FUENTESOTO
RAICES TEMPLARIAS
La
iglesia de san Gregorio (la torre) es un enigma histórico que desde mozo me
intrigó. Alzada sobre un teso en un promontorio con vistas a los valles del Duratón
y donde nace una fuente termal que, después de regar la vega de Fuentesoto y
Pecharromán, pasando por en medio de cuevas prehistóricas donde en la alta edad
media vivían en reclusión eremítica monjes mozárabes que huyendo de las
persecuciones sarracenas encontraron refugio por estas soledades lindantes con
la Pedriza sepulvedana, constituye otero descubierto y señero. Este parece ser
el caso de san Frutos y sus discípulos san Valentín y santa Engracia. La
invasión muslímica trajo consigo el chaqueterismo y el donjulianismo.
Hubo
sin, embargo, prófugos que no se adaptaron a los principios del Alcorán y de la
Media Luna. Querían encontrarse con Jesucristo en el apartamiento y el
menoscabo del lujo, la perversión y relajadas costumbres del reinado de Witiza.
Algunos incluso puede que fueran arrianos. El concepto de unidad católica no se
había alcanzado todavía entre los visigodos que consideraban al papa como un
obispo de tantos siguiendo la tradición oriental. La palabra catolicidad no se
consolida hasta Carlomagno lo que no fue óbice para que el cristianismo de
forma misteriosa se extienda por el continente europeo. Y en España tras la
conversión de Hermenegildo. El paso del arrianismo al catolicismo le costaría
al rey la cabeza.
Estas
comunidades ascéticas siembran de fervor y anhelo de perfección la alta edad
media. Se colige a juzgar por la estructura cuadrangular y cimborrio (debió de
haber un campanario exento) el de que se aprecia hoy y resiste a la intemperie
de los siglos fue de época románica. Esta primitiva iglesia de arte asturiano
sería arrasada en una de las primeras razzias del fundamentalismo
islámico. También desaparecieron las comunidades de solitarios.
Durante
el reinado de Alfonso VI que casado con la reina Constanza intenta repoblar las
tierras al otro lado del Duero con colonos y monjes franceses son desalojados
los musulmanes en virtud del Fuero de Brañosera.
La
epigrafía que aun lucen las paredes de la pequeña sacristía del templo está en
latín con caligrafía gótica francesa y, pese a las dificultades y borraduras,
he conseguido describir e interpretar lo que dice. Fue seguramente el protocolo
de consagración de esta iglesia de san Gregario a cargo del propio monarca
Alfonso VII el hijo de doña Constanza que pide protección a Jesucristo y
encomienda su alma con la dedicación del ara y esta torre pidiéndole
valimiento.
Es un
mensaje escrito hace 900 años que gracias a la salubridad del clima castellano
y a pesar de haber estado casi a la intemperie porque el aire y la luz entran
sólo por una aspillera se conservan intactas. Hace unos años enjalbegaron pero
la tinta volvió a aparecer debajo de las manchas. He
aquí un misterio un verdadero enigma
Las
palabras borrosas en un elegante gótico picudo que he podido transcribir son
las siguientes: gratiam, valeam (pueda) praemiavi
(recompensé) turres (torres) trude (echar fuera) quatenus (hasta
que) aeternam gratiam habeam (hasta conseguir la vida
eterna) meis torres addero (añado a mis fortalezas) xtus (cristo)
trude (conduce) enim (pues) praesta (permite, garantiza)
Traducción
libre o interpretativa a mi cargo: “Dedicamos este altar con la torre añadida
para la salvación de mi alma y que Cristo me valga hasta la hora de la muerte y
me de vida eterna. Señor, sé nuestro fiador, muéstrame tus caminos, aleja a
nuestros enemigos, conduce a mis ovejas y permite que ojala sea capaz de
perseverar en tus servicios hasta la hora de mi muerte amen”.
En
conclusión se trata de una fortaleza cristiana reconstruida por los templarios
como demuestran las cruces que jalonaban los adarves erigida sobre una
roca. En una de las invasiones o aceifas fue destruida la torre de san
Gregorio. Quedaron derrumbados los contrafuertes que sustentaban la ojiva. Sin
embargo la bóveda de cañón románica no se vino abajo y como señal del ataque se
comprueba que las adarajas o sillares del muro muestran huecos. Y lo mismo pasó
con la ermita de san Vicente otra joya medieval aguas abajo del rio Peces.
Yo he
nacido bañado en esta luz y por estos aires tan sanos que soplan desde un
encinar cercano. Toda esta margen derecha del Duero estaba defendida por los
monjes templarios que tenían aquí cerca el convento cisterciense de Cardaba y
el de san Bernardo. Mitad monjes mitad soldados. La cruz y la espada. Las
campanas fueron robadas por los franceses. Un destacamento de dragones polaco
vivaqueó en el Hoyo Castrillo. Las campanas que debieron ser poderosísimas y de
gran tamaño fueron fundidas para fabricar balas de cañón como represalia a los
hostigamientos de las guerrillas del Empecinado al que escondieron de los
cistercienses los propios frailes durante la guerra de la independencia.
En
conjunto este singular monumento que hace las veces de camposanto está bien
conservado gracias a los esfuerzos de los vecinos del pueblo que sufragaron a
sus expensas los gastos de reforma del campanario afianzándola con una plancha
de hierro y limpiando el husillo de la escalera una verdadera obra de arte es
esta escalera de caracol de palomizo y gallinácea y dejaron las piedras del
presbiterio como nuevas. Creo que su visita debiera de ser unas de las
atracciones turísticas de la zona buen cordero buen vino y buen pan como el que
cuecen en Sacramenia. Es la ruta de los monasterios del cister uno de cuyos
claustros puede embelesarse en Nueva York el del coto de san Bernardo. Es un
románico rural con algunas atalayas defensivas dispersas como esta y la
de san Miguel de Sacramenia junto con la ermita de San Vicente el diacono a la
salida de Fuentesoto que ofrece unos capiteles que merecen verse por lo
admirables y bien conservados.
Antonio
Parra
EL
PADRE LAINEZ
Seminario
de Segovia y Diego Laínez
Vuelo
a Segovia regreso a mi alma mater y me encuentro en las escalerillas de la
muralla de la Huerta con el espectro del Padre Laínez que se dirige a mí en
tono afable mientras subo los peldaños desgastados de la escalera a dos
vertientes donde los centinelas de la edad media montaban guardia en la garita
ante un paisaje de montañas nevadas.
La
mujer Muerta al fondo yace en su túmulo de basalto. Escucho en la lejanía las
notas de un rabel que entona un romance. El maestro Joaquín Díaz la música
callada de las noches serenas de mi infancia debe de andar entre las filas de
los seminaristas que pasean en su “deambulatio” de Tercia la hora de la
quiete, se rompe el silencio, el padre prefecto da una palmada y estallan las
voces juveniles de la estudiantina:
▬Benedicamus Domino
▬Benedicamus y al cielo vayamos.
▬Tira, Parrita, venga, va.
Mi
amigo Filemón el de Escarabajosa me tira un balonazo y empieza la partida de
futbol entre “Gurriatos” y “Galapagos”.
Dos
acacias en mitad del patio hacen las veces de improvisados postes, yo jugaba de
portero. He regresado, a la recherche du temps perdu, a una mañana como
esta del Día de San Frutos de hace sesenta años.
Los
punta de diamante de los merlones de la muralla se alzan enhiestos y vigilantes
y una cigüeña planea hacia los tejados de su nido que se alza en la misma
espadaña de la torre del Conde de Cheste, lamiendo casi con sus alas la
vertical del Acueducto. Estoy en casa.
He
venido al encuentro del tiempo redivivo y arropado por la sonrisa del padre
Laínez siento el renacer de viejas ilusiones mías, cuando soñábamos en voz
alta, cantábamos recio nuestras salves en latín y esperábamos la llegada de un
mundo feliz.
Diego
Laínez nació en la villa soriana de Almazán, fue la eminencia gris y mano derecha
de san Ignacio, el tercer Prepósito General de la Compañía. Hablaba siempre en
portugués porque en Lisboa estaba entonces la capital de España y los jesuitas
con el quinto voto reciben el don de un quinto sentido para saber dónde se
encuentra el poder.
Fue
el fundador de esta casa convertida tiempo adelante en Seminario Conciliar. Fue
uno de los primeros cuarteles que estableció la Sociedad de Jesus en Europa
reinando Felipe II. Todo está casi igual que entonces. La huerta se ha
convertido en aparcamiento.
Son
más frondosas las acacias, algunas malas hierbas incluso un ailanto crece en
las junturas del adarve, se llevaron o ha desaparecido la alberca o pilón de
sólidos sillares de granito un vestigio romano donde se recogía el agua de la
conducción del acueducto. La fuente manaba por un caño y allí nos bañábamos en
calzoncillos algunos seminaristas por el verano.
Pero
la espira solemne y triunfal de la “Aceitera” (así llamábamos a la torre de la
antigua Casa de la compañía) se yergue solemne y triunfal sobre el skyline
mirando al mundo con un aire de orgullosa melancolía. Se encuentra en el punto
más alto de la ciudad.
“El
padre Laínez era pequeño de cuerpo, la color blanca aunque un poco ortigado, de
alegre rostro y con una perenne sonrisa apacible en la boca, la nariz larga y
aguileña, los ojos grandes y vivos y muy claros. Fue de delicada complexión
aunque bien compuesto y ancho de pecho y no menos de corazón. Fue desde
muchacho quebrado y ya siendo hombre muy fatigado de dolor de ijada y de
riñones, y algunas veces, aunque, pocas, de gota, pues comía poco. Su ingenio
fue exuberante, grande, agudo, profundo, vehemente, claro, robusto. Tenía una
sed insaciable de leer; así leía continuamente y pasaba libros escribiendo de
su mano y sacando lo que le parecía bueno dellos. En esto servía a la
Iglesia y al Bien común. Pasaba un buen tomo de las obras del tostado en muy
pocos días y hacía extractos dél con extremada aplicación y diligencia”
Esta
es la semblanza que traza sobre aquel gran general de los jesuitas uno de sus
biógrafos. No se puede calar más hondo en el difícil arte de la prosopografía,
trazando un verdadero retrato psicológico de este alabardero de Cristo,
martillo de herejes y confutador de la herejía calvinista.
Predicó
por toda Italia y la Auvernia francesa. Estuvo a punto de morir la noche de San
Bartolomé. Siendo niño le pidió a Dios el don de la sabiduría y el señor parece
ser que se la concedió sin dejar pasar por alto que como buen jesuita fuese un
hombre controvertido. No fue muy larga su vida. Murió en Roma a los 53 años.
Sus
biógrafos añaden otro detalle: nunca probaba la carne, siempre el pescado. El
matrimonio le parecía el mayor de los tormentos. Sin embargo, en el ambiente
corrupto de la Roma de los papas del Renacimiento no escapó a las tentaciones
de la carne▬ era la misma que nos describe Delicado Baeza en su “Lozana
andaluza” ▬ cuando una cortesana vino a tentarle “presa de una ciega y
desapoderada pasión” pero él dejó a la serpiente con el silbo huyendo de las
trazas y halagos. Parco en el yantar, muy tranquilo en las contiendas y
trabajos que hubo de soportar en defensa de la fe. Recomendaba a sus novicios
libros devotos y edificativos aunque fueran escritos en bajo estilo y con poca
elegancia de palabras.
No
quiso ser obispo de Mallorca y renunció a la silla arzobispal de Pisa.
Asimismo, se escapó de Roma cuando le propusieron para sucesor de san Ignacio.
No se llevó del todo bien con el papa Paulo IV el famoso papa “Caraffa” pues
fue un luchador incontrovertible contra la simonía y el nepotismo, males
endémicos de la curia por aquellas calendas. En algunos retratos que de él se
conservan alienta una mirada profunda de jabalí. De ahí el mote que le pusieron
algunos curas desafectos a la Compañía: “aper” (jabalí). Sin embargo, este
augusto intelectual soriano que a lo mejor hoy hubiese sido un cura progre era
la vera efigie de la mansedumbre, en el trato era afable y volviendo a sus
biógrafos estos hablan de la “comitas” (dulzura) de su carácter, aunque
insobornable.
Este
encuentro virtual con mis raíces me ha sacado del tiempo presente y por el
espejo retrovisor de la vida contemplo mi pasado, la vida transcurre deprisa.
No sé si se me ha aparecido el padre Lainez o es una obsesión que me invade
desde tantos años entre libros dándole la vuelta al aire jugando con las ideas
al compás de mis sueños y de mis fracasos pero es el legado que recibí de mi
alma mater ese afán de leer e indagar esa constante búsqueda de la verdad
apasionada.
En
esto que una voz joven me saca de mis ensimismamientos espectrales. Alguien me
llama la atención. ¿Habré metido de nuevo la pata?
▬ Eh oiga usted ¿Es todo esto suyo? Baje inmediatamente, está
prohibido. Esta parte de la muralla es del Ayuntamiento no pertenece al
seminario.
▬Estaba sacando unas fotos y recordando viejo tiempos▬ contesto.
Desciendo,
acto seguido, muy solemne por la escalera imperial a dos aguas por donde subía
y bajaba el relevo de la guardia de la muralla y ya más amigable le explico al
joven (mea culpa) que me he colado aprovechando que se abría al paso de un
coche la puerta automática de la huerta para colarme en el recinto. Estoy
disfrutando a mis anchas con mis recuerdos.
▬Pues, si cae usted, o le pasa algo en menudo lío que nos mete. Han puesto un
pleito al obispo por estos terrenos que son de la Iglesia desde tiempo
inmemorial.
▬¿Quién puso la demanda?
Mi
interlocutor se encoge de hombros.
▬Ah, no sé.
▬Lo quieren todo estos tíos, todo es suyo▬ le digo al joven que se llama Rafa y
que es nada menos que el vicario del Obispo y hace las veces de cancerbero,
vigilante, portero, recoge las llamadas, está al tanto y tiene fama de ser muy
buena persona entre el clero segoviano. Episcopein en griego quiere
decir obispo el que anda a la mira. Rafa, hijo haces bien. Aprecio en este buen
cura la humildad y cumplimiento del deber que nos inculcaron y que viene a ser
la marca de la casa. Creo que Rafa que es sacerdote joven sería un buen obispo
para estos tiempos difíciles que vivimos. Como heredero del legado que
nos legó Laínez a los que por acá estuvimos y damos ahora pasos perdidos en un
mundo lleno de controversias y de esperanza.
Antonio
Parra
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