Cuarenta años de aquel jaleo pero con las glorias no se acabaron
las memorias para mí. Son nítidos mis recuerdos de aquella noche fría y seca
del febrerillo loco, mucha contaminación, pesaba el aire mefítico que flota
sobre el cielo madrileño cuando no llueve. Eran las nueve de la noche y yo
acababa de escribir un reportaje, era colaborador de la agencia EFE. Escribía
contra todo lo que se movía para sacar adelante a mi familia.
Decía Alas Clarín que el periodismo no da para comer pero a
veces llega lo justo para merendar.
Conecté el receptor de radio y para mi sorpresa comprobé emitían
música militar lo cual me enardeció el corazón, me vestí rápidamente de
trapillo americana y pantalones de pana color beige y un tapabocas para el
frío y me lancé a la calle con mi cámara fotográfica bajo el brazo.
“Ya están ahí pensé”. Soy hijo de mlitar y he mamado la leche de
Mayorías. Cuando era corresponsal del Arriba en Londres tuve algunas peleas con
un colega del Daily Telegraph que sostenía el criterio de que un millón de
hombres bajo las armas eran un problema que había que solucionar a la muerte
del dictador.
Harold
Sieve me dio el titular para encabezar la crónica de aquella noche toledana:
ridiculizar ale ejército franquista el que ganó la guerra civil con la anuencia
precisamente del Jefe de las Fuerzas Armadas que era el Rey. De paso la monarquía
firmaba su acta de defunción y se convertía en un tigre de papel estampillado.
Ese y no otra era el objetivo la clave de lo que iba a pasar aquella noche de
marras que yo viví.
Me acerqué al Gijón. Estaba
vacío. Mi amigo Alfonso Pérez Pintor el cerillero un
anarquista que me salvó en algunas ocasiones que me excedí con el
"cristal" era el único presente en el establecimiento que fue mi
refugio y mi paño de lágrimas en los años de plomo de la Transición. Estaba
allí de plantón. Le invité a una copa y me dijo no bebo cuando estoy de
servicio y creo que esta noche va a ser larga tú tomate dos.
Con las mismas subí hasta la puerta de Alcalá. Allí me topé a unos
personajes con gabardina blanca y sonotone hablando en inglés. Los tipos eran
unos verdaderos armarios. Sin duda agentes de la CIA.
Debajo
de la gabardina les abultaba la “pipa”. No les di las buenas noches y bajé
hasta Cibeles.
Presencié el primer incidente de aquella noche… toledana muchos
nervios pero no se escuchaban ruidos de tanques: un "secreta"
muy bien plantado al que yo había visto ir a bailar con sus pirulis al Pasapoga
sujetaba a un individuo en el suelo y le apuntaba con una del calibre 38.
Bien empezaba la cosa pero el policía le mandó levantarse y el
tipo un sanculotte desgreñado puso pies en polvorosa. Cuando llegué al Hotel Palace
aquello era una romería. Estaba todo el Madrid político, periodístico y militar
pisando alfombra.
Con
mi Pentax en ristre tomé algunas placas de los alrededores del Congreso
(desafortunadamente los dos carretes se los cedí a uno que trabajaba en el
YA por nombre Juan Luis. No los volví a ver; mala haya el
caballero que sin espuelas cabalga, hice el tonto al fiarme de aquel tipo
al que años más tarde hallé trampeando las calles, cerró el periódico y se convirtió
en un vagabundo sin techo Dios le haya perdonado la fechoría que me hizo,
supe que trabajaba para los Servicios, era un vulgar soplón el Juan Luis)
Vi
a un guardia civil veterano ofreciendo café caliente a la gente que pasaba por
allí en tazas de plástico. Decía "nosotros somos unos mandaos" con
acento andaluz,
Barrunté que
aquella movida era el esperpento de un montaje suficientemente preparado
con antelación.
Me
quedé sin tabaco y le pedí un cigarro a un fotógrafo del Mail londinense al que
conocía de vista. Había llegado en un avión especial fletado por los ingleses
la noche anterior. Más olor a chamusquina. ¿Cómo es posible que toda la prensa
internacional estuviera allí para ver el golpe?¿Quién lews había avisado?
Le
sorprendió al inglés mi acento cockney. "Tú no eres español"...
"Soy tan madrileño como la Puerta del Sol". Un periodista no ha de
padecer anosmia. Su nariz ha de ser larga para captar el olfato de un “topo” a
una legua de distancia. Pero el tabaco que me dio el colega era excelente
DunHill.
Me
entraron ganas de exonerar la vejiga y en los urinarios del hotel de manos a
boca topé con el General Saenz de Santamaria, ministro de la
gobernación haciendo pis escoltado por dos guardias civiles de paisano.
Parecía muy silencioso y preocupado.
Alguien
que debía de ser muy de derechas comentó que aquel militar asturiano estaba
cagado de miedo. "Mírale cómo va no le cabe un piñón por el
culo" Sí, había muchos nervios y podía pasar cualquier cosa.
Las
radios bramaban desde dentro del hemiciclo. El Butanito de Luarca se coronó de
gloria narrando aquella charlotada que pudo terminar en tragedia y sólo acabó
como las viejas comedias de atadero con un "fuese y no hubo
nada".
Ya
de madrugada la tensión fue decreciendo, se esfumaron los corrillos en el
vestíbulo del Hotel Palace.
La luz de la aurora nos obliga a
presenciar a guardias civiles saltando por la ventana: una imagen que hubiera
querido yo no ver nunca pero asistí a la "toma del Congreso". el golpe era un autogolpe. El caballo de Pavía trotaba
triste y vencido por los adoquines de San Jerónimo. No tocaban a muerto en la Almudena
y los “demócratas” lanzaban gritos de Resurrección. Al día siguiente entonaban
el vayamos todos con flores a por fía a la musa de la Democracia. Rosa María
Mateo la chica de la tele encabezaba la manifestación y yo tuve agallas para
bajar por la calle Atocha cuando todos subían. Me la jugué me enfrenté a torvas
miradas. Podían haber ido a por mí.
Tejero, un tío, con gesto firme y
sereno se despidió de sus hombres con un apretón de manos y subió a aquel
autobús destartalado que los trajo a dar el golpe camino del trullo. Él general
desconocía que habían utilizado su tricornio, el honor de su guerrera, su
pistola y su grito de “quieto todo el mundo” para actuar de payaso en la
charlotada.
Su
Majestad el Rey Juan Carlos habló por le tele con cara de circunstancias. Yo
creo que había sido manipulado. Parecía el juguete de un gran guiñol cuyos
hilos manejaban dedos invisibles.
Yo pensé a contrapelo de lo que se ha
dicho y escrito porque el 23F se ha convertido en un Watergate a la española
una orquesta de la confusión al objeto de que lo verdaderamente ocurrido en
aquel lance nunca se sepa. Yo pensé haber asistido a la segunda voladura del
Maine, El ejército que ha sido baluarte de la patria y de sus leyes
fundamentales se acabó. Otros que digan misa y pongan paños al pulpito.
Comulgar con ruedas molineras yo no.
Que
cada palo aguante su vela y cada uno estornude como Dios le ayude, Al
monarca sus "amigos" lo dejaron solo. Eso sí bien cubierto el
riñón de dineros y prisionero en una jaula de oro de los emiratos
árabes unidos. Bueno, la cosa no tiene vuelta de hoja lo que pasó que todo
sea por el bien de España. Sigamos viviendo… en lo que nos dejen
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