2021-10-08

MI ENCUENTRO CON BORGES

 

BORGES SE QUEDA CON NOSTROS

 

 

Sur de Málaga 10 de julio 1982.

 

Apoyado en su cayado de profeta del antiguo testamento – la cachava la compró o se la regalaron en Segovia, era de esas de serpentina ahumada que yo vi tantas veces en mi ciudad natal los jueves cuando venían los paisanos al mercado- parece un profeta mayor de la literatura, de pastor que apacienta los rebaños  de ficciones infinitas. Borges nos recibe en la suite del hotel Palace y habla con la cordialidad de los sabios, su discurso exento de dogma, tartamudea un poco. El argentino tiene algo de carismático y una sonrisa dolorosa con la que estira los labios un poco para evitar se le descuadre el plato de sus postizos. El autor de ficciones con el paso de los años y cuando ya otea el horizonte de la eternidad ha cobrado un aspecto digno de taumaturgo. Hay que ver la suavidad de su tacto al acostar la mano sobre la contera de su bastón celtibero. No le pega este garrote. Me estrella la mano al tacto su mano es suave algo calurosa y hasta sus ojos ciegos puede decir que te ven aunque te miran de otro modo. Es como si esas manos quisieran curar. Arar a un valetudinario con los colirios dulces y tonificantes de la imaginación.

Mi oficio es soñar.

El tono de su voz es aquietante y cordial. He aquí un buen compadre rioplatense con porte de británico. Borges ha venido con nosotros. Seguramente se quede a vivir con nosotros. De momento pasará una temporada en palma de Mallorca donde será huésped de su amigo el poeta inglés Robert graves que se afincó en la isla desde el término de la guerra civil. “Pero me costará trabajo desarraigarme de Buenos Aires. No quiere hablar de política. Prefiere como tema de conversación lo que siempre fue suyo: la literatura. Sin embargo no deja de repetir “ha sido algo terrible” refiriéndose al conflicto de Malvinas que acababa de ocurrir. Terrible. A causa del conflicto angloargentino el autor del aleph debió de padecer muchos puesto que sus lealtades estaban algo divididas. De un lado su abuela era de origen inglés. Y del otro su ascendiente judeo español a través de los Acevedo. En el torrente de su sangre se dan la mano y vivieron en armonía Cervantes y Shakespeare. Nos confiesa que a él le enseñaron a pensar y a sentir en inglés para contar y escribir en castellano. De esta combinación de fuentes ha surgido un genial hombre de letras. Borges maestro mayestático erecto muy polito y urbanita como oteando siempre lejanías. Mira hacia adentro una paisaje interior desde que sus ojos se cerraron a la luz desde 1955 lo que es la mayor condena para un bibliotecario. Dejar de leer qué suplicio. Pero pudo así mejor asomarse a los paisajes del alma que son los del laberinto. Pertenece quizás a esta estirpe de hombres señeros siempre en atalayas de vanguardia que vigilan el rumbo del barco del mundo. Son atalayas. Sigue el escritor confesándose anglófilo pero su anglofilia nada tiene que ver con las agarradas jupiterinas de madame Thatcher y sus fulminates actos enérgicos. Argentina crucificada por estos días en la cruz del sur. Allí también trataron de crucificar a Borges y con el a toda una nación. Borges seguirá siendo el chesterton porteño el hombre de la paradoja que nunca abdica de su argentinidad y que la ejercerá entre nosotros mientras habla de Acevedo y del Talmud y de cansinos assens al que él siempre colocó en un altar – aquel sefardí que habitaba el barrio de Chamberí hablaba treinta idiomas y tradujo a los clásicos rusos al castellano bajo el pseudónimo de Nicolás Tasin yo recuerdo bien aquellas novelas suyas de la colección universal que con tanta fruición leía siendo mozo- y al que conoció en la residencia de estudiantes, se apoya en su bastón de sauce y en el hombro de su secretaria de origen japonés Maria Kodama. ¿Las guerras? ah las guerras. Serán siempre necesarias para que luego vengan los petas a cantarlas pero las guerras son todas sucias, entupidas poco heroicas, huele a inmundicia y huele a sangre. Es lo que le pasó a homero. Tuvo que arder Troya para que él se pusiera a escribir la iliada. ¿Ocurrirá lo mismo con la guerra de las Malvinas?

 

 

En un reciente viaje a Londres la pascua pasada con vistas a la publicación de mi “Franco&Sefarad a secret love” con una editorial inglesa cuyo nombre no viene al caso, me di un paseo por Portobello que es una especie de Cuesta de Moyano de los libreros de lance pero a lo bestia. Y en este recreo o paraíso del bobliópola pude solazarme, entre añoranzas, con títulos olvidados o perdidos en los diferentes acarreos y mudanzas por los cuales atravesó mi biblioteca, sobre todo los de la vieja Penguin.

 Cuando era mozo  los adquirí a centenares. El lema con que aparecieron estas ediciones en 1935 era “un libro por lo que cuesta una caña de cerveza”. O  (For a pint a Penguin) Y yo los dos chelines de mi almuerzo los ahorraba muy a gusto para dar satisfacción a uno de mis vicios y pasiones mayores: la lectura y la literatura. Los años 30 a raíz de la depresión económica se popularizaron los libros de bolsillo en Europa. Y lo mismo hice cuando pasé todo el verano en Paris el año 64 trabajando en un andamio. Llegaba la hora de comer y bajaba a un kiosco.

 Compraba un cartón de leche – aquellos cartones triangulares que parecían trípodes, aun no era invento el tetrabrik- y por un franco me compraba un Mauriac, un Maurois, un Zola, o La Nausea de Sartre de la colección j´ai lu, que era homónima de la Penguin en Francia. La posguerra europea significó en Europa el triunfo de la literatura. No se leyó tanto en el mundo como en esta época. Fue la apoteosis de la novela refrendada por los triunfos literarios. Barcelona otorgaba el Nadal y el Planeta. Paris el Goncourt y el Interallié. Londres el Book Prize. Nueva York los Pulliterzs que consagraban. Y en ese marco de sueños de la gloria literaria nos movíamos los jóvenes de entonces. Por tanto nutríamos nuestra vocación cargada de utopía uy de expectativas falsas de escritor a base de colecciones baratas. Cierto que no sabíamos, incautos de nosotros, que los premios literarios estaban dados de antemano y que la literatura del bestseller afila sus armas por lo general en la muela de la propaganda y los intereses crematísticos. Y no suele poner en altar a la calidad. Éramos teorizantes románticos o soñadores camino del final de la quimera pero tampoco pasa nada. Eso hay que tomárselo con deportividad y lo importante de esta partida que se juega uno en la vida no es ganar sino participar y competir.

 Estas colecciones, recapitulando ahora al cabo de muchos años de hispanofiliación literaria, introdujeron a las grandes masas en la gran literatura. En España tenemos el lujo exquisito de la Austral y en Madrid me ocurría lo mismo. La huelga de los domingos que me daba mi madre para ir al cine o al baile lo invertía en un “capricornio” que capricornio era el logotipo de la famosa Colección de Espasa Calpe. El edificio en José Antonio 32 ahora Gran Vía, que tenía esta editorial era para mí una especie de paraíso. Casona, Valle Inclán, Menéndez y Pidal, Cela,  Santa Teresa de Jesús, Baroja, Unamuno, Marañón, Zunzunegui, Gógol, Dostoyevski, Chejov empezaron para mí a ser compañeros de mis viajes al Parnaso pero sobre todo de gira por la arcadia de un mundo feliz (dicho en frase de título del gran Aldous Huxley) del que vive hacia adentro, una especie de staretzi místicos o guías por el camino del Espíritu.

Gracias a esta inclinación, poseo una bien abastada y completa biblioteca que yo quisiera legar a mi hija inglesa Helen Parra-Hugh que es la única que ha salido con una alguna vocación literaria. Pero a lo que voy. La querida Penguin ha sido para mí una casa nutricia de todos los sueños.  Creo que todos los títulos que publicaron en ésa mis dos autores preferidos, bueno tres: Somerset Maughan, T. S Lawrence y Aldous Huxley los tengo todos.  Y algunos hasta “repe” como en las colecciones de cromos de nuestra infancia, aunque no soy fetichista ni acaparador de libros claro. Una vez leídos, los paso, no me interesan gran cosa. Tratando de imitarles, he de decir que en mi modestia tengo alguna novelita inglesa ingresa en mi gaveta y ando en tratos para su publicación; estoy en ello al menos.

Somerset Maughan es para mí el mayor novelista europeo de posguerra y un autentico tour de force para todos los que se dedican a la anglística. Posee una facilidad y un estilo, una carpintería de trama, que son casi inimitables. Cabe recordar “Of Human bondage” (la condición humana)- un título que ha pasado al habla y a la retórica de las gentes puesto que se habla de la condición de la misma manera que se habla de cien años de soledad título de otro gran novelista en castellano o The Moon and Six Pence.

También conocí gracias a aquellos títulos de ediciones baratas tan accesibles para un estudiante pobretón que casi no tenía para la gabardina ni para la abolla académica ni para pagar la patrona en aquellos infames y lóbregos  digs con derecho a cocina, al impresionante Woodhouse (eso sí que es humorismo) un autor que era el preferido de mi maestro Rafael García Serrano, maestro de novelistas y de periodistas. Rafa, yo sigo metido en tu macuto, hoy olvidado pero aquí al que vale, vale, y al que no le dan un premio.

 Pues al igual que él no le hurtaba Woodhouse el cuerpo a emitir algún que otro taco. Claro está sonaban mucho más rotundos los del navarrico Rafael que los del londinense G.P. Y en rústica, llegaron las masas ávidas de leer y de saber al arte de la literatura, y ahora encuentro aquellos títulos tan queridos para mí otrora esparcidos por los tenderetes y el rátigo de Portobello. La última Pascua fue para mí, ávido lector, una fiesta.

 Con respecto a Lawrence diré que su “Lady´s Chatterley Lover”, firmado en 1928, no fue reeditado hasta el año 62 al cabo de una gran polémica debido a las escenas fuertes de adulterio y a las palabras de grueso calibre de esta gran novela, un incipit para la literatura erótica que pocos han superado. Su autor era un maestro del dialogo.

 Pero allí  en fila india esparcidos por los puestos estaban Graham Green y Chaucer y el Beowulf y Prichett y Bernard Shaw con todos los del grupo Bloomsbury. Entre ellos Virgina Woolf cuyos textos no me agradaron tanto porque dicen que la autora era un bicho o bitchy (algo perra) aunque fumase en boquilla y que algunas feministas me perdonen. Virgina  asumió su desesperación y su fracaso porque su literatura era demasiado intelectualoide ahogándose en las aguas del río Ouse.

Encuentro, por mi parte, la literatura de mujeres difícil de entender. Para leer a Jane Austen o a las Brontë no hay solo que ser mujer. Hay que ser también inglés. Las tiradas de la Penguin -la más cortita superaba los cincuenta mil ejemplares- popularizó a las grandes escritoras que siempre dio Inglaterra, no obstante. Pero el Animal Farm de Eric Blair (George Orwell) o Granja Animal, una utopía contra el comunismo pero que en realidad refleja una parodia de la sociedad actual donde todo el mundo es algo masoquista y tiene lavado el cerebro, pero este masoquismo de lo políticamente correcto les viene bien, superó todos los registros. Pasó los tres millones de copias. Pese  a lo cual, los libros millonarios, los más vendidos de la colección Penguin, no son de literatura, sino manuales de cocina, cómo arreglar un enchufe o cuidar rododendros en el jardín. Qué hierbas son benéficas a la salud, etc.

  Palmares de los éxitos que puso en circulación la Penguin fue un libro de la actriz americana Jane Fonda sobre cómo adelgazar haciendo ejercicio y comiendo lo que a uno le pete. Así como, otros libros “know how” o manuales de instrucciones de cómo se hace algo cómo se baila o se presenta uno en sociedad, lo que los alemanes conocen bajo el nombre de Sacherbucher. Omniscientes y sapientes libritos que luego no sirven para nada. Porque ni te ayudan a dejar de fumar ni a controlar tu mente y luego acabas ganando kilos. Pero recuerdo que estos famosos ejemplares con franja naranja y blanca aparecían por todas las partes cuando iba en el tubo – el metro como los llaman los londinenses- el autobús o en el parque en aquellas doradas e indolentes “lazy sunny afternoons” de la balada de los Kinks, no hay placer más grande que baños de sol en Hyde Park con una novela de espionaje entre las manos. En las cómodas y en los muebles que nos alquilaban nuestras caseras con voz carrasposa de tabaco y aguardentosa de gin y que nos aconsejaban tal o cual titulo:

-Did you read the latest of Ágatha Christie, Mr. Normand?

-Oh yes, Mrs. Avisson, a very good read, indeed.

Ha corrido desde entonces mucha agua bajo los puentes del Támesis y mucha tinta por nuestras venas y más letra pequeña sobre nuestros ojos lectores implacables, pero seguimos ilusionados con aquel ardor contumaz de misacantanos.  Continuamos en nuestras trece amando la literatura. Y dándole muchas gracias a Dios por haber podido leer tanto y tan bueno gracias a Penguin Books pues así conocemos mejor el mundo. La Casa cumple este otoño el LXXII aniversario de su fundación. Toda una efeméride. ¡Y que a nosotros que nos quiten lo bailao!

 

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