CIGÜA
Cantó
la curuxia anteanoche en la ramada del roble del camino por tres veces. La
aldea estaba en silencio. Asturias del alma. Había subido a abrir la casona y
al regresar escuché su llamada. La lechuza es el ave que llora. Colgados de la
viga del techo estaban los calderos donde faenaba la abuela. "Cien años ha
que nací y nunca tantas potas y cacharros vi". Alentaba aun la ceniza de
los viejos pucheros. El almirez, las sartenes, las trébedes y los morillos
alineados por la mano experta de la pobre güela que murió hace medio siglo. No
había mejor cocedero en todo el concejo pero al volver el canto de la curuxia
ahora en la sebe seguía sonando lúgubre y persistente.
Según
la vieja creencia cuanto la lechuza gime sus tristezas sobre la rama que nunca
verás pero sí que sentirás, es señal de que va a haber un difunto. Cerré
puertas y ventanas, eché el alamud del portillo. No había luna. Un perro
ladraba en la braña puede que fuera un lobo. La fuína, el raposo y el gochu
salvaje eran los mi habituales visitantes nocturnos pero esos no me asustaban.
Entonces recordé las noches de filandón de mi infancia; los cuentos y consejas
de las brujas de Puente Perín lunes y martes miércoles tres jueves y viernes
sábado seis y domingo siete quitarle la chepa a ese. Me colocaron bien la
joroba de la literatura. Llaman a la puerta madre. Hijo, déjalas que ellas
solas se irán. ¿Ah sí?
El
padre Astete señala en su catecismo como pecado menos grave creer en agüeros y
cosas supersticiosas pero brujas haberlas haylas. Las brujas volando en el
cielo nocturno me horrorizan pero en los bosques del Rellayo en la callela que
rodea el manto de Santana me pareció haber visto hace unos años sentada a la
vera de un rio junto a la peñona a una xana peinando sus cadeixos de oro. Era
rubia y muy hermosa.
Tal vez fuese mi imaginación pero percibo▬ es un don que el Todopoderoso da gratis a los artistas y
poetas ultra sensibles y, cuando me encuentro a una persona, veo los contornos
del aura que todos llevamos▬. ¡Cuidado cigua! Suenan las señales de
alarmas y me pongo en guardia.
Me
fascinan las historias del nuberu y
del culiebre. Los asturianos somos
pueblo de brumas. Tememos a la guestia que anda por los ribazos, en procesión
de calaveras con hachones encendidos, cantando tremendas. Es una herencia
pagana de nuestros ancestros latinos que llamaban, dicen los que de esto
entienden, a los gnomos del bosque nephelibata.
La
estantigua pasa, canta la curuxia y las animas bajan la cuesta de Artedo por el
Revellín cruzan hasta el Ribete y se sumergen en las olas de la playa con sus
blandones incandescentes. Van cantando " Hijos, caminad de día que la
noche es mía".
Conviene
recogerse y no mirar para los trasgos porque si un difunto que marcha en la
fila de la estantigua, vestido de fraile, ocultando su cara de calavera, en la
capucha, te mira a los ojos, a los tres
días mueres.
Dicen
los gallegos que las meigas van y vienen con la luna llena y cantan por las
aldeas vacías como ésta en la que vivo el miserere o el oficio de difuntos. Se
recomiendan a los que vayan de noche por los caminos que lleven consigo un
relicario que les sirva de defensa. Una imagen de Cristo o de la Virgen para
disuadir al diablo, el mejor detentebala. Hay que decir cuando se las siente
este ensalmo: "fillo do demo, cata
la cruz". Y se van pero hay algunas que son más contumaces y no hay
sortilegio que valga para ellos. Son las almas de los endemoniados.
En
abono de todo lo dicho, yo podría contar muchas anécdotas pero el material
daría para un libro. Bástenos saber que la cigua es cosa cierta. La cigua es
una palabra bable que los españoles importamos de Cuba. Es la cigua prima hermana del vudú e hija de la
magia negra. Única solución el agua bendita y rezar todas las noches el
trisagio de San Miguel Arcángel. Ese las espanta.
La
superstición es parte de la vida misma. Viví cinco años en Londres en el barrio
de South Kensigton. En el edificio había el fantasma de un templario irlandés el
conde Kelly que murió en las cruzadas. Este hecho paranormal los vecinos lo
asumían como algo normal y un amigo mío me contó que una noche se lo encontró sentado
tranquilamente en el sofá de la salita
hojeando las paginas ensabanadas del Times.
¿Cómo
no creerlo? Cuando alguien mienta la palabra cigua yo toco madera pero
Villeguillo se pone de los nervios cuando escucha en estas noches del invierno
el canto de la curuxia. Le echó las cartas una saludadora y desde entonces dejó
de asistir a las sesiones espiritistas donde se hace la guija.
No
recomiendo las artes diabólicas pero brujas haberlas haylas. Tengo, por mi
parte, yo más miedo a los vivos que a los muertos. Y por estos pagos rondan ahora bandas de
ladrones del Este.
A
diferencia de Villeguillo me encanta el grito de la curuxia. Antes de asustarme,
me arrulla y me duermo con el 38 que me compré en un viaje a Texas debajo de la
almohada por si los bandidos que asaltan las casas de los viejos, se les ocurre
pisar mi umbral, los dejo secos. Es una mala costumbre que copié de los
norteamericanos. Allí el allanamiento de morada se paga con la muerte y hay
todo un armero en cada casa por modesta que sea. Los temo, ya digo, a ellos más
que a los fantasmas pero brujas haberlas haylas.
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