ALBERTI.
SE EQUIVOCÓ
Con cuatro
mulillas tordas y un caballo delantera y la carretera toda para ti, carretero,
¿qué más quieres? Versos de Alberti que jalonaron mi adolescencia porque el
gaditano protagoniza al poeta adolescente. Era una de las firmas más leídas y
estudiadas en los colegios, institutos, academias y noviciados de aquellos bachilleratos
de los
Los
vencedores fueron mucho más generosos con los vencidos que los que se autodenominan
demócratas/autócratas para los cuales todo lo que se produjo antes de 1975 no
existe, se desprecia y se ignora. Es una bonita forma de hacer que España pase
a la historia. Se equivocó la paloma… se equivocaba. Esta bellísima copla de
Alberti fue el buque insignia de nuestra
generación del 68 que fue perenne protesta. Y, pensándolo bien,
teníamos ciertas concomitancias con la del 27 estando dos dictadores de por
medio. La suya desembocó en la guerra civil. La nuestra en el juancarlismo
debelador y putañero. ¡Qué decepción cuando supimos que la democracia era esto!
Se equivocó
la paloma. Se equivocaba. Por ir al norte fue al sur. Creyó que el mar era el
cielo… que la noche la mañana… se equivocaba. Alberti nuestro poeta de
referencia nuestro poeta torero que bebe en las fuentes más puras del romancero,
el del talle juncal se transformó en aquel gordo abacial que hablaba con acento
italiano cuando se arremolinaban en su entorno las muchachas en flor en las
aulas del Ateneo. ¡Cuanta decepción conocer que la gran poesía acaba en eso!
Arboleda perdida de rabonas y de furor masturbatorio de muchachos en flor
mirando a la bahía. Todos los caminos de Andalucía van a dar al puerto de Santa
María y mueren en las aguas del Guadalete donde se entonó por primera vez el canto
por la pérdida de España. Por allí se invocó el nombre de la traición y surgió
magnífica y terrible la mitra del obispo
Opas. Es la cuna del cante jondo y del toreo. Voy a Sanlucar por atún y
por ver al Duque[1].
El pueblo mejor de España tiene nombre de carabela.
Luego se quejan los rogelios de haber sido
postergados por el franquismo. Los niños de la posguerra nos educamos en el espíritu
de la reconciliación y quedamos empapados de Machado, García Lorca y el propio
Alberti. Y hasta las orejas. No teníamos poetas nacionales y a los que había se
los desdeñó o relegó sin contemplaciones y siguen en el armario. Este
ostracismo intelectual un fenómeno que sólo se da en España no ha dejado de
sorprenderme. Ostracismo viene de ostra en honor a los griegos que cuando
querían mandar al exilio a un ciudadano echaban una ostra o la concha de un
caracol en el puchero comicial.
Pero en
Alberti como en Federico creo que es más el ruido que las nueces. El arte nos
viene enredado en las marañas de la política. A Juan Ramón que es una aguja de
marear cultos sobrevalorado y ultra dimensionado por la crítica hay pocos que
lo entiendan. Mora todavía en su azotea de la poesía pura, sus versos como
dentro de una burbuja El mayor vate de la generación del 27 resonancias del
romancero y de Gil Vicente fue Gerardo Diego superando al de Moguer y al
portuense pero como pertenece al segundo cupo ha de guardar el turno del
escalafón siendo mejor poeta, más músico y no tan buen pintor como Alberti.
Creo que éste nunca dejó de ser aquel mal estudiante del colegio de san Luis
Gonzaga del Puerto de Santa María que se fumaba
las clases, nunca se le dio bien la gramática y a vueltas con el diccionario e
incluso con la prosodia y la sintaxis su literatura se resiente. Más de su
gusto eran la aritmética y la matemática.
En el fondo
le ocurrió lo que a muchos de los educandos por los padres de
Alberti sin
embargo es mucho Alberti y hay en su obra mucha arboleda perdida. Le cupo la
suerte de haber nacido en uno de los lugares más guapos de España dunas medanos
y arenas brisas del Atlántico. Lo conocí una tarde en el Ateneo en los años 80
rodeado de mujeres el pelo blanco y una melena doctoral aires de canónigo de
Toledo el mirar displicente, algo amargo
y resentido. Moriría a los dos años al cabo de una caída por un absurdo
accidente en las calles de Madrid la ciudad que no le gustaba pero que le hizo
famoso y rico un potentado al uso de los intelectuales de izquierdas que nunca
fueron a la guerra aunque cantasen al Quinto Regimiento. En la historia
española siempre se encuentra uno con esta clase de personajes que pertenecen a
la casta de los privilegiados.
Su poesía
tiene la diafanidad y fuerza embriagadora de la uva de los majuelos de Jerez.
Es de alta graduación etílica. Tiene un sabor coquinero a sol y a copla. Es
cante jondo. Un aura dionisiaca como los atardeceres portuenses, cuando el sol
del ocaso dora las garitas del penal de Santa Catalina que guarda el secreto de
tantas desdichas, compulsa los versos de Alberti, un elegido de los dioses
poeta para una guerra voz triunfante en el exilio.
En un viaje
que hice al Puerto al final de un verano creo que empecé a entender mejor al
autor de marinero en tierra al vagar
por las calles empedradas de casas blancas encerradas, de destartaladas
iglesias. Vi entrar y salir por la portería de la casa de la compañía al padre
Coloma luciendo una impresionante calva de patricio romano peyéndose a
carcajada viva durante el quiete y avanzando en zapatillas. Olía a vino y al
caer de la tarde me crucé con las sombras indecisas y titubeantes de los borrachos que se santiguaban torpemente
al tocar avemarías. Nunca en ninguna otra parte del mundo salvo por Londres vi
tanto pimple por las esquinas pero los borrachos del Puerto son los más dignos
y solemnes del mundo.
San Cucufate
el abogado de nuestras pítimas con san Fermin y san Cojoncio intercesores ambos
por nuestras curdas ante el Altísimo nos daba su bendición al grito de Dios
perdonará y perdonará eternamente a los borrachos.
En la plaza
de toros coloquiaban unos maletillas. Pasó una monja vieja vestida de blanco y la luna se asomaba por el vano del
balcón de una casa señorial en ruinas. El Puerto de Santa María es una ciudad blanca
tirada a cordel transversal y en línea recta, antesala de América. Las ciudades
de
Me pareció la población honda y misteriosa
desparramada hacia el mar mitad cuartel, mitad convento y mitad bodega. No pude
resistir al embeleso dionisíaco. El fino me tumbó y de esa manera entendí mejor
el arte embriagante de Alberti que fue
corredor de vinos. Allí el Terry pega y es un zumo eucarístico porque sin el
vino no se puede entender la religión que profesamos. Ni se puede entender a
España y mucho menos a Andalucía. Sangre de Cristo hontanar del señorío. En el
Puerto yo tuve algo así de la mano de Rafael Alberti como una visión de España
como una hoguera, como una casa encendida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario