ERASMO
Si
no te gusta Erasmo o eres fraile o eres asno solían decir los humanistas de
Alcalá la que tuvo un talante más liberal y reformista a la sombra de Cisneros.
Salamanca era otra cosa. Erasmo no tuvo buen cartel en España y el sentimiento
era mutuo. Le dio calabazas al emperador que le ofrecía una mitra en Sicilia,
no quiso nunca cruzar los pirineos. “Un
obispado no vale lo que vale mi libertad”. Non
placet Hispania.
No
le gustaba España y aquí sus secuaces fueron muy perseguidos bajo la sospecha
de herejes (los hermanos Valdés, el metropolita Carranza primado de Toledo y
del autor de ese libro tan delicioso que es el Lazarillo lo publicó anónimo por
miedo a la inquisición.)
Sin
embargo, se hace lenguas de los ingleses a los que alaba sus costumbres, su
mejor amigo fue Tomás Moro. Pasó los mejores años de su vida en Londres y se
sorprendía de que en aquel país todo el mundo besase a todo el mundo. La
Arcadia. La utopía. Mihi praestat Britannia quia suavis est sicut
osculum.[1]
Le besaban los ingleses lo besaban las inglesas. Fue el primer anglófilo de la
literatura universal pero toda su obra está en latín.
Su
pasión eran los libros en cuya compañía en un rinconcito se sentía en compañía.
Porque un libro es el mejor amigo. La frase es suya. Más muchos que pocos y
cañuto más mejor. Te hacen ser tolerante y compasivo. Escribió mucho… cuanto
más escribo más gusto y mejor lo hago. Amaba a los hombres pero de lejos.
He
aquí un hombre de pensamiento más que de acción. A man for all the
seasons, al igual que su amigo Moro.
Un hombre para la eternidad que no duda en verter su cáliz de hiel y vinagre
contra los curas y los frailes. Certero en sus juicios expresados con
rotundidad aunque a veces siente que se le va la pluma. Era demasiado
inteligente y se adelantaba a su época.
De
la huida y del andar de acá para allá hizo un lema vital. Erasmo fue un
holandés errante. Siempre anduvo con la mosca en la oreja y a la espantadiza.
Una de cal y otra arena. Corrían tiempos recios y no era bien quisto sobre todo
en España y en Italia. Donde Scaligero le larga sus buenas andanadas tachándole
de epicúreo y sibarita.
Para
la escuela de Salamanca siempre fue sospechoso de herejía y la Sorbona le
declara persona non grata por haber criticado a la escolástica que enseña a
discutir y a regañar pero no a razonar.
Le salvó su ética, su pasión por el
centro-virtus in medio est- y su sentido del humor que fue el mejor
contraveneno para vivir aquellos lustros emponzoñados. Cruzó media Europa
cabalgando en mulas prestadas cargadas de libros y en Dover le confiscan todo
el dinero que llevaba los aduaneros ingleses que para esto son muy suyos-
Erasmo no había leído a Shakespeare que conocía bien a sus paisanos[2].
No obstante lo cual no mermó nunca la anglofilia de Erasmo que acababa de
escribir “La educación del Príncipe” tomando por modelo a Enrique VIII.
Siempre
tenía frío, escribía sin parar. No es lo que se dice un religioso modelo. No
decía misa todos los días y “se fumaba” el coro siempre que podía. Pero pocos humanos han penetrado en la
grandeza de la obra y la figura de Cristo como él volviendo a sus raíces
paulinas e inspirándose en la Carta a los Corintios que fueron textos
inspiradores y motor de arranque de la reforma luterana; nadie tan poco atacó
con tanta furia y clarividencia a la iglesia romana a la cual considera una
caricatura del ideal cristiano epicentro de la impostura, el contubernio, el
veneno, la corrupción y la arrogancia. Sus libros cobran una singular
relevancia en estos tiempos tan parecidos a los del siglo XVI, de reformas, de
nuevos inventos.
“Encomio
de la locura” que ha sido mal traducido en occidente ya que su original griego
“Morias Egkomion” en realidad significa elogio de la sandez. El numero de
tontos es infinito y los sandios, aquellos que vegetan en la nube del no saber
de Nicolás de Cusa suelen vivir largos años, felices en su ignorancia y en su
estupidez. Si no os hacéis ignorantes (como niños) no entrareis en el reino de
los cielos. Mientras que los sabios, los filósofos, los grandes escritores
llevan una existencia de pobreza y persecución. Cristo viene a decirnos este
fraile holandés despreciaba las riquezas pero también la concupiscencia de la
inteligencia el afán de saber y de conocer. Compara la concupiscencia del alma
a la concupiscencia de la carne. De qué os vale ganar el cielo y la tierra si
al final perdéis vuestra alma. El Evangelio tiene un lado oscurantista. Con su
tesis Erasmo asustó a los teólogos de Oxford, de Lovaina y de la Sorbona. Sus
libros tuvieron magna difusión a primeros de aquel siglo. De hecho, fue invitado
a enseñar Teología en Alcalá en 1508 pero rehusó con la celebre frase “mihi non
placet Hispania” luego serían prohibidos por Cisneros. El erasmismo creó
escuela en Castilla alrededor de los círculos del emperador. Dicha doctrina
constituyó una de las causas de los litigios de religión y de las guerras de
las comunidades, e inspira, con ciertas reservas, a toda la literatura
picaresca. El agustino de Utrecht al que le gustaba la vida cómoda, comer y
beber bien y tener su celda bien caldeada, porque era algo friolento y de ahí
dimana la tibieza de su carácter, fue un incendiario. Siempre son más
peligrosos los hombres de las medias tintas o del centro que los radicales. Se
asustó. Intentaba al final de sus días amainar velas pero ya era demasiado
tarde. El cisma estaba en camino.
Erasmo
en griego significa el mellizo y también fue un hijo de la piedra. Nació fuera
de tálamo de la unión del obispo de Stein con una hebrea. El odio hacia el
padre al cual no conocería nunca sembró en su corazón la inquina hacia el
papado, las órdenes mendicantes y un marcado desprecio hacia las costumbres
paganas de los cristianos flamencos. Si no te gusta Erasmo, o eres fraile o
eres asno. Retumban en sus escritos las carcajadas de Israel. No supo entender
el carácter sagrado de toda religión que tiene una componente externa y otra
interior. No supo entender ese carácter íntimo por donde fluye la gracia. A
fuerza de exaltar a los tontos cae Erasmo en los mismos vicios a los que
fustiga. Se convierte en un estagirita en lo alto de la columna, censor de
todas las costumbres. Vierte el veneno con vehemencia contra esa iglesia que es
puro ropaje exterior integrada por obispos fornicarios, papas corruptos o
malvados, siempre al servicio de la coyuntura.
La iglesia es poder, lujo, honores, riqueza. Llevan en parte razón los
autores proféticos rusos que anunciaban la llegada del anticristo en la
personalidad de un pontífice que se convertiría en ministro de Asuntos
Exteriores del vampiro Rockefeller. Niño de coro de la catedral de Utrecht
debió de sufrir algún abuso sexual que determinaría su misoginia y la
inclinación hacia personas del mismo sexo. Sus libros constituyen un
inteligente y despiadado sobresalto, aparte de que con frecuencia se pasa de
listo. Estallan sus invectivas antieclesíasticas con la rotundidad tonante del
pedo de Príapo dormido al pie de una higuera que asustaría a las musas. Canidia
y Sagana las dos musas lascivas que querían coquetear con Príapo huyeron
espantadas al escuchar la feroz deflagración que surgió de entre las nalgas del
dios borracho. Echa por tierra toda la teología escolástica. Los sabios y los
santos le resultan antipáticos. Conjunto de fracasados en la vida… “cómo agrada a los doctores solemnes, los
doctores sutiles, los doctores melifluos, los doctores seráficos, doctores
santos e irrefutables que arrojan como si fuera carnaza arrojar al vulgo ignaro
los silogismos mayores y menores, las conclusiones, los corolarios, las
suposiciones y toda esa retahíla de estupideces escolásticas y corolarios silogísticos…
tienen las mujeres muchas razones para amar a los frailes; encuentran en ellos
un bálsamo que les consuela de sus disgustos conyugales”.
El
mundo está lleno de locos y la receta contra esta estupidez general es un
tisana hechas con hojas de elaboro que sirve para curar la locura. Y también el
vino porque los niños y los borrachos y los tontos son los que dicen la verdad.
“Vivid y bebed” es la recomendación que hace al final de su obra “Elogio de la
locura” obra que estuvo dedicada a un mártir de la iglesia Tomás Moro, amigo suyo y al que Enrique VIII mandó
degollar por oponerse a su matrimonio con Ana Bolena. Está escrita en latín, al
igual que su otro gran libro “Los Adagios”. Trufa Erasmo su prosa brillante de
refranes y los humanistas españoles siguen por la senda paremiológica. Todas
ellas puestas en el Índice por el Concilio de Trento.
[1] Me
gusta Inglaterra y su campiña que son suaves como un beso
[2]
Tienen la cara de ángeles y el alma de diablos. William Shakespeare: sobre los ingleses.
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