SOFIÓN
PROFÉTICO
Vocean titulares los noticieros. El que canta
las letanías; gran
jefe es ese calvo mondo y lirondo heraldo del desastre y la cochambre. En China
se ha desparramado el virus de la peor de las pulmonías, vuelve la peste negra
de 1348 en alas de los murciélagos. El mundo tiembla pues algunos dicen que
esta pandemia forma parte de una estrategia de la guerra bacteriológica. Siete
mil millones de seres humanos en el planeta. Todos no cabemos. Unos culpan a
Trump el asesino con su patulea de sionistas al ritmo de la doctrina Monroe y
el Erez Israel. Cunde el pánico y las multitudes se agolpan en los pórticos de
las iglesias suplicando perdón y clemencia.
Se empeñan en cocear contra la inteligencia;
hoy tengo angustia vital. El de la trompa juega al trompo y en sus manos el
mundo es una peonza nuclear mientras vuelven los que dicen que se han ido a
rezar en la mastaba se pegan cabezazos sobre la roca viva y miran de través.
“Atollite portas antiquas” que ya no hay
cerrojos mientras nosotros nos encasillamos en un estado y miramos para arriba
para ver las torres que cayeron. No eran de marfil. Eran rascacielos. Os
mandamos a vosotros y a toda la chusma del mundo para repoblar baldíos que para eso nos hizo Dios sus
elegidos, chápate esa. Vuestros gobernantes son una piara de necios (Rajoy un
perfecto gilipollas que cretiniza a medio país, le gusta largar discursos
decimonónicos) mal nacidos y os encandilan los bustos parlantes de largas
cabelleras y pechos electrizantes, caderas deslumbrantes y serrín en la mollera,
cabezas de chorlito en los informativos así lo quiere el Calvo.
Fueron derribadas las murallas de Jericó.
Ya no hay muros y todos son resquicios coladeros. En avalancha se abate el
infiel sobre
Por
Recoletos pasean los recién llegados con la misma parsimonia que los antiguos
alhameles que traían el morapio de Valdepeñas con las cubas balanceando en
carros del país tirados por yuntas de siete pares de mulas. Reata,… yia.
Esperan del gobierno una casa y un trabajo.
El sol declinante besa con sus rayos
El arco de un violín y la dulce cantarela
en manos de un soldado de la guardia hacen arpegios sollozantes despidiendo al día.
Nos quitarán la patria esos testarudos pero la música del violín seguirá
resonando por la fronda de arboleda del palacio de
Han cerrado los cafés cantantes donde yo
iba de zambra cuando era joven y tenía allí hasta cierto punto mis colmados y
zagüetes. No queda ni rastro del circo Price pero yo he sobrevivido.
Pasa la vida entre proclamas, serventesios y
reuniones para la desconexión. Me cae mal ese peludo, el tal Puchi, con su
escudero, el ojo pipa. Don Tancredo trae a todo el mundo al retortero con sus
cobardías. Cierro la tienda y me vuelvo para Oreanda. Estoy hasta los mismísimos
del cogüelmo. No permitas, Señor, que mis dedos se vuelvan huéspedes. Mañana,
fuegos artificiales en
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