Un seminario menor arraigado en la familia
16/04/2016
Un seminario menor para Segovia, arraigado en la familia. Queridos diocesanos:Después de haber consultado a la diócesis en diferentes niveles, he llegado a la conclusión de la urgente necesidad de un seminario menor en estrecha relación con las familias que deseen acoger y compartir esta experiencia.
1. Situación actual y sus causas.
En las reflexiones de los diversos consejos y grupos se constatan diversas causas de esta situación: secularización de la sociedad, escaso o nulo compromiso de las familias en la formación cristiana de sus hijos, falta de comunidades vivas en las que se estime la vocación al sacerdocio, ridiculización en diversos ambientes de la fe y de los niños y jóvenes que pretenden vivirla, procesos catequéticos en los que está ausente la llamada al sacerdocio y a la vida consagrada, carencia de testimonio atractivo y de alegría por la vocación en quienes somos sacerdotes, falta de acompañamiento de niños y jóvenes que ayude al discernimiento vocacional. Y otras más que se refieren al modo de entender la vida sin referencia a las preguntas fundamentales del ser humano y a factores sociales y culturales que impiden platearse la cuestión de Dios y la de la entrega a él de por vida.
2. Orar y trabajar por el seminario menor
La diócesis de Segovia debe reaccionar positivamente ante esta situación, avivando sus raíces cristianas y responsabilizándose de modo comunitario de este problema. Debemos orar al Señor con todas nuestras fuerzas. Pero no sólo. Hay que poner la mano en el arado y trabajar para que la llamada de Dios a niños y jóvenes tenga respuesta. Deben hacerlo, en primer lugar, las familias, animando a sus hijos al sacerdocio, si Dios les llama. Los procesos catequéticos y la preparación a los sacramentos de la eucaristía y la confirmación deberían suscitar vocaciones para la Iglesia. Sacerdotes y catequistas debemos discernir los signos de la llamada de Dios y acompañar a quienes los tienen hacia la madurez de la decisión por Cristo.
Para hacer esto posible, queremos recuperar para la diócesis el seminario menor que, como demuestra la experiencia de tantas diócesis, es un cauce para crecer en la vida cristiana y discernir la llamada de Dios. San Juan Pablo II decía que el fin del seminario menor es «prepararse a seguir a Cristo Redentor con espíritu de generosidad y pureza de intención» y lo definía, siguiendo al Concilio Vaticano II, como una escuela de Evangelio «bajo la dirección paterna de sus superiores, secundada por la oportuna cooperación de los padres…un género de vida que se avenga bien con la edad, espíritu y evolución de los adolescentes, y se adapte de lleno a las normas de la sana psicología, sin dejar a un lado la razonable experiencia de las cosas humanas y el trato con la propia familia».
3. Proyecto del seminario
El Seminario alternaría la vida comunitaria durante la semana con la vida familiar del fin de semana, de modo que los padres no queden excluidos del proceso vocacional, sino que participen en él en estrecha colaboración con el Seminario. La importancia de la vida comunitaria ayuda al ejercicio de muchas virtudes y a la formación de la personalidad en todos los aspectos de la vida: oración, estudio, convivencia, trabajo mutuo, generosidad, amistad verdadera, colaboración en las tareas que hacen más agradable y fecunda la vida común. Se trata de ampliar la vida familiar a la comunitaria con niños y adolescentes de su misma edad. Además, la distribución armónica de las diversas tareas —oración, estudio, convivencia y diversión— ayuda al aprovechamiento del tiempo y al rendimiento de las cualidades personales.
Los que participaran en esta experiencia realizarían los estudios en alguno de los colegios concertados de la ciudad, dirigidos por religiosos o religiosas y vivirían en comunidad en las instalaciones del Seminario, preparado para este fin. Junto a la formación propiamente espiritual, de iniciación a la oración y a la vida cristiana, habría, como es natural, tiempo para el deporte y para otras actividades recreativas y culturales que ayudan al cultivo del espíritu y a la maduración de la personalidad.
4. Vida cristiana y discernimiento vocacional
Quiero invitar a los padres a la reflexión sobre esta propuesta. El Seminario menor no es un internado al uso. Es una experiencia de vida común, orientada al discernimiento vocacional de aquellos muchachos que tienen alguna inquietud vocacional o, sin tenerla, quieren progresar en la vida cristiana y están abiertos a la llamada de Dios, si ésta se diera. Lleguen o no al sacerdocio, la experiencia será enriquecedora porque se alimenta de valores espirituales y morales, que, desde el inicio del cristianismo, constituyen el mejor patrimonio pedagógico de la tradición cristiana: me refiero a las virtudes humanas, morales, sobrenaturales; a vivir con austeridad y sencillez; a saber compartir gozosamente cuanto somos y tenemos; a aprender a mirar el mundo como lo mira Dios; a alcanzar desde pequeños el espíritu crítico que ayude a discernir en el futuro lo que más se conforma a la razón humana y al comportamiento de los hijos de Dios; a aprovechar el tiempo y luchar contra la desidia y la vida fácil que se propone con frecuencia a los niños y adolescentes; a aprender el dominio de uno mismo y el respeto a los demás; a madurar afectivamente en el control de la propia sensibilidad y afectividad; a vivir, en definitiva, bajo la acción del Espíritu de Dios que nos trasforma según el modelo que tenemos en Cristo, el Hombre Nuevo.
Estoy convencido de que esta experiencia puede ayudar a niños y adolescentes de nuestra diócesis a descubrir el plan de Dios sobre ellos y será un punto de referencia para quienes sientan en su corazón la llamada de Dios. Pido a los sacerdotes, catequistas, agentes de pastoral que acojan esta iniciativa y la secunden con convicción, ilusión y entrega. Invito a las familias y comunidades cristianas a seguir reflexionando sobre su responsabilidad en una pastoral vocacional que compromete a toda la diócesis en darse a sí misma los pastores que necesita. Y dirijo a los niños y adolescentes una llamada, como haría el Señor, para que sean generosos y digan sí a Cristo que busca amigos de verdad sin miedo a seguirle y convertirse en colaboradores de su hermosa misión: conducir a los hombres a Dios.
Pongo esta iniciativa y a toda la diócesis en las manos de María, Virgen de la Fuencisla, en este primer centenario de su coronación. Y confiado en su intercesión, le rogamos que, como hizo en las bodas de Caná, le diga a su Hijo: Mira a Segovia, le faltan los sacerdotes que necesita para que siga haciéndose presente ahora y en el futuro tu salvación.
Con mi afecto y bendición.
En Segovia, a 17 de Abril de 2016, Domingo del Buen Pastor.
+ César Franco, Obispo de Segovia
1. Situación actual y sus causas.
En las reflexiones de los diversos consejos y grupos se constatan diversas causas de esta situación: secularización de la sociedad, escaso o nulo compromiso de las familias en la formación cristiana de sus hijos, falta de comunidades vivas en las que se estime la vocación al sacerdocio, ridiculización en diversos ambientes de la fe y de los niños y jóvenes que pretenden vivirla, procesos catequéticos en los que está ausente la llamada al sacerdocio y a la vida consagrada, carencia de testimonio atractivo y de alegría por la vocación en quienes somos sacerdotes, falta de acompañamiento de niños y jóvenes que ayude al discernimiento vocacional. Y otras más que se refieren al modo de entender la vida sin referencia a las preguntas fundamentales del ser humano y a factores sociales y culturales que impiden platearse la cuestión de Dios y la de la entrega a él de por vida.
2. Orar y trabajar por el seminario menor
La diócesis de Segovia debe reaccionar positivamente ante esta situación, avivando sus raíces cristianas y responsabilizándose de modo comunitario de este problema. Debemos orar al Señor con todas nuestras fuerzas. Pero no sólo. Hay que poner la mano en el arado y trabajar para que la llamada de Dios a niños y jóvenes tenga respuesta. Deben hacerlo, en primer lugar, las familias, animando a sus hijos al sacerdocio, si Dios les llama. Los procesos catequéticos y la preparación a los sacramentos de la eucaristía y la confirmación deberían suscitar vocaciones para la Iglesia. Sacerdotes y catequistas debemos discernir los signos de la llamada de Dios y acompañar a quienes los tienen hacia la madurez de la decisión por Cristo.
Para hacer esto posible, queremos recuperar para la diócesis el seminario menor que, como demuestra la experiencia de tantas diócesis, es un cauce para crecer en la vida cristiana y discernir la llamada de Dios. San Juan Pablo II decía que el fin del seminario menor es «prepararse a seguir a Cristo Redentor con espíritu de generosidad y pureza de intención» y lo definía, siguiendo al Concilio Vaticano II, como una escuela de Evangelio «bajo la dirección paterna de sus superiores, secundada por la oportuna cooperación de los padres…un género de vida que se avenga bien con la edad, espíritu y evolución de los adolescentes, y se adapte de lleno a las normas de la sana psicología, sin dejar a un lado la razonable experiencia de las cosas humanas y el trato con la propia familia».
3. Proyecto del seminario
El Seminario alternaría la vida comunitaria durante la semana con la vida familiar del fin de semana, de modo que los padres no queden excluidos del proceso vocacional, sino que participen en él en estrecha colaboración con el Seminario. La importancia de la vida comunitaria ayuda al ejercicio de muchas virtudes y a la formación de la personalidad en todos los aspectos de la vida: oración, estudio, convivencia, trabajo mutuo, generosidad, amistad verdadera, colaboración en las tareas que hacen más agradable y fecunda la vida común. Se trata de ampliar la vida familiar a la comunitaria con niños y adolescentes de su misma edad. Además, la distribución armónica de las diversas tareas —oración, estudio, convivencia y diversión— ayuda al aprovechamiento del tiempo y al rendimiento de las cualidades personales.
Los que participaran en esta experiencia realizarían los estudios en alguno de los colegios concertados de la ciudad, dirigidos por religiosos o religiosas y vivirían en comunidad en las instalaciones del Seminario, preparado para este fin. Junto a la formación propiamente espiritual, de iniciación a la oración y a la vida cristiana, habría, como es natural, tiempo para el deporte y para otras actividades recreativas y culturales que ayudan al cultivo del espíritu y a la maduración de la personalidad.
4. Vida cristiana y discernimiento vocacional
Quiero invitar a los padres a la reflexión sobre esta propuesta. El Seminario menor no es un internado al uso. Es una experiencia de vida común, orientada al discernimiento vocacional de aquellos muchachos que tienen alguna inquietud vocacional o, sin tenerla, quieren progresar en la vida cristiana y están abiertos a la llamada de Dios, si ésta se diera. Lleguen o no al sacerdocio, la experiencia será enriquecedora porque se alimenta de valores espirituales y morales, que, desde el inicio del cristianismo, constituyen el mejor patrimonio pedagógico de la tradición cristiana: me refiero a las virtudes humanas, morales, sobrenaturales; a vivir con austeridad y sencillez; a saber compartir gozosamente cuanto somos y tenemos; a aprender a mirar el mundo como lo mira Dios; a alcanzar desde pequeños el espíritu crítico que ayude a discernir en el futuro lo que más se conforma a la razón humana y al comportamiento de los hijos de Dios; a aprovechar el tiempo y luchar contra la desidia y la vida fácil que se propone con frecuencia a los niños y adolescentes; a aprender el dominio de uno mismo y el respeto a los demás; a madurar afectivamente en el control de la propia sensibilidad y afectividad; a vivir, en definitiva, bajo la acción del Espíritu de Dios que nos trasforma según el modelo que tenemos en Cristo, el Hombre Nuevo.
Estoy convencido de que esta experiencia puede ayudar a niños y adolescentes de nuestra diócesis a descubrir el plan de Dios sobre ellos y será un punto de referencia para quienes sientan en su corazón la llamada de Dios. Pido a los sacerdotes, catequistas, agentes de pastoral que acojan esta iniciativa y la secunden con convicción, ilusión y entrega. Invito a las familias y comunidades cristianas a seguir reflexionando sobre su responsabilidad en una pastoral vocacional que compromete a toda la diócesis en darse a sí misma los pastores que necesita. Y dirijo a los niños y adolescentes una llamada, como haría el Señor, para que sean generosos y digan sí a Cristo que busca amigos de verdad sin miedo a seguirle y convertirse en colaboradores de su hermosa misión: conducir a los hombres a Dios.
Pongo esta iniciativa y a toda la diócesis en las manos de María, Virgen de la Fuencisla, en este primer centenario de su coronación. Y confiado en su intercesión, le rogamos que, como hizo en las bodas de Caná, le diga a su Hijo: Mira a Segovia, le faltan los sacerdotes que necesita para que siga haciéndose presente ahora y en el futuro tu salvación.
Con mi afecto y bendición.
En Segovia, a 17 de Abril de 2016, Domingo del Buen Pastor.
+ César Franco, Obispo de Segovia