Francisco Manuel de Melo. La
guerra de Cataluña.
Son los catalanes de durísimo natural – escribe aquel gran
portugués Francisco Manuel de Melo eximio literato un militar amigo de España a
cuyo servicio se alistó como literato del Tercio Lusitano que comandaba el
marqué de Vélez y que operó en Cambrils en aquellas durísimas jornadas de
enfrentamiento entre hermanos lo que dio
en llamarse guerra de Cataluña o corpus de
La guerra de Cataluña fue una
confrontación después del fracaso del tratado de la isla de los Faisanes entre
Richelieu y Olivares o dicho de otra manera entre el Rey Cristianismo, Luis
XIII[2]
y Su Católica Majestad Felipe IV.
Algunos catalanes molestos por la imposición de impuestos y el pago de onerosas
gabelas para costear las guerras en los Países Bajos, talante libérrimo el del
catalán, ya va dicho, piden ayuda a Paris delatándose republicanos. Richelieu envía
un ejército de cerca de cien mil hombres y cruza el Pirineo. En las distintas
veguerías se organizan escuadras o somatenes. Los cabecillas más importantes de
la rebelión son el canónigo de la Seo, Pau Claris, Dalmau Tamarit capitán de
caballería, Jaume Ferrand y Rafael Antic quienes reunidos en el Consejo de los
Ciento de la Ciudad Condal alzan una lista de cargos contra los castellanos. Se
quejan de los robos, estupros, afrentas y otras tropelías de las fuerzas de
ocupación. Señalan que la soldadesca integrada por mercenarios italianos, esguízaros,
bátavos y tudescos han estragado el país sumiéndolo en el desconsuelo con sus
rapacidades y costumbres licenciosas poco acordes con la moral austera de los naturales.
Sin embargo, el obispo de Urgell se declara súbdito inequicovo de su Majestad
Católica. Con todo, el prelado ilerdense hace un llamado al cese de la
violencia, que se castigue a los incendiarios de templos y monasterios.
Melo en esta crónica en que por
su estilo elevado conciso y circunspecto recuerda a Tito Livio y al propio Cesar
efectúa una relación imparcial de los acontecimientos y su mensaje es claro: el
pueblo llano paga los errores de la clase dirigente, padece la pecorea de la
soldadesca de ambos ejércitos de ocupación y en contra de los publicistas de la
leyenda negra muestra un sincero amor a España y a su lengua sin que ello fuera
menoscabo de la limosina cuando señala que el Imperio estaba siendo victima de
una conjura; “ingleses, venecianos
holandeses y ginoveses solo aman su interés en Castilla por ser la puerta donde
llega el oro de América que ellos se reparten mediante la propagación de estas
contiendas religiosas mientras el Padre Santo de Roma mira para otra parte”
El historiador portugués que
publica “Historia y Separación y Movimientos
de
El pontífice ni siquiera contestó
a su dedicatoria, añadiendo de esta forma una cuenta más al rosario de pecados
y culpas de nuestra santa madre iglesia. Roma que suele pagar con ingratitud amarga
la lealtad suprema con que siempre miraron al “vicario de Cristo” nuestros
reyes (Alfonso X, Isabel la católica, Carlos V, Felipe II) siempre inclina su
balanza del lado de Francia. Este es un hecho histórico y a la sazón Inocencio
X respaldó a Armando Juan de Plessis
a quien coronó con el capelo cardenalicio; esto es: Richelieu el gran valido de Luis XIII denominado El Justo.
Melo se hace lenguas de la
hispana bizarría, de la generosidad de los castellanos y de su magnanimidad en
la victoria sin que ello sea óbice para destacar de su propia cosecha la
observación una veta de crueldad y desarrimo entre ambos contendientes. A los
castellanos les encuentra presuntuosos y temerarios frente al mutismo de los
catalanes de índole austera. En uno y otro sector hubo tropelías como la toma
de Cambrils y nada se diga de lo acontecido aquel 7 de junio de 1638 cuando estalló
el motín de los segadores. Las turbas arrasaron el fuerte de Montjuich,
quemaron la casa de
No por ignorados y ocultados a
las futuras generaciones- las nuevas leyes educativas dan una versión muy
distinta de saña hispanófoba porque se ha registrado en estos últimos años un
legrado de memoria histórica- los luctuosos y terribles sucesos dejan de tener
una relevancia perentoria. Más guerras en Cataluña después de aquella que causó
la muerte de unas doscientas mil personas vinieron luego con la francesada, las
guerras carlistas o la propia guerra civil española. Una de las causas fue la
sublevación de
La historia es maestra de la vida
y, si no se tiene en cuenta el pasado. éste podrá repetirse y alguno de la
clase política perderían sus momios; que siga la verborrea, hay que darle juego
a la cometa. Los males, si no son atajados a tiempo y se pone remedio, se
gangrenan, dice Melo con su estudiado laconismo, del ibérico que contempla impávido
aquellos luctuosos acontecimientos de
Cercenada de su región más industriosa
y vital, España desaparecería bajo las garras de unas nuevas cáfilas imbuidas
de un nacionalismo torcaz, rancio y antañón de barretina, chapela, muñeira o montera
picona, que no se adecua a los postulados del siglo en que estamos. La lectura
de este gran escritor portugués (1608-1666) me ha llenado de paz y de
resignación melancólica y de amor a Cataluña, (
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