La fiesta del Jacobeo se ha convertido por desgracia en una festividad descafeinada. Ese hermano marista casposo y mirada antipática, un hijo fornecino de Fraga el del contubernio de Munich que preside la Xunta en su afán nacionalista aldeano barre para casa y quiere hacer un negocio turístico lo que no constituye más que una sagrada tradición cristiana. A esa figura simonía la llaman, cuando a cambio de ciertas dádivas espirituales se ofrecen granjerías espirituales. Están ahora tratando de jugar con el patrón de España.
Con independencia de que siempre estos temas de las peregrinaciones en que la fe corre el riesgo de los peligros de las doctrinas de la indulgencias, un escándalo medieval, cabe recordar a los mitificadores-desmitificadores que la devoción santiaguista tiene que ver con la unidad de la patria que nace del enfrentamiento contra el Islam. Pelearon con el sarraceno los de abajo mientras los nobles y los señoritos gallegos tenían tendencia al escaqueo; por eso mismo, los Reyes Católicos desmocharon las torres de los palacios de los Pardo, de los Celas, de los Lois y de algún que otro arzobispo de Compostela.
La barca de piedra, el obispo san Payo, etc. Las grandes perdonanzas de cada decimoprimero año no son el predicamento de una región con todos los respetos y admiración que uno sienta hacia los gallegos sufridores, buenas personas, muy trabajadores, los que lindan la vaca Morela y los que andan navegando o subidos al andamio, pero las cosas se están sacando de contexto en aras del papel moneda, de poner caja y de hacer queja.
Cabrá recordar que el amigo Zapatero, ateo y descreido pero mucho más fementido y funesto, se negó en la festividad del 25 de julio de 2004 a dar el abrazo tradicional o acolada al Apóstol. Él nos ha traído el dialogo de civilizaciones y ha abierto la puerta al moro en España, secuaz infame del obispo Opas, en su afán descristianizador y todos esos atropellos de la memoria histórica.
Los santiaguistas- y yo me encuentro entre ellos- con Quevedo a la cabeza, que rechazaron a una judía Teresa de Ávila- y de su mano intrigan por detrás la gran caterva de judaizantes y conversos- para velar por los intereses nacionales desde arriba y todos los guerreros que lucían al pecho la cruz colorada, no nos sentimos identificados sino con la España una católica apostólica y romana aunque también en el Vaticano haya no pocos clérigos que dieran vuelta a la chaqueta.
El glorioso Boanerges me regaló en el día de su fiesta un hermoso gesto, un españolito que ha venido al mundo bajo la advocación de Sanctus Iacobus, san Yago y ha cantado el Herr Sant Yagu, Gott Santiago, aurrerá, desde el primer alhorre. Espero que el Hijo del Trueno vele por mi niño y siga defendiendo a nuestra hueste y nos proteja de la peste nacionalista. Amen. Señot Santiago, y cierra España.
26/07/2010
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