanito. La ventana daba a la muralla. El primer paisaje
que vieron mis ojos fueron aquel muro de sillares romanos que
arrancaban justamente de la espalda de los peñascos de calizas
sobre los cuales se eleva la ciudad. Los grajos y los vencejos
anidaban en las socarrenas o hendiduras que dejaban los andamios.
Las tardes de primavera eran una fiesta de alas negras recortadas de
golondrinas en vuelo versátil y exhibicionista alegrando con sus
trinos la atardecida.
Si
alzaba la vista contemplaba el capitel augusto de la Dama de las
Catedrales una saeta volando al firmamento. Todo era verticalidad e
imperial arquitectura. El lugar parecía comunicarte una fuerza
interior y un grito de llamada: citius,
altius fortius.
Os quiero a todos escaladores atletas del Señor. Esa fuerza de la
mirada hacia las cosas latia dentro del fanal de un ojo oculto. Era
como el grito de una fe ancestral.
Aquel
edificio del gótico tardío fue la sede de ,is primeras vivencias.
De la mano de mi padre subiamos a misa por las viejas callejuelas de
la judería casas humildes que se acurrucaban bajo el amparo de
aquella torre mágica. Los domingos a las once había misa cantada.
Tarareaban Tercia los canónigos detrás de la reja del coro de
impresionante labra luces apagadas. Por los vitrales policromos de
las grandes ventanas encaramadas penetraba una luz lechosa y sobre
el gran facistol donde yacían los etustos y desencuadernados
becerros antes de la misa cantada el ángel de los salmos pasaba las
páginas. Me impresionaron de siempre y con algo de ellos mi alma
quedaría marcada para siempre aquellos librotes, aquella monomio.
Abrid señor mis labios. Dios de Israel seas mi baluarte contra
quienes me persiguen. Y los herrajes de cierre y las letras gordas
pautando melismas gregorianos. Allí se reclinaban las claves de una
música olvidada. El prcentor se acercaba con paso leve y cantaba
una antífona. Respondía el coro con desgana pero haciendo valer en
medio del cansancio la virilidad de los siglos. En medio de la
monotonían de la historia las oraciones sonaban. De tanto pasar
página los extremos de los cantorales llevaban la marca de los
dedos qwue tocaron los cantorales sagrados. Sentados en sus
reclinatorios o apoyados sobre las misericordias de fina labra
aquellos religiosos de capas negras y blancos sobrepellices cumplían
la rúbrica y el decoro. Una ausencia se pagaba con una multa de
tres pesetas. Siete veces al día. La impronta de los dedos sobre un
ángulo de la página hacían estar en los hombres qye habían
cantado las Horas desde el siglo XII. La familiaridad con el trato
divino les había convertido en seres escépticos y despondentes.
Cantando era una forma que tenían de arremeter contra las
embestiodas de la Bestua que acosaba a una humaniodad en aflicción:
guerras, hambrunas, discordias, muerte, enfermedad, fracasos. Tus
alabanzas salgran de mi bca, Señor siete veces al día. Te alabaré
desde la aurora hasta el ocaso. ¿Y tu, dios mío, qué me das? Una
protección dispensas yo no la veo. Abre, señor, mis labios pero
abre también mis ojos. El organo prorrumpía en sones mayestáticos
al final del oficio. En lo alto de la cúpula
VIVA
SAN FRUTOS BENDITO.
Para
san Frutos – decía nuestro llorado don Julián García Hernando
al que dimos tierra este verano- hay dos caminos. El de la Pedriza o
tebaida Segoviana en lo alto de un risco donde buscó la santidad
apartada y vida penitente mirando para las águilas que planean
sobre las hoces y alcores del Duratón. El del trascoro de la
catedral de Segovia donde se guardan sus restos en una urna o lucilo
de jaspe sobre el retablo que labrara Ventura Rodríguez y se canta
el tradicional himno. Yo elegí este último porque llegarnos hasta
Fuenterrebollo no me vagaba. La dama de las catedrales estaba de
bote en bote. Tiene un aforo para quince mil personas. Y que bien
resonaban los coros y la orquesta de violines acompañando al solo.
El tiple. Hace cincuenta y dos años yo fui tiple junto con Moyano,
Publio Sanz y Marianillo. Oyendo a aquel niño yo pensaba en Moyano
y en Marianillo que eran dos latinos. Y que bien resonaba su alegro
y el resonar de los violines bajo los elegantes empinos de las
airosas y etéreas bóvedas que trazara Gil de Hontañón. No hay
en el mundo gótico mas florido ni catedral más hermosa. Viva San
Frutos bendito gritó al final de la interpretación un barítono .
Poco
más o menos como entonces. La vida sigue igual. De José del Moral
heredó la batuta Dom Frechel, canónigo precentor o maestro de
capilla. Y a don Daniel Llorente de Federico le relevó en el báculo
y la mitra don Angel Rubio que no es tan alto ni lleva capa magna ni
caligas ni quirotecas ni manipulo pues es toledano y más bien
pequeñito y ha cambiado algo el rito. Me fa la impresión que éste
va a ser un gran obispo, muy cerca del pueblo. No suelo equivocarme
en los primeros golpes de vista.
Pese
a la crisis y la que está cayendo la sede de San Geroteo sigue viva
y no ha muerto la ancestral fe nuestra que nos inculcaron a
machamartillo.
Qué
compases más exactos y que temperamento más sanguíneos los de los
maestros de capilla de la sede segoviense. Y sonaron nuevamente otro
año más y otro menos las estrofas de una composición del siglo
XIX que todos los segovianos nos sabemos de memoria y llevamos en el
corazón:
Al
siervo bueno y fiel que rogando sin cesar
Consigue
bienes eternos de la infinita bondad (bis)
Al
que es gloria de esta iglesia patrono de esta ciudad
Como
un padre de la patria y socorro universal
Bendigan
todos. Bendigan todos y alaben
Su
virtud angelical (tris)
Los
prodigios. Los prodigios y milagros
Que
a favor de sus devotos ejecutó liberal.
¿Quién
los podrá enumerar? (tris)
Un
icono de San Frutos me acompaña desde hace más de medio siglo. Es
una foto de la estatua de que este divino anacoreta barbuda estaba
en un altar de nuestro seminario viejo con escapulario de carmelita,
túnica de cisterciense, un rosario enorme y un gran libro. Para
hablar de este santo de mi pueblo, una santo mozárabe que fue
perseguido por amor a Cristo y por su pasión por la verdad
criticando las costumbres de los godos, sus envidias, sus
estrambóticos placeres y huyó al yermo con sus libros, con su
bordón y su rosario que entonces no se llamaba rosario sino
“tasbib” o recitación por cuentas a la manera que siguen
haciéndolo los mantras y los monjes orientales y los que llevan al
conocimiento y unión con la divinidad mediante la recitación del
hesicasmo.
Tuvo
que poner pies en polvorosa poco tiempo antes de que Segovia cayera
en las garras sarracenas. Los moros nos venían pisando los talones
pero seguramente más temible que los los moros debió de parecer
al santo la incuria y falta de fe de los malos cristianos
segovianos. Arreciaba el morbo visigótico poco más o menos como
ahora. Eso que llaman envidia. El peor enemigo es el que llevamos
dentro. En este país no suele venir de fuera sino de adentro. Hay
mucho topo, se multiplicaban los caballos troyanos, todos los días
nos tenemos que limpiar las babas de los besos de algún Judas.
Ruega por nosotros, glorioso san Frutos.
Buscó
las cuevas de los siete altares cerca de Sepúlveda y se instaló en
la Pedriza en compañía de los suyos. Es posible que los otros dos
santos que celebran con él en la fecha del 25 de octubre el
martirologio romano que intercalan la fiesta tomada de los misales
visigóticos, San hijo y santa Engracia no fueran sus hermanos sino
su propia esposa y su hijo. En la trayectoria eremitita muzárabe
los monasterios eran mixtos mucho antes de la llegada de San Benito
y de la reforma de Cluny. Es igual.
Que
fuera soltero o casado nada importa. San Frutos es san Frutos
nuestro santo tutelar. Su rosario, recuerdo cuando pasaba por los
tránsitos y le veía colgando de la cintura fue un detalle que
entró con todas mis apercibimientos. Soy un desapoderado fanático
del rosario y casi siempre llevo en la mano un libro pues siempre
hay un ángel que me recomienda lo que a Agustín: tolle et lege.
Toma y lee. Siéntate. Olvidate, desaparece. Sueña.
Que
hermosa lección de la Iglesia que insufló en nosotros esas
taxonomía de lo exacto por la palabra y por la letra. La lectura
hace de nuestras vidas algo más sólido y determina que no seamos
cañas movidas por el viento. Que no tengamos miedo. Que no
cambiemos.
Eh
tú, el de Aldehorno, que yo no cambio ni cambeo. Tampoco tengo
miedo a nada, sólo al pecado de la envidia que es una manifestación
por via de frustración que alienta en muchos corazones.. Opus Dei.
Opus mei. Algunos estáis un poco locos.
La
esclavina penitente de mi querido santo mozarabe es nuestro baluarte
así que a vuestras amenazas ni puto caso. El cuerpo me podréis
arrebatar pero ni mi alma que es de Dios y morará en las alturas
más allá de las peñas grajeras y de las estrellas que contemplaba
san Frutos en las augustas noches de mi tierra.
Existe
una leyenda segoviana que debió de tomar en cuenta cuando Aniceto
Mariñas esculpió la estatua de san Frutos que preside la puerta
mayor de la catedral que dice que cuando san Frutos pase la hoja del
libro de piedra que está leyendo se acabará el mundo. Anicetillo
se tiraba horas y horas en la catedral para ver pasar pagina al
santo. Y ésta siempre se estaba quieta por lo que coligió el
artista que nunca se acaba el mundo.
Somos
nosotros los que pasamos página. O nos la pasan. Y ya nos lo dirán
de misas.
Fue
un acto muy hermoso. Ya digo la iglesia mayor de nuestra Segovia
registraba un aforo como yo casi no recordaba. Era una catedral
diseñada para llenarse para estar abarrotado y allí miles de
personas mirando para arriba como lelos a ver si san Frutos pasaba
la hoja o escuchando embelesados su himno melodioso. El libro, el
rosario, el cíngulo de cuero o de piedra, la gran calva y sus
barbas bizantinas fueron sus atributos de santificación. Con ellos
venció al mudo y entró en comunión con la armonía de las
esferas.
San
Frutos es más que un santo tutelar. Todo un personaje entre
nuestros paisanos. Y un símbolo de nuestros genes. Nos gusta leer,
nos gusta aprender, somos sufridos y recios de temple y tan buenos
que parecemos tontos y hasta dejamos que las palomas nos meen en la
calva, pero siempre hasta cierto punto; nuestro aguante tuvo un
límite. Nos gustan el cielo azul y el canto de las aves.
Y
por eso le llamaban el pajarero por que en su fiesta todos los
altozanos de esta tierra, todas las zarzas y los espinos se llenaban
de bandadas de jilguerillos dispuestos a saltar a África en
trayectoria opuesta a la que trae hoy el rumbo de las pateras.
Recuerdos aquellas caravanas de ciclistas que veía partir por
Baterías o por la Lastrilla en bicicleta con una caja forrada de
hule a cuestas la liga y el cebo bien colocado en las varetas
dispuestas. De Segovia es la frase de tirar varetas a pájaros para
describir nuestra afición por el campo y los tomillares.
Callad
la tarde regresaban los pajareros al hogar con las cestas llenas y
en los bares te servían siempre un pajarito de aperitivo. Menos mal
que hoy la caza con liga está prohibida. San Frutos que es un santo
ecológico donde los haya y esta de guardia en el cielo para todo-
algunos le invocan también contra la violencia de genero que es el
mal de nuestro siglo- debe de haber intervenido para que los
desaprensivos cazadores hicieran aquellos estropicios y hecatombes
de gurriatos jilgueros algún tordo y más de un pardillo por donde
tirábamos varetas. San Frutos er un santo para todo. Optimo remedio
para todos los males. De su altar quebraban exvotos bragueros de
quebraos y mechones de cabellos de niñlas muertas. Y hasta para el
mal de los dientes. Reza la tradición devota que al que de vuelta a
la ermita no le volverán a doler las muelas. Y tanto. ¡Menudo
precipicio! San Frutos hacía equilibrios espirituales sobre
aquellos gollizos que siegan el curso del Duratón como una hoz con
sus piedras tajadas.
Aquellos
san frutos de antaño en las casas se comía pisto y pajaritos
fritos. “Cuando llega octubre el cielo se pone azul de fiesta y
emigran los pajaros” así empezaba un cuento mío primerizo.
Era
fiesta grande en el seminario. Terminaban los ejercicios
espirituales y por la mañana al despertarnos a toque de campana
bajábamos a los tránsitos donde Blas Carpintero y Zurita de
Valladolid habían colocado las sotanas nuevas. Que ilusión más
grande ponerse por primera vez la sotana y el birrete en las
gloriosas mañanas soleadas de san Frutos. Era como un regalo de
reyes.
Yo
creo que desde aquel 25 de octubre de 1955 –ya ha llovido- en que
me la coloque sobre mis lobos la sotana no me la he quitado nunca ni
renuncié a lo esencial de mis convicciones católicos. El bonete
sí. La beca roja me sirvió de bufanda o de moquero. El bonete me
lo he quitado muchas veces y hasta he jugado al chito con sus puntas
de cartón.
Pas
barbas no las tengo tan floridas sino más ralas que mi santo
cenobita mozarabe. Y como él tengo un libro en la mano. No paso la
hoja. Por si acaso. Mis queridos paisanos, felicidades. Esa hoja y
ese libro enhiesto marcan siempre el camino del cielo
07/10/2025
CUARTO
TRIMESTRE
La
catedral de Segovia es uno de los mayores templos de la cristiandad
y después del de Sevilla acaso el más grande de Segovia con sus
bóvedas de tracería que alcanzan los sesenta metros de alturas y
unos responsiones o columnas sostén de la nave central de hasta
ocho metros de grosor. La torre, una atalaya impresionante que se
divisa a cincuenta kilómetros a la redonda en la alta paramera,
alcanza los cien metros y a decir de algún viajero los ritos de
semana Santa de acuerdo con las rúbricas de la liturgia isidoriana
o hispano-visigótica en ella resultan de un gran esplendor y nada
tendrían que envidiar a los del Vaticano. Incluso los superan. La
basílica de San Pedro, lóbrega y sucia, servía de albergue a los
peregrinos que iban a ganar el jubileo y su estructura renacentista
no inspiró nunca gran devoción. Bruneleschi, Bernini con su arte
dieron a entender que Roma está llena de poder pero vacía de
Jesucristo. La basílica vaticana como todo centro de poder
sobrecoge y no inspira. Allí a diferencia de Compostela no había
botafumeiro. La ingente multitud de desarrapados que pernoctaban y
hacían sus necesidades en el recinto hacía que las misas papales
no fueran todo lo edificantes que cupiera esperar. En la sede
segoviana había un retén de vigilantes que expulsaba a los
alborotadores, a los mercachifles y a las ninfas de cantón incluso
que hacían la carrera en los soportales de San Juan de Letrán
velando por la seguridad y compostura de los asistentes a los
oficios. La ciudad eterna agrupaba a una tropa variopinta de romeras
y de rameras. Siempre debió de ser así.
En
su semana mayor por el contrario Segovia se transformaba en un
verdadero zoco de devoción donde se daba cita toda la ciudad para
asistir al drama de la pasión del Señor. El templo tiene una
capacidad para 20.000 personas y esos días el aforo se llenaba.
Todo comenzaba el domingo de ramos con la pontifical oficiada por el
obispo quien hacía su entrada solemne por la puerta de San Frutos
al son de clarines y timbales y de repiques de campanas. Las torres
de sus cerca de doscientas iglesias y conventos empezaban a girar
con su volteo molinero como arropando a la catedralicia sede de San
Hieroteo, que así se llamaba su primer obispo. El bronce más
sonoro era el de la campana gorda de la iglesia mayor. Un lacayo con
librea le abría la puerta de su coche un Mercedes y los añafileros
del Ayuntamiento de levitas de botones de plata con un tricornio en
la cabeza se inclinaban profundamente. Ya en el mismo umbral de la
basílica salía a recibir al prelado el cabildo en pleno; lo
presidía el deán Revuelta con el arcediano Bernardino y el
archivero Hilario Sanz con sotana de seda y muceta morada bajo el
balandrán (los mejores meneos eran los de Fernando Resines el
fámulo episcopal que no se separó de su obispo ni en la vida ni en
la muerte, según va dicho) y detrás la clerecía en sobrepelliz:
beneficiados, acólitos, cruciferarios y turiferarios agitando el
incensario y representantes de las órdenes militares en ropa talar
con un bonete de cuatricornios con pompón sobre sus honradas
testas. Dos pajes venían detrás del señor obispo portando la capa
magna- tres metros de seda colorada enrollada al brazo- mientras la
schola acometía las estrofas del “Iste
Confessor”.
El
maestro de ceremonias don Julián Canto cuidaba de que se hiciesen
todos los movimientos, los gestos, las referencias y los pasos
conforme a las rúbricas del rito isidoriano, con un puntero en la
mano con el que iba señalando al preste las oraciones preceptuadas
por el misal. El puntero era de plata y a decir de los especialistas
en liturgia tenía un ascendiente muy antiguo: la sinagoga.
Un
diacono con dalmática y un subdiácono con tunicela flanqueaban la
cruz procesional. El acólito portaba un acetre, vinieron dos
sacristanes y revistieron al obispo de capa pluvial con la estola
cruzada sobre el alba, en lugar de horizontal para indicar que el
que la llevaba había alcanzado la plenitud del sacerdocio y éste
tras mojar el hisopo dentro del caldero empezó a rociar las cabezas
de los fieles de agua bendita. El coro entonaba el Asperges y, al
acabar la antífona del Asperges, el precentor, maestro de capilla,
Pepín del Morral, que era asturiano de Oviedo con tan buen oído
como don Celso pero peor mala leche dio un golpe seco con un grueso
cantoral sobre el facistol – en cuaresma y tiempo de pasión
estaba prohibida la campanilla y sólo se permitía el uso de la
carraca- alertando al organista que esperaba en su tronera a los
mandos de su órgano de trescientos tubos la señal:
De
repente irrumpió dentro del templo como un tsunami de armonía y
una ola de notas musicales bañó la catedral en crescendos, tremos,
alegros que eran como el estallido de las olas de un océano de
melodías bajo las bóvedas de tracería que habían sido diseñadas
con arreglo a unos cánones de ortofonía y disposición tal que se
esparcían las vibraciones por cada una de las naves. Las fusas y
semifusas las corcheas y los calderones los melismas querían como
colgarse de los empinos y voltear los contrafuertes y arbotantes
acariciando con golpecitos las vidrieras para luego transformase en
un chorro de voz metálica que descendía de lo alto al igual que
una lluvia de fuego sobre nuestras cabezas. En aquel flotar de
arpegios y de malabarismos sonoros, en aquel tour de force de
virtuoso del piano con que nos regalaba don Celso el domingo de
Ramos muchos creíamos ver no ya la entrada del obispo don Daniel
Llorente de Federico en su cátedra sino que más bien la llegada
triunfal de la Iglesia militante a la Jerusalén celeste. Todo
aquello era como una avalancha que anticipaba el Paraíso.
En
ese momento los de la escolanía, que veíamos desde el coro bajo a
don Celso manipular el teclado de su armonium, éste parecía
transfigurarse. Bien podía ser un Beethoven resucitado o el maese
Pérez el organista de las leyendas toledanas de Bécquer. Distaba
mucho de ser aquel cura rural que nos enseñaba el compás de
compasillo y el de tres por cuatro en las clases de solfeo. Había
nacido en Hontoria el pueblo más pobre de toda la provincia de
Segovia y había regentado curatos en pueblos de la sierra. Ahora
por esa capacidad que tiene la música para la metamorfosis se nos
había vuelto un superman. Estaba claro que era la luz bajo el
celemín pero don Celso Díaz sabía música por un tubo. Él fue el
que nos hizo la advertencia en alguna de sus clases que la catedral
de Segovia conservaba en sus archivos piezas que eran auténticos
tesoros de la musicología y cuya clave anterior al gregoriano se
había perdido pero algún día a través de la tecnología darían
con la piedra filosofal para volver a interpretar dichas partituras.
El maestro organista tambien nos dijo que el que canta alaba a Dios
dos veces y que la oración mental puede servir de mucho provecho a
las almas pero cuando ésta se hace comunal y cantada Dios tiende a
escucharla más propicio. La iglesia no es sólo una lista de
prohibiciones y de pecados o de las pandectas del Derecho Canónico
sino un código de valores entre los que se encuentra la belleza, la
ceremonia, el culto solemne. Tales advertencias de nuestro maese en
mí dejaron una profunda huella y a partir de ahí he pensado que el
Señor no puede encontrarse a gusto entre la estridencia, la
procacidad, lo feo. Porque el señor es lo bueno, lo útil, lo
afable, lo risueño. Don Celso era tan habilidoso con los dedos que
era capaz de improvisar conciertos a tres voces. Se sabía todas las
canciones, todas las misas, del repertorio de Solesmes, conocía
todas las versiones de los Kyrie, del agnus dei y los diversos tonos
del prefacio pero se murió con un retintín: haber sido incapaz de
poner en solfa algunas partituras de aquel prontuario del siglo VII
letra de Alcuino de York y música de un monje de San Columbano que
atesoraba el acervo catedralicio.
Terminado
el Asperges, la misa se iniciaba con la bendición de las palmas. El
color de la liturgia era el rojo. Gente sencilla del pueblo, sobre
todo, niños, traían palmeras, ramos de olivo o de laurel para que
se los bendijera el oficiante. Estos despojos vegetales después
eran colocados en los balcones y allí se tendían hasta el año
siguiente porque era creencia popular que protegían las casas
contra el rayo, el fuego o eran un deterrente contra cualquier
malquerencia o iniquidad. “Sed
libéranos a Malo”
(guárdanos del demonio). Último versículo del paternóster. Con
su humilde ingreso en la Ciudad Santa la mañana triunfal del
domingo de ramos a lomos de una humilde pollina nuestro Salvador
había derrotado a las pompas y vanidades del mundo, venciendo a la
concupiscencia del diablo y enseñándonos a despreciar las cosas de
la carne.
Irrumpía
gran congregación de gente menuda (todas las escuelas,
aspirantazgos, oblatos, academias, jardines de infancia, hospicios,
fraternidades de beguinas, casas cunas y escuelas primarias de la
ciudad, dando cumplimiento al mandato de Jesús “dejad que los
niños se acerquen a mí” cruzaron bajo el dintel de la puerta de
San Frutos y se habían dado cita en el enlosado del atrio) cantando
hosannas detrás de un moro con turbante palestino que cabalgaba a
lomos de una asnilla blanca dando vueltas por el recinto. A su paso
los viandantes se despojaban de sus abrigos y ropas de vestir
colocándolos bajo los cascos de la cabalgadura. La gente tiraba
flores desde las ventanas. Una matrona arrojó un repostero con la
insignia nacional que colgaba en el balcón de su vivienda y gritó
con voz recia en latín para que lo oyera toda la plaza;
La
gente no se extrañaba que las fregonas hablasen en latín y los
arrieros siendo de natural malhablados se despachasen en largos
ditirambos al de la borrica porque aquello formaba parte de la magia
y del milagro del Domingo de Ramos. El paso de la borriquilla entre
vítores y aclamaciones marcaba el cenit de la portentosa vida del
Salvador. Viernes Santo sería el nadir. Es el contraste y la
dualidad, el misterio de la Primera venida. El hombre de la calle,
los simples de corazón, los justos de Israel le aclamaban como rey
y libertador. Unas horas más tardes, sus dirigentes, sus políticos,
los que tenían la sartén por el mango, los mandamases pedirían su
cabeza. ¡Qué gran sinrazón, qué tremendo contraste! El pueblo
sencillo odiaría a los príncipes de los sacerdotes y a los
pontífices, los anases y caifases promotores de aquel deicidio
muñidores de contiendas y revoluciones a lo largo de la historia.
Siempre amarrando pareceres y comprando votos y voluntades
imponiendo su ley unas veces de grado y con la persuasión y otras a
golpes de espada o de martillo. So color de sensatez, de prudencia y
de guardar la ley, la democracia etc. no vacilarán en enviar a
muchos a la silla eléctrica y sembrar odios y discordias entre las
naciones. Les engorda la sangre como a Moloch. Son raza de víboras.
Aquellas impresiones de su infancia a Accipiter se le habían
quedado profundamente esculpidas en el alma y no podría prescindir
jamás de aquel sentimiento, de la traición, de la culpa, de la
bajeza del hombre en el marco de la grandeza y bondad de Dios. El
testamento de la Encarnación asumido libremente desde entonces fue
un sentimiento irrenunciable, una idea que configuró su
personalidad. Las escenas de la Pasión imprimieron carácter.
Estigmatizaron su forma de ser. Fueron materia de escándalo y de
rebelión contra unas naciones que optaron por vivir de espaldas al
Gólgota. Por ello escucharía a sus espaldas injurias y rechiflas
que lo tildaron de avenate. Y es que tratar de seguir a la cruz era
un asunto poco rentable.
El
domingo de ramos se tenía por costumbre estrenar zapatos. Yo uno de
los primeros domingos de ramos que recuerdo de mi infancia estrené
un traje de marinero y en abril de 1957 me regalaron una sotana que
había pertenecido al magistral de la catedral que se murió y yo
heredé aquella prenda después de arreglarla mi tía Dominica la de
Fuentepiñel. Así que pude ir a la procesión de marinerito y de
curilla que con mi beca roja parecía un capullo de clavel reventón
mi palmera en la mano y en los labios unas canción_
“Gloria
al Hijo de David
Dios
excelso de bondad
Hosanna
que viene en nombre
Del
eterno Jehová”
Eso
cantábamos.
Con
la recitación salmodiada de la Passio en latín daba principio la
gran liturgia de la Pascua. Dos diáconos, el uno tenor, era el
narrador o cronista, y el otro hacía la voz de la sinagoga y del
pueblo, y un presbítero (bajo) pronunciaba las palabras de Jesús
desde el púlpito de la nave central que era de mármol de Carrara
con incrustaciones de porfirio. El cronista y el representante de la
sinagoga cantaban detrás del cancel desde sendos púlpitos de reja.
La representación dramática de aquellas escenas de Getsemani, el
Pretorio y el Gólgota van dentro de mí. Su eco resonará hasta el
fin de los tiempos. Aquel canto austero y sublime melopea constituye
una de las cumbres literarias jamás alcanzadas por la pluma de un
mortal porque en todo el texto late un quid divinum. La narración
de Mateo por su concisión y precisión no la superó novelista ni
dramaturgo alguno en la tierra. O
bona cruz
salvum
me fac.
Cruz árbol sagrado cuyas ramas alcanzan el paraíso, lábaro de la
resurrección… Vexila Regis prodeunt… que conjura a los
espíritus malignos y destroza la cabeza del dragón. Cruz de los
ángeles, cruz de la Victoria, cruz templaria, cruz de espadañas
humilladeros y torres en toda Europa. Cruz de la resurrección.
Lo
bueno de los papas de aquellas décadas es que no eran personajes
mediáticos. No viajaban. Estaban reclusos en el Vaticano por lo que
no podían ser manipulados. Pío XII comía como un pajarito, y
comía solo únicamente acompañado por un canario amaestrado que de
de vez en cuando daba vuelos por la celda, se le colocaba al buen
pontífice Pacelli sobre el hombro mientras éste escribía
discursos que habían de emitir por radio Vaticano. Eran unas
homilías muy inspiradas que hablaban del carisma de la fe, del
valor del sufrimiento, de la abnegación y la renuncia cristiana.
Pronto llegaba sor Pascualina la religiosa doméstica alemana que
cuidaba de las dependencias papales y se llevaba al canario a su
jaula para darle el alpiste.
-No
molestes a Su Santidad, Caracciolo, mientras prepara sus mensajes
urbi et orbi- le decía sor Pascualina.
Pese
a las admoniciones el pajarcillo seguía alegrando la estancia y las
alocuciones del Papa Pacelli eran seguidos por millones de personas.
Pero su presencia así como figura austera no debía de ser del
agrado de los anases y caifases redivivos y omnipresentes de todas
las épocas. Las lenguas de la calumnia siempre de doble filo y las
serpientes sibilantes proferían insultos y descalificaciones contra
aquel buen papa italiano, un aristócrata romano que conocía bien
los entramados de la curia y sabía estar. Decían que era un nazi y
el baldón de la ignominia bajó con él al sepulcro. Para que a uno
lo crucifiquen no hay procedimiento más sumario que pregonar a los
cuatro vientos la verdad y aquel pontífice promulgaba el perdón y
el amor a los enemigos pero profesaba la verdad y eso no halaga los
oídos de los tiranos. A Pío XII no lo inscribirán en el catalogo
de los santos como tampoco podrá subir a los altares aun habiendo
ganado para la fe católica todo un continente en el nuevo mundo
nuestra reina Isabel de Castilla. Cuando los bombardeos de Roma por
los ingleses y por los norteamericanos el papa del pajarito no se
movió de su sitio, salió de Castelgandolfo para consolar a los
heridos y rezar por los muertos y las fotos nos lo muestran con los
brazos en cruz mirando para el cielo su sotana blanca cubierta de
sangre. No era un fascista pero defendió como obispo de Roma al
pueblo romano con el tesón y la autoridad con que debe hacerlo un
vicario de Cristo. Desde que desapareció Pacelli sus sucesores no
son los agentes en la tierra de la herencia de Cristo sino obispos
libeláticos que asumen el titulo de vicedioses para sostener su
propio statu quo y mirar por los privilegios. Hoy la iglesia es un
banco, una ONG, en conexión con redes ocultas. Por eso no se atreve
a condenar la brutal ofensiva de la OTAN contra los libios ni hay
reprimendas ni excomuniones por lo que puede estar cociéndose en el
horno iraní y las revueltas en Siria o Egipto burdamente
manipuladas por Occidente en beneficio del estado hebreo dispuesto a
masacrar a sus vecinos de Oriente Medio. Aquel era un papa sí señor
al que los creyentes amábamos y respetábamos aunque no le viéramos
nunca. Sólo en fotografías porque desde su entronización los
únicos viajes que hacía fueran de Roma eran a Castelgandolfo. Y
aunque era un apasionado de la velocidad jamás montó en avión.
Todo lo contrario que Wojtyla que dio no sé cuantas vueltas al
mundo pero que dejó a la Iglesia como un patatar polaco sumida en
el desconcierto y la desesperación, con los escándalos pederastas
y los abusos a menores. Vacila la frágil llama de la fe. La gente
ha dejado de ir a misa los domingos porque los curas están mal
preparados y no saben vender su mercancía en este tiempo en que los
círculos mediáticos luchan por las audiencias y miman sus ratings
y sus shares
de audiencia. En la liturgia no hay belleza ni espectáculo. Ni
maestros de capillas como aquel don Pepín del Morral o don Celso el
cura de Hontoria ni maestros de ceremonias con el puntero de plata
en su mano derecha como don Julián Canto. Un poco de pompa nunca
vendrá mal. En la actualidad estar presente en los servicios
religiosos de cualquier parroquia es como asistir a los actos de una
sinagoga donde cada cual berrea por su cuenta o una capilla
luterana. El pietismo protestante es como la música de Mozart.
Técnicamente perfecta pero que no conmueve. Los papas de aquel
entonces nos advertían que la fe católica era la única verdadera
y nada de contemporizaciones de la cruz con el candelabro y la media
luna. Para contentar a musulmanes y judíos la ultima “burrada”
teológica que acaba de soltar Benedicto XVI es que la cruz es
símbolo del amor, no del triunfo sobre el mal. Es una bonita forma
de pasarse por el forro a toda la iglesia constantiniana que tanto
molesta a los judíos. In hoc signo vinces y el símbolo apotrocaico
de las cruces de la Victoria y de los Ángeles del reino asturiano o
la cruz de san Hermenegildo y de Chindasvinto que no servían para
nada según estos revisionistas que tratan de relativizar la
historia. El depósito de la fe es inalienable, prelativo pero nunca
relativo porque en él no se puede aplicar una moral de
conveniencia. Quedarán estas cruces para adornar los pechos
desnudos de las mundanas y de las putas. Sólo del amor. Todo el
mundo es bueno. Este papa dios me perdone mezcla las churras con las
merinas y confunde el culo con las temporas. El discurso del
pontífice reinante recuerda las panfilias de ZP con su majaderías
sobre la alianza de civilizaciones. Juntos pero no revueltos, don
José Luis.. El evangelio es tajante al respecto: “todo el que no
está conmigo está contra mí”. Al bueno de Benito nos le
presentaban como un profundo teólogo y un gran pensador de espesa
condensación mental y no se libra del mal de la época que es la
vulgaridad, lo “Light” y todo cuanto es imagen superficial. Esta
vulgaridad rayana en la chabacanería por estar articulada sobre una
gran mentira histórica y la manipulación de las mentes por el Gran
Cofrade orwelliano determina el desprestigio de los jerarcas
eclesiásticos. La canonización de Wojtyla tan precipitada y basada
en milagros no probados- dicen que la han sufragado los banqueros de
la City y de Wall Street- añadirá más leña al fuego de la
confusión. Es cuanto menos materia de escándalo. Para los griegos
las grandes diosas del tiempo eran tres: Lakesis (pasado) Cloro
(presente) y Ástato (tiempo futuro) sobre estos tres planos juega
la historia es el palimsepto sobre cuya cera modulan los buriles de
los anales el devenir. A Lakesis no hay que amarla. Pero conviene
respetarla y el presente o la actualidad Cloro tiene que ser mirada
con escepticismo para entusiasmarse con Ástato que marca las
huellas futuras. La historia es un volver y revolver un pasar
infatigable. Por eso la precariedad de la época que vivimos en
relación con el esplendor de hace medio siglo puede resultar
raquítica pero de lo que no cabe ninguna duda que el futuro acabará
poniendo a todos en su sitio si es que en realidad el mundo tiene
futuro y no está en el alero una gran conflagración universal que
muchos de los que vivimos aquello nos hacen pensar en las profecías
del final de los tiempos que insisten sobre la prevaricación de
los falsos pastores y de los lobos disfrazados de corderos.
LOS
COLORES DE SEMANA SANTA. SAN PEDRO ERA CALVO. LOS RESPONSORIOS DE
TOMÁS LUIS DE VITORIA. EL TENEBRARIO
De
aquellos días de mi infancia hago memoria que como consecuencia de
las veleidades del calendario gregoriano y al no caer la Pascua en
fecha fija sino variable el tiempo era frío si la Resurrección era
festejada a primeros de marzo y alegre y gozosa, verdadera pascua de
flores, cuando la epacta de la semana grande con fechas de últimos
de abril en fechas retardadas. Verdadera pascua de flores. Había
que confesar y comulgar para ponerse a bien con Dios. Los campos
estaban que daba gusto mirarlos porque no había domingos sin sol ni
doncellas sin amor. La efervescencia de la naturaleza se mostraba
rotunda en las mieses que encañaban, las ramas de los árboles que
abrían sus pimpollos las noches que eran más cortas y las tardes
más largas y que las muchachas en flor acusaban esa rotundidad de
la naturaleza que pronunciaba las curvas de sus talles, el alabeo de
sus senos y la sonrisa de sus rostros. Al regresar de los paseos y
de las visitas a los monumentos los seminaristas conocían el
cosquilleo del primer amor que había de ser platónico por supuesto
y que dejaba en el corazón un poso de dicha y de tristeza. El
torrente de la sangre estaba ahí pero la voz de la Teología
mandaba callar a las células. Echa el freno, magdaleno, tú vas a
ser cura, mantente en castidad. Una mirada, una sonrisa de aquellas
muchachas que estudiaban Magisterio o estaban internas en las
jesuitinas o en las concepcionistas a más de uno lo volvieron
tarumba. La primavera había venido y algunos pensaban haberse
vuelto modorros y no es que estuvieran modorros, es que habían
conocido a una chica que les hacía tilín. Desconocían su nombre,
no habían hablado con ellas. Sólo un encuentro casual en el cancel
de una de las muchas iglesias donde se hacía el recorrido habitual
de las siete estaciones y los siete padrenuestros. Como mucho el
contacto había quedado reducido a ofrecerles el agua bendita al
entrar o salir para santiguarse. En el talego de la muda con la ropa
blanca venía aparte del condumio (el choricillo del pueblo, una
morcilla, alguna que otra lata de sardinas y un poco de queso con un
recado de la madre escrito con letra apresurada de la madre: Ten,
hijo, para que no pases hambre, hinca los codos, no armes bulla, no
te metas en ciscos, reza las tres Avemarías antes de acostarte, los
calcetines cámbiatelos todos los días para que no huelan los
pinrreles que en eso has salido a tu padre, ahorra y no gastes
porque ya sabes como estamos, yo he tenido que coger huéspedes a
pupilo para pagarte la carrera, procura no coger frío, etc… mamá
no tengo un real, sólo me compro una bamba algunos días cuando
viene con nosotros la señá Isabel con el cesto cuando salimos de
paseo porque me da mucha pena la pobre, no hablo más que en los
recreos, me aplico, soy bueno, etc…) venían las Rimas de Bécquer
y algunos los más audaces se atrevieron a Encargar el Decamerón de
Bocacho con la posibilidad de que libro tan amoroso y tan procaz
pudiera ser confiscado por la autoridad competente.
-Aguado,
pero ¿cómo se atreve usted a leer semejantes porquerías?
-Es
que, don Eloy, nos lo ha mandado don Tirso el profesor de literatura
para un trabajo.
-Es
que… es que. Pero ¿tú no sabías, pedazo de majadero, lo que es
el Índice de Libros Prohibidos?
-No,
señor.
-Pues
leer a Bocacho es un pecado gordísimo. Es un libro prohibido. Está
en la hoguera. Aguado, tú te encuentras en pecado mortal si te
mueres ahora mismo, irás derecho a las Calderas de Pedro Botero. Ya
estás subiendo inmediatamente al cuarto del padre Mañanas a
confesar tu falta ante el confesor bendito.
Ah
el padre Mañanas… cantamañanas… el que arrimaba la carita y te
magreaba impunemente cuando tú incauto de ti te arrodillabas ante
el tribunal de la penitencias. Aguado hizo un gesto de contrariedad
porque la penitencia que le mandaba superaba con creces el cuerpo
del delito y el director espiritual se hinchaba a hacer preguntas,
era muy tocón y algunos habían tenido que salir de naja de la
celda de aquel jesuita pegando un respingo. El niño empezó a
llorar:
-Pero
si yo no lo he leído, señor prefecto, ni siquiera lo hojeé. Mire,
está sin abrir.
Y
entre lágrimas le mostró el cuerpo del delito; aquel opúsculo
intonso editado por Miñón una casa de Valladolid especialista en
libros clásicos. Y se lo entregó.
-Bueno,
por una vez pase-dijo el maestrillo no del todo convencido.
Aguado
se quedó sin libro. Don Eloy se metió la obra prohibida en el
bolsillo de su sotana y mandó al muchacho que aquella noche no
bajara al refectorio. A la cama sin cenar. Lo que no dicen las
crónicas es si nuestro querido presidente no se murió de risa
leyendo las salaces y chuscas historias que traía aquel libro del
genial literato italiano.
Los
que presenciamos la escena mientras girábamos por el cuadrado de
los tránsitos viendo dar a Aguado explicaciones y excusas a don
Eloy, nos reíamos para nuestros adentros pues intonso y todo Aguado
había leído los jugosos chascarrillos que ocurren en la
despreocupada y nada melindrosa Verona del siglo XIII contándonos
de qué iban algunos de los lances sobre todo el del Hortelanillo de
las monjas que era mudo. Todas y cada una de las religiosas
desfilaron por su cabaña incluso la madre superiora y a todas se
las pasaría por la piedra. Muchos años más tarde cuando en un
cine de Londres vi la película magistralmente narrada por Passolini
no pude menos de acordarme de Aguado y sus aflicciones con don Eloy
que le había tomado ojeriza y me deleité con la secuencia de la
madre superiora que se alza el hábito-uno de los preceptos de la
regla clarisa era que las religiosas no llevasen ninguna ropa
interior como penitencia debajo de la estameña- y apareció in
puribus. El hortelano que supuestamente era mudo y harto de tanto
laboreo sexual prorrumpe en un grito:
-No,
madre, otra vez no.
Todas
las monjas acudieron al escuchar tan formidable vozarrón. Y
creyeron que era milagro. El mudo había recuperado el habla. Bromas
aparte, los seminaristas también tenían su corazoncito y no eran
inmunes a los dardos de Cupido en aquellas tardes de domingo sin
amor. Muchos empezaron a escribir poemas y a llevar un diario. No sé
lo que me pasa. Hoy la he visto. Ayer no me miró. Estoy modorro…
En definitiva, es lo que hacen todos los adolescentes del mundo.
Pero nosotros éramos diferentes. Teníamos que ser santos y
disfrutar de otra clase de bellezas más espirituales. Creo que la
Iglesia es sabia al formular tales reconvenciones sobre los peligros
de la carne, las veleidades del sexo y del afecto. No escuchéis los
cantos de sirena. Oídos sordos. Recordad a Ulises. Una simple falta
puede ser una concesión a la fatalidad y el predicador del Sermón
de las Siete Palabras era de los que ponían los paños al púlpito,
no tenía pelos en la lengua, no paraba en barras. Hijitos míos…
para siempre… para siempre. Y describía con tanta viveza y
prosapia los terrores del infierno que en los bancos de atrás se
escuchaban jipios de almas conmovidas que ante la meditación de las
penas del infierno eran incapaces de contener las lágrimas. La pena
del fuego era menor según él que el tormento de la sed… esa gota
de agua que golpeará la cabeza de los condenados y nunca la podrán
beber… para siempre… toda la eternidad… sitio,
clamó Jesús en la cruz tengo sed y le pasaron por los labios una
esponja empapada en vinagre y en hiel. Y todo por unos malos pasados
por un pecado mortal que cometí aquel día y el pecado mortal para
nosotros en aquellos días sólo tenía que ver con la infracción
de un mandamiento el sexo. Obsesión fatal. Un pensamiento impuro y
acababas en las calderas de Pedro Botero. Una idea fija que ahora me
haría sonreír con melancolía. Nos querían capar sin duda. De
eunucos es el reino de los cielos. Era muy duro desatender a la
convocatoria de los sentidos cuando ante la llamada de las células
en ebullición todo despierta en tu organismo adolescente y hay
añoranza de belleza y de paraíso en aquellas tardes sin amor
mientras veíamos pasar a nuestro lado a las muchachas en flor. Sus
madres prorrumpían en aplausos:
-Ya
estan ahí los curiñas. ¡Pobres! ¡qué majos!
Había
uno muy guapo Montoro que parecía el vivo retrato de Santa Inés o
de San Gonzaga y una abuela saltó en medio de la terna y se lo
comía a besos. Montoro se puso colorado como una berenjena.
-Quite,
quite, señora, que me va a hacer perder la compostura y me piso la
sotana.
-Guapo.
Los
piropos de la buena mujer no le depararon grandes simpatías en
nuestros corros. Quizás le teníamos envidia porque era un efebo
como el Hortelano de las monjas de los cuentos de Bocacho. Carrasco
le llamó marica pero como era muy inocente preguntó:
-Y
eso ¿qué es?
Así
andábamos de inocentes por entonces aquellos pipiolos. No nos
había bataneado la vida. Las turbas nos decía el padre Mañanas en
sus platicas son volubles de criterio y pronto mudan de parecer.
Mirad lo que le ocurrió a Jesús en Jerusalén los hosannas y
vitorees del domingo de ramos se transformaron en gritos de
crucifícale. Los besos de la anciana llena de ternura que algunos
dijeron que era Santa Isabel que había resucitado para ver pasar a
los curillas hacia Baterías eran arrebatos maternales que nada
tendrían que ver con lo que le ocurrió a Montoro el cual después
de colgar la sotana se matriculó en derecho y se hizo de los de la
cuadrilla de Felipe González. Seguía teniendo un buen fondo de
armario y en una asamblea en la Facultad de aquellas del 68 mientras
largaba un discurso se levantó una moza y de buenas a primeras le
desencajó una proposición pecaminosa:
-Quiero
un hijo tuyo
-¿Ahora?
-Sí
ahora. Soy una mujer liberada.
Semejante
caso no ocurría ni en las películas de Fellini cuando los locos se
subían a los árboles y pedían a voces que les trajesen una
señora. Voglio
una donna.
Montoro era mucho Montoro; se casó con una muy guapa una tal Carmen
y tuvieron unos hijos preciosos, los dos eran del PSOE y los dos
acabaron divorciándose. En parte llevaban razón nuestros padres
maestros al recomendarnos tiento en nuestras relaciones
sentimentales. Y uno de ellos don José Pedro Carrero que había
leído a Nietzsche nos endilgaba el consejo de Zaratrusta: “Cuando
vayas con una mujer no olvides la tralla”.
Aunque
a nosotros crédulos e ignorantes y sin saber lo que era el mundo
nos pareciese de otra manera la belleza y el amor son otra cosa.
Nada tienen que ver con la fuerza del instinto ni la concupiscencia
animal. La belleza carece de sexo pero Ulises sucumbió a los
encantos de Ariadna y perdió el hilo. Nosotros ¿qué sabíamos? El
corazón humano posee una inmensa sed de belleza un anhelo de
eternidad, un deseo vehemente de divinidad y eso sólo podía
encontrarse en los sueños, en los libros, en el trazado de las
catedrales donde resonaban augustas las voces del diacono cantando
la Passio o escuchando los motetes de Palestrina y del Padre Tomás
Luis de Vitoria que escuchábamos entonces o recitando los
improperios e himnos del oficio divino hispanovisgótico llenos de
majestad latina y de sentimientos de amor y perdón. Cristo nos
había redimido con sus dolores y devueltos a aquella vida y a aquel
sol y a aquella luz de Segovia que parecía llenar de claridad el
corazón. No podía ser posible que por mirar a una muchacha o tener
una polución nocturna te mandasen a los infiernos para siempre…
para siempre. Había una desproporción entre la pena y la culpa
pero la sed de vivir se manifestaba en aquellos poemas que leíamos
a hurtadillas de Juan Ramón o de García Lorca o de Alberti o
Gerardo diego. Me metí entre pecho y espalda a todos los poetas del
27 a la luz de una linterna en mi camarilla. Nadie nos había dicho
que Alberti o Lorca eran rojos. Asistíamos a los coloquios del cine
club y nos convertimos en cinéfilos de las grandes cintas italianas
y francesas de los 50 y 60 (Goddard, Aldo Fabrizzi, Totó, Vittorio
de Sicca, Antonioni, Trufeau) y fatigábamos el cuerpo en las tardes
de paseo pataleando un balón en campos de tierra. Luego bajamos al
refectorio a merendar nuestro trozo de queso americano, amarilla
corambre sabiendo a rayos, un vaso de leche en polvo y tres
galletas. Algunos renqueaban en la fila por las agujetas y se le
marcaba la marca del bonete sobre sus melondras rapadas al cero.
Pero en Semana Santa no había paseos (deambulatio) pasábamos la
mayor parte del día en la iglesia y el Viernes Santo día de ayuno
nos daban limonada. Se había muerto Dios. En el cuartel los
soldados del regimiento hacían guardia con el fusil a la funerala.
Pasaba bien la limonada y la mojábamos con pan. Un jueves santo
dominado por la sed me bebí cuatro vasos de aquella sopilla. Me
entraron risas, me rilaban las piernas pero a pesar del día de luto
yo me sentía muy alegre. Sin llegar a la borrachera me puse un poco
piripi. A la hora de las preces ya estaba chispa.
-Parrita
que la coges
-No
pasa nada, Valdivieso. Sangre de Cristo.
-Laus
tibi Deo- respondió entre carcajadas el hijo del cabo de Vegafría-
Hoy vas a dormir bien.
El
vino para mí ha guardado desde entonces el secreto de los gozo y
las sombras de la vida. Es un anestésico contra los grandes dolores
de la existencia pero es un tósigo. Peligro. Viva el vino y las
mujeres pero el vino que viva mucho más que las mujeres. Era mi
primer contacto con Erifos un dios misericordioso y eucarístico
pero traicionero.
-¿Buscas
la catarsis?
-Huyo
de mí mismo
Judas
se ahorcó y en los pasos de la procesión siempre lo pintaban
pelirrojo y con barba de azafrán. A San Pedro Calvo y algo tosco a
san Juan de verde y la Verónica Maria de Cleofás y a la Virgen
María de azul al pie de la cruz. San Marcos el evangelista también
escribía en hojas de papel verde, no sabemos por qué. Cristo
nuestro salvador iba de colorado como aquel vino tinto de las
refacciones de Miércoles Santo que infundía bríos melancólicos.
Por Judas siempre sentí compasión. Amaba el dinero y era algo
beodo. Su traición estaba escrita y determinada por un hado
siniestro. Cumplía un destino inexorable, un papel que se le había
asignado. Verdaderamente aquel apóstol que ha venido a encarnar la
ira y la abyección que ha sentido la humanidad contra el pueblo
judío no era libre. Podía bien haberse ahorcado de una rama del
moral centenario que vigilaba nuestros juegos en la huerta cerca de
la campana y del frontón a la trasera del cine Cervantes. Al lado
de acá estaba un patio semiabandonado donde tenían el convento las
monjas que nos cuidaban y llamábamos Carboneras y justo enfrente
del refectorio estaba el torreón una de esas torres almenadas que
son frecuentes en las ciudades de Castilla la Vieja. Había sido el
lugar donde se instalaba el cuarto de guardia donde hacías el
relevo los centinelas que vigilaban por la noche desde el tiempo de
los romanos. Era un tétrico lugar. Abajo se situaban unos cuartos
oscuros que antaño fueron calabozos y arriba había un secadero
para poner la ropa a tender. Era la cárcel del seminario. Los
alumnos díscolos e incorregibles los que habían cometido alguna
falta grave eran castigados a pasar en una de sus celdas dos días a
pan y agua por el rector pero esta serie de castigos no eran
frecuentes en el tiempo que yo lo conocí y aunque te amenazasen ya
no te enviaban jamás al cuarto oscuro de la torre Antonia. Sin
embargo, siglos atrás los jesuitas lo habían utilizado como cárcel
más que para punir a algún postulante con la intención de probar
la verdadera vocación a los postulantes del noviciado. Lo
llamábamos la Torre Antonia.
Las
procesiones eran interminables y acabamos rendidos acompañante a
los cristos muertos y a las dolorosas de los siete cuchillos. La más
popular era la de Santa Eulalia que competía con la de San Millán
que era una talla de Aniceto Mariñas de María al pie de la cruz
muy valiosa. Nos acotábamos tarde y nos levantábamos al amanecer
porque teníamos que asistir al rosario de la Aurora. Veíamos salir
el sol por la Mujer Muerta e íbamos en fila india acompañando a
los cofrades y a algunas beatas descalzas y arrastrando cadenas
otras con los brazos en cruz que cantaban el “Perdona tu pueblo,
Señor”, el “Amante Jesús mío” y el “Sálvame, Virgen
María”. Sin embargo la parte más impresionante de nuestra semana
santa eran los oficios de Miércoles Santo en que se celebraban las
tinieblas. Se cantaban catorce salmos a cada uno de los cuales
correspondía una vela del candelabro o tenebrario con los
improperios de Jeremías y las lecciones y la iglesia a rebosar
vivía el momento con intensidad en medio de un silencio
impresionante interrumpido por el golpeo de los bancos o el sonar de
la carraca. Tambien se cantaban los motetes de Palestrina y de Tomás
Luis de Vitoria, el “Popule meus”, el “Caligaverunt” con las
estrofas de la pasión.
SE
RASGÓ EL VELO DEL TEMPLO Y TREMÓ LA TIERRA
Un
ángel bajaba del cielo y se paseaba, galán, por los andenes del
triforio-unos decían que era un querube, y otros un serafín pero
los más avezados en la difícil ciencia de la angelología
aseveraban que pertenecía al grupo de las potestades y de los
tronos- cuando la schola cantorum daba respuesta a la narración
dramatizada de la pasión según San Mateo:
El
velo del templo se rasgó, el mundo se cubrió de tinieblas y toda
la tierra tembló. Hubo un terremoto en Jerusalén aquel viernes que
debió de ser del grado 8 en la escala de Ritzer de intensidad
pareja al que acaba de ocurrir en Japón. Las sepulturas se abrieron
y los huesos empezaron a caminar. Lo había profetizado Ezequiel.
Muchos justos volvieron a la vida con los mismos cuerpos que
tuvieron. Pero el pueblo judío no creía. El velo del
sanctasantorum del templo que edificó Salomón quedaron patentes y
derribadas las arcas de la alianza como un testimonio de que quedaba
abolida la Vieja Ley y un pronóstico de su inminente destrucción
por las legiones de Tito cuarenta años después. Los mandamases
seguían empecinados en su aversión cristo-fóbica pero el eje de
la tierra se hizo cristo-céntrico. “Cuando yo muera todo lo
atraeré hacia mí”. Y esa saña, esa aversión típica del
sanedrín fluye por la historia como un torrente de agua negra.
“Crufige, crucifige eum”. Matarle vosotros, dijo el pretor.
-Nobis
non licet interficere quemquam
-Regem
vestrum crucifigam?
Y
la respuesta del populacho fue rotunda:
-Nosotros
no tenemos más rey que a Cesar
-Pero
es un justo.
-Caiga
su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
La
naturaleza me ha dotado de ciertas percepciones ultra sensoriales y
aquella hora de tarde mientras se celebraban los ritos exequiales
por el Señor muerto vi en lo alto de las cúpulas a un grupo de
ángeles de luto. Las santas mujeres se habían hecho a un rincón
de la nave del transepto afligidas entre los penitentes que
aguardaban la salida de la procesión cerca de los pasos. La
Verónica ostentaba el pañuelo en el que se había estampado el
rostro coronado de espinas y lleno de llagas del Rey de Israel.
Pepin del Moral lo bordó con la batuta y el chantre Dionisio, un
beneficiado muy corpulento, que poseía una hermosa voz y solía
interpretar el papel de Jesús en la narración cantada de la pasión
de san Juan rizaba el rizo cantando las palabras del divino redentor
en la octava baja:
-Quem
quaeritis?
(¿A quien buscáis?)
-Ego
sum
(soy yo)
-Amice,
ad quid vinisti
(a qué has venido, amigo)- le dice a Judas
Accipiter
luego andando el tiempo sería consciente que el eco de aquel canto
se había estampado en su pecho como el anagrama de una fe
inconmovible y duradera. Le tatuaron el rostro de Cristo un viernes
Santo. Había montones de piedras sobre las tumbas y era consciente
de que todos los hombres han de morir pero el drama de aquel viernes
santo había traspapelado los dictámenes de la naturaleza. Aquel
sepulcro en el huerto de los olivos que pertenecía a Nicodemus en
el girar de la gran piedra abriría la puerta de la esperanza y de
la resurrección en la vida futura. Al que buscáis no está aquí.
Ha resucitado de entre los muertos y va delante de vosotros a
Galilea. Y al decir estas palabras el ángel terrible que escribía
la espada flamígera que hizo tumbar de miedo a la guardia romana
que mandó de custodia Pilatos intentó calmar el pavor de las
Santas Mujeres. Fue aquel ángel el que entonó la antífona del
Vexilla Regis y desde entonces los estandartes de la cruz cruzarán
todos los caminos de la historia:
Victimae
Paschale laudes inmolent Christiani.
Agnus
redemit oves. Christus innocens Patri reconciliavit peccatores.
Mors
et vita duello conflixere mirando: Dux vitae mortuus regnat vivus.
Dic
nobis Maria quid vidisti in via? Sepulcrum Xti viventis et gloriam
vidi resurrentis, angelicos testes, sudarium et vestes.
Surrexit
Xtus spes mea: praecedet suos in Galileam
Scimus
Xtus Surrexit a mortuis vere: tu nobis victor Rex, miserere. Amen.
Claro
que era muy difícil entender aquello. Cristo rey victorioso de la
muerte. Accipiter había escuchado muchas veces aquella monserga:
-Ninguno
volvió de allá para contárnoslo.
Revierte
el polvo al polvo y la carne se pudre dentro de la tierra. Sólo a
esta gran preguntas guarda la fe sus misteriosas respuestas.
CRISTO
CALLABA
Cuando
el diácono cerrando el misal casi con furia anunciaba la muerte del
Señor (et emissit Spiritum), un silencio espeso se apoderaba de las
tres naves de la iglesia mayor. El clérigo daba un carpetazo de
desesperación histórica. Los fieles caían de rodillas a
indicación del subdiácono que responseaba con voz tenue y
dolorida:
-Flectamus
genua.
-Lévate
el
señor obispo oficiante musitaba al punto en voz baja y para su
casulla de fimbria recamada de oro una oración puntual:
-Adoramus
te Christe et benedicimus te quia per sanctam crucem et
resurrectionem tuam redemisti mundum
Las
gárgolas por sus fauces abiertas vertían agua hacia los canalones
de la calle. Las harpías de piedra chorreaban lágrimas. Viernes
Santo era el día del Perdón. Todos participaban, compungidos, de
aquel silencio de Dios que ocultaba su rostro en medio del silencio
impresionante de la adoración de la cruz. Jesús autem tacebat.
Jesús callaba. Los ojos del profeta se nublaron.
-Caligaverunt
oculi mei
Se
llenaron de tierra mis ojos, esa era la letra de uno de los motetes
de Palestrina que entonaba la liturgia del impetratorio, no
queriendo ver la espantosa escena del Gólgota.
-Eli,
Eli, lamma sabactani
Padre
mío, padre mío ¿por qué me has desamparado?
Y
uno de los sayones comentó en tono jocoso.
-Che,
a Elías llama éste. Veamos si baja Elías a salvarle… si fueras
el hijo de Dios, baja de esa cruz.
Jesús
callaba. No quería responder al reto y a la provocación ni en la
hora suprema pero antes de expirar obró su último milagro y
perdonó a san Dimas el buen ladrón:
-Antes
de una hora estarás conmigo en el paraíso.
De
allí a poco sonó el grito final (cum voce magna) del Crucificado:
-Consumatum
est.
Y
entregó su espiritu. Rindió viaje terrenal. Únicamente el
centurión Cornelio, el capitán romano que mandaba al pelotón de
la ejecución, un gentil, creyó en él. Fue la primera conversión:
-Verdaderamente,
éste era el Hijo de Dios.
en
los labios de aquel rudo mílite que había pertenecido a la Victrix
que conquistara Judea se proclamó el primer acto de fe al pie de la
cruz en aquella amarga hora de las tres de la tarde de un Viernes de
Dolor. Y cuando se derramó el cáliz de su sangre quedando
desangrado le dieron a beber hiel mezclada con vinagre. Lo había
pedido a sus ejecutores:
-Sitio.
Tengo sed
Sólo
siete veces interrumpió el Mesías su silencio. Jesús autem
tacebat. Callaba en el pretorio, sufrió en silencio las afrentas
azotes y salivazos que siguieron a la pantomima del Lithostros,
guardó silencio en la casa de Anás, se estuvo quieto en el
gazofilacio y delante de Herodes no dijo ni mu. El tetrarca entonces
lo vistió de la túnica blanca con que se envolvía a los locos y
se lo devolvió al pretor. En el camino fue la irrisión de los
jerusalemitanos. Los que le había aclamado triunfante sobre la
borriquilla el domingo de ramos ahora lo abucheaban. No puede haber
sido escrito en el mundo otra crónica más fascinante, tan trufada
de contrastes, como la narración de la Passio en los cuatro
sinópticos. En sus párrafos late la inspiración divina. Juan,
Mateo, Marcos, Lucas se comportan como notarios de la actualidad o
periodistas que dan testimonio de un suceso que iba a cambiar los
anales del mundo de manera concisa. Este laconismo de los
evangelistas hace más creíbles los hechos narrados. No escribían
para el aquí y el ahora del siglo I sino para la plenitud de la
Historia.
30
abril 2011
BLAGODORITSA
SANTA MARÍA
Arriba
del gran cancel de pino de la nave del transepto coronando el balcón
de uno de los triforios laterales había un enorme cuadro de María
Santísima de la tradición oriental gesto piadoso y dolorido
inclinada la cabeza hacia abajo y mostrando en los brazos al Niño.
Esta Teotokos suscitaba una gran devoción en el cabildo. El Día de
la Purificación se cantaba allí el Akazistos en griego y en toda
la ciudad se veneraba al clemente y milagroso ícono que decían que
había venido de Rusia transportado en un vagón de militares cuando
se produjo la última retirada de las tropas del general Muñoz
Grandes del frente de Leningrado. Por lo visto había sido rescatado
del incendio de una iglesia ortodoxa y al cabo de los años después
de la debacle del 89 fue devuelta a sus antiguos propietarios en un
acto de reconciliación solemne con los hermanos rusos. Al pasar por
debajo del retrato el obispo que era piadoso muy devoto de la Virgen
alzaba los ojos y otro tanto hacían los canónigos. Tenía la
Madonna un gesto tan apacible y describía tan a lo vivo su misión
de intercesión por el hombre en la tierra desde el misterio de la
Encarnación que uno no podía por menos de conmoverse ante su largo
y profundo mirar. Pero no se la podían llevar flores por estar a la
altura de uno de los pináculos de la cimbria de bóveda. Accipiter
la contempló aquella tarde de Viernes Santos y en los ojos de la
Teotokos vio sellado su destino: de humillaciones, de persecuciones,
oprobios, demasiado dolor, caídas y levantadas, anegado
profundamente por sus pecados, mientras desfilaba la procesión y
los seminaristas con la beca doblada sobre el hombro derecho en vez
de cruzarla sobre el pecho en señal de duelo-dos largas filas de
retóricos, latinos y filósofos acompañaban al Santo entierro que
se veneraba en la parroquia de San Justo y al que llamaban el Cristo
de los Gascones porque fue traído desde Francia en una de las
guerras de Flandes. El cristo yacente era portado en una hornacina
cubierto de llagas y el cuerpo tapado por un paño de blondas que le
servía de mortaja. El sudario era milagroso y se veneraba en la
citada parroquia bajo la advocación del Santo Síndone.
Impresionaba contemplar aquella talla castellana de Gregorio
Hernández. El buril del artista había sabido esculpir en aquel
leño todas las vejaciones y crueldades de la divina pasión. El
coro entonaba el Miserere. Accipiter vio llorar a la Virgen o al
menos así le pareció y una voz oculta le anunciaba similares
padecimientos a los del Maestro. Tienes que tomar la cruz. Serás
humillado en todas las partes. Te llenarán el rostro de salivajos y
por cantar la verdad serás combatido en todas las direcciones de la
rosa de los vientos. Lloraba la Teotokos y lloraban las gárgolas
del paramento que anuncian la subida a la cúpula de la gran torre.
Y aquella no era más que un aviso. Aquello le marcó. Tuvo
conciencia y presciencia de que su futuro no iba a ser un lecho de
rosas. Las gárgolas abrían sus fauces de piedra para anunciar
cosas terribles. Sintió el muchacho espanto y deseos de huida pero
a medida que avanzaba aquella procesión que llamábamos en Segovia
la del silencio y bajando por la calle san Juan en busca de los
arcos del gran acueducto romano para hacer estación en la vieja
iglesia de Santa Columba para subir calle adelante por la calle
Real. Otro alto en la canaleja que era un balcón que mostraba el
paisaje grandioso de la cordillera. Había dejado de llover poco
antes de salir el cortejo y una blanca nubes iluminadas buscaban el
amparo de una luna redonda blanca y pura como una hostia
eucarística. Luna de Viernes Santo. Por la mar tenebrosa de los
tiempos que se avecinaban aguardaban a los nautas incautos las
sirtes que les engañarían y haría cambiar de rumbo. La nave se
iría a pique y muchos perecerán. Sólo los que perseveren en la
vieja fe serán salvos.
-¿Quién
te insufla al oído esas palabras incomprensibles, Accipiter?-
-Es
la voz del Santo que escuchan muy pocos hombres.
-Todos
se equivocan y tú eres el único que llevas razón. No se puede
remar contra corriente, pero admiro tu tesón y algún día serás
recompensado.
Estaba
seguro de que la barquilla de Pedro se iba partir en dos cerca de
las peñas del acantilado porque el capitán de la nave perdió el
rumbo. En aquel tiempo navegábamos hacia los peligrosos bajíos de
Livia donde esperan las sirtes con sus cantos de sirena dulces como
el oro y el vino pero portadores de la muerte y la destrucción. Los
papas vienen y van, los obispos llegan y desaparecen, hay curas
santos y curas depravados pero tú Señor permaneces clavado en la
cruz. La noche quedó inundada de una luz cósmica y no era posible
entender el sentido de aquellos mensajes pronunciados al oído
porque Cristo callaba. Los que vinieron tras él hablaron mucho tal
vez demasiado. Detentan su poder. No comprenden que ese silencio del
Redentor vejado y humillado por sus enemigos transformará la vida
misma. Por eso es y seguirá siendo el Rey del Mundo. Accipiter tomó
la senda de los que hablan poco sin ser cartujo y de esta manera fue
por los caminos dando testimonio. Un testimonio al que ponían las
orejas de burro y el cartel de “Inocente”. No os pueden ver,
dijo Mig16 y se lo espetó en la comida de autos, un ágape para el
desastre. Vida de tormentos en el ecúleo, malas palabras de hembra
deslenguada, procaces gestos soeces. Habían desaparecido las santas
mujeres al pie de la cruz e irrumpió una patulea de daifas con el
culo en pompa de maniquíes que creían que la vida era un constante
desfile por la pasarela y lucir palmito. Sólo creían en una
religión en la dieta que las hacía delgadas y de buen parecer. El
mayor pecado de la nueva religión del Look era la crasitud. Eh tú
gordinflas vete al infierno de una puta vez. Traían en una mano el
látigo de las gobernantas masoquistas y en la otro el Código de
Derechos Humanos y de Valores Democráticos que nadie sabe a punto
fijo en qué consiste ni qué es pero que incluye largos parlamentos
sobre la alianza de civilizaciones. Todo el Islam se alzaría contra
Cristo. El gran Obama mascaba chicle y hacía pompas que estallaban
en su boca con los cadáveres de sus enemigos. Este señor se
expresaba en inglés y al hablar parecía que estaba zampando sopas.
Era el emperador negro del imperio zumbón. Ya digo todo su afán
era hacer pompas de jabón con el cuerpo de Ben Ladén – Que- le
–den, un extraño moro al que dieron matarile en un lugar del Asia
Central, un mito que lanzaron contra la cruz a expensas del Islam.
Lo acribillaron en su guarida y luego tiraron su cuerpo a la mar
para que fuese pasto de los peces. Twin Towers. Accipiter aquella
tarde tuvo una visión en la que se le anticipaba con algo más de
siglo de adelanto los hechos que habrían de ocurrir otra semana
santa mucho tiempo después. Se escucharon risas del príncipe de la
mentira en los proscenios insultando a los caballeros andantes.
Chuperreteas tu goma de mascar. Di oh yea, majo. Larga amarras. El
ojo nictálope de un fusil que no falla nunca te fusilará pero no
queremos mártires ni Spandaus. Arrasaremos de tu casa y de tu
nombre no quedará memoria. Ellos construyeron el mito y ellos lo
derribaron como un juguete inservible a efecto de sus intereses
propagandísticos. El Malo se frotaba las manos de satisfacción. El
golpe había sido perfecto y el pueblo entero salió a la calle
flameando banderas norteamericanas que tenían colocada en su asta
magnífica la cabeza de Uxama. Los discursos en inglés como la
música que venía de aquellos pagos se orientaban hacia la
cacofonía y el dolor, lo estridente, la venganza, matar, arrasar y
brindaba un triste contacto con la polifonía que aquella tarde del
viernes santo de 1958 se escucharon en la catedral de Segovia.
Música del divino Morales, de Palestrina, de Lobo, del padre
Vitoria o del Palestrina y que ejecutaba con mano diestra dirigiendo
los coros la batuta maestra de Pepín del Morral. Los dulces
responsos por Cristo muerto exhibían una dulzura que saturaba los
corazones de felicidad. Los espiches del Negro en cambio bañaban el
mundo de inquietud pero todos a diestra y siniestra lo vitoreaban
los bustos parlantes y hasta una chica judía que dirigía los
informativos de Intereconomía brindó la muerte del asesino, del
gran terrorista, con un olé. Pero los hechos eran oscuros, no
probados- la matanza de las torres derribadas por el rayo en la
mejana de Manjatan seguiría siendo un enigma unos datos opacos
guardados con siete llaves en los archivos secretos del Gran Big
Brother-
donde la verdad es sustituida por la venganza y la justicia se
hallará siempre en manos del más fuerte. Y caballero andante de
Cristo quería ser aquel pipiolo de catorce años con el pelo rapado
al celo que le hacía un cerquillo en la cabeza la marca del bonete
que portaba en la mano y llevaba tendida la beca al hombro en señal
de duelo. Accipiter saldría a los caminos a derribar molinos de
viento, a desfacer entuertos a defender doncellas y quedaría con
los huesos tundidos. Defender doncellas. ¿Dónde estaban las
doncellas? Debieron de precedernos en el paraíso portando la
candela, iban a recibir al Esposo pero esas bodas nunca se
celebraron o fueron siniestras. Acabaron en el divorcio o a palos.
En el hospital o en la cárcel. Se derrumbó el amor. Ya no quedaban
vírgenes prudentes. Todas eran necias. A lo largo de su vida aquel
seminarista de entonces cuando cambió de rumbo y ahorcó los
hábitos. Le fascinaba la Torre Antonia. Aquel debía de ser el
lugar. En sus mazmorras se ocultaban las once mil que cuentan las
crónicas. Mulierem
fortem
quis inveniet?
Era el tema de siempre. Cherchez la femme. Cuantas él conoció
estaban demasiado dominadas por el barro de la tierra, consternadas
por la tristeza del engaño, los cuernos, las palabras fuertes, los
gritos, las maldiciones, los conjuros y los ensalmos. Circulaba por
todas ellas la mancha de la culpa y el torrente de la sangre fluía
con pulsos de pecado y de dolor. Las lágrimas de la Teotokos que
inclinaba la cabeza desde lo alto del cancel guardaban la respuesta
a aquel inquietante arcano del dolor en el mundo. Ella fue la que
aplastó la cabeza del dragón y ollaría la cola de la sierpe.
Cándido e iluso de él, Accipiter- ese sería su mayor pecado-
esperaba del amor más de lo que éste podía ofrecerle. Sucumbió a
los cantos de sirena. Lo embaucaron. Livia la única mujer que amó
le abandonó por un capitán de lanceros. La Dulcinea de Sotohondo
murió de cáncer de pecho y él fue a su entierro en un recóndito
valle de las montañas de León. Sus hermanas chillaban cual
plañideras y le inculpaban de la muerte de Dulcinea. Tuvo que
abandonar el camposanto antes de que terminaran las exequias y
largarse a toda la velocidad en su SIMCA 1000 porque le querían
sacudir. encontró refugio en una taberna y dejó que la mucha
ingesta de gotas de alcohol lloraran la muerte de aquella beldad
leonesa. Después su vida con Angustias- en el pecado del nombre
llevaba la penitencia- fue un infierno portátil donde crepitaba el
fuego sagrado del absurdo con la gran pregunta de quien encontrará
a la mujer fuerte. Habrás de beber hasta las heces el cáliz del
desamor. Todo iba a empezar a cambiar en el mundo cuando entre las
sufragistas se instaló la Gran Barragana como emperatriz y señora
de las naciones ostentando sus tetas enormes y un ojo profundo y
proceloso el cogujón que abría la cancela del averno. Traía en
sus labios palabras de rebelión y maneras de Lucifer:
-Non
serviam.
No me someteré.
El
ángel caído les escribía los discursos y todas a uno se pusieron
a rebuznar sus consignas lanzadas por la boca de un ganso mortal. A
su conjuro el ángel derribado por Miguel alzó su horrible testa
marimacho. Salieron los reviragos de todas las conejeras y los
vestiglos más horrendas iluminaban sus bocas con un candil. La
subversión más sañuda y procaz merodeaba por la tierra y el justo
no encontraba agujero donde esconderse porque a poco que se
descuidase podía caer de patitas en la sima del cogujón hediondo
de la Supermeretriz. Había proclamas que establecían el
pensamiento único y la igualdad de derechos. Querían mandar a todo
fiel cristiano a los leones. Muchos sacerdotes, altos jerarcas de la
iglesia convoyaron deslumbrados por el brillo del poder y del oro,
la buena reputación, el nombre y hasta se atrevieron a alterar los
textos evangélicos. Renegaron cuando llegó la gran apostasía.
Estallaría la guerra en los hogares. La sospecha y la delación
dominaba los barrios y un silencio sospechoso se apoderó de las
ciudades donde las gentes no se daban los buenos días y los vecinos
se denunciaban mutuamente por cuestiones baladíes. Los hijos
pegaban a los padres, las mujeres infieles tildaban de cornudos a
sus parejas y les decían y tú qué me das. En los periódicos se
estableció la gran censura y la Bicha dominaba las editoriales y
las grandes cadenas mediáticas donde incubaba sus huevos la
serpiente. Hasta la tierra desconsolada parecía negarse a sí misma
a girar sobre sus ejes iniciándose en ciertas partes de los cinco
continentes amagos de movimiento al revés, un hecho que originaba
terremotos y tsunamis. La palabra para definir el nuevo terror del
milenario democrático era desolación. Tristeza. El odio movía a
las naciones unas contra otras. Sin embargo, cerca del icono de las
Lágrimas se oyeron aquel Viernes Santo dulces cánticos del ritual
de Juan Crisóstomo y un diácono cantó la angelica de resurrección
adelantándose un día a las proclamas de Resurrección. Estos
cantos eran un grito de esperanza. Las voces esparcían una dulce
monodia en griego, en arameo y en ruso. Accipiter las volvería a
escuchar por Internet muchísimos años más tarde pero aquella
noche del año 58 sonaban extrañas y maravillosas a sus oídos
cuando al cabo de tres horas de caminata por la ciudad acompañando
a los pasos el piadoso cortejo regresaba a la catedral y cruzado el
peristilo ingresaba por la puerta de San Frutos. Los penitentes
caminaban cerca de los tronos del Cristo de los Gascones, de la
Piedad de San Millán y la Dolorosa de Santa Eulalia portando
pesadas cruces a cuestas o arrastrando cadenas kilométricas de
gruesos eslabones los cuales en contacto con el pavimento producían
una sonoridad especial y característica de aquellas semanas santas.
Entonces uno de los capuchones, el que llevaba la cruz más grande y
descalzo caminaba con las cadenas más gordas de toda la procesión
se le acercó y le saludó. No reconocía la cara ni los ojos bajo
el capuz pero la voz le era familiar.
-Hola,
gordo.
Reconoció
a su amigo Antojito el amigo de la infancia, el hijo de Juan de la
Juana, el que siempre iba de hábito y no se perdía ni triduo ni
novena y solía acompañar a todas las innumeras procesiones que
desfilaban por Segovia entreaño.
-Hola,
Antoñito. Tú por aquí.
-Ya
ves. Ha sido grandioso. Nuestra Señora de los siete Cuchillos
estaba guapa a más no poder.
Se
quitó el capirote y me besó. Lo propio hice yo aun teniendo que
salirme de la fila pero ya muchos penitentes empezaba a adosar sus
cruces sobre las baldas del enlosado y se quitaban las cadenas.
Antojito tenía los tobillos hechos una laceria pero me confesó muy
serio:
-Es
un sacrificio que hago para que el Señor envié sacerdotes santos y
operarios a su mes.
Era
una frase hecha. Antojito aunque pase por maricón y todos se rieran
de él y su padre el guardia civil le arrease sus buenas tundas era
un buen cristiano. Un sufridor. Le echaban de todos los conventos.
No pasaba la prueba de los noviciados pero él seguía terne en tus
convicciones.
-Gracias.
-No
me des las gracias, Accipiter, lo que sí que te pido es que me
invites a la gala de tu primera misa.
Quedé
un tanto consternado porque el besamanos del cantamisa estaba
demasiado lejos y yo era tan crédulo, tan inocente. Pero cuando se
me ordenó de diacono ortodoxo en Londres me acordé de mi amigo
Antojito que murió hace unos pocos años en un asilo abandonado de
todos. Seguramente que Cristo no le abandonó y estará en la Gloria
asistiendo a todos los triduos, a todas las procesiones y novenas
que se celebren en el Cielo que ya serán unas cuantas. De regreso
al seminario casi de madrugada vimos a su padre el señor Juan el
portero del seminario, el padre de Antojito, sentado en su telonio,
como si tal cosa. Hacía un crucigrama del YA y se había leído de
cabo a rabo el Adelantado de Segovia. El rector, algo conmovido, le
preguntó no se me olvida que porqué no había echado el cierre y
se había ido a la cama ya.
-No
se preocupe, señor rector, yo estoy muy acostumbrado a pelar
guardias. No he hecho otra cosa en mi vida de servicio: pelar
guardias y arrear por los caminos con el mosquetón. Esto es mucho
más llevadero-
Así
habló el cabo de la guardia civil jubilado el padre de mi amigo
Antojito. El pobrecillo no se perdía ni triduo ni novena, ni se
celebraba procesión o rosario de la aurora sin su concurso pero
estas buena obras que tal vez le hicieran medrar en talla espiritual
a los ojos de dios no impresionaban a los hombres que repartían el
bacalao en la Iglesia del Señor4, aquellos eclesiásticos porros,
muy pagados de sí mismo, el cuello de medio lado, que le escupían
a la cara, o le lanzaban el ladrillo de Roma entre anatemas y
excomuniones habida cuenta de su condición hermafrodita:
-Fuera
de aquí, maricón.
A
Antojito me lo expulsaban de todas las sinagogas y no era bien
quisto por la buena sociedad de Corobias con sus prácticas piadosas
de plexiglás, sus aberraciones, sus prácticas de piedad
acarameladas y los sermones predicados por frailes sansirolés. Él
iba siempre de hábito y en las procesiones semanasanteras solía
arrastrar las cadenas más gruesas, y portar las cruces más pesadas
hechas de madera de pino de Balsaín. Se le acorralaba y vituperaba
como a un perro en traílla y a su padre el señor Juan el guardia
civil jubilado que veía pasar la vida en el tranco final de sus
últimos años desde el ventanuco del chiscón de la portería del
seminario aquel hostigamiento a su hijo mayor le llenaba de
tristeza. Y mientras vigilaba las entradas y salidas de la
institución hacía los crucigramas que traía en la última página
el “Adelantado de Corobia”. De vez en cuando levantaba la
cabeza, se quitaba las gafas de leer cuyos cristales habian sido
empañados por alguna lagrima y suspiraba para sus adentros:
-Este
hijo… este hijo. ¡Ay Dios!
La
semana grande terminaba con las velas de la noche del sábado de
Gloria. Lumen Christi. Deo gratias. Los oficios se celebraban en el
espacioso templo del seminario mayor que era un remedo en piedra y
en fachada geométrica flameada por las dos bolas de la gran
acrotera. Hoy aparecen cubiertos de jaramago. Las matas brotan
amarillas de las junturas de sus sillares de granito y orlan
estilóbato que lleva a la puerta de pino verde hoy cerrada a cal y
canto. Anidan los vencejos en el alfeizar del rosetón. El viejo
seminario era un nido vacío, sus pájaros dispersos porque las
aves guías de aquellas bandadas habían perecido en los avatares de
los cambios históricos que vivió el mundo en el transcurso de tan
solo dos generaciones y muchos monteros la garza combaten… por
largos oteros los perros la llaten… mal no será no la maten. No
había sobrvenido una catarsis cristologica sino una involución de
todos aquellos valores antiguos que llenó el mundo de
estremecimientos y de una congoja que presagiaba el fin del mundo.
El seminario vacío, la puerta cerrada y contra aquellas piedras
aguardando la demolición se espetaban como escupitajos o vuelos de
estornino ciego que yerra el camino y se estrella contra el
paramento frontal. Se equivocó de ruta y tales errores parieron su
gran soledad, una comezón que le devoraba. Pobre barquilla mía.
Los gordos y los desdentados no entrarán en el reino de los cielos.
Así y todo cundía el grito de resurrección por todos los ámbitos.
A
Ildefonso Tejares quien en las témporas de diciembre había sido
ordenado de subdiácono le tocó el oficio de turiferario aquella
pascua. El cirio era más grande que aquel teólogo gafitas de corta
talla y como la cera pesaba lo suyo Ilde parecía que se derrengaba.
Avanzaba no sin dificultad desde el cancel hasta el altar mayor por
toda la nave central haciendo la proclama:
-Lumen
Christi
El
pueblo respondía:
-Deo
gratias.
Era
una rúbrica mil veces repetida en la liturgia de resurrección, en
tanto el preste, tras la lectura de las profecías, bendecía los
cuatro elementos y con unos gramos de incienso trazaba una cruz en
el velón a cuyos extremos colgaban dos letras: alfa y omega. Cristo
principio y fin. Impartidas las bendiciones al aire, el fuego, la
tierra y el agua se encendían las luces y el templo antes a oscura
resplandecía como una pavesa. Los sacristanes se encargaban de dar
el interruptor de las cornucopias de los laterales, las arañas de
la nave del transepto, los hacheros de difuntos desparramados por
las capillas laterales. Una enorme lámpara subía y bajaba sobre el
altar mayor produciendo un efecto de fuegos artificiales a causa de
los diversos colores de las bombillas. Cristo había resucitado de
entre los muertos, sí; verdaderamente había resucitado. El diácono
Frominiano de Castro se encargaba de entonar la Angélica texto
bíblico que narra el misterio de la encarnación a través de las
eras dando detalles de los siete días de la creación del mundo.
Frominiano e Ildefonso pertenecían al mismo curso pero no podía
haber dos teólogos más diferentes. Uno era rubio que parecía
alemán y otro moreno. Aquel de elevada estatura este de mínima
talla. Uno de Cogeces del Monte y otro de la Granja. Todo un
contrapunto. Don Fromi llegaría a obispo pero su compañero no
llegaría a nada. Se perdería en la lista innominada del clero
rural pero aquella noche dos seres tan diferentes portaban la llama
del fuego sagrado. Resurrexit sicut dixit.
Los
cantos de resurrección en la iglesia latina [mind
you]
distan mucho de ser alegre pues empapados de nostalgias revierten a
la noción del desterrado que añora la tierra prometida a la que
apunta con el dedo la Victima Pascual. Cantemos sus laudes pero el
Lábaro del Rey que cantamos en la secuencia suena un poco a
funeral. Sin embargo, para Accipiter aquellas ceremonias del sábado
gloria de su niñez anunciaban la apoteosis de la pascua rusa cuyos
trenos había de escuchar en la vejez cuando los ángeles portando
mensajes de bienaventuranza atravesaban el éter hasta posar en la
antena desplegada de su radio de onda corta y la grabadora se echaba
a andar la reproduciendo los sones mágicos del Himno del Serafín y
del Querubín… [Vashe
vaskresnia Criste voshe angeli paiou na neba vsiej...]… tu
resurrección Cristo Dios anuncian los Ángeles en todos los cielos…
un diacono griego corroboraba el mensaje: Xristós
anee ti ez
nekron.
Resucitó de entre los muertos. Y leía la carta de san Pablo a los
hebreos: si Cristo no resucitara vana sería nuestra fe. Pero
cumplió su palabra y con ello se puso en marcha toda la
soteriología, toda esa economía de la salvación a la que la
sociedad moderna, dominada por un mercantilismo hedonista saduceo,
volvía la espalda. Estaba muy solo en su celda de aquella
urbanización tarareando los estribillos en eslavónico, en rumano,
en árabe. No le creía. Fue traicionado por su mujer, le plantarían
sus amigos. En la barriada lo miraban como una escoria y regresaba a
su hogar. Para él fue cárcel el matrimonio y bajaba desconsolado
al sótano de la contemplación. Aquel aparato de radio que captaba
las estaciones lejanas e iba recorriendo el espectro del ancho de
banda con aquel ojo verde completaba en su vejez el mensaje de la
voz del ángel en su adolescencia, escuchado bajo las naves de aquel
inmenso templo herreriano actualmente iglesia vacía puerta cerrada.
Aquello fue el preludio de la inmensa pascua rusa en toda su
magnitud. Era muy impresionable. Todos los tiros apuntaban a que
sería un enfermo del afecto. La intranquilidad era como un bicho
dentro que le hacía morder los lápices. Buscaría calmar el
desosiego en la comida, después en la bebida, siempre el fumar.
Caería en las redes del Polifemo de un solo ojo y dos cuernos que
se sentaba como un dios dentro de una botella de aguardiente.
Grandes expectativas, profunda decepciones. A los catorce años le
extraerían un paleto y dos colmillos. Aquellas mellas serían
acicate de su desdicha. Estaba condenado a ser un inseguro. El
dentista que le operó era un comandante grandón que llevaba sobre
la bata clínica una estrella bordada de ocho puntas. Para Accipiter
sería la personificación del verdugo. El cancerbero del infierno
le mostró un sillón de hierro abatible cámara de torturas y le
taladró la encía con una aguja enorme. Era una tarde de junio. A
través de la ventana se veía la alameda del río Clamores en
vernal efervescencia. La naturaleza risueña no se compadeció de
aquel dolor horrible en el paladar.
-Escupe,
hijo.
Su
madre le compró un helado de fresa al salir de la clínica y desde
entonces no podría probar los mantecados ni las fresas que le
traían a la memoria el embotamiento de la anestesia en el maxilar y
la horrible estrella de ocho puntas en la pechera del militar. En la
guerra había sido cirujano en un hospital de sangre. El tipo era un
bruto. Se llamaba Lope de Miguel. Un desdentado a lo mejor podría
ser curo pero seguramente que ejercería el ministerio en
desventaja. ¿Cómo predicar y mostrar desde el pulpito aquellas dos
cavernas? ¿Cómo iba a persuadir a las beatas y mostrarles el
camino? Los mancos, los cojos, los paralíticos no serían admitidos
al presbiterado. Luego en Comillas un hermano jesuita que hacía las
veces dentista y que era tan bruto como el comandante De Miguel le
colocaría un puente que acabaría con toda su dentadura porque hizo
mal el trabajo y desde los treinta años tendría que gastar
dentadura postiza. Las extracciones dentarias fueron un vaticinio de
mala suerte. Tendría complejo al acercarse a las mujeres y al
hablar con alguien se tapaba la boca para que no le vieran el
estropicio. Estaba condenado a los latigazos de la mala suerte. Se
despeñaría ante la realidad de sus “castañuelas” que habría
de dejar en la mesilla de noche desde las altas cúspides de la
utopía. Una de las cuestiones que más le confortaban del juicio
final era que resucitaría con todos sus dientes, aquellos paletos
largos que adornaban sus boca de adolescente. Buscaría la felicidad
del Sábado de Gloria por las tabernas. El vino eucarístico le
insuflaba coraje, le hacía perder el miedo a los demás y a sí
mismo. Cuando se salió acudía a los bailongos, pedía bailar con
alguna pieza pero el resultado eran siempre las calabazas no te
digo. Ellas que son tan detallistas y se fijan en todo ya habían
reparado en la prótesis que afeaba su sonrisa. Hablas como mi
abuelo, chorbo. ¿Me das baile? Un movimiento negativo con la
cabeza. Acto seguido llegó un maromo en busca de pareja y la piba
se lanzó a la pista a danzar el twist
como una descosida. Chist, eh tú. ¿Es que este la tiene más larga
que yo? Cállate tio grosero. La modistilla le propinó una bofetada
y su acompañante casi se descojonaba de risa en medio de la sala de
baile. Deque ocurriera aquel desastre no volvió a pisar un
bailongo. Su misoginia hizo de aquel místico, de aquel seminarista
que buscaba las cumbres de la santidad en un bala rasa. Rodó por
los prostíbulos. Con la cartera bien repleta pronto se dejaba
querer como la mayor parte de los españoles que de vez en cuando
echan una cana al aire y se van de putas. Dicen que el sabio Cajal
frecuentaba la barra del Abra e incluso merodeaba por los
alrededores del Canalillo y los altos del Hipódromo donde abrían
su negocio hetairas de ínfima calidad. Pero aun no había entrado
en el despeñadero de las corrupciones. Toda la vida suspiraría con
melancolía por la pureza de aquellas noches pascuales en el altar
de la iglesia del Mayor toda cubierta de lirios y de rosas blancas.
Dinos tú, María ¿qué viste en la vía? La sepultura vacío,
angélicos testes, el sudario y la veste. Era la letra del
estribillo del Vexilla
Regis prodeunt
cantado en la noche santa. Los oficios duraban parte de la noche
hasta bien entrada la madrugada pero no estaban cansados. Al
acostarse llegaban hasta la camarilla o el dormitorio corrido el
repique de campanas de todos los conventos e iglesias de la ciudad.
El cuarto trimestre era el más bonito de todo el curso. Los días
pasaban deprisa ante la inminencia de los exámenes y la proximidad
de las vacaciones. Por Pentecostés tenían lugar las ordenaciones
de los diáconos y presbíteros. Los días eran más largos y
parecían empañados dentro de su alegría de la tristeza de algo
que está próximo a terminar. En la lomera de los lujosos
breviarios que el padrino regalaba a los ordenándoos se notaba el
cambio de tono: la pars
verna
dejaba lugar a la pars
estiva
y luego vendría autumnales y por último pars
hiemalis
(invierno). Tambien la ciudad acusaba recibo de la llegada de la
primavera, las mocitas se quitaban el abrigo y los tratantes que
venían a la feria de los jueves dejaban en casa la pelliza o el
mandil y se acercaban a tomar un chato en casa Cándido en mangas de
camisa. Las tardes de paseo la comitiva de seminaristas buscaba las
umbrías del Pinarillo o los huertos del Paseo de los Melancólicos
donde se estaba más frasquete a la vera del río. Todos hacíamos
planes para el verano. Quien planeaba una estancia en Roma, quien en
Salamanca. El rector iría durante todo el mes de julio a Loyola
para completar allí una tanda de ejercicios espirituales que
duraban un mes. Uno de los prefectos que era gallego nos daba
conferencias sobre el veraneo en las Rías Bajas que a nosotros que
éramos de secano nos ponía los dientes largos. Por mayo mes de las
flores estábamos muy fervorosos. Se cantaban hermosas canciones a
la Virgen e Ildefonso que era muy habilidoso a pesar de parecer tan
apocado construía una gruta bellísima con un surtidor a los pies.
Fue precisamente ante aquella imagen donde Accipiter realizaría sus
pinitos literarios iniciales porque leyó en alto alguna poesía de
su cosecha y todos en conjunto aplaudieron su lírica. Algunos
dijeron que sería escritor o periodista. Despuntaba en la clase de
Retórica y en literatura don Anastasio le endilgó un sobresaliente
por saberse de pe a pa el Narciso Alonso Cortés un manual de
literatura que le encandiló pero le suspendieron en Aritmética y
en Música.
-¿Qué
harás estas vacaciones?
-Creo
que tendré que ayudar a misa a nuestro párroco don Benito y a la
una subir al seminario para la visita. Entretanto jugaremos al ping
pong en los tránsitos o ayudaremos a uno de los criados a recoger
tila. A la noche, si mi padre está de servicio, tendré que
llevarle la comida con el machacante al polvorín, al igual que la
muda si hace falta.
-¿Tu
padre es guardia?
-¡Qué
va! militar Le suele tocar guardia dos veces por semana ¿Y tú
“Cañamón”?
Eugenio
al que llamaban “Cañamón” por lo breve de su figura bajó la
cabeza como sintiéndose mucho menos importante que su compañero de
terna. En su casa no había galones ni estrellas, sólo campesinos
que trabajan de sol a sol, criados ajustados desde San Juan a san
Lucas. A él le tocaría pasar unas vacaciones de borreguero. Con el
quiñón que ganaba un verano con las ovejas se podía costear un
año de carrera
-A
mí me toca trillar, segar e ir a arrancar yeros, levantarme a las
cuatro de la mañana, dormir en el carro, pasar hambre, pasar sed y
beber agua de la botija que el vino es solo para el amo. Estaba
dando las últimas boqueadas la edad media. Se cosechaba a mano por
lo que eran muy duras las faenas del campo. Los puños se
resquebrajaban de agarrar la hoz y dolían las pajas, los cardos que
se habían introducido entre las uñas burlando la vigilancia de la
zoqueta de madera de pino. Luego vendría la motorización y
aquellas cosechadores con aire acondicionado en la estalación. El
gruista podría escuchar la radio y las paridas que contaba Luís
del Colmo pero ya no se cantarían sobre el tirillo las canciones de
siempre. No volvieron a verse más yuntas delante del arado romano.
Se colgaron en la portada o se vendieron a los museos los aperos.
Yugos, colleras, gavilanes de uncir, horcas, bieldos, foces, dalles,
picos, palas, azadones fueron a parar al baúl de los recuerdos. La
gran emigración rural daría comienzo vaciando los pueblos. Las
iglesias quedaron cerradas, los seminarios vacíos pero quedaron las
torres de las iglesias sin campanas. Ya no tocaban a misa. Sólo se
escuchaba el machacar el ajo la cigüeña oteando el horizonte. Se
fueron los hombres a trabajar a Paris a Francfort o Barcelona y
vinieron los “600D”. Lo importante ya no era ser rico porque
también los pobres podrían echarse coches y tener nevera,
lavadora, batidora, secadora, plancha eléctrica. Como ya no
repicaban a misa el personal dejó de acudir a la iglesia. Ya no se
sentía feligrés de nada. Sólo del consumo, del tener y del
poseer. Se decía marcha bien pero Madrid no le probaba. Semejante
involución significaría que por aquello de que la función crea el
órgano el cristianismo estaba condenado a desaparecer como algo
folclórico, puntual. El clero tampoco tendría demasiado futuro. El
espíritu renovador del Concilio como la guadaña niveladora de la
muerte equivaldría a una muerte negra que esquilmaría al clero
antiguo, a los curas que habían bebido en las fuentes de la edad
media. En España se proyectaba la película “Surcos”. De vez en
cuando venía a darnos una charla un sacerdote obrero. A aquel mundo
Terminal era al que se enfrentaba Eugenio Pérez Casla alias
“Cañamón” o “Geñete” cuando lo ajustaba su padre de
borreguero en un pueblo de la sierra. Estaba a punto de sonar la
trompeta del juicio final y el ángel de la muerte ensayaba sus
primeros arpegios que los tertulianos de la tele convertían en
rebuznos. No volvería a ver a Cañamón hasta 47 años después en
un mesón de la calle Brumen. Después de abandonar la carrera tomó
el oficio de maestro asador, puso un restaurante en Bodeguillas pero
salió tarifando con el socio y se colocó de maître en el figón
donde iba a comer y alguna nochevieja a tomar las uvas Accipiter en
aquel establecimiento cabe los muros del hospital de San Carlos y
justo enfrente de donde estaba la fuente de la Alcachofa. “Antes
de que yo te olvide Virgen de Atocha se secará la fuente de la
Alcachofa”. El ex seminarista iría allí a recuperar fuerzas
después de recorrer los tenderetes de libros de la Cuesta de
Moyano. Entraba con una bolsa de libros de segunda mano, libros que
nunca podría leer todos pero a los que agradaba tocar y pasar hojas
pensando en qué había sido de sus antiguos propietarios. También
la galaxia Guttemberg- Jano devora a sus hijos- perecería a manos
de la galaxia Maculan. Los californios se habían inventado esa
antinomia y nada en el mundo volvería a ser igual:
-¿Cómo
se llama usted?- le preguntó el maître cuando éste le tendió el
menú.
-Eugenio
para servirle.
-Yo
solo conozco a un Eugenio que fue mi compañero de terna: Eugenio
Pérez Casla.
-Anda.
Ese soy yo.
Renació
la vieja amistad y en aquellos ágapes en que uno se sentaba a la
mesa y el otro le servía, el uno ostentando su impoluta chaquetilla
blanca y el otro cargado de un macuto de libros que traían entre
sus paginas cerradas a veces intonsas el polvo y la ilusión de la
historia Accipiter se ponía hasta el culo de vino y de añoranzas.
Por mucho que quisiera sus vidas otrora paralelas iban verticales y
por mucho que lo intentaran no volverían a juntarse. Con Cañamón
le ocurrió lo mismo que la Norberto, un antiguo amor ideal puro de
esos que dejan marco y a la que trovaría haciendo la carrera en la
calle la Cruz. ¡Qué profunda decepción! “Geñete” vio con
horror que su antiguo compañero de terna se había dado a la bebida
y a los libros bajo el pretexto de vino a las comidas que había
veces que se chiscaba tres cuartillo y a veces botellas de un litro
enteras.
-No
te preocupes, Eugenio. El tintorro me ayuda a sobrellevar mi dolor.
El mundo en el cual yo creía y sus valores han desparecido.
Entonces
Accipiter le contó el fracaso de los dos matrimonios y el dolor que
supuso ver a la Norberto su antiguo amor de estudiante tirada entre
la rahez de las putas. Era una chica muy guapa, muy limpia, hija de
una labrador rico al norte de la provincia de Madrid, se casó y
quedó viuda, tenía ganas de hombre fue una agencia matrimonial la
cual la colocó con una barbazul que frecuentaba a otras dos
queridas aparte de su mujer natural. Norberto entró en el cupo,
perdió la carrera, la hacienda y los millones.
-Eso
es lo que se llama encoñamiento- dijo muy reflexivo el camarero del
restaurante de la calle Brumen- No somos nadie.
-No
Después
de las navidades del año 2000 un sábado acudió a Moyano como de
costumbre. No vio a Geñete en la barra. Preguntó por él.
-Lo
enterramos hará una semana. El día la Pascua le dio un infarto.
De
lo que recordaba de aquellos veranos era el calor intenso. Los meses
estivales eran más tórridos y entraba galbana cuando apretaba el
color. Engordaba porque su madre le cebaba. Hacía unas torrijas
exquisitas y un arroz con leche para chuparse los dedos con leche
que traía el machacante de Mayorías todas las mañanas. Le
compraron una bicicleta pero aquella bicicleta estaba gafada. Le
trajo mala suerte. Derrapó en un terraplén de Valdevilla y por
poco se mata. Al año siguiente le dejó dar una vuelta a un
compañero que se mató saltando por el pretil del río Eresma yendo
a la novena de la Virgen de la Fuencisla. ¿Cómo es que la vida
había podido dar tantas vueltas en poco más de medio siglo? No
sería capaz de decir pero los hechos no guardaban atingencia unos
con otros y surgía el absurdo, el disparate, la descoordinación.
Aquellos silogismos que formulaba don Fausto en las clase de Lógica
poca relación guardaban con la vida real. Recordaba el aburrimiento
de las tardes de verano cuando venía de ayudar a misa a don Benito
el párroco de Santa Eulalia. Los domingos se administraba el
sacramento del bautismo en tandas de nueve o diez neófito. En
aquellos años cincuenta nacieron muchos niños. Accipiter tenía la
vela y contestaba por el padrino los formularios en latín.
-Abrenuntias
Satanae?
-Abrenuntio.
-Et
ómnibus pompiis ejus?
-Abrenuntio..
Eran
los exorcismos con que los catecumenos renunciaban a Satanás al
mundo, sus pompas y vanidades.
Y
con mano temblorosa el bueno de don Benito le abría la pechera del
faldón de cristianar al recién nacido, señalando una cruz con su
dedo gordo sobre pecho y espalda, ponía un poco de saliva sobre las
orejas al tiempo que pronunciaba en hebreo la palabra “efeta”
que quiere decir abríos al tiempo que administraba sobre los labios
un grano de sal. El padrino dándoselas de chistoso decía en voz
alta ante aquella fuente bautismal que podría tener sus buenos diez
siglos:
-échele
usted bien de sal para que sea salao, padre cura.
Aunque
solía haber tacaños los bateos solían caracterizarse por la
alegría y la generosidad de los padrinos que con largueza daban al
cura su estipendio bautismal y al acólito sus buenas propinas. Todo
lo que yo sacaba se lo daba a mi madre. En tercero de latín después
de la visita al potro del verdugo dentista a causa de la impresión
y el daño que me hizo aquel tío –Roque de Miguel sigue
apareciéndose en algunas de mis pesadillas esgrimiendo el hacha del
virgolero de la torre de Londres- dejé de mojar la cama aunque el
año anterior mis padres me llevaron a la curandera de Torrelodones.
Recuerdo aquel paisaje de berruecos y de la gente que corría con
sus cantimploras del agua milagrosa a ver a esa señora que me
recetó baños de sol porque decía ella que lo que yo tenía era
mucho frío en la vejiga y que mis partes no se habían
desarrollado. A causa de aquellas tendidas al sol de justicia como
si fuese un lagarto me quemé de tal manera que cuando acudió
nuestro médico de cabecera al verme soltó un taco maldiciendo a la
curandera y a toda su estirpe.
-No
más baños de sol. ¿Es que quieres que a tu hijo le quemen las
vísceras, Eduvigis?
En
las navidades del primero me llevaron a la consulta del doctor Acero
en Gómez Ulla, especialista en riñón, que me quería operar pero
allí mi madre anduvo lista y después de dormir en casa de la
señora Laureana que vivía en Carabanchel Alto – dormí entre
medias de mi padre y mi madre lo que no impidió que se soltase el
chorro a media noche, no pasa nada Eduvigis, son cosas de la
enfermedad, ahora mismo lavo las sábanas- nos vinimos para Corobias
en el tren de cercanías de las 23.45. Aquellos trenes eléctricos
llevaban un copete que se deslizaba por la catenaria, eran de color
amarillo y marrón, de fabricación alemana antes de la guerra. La
enuresis se me curó por sí misma. Me aficioné a la lectura. Las
novelas de Emilio Salgari y los libros de Hugo Wast un escritor
católico de moda por aquellos días. La vocación literaria nació
en la castidad de aquellas lentas tardes de verano. Otro de mis
jobos
era escuchar la radio, aquel aparato de madera vestido de faldones
como si fuera un obispo de pontifical. La voz sonaba opaca y
distante cuando recorrías el guial, qué cosas inventa el hombre
blanco. Aquí EAJ49 Radio Segovia. También se cogía Radio Toledo y
por las noches a las nueve el rosario y el informativo por la radio
del papa. Transmite Radio Vaticano. Les habla el padre Topete y el
jesuita se refería a alguna encíclica insertando trozos de alguna
alocución del papa. Nunca dejé de pensar en aquel Pío XII que
comía solo mientras cantaba un canario por nombre Caracciolo en su
despacho y sor Pascualina la monja alemana que le servía entraba y
salía. Era un papa lejano que vivía como en una nube envuelto en
los cendales purpúreos de la divinidad. De él hablaban con
entusiasmo en las charlas y en los retiros nuestros directores
espirituales y su foto con el perfil numismático la nariz
acaballada y los lentes dorados surgían por todas las sacristías y
rectórales. La iglesia católica entre sus usos y costumbres tiene
una inclinación desmedida al culto a la personalidad. ¿El vicario
de Cristo no le estaba robando espacio a quien decía representar en
la tierra? No pero el prisionero de Castelgandolfo con su reclusión
entonces por lo menos no se exponía a los zarpazos y al desgaste
que supone ser un personaje mediático de primer orden. Allí el que
llevaba la voz cantante por entonces era Caracciolo aquel pajarillo
tan simpático que alegraba los yantares pontificio con su melodía
mientras sor Pascualina de lejos vigilaba. En mayo del 76 con motivo
de cumplirse los veinte años de su preconización a la sede
apostólica se organizaron en el seminario cursillos y conferencias
en el salón de actos y en una de las fachadas del patio doctoral se
colocó un inmenso moral en el que aparecía Pacelli con un pajarito
en el dedo índice y la bondadosa cara enmarcada por los lentes con
montura de oro mirando humilde en actitud reflexiva todo él de
blanco la esclavina orlada de armiño. Aquel patio interior llamó
siempre la atención de los aspirantes al sacerdocio. Eran tres
pisos de balcones con marco de hierro de forja, pesadas
contraventanas de doble lámina y de madera de pino y un boliche a
sendos lados de la reja del balcón. El arquitecto había dejado su
sello escurialense en el edificio en aquel cuadrado austero
construido por Juan de Herrera. Arriba se erguía mayestático el
capuz de la Aceitera y abajo estaba una inmensa biblioteca con cerca
de cincuenta mil volúmenes. Aquel pontífice elegante afable
aristócrata todos lo teníamos por santo y creíamos que no
tardando mucho subiera a los altares pero no. Se cruzaron en el
camino las protestas de los de siempre. Crédulos e ignorantes de
nosotros no sabíamos que el Vaticano es un avispero de intrigas
manejado por el gran capital de los Rochild. ¿Como es que la vida
ha podido dar tantas vueltas en medio siglo?
Las
vacaciones de verano marcaban el punto de inflexión del año
escolar. Yo aprobaba todas las asignaturas con nueves y dieces en
griego y en latín y en literatura pero en Matemáticas sólo sacaba
un aprobado raspado. Aquellos años fueron los más felices de mi
vida. Nada me inquietaba. Estaba seguro de mí mismo y la disciplina
inculcada por los preceptos empezó a hacer mella en mi espíritu
con arreglo a un método diario de levantarse a la misma hora, rezar
mis preces, el Iam lucis orto sedere” que repito al día de hoy,
bajar a Santa Eulalia a ayudar a misa, subir la cuesta de Baterías
en bicicleta. Desayuno y lectura, etc. Junto a la iglesia de Santa
Eulalia crece un gigantesco almez. Cuando tocaba verbena se
colocaban allí gallardetes, había títeres y baile y venían los
carameleros que tendían en sus puestos garrapiñadas de Alcalá.
Al otro lado de la calle estaba una casa porticada del siglo XV con
blasones en los ábsides de sus columnas dando esquina a la calle de
Cantarranas que subía hasta el convento de Santa Isabel puerta por
puerta de Ca la Farola el prostíbulo casa que fue del Domine Cabra
y que sirvió a Francisco de Quevedo de inspiración para componer
el Buscón. Don Benito solía presenciar tales jolgorios desde un
palenque habilitado para el párroco al lado de la tribuna donde
tocaban los músicos. De esta manera el buen sacerdote vigilaba por
la moralidad de sus feligreses, haciendo todo lo posible para que
nadie bailase el agarrao o llamando la atención a las que iban
descocadas o con escote.
-Eh
tú no te pases. Que corra el aire. Que corra el aire.
El
galán que trataba de arrimarse era sorprendido por la amonestación
del cura y… paso atrás. Los seminaristas nos sentábamos a la
vera de nuestro párroco en sillas de enea como si estuviésemos
ayudando a misa. Al poco rato a don Benito harto de velar sin
resultado por la decencia porque los cuerpos parecían atraerse como
imanes y la cosa parece que no tiene enmienda se daba por vencido.
Eran las nueve, hora de acostarse.
-Vamonos
para casa, chiquito que aquí a los curas no se nos ha perdido nada.
Los
seminaristas le acompañábamos hasta su rectoral a pocos pasos de
allí y por el camino nos iba dando una charla sobre los retos de la
concupiscencia y los peligros de la carne a los que sólo se puede
vencer mediante la huida y aducía el ejemplo del casto José
requerido de amores por la mujer de Putifar. Al llegar al portal nos
despedíamos besándole la mano y con un “buenas noches tenga
usted”. Todo estaba atado y bien atado pero un día esos cabrones
lo desatarán. Seguro que sí. La musiquilla hendía melancólica el
abismo de la noche. Los mozalbetes dejando desatendidas a las
mujeres tiraban al plato con escopetas de aire comprimida o jugaban
al bote en medio de la plaza. A la luz de un candil y sobre un cajón
vuelto de culo el Tío Monago extendía los naipes con la puesta de
billetes de veinte duros. Arriba la banca. Las muchachas bailaban
sola de dos en dos con sus faldas rameadas y sus rebecas recién
estrenadas. Debajo de las mangas asomaba la punta de un moquero.
Casi todas eran muchachas de servir. Algunos soldados del Regimiento
41 las miraban bajo la sombra patriarcal del almez centenario pero
sin determinarse a pedir baile. Aquellas catorcenas tristes se me
quedaron muy grabadas. Suspiros de España, garrapiñadas de Alcalá
y Heli la caramelera pregonando su mercancía: el pirulí de la
Habana, el polvo que esparcían los zapatos de las parejas al
marcarse un pasodoble. Agapito Marazuela con su gaita mágica
interpretaba una arrebolada que era un verdadero tour de force. El
arte y la fe entran por el oído. La música es el anamorfismo
sublimado de la palabra. Déjate de contemplaciones Accipiter.
Echemos un trago. Antón entró en Madrid con su capa rota, bebamos
una copa y otra copita y esta nos sabrá más sabrosita. Bah.
enomanía y delirios. Accipiter se agazapó en las tabernas porque
era un cobarde. Acodado en el mostrador de los chigres se creía un
tipo importante y decidor pero no era nadie: un seminarista
rebotado.
-¿Qué
año te saliste?
-En
segundo de Teología. Me faltaba poco para cantar misa.
-Fuiste
un cobarde.
-Ya
lo sé.
Derrotaba
por los bodegones creyendo que tó er mundo ye gueno y dice la verde
implementando la máxima evangélica de amar a tus semejantes. Pero
ni todos son buenos ni dicen la verdad. El amor de las mujeres no es
más que agua en un cesto. Aquel seminario le convirtió en un
soñador. A la sombra de la Aceitera se crió la utopía. Pagaba
rondas a desconocidos y no se le caía de los labios la palabra qué
va a ser, otra ronda, yo pago. Era tan desprendido que no le
importaba arruinarse con tal de mantener una conversación escuchar
una frase ingeniosa o que alguien le dijera una palabra de aliento o
de cariño. Bah enomanía y delirios. Iban tres cristos borrachos
arrastrando sus cruces camino del Calvario y n o encontraron a
ningún cirineo. Sin embargo una mano oculta le libró de las
tremendas refriegas del alcohol. En el fondo en esa inclinación
etílica –el hombre busca deleite, honra y ser reconocido- cupiera
un atavismo mítico de los viejos alumbrados de los que descendía.
Buscaba una amistad personal con Dios pero cuando esa tendencia de
los ensimismados se orienta hacia las mujeres grandes pecadores
ocurren catástrofes personales. La mujer es tierra, sólo comprende
el lenguaje de la tierra, nunca del cielo. Amor cortés, amor
profano, se cierra el círculo y ellas nos tienen prendidos por los
cojones. Baja de esa nube. Vives en el limbo. Aterriza y deja de
flotar. La bondad es un asunto peligroso porque deriva en panfilia y
esa panfilia se despeña en la cretinidad. Los cristianos eran
cretinos para Voltaire. La caridad bien entendida ha de empezar por
uno mismo, aducen los talmudistas y esa bondad que te enseñaron y
tú trataste de llevar a tu vida te ha llevado al delirium tremens y
del platonismo se siguieron los desengaños misóginos. Ay de los
solos.
Agosto
con las fiestas de Nuestra Señora era un baremo para calibrar el
paso raudo de los años. Pronto llegó a quinto de latín y los tres
años de filosofía remataron en los cuatro de teología. Ya era
teólogo, podía fumar en su celda e incluso tener una radio.
Televisión no había. Las primeras en llegar a Segovia se
instalaron en el despacho de un cura rico de Castrovoces que nos
invitaba a ver los programas de la Noche del Sábado. Pantalla en
blanco y nego. Allí aparecía José Luís Pecquer. Yo me dormía
ante aquel extraño aparato. Nadie pudo superar que aquel adminículo
humilde y como destartalado se iba a trasformar en el instrumento de
dominación universal, un comecocos totalitario. Aquel verano de
1956 el fatídico 1984 orwelliano se instaló en nuestro cuarto de
estar. Un purga-conciencias confidencial que nos dominaría
totalmente. Se terminó una era. Ese es el mensaje que a los cuatro
vientos y con voz chillona lanzaba Pecker al presentar aquellas
varietés. En el 64 veinte años de antelación de que se consumase
la profecía, veinte años de mi vida justos y buscando otros
caminos porque presentía venir una avalancha, yo colgué los
hábitos. Ya de minorista, colgué los hábitos.
-¿Porqué
te volviste atrás?
-No
me probaba, hermano.
Fue
la última respuesta que di a los preguntaban. Ni que decir tiene
que abandonar la carrera cuando ya te había afeitado la coronilla
el barbero y el obispo te dio el titulo de acólito, turiferario y
exorcista constituyó en mi casa un autentico drama familiar.
MI
ÚLTIMO DIA.
“Sol
de junio, un verano más”, cantaba un coplero de mi lejana
juventud cuando yo cortejaba a una moza muy formal. Nunca
empezábamos aquel pastel, nunca nos fumamos aquel cigarrillo de
después en el 600. Había que estar en casa a las diez. Ella habrá
dejado ya de fumar, yo sólo fumo en pipa y a escondidas porque
fumar ya no es políticamente correcto ni está bien quisto pero yo
me digo tambien los que no fuman se mueren y les dan infartos,
mientras acaricio los viejos recuerdos en el estanque dorado de la
memoria y pedaleo –estoy hecho una mula- hasta Navalcarnero ida y
vuelta tres leguas y pico en una hermosa tarde con el solsticio de
verano casi en puertas siguiendo el viejo camino de la mesta... Esa
era la ruta de los nutridos rebaños que veíamos pasar por nuestra
puerta camino del sur, el morueco en medio egregio y mostrando su
estatura guardiana, y a los lados los perros. Un zagal llevaba un
corderillo recental a hombros y a mí recordaba la vera efigie del
Buen Pastor. Parece que percibo el bronco ladrido feroz y
aquiescente del mastín. Ya no hay mesta ni cordeles, van en
camiones, pero el ojo de mi memoria los sigue viendo circular.
Parece que fue ayer y ha pasado tanto tiempo. Ya han encañado los
trigos. De trigo y centeno hay hogaño un cosechón. Las vides
están hermosas y ya granan las cepas. Si no se apedrea tendremos
los lagares y la troje hasta los topes. Una collalba me hace una
referencia y se me cruza en el camino y canta escondida entre las
cepas la perdiz con voz de amor. Sol de junio. El cuclillo y la
abubilla tienen un dúo, se han enzarzado en una porfía (a ver
quien da la mejor nota) que enternece mi corazón de melancolías y
es la orquesta de acompañamiento a este Te deum laudamus te Dominum
confitemur que esponja mi corazón. La voz del diacono Shelapin de
mi grabación de la noche de pascua pregona el canto del Querubín.
Mañana es mi último día y pues me tomé un Moscoso el día 12 si
Dios quiere estoy cumplido. Voy a entregar la cuchara pero no la
tarja. A mi tarja le quedan todavía algunas muescas por cortar al
menos eso espero y loado sea Cristo. Al menos eso espero con la
venia del Panadero celestial que todo lo controla todo lo ve y todo
lo designa desde ahí arriba. I
hope that He spares me.
No
puedo estar más satisfecho. Gracias, Señor. . Junio trajo las
rosas y la plenitud de un ayer no consumado y yo tuve la suerte de
conocer sin conocer a aquel amor. El sol, un sol que se va, refulge
en el estanque dorado pero el hombre pecador a veces tira por la
trocha más difícil dejando el camino real, se va por los puertos
fragosos abandonando la amenidad del valle y del llano. Lo malo es
que en este curso de la vida no hay repescas ni exámenes de
febrero pero todos los seis de junio se me aparecía el rostro de la
querida novia (ah yo vi en Roma do es la santidad que todos al
dinero facen omildad… y eminencia, nos quita las buenas para que
nos vayamos con las malas). El hombre no es que tropiece en la misma
piedra es que es gilipollas y escoge la manzana podrida desdeñando
la más manzana y fresca. Ah todos los seis de junio una lagrima de
mis ojos y una oración brotaba de mis labios en memoria de aquel
amor perdido. Uno se va siempre con las malas y deja las buenas pero
es ley de vida. Misterios del destino. Enigmas del mundo... regreso
a casa con el primer lucero. Un traguillo del vino de Navalcarnero
que era el último pueblo de la provincia Segovia antes de las
extremaduras, el que bebían los pastores de los viejos cordeles a
la salud de sus rabadanes, de sus amos y de sus novias, me da fuerza
a mis empeños, para cubrir el tranco final. Las cuestas arriba las
suba mi mulo que las de abajo yo me las sudo, digo con el refrán.
-
Aprieta el culo y dar pedales y pasa hoja.
-
Es lo que hay que hacer para llegar a viejos.
Un
transportista guasón me larga bocina.
-Pi.
Pi. quita del medio que va va pasar la camioneta de mi papá.
-Cojonazos..
-¿Violos
la tuya mujer, o qué?
-Quitate
de en medio que no eres Berrendero ni Bahamonetes, pensionista.
-
Es que hice la mili en un batallón ciclista le contesto.
Y
me despide con un corte de manga que le devuelvo. Mañana es día
escuela el último día escuela y ya brilla por el este el último
lucero. Esta mañana cuando por ultima vez ficho al pasar frente a
las estatuas del cardenal Gil de Albornoz que se alza mitrada y
eminente delante del convento de San Diego, desafiando un poco a la
de Cisneros, como un rival, me acuerdo de aquella objeción que
hacía el bueno del arcipreste a su cardenal de Toledo cuando quiso
dejar sin mujeres al clero y sus quejas son punto de referencia de
lo que ocurre en la vida. ¿Me fui con las malas y dejé las buenas,
de verdad? No sé. Es muy difícil afirmar esas cosas tan
taxativamente. Por lo pronto sol de junio, un verano más ¿y tú
donde estás, donde te fuiste, amor que no fenece jamás que es puro
y limpio como el brillar del lucero que avisto al bajar la cuesta de
mi urba? Estas son preguntas sin demasiadas respuestas. Ya no puede
quedar mucho trecho. Sin embargo espero que la tarja de mi
existencia se alargue un poco más.. Al llegar a viejo se ha hecho
más firme mi fe y mi esperanza. El amor no muere nunca. Nos
sobrepasa como el camionero fardón que por poco me tira a la cuneta
un ventalle. Es el aire del Espiritu Santo. El domingo fue la fiesta
de la Trinidad y vivimos todos en el gran cenáculo.. Se queda
prendido en el rielar de aquella estrella. Cuando llego a casa mi
santa esposa mantecosa – fue la buena o fue la mala no lo se pero
es la que elegí yo, impulsado por la fuerza del sino, del destino o
del fatum- se cachondea de mi al verme en shorts.
-
Ya no estás para ir de ligue, tio. Con esas fachas.
-
Home no, pero eso no lo decías hace treinta años que entonces bien
que te gustaba el pirulí de la Habana.
-
Si serás machista.
-
Tú no sufras que mañana me jubilo, prenda. Hace 65 tacos que me
parió la Juani. Con seis kilos mi y medio que di en bascula a mi
pobre madre no sé si la desriñoné una larga tarde de junio. El
parto sin cesare duró seis horas y era el dia sexto después del D
Day.
-
Así sigues de gordo-dice mi mujer que ya no me echa piropos pero de
vez en cuando me da alguna charla y a callar.
-In
te Domine speravi non confundar in aeternum. Bendito seas Señor por
esta vida. Me puedes quitar todo menos la esperanza y el sentido del
humor.
FIN
i.Dios
hace planes con lo más enfermo del mundo despreciado para sacar
adelante su obra.
ii.De
grabesco, que en lat. Significa quedarse calvo.
iv.Salir
a hostias. ¿Podrá haber expresión más española?
v.
La gran necrópolis al este de la capital.
vi.Ciencia
de la cruz, demencia de los crucificados. Locura evangélica.
vii.El
ex escolapio fue el primero en salir del armario.
viii.Indice
de libros prohibidos existente en la Universidad Pontificia de
Comillas.
ix.Chubascos.
Localismo de la provincia de Segovia que apunta Cela pg. 35 de
“Judíos, Moros y Cristianos”
x.
Consultar el índice en que se aduce esta entrevista publicada en
HIERRO, periódico de Bilbao, uno de los cuarenta diarios de la
desaparecida prensa del Movimiento.
xi
.
Arije, voz de procedencia árabe, es sinónimo del apellido que esto
escribe.
xii.
Fue una pregunta impertinente. Le faltó un tris para decirme que
no porque no le salía de los cojones pero se reprimió.
xiii.Rosario
Conde Picabea su mujer natural.
xiv.Tenía
el don de la accesibilidad. Por aquellos días Cela no negaba ni una
sola entrevista ni hurtó jamás a las preguntas más controvertidas
su oronda por entonces. Cuando Marina lo puso a dieta, ésta pedía
un tanto por cada tiempo dedicado a los medios de colaboración
según es norma actual en los medios de comunicación donde los
famosos han encontrado una mina para ir a airear trapos sucios. Pero
entonces no había que pagar ningún peaje.
xv.
Según don Francisco de Quevedo.
xvi.Director
de ARRIBA en la época Carlos Arias.
xvii.
Caminaba por entre la multitud sin hacerse conspicuo.
xviii.
Mejor no citar nombres.
xix.
No encontrarán quién les recuerde.
xx.
Mi alma está repleta de males, mi vida se acerca al infierno.
xxi.Era
corresponsal de PUEBLO
xxii.Animal
mítico, extraña mezcla de lobo, de barbo de río, de gallina y de
cebra, según unos, o de cabra, según otros, que vive más de
trescientos años y que desgracia a los niños que mira . ( “Judíos,
Moros y cristianos” pág.. 37).
xxiii.el
rape que es bataneado y puesto a secar en las casas portaladas y
galerías de Cudillero. Quizá tenga que ver a su manera con la
peladilla o cochinillo asado segoviano.
xxiv.Epanalepsis
o enálage figura que consiste en cambiar las partes de la oración
y sus accidentes
xxv.abreviatura
coloquial por fin de semana.
xxvi.”Judíos,
moros y cristianos” pag. 236. Destino, 1957.
xxvii.A
cada uno lo suyo, o poniendo las cosas en claro.
xxviii.
Todo lo relacionado con las artes de pesca.
xxix.
Regoldo, castaño silvestre.
xxx.
Publicó “Guarnición de silla”, y “Con flores a María”
inter alia.
xxxi.Expresión
latina que viene a equivaler al castellano creer que uno se chupa el
dedo.
xxxii
.
El arte mayor es ocultar el arte.
xxxiii.
Los escritores griegos creían que Thule era el punto extremo del
septentrión. Allí acababa el mundo.
xxxiv.
Golorito o jilguero y por otro nombre pintacilgo. La lexicografía
celiana es hermosa y señorial como un blasón.
xxxv.Cachondo
mental viene de catulens que quiere decir estar en celo los
animales.
xxxvi.Padecía
divertículos y prurito anal. Sus visitas al quirófano eran
frecuentes. En la mesa de operaciones entraba con gesto divertido y
en una ocasión puso como condición para ser operado que todos los
médicos y enfermos de la planta salieran a aplaudirle, a la que lo
bajaban a la sección de curas. Ver “Cela mi padre” por CJC
Conde, Madrid, 1989, Temas de Hoy.
xxxvii.Francisco
de Quevedo en la iglesia de San Martín un Jueves Santo dio muerte a
espada a un caballero que maltrataba a una dama y Cervantes también
huyó a Italia después del asesinato de un hombre. Valle Inclán
perdió un brazo tras un cachetazo que le propinara en un duelo el
escritor granadino Manuel Bueno. A Clarín también lo desafió un
militar jefe de la escuadra. Afortunadamente no llegaron a batirse.
De todo esto puede llegarse a la conclusión de que en la tarea de
la literatura hay un espacio reservado a los ángeles pero los
demonios también ocupan un destacado sitial no menos importante.