NO ERA DE LOS NUESTROS EL MEJOR NADAL
Fue en 1958 y estaba yo en el seminario de Comillas. Las lecheras subían la cuesta de la Cardosa y yo desde mi camarilla contemplaba el hermoso valle, las lucecillas del puerto y los recuestos de los montes de eucaliptos de Ruiloba. Soñaba algún día con ser escritor, un cura escritor como Martín Descalzo y me entusiasmaban las clases de literatura del padre Martino que había llegado de Alemania. Las de matemáticas y física y química como me da más por ello.
El latín y el griego a cargo del padre Penagos también me parecían interesantes y por las noches devoraba libros a la luz de una linterna con permiso del bondadoso padre Heras nuestro maestrillo que venía a hacer la ronda a las dos de la madrugada. Y me mandaba apagar la vela pero era uno de los padres más comprensivos, conservo un recuerdo afectuoso de aquel jesuita, tan clemente y magnánimo para con mis esparcimientos literarios y la otra cara de la moneda de Eguillor un vasco con muy mala leche el cual no desperdiciaba oportunidad ni ocasión para humillarme en público y llamarme inútil.
Dios le haya perdonado por el daño que me hizo aunque las heridas de todo aquello dejaron huella en mi alma de adolescente soñador que creía que todo el mundo era orégano y ancha es Castilla.
Pues bien con una radio galena que me había agenciado un catalán que se llamaba Masolíes hijo de un ingeniero atada a la cabecera de la cama escuchaba el parte y el Día de Reyes dieron la noticia de que el premio Nadal lo había ganado un barcelonés que había sido seminarista, José Vidal Cadellans. Mi tío Ponciano que trabajaba en Barcelona me envió el libro en las navidades del 59 y no pude darlo de mano. En un par de horas lo terminé. Creo que es el mejor Nadal que he leído. Narra la historia de un chaval al que meten en el seminario al terminar la guerra civil y lo expulsan por robar. La trama quizás tuviera algo de autobiográfico.
El protagonista Jaime se coloca en una empresa de su padre y arrampla con todo el dinero de la caja y se fuga a Francia. En el bolsillo, más de medio millón de pesetas que por entonces ya era dinero. El hecho suscita un repaso a la actitud de todos sus allegados al conocer la noticia: el cajero, el socio de la empresa Arias&Montaner, el padre, su hermano, su hermana, un tío cura mosén Enrique, el novio de su hermana y por fin la madre una señora muy beata, muy católica pero cruel, quería que su hijo fuese a costa sacerdote.
El estilo de la novela es circular con estilo entrecortado y muy directo y austero según se llevaba en aquella época bajo la influencia del Jarama de Sánchez Ferlosio pero yo creo que Vidal Cadellans le deja muy atrás al escritor madrileño. Vidal es un novelista de un solo libro y aunque escribió otro también de tema teológico y sobre la problemática sacerdotal no pudo dar más de sus creaciones literarias a la estampa. Murió -¿suicisio?- al ganar el Nadal. En su obra hace un repaso a la sociedad española y barcelonesa de su tiempo: la llegada masiva de inmigrantes que fueron acogidos con esa hospitalidad y buen tiento del señy catalán, un mundo que nada tiene que ver los secesionismos aventados del Ciu y el caganer Pujol que lo veo y parece que se me aparece el diablo
. Es el mundo del desarrollo económico, el calor de los veranos en las Ramblas, los veraneos en Estilles, la venida del seiscientos que desplaza a los haigas, la aparición de la televisión, aquellos viejos cacharros en blanco y negro. Y al lado de estos accidentes de la evolución de la historia el alma humana que no cambia. Aborda sin tapujos un asunto inquietante: por qué se trata a los rebotados del seminario como si fueran la peste. Se nos dice que Jaime Arias, el cual no aparece en la historia aunque todo sean referencias a su persona, es borracho, putañero, degenerado, ladrón. Aquella sociedad de la alta burguesía catalana lo trata sin ninguna consideración y no puede haber mejor titulo para una gran novela. Sencillamente “No era de los nuestros”. El premio Nadal fue para los jóvenes literatos de nuestra generación una especie de cima que todos aspirábamos conquistar y la Editorial Destino que imprimía unos libros impecables en pasta azul con fajas y solapas en encuadernación perfecta el Olimpo donde reinaban las musas. Llegaríamos algún día y coronaríamos la cima y si nos quedamos en el camino, no fue por culpa nuestra sino de los malandrines y fulleros que han puesto a España y a todo lo español del revés. Hemos caminado alumbrados por la estrella polar siguiendo nuestra vereda y sin renunciar a nuestros principios.
El concepto de la literatura como algo estético donde se primaba la calidad ha sido sustituido por el marketing y la bazofia. El padre del protagonista tenía una querida- ese es un asunto delator de cuanto han cambiado las actitudes frente al sexo- y ello era un signo de distinción. Bajar al barrio chino, ser invertido o emborracharse era reprobado por la sociedad pero mantener a una entretenida era un signo de prestigio social. Ella, María Isabel, es otro de los personajes y en el retrato que de esta pobre muchacha hace el autor consigue un retrato psicológico que es un tour de force novelístico. Muchos historiadores de la literatura de posguerra se olvidan de un escritor tan importante como Vidal Cadellans pero el ninguneo de los genios forma parte de este juego sucio de los que pretenden borrar la memoria. He vuelto a leer esta hermosa crónica del alma barcelonesa c. 1955 y he vuelto a encontrar nuevos mensajes porque un libro bueno sugiere otros mundos diferentes en cada relectura. Yo de mayor hubiera querido ser Vidal Cadellans, novelista denso, mazorral, que larga la caña muy hondo y atina al meollo, sin alharacas exhibicionistas, que encontró una voz propia y un estilo, pese a su juventud. De volver a vivir yo querría ser escritor, uno como Vidal Cadellans
30/11/2010